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Todos Aman a Camus por Aurora Execution

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Notas del fanfic:

Los personajes no me perteneces. Son propiedad de Kurumada.

Notas del capitulo:

Intento de humor u.u Espero sea de su agrado.

Cielo Olímpico

 

- ¡Ya deja eso Eros! No tienes que ponerte de esa manera, solo estábamos jugando…

 

- Dijiste que mis flechas no te afectarían ¡Te burlaste de mis poderes! Pues ahora lo comprobaremos…

 

El pequeño arquero del amor, gustaba de demostrar sus habilidades a quien quisiera desafiarlo. Ese día, aburrido en los cielos, encontró al hada-ninfa que solía servir a su madre Afrodita, y a quien se le atribuía poderes mágicos. Sus ojos brillaron de emoción al tener una nueva oponente con quien “jugar”.

Al principio todo fue diversión para los jóvenes, quienes encontraban en pequeñas travesuras, el pasatiempo perfecto en la eternidad de sus días inmortales. Pero el Dios Eros se sabía de pocas pulgas, y cuando una flecha suya pasó por encima del hada, y ésta se burló de su mala puntería, se enfadó, frustrándose con la agilidad de la pequeña. Ésta que vio como el Dios se enfurecía en cada fallo, cometió el error de provocarlo, y le dijo que aunque sus flechas la tocaran, seguramente no surtirían efecto en ella.

Eros hasta ese momento solo estaba utilizando flechas de “practica”, pero iracundo con la ninfa, invocó a su arco divino. El hada horrorizada trató de frenarlo, era muy peligroso que lanzara esa flecha, pero el Dios no la escuchó.

 

- ¡Detente Eros! Provocaras un desastre…

 

- Tan solo te enamoraras de mí… ¡Ese será tu castigo por provocar al Dios Eros!

 

La flecha salió despedida a una velocidad y puntería increíble, la ninfa sacó su vara y en un rápido conjuro convirtió la flecha en polvo, el cual comenzó a descender hacia la Tierra… Tanto Dios como Ninfa cruzaron miradas de terror…

 

- Esto será un desastre – Dijo el Dios.

 

Templo de Escorpio

 

- ¡¿Por qué no me despertaste antes Milo?! – Camus se había levantado de un salto de la cama, y con velocidad comenzó a vestirse.

 

- Recién despierto, ya deja el escandalo Camus…

 

- ¡Llegaremos tarde a los entrenamientos! Y ya sabes como se pone Shion cuando alguno falta. Además de que es una falta de respeto y muy poco responsable de nuestra parte – El heleno bostezó, a veces la rectitud y compromiso del aguador podían ser terriblemente irritante.

 

- No me eches la culpa a mí, eres tú el que siempre se levanta antes que Apolo.

 

- Si pero anoche… bueno eso ya no importa, vístete – Y sin esperarlo siquiera salió de la habitación rumbo al coliseo. Milo sonrió y se dirigió al baño.

 

Coliseo

 

Siete Santos Dorados – Kanon incluido –  hacían ejercicios de calentamiento sobre la arena del Coliseo. Mu, Shaka y Aldebarán estaban de misión, y Dohko se encontraba en una reunión junto a Shion y Athena.

 

- Es extraño que Camus y Milo todavía no hayan llegado – Dijo el León mirando hacia las Doce Casas.

 

- ¿Extraño?... Extraño es que bajen… Desde que fuimos revividos Milo no se despega del pobre Camus, parece ladilla – Se burló DM, provocando las risas de sus compañeros.

 

- Aun así, no creo que Camus le deje faltar a un compromiso, aunque sea solo entrenamiento, con eso de que es tan recto – Volvió a replicar Aioria. Justo en ese momento todos los Santos fueron envueltos en una espesa nube de polvo.

Camus que se encontraba a la salida de la Casa de Aires vio la escena, un extraño polvo de color ¿rosa? Se había posado sobre la arena del Coliseo.

 

- ¿Será el rocío de las rosas de Aphrodite? No, no se siente como su cosmos, entonces ¿Andrómeda? Imposible ellos se encuentran en Japón – Camus descendió a prisa para comprobar que sus compañeros se encontraran bien, tenía una extraña sensación de que algo malo estaba ocurriendo – ¿Qué ocurrió aquí? – Dijo Camus una vez en la arena.

Todos los Santos que habían sido tomados por sorpresa por el polvo, se voltearon a verlo. Y Camus confundido vio como ¿corazones?... Pestañeo un par de veces. Si, eran corazones y estaban flotando en el aire, alrededor de sus compañeros, quienes lo veían de una extraña manera.

 

- ¡Camus! Dichosos mis ojos que te ven – Se le acercó Aphrodite seductoramente – Déjame tomar tu mano para viajar juntos entre los caminos del amor, precioso mío – Camus casi se cae de espaldas, y quitó su mano justo antes de que el pisciano la besara. Instintivamente posó sus ojos en DM, quien le sonreía y le guiñaba el ojo, tirándole besitos. Un tic apareció en su ojo derecho.

 

- Si esto es alguna de sus bromas, no me parece gracioso…

 

- Disculpa a estos torpes, no se merecen siquiera tocarte… Permíteme ser yo quien te corteje, bombón… – El galo abrió sus ojos tan enormemente, que hasta parecía que se saldrían de orbita.

 

Se  giró a tiempo de evitar el beso que Saga buscó darle. Acababa de llamarlo “bombón” en un tono tan meloso, impropio del Géminis, quien Camus respetaba y admiraba.

 

- Saga, tú también te prestas para estas bromas… Me extraña de ti – No pudo decir más, porque un grito lo acalló.

 

- ¡¿PERO QUE DEMONIOS ES ESTO?! – Milo había llegado justo para presenciar el casi beso entre su pareja y Saga. Llegó y apartó de un empujón a su compatriota que insistía en besuquear al francés – Explícame que sucede Camus – Rechinó los dientes.

 

- No lo sé, llegué y todos comenzaron a actuar de una manera extraña, creí que era una broma, pero ya me preocupa, puede que algo tenga que ver ese polvo rosa que cubrió el coliseo hace un momento.

 

- ¿Polvo rosa? – Un sollozo los distrajo, a Camus le apareció una gota de sudor, y el tic aumento, Milo solo atinó a abrir los ojos y su boca incrédulo. Aioros se había colgado del cuello del francés, rompiendo a llorar cual doncella en apuros.

 

- Saga... Haz… Haz hecho llorar a Aioros con tu comportamiento – Dijo Camus, tratando a aparatarse al arquero que se le prendía como sanguijuela.

 

- ¡Oh! Tienes razón  bello Camus, Saga me ha hecho llorar porque trató de manchar tan perfectos labios con sus sucios besos, discúlpalo Camus, un ser tan celestial como tú solo merece lo mejor – Y Aioros intentó lo que anteriormente había hecho Saga, pero en medio del camino hacia los labios de Camus salió volando, debido a un terrible puñetazo propinado por un furibundo Milo.

 

- ¿Pero que carajo les sucede a todos ustedes? No voy a permitir que sigan jugando con Camus y que pasen por alto que él es MI pareja – Gritó fúrico, pero el calvario no terminaba ahí aparentemente, se llevó una mano a la cara y refunfuño, Kanon había llegado con guitarra en mano (sombrero incluido).

 

- ¡Camus! Hasta el mismo Zeus una vez se enamoró de ti ¡Afrodita llora ante tu belleza! Y este humilde servidor, luchará día a día para ser digno de tu amor – Un primer acorde para comenzar con la serenata de amor, mas no pudo seguir, Shura le había arrebatado la guitarra y estampillado en la cabeza, ante los ojos ya furiosos de Camus, quien comenzaba a perder la paciencia ante los infantiles comportamientos de sus compañeros, y Milo que rechinaba los dientes y farfullaba injurias y maldiciones para todos.

 

- ¿Pero como te atreves a marchitar  sus oídos con tu horrenda voz? – Le dijo Shura al gemelo – Yo seré quien le de la serenata de su vida, soy español ¡joder! Y nada más sensual y romántico que el flamenco para enamorar.

 

- ¡YA BASTA TODOS USTEDES! – Gritó Camus ya sin un ápice de compostura – ¿No les parece que están grandes para estas estupideces? Y si va en serio o no, no me interesa, mi pareja es Milo y es a quien yo quiero, dejen sus jugarretas para una doncella – Hasta ese momento, no se había dando cuenta de que el único que no había hecho nada y que hacia un momento había desaparecido, era Aioria. Tarde reaccionaron cuando lo vieron llegar.

 

El León venía  caminando en dirección hacia el aguador, con un ramo enorme de rosas ¿De donde lo había sacado? Se preguntaron tanto Acuario como Escorpio. Iba vestido de traje, de un pulcro negro y camisa blanca. Cuando Aioria se arrodilló ante Camus y le entregó el ramo, él y Milo tragaron grueso. Si que se veía apuesto el condenado. Aioria tomó la mano del francés, al tiempo que con su mano libre sacaba un estuche del bolsillo. Milo palideció.

 

- Camus, amor mío, sé que es pronto para pedirte matrimonio, pero el amor me ha golpeado fuerte, y juro ante nuestra Diosa que hare lo posible por complacerte si decides vivir tu dichosa y bella vida junto a mí ¿Quieres casarte conmigo? – Por primera vez Camus se había congelado, y su rostro se había ruborizado tanto, que el terror inundó a Milo hasta lo mas recóndito de su ser ¿Camus lo estaba dudando?

El ambiente se había tensado y nadie decía nada, algunos lloraban, otros maldecían mentalmente no habérsele ocurrido esa idea antes, y Milo rogaba porque Camus reacciona. Luego ocurrió, Camus pareció salir de su letargo.

 

- Aioria, no sé que te traes entre manos, tus bromas jamás las entendí, pero esta es de pésimo gusto… Eres uno de mis mejores amigos, y sabes muy bien que yo amo a Milo. ¿Por qué haces esto?

 

- Simplemente porque te amo Camus, por favor acepta…

 

- ¡No! – Gritó Milo – ¡Ya basta! Vamos Camus, dejemos a este par de locos – Lo tomó del brazo y salió literalmente corriendo del Coliseo, rumbo a su Templo, una vez en su habitación, cerró la puerta con llave.

 

- ¿Piensas atrincherarnos aquí? – Inquirió el galo.

 

- ¿Tienes alguna otra idea? No pienso dejarte a merced de esos buitres, malditos…

 

- ¿Te sientes inseguro? – Camus se acercó a él y lo abrazó por el cuello, recargando su cabeza en el hombro del rubio.

 

- Solo cuido lo que es mío… ¿Qué crees que este sucediendo?

 

- Es muy raro, cuando bajaba hacia el coliseo, vi como una nube de polvo rosa se esparcía por toda la arena, y cuando llegué junto a ellos, empezaron a actuar de esa manera… Juro que hasta vi corazones flotando en el aire – Milo arqueo sus cejas y comenzó a reír, la escena le parecía tan hilarante.

 

- De cualquier manera – Dijo con voz felina, alzando al aguador, para que este tuviera que enrollar sus piernas sobre la cintura del rubio – Te demostrare que ellos no pueden competir conmigo.

 

Lo beso de esa forma que Camus conocía tan bien, tan apasionada, que despertaba en el pelirrojo un sinfín de sensaciones, que culminaban siempre en los jadeos que su novio le provocaba. Jamás se cansaría de esos labios.

 

- No tienes que demostrar nada… Yo ya elegí hace mucho al único hombre que me haría feliz.

 

Milo era afortunado al tener a Camus, y así había sido desde los siete años, cuando siendo unos efebos aprendices, se habían jurado, lealtad y amor eterno. Sus lazos venían de siglos, y ellos los perpetuarían por la eternidad, porque se amaban, se respetaban, y compartían la más pura y verdadera amistad. Camus jamás había estado con nadie más que con Milo, sus besos, su cuerpo y su alma le correspondían exclusivamente al griego. Igualmente era con Milo, Camus había sido el único a quien había besado, amado, y seguiría haciéndolo para siempre…

 

- Te amo Camus… Por un momento temí que aceptaras la proposición de Aioria – Camus sonrió.

 

- Lo dude – Milo abrió sus ojos llenos de tristeza, el galo besó su nariz amorosamente – Es broma tonto, jamás lo haría… yo te amo a ti.

 

- En estos momentos estoy odiando a ese gato…. Me arrebató algo que solo me correspondía a mí, solo yo puedo proponerte matrimonio, solo yo Camus… Y ahora ya no seré el primero en haberlo hecho… – Su rostro denotaba la tristeza y eso le dolió a Camus.

 

- No estés triste Milo, aunque vengan miles a pedirme casamiento, solo a ti te aceptaría… Debes conceder eso como victoria.

 

- Miles eh… Que egocentrismo el tuyo…

 

- Pues a pruebas me remito – Dijo el pelirrojo y ambos rieron.

 

Cielo Olímpico

 

- ¡¿Cómo pudieron ser tan imprudentes?! ¿Es que acaso no escuchas nunca lo que te digo Eros? – Afrodita estaba que echaba espuma por la boca, de la rabia.

 

- Discúlpenos mi señora, estábamos jugando y se nos fue de las manos, nosotros… – Trataban de excusarse los afectados jóvenes.

 

- ¡A callar! ¿Dónde ha caído el polvo de la flecha? – Ambos se miraron y tragaron saliva, Eros fue quien habló.

 

- Sobre el Santuario de Athena… – La Diosa Afrodita suspiró.

 

- Tendré que hacerle una visita a Athena, antes de que el efecto del polvo sea irreversible… ¡Y ustedes vienen conmigo! – Dijo tomando a cada uno de las orejas, luego desapareció.

 

Sala del Patriarca

 

Athena, el Patriarca Shion y Dohko, disfrutaban de una charla amena, junto a una taza de té, la reunión para decidir a los futuros aprendices había sido exitosa, los tres estuvieron de acuerdo en cada punto a discutir, por lo que, una vez concluida la misma,  se recrearon en una charla más informal.

El resplandor en el centro de la Sala los alertó, más cuando la Diosa del amor se dejo ver, junto a su hijo Eros y a una ninfa.

 

- Afrodita, ¿A que se debe tu honorable presencia? – Habló la Diosa de la guerra.

 

- Athena, me temo, no por buenas razones… Me veo en la penosa situación de alertar una desafortunada travesura de mi hijo Eros, aquí presente – Dijo con todo protocolo, digno del Olimpo, la Diosa.

 

- ¿Travesura? ¿De que se trata? – Esta vez peguntó Shion.

 

- Patriarca, vera usted, Eros y esta tonta hada, convirtieron en polvo una de las flechas divinas, y me temo que dicho polvo cayó sobre el Coliseo donde se encontraban sus Santos… No podría decirle cuan apenada estoy del desastre que han provocado – Tanto Diosa como los dos hombres se miraron, el asunto era bastante grave.

 

- ¿Cuáles fueron los afectados? – Preguntó Dohko.

 

- He de decir que el Santo de Acuario es el más afectado, al parecer, todos los demás que se encontraban allí, posaron sus miradas al mismo tiempo por quien ustedes llaman Camus. Y se han enamorado de él.

 

Shion palideció, conocía a Camus, la serenidad del aguador era un arma de doble filo, porque él no haría nada, pero estaba Milo, y ahí la historia era distinta. El Escorpión sería capaz de asesinar a todos los demás Santos, si intentases algo con el Acuariano. Suspiró.

 

- Dígame Diosa Afrodita, ¿existe algún poder para revertir el efecto de la flecha?

 

- Si la hay, pero necesitamos a todos los afectados presentes…

 

Templo de Escorpio

 

Camus suspiraba, quería observarlo bien, pero el sudor que se escurría de su frente iba a parar a sus ojos, nublándole tan gloriosa vista. Milo estaba perdido entre sus piernas, procurando darle el mayor placer al hombre que amaba, acto que hacía con maestría, los años le habían dado la experiencia necesaria, sabía exactamente donde besar, a que ritmo ir y cuando aumentar las succiones, para provocar el goce y el estallido del galo.

 

- Milo ¡Ah! – Jadeaba su nombre, que a oídos del heleno llegaba como canto de gloria. Pero justo cuando el rubio estaba en el máximo de su faena, la puerta de su Templo sonó.

 

- Señor Milo de Escorpio, vengo con un aviso del Patriarca, debe presentarse de inmediato en la Sala Patriarcal, junto con el señor Camus de Acuario – Se escuchó de algún guardia.

 

- Maldición, ¡justo ahora! – Rabió el rubio.

 

- Debemos ir, que nos llamen con urgencia, solo debe ser porque algo ha sucedido.

 

- A veces odio tu devoción hacia el cumplimiento… ya que más da – Ambos se dispusieron a vestirse y colocarse sus respectivas Armaduras.

 

Sala del Patriarca

 

Las puertas de la sala se abrieron de golpe, provocando que Diosas y demás dieran un respingo, Shion se llevó la mano a la cara, mientras negaba con resignación y vergüenza, en la entrada aparecía Milo, con un Santo de Acuario refunfuñando, lo llevaba cargando en el hombro.

 

- ¡Milo ya bájame!

 

- Y dejarte con aquellos depredadores ¡Ni de broma! Buenas tardes, Patriarca… Señorita Athena – Dijo una vez que colocó al francés en el suelo. Este se moría de vergüenza al presentarse de esa manera ante sus superiores.

 

- Milo, Camus, me alegra que hayan respondido al llamado con rapidez, estamos al tanto de…. la situación en la que te encuentras, Acuario – Dijo Shion, buscando las palabras adecuadas – Pero para solucionar el problema, debemos esperar a que los demás lleguen.

 

No pasó mucho tiempo cuando una horda de Santos, cargados de regalos hicieron aparición. En cuanto ingresaron a la sala y divisaron a Camus, se le fueron encima, entregándole obsequios de los más variados; osos de peluches, colonias, dijes, cajas de chocolates, licores, dulces, cartas de amor. Camus pronto se vio enterrado entre tantos presentes, ante la mirada de los demás y la rabia del Escorpión, quien tomó por la cintura al pelirrojo y lo atrajo con él, a modo de protección.

 

- Bueno, ya que todos se encuentran presentes, les presentare a la Diosa Afrodita, ella se encuentra aquí para arreglar el problema que padecen.

 

- Con todo respeto hacia usted Patriarca, y para la Diosa, yo no padezco ningún problema… Solo siento el más hermoso amor hacia Camus, bombón, acepta mi propuesta de cortejarte, ¡te daré las mejores noches de tu vida! – Athena y Camus se ruborizaron furiosamente ante lo dicho por Saga. La Diosa creía inverosímil que aquella frase, haya salido de uno de los Santos más rectos que conocía.

 

- Ya cállate Saga, no podrías hacer gritar ni a tus enemigos… En cambio, yo te haría gozar hasta el infinito – Ese había sido DM…

 

El Patriarca creyó necesario actuar pronto, antes de que la situación se saliera de control, y tener que escuchar más barbaridades como esas. Pero la solución no era nada fácil, y dudaba de que Camus pudiera llevarla a cabo.

 

- Señora Afrodita, por favor, ayúdenos… – El pedido era de un desesperado Milo, ya no soportaba que sus compañeros estuvieran mirando siquiera a Camus, a veces se sentía el más egoísta del mundo,  pero solo él podía, solo él tenía el derecho de mirarlo con amor.

 

- Escúchenme con atención, para que el hechizo se rompa, Camus debe besar a cada uno de los afectados, si él no siente amor por quien besa, el hechizo desaparecerá – Habló con algo de temor y más pena que nada, la Diosa.

 

- ¡¿QUE?! – Gritaron todos a la vez. Un silencio se hizo presente, para desatar el descontrol después. Siete Santos salieron disparados hacia el pelirrojo.

 

- ¡Yo primero! – Gritó Aioros.

 

- No jodas, yo llegue primero – Le empujó Kanon.

 

- ¡Están locos los dos! Yo seré quien bese a Camus – Gritó Aioria.

 

- Bombón ¡déjame a mí ser el único que te bese! – Rogó casi llorando Saga.

 

- ¡YA BASTA! ¡Camus no besara a nadie! ¿Me oyen? ¡A nadie! Me niego a que eso ocurra, prefiero llevármelo lejos de todos ustedes. Renunciare a todo por él, ¡pero no dejare que nadie toque los labios que me pertenecen! Desde niños Camus y yo juramos amor y fidelidad, tanto él como yo, jamás besó nunca a otra persona, solo nos tenemos a nosotros, y nos pertenecemos – Dijo al borde del llanto Milo, la situación lo había desbordado, y el miedo a que Camus bese a otro delante de él era enorme, no podría soportarlo, aunque sabía bien que su francés no aceptaría tal solución.

 

- Por favor Milo, no tomes decisiones apresuradas, Camus convénselo de que es la única solución – Habló su Diosa.

 

- Con todo el respeto que le debo Athena, pienso exactamente lo mismo que Milo, no puedo aceptar algo como eso, no lo haré, y si la única solución que queda es irme del Santuario, que así sea, pero no besaré a nadie – Afrodita que veía la escena pasmada, tomó la palabra.

 

- Si lo que dicen es cierto, si ustedes llevan un amor puro como el que profesan sentir, hay una solución más fácil… No la dije antes porque jamás hubo alguien que pudiera cumplirla. Ustedes los humanos, son seres que se dejan arrastrar por sus impulsos y emociones, no reparan en el daño que ocasionan y llevan amores impuros y libertinos, no he conocido humanos que no hayan siquiera tenido pensamientos pecaminosos con otras personas que no sean sus parejas. Deben entender que para que esto funcione, tanto tú, Camus, como tú, Milo, deben tener la mente limpia de pensamientos infieles… Ambos Santos se miraron y asintieron.

 

- Díganos cual es esa solución – Pidió Camus.

 

- Es simple, deben besarse enfrente de los afectados, en cuanto ellos vean el amor que ustedes irradian, el hechizo se romperá, pero como ya les advertí, su amor debe ser puro, si no, no funcionara.

 

- ¡Haberlo dicho antes! – Dijo Milo feliz – Ven aquí pelirrojo condenado, que demostraré ante Dioses y Santos, quien es el dueño absoluto de mi vida.

 

Y así cual película romántica, Milo tomó por la cintura al galo, inclinándolo hacia adelante, y él mismo se impulsó para atrapar los labios que jamás se cansaría de probar. No dudo ni un segundo en que esta solución bastaría para que los demás dejaran en paz su tesoro. Lo amaba hasta la locura, nunca necesito siquiera pensar en alguien más. Incluso cuando Camus partió a Siberia durante tantos años para entrenar a Hyoga, incluso cuando murió y tuvo que vivir sin él… Siempre fue él, siempre Camus. El misterioso niño de cabellos de fuego, con acento chistoso, de piel de alabastro, de ojos imposibles de describir… Siempre el francés.

 

Y Camus se estremeció ante aquel contacto, podrían pasar siglos, y él seguiría experimentando el cosquilleo eléctrico por todo su ser, al contacto de su piel cálida y suave. Milo era el amor de su vida, y jamás ocultó lo que sentía por el griego, ese pecoso rubio que le dio su mano en amistad, y le juró que estaría a su lado siempre… Milo era el ser que estremecía su existencia, y no le bastaba nada más, si estaba Milo, todo estaba bien, con su sonrisa de perlada perfección, con su humor cínico, con sus intrépidas locuras… No necesitaba nada más…

 

Un aura blanquecina los envolvió, cegando por momentos a los presentes, los Santos Dorados que estaba bajo el hechizo del polvo, sintieron un repentino mareo, luego todo se calmo. Milo separó sus labios del galo, sin querer hacerlo realmente. Deseaba que todo se terminara, para cargar a su adoración y postrarlo en su lecho para amarlo hasta el imposible cansancio.

 

- ¿Qué sucedió? – Dijo Aioros que se encontraba algo mareado aun, luego recordó su vergonzoso comportamiento – ¡Oh por Zeus! ¿Qué he hecho?

 

- Dijiste que mis besos son sucios – Se escuchó a un indignado Saga, luego se volvió hacia Camus – Creo hablar por todos, al pedirte disculpas por nuestro inapropiado comportamiento, espero esto no manche nuestra amistad Camus, a ti también te debemos disculpas Milo – Habló más que rojo el griego, totalmente apenado.

 

- Esta bien Saga, no fue su culpa, ya todo esta olvidado – Dijo el pelirrojo, que en verdad deseaba olvidar las perturbadoras escenas que vivieron. El “Saga conquistador” era por demás aterrador, incluso se permitió pensar si así se comportaba en la intimidad con Aioros… Mejor no pensar…

 

- ¿Sin rencores? – Le Dijo Aioria, extendiéndole la mano a Milo, quien estrechó sus ojos y aceptó la disculpa.

 

- Sin rencores gato… Tienes suerte que Shaka no estuviera para ver tu patético espectáculo, sino ya no te quedaría ni el octavo sentido – Aioria trago saliva, su novio si que era de temer cuando se enfadaba.

 

- Es increíble lo que he visto, me han dejado anonadada, me alegra saber que hay seres humanos con amores puros – Dijo Afrodita – Bueno ya que todo esta solucionado, nos retiraremos, y procuraré que mi obtuso hijo no cometa otra tontería, Athena una vez más ofrezco mis disculpas, espero nuestra próxima visita, sea por buenas causas, hasta pronto – y así la Diosa junto al joven Eros y la ninfa, desaparecieron.

 

- ¿Con que harás gritar a Camus hasta el infinito? – Le reprochó Aphrodite a DM. Este se ruborizó.

 

- Tú cállate y llévalo “Por los caminos del amor” – Lo imitó mordaz el cangrejo.

 

- ¡Se callan! Sus problemas de parejas lo solucionaran en sus Templos, ahora se retiran – Ordenó el Patriarca.

 

Pronto todos los Santos regresaron a sus respectivos Templos, Camus y Milo ingresaron a los privados del Templo de Acuario, y una vez desprendidos de sus Armaduras, un cansado Camus se dejó caer en la cama.

 

- Este día ha sido una locura – Dijo, sintiendo pesados ya sus ojos, los cuales volvió a abrir cuando sintió un peso en sus caderas. Milo se había sentado a horcajadas en él.

 

- Creo que habíamos dejado algo pendiente – Dijo seductoramente al tiempo que se sacaba la playera.

 

Camus solo logró sonreír, mientras los labios de su griego buscaban los suyos para fundirse una vez más en una batalla de lenguas y suspiros. La piel de Milo era su adicción, pensó que ya tendría tiempo de descansar, por el momento solo disfrutaría del griego, de su amor, y al único que necesitaba para ser completamente feliz.

 

- Te amo Milo…

 

- Ya lo sé…. Yo te amo más…

 

Sonrieron, no necesitaban nada más…

Notas finales:

Gracias por tomarse el tiempo en leer este desvario >.<


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