No había que pensarlo mucho, se dio cuenta en ese mismo momento y a él sinceramente no le gustaba volver de sus impulsos, resistirse a lo que sentía y a lo que llegaba a su cerebro tan rápido como la luz, pero más que eso, el no podía volver de lo que estaba sintiendo allí en su corazón, de eso que quemaba intenso, que lo arrastraba a seguir y le insistía en gritar a los cuatros vientos aquello que llevaba meses reprimiendo: “me he enamorado”.
Es difícil cuando te encuentras en una situación en la cual no sabes qué hacer, a dónde moverte o a quién llamar.
Su cabeza en ese momento estaba hecha una tormenta de arena y cada grano era una idea que surgía al azar, “no hagas eso”, “hazlo”, “qué pasaría si…”, “no es posible”, “nada es imposible”. Había tanto que procesar y meditar, él pensaba que tenía que encontrar su equilibrio antes de empezar a actuar de alguna manera, si es que iba a hacer algo, pero esta tormenta era más grande que él y de verdad que no sabía cómo lidiar con ello.
Podía sentir el polvo en su corazón, el peso que este había acumulado con los años, y como cada vez se hacía sentir más en su pecho recordándole que había algo ahí y que él tenía que vivir con eso.
Habían pasado ya seis meses, ¡Vaya que han sido seis meses!, los había contado desde que sintió que sus pupilas se dilataron, su corazón se aceleró y sus manos sudaron viendo a la persona que menos imaginó. Y él sabía que tarde o temprano se vería en esta situación de angustia y nervios, esta situación donde estaba en la punta del desespero, esta situación donde estaba en su casa viendo fijamente su taza de té a las 400 horas y preocupándose por la manera en que actuaba su sistema límbico.
Vaya, vaya, vaya.
Tremendo lío en el que se había metido, era algo fuerte, y él sabía que no podría vivir con esto para siempre.
Cerró sus ojos con fuerza, luego restó peso a sus párpados y estiró su cuello hacía arriba mientras exhalaba el aire retenido en sus pulmones.
“Quizás si no pienso en ello…”
Su apartamento estaba en silencio y quizás esto le ayudaba a darse la mala tarea de pensar tanto; se levantó sobre sus pies fríos por el suelo y con la taza en mano dio los diez pasos que tomaban llegar desde el sofá hasta la tetera que ya se había enfriado sobre la cocina eléctrica, con pereza de volverla a calentar dejó la taza en el lavaplatos y se dirigió a su habitación que no quedaba a más de 20 pasos, eso es por lo que había escogido un lugar pequeño y acogedor, evitarse la necesidad de caminar tanto; observó el televisor como su único amigo en la fría madrugada y se recostó bajo sus afelpadas y suaves cobijas para producir algo de calor a la vez que buscaba algo por ver en la programación, y vaya, parece que ese día tenían una programación hecha para él, un maratón de la primera temporada de The Vampire Diaries, él realmente no se sentía llamado a ver este tipo de series, pero en esos momentos era capaz de ver cualquier cosa hasta quedarse dormido.
Y no funcionó, mostro un enorme interés por esta serie y la manera en que los vampiros eran, siempre había algo que resaltaba en cada capítulo. No durmió. Se reprochó internamente cuando vio en su celular que eran las 7 de la mañana, su rutina debía empezar, y ya estaba repitiendo el mantra en su cabeza: “no pienses en él” tantas veces como fuese necesario.