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Quédate conmigo por FanFiker_FanFinal

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Notas del fanfic:

Título: Quédate conmigo.

Autora: FanFiker_FanFinal

Beta: Paradice-Cream
Pareja: Phoenix Wright/Miles Edgeworth
Rating: NC-13
Género: Romance, Humor

Universo: Posterior a Trials&Tribulations
Advertencias: Slash.
Disclaimer: Phoenix Wright Ace Attorney es propiedad de Capcom y yo escribo con mucha ilusión pero sin ánimo de lucro.

Resumen: Un día, Phoenix y Maya leen en el periódico una noticia que revela la supuesta homosexualidad de Miles Edgeworth. En el mundo de las leyes esta revelación no se toma de forma positiva, y Phoenix, para ayudar a su amigo, le propone ser su pareja.

Agradecimientos: Mil gracias a Paradice-Cream por su tiempo y dedicación.

QUÉDATE CONMIGO

FanFiker_FanFinal

Beta: Paradice Cream

1. Noticia=humillaciones y proposiciones

Phoenix Wright bostezó por enésima vez en la silla de su escritorio, ladeó la cabeza hacia uno de los lados para aliviar los tirones de cuello y en ese momento un periódico bloqueó su visión.

—Nick, ¿tú sabías esto?

El abogado pestañeó y la imagen se hizo más nítida: una foto de Miles Edgeworth, el fiscal mejor pagado de Los Ángeles, situada bajo el titular:

"El secreto mejor guardado de Miles Edgeworth"

Phoenix se inclinó para leer el artículo mientras Maya, a su lado, esperaba de pie.

(…) donde, tras salir del juicio y coger su coche, le vimos recoger a un hombre muy atractivo. Todo apunta a que podría ser un amigo, pero sabemos que Miles Edgeworth es muy celoso de su intimidad y por ello hemos estado siguiendo sus pasos desde hace unas semanas, comprobando que ha tenido contacto habitual con el mismo hombre y en horarios fuera de trabajo. Por supuesto, el nombrado fiscal no ha querido hacer declaraciones y ha pedido a los medios que no se inmiscuyan en su vida privada. No obstante, es respuesta suficiente para imaginarnos que si ninguna mujer ha sido conquistada por Miles Edgeworth a sus casi treinta primaveras es quizá porque el fiscal prefiera otro tipo de compañía. ¡Los juzgados están que arden!

Phoenix elevó una ceja, olvidándose de su cansancio y la tensión de su cuello y giró el periódico, probablemente para asegurarse de si era una fuente fiable.

—¿Nick?

—Es la primera vez que leo algo así.

—Lo sé, por eso te pregunto —Maya ya no llevaba sus ropas de canalizadora, al menos, no cuando estaba en la ciudad: había optado por una moda un poco más casual, aunque siempre llevaba vestido. Algunos hábitos era difícil erradicarlos.

—Quizá solo sea una falacia. La gente de la prensa es muy pesada, y Edgeworth es un hombre muy popular. Podrían sacar dinero con esto...

Maya dio un giro y se puso frente a su mesa, las manos apoyadas en ella.

—Hum, no sé. Piénsalo, Nick. Tiene una forma de vestir un poco peculiar... —"Mira quién habla", se dijo enseguida el abogado—. Y además... es cierto que nunca hemos visto a Edgeworth con una mujer.

—Yo tampoco he ido con mujeres por ahí...

—Pero Nick, ¿y yo qué soy? ¿Y Pearl? Sin hablar de las miles de clientas que te han contratado como abogado. Y Ema. Franziska a veces se te arrima también, aunque siempre tenga una excusa preparada.

Phoenix repasó todos los rostros nombrados. Cierto, en general se le acercaban más mujeres que hombres, pero eran amigas, ¿no era eso natural? Edgeworth simplemente era demasiado introvertido.

—La única excusa de Franziska es pegarte con el látigo, le da igual a quién.

—Pero yo creo que disfruta sobremanera haciéndotelo a ti, Nick. He visto brillar sus ojos... —Phoenix ahogó una risa. Por Dios, esa mujer daba miedo, no imaginaba quién podía verla como una conquista. Desde luego, no era su tipo—. Sí, sí, ríe. ¿Por qué no pruebas a acercarte a ella la próxima vez? Así como si quisieras oler su perfume. Como un experimento.

—No, gracias. Sé a qué va a echar mano después y no me apetece llevar mi cara hecha un cristo.

—Mm, qué fastidio. Me intriga saber lo de Edgeworth. Tú lo conoces desde el colegio, seguro que puedes aportar información.

Phoenix recordó viejos tiempos. En el colegio no había mucho que destacar, tal vez que Larry era demasiado sobón, pero Larry no podía ser homosexual, aparte de por su extenso currículum del pasado, porque una vez le pilló echándole los tejos a Charly, la planta de Mia. Cierto es que esa noche estaba un poco borracho, pero sobrio tampoco habría sido muy diferente.

Cuando pasaron los años y volvió a ver a Edgeworth en los juzgados, siempre fue frío y bastante peyorativo con él, hasta que las circunstancias los acercaron al comenzar a colaborar en determinados casos. Aún así, Edgeworth siempre había sido comedido y correcto. No había nada en su comportamiento que pudiera despertar sospechas en Phoenix.

—Edgeworth siempre ha sido un misterio para mí, y nunca hemos hablado de eso.

La cara de Maya mostró una ilusión inaudita.

—¡Eso quiere decir que podría ser posible!

—De todos modos, ¿por qué te importa? ¿Tenías pensado declararte o algo?

El rostro de Maya se iluminó aún más.

—¡Declararme! Eso es. Si lo hago, es posible que Edgeworth me rechace y así me entere.

"Una conclusión muy sabia, sí", se dijo Phoenix en su cabeza. Maya era tan inocente a veces... Sin embargo, su terquedad rivalizaba con la suya: tuvo clara su locura cuando, días después, en el juzgado, se le acercó cierto fiscal con cara agria.

—¿Unas palabras, Wright? —el moreno asintió, y ambos entraron en una oficina vacía donde Miles, sin molestarse siquiera en dejar su maletín, espetó—. ¿Podrías decirle a tu ayudante que se abstenga de enviarme emails pidiéndome una cita?

Phoenix se quedó ojiplático y absolutamente mudo. ¿Maya enviándole correos? ¿Y cómo había conseguido su dirección?

—¿Maya ha hecho qué? —en los ojos de Edgeworth se pudo leer cierto alivio.

—Así que no ha sido coaccionada.

—¿Coaccionada? ¿Qué te crees que soy, Edgeworth?

El fiscal relajó su postura y pareció ligeramente culpable.

—Mira, Wright. Llevo rechazando mujeres desde la semana pasada. Creo que tiene que ver con cierta noticia que salió en la prensa.

—Oh.

—Así que la has leído... —Edgeworth miró intensamente a Phoenix a los ojos, quizá esperando una reacción.

Phoenix lo notó y supo que en ese terreno tenía que ir con pies de plomo. Edgeworth podría enfadarse y no quería enemistades con él, era una persona importante en su vida.

—Sí, suelo leer el periódico a veces... —No era del todo mentira. Ese día no lo habría mirado porque tenía que revisar unos ficheros de Mia, pero finalmente, Maya se lo hizo saber de aquella manera.

—¿No vas a decir nada? —dijo entonces. Había dejado el maletín en el suelo y cruzó los brazos, golpeteando con el dedo índice, esperando.

—¿Qué quieres que diga? Es un tema privado, si no te hace gracia que chismoseen, desmiéntelo.

Edgeworth miró hacia un lado, y pareció dudar.

—No es buena idea.

—¿Por? —El fiscal alzó la mirada y confesó, ruborizado:

—He recibido también ofertas de algunos miembros del cuerpo de policía.

—¿Ofertas? —Phoenix no podía creerlo. ¿Realmente era tan codiciado? Añadió, sarcástico—. La fama cuesta, ¿no?

—Da igual lo que diga. Si lo desmiento, en una semana se multiplicará el correo y acoso de mujeres. Si hago lo contrario, ocurrirá lo mismo con los hombres. Es… algo delicado.

Phoenix quiso decirle que muchos tíos pagarían por tener esa popularidad, como por ejemplo, Larry Butz. Pero Edgeworth, en vez de decirlo con orgullo parecía mortificado, como si le diera vergüenza.

—Siempre puedes decir que te va la zoofilia —El rostro de Edgeworth se contrajo en una mezcla de furia y horror y se dio la vuelta para marcharse. Phoenix lo agarró del brazo—. Perdón, perdón, solo era una broma. Estabas muy serio y me estaba preocupando.

—No hagas bromas de ese tipo. Bastantes cosas extrañas veo como fiscal para que tú lo tomes a la ligera.

—Lo siento, Edgeworth. No sé qué decir. Solo... llámame si me necesitas.

Cuando Phoenix estuvo al otro lado de la puerta, respiró con alivio. La situación había sido tensa, insólita; ahora, de forma inconsciente, comenzó a recordar la postura del fiscal; sus ojos; su forma de hablar con él.

"Yo no veo nada fuera de lugar. Maya deberá abandonar porque Edgeworth no va a soltar prenda".


—¿Cómo?

—Como lo oyes. Haz el favor de no acosar a Edgeworth. Ya te ha rechazado, ¿no?

—¡Pero, Nick! Solo me ha dicho que no está interesado.

—Bueno, creo que esa es una respuesta muy clara, Maya —Phoenix empezaba a exasperarse. ¿Por qué no podía tener una ayudante normal que se preocupara por los casos y nada más?

La chica se encogió de hombros, recargando su cuerpo contra la silla. Demonios, ese Nick. No entendía… seguían sin saber si la noticia era real o no.

—¿Y no le preguntaste si era cierto?

—Maya, si él quiere, lo contará. Pero no funcionará presionándole, así solo conseguiremos alejarle de nosotros —Maya frunció el ceño, mientras Phoenix bebía de su vaso.

—Si tuvieras coche, podríamos seguirle.

—¿Y ser iguales a los desalmados de la prensa que no le dejan hacer su vida? ¿A ti te gustaría que te persiguieran mientras haces canalizaciones?

Maya quedó pensativa, y fue a responder que no le importaría, porque de hecho en la aldea habían ofrecido muchas canalizaciones solo para mostrar la técnica Kurain, pero hablaban de algo íntimo, personal. ¿Qué tal si ella saliera con Ema Skye y la prensa las persiguiera solo porque Maya es famosa? Ema Skye. Le dieron escalofríos.

—Está bien, Nick. Lo entiendo. No le molestaré.

Phoenix asintió, pensando que una vez muerto el perro, se acababa la rabia. Sin embargo, en los juzgados no debían pensar lo mismo, o así se lo hizo saber Gumshoe un día en que ambos se encontraron. Al parecer, desde la noticia, no todo habían sido flores para el fiscal. A la par que ser el más deseado también parecía ser el más odiado. Algunos compañeros de profesión no llevaban bien eso de acudir a la Oficina del Fiscal y ser evaluados por un homosexual o quizá envidiaban su éxito con el sexo opuesto. Los rumores parecían dar pie a otras habladurías como juicios pactados, chantajes, todo tipo de cosas indecentes dirigidas a echar por tierra la reputación de Edgeworth.

—Esta mañana alguien había puesto pepinos descomunales en la bolsa de su desayuno. Te juro, amigo, cuando les ponga las manos encima los enviaré al calabozo.

Phoenix entendía el enfado del detective. Gumshoe le adoraba y no permitiría nunca que nadie le dañara a él y a su imagen. Sin embargo, tuvo que ser testigo de las injurias hacia Edgeworth para que su vientre hirviera de ira hasta el punto de tener que controlarse para no matar: estaban en la sala de detención. Miles estaba sentado frente al enorme ventanal de separación entre los presos. Supuestamente, estaba interrogando a un convicto, pero algo fue realmente mal y el tipo comenzó a gritar toda clase de obscenidades que le haría (vejaciones que Phoenix ni conocía ni deseaba saber), solo porque se dejara ganar por su abogado. Phoenix se alegró de no defender a ese malnacido, porque hubiera hecho un trabajo muy dudoso. Finalmente, el reo aludió a su padre fallecido como tema para su siguiente masturbación, y aquello colmó la paciencia de Miles, que, sin pronunciar palabra alguna, salió apresuradamente de la sala. Phoenix quiso seguirlo, pero le perdió el rastro. El fiscal parecía frío e insensible, pero nada más lejos de la realidad: aguantar todo eso no podía ser fácil para nadie.

En todo ese tiempo, Miles Edgeworth ni siquiera le pidió ayuda. Phoenix pensó que era hora de hacerle una llamada.

—Edgeworth, soy Phoenix.

—Ah. Hola, Wright.

El moreno no había pensado realmente en qué iba a decirle, en cómo apoyarle y darle ánimos, y se encontró contándole el día de perros que había tenido.

—¿Se te ofrece algo? —dijo el fiscal finalmente, como si la cháchara banal fuera una molestia. Phoenix suspiró.

—No. Solo quería hablar contigo. Y preguntarte… si ya has demandado a alguien.

—No te preocupes, Maya dejó de enviarme correos en cuanto hablé contigo. Gracias por eso, Wright. No sabía rechazarla de una forma menos áspera sin herirla.

Phoenix se abstuvo de contar que todo era un plan de Maya para enterarse de la noticia estrella.

—Eh… de nada. ¿Y el resto, como lo llevas? He visto que a algunas personas no les ha hecho gracia.

Hubo un breve silencio al otro lado. Por un momento, Phoenix pensó que le colgaría.

—Ya sabes cómo son estas cosas.

Phoenix se mordió la lengua. No, no lo sabía, pero nadie merecía ser vejado e insultado solo por su preferencia sexual. ¿Seguimos siendo de la edad de piedra? ¿Qué mal puede hacerle a alguien saber que uno se acuesta con personas de su mismo sexo? Y ni siquiera el propio afectado lo había confirmado.

—No me gusta. Está dañando tu reputación. Podrías demandar al periódico.

—Me parece que es lo que quieren que haga. Y eso sería como admitirlo, así que no les daré el gusto.

—Pero Edgeworth…

—No te preocupes, Wright, ya se les pasará. Gracias por llamar.

Bueno, había sido una conversación larga comparada a aquellas que solía tener con el fiscal. Andaba siempre tan ocupado que apenas se molestaba en perder tiempo en otras cosas. La mente de Phoenix viajó hacia ese hombre que lo acompañaba en ocasiones. ¿Qué tenía de interesante ese tipo? Él y Edgeworth habían salido varias veces a cenar, pero siempre acompañados por Maya o Gumshoe. Tendría que darles crédito a los periodistas. Quizá Edgeworth estuviera enamorado de un hombre. ¿Y si le había mirado el culo a él alguna vez? ¿Qué opinaría de su cuerpo? Si Mia estuviera viva, podría usarla como carnaza… un hombre que no la mirase dos veces no sería hetero. Agitó la cabeza. Las ideas malas de Maya estaban haciendo mella en su mente.

Suspiró, pensando que ese fin de semana visitaría la aldea Kurain. Necesitaba canalizar todas esas emociones.


Semanas después, el destino quiso que se enfrentaran de nuevo Miles y Phoenix en un caso. Coincidieron varias veces a la semana en los juzgados y en una ocasión Phoenix fue abordado por un periodista. Maya iba con él.

—Señor Wright, va a enfrentarse nuevamente a su rival de la Oficina del Fiscal. ¿Cómo está llevando el caso?

—Como siempre, revisando pruebas y testimonios.

—En este año todavía no se habían vuelto a ver frente a frente en los tribunales. Hace un mes apareció una noticia muy reveladora acerca de las preferencias sexuales del fiscal. ¿Qué opinión le causa esto?

Maya miró al periodista con la boca abierta. Por un momento había pensado en la posibilidad de responder ella, pero Phoenix se adelantó con un rictus de rabia en su cara.

—Pienso que lo que haga en su intimidad no debería importarme, ni a mí ni al resto del mundo.

El periodista, un habitual en las entrevistas posteriores a los juicios, lo miró con sorna.

—¿Es usted partidario del movimiento homosexual?

Maya abrió la boca aún más. El colmo.

—Disculpen, tenemos prisa. Y eso tampoco les incumbe. ¿Acaso le hemos preguntado a usted en qué posición defeca?

Phoenix aguantó la risa estoicamente. Naturalmente, el vídeo apareció cortado antes de la última pregunta, pero Phoenix no paró de comentarlo a sus allegados. Maya y sus ocurrencias. Aunque se alegraba de que hubiera plantado cara a esas alimañas.

Si bien, según Gumshoe, las burlas se redujeron, algunos idiotas aún seguían dando de qué hablar, como la pintada en el coche de Edgeworth. El paragolpes estaba exquisitamente graffiteado con la palabra "marica". El fiscal no dejó pasar aquel incidente. Pidió los registros de la cámara del aparcamiento para tomar medidas contra aquel o aquella que se atreviese a tocar su Corvette. Phoenix apretó los puños al escucharlo de boca del detective y se prometió hablar con Edgeworth: las cosas estaban yendo demasiado lejos.


—Puedo tolerar insultos, vejaciones y notitas con amenazas de muerte. Que toquen mi coche, no.

A Phoenix no le pareció que aquello fueran unas prioridades lógicas, pero tampoco tenía el sentimiento de poseer un automóvil, quizá era algo como la maternidad. Asintió, con la mirada perdida, pasando el dedo por el cristal de su vaso de forma inconsciente, en aquella cafetería donde él y Edgeworth habían acordado verse. El fiscal había insistido en que nada bueno saldría de ese encuentro, y que quizá quien se viera acosado fuera Wright, porque la prensa podía estar esperándolos fuera.

—No poder hacer tu vida ya es de por sí grave. ¿Por qué tienes que aguantar que te persigan?

—Es el precio de la fama. Supuse que eso no sería un problema para mí, pero…

—¿Te arrepientes de ser fiscal? —Miles lo miró con el ceño fruncido.

—Eso nunca —Ambos quedaron en silencio. No, ambos amaban sus trabajos, los dos perseguían la verdad, cada uno desde un lado—. De todos modos, deberías frecuentar otras compañías. Ya es malo de por sí que me relacionen contigo...

Phoenix no se inmutó. Esperaba este consejo de él.

—Di lo que quieras, pero no es normal lo que están haciendo. No es normal que la gente condene la homosexualidad.

El fiscal estuvo de acuerdo, pero no añadió nada más. Sonrió. No era extraño ver a Phoenix como defensor de causas perdidas.

—Bien, y aparte de tu apoyo incondicional, que me ha quedado claro, ¿para qué me has citado hoy, Wright?

El moreno dejó escapar una sonrisa complaciente.

—Tengo un plan.

—¿Un plan? —Miles se inclinó un poco más sobre la mesa.

Phoenix alzó el dedo, haciéndose el interesante, inclinándose también.

—Un plan para que dejen de molestarte —Miles lo miró, suspicaz—. Seré tu pareja.

Edgeworth no supo si reír o llorar. Optó por quedarse congelado en expresión de cámara fotográfica. Phoenix movió una mano frente a su cara, temiendo que hubiera quedado en estado catatónico. Al volver en sí, el fiscal agarró la bebida de Phoenix y bebió. Estaba muy dulce, demasiado para su gusto.

—Has tomado mucho azúcar, Wright. Debe haberte afectado al cerebro. Me marcho —Miles se levantó presto a poner fin a esa ridícula reunión, pero el abogado le agarró del brazo.

—Espera. Lo digo en serio. Bueno... siempre que a tu acompañante no le incomode.

Miles le miró a los ojos.

—¿Acompañante?

—Ese tipo que sale contigo, el del periódico —Edgeworth se relajó y volvió a sentarse. Después murmuró, con la mirada perdida:

—No hay ningún tipo. Ya no —Phoenix volvió a su asiento. ¿Era eso una confesión? ¿Realmente era cierto que el fiscal estuvo con un hombre? No pudo evitar la cara de sorpresa—. No pudo con la presión mediática.

—Edgeworth...

—Por eso tu plan es una estupidez, Wright —añadió el fiscal, cabreado—. No puedes ser mi pareja porque la noticia es cierta. Me gustan los hombres.

Bueno. Si antes la confesión había sido ambigua, cualquier sombra de duda se disipó en ese instante.

—El plan tiene más sentido ahora —habló el abogado tras beber un trago necesario—. Soy el único hombre en el que nunca te fijarías, así que soy el candidato perfecto.

—Relacionarme contigo sería peor que hacerlo con cualquiera de los policías que se me han ofrecido —espetó Edgeworth, ruborizado.

—Insultar mi ego no es necesario, Miles.

—Quiero decir que nadie creería en nuestros juicios. Pensarían que están amañados. En una ocasión, en el caso de Engarde, ya se nos acusó de habernos conchabado.

—Pero fue un éxito y descubrimos la verdad gracias a nuestro trabajo en equipo —rebatió Phoenix, y ahí Edgeworth no tuvo nada que decir.

—¿Quieres salir en la prensa? Con un titular como "Miles Edgeworth y Phoenix Wright trasladan la pasión de los juzgados a sus alcobas".

Phoenix abrió los ojos, sonriente.

—¿Alcoba? Qué palabreja, Edgeworth. Deberías hacerte periodista.

El fiscal, desarmado por la actitud despreocupada de Phoenix y sus propios bloqueos, se cruzó de brazos y murmuró:

—No sé si hubiera sido mejor que también me repudiaras...

Phoenix no pareció escuchar. Se pasó la mano por la nuca y decidió soltar el último cartucho:

—Bueno, Edgeworth, no quiero insistir. De todos modos, si no aceptas es probable que tengas otro candidato: Gumshoe está dispuesto a hacer mi papel, me lo dijo esta mañana. Fue él quien me dio la idea.

Edgeworth se agarró a la mesa, mareado. ¿Es que en su vida diaria no podía relacionarse con gente normal? Vale que él fuera pintoresco, pero esperaba más sentido común de la gente a su alrededor.

—Te prometo que si resulta contraproducente para ti, podemos romper.

—Me preocupa que seas tan insistente —argumentó, muy serio.

—Me da igual lo que la gente diga. Además, para los periodistas será todo un desafío volver a preguntarme, sobre todo si Maya anda cerca.

Edgeworth alzó la mirada, curioso.

—¿Es verdad eso de que le plantó cara?

No te preguntamos cómo defecas, fue su respuesta. Tuve que contenerme para no mearme allí mismo de la cara que se le quedó...

Edgeworth rio imaginando a la joven Maya diciendo eso, espantando a los paparazzis. Pero ese Wright... sentado frente a él, proponiéndole una locura, no era muy diferente. A pesar de sus protestas, el abogado no se dio por vencido y le animó a que se lo pensara. Después, salieron por separado de la cafetería. Por supuesto, Miles Edgeworth no tenía nada que pensar, por tanto no supo qué demonios le pasó esa tarde por la cabeza cuando tocó a la puerta de la oficina Wright&Co con una decisión en su mente.

—Oh. Edgeworth. Bienvenido, pasa.

El moreno le sirvió un té barato y ambos se sentaron en el sofá.

—¿Maya no está contigo?

—Ella y Pearl fueron a ver un musical y yo me quedé adelantando trabajo. ¿Cómo vas con tus investigaciones?

—No puedo decirte nada —Edgeworth frunció el ceño. Wright siempre le hablaba como si él fuera su socio, y no parecía captar el hecho de que, a pesar de colaborar en algunos casos, seguían siendo rivales.

—¿Has pensado en lo que te dije? —Maldita sea. ¿Por qué los ojos de Wright estaban brillantes con esperanza?

—Voy a tomarte la palabra, solo porque tienes que ver por ti mismo qué locura sería eso.

Phoenix le tomó la mano y la agitó como si fuera un niño pequeño.

—¿Entonces ahora tendré que llevar tanga? —El abogado no tuvo tiempo de cerrar los ojos antes de que Edgeworth le escupiera todo el té a la cara—. Maldita sea, Edgeworth, sé que este té no es bueno, pero es todo lo que tengo.

El fiscal dejó la taza en la mesita y se levantó, puro fuego ardiendo en su rostro.

—Me avergüenzas mucho —confesó Edgeworth cuando Phoenix reapareció con una toalla para secarse.

—Solo era una broma. Bueno, casi he terminado de revisar los testimonios, ¿quieres que veamos una película?

Edgeworth se volvió, riendo.

—Estás muy bromista hoy —Phoenix abrió la boca para protestar, porque su intención era realmente quedarse con Edgeworth para que ambos se relajaran un rato, pero el fiscal no era fácil de llevar—. Me marcho, nos veremos el viernes a las ocho. Cómprate el mejor traje para salir conmigo. Si van a hacernos fotos, que al menos me vean con alguien elegante: tengo una reputación.

"En realidad ya no", pensó Phoenix, pero se despidió de Edgeworth igualmente.

Notas finales:

CONTINUARÁ

Se aprecian reviews para animarme a seguir, gracias.


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