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Estrella Roja por BloomyLee

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Notas del fanfic:

Dedicado a Kaon-chan y todo aquel que lo lea. Espero les guste.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de Magi: The Labyrinth of Magi no me pertenecen, son de su autor respectivo.

Pareja Principal: Sinbad x Alibaba (SINALI)

Pareja Secundaria: Judal x Aladdin (JUDALA)

 

Prólogo

No soy el mismo

Es una lástima comenzar desde aquí. Cuando las cosas en verdad, en este último minuto, son demasiado tarde para remediarlas. No hay forma de retroceder en el tiempo y hacer que todo esto, mágicamente, se pueda evitar. El daño ya está hecho. Ahora y por siempre, seré algo que jamás pensé sería: una pieza rota. Probablemente después comprenderás a lo que me refiero.

Mi mano tiembla mientras marco con un trozo de greda seca, dentro de mi condenada prisión de ladrillo, un día más en este pútrido infierno. Un día más en esa desgastada pared, un día más de desgracia y miseria que me sofoca en el encierro. Una especie de jaula que arrasa con lo poco y nada de cordura que me queda y soy capaz de mantener. No entiendo por qué lo hago. Contar los días jamás ha sido mi fuerte. Ni siquiera sé qué hacer con todo este miedo que se apodera de mi cuerpo. Siento un mareo escalofriante desde la nuca hasta la punta de mis pies, y parece estar dispuesto a no dejarme por ningún motivo. Estoy tan abatido que la boca mi estómago arde y unas ganas palpitantes de vomitar hacen eco en mi cabeza. Qué molesto puede ser el temor cuando menos lo quieres tener presente.

De todas formas, por más que te explique, no creo que seas capaz de sentir lo mismo que yo. Aladdin, mi viejo amigo, siempre me había dicho que era importante ponerse en el lugar del otro para entender a las personas. Vivirlo es muy distinto a que te lo cuenten. Por eso mismo, te instruiré para facilitarte las cosas.

Imagínate esto: Un pozo.

Un largo y profundo pozo. Ahora, haz cuenta que lo estás escalando, con uñas y dedos, sangre y lágrimas. Los hundes en la muralla de una estocada, oyendo el ruido sordo de las rocas crujir, junto a tus huesos —probablemente rotos—, desgarrándote las yemas. Y continúas subiendo, sin parar.

¿Qué si duele? Claro que sí, es bastante obvio.

Pero eso no es lo peor de todo, pues la cima aun parece estar a años luz de ti. Sabes lo que hay abajo, no sabes cuán hondo está; pero lo que sí sabes, es que es malo y perverso.

Ni te atreves a mirar.

Si lo haces…

Error fatal: Pierdes.

El pozo parece estar derrumbándose.

Las dimensiones de la oscuridad se hacen más avasalladoras y letales. La carga de la desesperación se hace demasiado pesada, tu mente se aturde y no eres capaz de discernir las adversidades.

A eso le llamo: Caer en la Depravación.

Aplaude por eso. Me tomó días inventarle un buen nombre.

¿Por qué? Has de preguntarte. La respuesta es simple, mires o no al fondo del pozo, tu mente, de igual manera se pierde. Es un jaque mate en un tablero de piezas incompletas. La batalla se hace lava que te hierve hasta los huesos. Por un momento crees que luchas contigo mismo —en teoría, sí—, pero en realidad, es que luchas bajo la sumisión. Tienes tanto terror, que tu cuerpo se paraliza y lentamente permites que la lava corroa tus venas. Al final, eres sólo un guerrero contra todo un ejército, sin arma alguna que te permita defenderte. No tienes soldados, estas solo, peleando contra el miedo.

Te hundes en el pozo y terminas teniéndole miedo al calor —sobre todo al de un extraño—, y también al frío, pues no soportas la soledad — ¿Quién demonios me entiende?—.

¿Puedes hacerte una idea de hacia dónde voy?

Aunque, para simplificarte la existencia, será mejor que dejemos las metáforas a un lado y regresemos a mi vida.

Mi nombre es Alibaba Saluja, y tengo diecisiete años. Actualmente soy un esclavo que se gana el sustento a base de sexo.

De acuerdo, sé que existe otra palabra para referirme a eso. Pero decirlo de esta forma me es más preferible que llamarle… prostitución. Esa palabra me repugna hasta matarme. Tiene algo, una forma de despreciarte y decir que eres como un recipiente vacío. O al menos eso es lo que he logrado concluir a partir de mis propias vivencias. No me malinterpretes, no es que desee mancillar la prostitución para hacerla ver como algo fatal y haga ver mal a cada prostituta que practique esta clase de profesión por voluntad propia. Pero, honestamente, no tiene nada de gracia cuando debes hacerlo sin siquiera tener, en el peor de los casos, derecho a voz ni voto. Es gracioso cuando pienso en ello, porque llega hasta ser irónico. Desde mi punto de vista, a fin de cuentas, eres una persona, pero a la vez ya no lo eres más. Porque desde que esa cruda y desagradable palabra se hace parte de tu vida de manera forzada, como si te metieran un montón de arena en la garganta, dejas de ser alguien. Te sientes la peor basura desechable que pudo alguna vez haber pisado esta tierra. Soy consciente de que ahora soy la nada misma. Y eso me produce náuseas. Pues es algo que, horrorosamente, debo aceptar.

No es que esté aquí, encerrado como pájaro en jaula porque yo quiera. A decir verdad, todo esto ha sido en contra de mi voluntad desde un principio. Pero el destino es cruel, y parece ser que me tenía preparado otro tipo de misión para mí en esta tierra.

Te lo explicaré.

No siempre fui parte de este mundo retorcido. Yo era un chico normal, que vivía una vida normal. Me críe con una familia de bajo estatus social, aun así, éramos felices. A pesar de la ausencia de mi madre luego de su muerte a causa de una enfermedad incurable, mi padre siempre estuvo ahí conmigo, dándolo todo de sí para cuidarme. No sabes cuán agradecido estaré yo de él, ahora y por siempre… hasta que algún día vuelva a saber de su paradero.

Las aguas del mar siempre fueron parte de mi vida. Mi padre y yo solíamos vivir a las orillas del pueblo de Balbadd, y nos ganábamos la vida como pescadores en el puerto. En días malos, podía faltar la comida algunas veces, como también el dinero. Pero la unión entre ambos nunca escaseaba. Mi padre siempre decía que, por más escabroso fuese el viento de la traicionera altamar, la vela del barco nunca dejaría de estar izada. De alguna manera él tenía razón, porque al fin y al cabo, siempre nos las arreglábamos para salir adelante. Y eso es algo que, ahora más que nunca, necesito llevarlo a la práctica.

Algunas veces me pregunto qué será de mi padre, dónde estará y si aún seguirá con vida en algún lugar de este despiadado mundo—que a pesar de ser consciente de que no todo lo de él es malo, y hay cosas maravillosas dando vueltas por ahí, por el momento me ha tocado la peor parte del mismo—. Su sabiduría me ha hecho mucha falta en este último tiempo. Pienso en él a menudo, intentando guiarme por lo que yo alcancé a aprender de él, como si fuese una luz en medio de esta oscuridad incierta. A veces quisiera que estuviera conmigo para que me dijera qué puedo hacer con todo este temor que acarrea en mi pecho, porque no creo poder ser capaz de soportarlo por más tiempo. La soledad poco a poco me carcome.

El cielo se pinta de estrellas adornando la noche. La silueta de las rejillas que me arrebatan la libertad se encarga de tajar el cielo de vasto azulino nocturno. No tengo idea de la hora que es, pero sé que muy pronto será la hora de trabajar. La luna está dividida, así como mi espíritu que cada vez más se parte a pedazos. El aire se me escapa de mis pulmones y comienzo a pensar en mi madre para controlar mi ansiedad, observando los astros brillantes en el cielo, preguntándome si su alma pudiese estar por entre ellos, vigilándome desde ahí. Pero la verdad, prefiero que no sea así, porque no quiero que mi madre me vea en este patético estado en el que me encuentro; ya que, yo estoy seguro, ella lloraría de la tristeza.

Logro divisar una estrella ceñida de un rojo amarillento que parpadea mucho más que las otras. Parece el palpitar de un corazón en el cielo, que late y late con su luz a una velocidad destellante. Sé lo que fue del destino de esa estrella. Yo y mi amigo Aladdin, solíamos investigar sobre los fenómenos astrológicos como verdaderos aficionados. De hecho, él siempre sabía más que yo, como si fuese un viejo en el cuerpo de un niño.

"Aquellas estrellas que pestañean una y otra vez en un rojo intenso carmesí, son unas que allá, en lo más recóndito del espacio, han dejado de existir. Pero su luz, sin duda, aún es posible verla desde la tierra, porque el cielo todavía las recuerda".

Jamás olvidé esa frase. No morimos hasta quien ya no nos recuerde, y nuestra memoria sea olvidada hasta reducirse a cenizas. Aladdin era como la luz de una vela en medio de la oscuridad, siempre encandilando mi visión hasta sacarme una sonrisa esperanzadora. No sabe cuánta falta me hace en este momento, deseando que su luz no se extinga por mis lágrimas desoladas.

A veces hay momentos en los que deseo que esto se vuelva una estrella roja más de mi vida. Solo un mal recuerdo que brille en su ausencia…

Pero ya me he acostumbrado a que los deseos nunca se cumplan. Es decir… ¿Qué otra esperanza queda cuando te lo han arrebatado todo? Dicho de otra manera… ¿Qué otra cosa puedes querer, cuando el único deseo que tienes no puede realizarse?

Es probable que con suerte entiendas la mitad de lo que te estoy contando. Bueno, vale. Haré el esfuerzo de explicártelo. Pero para ello requiero tu completa atención, ya que no es algo tan sencillo de relatar. Incluso me provoca terror el solo hecho de hacerlo. Pero sé que debo hacerlo…

Así que, te recomiendo te prepares, y des un viaje por mi memoria durante un rato. No creo que sea demasiado —creo—. Pero por si acaso, te sugiero tener tus sentidos agudos, para que no se te escape ni un solo detalle, ¿Estamos de acuerdo?

Entonces, comencemos.

Notas finales:

No me pude resistir a un Sinali, los amo(?) Espero les haya gustado.


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