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Love Hangover por xlhsmlkt

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Notas del fanfic:

Aclaración: Ninguno de los nombres que aparecen en esta historia ficticia me pertenecen, tan sólo han sido utilizados para puro entretenimiento. 

Notas del capitulo:

¡Hola mis queridos lectores ♥!


Aquí vengo con esta historia que deseo con todo mi corazón sea de su agrado♥. Salió algo extenso, espero que ello no los abrume mucho y así(?).

 

Bueno ya no los entretengó lol. ¡Comiencen a leer por favor! Y lean lo que lean, lleguén hasta el final♥.

Capítulo 1        Confusion and feelings

 

Perdí la cuenta de cuanto alcohol estaba ingiriendo esta noche, más eso no me importó porque estaba logrando lo que todo el día había ansiado: olvidar a esa mala mujer que destrozó mi corazón.

 —     ¡Disculpe, otra botella de vodka por favor…! — Alcé mi brazo intentando llamar la atención del mesero, que rodaba la mesa continua, dejando algunos pedidos.

 

—     ¡Por favor Chanyeol! Ya te has tomado una botella de vodka completa tú solo en menos de una hora, ¿acaso quieres destrozar tu hígado? — Cerré los ojos tratando de poner oídos sordos, intentando no escuchar las palabras molestas que recitaban aquella voz.

 

—     Minseok. — Nombré a mi amigo, volviendo a abrir mis ojos. — Fue idea de Jongin, Jongdae y tuya el traerme aquí para divertirme y ayudarme a olvidar. Ahora que estoy haciéndolo no me salgas con esas palabras, ¿sí? ¡Que empiezo a sentirme fenomenal!

 

Miré hacía mis amigos con una estúpida sonrisa cortesía del alcohol. El único que estaba casi en perfecto estado, era justamente Minseok ya que incluso tenía la capacidad de razonar y de regañarme. De Jongdae no podía decir lo mismo, desde el tercer shot de vodka, había caído dormido como un bebé sobre el hombro de Minseok. Y finalmente estaba Jongin, quien había desaparecido al segundo de haber pisado aquel antro, y no tenía que pensarlo mucho, pero estaba seguro casi al cien por ciento, de que se encontraba ligando. De tan sólo imaginarlo, reí para mis adentros. Ese moreno tenía la increíble habilidad de liarse con las mujeres que él quisiera: tenía el don de la seducción.

 

 Cualidad que a mí me faltaba.

 

 —     Ah, quiero beber más. — Dije ansioso, bajo la mirada expectante de Minseok.

 

Él no quería que yo siguiera bebiendo más, pero no le haría ni el más mínimo caso, simplemente esa noche no se me antojaba.  

 

—     Por favor, no te emborraches más, ¿acaso no tienes compasión de mí? — Dijo él, tratando de manipular mi mente. — No podré cargar con todos ustedes, suficiente tengo con Jongdae. — La mirada despectiva de Minseok, se dirigió a quien dormía sobre su hombro. — Siempre que vengo con él, termina de esta forma.

 

—     Es un pretexto, ¿qué no te das cuenta? — Estiré mi cuerpo logrando tronar los huesos de mi columna, sintiéndose fenomenal. — Es un pretexto para que no te alejes de él. — Miré a Minseok, quien me observó con un gran interrogante.

 

Minseok no tenía idea, pero Jongdae estaba interesado en él, no como un amigo, sino, como algo más. Por supuesto ese era un secreto que yo debía guardar, más el alcohol en estos momentos me estaba la facilidad de soltar mi lengua. Bien, al menos si decía algo que no debía, sabía a quién tenía que echar la culpa.

 

—     Ya estás borracho Chanyeol, tanto que no sabes lo que dices. — Noté la voz avergonzada de Minseok, quien giró su rostro para observar el rostro dormido de Jongdae.

 

Y ahí, pude notarlo y darme cuenta: ambos, compartían el mismo sentimiento. 

 

—     Puede que sí. — Respondí mirando al par con diversión. Pero eso duró poco, pues me di cuenta que el mesero no había regresado para traerme mi orden.

 

Me levante de la silla con la mirada de Minseok puesta una vez más en mí: tan sólo lo ignoré. ¡Al diablo con todo! Esta noche era de diversión y recuperación para mí. No me limitaría a nada, era el tiempo perfecto para olvidar, disfrutaría y viviría todas aquellas cosas que perdí por mis anticuadas costumbres y por velar a una persona que al final no me amaba. 

 

Caminé rumbo a los escalones, con el fin bajar del segundo piso: si deseabas ver todo el ambiente del lugar, aquel sitio era el mejor de todos para lograr ese cometido.  

 

Cuando llegué a la primera planta del club, me sentí completamente desorientado. Parecía que el alcohol, la música estrepitosa, las luces sicodélicas y el calor sofocante que era causado por la gran cantidad de personas que se aglomeraban bailando en esa zona, se hubieran combinado para desequilibrar mi cuerpo y nublar mi vista. Instintivamente me agarré de lo primero que tuve frente a mí, tratando de mantener mi equilibrio.

 

—     ¿Estás bien?

 

Escuché una voz que no pude distinguir bien a causa de la música a todo volumen, que retumbaba en mis oídos. Aun así había alcanzado a escuchar la pregunta, por lo que sólo asentí un poco avergonzado.

 

—     ¿Necesitas ayuda?

 

 Giré mi rostro hacia donde escuché la voz, apretando inconscientemente mi mano alrededor de donde me había apoyado antes: fue ahí cuando me di cuenta que estaba sosteniéndome de un pequeño hombro.

 

Alcé un poco mi vista, y me topé con una hermosa chica.

 

Era de baja estatura, lo más probable es que le sacaba una cabeza de altura. Su cabello era castaño y muy corto. Bajando un poco mí vista hacia su rostro, me topé con unos preciosos ojos cafés que resaltaban de manera peligrosa con un delineador negro que sólo añadían y aumentaban el toque de misterio a su mirada. Pero si tenía que decirlo, lo que más llamó mi atención de esa figura femenina, fueron sus delgados y extremadamente atrayentes labios rosados.

 

No podía dejar de verla, y en ese punto, mi corazón empezó a latir como un loco.

 

—     ¿Estás bien? ¿Te sientes mal? — Como un autómata, elevé mi mirada de sus labios de vuelta a sus ojos, propiciando que nuestras miradas se conectaran, haciéndome sentir como un completo idiota por el estado en el que estaba.

 

—     Ah… Sí, yo… Disculpa por recargarme en ti. — Retiré mi mano lo más rápido que pude de su hombro, y rasqué mi nuca sintiéndome mareado, con la vista borrosa, pero aun así podía distinguir su belleza. 

 

—     Descuida, no hay cuidado. — Sus labios mostraron una flamante sonrisa, que me paralizó por unos segundos. 

 

—     Sí, gracias. — Reí estúpidamente, sin saber qué hacer o qué decir.

 

¿Cómo debía actuar ante una chica desconocida y altamente hermosa?

 

—     Bueno, yo me retiro. — Dije girando mis talones lo más rápido que pude, y salí huyendo de ahí, teniendo en la mira la barra de bebidas.

 

Al llegar, me senté en un banquillo que quedó libre, lanzando un profundo suspiro, al mismo tiempo que mi mano se posó sobre mi pecho. Mi corazón estaba latiendo a toda prisa, pero… ¿Por qué? Cerré los ojos intentando encontrar una respuesta, terminando hundiéndome en mis pensamientos por unos segundos.

 

La principal razón por la cual yo me encontraba en ese club, era porque necesitaba olvidar. , olvidar a Min, mi ex novia, la persona de la que yo estaba aún enamorado. Es más, se suponía que a estas horas ella y yo debíamos estar cenando en uno de los restaurantes más lujosos de Gangnam-gu, festejando nuestro primer aniversario. Pero aquello no fue posible, ella se había encargado de terminar todo. 

 

Y aun en mi estado etílico, podía recordar la gran de estupideces que me habían dejado sin habla, al segundo de escucharlas. 

 

“Chanyeol. ¿Sabes lo que significas para mí, cierto? Desde siempre has sido una persona importante en mi vida. Jamás podré olvidar todo lo que me ayudaste para llegar hasta donde estoy, y por ello mismo, tengo que ser sincera. Yo... Ya no te amo más. Quisiera terminar esto de una vez, no es justo para ti el retenerte a mi lado sin amarte. Yo… Sólo tienes que saber que tú no fuiste el culpable, fueron las circunstancias. No era nuestro destino estar juntos.”

 

 ¿Destino? Por favor, que excusa más terrible había sido esa.

 

Min me había herido de muchas maneras: mis sentimientos, mi corazón, mi alma y mi ego.

 

Fue imposible no reírme de mí. Estúpidamente había creído que la relación que tenía con Min iba de viento en popa, pero era claro yo había estado muy equivocado. Justamente  por ello cuando mis amigos tuvieron la grandiosa idea de traerme al club con la excusa de «Noche de recuperación emocional», no dudé en decir que sí: era eso o quedarme en casa llorando miserablemente, preguntándome por qué Min había jugado de manera tan cruel con mis sentimientos.

 

Chanyeol eres un idiota.

 

Repetí en mi mente sacudiendo la cabeza con una risa. Incluso en estos momentos la estaba recordando. Pero no más, desde esta noche Min sería eliminada de mi cuerpo, de mis recuerdos, de mi corazón y daría pie a un nuevo Chanyeol.

 

Uno que no estaba dispuesto a derramar lágrimas por algo que ya estaba perdido. No permitiría que la gente me viera derrotado, al contrario, les mostraría un Chanyeol que nadie conocía, uno que al que sólo le gustará divertirse y gozar.

 

Esta noche empezaría mi nueva vida, y sabía perfectamente por dónde empezar.

 

—     ¡Disculpe! — Alcé la mano saliendo de mis cavilaciones, tratando de llamar la atención del bantender que parecía multiplicarse por mil, en un intento de atender a toda la multitud de personas ebrias que pedían tragos al por mayor, justo, como yo estaba a punto de hacerlo.

 

—     ¡Kyungsoo! Una margarita por favor. — Esa voz.

 

Giré mi rostro por instinto, y cuando la vi, una sonrisa se formó en mis labios sin ser capaz de borrarla.

 

—     ¿De frambuesa o de fresa? — La atención del bartender que yo había tratado de llamar, fue directamente a esa chica. Al inicio me moleste un poco, pero al volver a verla, entendí porque: su belleza era tal, que muy difícil pasaba desapercibida. 

 

—     Frambuesa. — Me aventuré a responder por ella, quien de inmediato me dirigió su mirada.

 

Y me sonrió.

 

Sus espectaculares labios rosas me mostraron su perfecta dentadura blanca. ¿Acaso mis ojos habían visto una sonrisa más perfecta? Creo que no. 

 

—     ¿Perdón? — Respondió el hombre tras la barra con sus cejas arqueadas y una mala mirada.

 

—     Dos de frambuesa, una para él y otra para mí. — Manifestó ella al instante, sin dejar de verme.

 

En ese momento, Kyungsoo — justo como ella lo había llamado—, se alejó de nosotros para ir a preparar las bebidas. Aprovechando que sólo una persona se interponía entre nosotros, me puse de pie del banquillo, y rodeé a esa persona para quedar finalmente junto a ella, cerca, muy cerca de su cuerpo.

 

—     ¿Si te gusta la frambuesa, verdad? — Pregunté tratando de mostrar confianza, y no perder la sonrisa de mis labios.  

 

—     A partir de hoy será mi sabor favorito. — Con un deje de timidez, me mostró una sonrisa que al instante, logró engancharme a ella.

 

No obstante, a pesar de todo lo que estaba comenzando a disfrutar, un problemita estaba presentándose en mí. Cada vez me era más difícil ser capaz de enfocar su rostro, y escuchar su voz con claridad. El maldito efecto del alcohol estaba jugando en mi contra, tanto, que empecé a ver doble. Y aunque no era mucho, me molestaba demasiado.

 

—     También será mi favorito a partir de ahora. — Agaché un poco mi cuerpo, recargándome junto a la barra luminosa de bebidas, para quedar a su misma altura, dándome la oportunidad de mirar más de cerca su perfecto rostro.

 

A los pocos segundos, un choque de cristales se escuchó. Cuando giré para ver que era, vi como Kyungsoo dejó nuestro par de bebidas, lanzando una mirada a mi acompañante que parecía ser cómplice, como su supiera lo que ella y yo estábamos tramando. E instintivamente sonreí, pues todo parecía indicar que ella también planeaba disfrutar la noche, junto a mí.

 

 —     ¿Qué hace un hombre como tú en un lugar como este? — Tomó su margarita con su esbelta y delicada mano derecha, la cual llamó mi atención por unos segundos.

 

—     ¿Un hombre como yo? ¿A qué te refieres? — Enfoqué mi vista un poco más hacía ella, deseando dejar de ver borroso. 

 

  —     Sí. Un hombre como tú, arreglado de esa forma. Demasiado elegante para un lugar como este. — Después de que dio un trago a su bebida, apoyó uno de sus codos sobre la barra.

 

Me miré unos segundos después de sus palabras, y recordé lo que estaba vistiendo: un traje tuxedo. Maldición, murmuré a mis adentros, cayendo en cuenta que no me había cambiado siquiera para ir a ese lugar. Ese maldito traje lo había comprado para la cena que había preparado especialmente para Min… Más los planes jamás salen como uno lo desea.

 

Después de verme, alcé mi vista para ver lo que esa chica vestía, y era muy diferente a lo que las típicas chicas usaban. Por la oscuridad no podía distinguir bien, pero usaba una remera negra con una chaqueta en color azul eléctrico y unos pantalones ajustados de cuero. Le quedaban perfectos, simplemente perfectos. Como si hubieran sido diseñados especialmente para ella. 

 

—     Quería ver si podía atraer a alguna belleza, y vaya que lo conseguí. — Acerque mis labios justo a un lado de su oído, susurrando esas palabras gracias a la soltura que el alcohol me estaba dando, y que yo normalmente no poseía.

 

La pequeña risa de sus labios, tan sólo me demostró que esto que ambos estábamos iniciando, le gustaba.  

 

Alejé mi rostro de ella, y tomé mi margarita de frambuesa con mi diestra, y la tomé de una sola vez. El efecto en mí, fue estupendo. La dulzura de la fruta inundó mi paladar de manera inminente, agregando a mi estado de embriagues un par de rayitas más. Mi cuerpo ahora se sentía ligero, y si antes veía doble, ahora veía todo triple, tanto que con dificultad podía distinguir la silueta de la chica frente a mí, más eso no me impediría divertirme y pasarla bien.

 

—     ¿Quieres pasarla bien esta noche? — Ella dejo su copa vacía sobre la barra, mirándome con profundidad y fijeza, con ese par de orbes cafés que me transmitieron un sentimiento que empezó a nacer en mí: la anticipación.

 

—     Claro que quiero. — Articulé volviendo a acercarme a ella, logrando rozar el filo de sus caderas sobre el cuero de su pantalón, percibiendo algo de lo que antes no había sido consciente: su delicioso aroma a cítricos, que daban la impresión de gran frescura sobre su piel.

 

—     Perfecto. — Sentenció moviendo su rostro hacía mí, dejando nuestros labios a tan sólo milímetros de distancia. — Entonces, encuéntrame.

 

 Lo último que pude escuchar de ella antes de que desapareciera de mi vista, fue la risa juguetona de sus labios que se perdió entre el eco de la música, junto a su silueta que se adentró a la pista de baile, escondiéndose entre las personas que se movían al ritmo de la música. Ante eso, también reí. El juego que estábamos iniciando, me parecía muy interesante. No, esa no era la palabra correcta para describir esto, no… Delirante, esa era la palabra más cercana a lo que yo estaba sintiendo.

 

Me di unos poco segundos para controlar mi estado etílico. Con franqueza, mi mente no estaba del todo consciente de lo que estaba haciendo. Sabía que si estuviera sobrio, esto me parecería una completa estupidez. Seducir a una desconocida, ¿en qué mundo yo haría eso? No obstante, ahora, en estos momentos y en este estado, me parecía la idea más perfecta del mundo.

 

Al menos, esto hacía que ya no pensará más en Min.

 

Cuando me di el tiempo a recomponerme y controlar el mareo de mi cuerpo, caminé a paso firme en dirección a la pista de baile, atravesando aquella multitud que bailaba extasiada la música que el DJ reproducía. 

 

«Smoky girl Smoky girl Smoky girl Smoky girl, Girl»

 

Una nueva canción se reprodujo en las bocinas estruendosas del club, y reí al escuchar la frase de la canción. «Chica de humo». Justamente la mujer a la cual seguía era una chica de humo. Aparecía y desaparecía de mi vista provocando que la siguiera por todas partes.

 

«She, She was Smoky girl (She was Smoky girl) »

 

Me hallé en medio de la pista de baile, mirando vorazmente a mí alrededor tratando de encontrarla. Una gran ventaja era mi altura, me permitía ver sobre la cabeza de las demás personas. Sin embargo, esa chica era de baja estatura, por lo cual se me dificultaba el poder encontrarla. Así, empecé a ponerme ansioso al no verla.

 

Pero esto cambió al instante cuando unas delgadas manos me rodearon desde la espalda, hasta posarlas sobre mi abdomen formando un fuerte abrazo. No me desconcerté, sabía perfectamente de quien se trataba: era ella, la chica que había captado mi atención en tan sólo unos segundos. Instintivamente me giré sobre mis talones, confirmando lo que ya sabía. Ella estaba frente a mí con una flamante sonrisa, sus ojos cerrados mientras se dejaba llevar por el ritmo de la música, entregándome una sensación magnifica que no recordaba haber vivido  en mi vida. Por ello, y sin dudarlo más, deslicé mi par de grandes manos hasta la estrecha cintura de ella, empezando juntos un baile en el cual dejábamos ver el deseo que empezaba a despertar en nosotros. 

 

Conforme la música avanzó, me quede sin aliento. Las caderas de esa chica se movían de una forma espectacular. Intenté controlar mis manos pero fallé terriblemente cuando las deslicé desde su cintura hasta sus caderas bailando al ritmo de ella: esos movimientos tan sólo lograban provocarme. Al poco tiempo, sentí sus manos subir desde mi espalda baja hasta mi cuello, dando suaves y delicadas caricias en la piel de aquella zona, volviéndolo loco con su sensualidad. 

 

«Tush, tush»

 

Cerré mis ojos debido al goce, rondando una pregunta en mi mente: ¿Cómo se sentiría la piel de aquella chica bajo mis manos?

 

Al solo imaginar la textura, mis labios dejaron escapar un suspiro que fue captado por ella al chocar mi aliento cálido sobre su mejilla. La reacción que tuvo ante ello, fue maravillosa: sus dedos comenzaron a jugar con mi cuero cabelludo, dando sutiles masajes en el que tan sólo lograron soltar más mi cuerpo y relajarme. Ella sabía perfectamente lo que hacía y como lo hacía.

 

No dude más, y volví mis manos de nueva cuenta a su cintura: sin embargo, esta vez las introduje bajo la prenda que cubría la parte superior de su cuerpo, y, al sentir su piel, perdí la razón. 

 

La suavidad de su cuerpo no podía compararse con nada, lo más cercano a ello eran los pétalos de rosas o el algodón. Sólo eso podía compararse a la textura de su piel que era suave, tersa, tanto, que me provocó ganas de morderla, besarla, lamerla, succionarla y marcarla. 

 

Ante mis propios pensamientos, me asusté un poco. Jamás había pensado de esa forma, ni siquiera con Min. Pero ahora no estaba con ella. Ahora me encontraba con una hermosa chica desconocida, y quería probarme a mí mismo que yo era capaz de provocar esta clase de sentimientos en alguien más, justo como esta chica provocaba cosas en mí.  

 

—     Dios, tu piel es perfecta. — Bajé mi rostro hasta situarme a un costado de su oreja derecha, dejando caer mi aliento sobre su piel. Ella tembló inmediatamente entre mis manos. Entonces lo entendí. Yo causaba un efecto colosal en ella. 

 

—     Gracias. — Recitó en tonó bajo que no pude distinguir muy bien a causa de la música, pero aun así la había escuchado.  

 

—     No tienes que agradecer… — Respondí. — Es un placer poder sentirla… — Reí suave sobre la misma zona, y de nueva cuenta ella tembló. Ante esa reacción, no pude evitar morder mi labio inferior.

 

Mi cuerpo empezaba a calentarse.

 

La última bebida me había dado el empuje necesario para desatarme y dar rienda suelta a mis deseos. El calor había aumentado considerablemente en mi cuerpo, no sabía si era por el calor de la pista de baile, el alcohol o la sensualidad que esa chica emanaba hasta por los poros, pero fuera lo que fuera, me estaba encantando. 

 

De un momento a otro abrí mis ojos y lo que vi con ellos, incrementó el calor en mi cuerpo. En esa posición, podía ver a la perfección su cuello blanquecino, en el cual, se notaban pequeños lunares que daban un aire adorable a su piel. No pude resistir más.

 

El agarre de mis manos sobre su cintura se intensificó y la apegué completamente a mí, sintiendo perfectamente nuestras caderas chocar, haciendo que un gemido brotara de sus labios, enloqueciéndome.

 

Sin pensarlo dos veces, pegué mis labios sobre la piel de su cuello, dando un pequeño beso en esa zona, que terminó por estimular a la chica, pues de inmediato, sentí como los suspiros empezaron a escucharse en un suave y gentil canto de sus labios, mientras sus manos se paseaban entre las hebras de mis cabellos, en un toque era asombroso. Ahora que sabía lo que provocaba en ella, fue más fácil dar rienda suelta a mis deseos. Tratando de ser gentil, dejé una mordida sobre su cuello, soltando ella al instante otro gemido que, aunque no lo haya planeado, comenzó a excitarme.

 

¿Cómo es que ella provocaba todas estas reacciones en mí? ¿Cómo me había excitado con tan poco, pero que a la vez, parecía mucho para mi cuerpo?

 

—     Esto es fantástico.  — Mi voz retumbó contra su piel que se erizó al sentir chocar mi aliento.

 

Deseaba más de ella. Necesitaba más de ella.

 

Con mis labios, fui rozando cada centímetro de su cuello hasta llegar a su mandíbula, sin dejar de tocar ni un segundo su exquisita piel. No podía, sabía que sería imposible. 

 

—     Ah. No hagas eso… — Dejó escapar en un suave suspiro, halando un poco de mis cabellos. 

 

—     ¿Por qué no? — Me sentí dubitativo al escuchar su voz en forma de esas palabras, no lo podía negar. Sin embargo, algo me decía que los motivos por los cuales ella quería que me detuviera, me favorecían. 

 

—     Punto débil. — Suspiró tan profundo, que incluso llegó a dejarme sin aliento. 

 

—     Por favor. Menos te dejaré si me dices eso. — Reí suave. 

 

Suspiré profundo sobre la piel de su mejilla, y fui subiendo en besos hasta su sien. Y lo que descubrí ahí se me hizo sumamente adorable: un lunar oscuro que se pintaba graciosamente sobre la piel de su sien derecha. No supe porque, pero me encantó. 

 

Desde su cintura, inicié un recorrido con una de mis manos hasta llegar a su rostro, el cual no pude evitar acariciar con la yema de mis dedos, sintiéndome profundamente maravillado. Sonreí y acaricie su lunar con la punta de mis dedos. Estaba enloqueciendo, tanto como yo a ella.

 

Fijé mí vista unos segundos más en su rostro, aumentando el apetito de mi cuerpo el triple. Esa mujer era hermosa, sensual y estaba empezando a desearla. Era imposible no hacerlo cuando estaba con sus parpados cerrados y labios entre abiertos, que trataban de coger aire y que jadeaban. Era demasiado, era imposible contenerse y seguir controlándome como lo había hecho hasta ahora.

 

Tenía que hacerlo, murmuré a mí mismo, tomé su mejilla izquierda con la palma de mi mano, e incliné mi rostro precipitándome hasta sus labios, y la besé.

 

Mis ojos se cerraron al momento justo en que nuestros labios rozaron por primera vez, siendo mi cuerpo recorrido por una sensación electrizante, que ella también sintió, puesto que su cuerpo tembló entre mis brazos, haciendo que ese momento, fuera aún más fascinante.  Yo tan sólo la aferré más fuerte, y me entregué por completo a esos delgados labios que me recibían con todo el gusto del mundo.

 

El beso, en primera instancia, empezó de forma torpe, como si nuestros labios estuvieran acostumbrándose a la nueva textura de los desconocidos. Pero eso cambió en cuestión de segundos, cuando pudimos por fin amoldarnos e iniciar un ritmo que jamás había experimentado en un beso: era húmedoapasionante y sobre todo necesitado. 

 

En ese punto, el mundo pareció desaparecer para mi durante un momento, tan sólo estaba ella y yo creando sensaciones, sentimientos que no creí poder sentir alguna vez.

 

Si llegaba a comparar esto con Min, con sinceridad, jamás había recibido un beso tan pasional por parte de ella, y en este momento, no desee tener alguno con ella. Estaba perfectamente bien recibir ese beso por parte de aquella desconocida.

 

Para nuestra mala suerte, nuestros pulmones reclamaron aire con urgencia. Con dificultad, detuvimos el beso, y separamos nuestros labios al tiempo que abríamos nuestros ojos: ante mí, vi la mirada más brillante que hubiera podido encontrar en mi vida.

 

Un interruptor que no conocía, se activó de inmediato en mí. 

 

—     ¿Tu casa o mi casa? — Pregunté cerrando de nueva cuenta mis ojos, apoyando mi frente sobre la de ella al tiempo que jadeábamos por la falta de aire.

 

—      Mi casa. — Respondió con un sentimiento que compartía con ella: emoción.

 

Abrí mis ojos y asentí, tomando con toda prisa su mano, para desaparecernos de aquel lugar en búsqueda de la oportunidad de poder terminar aquello que los dos estábamos anhelando en esos momentos.

 

 

 

(«»)

 

El sonido molesto del reloj despertador taladró mi cabeza de forma criminal, despertándome bruscamente. Bufé de inmediato y alcé mi brazo derecho hasta el buró, desde donde podía escuchar aquel pedazo de tecnología timbrando de una forma descomunal, como si estuviera burlándose del terrible dolor de cabeza que tenía a causa de la resaca con la que estaba despertando. 

 

Fruncí el entrecejo, no podía dejar que ese reloj se burlará de mí. Así que sin pensar más, presioné un botón al azar siendo el indicado, pues la habitación quedó en silencio. Sonreí, podría volver intentar dormir. 

 

Teniendo aún el fuerte dolor de cabeza, giré sobre la cama para quedar boca arriba. Sin embargo, realidad me golpeó: yo no tenía un reloj despertador, es más, lo que yo utilizaba para despertar era la alarma incluida en mi celular, y claramente el sonido no había provenido de él. Entonces, si había sonado algo que sabía perfectamente que yo no poseía, eso quería decir que… ¿No estaba en mi casa?

 

Rápido abrí mis ojos, topándome con el techo en color blanco decorado por múltiples estrellas fluorescentes. Me asusté. Mi habitación no tenía dichos objetos en el techo. 

 

Inmediatamente me senté sobre la cama, más un fuerte mareo me noqueó, provocando que me tumbará otra vez en el colchón.

 

 Dios, ¿qué era esto?

 

De forma más precavida giré mi rostro a los costados, y afirmé lo que temía: no estaba en mi apartamento. Tampoco era el apartamento de Jongin, Jongdae o de Minseok. No, este lugar jamás lo había visto en mi vida. Con calma, apoyé mis manos sobre la cama e intenté sentarme otra vez, y lo logré. Barrí con mi mirada aquella habitación, buscando algún indicio de que hubiera alguien más ahí, pero al parecer estaba solo. 

 

Me sentí aliviado. 

 

—     Chanyeol, ¿qué estupidez hiciste anoche? — Me reprendí y solté un gran suspiro. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo, no podía recordar mucho de lo que pasó la noche anterior. Pero tenía que hacerlo. 

 

Arrastré mi cuerpo por la cama hasta apoyar mis pies en el cálido suelo, y quité la sabana que me cubría. En ese momento me di cuenta de mi desnudez.

 

 

 

Calor golpeó mi rostro con fuerza y volví a cubrir mi cuerpo. Giré mi rostro intentando ubicar mi ropa y lo hice inmediatamente, esta estaba sobre un pequeño sillón frente a la cama: sin dudar más me levante aun cubriéndome con la sabana, y tomé mí bóxer colocándomelo enseguida, después cogí mi camisa blanca y cubrí mi torso. 

 

Sin embargo, las sorpresas no terminaron ahí. Cuando baje mí vista a mi pecho, me sorprendí sobre manera: marcas rojas se dibujaban sobre mi piel de forma indiscriminada, como si alguien hubiera succionado esa zona. Pero… ¿Cómo era eso posible? 

 

La cabeza comenzó a doler más de tan sólo pensarlo, por lo que volví a tomar asiento en la cama y cerré mis ojos masajeando mis sienes tratando de ordenar mi mente.

 

Recordaba a la perfección el momento en que había llegado al club junto a Jongdae, Minseok y Jongin. También estaba en mi mente la gran cantidad de alcohol que ingerí y que ahora me arrepentía por la terrible jaqueca que tenía. 

 

—     Algo falta, algo muy importante te estás saltando Chanyeol. — Dije a mí mismo, frunciendo mi frente. 

 

Cuando había terminado de beber el vodka, me había levantado para ir a la barra de bebidas, pero me maree, y entonces me apoyé sobre algo… No, alguien.

 

Momento…

 

—     ¡Claro! — Abrí mis ojos de golpe al recordar a como había apoyado mi mano sobre el hombro de una mujer.

 

Y vaya mujer.

 

Reí ante mi pensamiento, pero la ansiedad empezó a invadirme. Si mis cavilaciones eran ciertas, anoche yo había tenido sexo con una desconocida. Sí. Yo, Park Chanyeol, me había acostado con alguien a quien no conocía y lo peor de todo: no recordaba nada de aquel acto y menos, el rostro de la chica. Sólo venía a mi mente aquella mirada espectacular, sus labios seductores, deliciosos y el lunar adorable sobre su sien.

 

Anoche yo había actuado por impulso, por coraje, por despecho y por ego. Por todos esos motivos había terminado en las sabanas de otra mujer, otra que no era Min. Demonios, ¿ahora que debía hacer?

 

 De inmediato, empecé a arrepentirme. 

 

Suspiré virando mi rostro a la izquierda, y a menos de un metro de mí había una puerta corrediza. Me puse de pie yendo hasta ella deslizando rápidamente una de las puertas, pero la luz del sol dio de lleno contra mi rostro, cegándome por unos segundos. Cuando pude acostumbrarme a la iluminación natural, dirigí mi vista hacia afuera, y me sorprendí demasiado al reconocer el paisaje frente a mí. Me encontraba en Myeong-dong. Yo vivía también en esa zona de Seúl, además de que el restaurante que yo tenía estaba ubicado en esta misma zona.

 

¿Esto era una casualidad? 

 

Cerré de nueva cuenta la puerta corrediza porque la luz empezó a empeorar el dolor de cabeza. Sin embargo, cuando me giré sobre mis talones y vi de nueva cuenta a la cama, pude ver una nota pegada al reloj que momentos antes me había despertado. Sin dudar, me acerque al dispositivo y antes de leer el papelito me sorprendí al ver la hora, eran las cinco de la tarde

 

¿Cuánto había dormido?

 

Suspiré profundo y tome el papelito entre mis dedos, comenzando a leer.

 

 “¡Hola! ¿Qué tal dormiste? Espero que bien. Disculpa no estar aquí en estos momentos, pero tenía algo que hacer y por eso no pude quedarme. Intente despertarte para que regresaras a tu casa… ¡Pero tienes el sueño demasiado pesado! Parecías una roca, jajajaja. Eres difícil, en verdad. Por cierto, tenía la seguridad de que amanecerías con resaca, por lo que en la mesa del comedor dejé una botella de agua y aspirinas para que puedas tomar y sentirte mejor, además preparé sopa de haejangguk, te aseguró que lo necesitarás. Si se enfrió puedes calentarlo en la estufa. Bien, creo que es todo. Yo… Cuídate de regreso a tu casa. B”.

 

Mis labios formaron una pequeña sonrisa después de leer. Aunque me sentía arrepentido de lo que haya podido haber hecho la noche anterior, el detalle y la preocupación que ella tuvo hacía mí, me llenó de calidez.

 

Giré mi cuerpo hacía la salida de la habitación, la cual no tenía puerta. Tan sólo una pared frente a la cama, una estantería de vidrio y madera a un costado dividía ese lugar del resto del apartamento, teniendo probablemente el único propósito de crear la sensación de más privacidad e intimidad en la recamara, ya que todo se encontraba básicamente en la misma habitación. 

 

Por otra parte el comedor estaba entre la recamara y a la sala de estar, en donde mismo se encontraba un escritorio, una televisión de plasma en la pared y lo que parecía ser un armario, donde ella seguramente guardaba su ropa. La pequeña cocina se encontraba a un costado de la pared de la recamara, y el baño se hallaba junto a la pared del escritorio.

 

Cuando terminé de echar el rápido vistazo al apartamento, jalé una de las dos sillas del pequeño comedor y me senté en ella tomando la caja de pastillas. Saqué dos aspirinas de ella, para ponerlas posteriormente en mi boca y coger la botella grande de agua, dando un largo sorbo que me ayudaría a pasar las pastillas. En el justo instante que el agua tocó mis labios, me supo a gloria. 

 

Al terminar de beber el líquido vital, pasaron unos minutos y mis sentidos se empezaron a despejar. Fue ahí cuando mi nariz captó un aroma que me resultaba muy familiar, era un olor a cítricos. 

 

Cerré mis parpados y me concentré tratando de recordar más de la noche anterior. Sin embargo, nada llegaba a mi mente, tan sólo imágenes borrosas y espacios blancos entre mis recuerdos. 

 

Aun así, aquel aroma empezó a crear estragos en mí. Es como si mi cuerpo comenzará a recordar la noche  anterior, como si ese aroma fuera estimulante para él.

 

—     Chanyeol, basta. — Me dije volviendo a ponerme de pie.

 

Caminé un poco más para llegar a la cocina, en donde sobre la estufa se destacaba una cacerola, era el haejangguk que ella había preparado para bajarnos la resaca, ya que seguramente ella debió haber despertado mínimo con un dolor de cabeza. 

 

—     Veamos. — Murmuré llegando hasta la estufa, y quité la tapa de la cacerola: el aroma que llegó a mí, me impacto. Era demasiado delicioso, que a pesar de mis mareos, no llegó a provocarme asco. 

 

Con tan sólo juzgar el aroma de la sopa, pude anticipar que ella era una excelente cocinera. Toqué la cacerola y sentí que aún estaba caliente, lo que me dejó saber que no tenía mucho de haberse ido de ahí, y ese pensamiento me hizo desear haber despertado a su lado.

 

Aun concentrado en mis pensamientos, busqué un plato hondo en uno de los gabinetes. Cando lo encontré, lo tomé y con una cuchara grande que estaba a un costado de la estufa me serví. Con el puro aroma me sentí mejor.

 

Segundos más tarde me senté en la silla de nueva cuenta, y empecé a comer. Si el aroma era delicioso, el sabor era simplemente exquisito. 

 

—     Debe ser chef. — Me quedé pensando e instintivamente reí. Pues Min también lo era.

 

 Sacudí mi cabeza intentando apartar el nombre de mi ex novia de mi mente, y me concentré en observar el apartamento una vez más, notando algo que antes no había visto. En la pared  que estaba a mi costado, había una serie de fotos polaroid colgadas en un cordón, siendo sujetadas con distintas pinzas de colores.

 

Ante ello, mi corazón empezó a latir fuertemente, porque seguramente podría ver fotos de la chica con la cual había pasado la noche. Apuré a comer la sopa, y cuando terminé, me puse de pie para observar las imágenes. No obstante, lo único que podía ver en ellas era a un chico. 

 

En la primera imagen se veía a un hombre de pelo corto y castaño haciendo una señal de paz con mano derecha, al mismo tiempo que sostenía una sartén con su otra mano mientras cocinaba, vistiendo ropa casual y sin mirar a la cámara. 

 

Sin saber porque, mi corazón volvió a dar un brinco y fruncí el entrecejo. 

 

En la siguiente imagen se mostró una escena muy similar, pero esta vez el chico portaba un traje blanco de chef, como los que Jongdae y Minseok solían usar. Acerque más mi vista y pude distinguir un poco el rostro del chico el cual estaba cocinando de nueva cuenta, sin embargo había un mensaje escrito el cual no dudé en leer.

 

 —     “¡Oppa Fighting!” — Leí tratando de entender la situación. 

 

Seguí mi vista por las imágenes, y ese chico seguía apareciendo en todas las fotos. En algunas salía acompañado o cocinando, pero todas esas dejaron de interesarme, debido a la última que llamó mi atención. 

 

—     Se parece a ella. — Murmuré apretando los extremos de la pinza que sostenía la fotografía, para poder quitarla de ahí y sostenerla en mí mano.

 

Miré fijamente a esa persona y sonreí. Sí. Era ella.

 

En la foto, ella estaba abrazada a una almohada, dejándome ver aun así la perfección de su rostro, mostrando únicamente su costado derecho. Paseé mi mirada por esa imagen con más detenimiento, mirando el delineador negro rodear sus parpados, admirando esa fantástica sombra de sonrisa, rematando la hermosura de esa mujer con el adorable lunar sobre su sien.  

 

—     Creo que me llevaré esto. — Mascullé y bajé mi vista por la foto, leyendo el mensaje que tenía escrito al pie de esta. — “Let’s fun tonight! B.” — ¿B? 

 

Inmediatamente recordé donde había visto esa inicial. Me volteé y caminé de vuelta a la recamara y cogí el papelito que había leído antes, comprobándolo. Esa nota también tenía escrito “B.”, ¿acaso sería la inicial de su nombre? Era posible, aunque no estaba seguro si quería saberlo, eso sería más personal y no sabía si quería volver a verla o no. 

 

Suspiré. Dejé la nota y la foto sobre la cama para poder tomar mis pantalones y ponérmelos, después tomé mi saco colocándolo sobre mi cuerpo. Cuando estuve completamente vestido, volví a coger las cosas que dejé sobre la cama y las guardé en el bolsillo de mi saco.

 

Decidí que no volvería a verla o a buscarla, fuese lo que hubiera pasado, había sido cosa de una noche. Yo tenía que seguir mi camino lejos de cualquier tipo de relación, pues aún tenía que recuperarme por lo de Min. 

 

Y con esos pensamientos en mente, caminé hacía la salida y me detuve en el pequeño vestíbulo donde se encontraban mis zapatos, me los coloqué rápidamente y viré mi rostro a la izquierda encontrándome con la zapatera. Sin embargo, algo se me resultó extraño.

 

En aquel lugar había solamente calzado de hombre. Por más que buscara, no había tacones o sandalias, no, lo único que había ahí eran zapatos deportivos, botas de hombre y pantuflas de hombre. Esto no me estaba dando buena espina. ¿Acaso ella vivía con un hombre? ¿Su novio, su hermano?

 

¿Con quién rayos me había metido? 

 

—     Siempre metes la pata Chanyeol. — Me reprendí terminando de colocarme los zapatos, y sin esperar más, giré la perilla de la puerta y atravesé esta para salir finalmente de aquel lugar.

 

Cuando me vi en el pasillo, comencé a caminar hacía el elevador que se veía a la distancia.

 

Justo cuando llegué frente al asesor, escuché una melodía provenir de mi saco, era mi celular. Rápido lo saque y miré la pantalla sintiendo un escalofrió, era Minseok. Dios, ¡me había olvidado por completo de hablar con él! Seguramente anoche ni siquiera me había despedido de él, porque si así hubiera sido, lo más probable es que él no me hubiera dejado ir. 

 

Me recargué en la pared a un costado de los botones del elevador, y suspiré mirando el nombre de Minseok en la pantalla. No deseaba contestar porque seguramente me iba a reprender, pero tenía que hacerlo. 

 

Deslicé mi dedo sobre la pantalla con algo de duda de contestar, y coloqué el móvil sobre mi oído,  más al segundo siguiente tuve que alejarlo de mí al escuchar los gritos que daba la voz al otro lado. 

 

—     ¡Hasta que te dignas al contestar el maldito teléfono! ¿Dónde carajo estás Park Chanyeol? ¡¿Por qué anoche no dijiste que te ibas, eh?! Estuve a punto de llamar a la policía. — Cuando terminó de hablar, el elevador abrió sus puertas dejando salir a unas personas. De inmediato me di media vuelta dando la espalda, pues no conocía a nadie y no estaba completamente seguro de mi aspecto físico. 

 

—     Lo siento. — Respondí. — Estoy en Myeong-dong, ¿estás en el restaurante? — Pregunté asegurándome de que todos hubieran salido. Cuando lo hice entré rápido y presioné el botón que me llevaría al vestíbulo del lugar.

 

—     ¿Qué? ¿No planeas decirme con quién te fuiste a noche? Y sí. Aquí estoy. Incluso Jongdae que no podía sostenerse anoche vino a trabajar temprano, cosa que tú no… — Acusó con sus palabras.

 

—     Ya, lo siento. — Suspiré profundo mirando hacía al pasillo mientras las puertas se iban cerrando. En ese preciso momento, un chico corrió hacía el elevador donde yo me encontraba y detuvo las puertas para coger una bolsa que yo ni siquiera había notado.

 

Por curiosidad lo miré pero él no me regreso la mirada, al parecer estaba tan agitado que ni siquiera se había percatado de mi presencia, y así tan rápido como había entrado, ya había salido de ahí en dirección al pasillo. Lo ignoré, pero lo que llamó mi atención fue una esencia a cítricos  que inundo mis fosas nasales justamente cuando él salió de ahí. Era el mismo olor que percibí en la piel de esa chica, era el mismo con el cual había despertado esta tarde. Era su aroma. Pero no logre entender porque lo percibí cuando ese chico entro… ¿O es que ese aroma era demasiado común? 

 

—     ¿Chanyeol, estás ahí? — La voz de Minseok me sacó de mis pensamientos. Ahora él sonaba preocupado.

 

—     Sí, aquí sigo. Iré directo al restaurante, así que no te preocupes. — Respondí. — Nos vemos.

 

—     De acuerdo. Cuídate. Te esperamos. — Contestó seguido de mí, y colgué. 

 

Pocos segundos pasaron cuando las puertas del elevador se abrieron, dejándome ver el hermoso lobby de aquel edificio. Por tanto, comencé a caminar para salir del edificio, pero conforme más me alejaba de ahí, más intranquilo me sentía, era como si dentro de toda esta situación que estaba viviendo desde anoche, no cuadrara del todo. 

 

Saqué la foto que había tomado del apartamento y sonreí con estupidez. Este sería el recuerdo de un Chanyeol que jamás volvería a ser.

 

Guardé la foto de vuelta al bolsillo, y me eché a andar hacía el restaurante.

 

 

 

(«») 

 

 

 

La tranquilidad llegó a mí, cuando vi ante mí el gran letrero con el nombre «Jeongtong Goog» grabado sobre la maderaEra el nombre que mis abuelos le habían puesto al restaurante que yo manejaba desde hace dos años, cuando ellos, habían fallecido.

 

 

 

La pérdida de mis abuelos fue un momento demasiado difícil en mí vida, pues desde que tenía uso de razón yo había estado viviendo con ellos a causa de que mis padres viajaban por el mundo haciendo negocios, y mi hermana vivía en Estados Unidos, desenvolviéndose como una diseñadora de modas. Ellos me habían criado, por ellos fue que logre salir adelante en mi vida, incluso llegué a hacer mi carrera en gestión y finanzas para ser capaz de manejar el restaurante que mis abuelos con tanto esfuerzo, habían sacado adelante.

 

«Jeongtong Goog» era uno de los restaurantes más famosos en la zona centro de Myeong-dong. Eso había sido logrado únicamente gracias a la calidez del lugar que mis abuelos siempre se encargaron de transmitir a los comensales por más de treinta y cinco años.

 

Tras su muerte, las cosas cambiaron drásticamente. No sólo tuve que sufrir la perdida de los seres que consideré como mis padres, también tuve que pasar por la dificultad de perder a la mayoría de nuestro personal que renunció creyendo que las cosas no irían bien a partir de ese momento. Y así estuvo a punto de ser, si no fuera porque Minseok y Min habían venido a mi rescate.

 

Minseok incluso renuncio a su trabajo como chef en jefe en cocina internacional y especialización en cocina coreana moderna en un restaurante de lujo en Gangnam-gu. Y Min había llegado hasta mí por recomendación de Minseok como chef especializada en cocina tradicional coreana. Y desde el primer día, no pude dejar de verla. 

 

Su sonrisa, su mirada, su sentido del humor y su dedicación al trabajo me habían hecho enamorarme de ella: sin embargo, ahora ese sentimiento debía morir, porque tendría que verla en el restaurante aun después de nuestra ruptura.

 

Sabía que los momentos difíciles para mí apenas estaban por llegar. 

 

Permanecí unos momentos más quieto frente al restaurante, hasta que pude salir de mis meditaciones. De inmediato, empujé la puerta con la palma de mi mano, y entré en el restaurante mostrando una gran sonrisa ante los clientes: me ponía contento ver el lugar lleno, pues eso me hacía saber que estamos haciendo un buen trabajo. 

 

—     ¡Minseok! — Mencioné el nombre de mi amigo cuando entré a la cocina, saludando en el trayecto a los demás trabajadores. — ¿Minseok? — Volví a llamar su nombre, encontrándolo por fin frente a una de las parrillas preparando un platillo. 

 

—     ¡Chanyeol! — En el justo momento que me vio es como si la vida hubiera vuelto a sus ojos, ¿tan preocupado estaba por mí? 

 

—     ¡Tú! Pedazo de troglodita. — Recibí un golpe en mi nuca con un utensilio de cocina y sentí como si estuvieran martillando mi cabeza un sinfín de veces. Gruñí y cerré los ojos tomando mi cabeza, ejerciendo presión en un intento por aliviar el dolor que aún negaba a irse. — ¡Es lo que te mereces por preocupar a Minseok! ¿Sabes cuantas veces te llamó? ¡Cincuenta! ¡CINCUENTA VECES!  

 

—     ¿Cincuenta? — Al escuchar a Jongdae, me giré inmediatamente hacía Minseok. — ¿Es en serio? — Él tan sólo rodó los ojos. 

 

 —     Tal vez. No las conté, estaba preocupado porque Jongin me dijo que anoche te vio salir con una persona. — Colocó su atención de nueva cuenta al platillo que estaba preparando. — Dijo que estabas demasiado borracho. Temí que estuvieran secuestrándote pues jamás habías hecho eso. — Alzó su ceja y me miró.

 

Y lo sabía. Sabía perfectamente que yo no era de esos hombres. Jamás  había cruzado por mi mente meterme en la cama de una mujer desconocida. Esos principios me habían sido inculcados por mis abuelos. Pero cuando uno bebe y acaba de tener una ruptura amorosa, todo puede pasar. 

 

—     Por eso mismo. — Comencé a recitar rascando mi nuca. — Estaba tan borracho que no supe lo que hice… Pero creo que pase una noche fenomenal. — Sonreí al instante, y la mirada de Jongdae se posó sobre mí, incomodándome un poco.  — Y… ¿Min? — Pregunté intentando cambiar de tema.

 

Aunque Min no era el mejor de todos. 

 

—     Ha de estar en su casa, Chanyeol. — Respondió Minseok mirándome con lastima. Sabía que las cosas serían difíciles para ambos trabajando en el mismo lugar.

 

—     ¿Y con quien te fuiste? — Preguntó Jongdae tratando de regresar al tema anterior.

 

—     La verdad no sé. No tengo idea quien era esa chica. — Reí olvidándome un poco de Min e ignorando la expresión de sorpresa que ambos me dedicaron por mis palabras. — Es mejor así.

 

Asentí suavemente pensando un poco más en la chica, recordando la imagen que traía de ella en el bolsillo de mi saco. Más no les mostraría la foto a ellos, y menos a Jongdae. 

 

—     ¿Y es bonita? — El que preguntó esta vez fue Minseok.

 

—     Uhm. — Asentí con ese sonido de mis labios, confirmándolo con el movimiento de mi cabeza, tratando de no sonreír tanto. Me sentía emocionado a pesar del remordimiento y arrepentimiento, ¿era eso normal? — Tiene unos ojos cafés hermosos y brillantes junto a unos labios muy suaves… Pero su aroma a cítricos es muy… Adictivo. — Mascullé sin pensar en mis palabras.

 

—     ¿Y Min? — Al escuchar el nombre de mi exnovia de los labios de Jongdae, provocó que la burbuja que se había creado a mí alrededor al hablar de mi conquista de la noche anterior, se rompiera. 

 

—     Ella… Nada, ¿qué puedo hacer? — Alcé los hombros con una sonrisa triste. — No pretendo rogar o pedir una oportunidad. Ella no desea estar conmigo, no tendría sentido. — Suspiré desviando mi rostro a las manos de Minseok, quien con agilidad daba los últimos toques al platillo. 

 

—     Deberías ir a descansar. Tienes una cara de perro. — Minseok tomó el plato entre sus manos entregándoselo a uno de los meseros, después de las hermosas palabras que me había dirigido. 

 

—     Creo que tienes razón. — Murmuré, y asentí.

 

Minseok estaba en lo cierto. Tenía que descansar en mi casa, con mis muebles, con mi aroma, lejos de todo, lejos de Min y esa chica. 

 

—     Deja todo en nuestras manos. — Jongdae mostró su sonrisa ladeada en la cual no confiaba, pero estando Minseok ahí podía hacerlo. 

 

—     Cualquier cosa, llámenme a mi teléfono. — Dije al mismo tiempo que me despedí y salí de la cocina.

 

Salí rápidamente del negocio, y cuando estuve parado en la acera, suspiré profundamente. Quería llegar a casa, quería llegar a darme una larga ducha y dormir, desear olvidarme por un momento de todo lo que había acontecido en mi vida desde la noche anterior.

 

 

 

A toda prisa inicié mi andar. Este día había decidido caminar y no por querer mantenerme en forma, sino porque las náuseas comenzaron a atacarme de nueva cuenta y no quería verter todo el contenido de mi estómago en el tapiz de algún taxi. No, no quería hacer el ridículo. 

 

Por ello aproveche que el edificio donde yo residía está a tan sólo diez minutos a pie del restaurante, por lo que fui caminando por aquellas calles concurridas de gente, lo que conllevaba a ruido, el cual, hacía estragos en mi cabeza debido a la resaca. 

 

Mientras daba pasos cansados por la banqueta, iba mirando hacia los negocios que se encontraban en la zona. En su mayoría eran restaurantes y tiendas de productos como ropa, zapatos, accesorios, maquillajes y productos naturales faciales, con mercadotecnia dirigida principalmente a los jóvenes quienes eran los clientes potenciales.

 

Pasé frente a una tienda de ropa de mujer y me detuve frente al aparador, suspirando. La ropa que tenía puesta el maniquí me recordó demasiado a esa chica.

 

 ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?

 

Tal vez porque me hizo sentir bien aunque no lo recordaba. Tal vez porque viví una experiencia irreal para mí. Tal vez… ¿Me gustó? 

 

Sacudí mi cabeza y reanudé mi andar directo a mi apartamento. No podía estar pensando esa clase de estupideces cuando apenas ayer había sido desechado por Min, a la cual yo juraba amarla, pero… ¿Sí la amaba? ¿No habría sido costumbre la razón por la que yo estaba con ella? Y aunque fuera así, no podía pretender iniciar algo nuevo con una desconocida. No tenía sentido para mí.

 

Puse atención de nuevo a mis pasos, y sin darme cuenta, me vi frente al edificio donde yo residía por lo que rápidamente entré a este con una única cosa en mente: subir al elevador y llegar lo más rápido posible a mi apartamento.

 

—     ¡Buenas tardes señor Park! — Escuché el saludo por parte del portero del edificio. Así que con resignación, me detuve e hice una inclinación regresando el saludo. Cuando terminé, me enderecé y pretendí salir de ahí, pero él me volvió a detener. — En la mañana su novia le dejó un sobre.

 

Escuchar sus palabras, provocaron un temblar en mi cuerpo. 

 

—     ¿Un sobre? — Caminé a la recepción donde él se encontraba y asintió, entregándome un sobre grande en color manila, el cual tomé inmediatamente. 

 

—     Le dije que podía subir hasta su apartamento aunque usted no estuviera, pero ella se negó y me pidió de favor que se lo entregará. — Habló formalmente dedicándome una mirada. — ¿Hice bien? 

 

—     Sí. — Elevé mi vista a él e intente mostrar una sonrisa. Volví a hacer una reverencia y me despedí, girando mis talones directo al elevador, acelerando mi paso. Si no lo hacía, posiblemente mis piernas perderían fuerza. 

 

Para mi fortuna, el elevador estaba abierto y desierto, por lo que corrí y me adentré a este pinchando el botón del piso número quince, donde yo vivía. Cuando las puertas se cerraron finalmente, me recargué en la pared y abrí a toda prisa el sobre.

 

Tenía un mal presentimiento. 

 

—     ¿Qué  es esto? — Me pregunté abriendo mis ojos en demasía, al ver que era lo que tenía en mis manos. — Carta de renuncia… — Leí en voz baja y suspiré profundo, intentando controlar mis sentimientos. 

 

Min no se había encargado solamente de terminar nuestra relación amorosa, ahora, se estaba encargando de tirar el trabajo que con tanto esfuerzo nos había costado levantar el restaurante.

 

Maldición

 

Maldije internamente arrugando el papel entre mis manos. ¿Qué haría sin ella? 

 

Salir adelante. Respondió mi subconsciente en el preciso momento que las puertas del elevador se abrieron en mi piso y, sin más retraso, salí de ahí para llegar hasta la puerta de mi apartamento. Estando ahí, saque las llaves de un bolsillo oculto de mi saco y de inmediato abrí la puerta, adentrándome a mi hogar cerrando la puerta tras de mí. 

 

Me saqué los zapatos al igual que el saco dejándolo tirado en medio de la sala de estar, yendo directo al sofá dejándome caer sin energías, lanzando después la carta de renuncia sobre la mesa central. 

 

—     ¿Qué hago ahora? — Giré mi cuerpo para quedar boca arriba, al mismo tiempo que miraba el techo alto de mi sala de estar. 

 

Y en ese preciso momento, recordé las estrellas fluorescentes en la habitación de esa chica. Seguramente su cuarto lucía muy lindo de noche. Imaginando dicha escena, cerré mis ojos y suspiré profundo con una pequeña sonrisa. Pensar en esa desconocida me ayudaba a dejar de pensar tanto en Min, y tal vez es lo que debería hacer en esos momentos. Pensar en ella y dejar a Min a un lado. 

 

Me puse de pie y cogí mi saco que estaba tirado sobre el suelo, sacando la foto y la nota de esa chica, volviendo a ver detenidamente su rostro. Era linda, demasiado, aunque su cabello fuera demasiado corto como para una mujer, aun así le sentaba de maravilla.

 

—     ¿Debería ir a buscarla un día y agradecerle? — Me cuestioné quedando pensativo, pero rápido descarte la idea. Si hiciera eso sería acoso.

 

Mi mente se fue revolviendo poco a poco con la situación de Min y la desconocida, por lo que decidí poner un alto a ello, y la mejor forma era tomando una ducha refrescante.  

 

Comencé a sacar todas las cosas que tuviera en los bolsillos de mis pantalones para llevar estos a la canasta de ropa sucia antes de meterme al baño. Sin embargo, cuando llegué al bolsillo trasero derecho de mi pantalón, no encontré nada.

 

¿Dónde carajos estaba mi cartera?

 

 

 

Como loco empecé a revisar de nueva los bolsillos de mi pantalón y después los bolsillos de mi saco, pero nada, mi cartera no estaba ahí. Lo que me faltaba, ahora había perdido mi cartera con mis identificaciones y tarjetas de crédito. 

 

No pude hacer otra cosa más que tirarme al suelo y reírme de mi desgracia. Tan solo faltaba que un perro orinara mi pantalón, y con la suerte que tenía, no dudaba que eso fuera a pasar en algún momento si me acercaba a uno. 

 

Justo cuando pensaba en arrancarme los cabellos de la desesperación, el teléfono de mi casa sonó logrando sacarme un susto. Me levanté con cansancio, y lo cogí sin fijarme quien era.

 

—     ¿Bueno? — Pregunté tratando de contar hasta diez. Estaba seguro que si la persona al otro lado del teléfono decía algo que no me agradaba, terminaría explotando. 

 

—     ¿Señor Park? Disculpe la molestia de nuevo. — Reconocí la voz del portero. — Aquí está un chico diciendo que encontró su cartera y que quiere entregársela a usted personalmente. Ya verifique esta y sí trae sus identificaciones, ¿qué le digo? ¿Lo dejo pasar o le digo que me deje a mí su cartera? — Nunca en mi vida me había sentido tan satisfecho de escuchar la voz del portero, era la primera vez que me venía con buenas noticias.

 

—     Déjalo que suba, de paso le daré algo como agradecimiento por regresar mi cartera. — Respondí con alivio al tiempo que colgué el teléfono, y me senté de nuevo en el sofá. Al fin algo estaba saliendo bien ese día.   

 

Decidí no quedarme en el sofá y me puse de pie caminando directo a la puerta: lo mejor sería esperarlo en el pasillo, así aquella persona podría verme y sería más fácil localizar mi apartamento.

 

Cuando tome la perilla de la puerta y la giré abriéndola, me sorprendí al ver a un chico de baja estatura frente a mi puerta, con la mano alzada en puño como si hubiera estado a punto de tocar. Lleve mí mirada hasta su otra mano y automáticamente sonreí: en efecto, él tenía mi cartera en sus manos.

 

—     Hola, tú eres quien encontró mi cartera, ¿cierto? — Pregunté para verificar, con una gran sonrisa debido a la alegría que tenía porque algo había salido bien en mí día.

 

—     Sí. — Al darse cuenta que aún seguía con la mano alzada, rápidamente la bajó, mostrando una sonrisa nerviosa, provocando que sus acciones me dieran algo de risa. — Aquí tienes. — Extendió la mano entregándome la cartera, la cual tomé con gran alivio. 

 

—     Gracias. ¿Gustas pasar a tomar algo? Digamos que es como un agradecimiento por habérmela regresado. — Miré fijamente a él mostrando mi cartera para que supiera de que hablaba, más algo en él llamó mi atención, es como si lo hubiera visto antes, pero no lograba recordar donde.

 

—     ¡Por supuesto! — Dijo de inmediato, mostrándome una sonrisa aún más amplia que la que había mostrado segundos antes.

 

Y mi corazón, tembló durante unos instantes.

 

 

 

—     Pasa… — Murmuré haciéndome a un lado para que pudiera entrar, y cuando paso a mi costado, percibí que su cuerpo olía a cítricos.

 

Comencé a sentirme extraño con su presencia.

 

 

 

—     Gracias… ¿Park Chanyeol? — Dijo al tiempo que quitaba sus zapatos deportivos, y cogía un par de pantuflas para invitados que tenía en mi zapatera. 

 

Yo tan solo asentí  y lo seguí con la mirada cuando se adentró a la sala de estar. Estaba usando unos vaqueros negros rotos por las rodillas y las piernas, además que vestía un suéter de chándal en color gris y usaba una gorra negra con la visera hacía atrás, luciendo muy joven a mi vista. Pero no me sentía tranquilo con su presencia, mientras más lo miraba, mi corazón se aceleraba más, y no entendía porque.

 

—     ¿Puedo preguntarte algo? — Entrecerré un poco mis ojos, dirigiéndome a él sin dejar de verlo. Él asintió esperando mi pregunta. — ¿Dónde encontraste mi cartera?

 

 

 

—     Debajo de mi cama. — Respondió como si nada, y su sonrisa se ladeó un poco, dirigiendo su vista hasta la mesa central de la sala. Lo descubrí viendo la foto de aquella chica y en ese momento caí en cuenta. Él… Él lucía casi igual al chico de las otras fotos polaroid que estaban en ese apartamento, entonces eso quería decir que… — La robaste. 

 

—     ¿Qué? — Interrumpió mis pensamientos antes de que mi mente pudiera cuadrar todo. 

 

 

 

—     La foto. — Llevó su mano hasta la polaroid de la chica y me miró. — Cuando llegué a casa me pregunte donde había dejado mi foto, pero ahora sé dónde está. — Sonrió de una forma tan maravillosa, que no pude evitar recordar a esa chica.

 

Momento… ¿Mi foto? 

 

—     ¿Tu foto? — Pregunté y empecé a sentir una extraña sacudida en el estómago. — ¿La chica de la foto…Te la regalo? — Esperé impaciente su respuesta. Sin embargo, obtuve algo que no hubiera imaginado: una gran risotada.

 

—     ¿Chica? ¿Qué es una chica la de la foto? — Comenzó a reír más fuerte pero yo no comprendía porque. — Por favor. Quien aparece en la foto soy yo, ¿acaso no recuerdas como iba arreglado anoche en el club? ¡Casi como en la foto! — Se acercó a mí de forma peligrosa, y colocó la foto a un costado de su rostro intentando imitar la pose. — ¿Ves? Soy yo.

 

Miré el rostro del chico y luego observé la foto: sentí como si estuviera cayendo al vació. Lucían muy similares, casi iguales. Pero si eso era así, sí él era el de la foto, y la persona del club, eso quería decir que yo… ¿Había tenido sexo con un hombre?

 

—     ¡No, no, no! — Respondí alejándome por completo de él, quedándose él extrañado ante mi comportamiento. — Tú no eres la persona de la foto. — Estipulé. — La persona de la foto es una chica que yo conocí en el club y con la cual me acosté. Una chica, una mujer. No contigo, no con un hombre. — Mi voz se tornó más ronca y grave de lo que solía ser, todo debido al asombro que me estaba llevando en esos momentos. 

 

—     ¿Qué clase de estupideces estas diciendo? — Entrecerró sus ojos y se cruzó de brazos acercándose de nueva cuenta a mí. — ¿Dices que te acostaste con una chica? Estás equivocado. Tú… ¿No recuerdas nada de lo que paso anoche? — Su mirada cambió a una de asombro y… ¿decepción? 

 

—     No. No recuerdo. — Confesé rápido, volviendo a alejarme de él hasta chocar contra la pared que estaba a mis espaldas. — Tan sólo recuerdo como baile con ella y como desperté en su apartamento.

 

—     ¿Te acostaste conmigo creyendo que yo era una chica…? — Su rostro reflejaba un sentimiento que no pude identificar.

 

—     Sí… Pero yo me acosté con una chica, no contigo. — Empecé a cohibirme con su mirada y a sentirme avergonzado.

 

—     No te creo. Eso es demasiado absurdo. — Se dijo así mismo alejándose un poco de mí.

 

—     Es lo que yo digo. Gracias por mi cartera pero ya puedes retirarte, no quiero escuchar más de las tonterías que estás diciendo.

 

En el preciso instante que terminé de decir aquellas palabras, se acercó peligrosamente a mí, tomándome por el cuello de la camisa, mirando fijamente a mis ojos. Ante la intensidad de esta, tragué saliva con mucha dificultad.

 

—     No miento. — Susurró cerca de mis labios y me paralicé. Ese sentimiento… Lo conocía. — Si fuera así… No sabría la gran cantidad de marcas que tienes en el pecho. — Musitó al tiempo que paseó un dedo sobre la tela de mi camisa, justo sobre la zona donde tenía las marcas. Ese tacto lo único que hizo, fue estremecerme. 

 

—     No… — Dije intentando no creer en sus palabras. 

 

No quería creer, pero todo lo que decía concordaba. Sus palabras, la reacción que mi cuerpo comenzó a tener debido a su aroma… Todo estaba encajando.

 

—     Esto no es así. — Continúe hablando. — Y si tuvieras razón… Todo fue un error, un muy grave error. Yo no soy homosexual así que no tiene sentido lo que dices. — Lo miré de arriba abajo y sentí un hueco en mi estómago. — No sé qué pude haber visto en ti.

 

—     ¿Qué…? — Soltó el cuello de mi camisa y posó sus manos sobre sus caderas resoplando con fuerza. — ¡Por supuesto que sabes! Viste senos imaginarios en mí, idiota.

 

El coraje y la frustración se mostraron de forma clara en su rostro. Al instante, tiró la foto al suelo mientras caminó hasta la puerta de mi apartamento, quitándose las pantuflas  para colocándose sus tenis, saliendo de ahí dando un fuerte portazo con la puerta. En ese punto, respiré profundamente y volví a dejarme caer en el suelo tratando de encontrar sentido a todo lo que estaba pasando.

 

Pude ver mi mano derecha la cual aún sostenía la cartera, e instintivamente la abrí cayendo un papelito sobre mis piernas. Lo tomé y comencé a leer en voz alta.

 

 

 

—     Byun Baekhyun. — Repetí el nombre que estaba escrito en el papel, y bajo este, se encontraba un número de teléfono

 

Era el nombre de aquel chico y su número de teléfono. Estaba seguro.

 

—     Baekhyun… — Murmuré de nueva cuenta su nombre y me tumbé sobre el suelo desesperado.

 

No podía creerlo, era cierto, tanto, que incluso él había dejado sus datos para mí. Pero aun así, todo era demasiado irreal. No pude haber estado tan borracho como para confundir a un chico con una chica… ¿Cierto?

 

Yo no pude haber tenido sexo con Baekhyun, quien es un hombre… ¿Verdad?

 

 

 

 

Notas finales:


¿Bien, qué les pareció?

¿Sé quedaron sorprendidos con el final? LOL

Para esta historia me inspire con la canción de: Smoky Girl de MBLAQ, supongo que se notó (?). 

¿Debería retirarme y lanzarme por la borda? ¿Intento fallido? ¿O les gusto aunque fuese un poquito?

¡Si es así por favor déjenme un review♥! Quiero saber sinceramente que les ha parecido, acepto: dudas, comentarios, halagos, críticas constructivas, consejos e incluso tomatazos (?). 

¡Chic@s! Recuerden que los reviews es lo que alimenta los ánimos de los escritores para seguir haciendo historias♥.

 

Y bien, el segundo capítulo está en proceso, así que posiblemente, dependiendo de los comentarios que me hagan y sugerencias, es como se podría ir desarrollando la historia.


Creo que es todo, tengan buen día♥.

 


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