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Errores imperdonables por Jerrow

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CAPITULO 1

 

 


Montones de plantas estaban alrededor de un arroyo que era tan limpio y puro donde se veía tu rostro perfectamente, el aire era limpio y natural al igual que las plantas que brindaban oxígeno, sus colores eran verdes, con troncos largos y bien formados; dejando entre el suelo a las flores que emergían con colores rosas, lilas y amarillas, todas brillantes y llenas de néctar que las mariposas deseaban, de allí aparecían de todos los puntos cardinales un sinfín de mariposas de todos los tamaños y colores en busca de la preciada néctar que las flores poseían.


En la orilla del arroyo se encontraban dos adolescentes que no alcanzaban la mayoría de edad ambos sentados sobre la arena blanca y húmeda, mirándose a los ojos con una gran sonrisa en sus rostros, el mayor de los 2 levanto su mano para acariciar la mejilla de su acompañante, la sentía tan suave blanda, junto con su labio tan rojizo y carnoso; se acercó a él y le planto un suave y lento beso que el otro correspondió. Se recostaron sobre la arena para continuar besándose, el mayor se subió sobre el otro sin dejar de besarlo, una de sus manos estaba acariciando el cuello de su amante mientras que el otro la bajo hasta sus nalgas, la apretó con fuerza acto que produjo un gemido pequeño de parte de su compañero.


-Te amo Efraín –Le dijo mientras le implantaba otro beso sobre el cuello de este.


-Yo también Héctor –Se sentía tan excitado con esos besos y caricias, quería que nunca terminara ese momento, y pareciera que leyeron sus pensamientos puesto que escucho una voz familiar llamándole. Ambos dejaron de besarse y se levantaron del suelo; Efraín se sacudió la ropa al igual que su novio.


Volvió a escuchar su nombre, se despidió de Héctor con un piquito y fue directo hacia el lugar de donde provenía la voz que pertenecía a su madre. Corrió velozmente evadiendo cada árbol y con una sonrisa de oreja a oreja, saltando como un niño que acababan de comprarle el juguete que quería. Subió la pequeña colina y diviso a su madre que miraba por todas partes en busca de él, se acercó junto a ella por detrás y la abrazo de sorpresa; su madre se asustó por ese acto dejando caer un vaso que sujetaba con una de sus manos, el vaso se quebró y Efraín sabía que iba a recibir una pequeña riña.


-Santiago Efraín –Le dijo mirándole en forma seria –Te dije que no me des esos sustos, por tu culpa rompí un vaso nuevo que acabe de comprar –Señalo hacia los pedazos del vaso.


-Lo siento, no vi que sujetabas algo, pero ¿Qué necesitas madre? –Le pregunto.


-Bueno pues tengo que informarte que eres el mejor egresado en la escolar básica –Le contesto.


-¡Que noticia! –Exclamó -¿pero quién te lo dijo? –Estaba súper emocionado.


-La secretaria de tú colegio, me acabo de llamar y me lo contó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Comenzaron a jugar futbol en la cancha, pero Efraín estaba sentado observándolos, no es que no le dejaran jugar, sino todo lo contrario siempre lo llamaban a jugar pero él no quería; más bien no le gustaba ese juego. Fijó su mirada hacia Héctor, era tan hermoso, y masculino cuando jugaba, él era más varonil que él pero de todas formas ambos disimulaban bien, nadie debía de enterarse que eran gays y mucho menos que son pareja.


Luego de acabarse el partido se acercaron a sentarse hacia donde estaba Efraín, todos estaban transpirando, a causa de correr mucho. Héctor se sentó al lado de Francisco quien a la vez estaba al lado de Efraín. Comenzaron a conversar de cualquier cosa, riéndose entre todos sobre todo de Saúl que contaba cada chiste que los mataban de risa; como si todo no pudiera estar bien se apareció una chica de estatura media, ojos negros, cabello liso y de color negro, y delgada, bastante delgada.


Su nombre era Mariela una joven de 15 años, que estaba perdidamente clavada por Héctor. Comenzó a saludar a todos con un beso en la mejilla y lo prolongo más con el novio de Efraín; este sintió como se le hervía la sangre pero no lo demostró, Héctor le juro que no tenía absoluto interés en ella y le cree; luego se acercó para saludar a Efraín, tenía ganas de lavarse su mejilla con detergente a causa del contacto que recibió de parte de Mariela.


-¿Qué tal el futbol? –Preguntó la pelinegra, fijando su mirada en Héctor.


-Bien, ganamos 4 a 1 –Le respondió.


-¡Qué bien Hec! –Exclamo y le abrazo.

“¿Hec?, no puedes ser más cursi verdad” Pensó Efraín, el apodo tan estúpido con la que ella llamaba a Héctor le producía nauseas.

 –Eres tan bueno en este deporte, creo que tal vez en un futuro tú seas futbolista profesional –Dicho esto le dedico una sonrisa, aún estaba abrazándolo y sus rostros estaban muy cerca.

-Gracias por tú comentario –Le agradeció y se zafó cuidadosamente del abrazo de Mariela.

La chica no se despegaba de Héctor, estaba a su lado hablándole, y muchas veces recostaba su cabeza sobre el hombro del otro. Efraín miraba por diferentes ángulos, para no observar esa ridícula escena que hacia esa chica, si sus amigos supieran que es gay y si ellos no fueran homofóbicos, él ya la hubiese puesto en su lugar a ese palo de escoba que era Mariela. Pero no, debía aguantarse, además confiaba en Héctor, sabía que no le engañaría, él era su verdad, en quien confiaba, él que le apoyaba, él que amaba.


Unas chicas bien vestidas llamaron a Mariela, eran sus amigas, Carolina una rubia de ojos verdes y Jessica también rubia pero de ojos turquesa, al escucharlas la pelinegra se levantó y se despidió de todos de la misma manera con que los había saludado, pero con la diferencia de que rozó sus labios con los de Héctor, eso casi produce un paro a Efraín, la muy cualquiera le dio un piquito a su novio. Héctor por su parte se sorprendió por tal acto, que solo sonrió. Al irse Mariela comenzó Francisco a hacerle el enganche con la pelinegra.


-Se nota que quiere andar contigo viejo –Le dijo –Además la tipa está muy buena, tal vez un poco delgadita pero muy buena.


-¿Por qué lo dices Francisco? –Le pregunto.


-Tienes que ser ciego para no verlo –Le respondió Saúl en lugar del otro –La chica te mira y te coquetea, está loca por vos.


-Eh…no lo sé, puede que tengas razón  –Fijo su miraba en Efraín –Tal vez un día de estos hable con ella.


-Un día de estos, será nunca, eres tan tímido Héctor, pero Saúl y yo te ayudaremos.


-A no ser que seas de otro bando –Bromeó Saúl, Pete le dio un golpe en el brazo izquierdo –Eso dolió, además solo era broma.


-Ni en broma lo digas –Le regaño Héctor, miro a Efraín, quien no dijo ni una palabra, solo estaba sentado observándolos.


-Cierto no lo digas Héctor no es un puto maricón, él es un macho como nosotros –Miró a Efraín –Tú no dices nada.

-Eh…bueno quien quiere ser un homosexual. Sobre todo quien quiere tenerlos cerca.

-En eso coincidimos, los detesto, son unos pervertidos.

Héctor y Efraín se miraron ahora más que nunca sabían que no podrían contarles jamás que ellos eran más que amigos, sobre todo en este pueblo pequeño donde lo que más odiaban a parte de los drogadictos eran a los gays. Quien sabe lo que ocurriría si se enteraran de dicho secreto, sería como un intento de suicidio.

 

 

 

 

 

Se abrió la puerta de su casa, e ingresó un hombre de unos 42 años de edad, con bigote cabellos y ojos marrones, con un rollo entre el vientre que denotaba su semi-obesidad, cerró la puerta por donde había ingresado y fue a la cocina a saludar a su esposa quien no se había dado cuenta de su presencia; ella estaba cocinando a gusto, cuando recibió un tierno beso en la mejilla junto con un abrazo, ella se volvió y vio a su marido que le ofrecía una tierna sonrisa.


-Ya llegue mi amor –Le dijo sonriente.


-Carlos, llegaste temprano, por ello me sorprendí al verte.


Ambos se dieron un beso tierno, luego fueron junto a su hijo quien se encontraba en su recamara descansando. Abrieron la puerta y lo vieron dormir placido y tranquilo, liado con una sábana color verde su favorito. Carlos se acercó a él, le miró fijamente a su mujer sonriendo con malicia; la mujer sabía lo que haría, una costumbre de su marido.


El hombre levanto un vaso con agua que traía en su mano y lo derramó en el rostro de su hijo, éste al sentir el contacto del agua se levantó de golpe de la cama, escuchando risas enormes de parte de sus padres.


-Buenos días Efraín –Le saludo su padre con cara de inocente.


-¡Papá! –Exclamo medio enojado por lo que había hecho –Lo volviste a hacer.


-Sí, y volviste a caer –Continuaba riéndose a carcajadas, un segundo después se acercó a su hijo y le dio un fuerte abrazo, hace como 1 mes que no lo veía, Efraín correspondió al abrazo también extrañaba a su padre, ambos eran muy unidos, ambos sabían todo de cada uno; excepto su orientación  eso si nadie lo sabía más que Héctor.


 Charlaron mucho rato, cuando Alexia su madre los interrumpió ya que era la hora de almorzar; durante el almuerzo continuaron charlando de todo lo que hicieron cuando alguien tocó la puerta de la casa. Efraín fue a abrir para saber quién era, y quien más podía ser sino Héctor, se emocionó al verlo, pues la última vez que estuvieron juntos fue hace una semana. Lo invitó a pasar y ambos fueron a la cocina sin antes darle un beso a escondidas de sus padres.


-Pero si es Héctor Romero ¿Cómo andas? –Le preguntó Carlos apenas lo vio.


-Muy bien Señor Morales  –Le respondió al momento en que sentaba en la silla al lado de Efraín.


-Y Roberto ¿Por dónde anda?


 -Oh mi papá está trabajando aún en este domingo –Le dijo.


Efraín pasó su mano por debajo de la mesa y la junto con la Héctor, éste ultimo la acarició al recibirla era muy suave. Luego entró Alexia al ver al visitante lo saludo con amabilidad y se sentó al lado de Carlos. Los padres de Efraín apreciaban mucho a Héctor, siempre creían que él era un buen amigo para su hijo pero Efraín siempre se preguntaba cómo lo tomarían cuando supieran que eran algo más.

 

 

 

 

 

 

Regresó del mercado después de comprar varias cosas que necesitaban, ingresó en la casa y vio a su padre sonreírle y antes de pudiese reaccionar ya lo estaba abrazando.


-¡Felicidades hijo! –Le dijo –Tú madre me acabó de contar que saliste mejor alumno, no sabes cómo me alegra.


-Gracias papá –Ahora entendía ese abrazo repentino –Ahora viene la media y sé que también saldré mejor egresado.


-Claro que sí, yo confió en ti, eres muy aplica… -No terminó la frase porque comenzó a sentir un fuerte dolor. Efraín se asustó al verlo así, llamó con urgencia a su mamá para que viniera a ayudarlo, Carlos comenzó a desvanecerse y a perder el conocimiento, este era uno de los ataques cardiacos que su padre habitualmente tenia.

Notas finales:

Primer capitulo...


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