Llevaban semanas ensayando para una importante presentación, lo estaban preparando todo para que saliera perfecto. Todos los miembros del grupo estaban muy satisfechos con los resultados que habían dado aquellas intensas horas de repeticiones de algunos de sus bailes. Pero por más que lo intentaba, Yoongi siempre fallaba en algo. Aunque fuese un pequeño detalle, él conseguía que destacase de alguna manera u otra. Estaba bastante frustrado, ya que por su culpa debían volver a repetir el baile desde el principio, y aunque los demás miembros no se quejasen, él sabía que estaban cansados y deseaban volver a casa.
Jimin, que parecía ser el único que había permanecido observando al mayor, pudo ver que este no estaba en sus cinco sentidos. Últimamente Yoongi estaba muy ausente, en blanco, siempre que alguien quería mantener una conversación con él, este parecía estar en las nubes, como si en su cabeza rondase algo tan interesante como para no enterarse de lo que ocurre a su alrededor. El pequeño Park le había estado observando con detenimiento unos días atrás, y con suma discreción – en realidad no tanto – le preguntaba a veces que qué es en lo que pensaba, o que si le ocurría algo. Pero el mayor siempre negaba con la cabeza o soltaba un gruñido, en el caso de que le hubiese prestado atención.
Por lo que el día de la actuación, Yoongi estaba aterrorizado, tenía el presentimiento de que se equivocaría en cualquier paso y arruinaría todo el trabajo duro de los demás miembros. Permanecían en el backstage los siete jóvenes, algunos conversaban, otros miraban las presentaciones de otros grupos o simplemente estaban allí parados. En cambio, el pelirrojo no dejaba de moverse de un lado a otro, repitiendo una y otra vez el baile que harían, tratando de no fallar en ningún paso. Jimin, que hablaba con el maknae, miró de reojo al mayor, que parecía estar ya exhausto antes de la actuación. Se disculpó con Jungkook y se dirigió hacia el muchacho de la bandana en la cabeza.
—Hyung —le llamó, pero el otro continuó realizando su baile— Yoongi hyung —volvió a nombrarle, y este seguía sin hacerle caso— ¡Hyung! —gritó algo exasperado mientras se cruzaba de brazos.
Yoongi se volteó a mirarlo y frunció el ceño al ver que se trataba del pequeño Park.
—¿Qué pasa? —preguntó algo arisco, incluso más de lo que quería haber sonado.
—¿Que qué pasa? Pasa que te vas a lastimar si sigues bailando así —bufó, frunciendo su ceño también—; estoy preocupado, hyung, últimamente has estado muy ausente. Me gustaría saber qué es lo que te ocurre y poder ayudarte —murmuró el menor, bajando la mirada al suelo.
El pelirrojo le miró un poco desconcertado y negó con la cabeza, suspirando leve al hacerlo. Tomó los hombros del contrario y le obligó a alzar la cabeza.
—Estoy bien, ¿hm? Sólo algo cansado y frustrado —torció la boca tras decirlo, haciendo así una mueca—. Pero no tienes que preocuparte, Jiminnie —sonrió, mientras le revolvía el pelo.
—¿Frustrado? ¿Por qué? —el menor seguía con el ceño fruncido, e inconscientemente un puchero apareció en sus labios.
—Los bailes cada vez me resultan más difíciles, y os veo a vosotros realizarlos con tanta facilidad —suspiró y negó nuevamente con la cabeza—, intento centrarme al cien por cien en ello, en cambio, me equivoco continuamente.
Jimin cogió ambos brazos del pelirrojo y los apartó de sus hombros, bajando sus manos hasta las de este y agarrándolas.
—¿Tienes miedo de hacerlo mal, entonces? —le miró curioso, mientras acariciaba las palmas del contrario.
—Sí —contestó directamente y echó una ojeada a sus manos, disfrutando del tacto del menor.
—Pues no lo tengas —dijo algo apenado—; yo estaré contigo, hyung, no tienes por qué temer. Además, seguro que te sale perfecto, son sólo paranoias tuyas —soltó una pequeña risita, tratando de animar al pelirrojo.
Yoongi alzó la mirada para encontrarse con los ojos azabaches del pequeño Park. Una tímida sonrisa apareció en su rostro y asintió levemente.
—Está bien, intentaré hacerlo lo mejor que pue-
—No, simplemente; hazlo —le cortó rápidamente—. Ya lo haces genial a tu manera, no tienes por qué esforzarte.
El menor le regaló una de sus sonrisas y una voz a sus espaldas les llamó la atención. Al parecer, la actuación comenzaba. Jimin volvió a girarse para ver al mayor, que se mordisqueaba el labio, demostrando lo nervioso que estaba. Volvió a sonreír y tiró un poco de la mano de Yoongi — que seguía agarrada a la suya —, dirigiéndole hacia el escenario.
Antes de salir a este, le dio un ligero apretón, y podía jurar haber visto una pequeña sonrisa dibujarse en los labios del mayor.