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A tres notas de un sueño por Shizu Chan

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Notas del fanfic:

Este es mi segundo fanfic. Decidí subirlo luego de mucho pensarlo. No estoy acostumbrada a escribir este tipo de dramas, pero a ver qué sucede. Hay mucho de mí, de ti, de todos en esta historia. Porque todos nos atamos a un pasado, y perseguimos un sueño.

Para quienes adoran a Michael Jackson, he de avisar que Erick conocerá en un momento de la historia la música de este Rey del Pop, y querrá seguir sus pasos en la danza.

Agradezco de todo corazón a Nuzelia, Empoleon, Sweet Princess, Ener, Cris, Adri-chan, Ryusand, Lyzbeth (Romi), Cami, Nami-Kaganime, Damma, Luján, Perla, Nekotanya, YunOOO, Nadia, Cami, Ana, Marieglees, BMO, Tomas, Mayu90, y todos quienes me apoyaron en mi anterior fanfic y en este. Han sido y son un gran ánimo.

 

Notas del capitulo:

Para ti, ¿Qué es la definición de un sueño?

Un sueño humilde...

Yo sé lo que se siente ver a tu alrededor la gente con fama, con prestigio

y uno en la mente sabiendo que tiene el talento para estar en esa posición.

Porque ha luchado, ha pasado noches en vela, ha bailado con los pies lastimados hasta sangrar...

Las oportunidades llegan, a veces las dejamos pasar.

¿Qué es la definición de un sueño?

¿Tienes el valor para seguirlo, o te vas a quedar simplemente soñando?

Tú decides...

 

Primera Nota

Sólo faltaban marcar los pasos de las últimas tres notas. Hacía meses venía armando la coreografía, y me tildaba justamente en el final. Balanceé los pies, di vueltas, me acomodé el sombrero sobre la cabeza. No podía, pero debía hacerlo. Lo tenía tan cerca...

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

I
Los hombres no lloran

El rocío matutino empañaba las ventanas de mi pequeña casa a orillas del río Tibet. Tenía para entonces nueve años. Mis padres venían atravesando una pre-separación hacía dos años. Cada día mi padre la golpeaba aún más fuerte, y mi madre sollozaba aún peor. El sonido silbante de las ollas cruzando el aire cuando se las lanzaban sobre la cabeza podían oirse salir de la cocina y llegar al líving.

—Por favor, cariño...

— ¿Vas a aprender a callarte la boca, maldita sea?—le propinaba una bofetada, haciendo que se aflojaran sus maxilares y escupiera sangre— ¡Esta es mi casa y haré lo que quiera! ¡Aquí está mi dinero!

Por lo general los ataques eran hacia ella, pero para cuando mamá quedaba deshecha y se iba a llorar al baño, entonces él descargaba su ira en mí. Yo lo veía venir, con los puños cerrados y esa risa a medio salir de su boca ancha cubierta por un espeso mostacho.

— ¿Y tú no piensas hacer nada, saco de mierda? ¿Vas a mirarme con esa cara de idiota?

Los golpes que me daba en el rostro comenzaban a llamar la atención en la escuela. Incluso en una ocasión mi maestra citó a mi madre, creyendo que unos matones me habían lastimado. No se inmiscuyó más en el asunto cuando mi mamá le dijo: "Sólo fue una reprimenda"

Por lo tanto, él debió empezar a ocultar sus palizas. Primero se le ocurrió quemarme con la colilla del cigarro por debajo de la remera, dejándome atado al poste de la cama, mientras mamá iba a trabajar. Luego aprovechó que llegaba el invierno, y me apretujaba las piernas sin sentido aparente. No recuerdo haber sufrido ningún maltrato sexual.

Todas las mañanas, cuando papá iba a su labor de cartero, donde estuvo unos meses y lo echaron, oía a mi madre llorar. Se encerraba en el cuarto y podía estar horas enteras entre hipidos y lágrimas. Jamás me dejó entrar a consolarla. Me quedaba como un fiel lazarillo pegado a la puerta, aguardando que terminara, fuera a lavarse el rostro y con una sonrisa me dijera:

—Vamos a tomar una chocolatada, cariño.

No sé claramente qué es lo peor de mí. Principalmente siempre creí que mi mayor problema era mi latente homosexualidad. Luego pensé que en realidad, lo era mi fracaso en la vida. Pero terminé con la conclusión de que la raíz de todos mis males nunca ha dejado de ser mi pasado.

Sé que no es algo que pueda cambiar. Tampoco deseo hacerlo. No me he detenido a analizar el significado de lo que muchos llaman "destino" pero si eso se adjudica a mi vida claramente estoy marcado a quebrarme completamente en un mar de depresión donde mueren mis sueños.

Es una visión bastante pesimista.

En cuanto a mis tendencias sexuales, lo descubrí en la primaria. Tenía un único amigo, Harold, un niño simpático y de sonrisa amable. Al ser una persona tan callada en mi niñez, la mayoría de los que están a mi alrededor se han alejado. Pero Harold venía con una sonrisa pintada al rostro, deseoso de crear un vínculo entre nosotros.

—Hey, Flint, ¿no quieres venir con nosotros?

—No soy Flint.

— ¿Hum?—en su rostro se vio la confusión—Es tu apellido, ¿verdad?

—Erick, así me llamo. No me gusta Flint.

Por mis palabras esperaba que sólo se largara. Pero él me sonrió y estiró una mano.

—Tienes un bonito nombre. Vamos a tomar algo, Erick.

Odiaba mi apellido. Esa palabra al final de mi nombre. Tuve muchas peleas con los profesores porque nunca quise reconocerme como un Flint. Y al enterarase mi padre tampoco le cayó mucho en gracia que digamos esa noticia.

Con Harold estuve dos años en su compañía. Siempre intentaba unirme a su grupo de amigos, pero era en vano. Jamás podría llevarme ni remotamente bien con esos matones veinte centímetros más altos y morrudos que yo.

—¿Otra vez traes a esa mariquita de Flint?

— ¡Oye, no...!

—Está bien. Te espero en tu casa—alcé una mano para que no se deshiciera en disculpas. Era normal oirlos hablar así de mí.

Siempre aguardaba a que llegara sentado en la vereda junto al garage. Tomaba algunas margaritas que allí crecían y de a poco le iba quitando sus pétalos. "Me quiere, no me quiere, no me querrá nunca..."

—Hey, Erick—venía arrastrando la mochila a pocos metros— No era necesario que me esperaras, ¿sabes? Ya es tarde.

—No tengo donde ir de todas formas.

—Pero tus padres deben estar...

Mi mirada respondió a todas sus dudas.

— ¿Quieres quedarte a dormir?

Lo sé. Soy un ser humano horrible. Sabía perfectamente mis sentimientos por él. También era consciente de que Harold era un niño heterosexual, criado en un hogar sano y cariñoso. No escapaba a mi razón que se juntaba con un grupo de homofóbicos engreídos, con los cuales compartiría muchos pensamientos en común.

Y aún así, acepté la invitación.

Su cuarto estaba empapelado y pulcramente ordenado. Tenía una biblioteca a la esquina, y su ordenador junto a la ventana. La cama de una plaza estaba cubierta por una colcha azul.

— ¿Quieres tomar algo? Le pediré a mi mamá.

—Hum... algo de chocolatada.

—Si, está bien. Espérame, Erick.

Lo vi salir hacia el corredor. En ese momento mi madre debería estar escondida en el lavabo, y mi padre buscándome acuciadamente. Solté un largo suspiro y me senté en la cama. Cuando Harold regresó, traía una bandeja con dos tazas y un platillo repleto de galletas.

—Mi mamá dice que luego le pases el número de tu casa.

—No tenemos. Hace dos meses no pagan la línea—tomé una de las masillas y comencé a mascarla.

— ¿Algún celular tampoco?—enarcó las cejas.

—Mi padre no haría gastos innecesarios.

—Erick—el niño apoyó su mano sobre mi hombro, y sus ojos parecían preocupados— ¿Hay algo que quieras contarme?

Nuestras miradas se encontraron por un momento que pareció infinito. Tenía tantas cosas que decir. El corazón me galopaba como loco.

—Harold...

Esbozó nuevamente esa sonrisa que podía hacerme derretir en un segundo. Estaba a tan pocos centímetros de distancia... Me acercqué hasta su boca y lo besé. No sé muy bien cómo lo hice. Las manos me tirititaban de los nervios. Tal vez presa de la sorpresa, Harold permaneció inmóvil en su sitio y no puso ninguna resistencia.

Fue mi primer acercamiento. Mi primer beso. Sus labios eran suaves como la seda. Su saliva húmeda se envolvía con la mía...

Creo que fue una de las alegrías que más duraron en mis veinte años de vida. Durante cinco minutos pude cruzar esa barrera. Tomar la valentía y amedrentar esos miedos que me envolvían. Sabía lo que era. Que nunca podría fijarme en una mujer. Que en los brazos de ese niño encontraba la felicidad que nunca tuve ni siquiera en los de mi madre.

Hasta que abrieron la puerta...

— ¡Harold! ¿Que diablos estás...? ¡Dios bendito!

La madre de Harold no volvió a mirarme de la misma forma. Me echaron de su casa y al día siguiente me reportó en la escuela frente a la directora. Tuvieron que citar a mis padres. Les mandaron incluso una carta documento por acoso.

— ¿Por qué haces esas cosas raras, cariño?—mamá me besó la frente— Vamos a cambiarte el año entrante a la estatal a media hora de aquí. De paso podrás trabajar lo que resta de este.

—Bueno.

Cuando me dejaron solo en el cuarto, me desplomé sobre el camastro. El cielorraso se venía abajo y las telarañas cubrían cada recodo. Las lágrimas empezaron a fluir. Pero no proferí ningún sonido. Porque un hombre, homosexual o no, jamás debe llorar.

Notas finales:

Espero haber comenzado con el buen pie. Llevo escrito muchos capítulos de la historia, por lo que actualizaré seguido, y como en la anterior "Nos une la misma luna" la haré hasta el final. Este fic no tiene relación con el otro de ninguna forma.

Espero recibir sus críticas o sus comentarios de felicitaciones, o simplemente que lean y les guste.

Saludos a tod@s :D


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