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BET U WISH U HAD ME BACK por Keny-chan

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Notas del capitulo:

Bieeeeenvenidos a otra historia. Es la primera vez que escribo un Crossover y es la primera vez que escribo de éstas series, al menos en ésta página. Pero, aquel que no se arriesga y experimenta mientras escribe... pues no sé, puede que algo le pase, como que se quede calvo (?)

En fin. Sólo espero pueda llamar su atención y por supuesto, les guste. 

Otra cosa, también la estaré publicando en FF.net, para que no crean que es plagio o algo por el estilo: 

[ https://www.fanfiction.net/~rizelholmes ] 

 

BET U WISH U HAD ME BACK

*

*

Capítulo uno

~Así es como el fin empezó~

*

*

Doloroso, angustiante, insoportable. Cuando su cerebro procesó la noticia, una ausencia se desplegó en su pecho. El lugar donde se suponía debía estar su corazón, ahora sólo era un mediastino hiriente.

—   ¿Volverás a Los Ángeles? ¿Así nada más, Kagami-kun?— preguntó. El temblor en sus palabras distaban de su, comúnmente, monocorde voz.

El pelirrojo, que de pie permanecía a su lado, mirando por la ventana de su apartamento, suspiró. Era algo inevitable, no obstante, las circunstancias habían premeditado las cosas. Debía marcharse la semana próxima o no volvería a tener oportunidad alguna.

Por su parte, el más bajo hizo uso de todas sus facultades para tranquilizarse. El que fuera frío en apariencia para explotar su misdirection no tenía nada que ver con sus sentimientos. Él en realidad era bastante sensible, aunque a veces eso le pesara admitirlo. Y Kagami lo sabía.

Y sabía también que su sombra terminaría aceptando, sin detenerle (aunque eso le decepcionara un poco). Kuroko exhaló resignado.

—   Sólo deberás prometer que harás tu mayor esfuerzo, Kagami-kun.

—   Es una promesa de por vida.

Le envolvió en sus brazos y lo estrechó contra su cuerpo, con aprensión y desespero. A él también le dolía dejarlo. En especial cuando su relación apenas florecía con plenitud. Volvería por él… algún día. Y si no era demasiado tarde.

Tetsuya no lloró, ni ese día, ni los siguientes. Tampoco cuando le despidió en el aeropuerto. Quizá porque se había empeñado en disfrutar el tiempo que les quedara, quizá porque tenía esperanza, quizá porque sabía que no sería para siempre O quizá, porque aún lo sentía tan irreal.

Una semana más transcurrió. Taiga lo había llamado cada mañana para darle los buenos días, en las tardes para recordarle que no debía desfallecer en los entrenamientos y en las noches para desearle dulces sueños.

Eso le contentaba un poco. Sin embargo, la ausencia era tal que pesaba sobre su cuerpo sin piedad. ¿En qué momento había quedado tan enamorado? Lo sabía, y eso dolía más.

—   ¿Estás bien, Kuroko? — cuestionó Hyuuga, que se había acercado a él al verlo tan distraído.

—   No es nada, capitán. Disculpe si estoy ocasionando problemas. — susurró, dispuesto a volver a la cancha a practicar tiros.

—   Eres fuerte. Tienes que mantenerte firme. Después de todo tan sólo vas a la mitad de tu segundo año en la preparatoria.

Cabeceó afirmativamente, agradeciendo el interés de su capitán por animarlo. Era verdad, aún le quedaba un año y medio en Seirin y no podía desperdiciarlo sintiéndose como se sentía. En especial cuando sus senpais estaban a nada de graduarse.

 

 

El calendario siguió su curso. Las llamadas y mensajes comenzaron a disminuir. El contacto y las noticias a desaparecer, hasta anularse por completo. Suspiró. Había supuesto que eso podía pasar. Y pasó.

De cualquier forma, ya no importaba. Él debía también comenzar su nueva vida. Pronto ingresaría a la universidad. Y tenía la ansiedad de encontrar su propio hogar.

 

 

 

 

 

Estaba desconcertado y, ¿por qué no admitirlo? Destrozado. Pero como él le quería tanto, no podía más que desear que fuera feliz. Anticuado, ciertamente. Las últimas semanas de su último año en la preparatoria fueron tan efímeras. Y por primera vez, tuvo que fingir su apacibilidad.

Aunque hubiera decidido dejarle en manos de alguien más, ere evidente que no podía no sentirse herido. Se preguntaba diariamente, en la soledad de su habitación, ¿qué era en lo que había fallado? ¿Qué era lo que le faltaba?

No sabía y en realidad temía un poco el averiguarlo.

Quince días antes de su graduación, después de ver cómo los labios que él había llegado a probar con timidez eran devorados por el pelirrojo, tomó una decisión y tuvo que acudir a Ama-chan.

—   ¿Tokio?— preguntó descolocada.

—   Así es. Sé que es demasiado abrupto, pero… Deseo ir a Tokio a estudiar. — respondió con suavidad.

Los ojos de la castaña vieron a través de él. Makoto era transparente a esas alturas. Y Miho veía en el chico una creciente urgencia de darle un cambio más certero a su vida. No podía negarse a ayudarle y en realidad no quería hacerlo.

—   De acuerdo, Makoto-kun.

Él sonrió como pudo y salió de allí, de vuelta a casa. Ahora debía hablar con sus padres, explicarles a sus hermanitos.

—   Todos tenemos un camino que seguir— se dijo.

 

 

 

 

El tren no tardaba en marchar. Era muy temprano en la mañana, estaba fresco y el suéter apenas era suficiente. Su familia, Rei y Nagisa aguardaban con él, el momento de su partida. Se recordó que estaba bien lo que estaba a punto de emprender. Iría de visita tan pronto como le fuera posible.

Llamaron a los pasajeros para el aborde. Se agachó para darle a Ren y Ran un último y muy fuerte abrazo. A su madre un beso y a su padre un cálido apretón.

—   Mako-chan— sollozó el rubio— Promete que escribirás seguido.

—   Lo haré, no llores Nagisa. — sonrió con ternura. Su pequeño y revoltoso amigo siempre terminaba por conmoverlo. Hazuki se arrojó a su cuello y le abrazó fuertemente.

Rei, a su lado, peinaba las hebras doradas de quien se negaba a soltar al mayor de los tres. Makoto le miró y el de lentes esbozó una muy pequeña y temblorosa sonrisa. El castaño supo que aguantaba con todas sus fuerzas las lágrimas. Quizá porque había prometido mantenerse fuerte por Nagisa.

—   Cuídese, Makoto-senpai. Si nos lo permite, iremos a molestarlo. Algún día.

—   Ustedes también.

Una campanada más y abordó. Dentro de su vagón, dejó escapar las silenciosas gotitas que nacían en sus ojos. Adiós Haru.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque apenas iba comenzando el tercer año en Seirin logró convencer a sus padres de dejarle mudarse. Había logrado ahorrar al menos lo suficiente para uno de los más económicos.

—   Joven Kuroko, éste es el lugar que le mencionaba.

El hombre de bienes raíces abrió la puerta del sitio. Cuando pasaron al interior se llevaron la sorpresa de que alguien más también estaba de visita con las mismas intenciones.

—   Mis disculpas, ¿le importaría si también echamos un vistazo?

—   Me temo que no podrá ser, mi cliente está interesado en éste lugar— explicó apenado el otro hombre trajeado.

El chico que estaba frente a él y frente a la enorme ventana, se acercó y le sonrió amigable. Él no pudo responderle de la misma forma y se sintió apenado por eso.

—   ¿Tomarás éste lugar?

—   Es lo que tenía pensado. Pero si usted ha llegado primero, no hay mucho por hacer. — respondió parco.

—   En realidad, podrían compartirlo. — aclararon los otros dos.

Les dedicaron una mirada sorprendida y después se miraron nuevamente. ¿Compartir hogar con un completo desconocido? El contrario no parecía peligroso y era benéfico en cuanto a gastos. ¿Qué podían perder?

Poniéndose de acuerdo dentro del mutismo, aceptaron.

—   Excelente. Aquí están los papeles.

Colocaron sus respectivos seños, pues firma aún no tenían.

—   Pueden ocuparlo en cuanto quieran. — se marcharon, dejándolos solos.

—   Soy Tachibana Makoto, es un placer conocerte— enunció el castaño, con una sonrisa genuina.

—   Kuroko Tetsuya— susurró él.

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal? Espero sus comentarios, ya saben, de cualquier tipo :DD


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