Era una mañana tranquila en la tierra de Aaa. Los primeros rayos del sol fueron directo al rostro del Dulce Príncipe que dormía plácidamente en su alcoba. En la pared, donde se encontraba la cabeza de la cama, había un Reloj, cuando éste sonó, del interior salió un Gato robótico que empezó a arañar el cabello del Príncipe mientras maullaba.
—Ahh, ay, si, si, me levanto —musitó Gumball mientras se sentaba perezosamente en la cama. Bostezo un par de veces y miró la camiseta de Rock que llevaba puesta. Era la que Marshall le había dado. Una sonrisa tonta se formó en su cara y se levantó. Fue hacía un gran armario que había allí. Lo abrió y de él, sacó un suéter morado con un gran cuello.
* * *
Gumball salió de su habitación y se dirigió a un gran ‘salón’ donde en ella se encontraban Fionna, Cake, la Piñata, tres Banana Guardias, la mucama Mentita y la Señora Rol de Canela.
—Hola a todos, los invité hoy porque son lo mejor de lo mejor —dijo el Príncipe mientras los saludaba. —En fin, datos recientes indican el riesgo de una amenaza contra el Dulce Reino... —fue interrumpido por Fionna, que hizo un gesto de lucha—, así que desarrollé una nueva defensa —abrió una gran ventana donde detrás de ella, se encontraba un Guardia de Chicle. —Instalé un gas para dormir en los Guardias. Si algún villano intenta atacarnos, lo rociamos sin piedad. ¿No es genial?. Lo único es que el gas se propagará y desmayara a quien lo respire. A todos menos a ustedes, ¡los mejores entrenados!. Así que atentos. Les mostraré como pueden evitar el gas con el poder de la voluntad. ¡Adelante!.
El Guardia de Chicle empezó a rociar el gas somnífero.
—¡Ahora, hagan un puño en sus cerebros y golpeen las ganas de dormir diciendo no! ¡No! ¡No! ¡No sean gentiles con esos dulces sueños! —exclamaba Gumball mientras cerraba sus ojos y formaba un puño con sus manos.
Cuando el Guardia de Chicle dejó de rociar el gas, el Príncipe se dio vuelta para ver si sus acompañantes seguían de pie, pero vaya sorpresa se llevo al ver que solo la Señora Rol de Canela seguía de pie. Al parecer solo ella había aguantado el gas. Los demás, estaban tirados en el suelo durmiendo.
—¡Hola! —saludó Rol de Canela para hacerse ver por el contrario.
En ese momento, en la ventana apareció Marshall. —Hola, Dulce Príncipe —sonrió el vampiro mientras cerraba la cortina y se sacaba la gran capa que llevaba puesta para no quemarse del sol.
—¿Marshall? ¿qué haces aquí? —preguntó.
—No hay tiempo de conversar, salgamos de inmediato —urgió.
—Hmmm, no lo sé, estoy algo ocupado —Gumball volteó a ver a sus acompañantes que aún seguían durmiendo.
—¿Qué les pasó? —preguntó al mirar detrás de Gumball—, como sea. Escucha Bubbs, encontré a Majo, El Brujo del Cielo.
—Ahh ¿Qué?.
—Si, lo seguí hasta el bosque encantado pero está protegido por conjuros de protección.
—Ah, creo que se a donde va esto —dijo mientras se agarraba el Cabello.
—Bueno, a tí te encanta presumir tu inteligencia y... —Marshall hizo una pausa—, creí que sería genial pasar tiempo de calidad contigo. Digamos que, necesito tu ayuda.
—¿Y por qué te interesa encontrar a Majo?.
—Es que esto es muy, muy, muy importante para mí.
—Órale entiendo pero... —fue interrumpido cuando Marshall le puso su mochila en la espalda y lo agarró de la cintura.
—Vamos, no tengo todo el día —apresuró mientras se colocaba su capa de nuevo y salía volando por la ventana.
* * *
Ambos se encontraban frente al Bosque Encantado. El viaje fue tan largo que llegaron de noche. Marshall soltó al Príncipe en el suelo y intentó atravesar unos arbustos, pero no pudo ya que como había dicho antes, estaban con un "conjuro de protección"
—¡Ay! algo está mal. ¿ah? Oye —. El vampiro intentó sacar unas ramas del arbusto pero le fue imposible. r13;Es como una pared de ladrillos, hay que hacer estallar todo.
El Príncipe escaneo una rama con su dedo. —Es un, arbusto espinoso del sueño.
—¿Cómo lo matamos? —preguntó ya sin paciencia mientras se colocaba una mano en la frente.
—Tan solo debes elegir el camino con la menor resistencia.
Marshall miró un poco la zona y posó de nuevo sus ojos en los de Gumball. —E-esta bien ¿en dónde está el camino?.
—Está aquí y también está aquí —señaló algunas partes del arbusto—. Ahora , respira profundo y exhala —. Se acostó en el arbusto, el cuál se torno de color rojo por el peso del Príncipe. —Se paciente —. Al hacer todo eso, Gumball atravesó el arbusto.
Marshall intentó hacer lo mismo, recostándose en el arbusto, pero no lo logro atravesar. Esta vez, el arbusto se había puesto grisáceo.
El príncipe reapareció de entre el arbusto y miró a Marshall. —Hola amigo, ¿problemas para relajarse? ¿Qué tal una taza de té de manzanilla? —Gumball le dio al vampiro una taza. Éste la agarró y se bebió el color rojo de la misma. Cerró sus ojos y se dejó llevar por la calma. El arbusto se tornó de color rojo y lo atravesó.
—Wow, esto es raro —susurró.
—Ni lo menciones, mi Googoomamamétro está reaccionando y mira mi reloj —el Príncipe le mostró su reloj a Marshall.
—Es... rosa —respondía el vampiro sin entender la situación
—Se mueve en reversa, hay una intensa actividad paranormal.
—Vamos Gumball, no tengo toda la noche —Marshall agarró el brazo de Gumball y lo llevó más al interior del intenso y oscuro bosque. Ambos llegaron a un lugar lleno de objetos colgantes y otras cosas raras.
—¿Qué son esas cosas? —preguntó Gumball al señalar grandes piedras deformes.
—Tótems de piedra —suspiró—, me sorprende que no sepas. Como eres un "cerebrito"... —Marshall dejó de hablar al notar como el Cuervonejo de Majo había aparecido de repente a unos metros de donde ellos se encontraba parados. —¡Ese es el Cuervonejo de Majo! —gritó al ver como el extraño animal soltaba una pluma, la cual cayó en el suelo al mismo tiempo que se desintegraba.
—P-pero, ¿pero qué? —Gumball parpadeó varias veces mientras observaba la pluma desintegrarse.
De repente Hambo, el peluche del vampiro, salió del suelo. Empezó a moverse de extraña manera hasta que por fin paro. En ese momento, parecía que tenía vida. —Marshall soy yo —dijo el oso de Peluche.
—¡Hambo! —exclamó mientras se acercaba a él con paso lento—. Lo siento amigo —cada vez se acercaba más y más.
—Si nene, ¿por qué tardaste tanto? Creí que me habías abandonado.
—¿Tu oso de felpa? —Gumball enarcó una ceja hasta que se dio cuenta de lo que estaba pasando. —¡No! espera Marshall —gritó al abalanzarse sobre él haciendo que los dos cayeran al suelo.
—¡¿Qué?! ¡Idiota suéltame! —gritó al forcejear y transformar su cara en la de un demonio.
—Marshall, ¿qué edad tienes? Es un truco, ¿No lo ves? ¡Reacciona! —dijo.
El vampiro lo ignoró mientras lo apartaba de encima de él y miraba de nuevo a su peluche.
—Ayúdame tontito —decía Hambo.
—¡No! —Gumball volvió a agarrar a Marshall de un brazo—, no seas imbécil —. El Príncipe arrojó el Googoomamamétro hacia Hambo, al cual desapareció activando una trampa de púas.
—¿Lo mataste? —preguntó asustado.
—No seas tonto. Hambo ni siquiera hablaba, se coherente Marshall Lee.
—Ha estado con una bruja mucho tiempo. Quizá... por eso ahora puede hablar.
—¿Por eso estamos aquí? ¿para rescatar a tu oso de felpa? —musitó—, pensé que sería algo muy importante pero no, un maldito oso.
—¡Para ti no es importante! Tú no lo entiendes. Tú porque no tienes nada que te importe o que tenga valor sentimental.
—Oh, claro. Tienes razón Marshall Lee. Perdón por no entender que un pedazo de muñeco roto y lleno de polvo es algo importante —dijo sarcásticamente —, el Príncipe de Trapo puede hacer un nuevo Hambo en tres segundos. O él podría ser tu nuevo Hambo. Lo haría tan bien. Ese chico no tiene nada de autoestima —se retractó de sus palabras y apresuró a decir—: Eso fue cruel. No le digas que te dije eso.
Marshall detuvo una lágrima que casi se escapa por su mejilla. —Yo no quiero un nuevo Hambo, sólo existe uno. ¿Entiendes?
—Es un muñeco —bufó.
—¿Ves esto? —Marshall hizo un puño con su mano—, está a punto de aterrizar en tu bonita cara. ¿Qué harás? ¿seguirás insultando a Hambo?.
—¿Qué es eso? ¿ahora vas a golpearme? —dijo ya sin ánimos—, ¿sabes qué? Para que no sigas molestando, vamos por tu Hambo.
—Retirada —dijo con un tono de picardía al empezar a avanzar—. Hay que rastrear a esa Cuervonejo.
—Claro —Gumball miró a su alrededor tratando de localizar el camino por donde se fue el Cuervonejo hasta que por fin lo encontró. —¡Bang! —señaló unas ramas—. Allí hay unas ramas rotas, dejó un rastro.
—Sí, ya lo vi —. El vampiro empezó a avanzar rápidamente hasta comenzar a volar por entre los árboles.
—¡Oye espera, yo no puedo volar! —. Gumball se fue corriendo hacía donde el Vampiro se había ido mientras saltaba unas ramas y arbustos. —Rayos —musitó.