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Una ecuación veraniega (HUNHAN) por Lizzie_shawol_flamer

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Notas del fanfic:

La verdad es que la idea se me ocurrió leyendo un resumen de otro fic en inglés, claro que la idea del original era algo así como que la amiga se enamora del amigo (Luhan y la chica) mientras que aquí sería un caso algo más complicado, puesto que son el amigo y el novio los que tienen ese problema. No llegué a leerme ese fic por mi nivel de inglés, pero tal vez lo haga x)

Al igual que en otros fanfics que he ido escribiendo de hunhan, no va a ser un amor a primera vista ni mucho menos, por más que lo parezca. El pobre Luhan tardará lo suyo en enamorarse y luego ya asumirá las consecuencias. No más spoilers por aquí ¡Espero que os guste mucho! Escribiré durante las vacaciones a ver si me inspiro por las experiencias de verano ;)

 

Notas del capitulo:

En un principio llamé a la chica Amaia, pero luego me dí cuenta de que no tenía sentido siendo china... así que se quedó en Maylin, que es un variante de Mei Lin y significa "jade precioso" Debería ser recatada, pero me salió más lanzada de lo que pretendía. Bueno, no importa mucho, sé que algunas la odiarán no importa qué xD (¡darle una oportunidad!)

Tanto Luhan como Maylin son chinos, pero viven en Corea, al igual que Sehun, solo que él está de vacaciones y no volverá en todo el verano (de ahí que su novia quiera ir a visitarlo y pasar parte de las vacaciones juntos)

Bueno, no hay mucho más que decir, espero que os guste mucho y no dudeís en preguntarme lo que sea o dar vuestra opinión ¡A leer!

Prólogo

Todo empezó con las vacaciones de verano, una vez terminadas las clases. Ya en los primeros días, cuando el sol apenas empezaba a picar un poco, asomándose tímidamente entre los densos mantos de nubes que me habían acompañado en la recta final de los exámenes, y la brisa se perfumaba con el olor típico, una mezcla de crema y actividad, comencé con la que rápidamente se convertiría en mi rutina veraniega.

Mi mejor amiga, la primera que tuve según recuerdo, formaba parte de ella. Maylin y yo frecuentábamos la piscina pública, fantaseando sobre cómo sería estar, juntos, en una de aquellas playas de arena blanca y aguas cristalinas que te ofrecían las portadas de las revistas. En sus planes de ensueño contaba con la presencia de su novio, un hecho por el que no me preocupaba en absoluto, ya que uno de los motivos principales de que nuestra amistad, sumamente estrecha, funcionase sin problemas a pesar de nuestra constante cercanía era que yo era, literalmente, el "amigo gay"

En su familia lo habían ido asumiendo con el paso del tiempo, sin necesidad de que hiciésemos mucho énfasis en ello. Yo posaba junto a ella en sus fotos de primera comunión, en la de sus hermanos pequeños y en gran parte de las comidas familiares que realizaban anualmente. Sus tíos y primos se habían interesado por nuestra relación, en un principio, murmurando y cuchicheando entre ellos, dando por hecho que acabaríamos juntos. Claro que nada más lejos de la realidad, si bien jamás les dijimos una palabra y a día de hoy siguen sin saber qué hacer con todas aquellas apuestas pasadas, saludándome con educación y confianza en dichos encuentros.

En cierta ocasión, tostándonos en la terraza de su casa, situada a las afueras de la ciudad, a mi amiga se le ocurrió una idea descabellada. No puedo decir que surgiera de la nada, pero si es cierto que fue algo inesperado, ya que el tema de conversación se alejaba un poco de todo eso: estaba metiéndose con mi piel, mucho más blanca y delicada que la suya a pesar de las horas bajo el sol, y de ahí pasó a criticar el tiempo en Corea y remarcar su deseo de viajar a lugares lejanos, turísticos, y preferiblemente al mar. Más tarde repetiría esto, sumándole la constante melancolía que le producía estar tan lejos de su chico, al que aislaban durante los tres meses que duraban las vacaciones. Él me era completamente desconocido, ya que no llevaban demasiado tiempo juntos, pero me había enseñado numerosas fotos de él y del sitio donde veraneaba. Era allí donde nos gustaría estar y no tardó mucho en atar cabos y permitir a esa cabecita alocada concebir un posible viaje.

Ella y yo. A España. Dos chinos atravesando medio mundo para acortar su tediosa espera y que pudiera tener un feliz reencuentro en el mejor escenario posible.

Las objeciones fueron las clásicas: el problema del tiempo y dinero, conseguir el permiso que requeríamos por parte de nuestros padres (de los que todavía dependíamos económicamente) y sobre todo la opinión de él, con la que no estaba contando en absoluto. Incluso quiso hacer de ello una sorpresa.

- Ya verás, Luhan, será tan romántico... lo mejor es que pasaríamos las mejores semanas de nuestras vidas ¡España! Es uno de los países que siempre mencionan en las noticias, ya sabes, dicen que la comida es estupenda y hace mucho calor - sus ojos brillaban, denotando la ilusión que le hacía y el esfuerzo que estaba dedicando a convencerme. Pero yo no era la clase de persona que se deja llevar por los impulsos.

- siempre hacen hincapié en sus huelgas -recalqué, a fin de picarla un poco - piensa en el precio del billete, serían cerca de... 1000 euros - consulte en internet, enfundando rápidamente mi novedoso móvil, repleto de aplicaciones - espera un momento que te lo paso a wons.

- No hace falta, ya sé que es una barbaridad ¡Cuántos ceros! - Se acomodó en la tumbona, quitando la toalla de debajo y arrojándola lejos. Le había dejado marcas en la piel. - pero piensa en un viaje común: entre hoteles, transporte y billete de avión suelen sumar una cifra similar. Nosotros tan solo nos acercaríamos en coche alquilado o taxi y, una vez allí, comeríamos y dormiríamos en su casa ¡Cero gastos! Oh, perdona, ¿He dicho casa? ¡Quería decir pedazo de chalet impresionante! ¡Tienen piscina! Y eso que están a pocos metros de la playa.

- Suena bien - admití -pero aun así...

- Él ya me invitó - se anticipó a mi comentario y supo darle la vuelta a la tortilla - para ir en julio, pero yo tenía ese campamento ¿recuerdas? Ahora no tengo nada porque lo anularon - rodó los ojos, pretendiendo parecer molesta, aunque la sonrisa en su rostro la delataba.

- Pero supongo que no cuenta con que el amigo vaya incluido en el paquete ¿no? - No le veía demasiado sentido, la verdad.

- ¡Es que también quiero estar contigo! - exclamó al tiempo que hacía un puchero. Yo también la echaría mucho de menos si llegábamos a separarnos, además era tan mona, con su ojazos grises sombreados y las largas pestañas, que no podía negarle nada por demasiado tiempo.

- Bueno, podría planteármelo - concedí, poco dispuesto a aceptar que me había convencido en tan breve intercambio.

Ese fue más o menos el modo en el que firmé mi condena, permitiendo que me arrastrara fuera del país y me presentara al chico por el que caería rendido en el plazo de un mes. Todavía recuerdo lo nervioso que estaba, como me sudaban las manos y me carcomía la duda, el miedo a sobrar en aquel entorno. Recuerdo perfectamente su mirada y su sonrisa, como Maylin se puso a dar saltitos y señalarlo, claramente emocionada.

- Este es Oh Sehun - diría, sin saber que algo dentro de mí cambiaba mientras una vocecita repetía su nombre. Después se lanzaría a sus brazos para fundirse en un abrazo aparentemente interminable, mientras yo pasaba el peso alternativamente de un pie a otro, incomodo, apoyándome  en la maleta.

Ojalá se hubiera dado cuenta, porque tal vez habría evitado que nuestra incuestionable amistad, labrada con los años, se tambalease, y que mi cabeza afrontara más cosas de las que podía siquiera imaginar, luchando contra los sentimientos en una encarnizada batalla de la que en cualquier caso saldría siempre perdiendo.

Capitulo 1

Las cosas estaban ahí, sobre la cama, perfectamente organizadas y bien dispuestas. Lo estaba preparando todo con mucha antelación y era una suerte, ya que era tan sumamente desastre a veces que no lograba doblarlo todo de modo que cupiese. Como no, tuve que recurrir a mi madre, lo que hirió a mi orgullo. Por mi juventud y forma de la cara, sumado a mi carácter "infantil" como lo describían algunos (y lo niego rotundamente) la gente tiende a quitarme años e incluso tratarme como a un niño pequeño. Cada insulto de ese estilo que recibo contra mi persona mina un poco más mi autoestima, por mucho que intente ocultarlo. Es por eso que mi humor empeoró aquella noche y Maylin no pudo hacer menos que notarlo y consolarme, a su manera. Ella siempre me asegura que debo hacer oídos sordos, por duro que resulte "Eres así y no puedes hacer nada por evitarlo, sé que te gustaría tener un aire más masculino pero es que ya lo eres sin más. Los que te conocemos lo sabemos y con eso basta, no importa lo que diga la gente. Eres adorable y punto, ya quisieran ellos ser la mitad de monos que tú" decía, muy convencida, poniendo los brazos en jarras.

De todas formas no me brindó demasiado consuelo, exaltada como estaba ante la perspectiva de nuestra escapada.

- ¡Coge crema! ¡No te olvides del bañador! - repetía incansablemente, asemejándose peligrosamente a mi madre - No llenes la maleta hasta que desborde - me aconsejó - tienen lavadora, asistenta y Sehun podría prestarte ropa.

Era cierto que a lo mejor me había pasado con las prendas, al escogerlas por conjuntos y centrarme tanto en los complementos. Pero es que era un poco adicto a la moda y me gustaba dar el cante en este sentido. Aun así estuve a punto de soltarle algo sobre cómo, definitivamente, no podía abusar de la generosidad de nuestros anfitriones y mucho menos aprovecharme del armario de Sehun. Además puede que ni me gustara su estilo ¿Qué pasaba su era de estos de utilizan tallas que triplican la suya? ¿Con pantalones que caían casi hasta los tobillos? ¿O que acostumbraba a llevar siempre chándal o un color determinado? No, a mí me gustaba mi ropa y no podía adivinar por fotos de tipo selfies como sería su vestuario.

Se me pasó por la cabeza que si estuviéramos en América el viaje consistiría en toda una aventura atravesando kilométricas extensiones de basta tierra en caravana o furgoneta hasta llegar a nuestro objetivo. He de admitir lo saqué de una película, y que sustituirlo por varias horas en avión no era precisamente alentador. Seguía son visualizar lo que me encontraría, y los remordimientos me hacían la vida imposible. Apenas dormí nada. Yo podría haber conocido a Sehun mientras estuvo aquí, pero quise pasar ese tiempo con Minseok en su casa, con lo que se podría decir que desperdicié la oportunidad de conocer al novio de mi mejor amiga y, sinceramente, lo había preferido. A saber cuánto durarían si se enfrentaban a la distancia en las primeras etapas, no quería "encariñarme" y encima me daba algo de pereza. Maldición.

Visto lo visto era lo suficientemente serio como para plantarnos en la casa de sus abuelos (esa es otra, familia incluida) y veía dos opciones: o bien eran los encantadores ancianitos dispuestos a acoger chavales y alimentarlos hasta hacerlos reventar, como aseguraba Maylin, o bien era un pobre matrimonio forzado a meternos en su hogar por presión de su nieto y la nueva novia de este. Me inclinaba por la segunda, dada la exageración habitual en mi amiga.

Consulté con la almohada si debía dar marcha atrás, rajarme, pero tan sólo imaginar la tristeza reflejada en su cara, los párpados cayendo lentamente con abatimiento, ese brillo desvaneciéndose hasta apagarse... no sería capaz. Lo haría, por ella, y sabía que me lo compensaría.

- Nos lo pasaremos genial - le susurré a la funda, aferrándome a las sábanas - será fantástico - insistí, cerrando los ojos con fuerza - Sehun me caerá muy bien - y tanto - los abuelitos no me echarán a la calle, no habrá zanahoria en la ensalada, les gustará el ramen para cenar, habrá un centro comercial cerca....

Puede que me pasara, pero mis sueños fueron muy dulces y las altas expectativas ahogaron mis temores.

~o~

Daba vueltas por mi habitación, como un animal enjaulado, bufando como uno ¿En serio había llegado a pensar que YO era desorganizado? Nada comparable a lo de Maylin, desde luego ¡Faltaba una hora! Una mísera hora para cogerlo todo y largarnos, porque si perdíamos el bus también nos quedábamos sin avión en consecuencia ¡Esta chica!

La llamé y me aseguré de que tuviese puesto el altavoz para que mis gritos resonaran por todo su cuarto mientras se vestía y embutía todo lo que había olvidado.

Su madre entró riendo, interrumpiendo momentáneamente mi sermón para desearnos buena suerte. A ella no la habían acribillado durante varios días y se lo restregué nuevamente hasta que me informó de que podía pasar a recogerla.

Fuimos a la carrera y, una vez en el bus, nos reconciliamos a base de compartir auriculares y gustos musicales. Se podría decir que nos coordinamos eficientemente en el aeropuerto, ya que nos sobró tiempo, y ajusté cada una de mis pulseras, aterrado por el despegue y la altura a la que nos encontraríamos.

Me frotó el brazo con suavidad, reconfortándome, y me tumbé en el banco para apoyar la cabeza en su regazo mientras ella enredaba mechones de pelo pardo anaranjado entre los dedos. Más de una persona nos observó, sonriente, y supuse que, como otros tantos, asumían que éramos una tierna parejita. Me reí para mí mismo, irónico. Me parecía asombroso como aquella muestra de afecto les pasaba "inadvertida", en el sentido de que aun los que despreciaban que se hiciesen en público no parecían dirigirnos ni una sola mirada de reproche. Que fácil sería si tan solo fuera hetero. Todos lo decían: "Tú y Maylin..." y alguna vez llegué a planteármelo, pero no seriamente, tan solo como un supuesto, como un "Que  pasaría" y era sorprendentemente optimista.

Me pedí el asiento que daba al pasillo y comprobé que una gran cantidad de turistas, muy animados ellos, leían revistas y folletos propagandísticos sobre nuestro lugar de destino. Amaia decía del calor, pero por lo que yo sabía era al norte a donde nos dirigíamos y las portadas enteras verdes me daban que pensar.

Dormí, comí, leí, volví a dormir, comer de nuevo, música, hablar con Mylin, dormir otra vez... en general un viaje algo monótono y poco sustancial. No podía entretenerme mirando por la ventana como ella y eso me mataba, porque estaba absorta en las maravillas que al parecer escondía. Tal vez lo hiciera por molestarme, quien sabe.

Realmente creí que me caería nada más poner un pie en tierra, presa de los nervios, pero la verdad fue que la avalancha de la salida me impidió pensar en nada que no fuera pescar nuestras pertenencias de la cinta y apresurarnos a pillar un taxi antes que la muchedumbre. Una carrera en toda regla.

Salimos de la autopista y nos adentramos en una carretera poco cuidada con mucho traqueteo que nos conduciría a un camino aún peor, pasando por un pueblo de calles estrechas y con pendiente  en el qué, en cualquier momento, caeríamos o pegaríamos con un escaparate. Por suerte el conductor tenía experiencia y un coche manejable. Era improbable que nos estampásemos.

La verdad es que me resistía a morderme las uñas, pero estaba a poco de hacerlo. Volví a juguetear con las pulseras y las recoloqué una y otra vez, bajo la atenta mirada de mi mejor amiga. Se preocupaba por mí y eso me enternecía, si bien no lograba calmarme del todo y mucho menos deshacer el nudo en mi garganta.

Nos apeamos a los inicios del pueblo, pagué con cuidado y precisión, habiendo calculado por mi cuenta el precio para no ser timado (no sabía cómo de desconfiado debía mostrarle en aquel país) y bajamos hasta la playa, la cual seguiríamos hasta localizar su casa.

El paseo marítimo, de piedra, irradiaba el calor latente de su interior y la arena ardía igualmente. Eran las 12 del mediodía y no apreciaba el jet lag, por lo que alcé el rostro para que me alcanzaran los rayos y aspiré. Olía a salitre. Las gaviotas graznaban y sobrevolaban nuestras cabezas, peligrosamente cerca. Había eucaliptos y hierba en las dunas, rocas en los laterales y arena fina cerca de la orilla. Nos desprendimos del calzado y mojamos los pies, riendo como idiotas al esquivar las olas.

Ella no parecía especialmente impaciente y se limitaba a disfrutar conmigo de nuestro primer "baño" del verano. Aun así avanzábamos, con lentitud, y tuvimos que despedirnos de la playa para buscar entre los ricos chalets de altos muros.

- El último, primera línea de playa - anunció Maylin, brincando - tiene un portón y una puerta más pequeña que da justo a la escalera, cerca del puesto de socorrismo - decirlo en voz alta le ayudaba y de paso me refrescaba la memoria, de modo que identifiqué al posible candidato y lo señalé - ¡Si! ¡Es ese! Estoy segura

Me cogió de la mano y corrimos, parando en seco a escasos centímetros. Picó al timbré. Casi juraría que le temblaba un poco la mano al hacerlo.

El portón reaccionó y se retiró, mostrándonos el jardín trasero en todo su esplendor. Tenían una huerta, relativamente pequeña, arbustos bien podados con formas y varios árboles que me eran desconocidos, pero que imponían con su altura y grosor.

La piscina estaba más alejada y contaba con unas filas de butacas plegables en plan solárium. Me apetecía lanzarme, pero no sería prudente. Era inmenso y tan solo veíamos una diminuta parte.

- Te lo dije - exhaló ella, suspirando.

Nos tomamos nuestro tiempo en apreciar la belleza de la construcción, saludar a los gatos que plagaban el aparcamiento y asomarnos finalmente a la parte delantera. Ya no me sorprendí al ver una pista de tenis y una fuente, árboles frutales y palmeras. Era asombroso. Qué envidia.

La puerta se abrió y salió el chico, Sehun. Mi primera impresión fue buena, ya que vestía bien, nada de pantalones colgando o polos hortera, y su pelo rubio estaba bien cuidado, en un peinado moderno y a la moda. Lo miré con aprobación y asentí a mi amiga para hacérselo saber, con lo que ella ensanchó su sonrisa y se acercó, tomándolo de la mano.

- Este es Oh Sehun - presentó, ilusionada - él es Xiau Luhan, mi mejor amigo.

Entonces se fundieron en un abrazo y la expresión dura de Sehun se ablandó, con lo que me hice una idea como debía ver más allá de ese semblante.

- Encantado - dudé entre inclinarme o no, pero al final opté por estrecharle la mano, con lo que sujetó a mi amiga con la le quedaba libre y rodeó su cintura.

- Lo mismo - dijo, en coreano. Todos hablábamos en ese idioma por una especie de acuerdo tácito. - Maylin me ha hablado mucho de ti

- Oh, espero que no te hayas creído ni una sola palabra - dije, en broma, haciendo referencia a su habilidad para transgiversar y exagerar los hechos

- En absoluto, si lo hubiera hecho no tendría más remedio que encerrarte bajo llave en todo este tiempo - agregó, con una mirada cómplice. Me picaba la curiosidad pero callé. Me había caído bien y quería hacer otro tanto, mejor no meter la pata.

El interior de la casa se parecía a las imágenes, pero era como haber visto una diminuta maqueta del castillo y chocar con la realidad. Amplia, luminosa, adornos de caza y mobiliario de madera (de la buena, supongo) televisión de plasma en un rincón del salón y cocina del tamaño de mi habitación y la de mis padres juntas. Subimos al segundo piso y me perdí con los giros que debíamos dar, fijándome en (otra) enorme sala de estar con una mecedora junto a las cortinas. Tan similar a las casitas de los cuentos de hadas...

-Tendrás espacio hasta para colocar cada tipo de ropa en un armario diferente - me susurró Maylin, rezagándose para ir a mi altura y pasar juntos el arco de la habitación. Librerías extensas y repletas, dos camas separadas y numerosas lamparitas. Efectivamente había varios armarios y espejos - pero me quedo con la mitad.

Captó entonces la atención de su novio, que se volteó enarcando una ceja.

- ¿Dormiréis juntos? - demandó, transmitiendo su descontento en el tono de voz.

Comprendí inmediatamente que no debía hacerle mucha gracia que su novia compartiese cuarto conmigo, un chico, y un peligro a sus ojos. Pero en ese caso quedaba otra opción ¿Ellos dos? Por egoísta que sonase, no quería quedarme solo, por mucha intimidad que precisasen.

- Ahora que lo pienso, lo lógico sería separar a chicos y chicas, si - saltó mi amiga, sin hacer mención, por suerte, a mi sexualidad.

Sehun asintió y no supe interpretar si eso se ajustaba a sus planes o no. Por mí bien, aunque me preocupaba por mi amiga.

- ¿Entonces te quedas sola?

Sehun parecía fulminarme con la mirada ¿Qué mosca le picaba?

- Si, tranquilo Lulu - me dijo, cariñosamente.

- Vendrán mis primas - informó él, desviando su atención hacia Maylin  - Y puedes venirte aquí hasta que sea la hora de dormir - agregué, cada vez más estresado por su actitud fría.

- Si - secundó, cortante.

Maylin resopló: era la única allí que parecía entender que sucedía, pero no hizo nada por aclarármelo. Tan pronto como dejamos el equipaje quisimos dar cuenta de la comida casera que nos ofrecían. Vaya, al final iban a ser de la primera opción.

- No nos podemos bañar justo después de comer ¿no? - preguntó Maylin entre bocado y bocado, devorando una especie de pastelitos blandurrios que, juraría, estaban hechos a partir de pan.

- Ni se te ocurra, podría cortarte la digestión – advertí.

- Ay Luhan no empieces – protestó ella, apartando lo que le quedaba de pastel para que Sehun lo acabara por ella.

- No hace falta que aguantes las dos horas enteras, pero si sales escopetada y le tiras contra las olas acabarás mal, puede que hasta te arrastre la corriente y mueras ahogada.

Sehun se atragantó y carraspeo, evidentemente sorprendido por mi franqueza y escasa delicadeza a la hora de espetarle la verdad a mi amiga.

- Para eso existen los socorristas ¿no? ¿Y para que estáis los dos chicos guapos si no? – nos guiñó un ojo con picardía.

- Yo no me lanzaría a por ti, así que estate quieta. Es tu culpa por engullir medio plato – puse los ojos en blanco, refunfuñando. Su novio estaba cohibido, o al menos actuaba como si lo estuviera, ya que no intervenía demasiado mientras nos lanzábamos pullas.

- No me gusta dejar comida – se defendió, inútilmente - tú también eres de buen comer, aunque no lo parezca – me pellizcó la tripa, buscando agarrar algo más que mis escasos abdominales, y la aparté riendo. Me estaba haciendo daño, pero también tenía muchas cosquillas y ella sabía dónde encontrarlas.

- Tú pequeña mocosa – contrataqué, llegando a sus puntos débiles. Detestaba que la tocasen  la barriga.

- Eh, eh, haya paz – Sehun alzó las manos, impotente, e hizo un amago de separarnos, si bien estábamos revolviéndonos tanto que su mano resbaló de mi hombro y terminó en el cuello, con lo que casi caigo de la silla. Recuperé el equilibrio a duras penas, muerto del susto - ¿Qué ha pasado?

- Tiene mucha sensibilidad en el cuello – informó ella, como si fuera una estudiante que recita la lección, orgullosa por haber hecho los deberes. Lo ilustró pasándome un dedo por la zona y logró tirarme, al tiempo que me recorría un escalofrío – lo deja K.O – reía

Me levanté del suelo tratando de conservar la dignidad, dejando translucir la irritación en mi cara y dándole la espalda.

- Oh vamos Lulu – me llamó melosamente - ¿Sabes que eres muy adorable cuando estás molesto conmigo?

- Vete a la mierda – le dije – o a bañarte, si tantas ganas tienes, anda y que te coma un tiburón.

- Aquí no hay tiburones – si de algo había servido mi exhibición era para que Sehun perdiese esa “timidez” inicial. Por supuesto ¿Cómo se puede esperar que esté celoso del tio que se retuerce en el suelo, derrotado por una chica? Literalmente, ella apenas tuvo que mover un dedo – el agua es fría.

- ¿¡Fría!? – a Maylin se le cayó el alma a los pies.

- Ya nos mojamos antes – le recordé, con desdén, aguantando mi enfado.

- Si, pero era temprano, pensé que estaría fría por la mañana y luego se calentaría – chilló

- Tampoco hay medusas – aportó Sehun, un poco a su bola

- Cierto… - eso la animó, como si la ausencia de los peligrosos bichos que tanto la asustaban compensara el pasar frio. Aprecié que supiera calmarla: cuando le daba por el histerismo ni yo mismo podía hacer mucho.

Nos cambiamos en la casa para ir en bañador hasta la orilla. Maylin presumía con su nuevo bikini, algo atrevido, mientras que yo me conformé con uno largo, azul y blanco, que cubría hasta las rodillas y presentaba un estampado de flores hawaianas. En cuanto nos topamos al inicio de la escalera le hice dar vueltas, juzgando el acabado y los detalles del diseño.

-En cuanto te pongas algo más morena resaltará más, sin duda. Tal vez deberías haber empezado por el rosa y dejar este verdoso para más tarde – era tan clarito que casi brillaba, reflejando la luz

- Tienes razón – acordó - ¿Debería cambiarme?

- Así estás preciosa – el último integrante hizo acto de presencia, abrazándola desde atrás y logrando que ella soltase una risita tonta. Hacía tiempo que no veía su faceta de colegiala enamorada y me reí por ello. Sehun llevaba un bañador similar al mío, mucho más oscuro.

- Vamos, tortolitos – bromeé, abriendo la puerta para ellos. Antes de salir me despedí de los ancianos, que amablemente habían decidido no acosarnos y darnos libertad total en cuando a horarios, siempre que apareciésemos puntuales para las comidas y cenas.

Caminé por delante, descalzándome nada más llegar al camino que conduciría a la playa. Me encantaba sentir la arena y hundirme en ella. Me pregunté si podríamos jugar un poco  o si sería un capricho demasiado infantil… como fuera, visto lo visto las vacaciones eran más que prometedoras. 

Notas finales:

Bueno, esto lo escribí tras varios dias de playa. Le fui dando forma mientras paseaba por la costa con unas amigas y aproveché que esa noche llovía para escribirlo en el móvil (en una nota, de hecho) y luego lo pasé al ordenador ¿Qué tal? Espero estar a la altua y no eternizarme para actualizar ¡Hasta la próxima!


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