¿Puede uno ser amo y señor del corazón de alguien más?
Las personas que amamos nos pertenecen de algún modo. Aunque se vayan lejos, incluso al otro mundo dejan un pedazo de ellas en nosotros.
Isaac así lo creía. En sus últimas notas escribió frases muy parecidas a esta, y mientras releo su carta, me pregunto cómo es que estaba tan convencido de semejante cosa.
-¿Puede uno, ser amo y señor del corazón de alguien más?-me repito en voz alta, a punto de llegar a mi destino.
La mansión del tío Isaac aguarda como una fortaleza impenetrable y aunque no me pertenece, ahora tengo algunas responsabilidades en ella y con su único inquilino.
Desciendo del auto cargando una caja pequeña con todas mis pertenencias. En el portón de la entrada me espera una mujer alta y hermosa, que se ve aún más alta con sus tacones. Lleva una carpeta en la mano y frunce los labios por mi demora al acercarme a ella.
-Creí que te arrepentirías a última hora-dice apartándose el cabello que el viento arroja a su cara.
-¿Debería?
-No soy quién para darte consejos sobre tus elecciones, yo sólo cumplo con mi trabajo-me entrega la carpeta.
Vuelve su portafolio del lado liso para que me recargue, luego, despliega la punta del bolígrafo con el pulgar y me lo extiende.
-Firma aquí y aquí.
Mientras las plasmo, volteo a verla.
-Pude firmar esto en la lectura del testamento, Becca.
Su vestimenta roja y el protocolo minucioso ordenado por Isaac me hacen sentir que acabo de hacer un pacto con el diablo. ¡Tanto escándalo por cuidar a una mascota debe esconder algo muy malo! Pero cuando pongo el punto bajo mi nombre, sé que no hay marcha atrás.
Y quizá tampoco quiero que la haya. Me he puesto yo mismo en esta situación sin que nadie me obligara.
-Tu tío estableció las condiciones, Jude-dice encogiéndose de hombros y enfatizando mi nombre.
Volteo hacia la mansión y suelto un silbido. Vivir aquí debe tener un precio, como todo en esta vida, por lo que a veces es mejor aceptar el riesgo, especialmente si la recompensa vale la pena.
-Así que ¿sólo debo cuidar del gato y ver que la mansión reciba mantenimiento?
-Apuesto que podrás hacerlo bien. Aunque... tu expediente dice que no tienes ninguna experiencia con administración o mascotas, el perro que tuviste a los ocho años lo cuidaban tus padres.
-¿Cómo sabes eso?
-Fácil te investigamos desde hace tiempo.
-¡Me investigaron!
-Así es, yo habría recomendado a alguien con experiencia, pero tu tío insistió. Él te quería a tí a cargo.
Sé que debería estar todavía más preocupado, lo que pasa es que era de esperarse. Es la clase de cosas que un rico solitario haría ¿no? investigar a su sobrino secretamente.
Hay una parte de mí que no entiende su elección. Incluso desde el momento en que acudí a la lectura del testamento yo iba con la idea de que había un error. Sólo ví a mi tío tres veces en la vida, y la última vez ocurrió el año pasado. Trato de pensar qué pude haber dicho que lo hizo confiar en mí.
Y entonces, reparo en una cosa muy simple. Tan simple que cuesta creerla: él y yo nos parecemos.
La gente suele decir que compartimos ciertas facciones y la estatura es casi la misma. Claro que Isaac era de físico atlético y yo soy más del tipo delgado, él vestía ropa costosa y fina y yo jeans y zapatos deportivos, él era un millonario y yo un desertor de los estudios.
Como muchas veces escuché decir a la familia que Isaac era un egocéntrico, imagino que él sólo confiaría en una persona con la que tuviera algo en común, aunque fuera algo mínimo y tan superficial como la apariencia.
-Vamos, se hace tarde-dice Becca.
Subimos al coche y cruzamos el umbral. Cuando el portón se cierra detrás de nosotros, el rechinar de los goznes y golpe metálico me roba el aliento. Me digo a mí mismo que este será un simple trabajo porque tengo la sensación de estar atrapado.
Pero ¿qué otra opción tengo? Si renunciara a esto no tendría a dónde ir, ni dónde trabajar. Estoy solo en esta ciudad.
Becca señala hacia distintos puntos de la mansión explicando detalles de los jardines, la torre que sobresale de la construcción y la fachada principal.
-Tú no crees que pueda con esto-le digo cuando me deja frente a la puerta.
-Lo que yo crea es irrelevante.
Wow, de verdad que ella tiene poco tacto.
-Sólo sigue las instrucciones y no tendrás ningún problema-me dice-. Tan pronto como encuentres al gato y te instales se te enviará el primer pago ¿ves que fácil?¡Cualquier idiota puede hacerlo!
Me guiña el ojo antes de que el coche gire en redondo para tomar el camino de regreso y me quede solo, parpadeando de incredulidad.
No sé si contar con Becca es una maldición o una bendición.
Tan pronto como entro en la estancia se siente la soledad, es increíble, hace apenas una semana que Isaac murió y el lugar parece abandonado.
Entonces, escucho pasos. Alguien parece moverse muy rápido, volteo para todos lados tratando de identificar el sonido.
-¿Gatito?-pregunto con la voz quebrada.
Inspecciono un poco, tratando de seguir las pisadas pero es imposible.
En una ventana veo el reflejo de una silueta y cuando volteo detrás de mí no hay nada.
¡Qué cosa más rara! De todos modos voy en esa dirección.
Cruzo los dedos esperando que no sea un ladrón, sería terrible que me mataran el primer día de trabajo. Porque así es como yo lo veo, como un trabajo, es por eso que no siento este sitio como mi nuevo hogar y tampoco planeo echar raíces en él.
Los pasos ahora suenan en todas direcciones.
¿Se... será una banda de ladrones?
-¡Oiganme bien!-digo temblorosamente-.¡Esto es propiedad privada! ¡Voy a llamar a la policía ahora mismo!
El sonido cesa por un momento y me quedo atento a cualquier otra variación, voy muy despacio recorriendo las habitaciones circundantes a la estancia.
Con eso deben de tener los condenados.
Voy al despacho de Isaac por su libreta de direcciones. Ya que yo no tengo la más remota idea de cómo llevar una mansión, lo mejor es buscar a quienes están capacitados.
Me siento insignificante en su despacho, con la silla ejecutiva de respaldo alto, el magnífico escritorio de caoba y con los estantes gigantescos rodeándome. Sólo un tipo como Isaac podía dominar este territorio como un rey. Lo imagino gestionando sus negocios millonarios con sólo levantar la bocina del teléfono.
Y pensar que yo sólo estoy aquí por su gato.
Libreta en mano recorro la planta baja.
-Ven, gatito, gatito.
Sin suerte, subo por la escalera que se curva hacia la izquierda.
Según me dijeron tenía bastantes años con él, en serio ¿no sería tarea de una persona mucho más cercana al tío el cuidado de su mascota consentida? ¡Pero qué digo! es probable que no tuviera amigos.
En fin, tener la custodia de un gato gordo y viejo no es ciencia de cohetes. Así que esto seguro que podré hacerlo bien.
Al no tener éxito en la búsqueda del felino, se me ocurre buscar en la habitación de Isaac, el pobre debe estar escondido allí.
En cuanto abro la puerta escucho un bufido.
-Ey, no tengas miedo chico-digo arrodillándome y asomándome debajo de cada mueble-.Yo voy a cuidar de tí.
Meto la mano bajo la cama y dolor punzante me sorprende,
-¡Ouch! ¡Me mordiste!
Y cuando miro, una linda carita está rodeada por la oscuridad.
-¿Qué es esto?
Caigo de espaldas y retrocedo.
Como un relámpago, sale debajo y salta sobre el colchón apoyado en cuatro patas.
-Tú no eres mi amo-gruñe un esbelto muchacho con orejas.
-¡Qué rayos!
Esto tiene que ser una prueba póstuma o un truco de ultratumba, porque no comprendo nada.
Y sin embargo, mi instinto me decía desde el principio que era de esperarse que ocurriera algo extraño como esto.
Nada es tan fácil, nunca.