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Susurros En El Silencio por Darko Princess

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Notas del fanfic:

Finalmente, y luego de un año por demás agitado, he vuelto, con la siguiente novela de la serie, un nuevo proyecto que espero les guste tanto como los anteriores.

 

Sin más que decir por el momento y ofreciendo a mis fieles lectores y a los nuevos, una disculpa por la espera, los dejo con el primer capítulo, nos leemos abajo y que disfruten nwn

Notas del capitulo:

Finalmente he vuelto con mi nuevo proyecto, una disculpa por la demora y espero que los disfruten nwn


 

I

 

El Día Que El Reloj Se Detuvo

 

 

 

 

 

La brisa de la mañana es tan fresca, como cualquier otra de un normal día en pleno otoño, comenzando casi a sentirse helada, anunciando la pronta llegada del invierno, pero aun así, pese al viento frío que a veces pareciera querer obligar a arrebujarse en el calor de una manta, sus ojos permanecen fijos en la pequeña figura que corre y ríe, dando pequeños saltos en el amplio jardín.

 

Ossiris sonríe, y su sonrisa es tan radiante que parece opacar el brillo del sol con tan melódico sonido; pequeñas burbujas color arco iris le rodean, demostrando pese a su corta edad, cuan talentoso ya es, y es que, justo en ese momento, está cumpliendo apenas los 5 años de edad, pero aun así, sus ojos de un brillante azul, idénticos a los de su padre, son capaces de comprender que pese a las sonrisas que le dedican, algo no anda bien.

 

Tal vez tengan que mudarse pronto de nuevo, y si eso pasa, dejará de ver a su papá por un tiempo, le extrañará y le llorará por las noches, entonces su mamá le abrazará y acallará su llanto, consolándole, diciéndole una vez más que su papá pronto volverá y que tal vez sea la última vez que tenga que extrañarle, pero aun así, no quiere pasar por eso de nuevo. A Ossiris le gusta sonreír, por eso cuando lo hace, trata de que sus papás siempre lo miren, porque tal vez eso los calme, y parece funcionar, ya que su papá igual le sonríe, aun cuando no pueda apartar la preocupación de sus ojos igualmente azules.

 

-

 

-

 

-“Esta va a ser la última vez que nos veamos, voy a escapar”- la risa que se escucha detrás de la puerta de metal, hace que Lucien se arrepienta de inmediato de haber confesado su más reciente idea.

 

-“Ya lo sabía, solo estaba esperando a que sucediera”- la voz aniñada que le contesta no hace sino perturbarlo más ¿Cuánto puede saber un niño como ese? Seguramente todo, porque para un niño así, no, para una criatura como esa, no existen los limites.

 

-“Entonces… ¿Por qué la risa?”- se atreve a preguntar, no esperando a que de nuevo aquel ser que permanece encerrado en el calabozo, vuelva a reírse.

 

-“Porque prometiste no traicionarme y lo estás haciendo”- la sentencia cae como el filo de una cuchilla enterrándose en su pecho. Si, lo había prometido, pero para Lucien no hay nada ni nadie que importe más que Aneris y Ossiris.

 

-“Creí que me comprenderías…”- aun así se atreve a replicar, suspirando cansinamente, aun cuando no se arrepienta ni por un segundo de su decisión.

 

-“Y lo hago, es solo que… cuando ya no estés, tendré que pelear otra vez”- le recuerda en un muy cansado susurro, porque desde luego, Lucien no es el único que ha comenzado a agotarse, no, desde luego que no.

 

-“Frey… perdóname”- es todo lo que puede decir, y aun así, cuando entre las sombras el rojizo reflejo brillante de una mirada color escarlata se hace ver, todo lo que puede sentir es culpa, por no haber podido ayudarle más, por abandonarlo cuando más vulnerable es.

 

-“Esta fue mi decisión… solo que no pensé que sería tan difícil”- ¿Y cómo se suponía que lo hiciera? Si aún y pese a todo, otra vez volvía a ser un niño, un  chiquillo de apenas 10 años atrapado en una absurda realidad –“Pero no tienes que reprocharte nada, solo huye, será lo mejor, hazlo, para que cuando salga de aquí, podamos vernos de verdad”- es sorprendente como pese a sentir que se desgarra por dentro ante la incertidumbre de lo que los años venideros le preparan, aun así, puede sacar la fuerza suficiente como para anteponer a los demás por encima de su propio bienestar y del de esa tan importante persona, esa que lo significa todo para él.

 

-“Esta bien… pero no voy a dejarte solo, cuando llegue el momento, Lucas tomará mi lugar y vendrá por ti”- trata de consolarle, aun cuando eso sea innecesario, no es como si tras esa metálica puerta que le mantiene cautivo, Frey estuviese llorando por su partida, por supuesto que no, más bien, debe estar planeando sus siguientes movimientos, esos que aseguraran su seguridad y la de él

 

-“Sería lindo si por lo menos pudieses sacar a Ren de aquí”- …la de Ren, claro, no hay forma de que olvide al otro pequeño prisionero que duerme en silencio en aquel otro calabozo tan cercano.

 

-“Lo sé, Lucas los sacará de aquí, a ambos”- intenta prometer, pero de nuevo solo la risa de Frey le contesta, dejándole saber cuan absurda es su idea.

 

-“Eso no pasará, y ahora ya vete, no olvides que tienes que escapar”- ¿Cómo puede aparentar tomárselo tan a la ligera? Seguramente tal y como hace con todo lo demás, porque de nuevo le recuerda que para una criatura como él, los limites parecen flaquear una y otra vez.

 

-“Frey… lo siento”- y eso es todo, ni un adiós, ni un hasta luego, solo una disculpa que probablemente no llegue a significar nada, o tal vez si, tal vez cuando los años pasen y vuelvan a encontrarse, signifique el recuerdo de que por lo menos lo intentó.

 

-

 

-

 

Si, por lo menos lo intentó, es lo que trata de repetirse en su mente una y otra vez mientras lo más aprisa que puede, prepara su valija, encerrado en la habitación elegante y finamente decorada, que comparte con su esposa… su esposa, si tan sólo hubiese luchado más años atrás, entonces Aneris sería su esposa, Aneris y no Rosalind, de ser así no se vería obligado a huir, Aneris, Ossiris y él compartirían esa casa y serían felices y entonces… entonces Lucian no existiría.

 

Ante ese sólo pensamiento se arrepiente de tan siquiera por unos momentos haber menospreciado la vida que hasta ese día se había obligado a vivir, porque lo único bueno de haberse casado con Rosalind, es tener a Lucian, aun cuando en esos momentos incluso esté preparándose para huir de él.

 

Pero… ¿Cómo podría explicárselo? ¿Cómo explicarle a un niño de 10 años las razones por las cuales ha de dejarlo atrás? De hacerlo, lo heriría profundamente, lastimaría su corazón probablemente de forma irreparable; abandonar a Lucian para estar con Ossiris, decirle eso sería demasiado cruel, por eso es mucho mejor callar, callar aunque duela, callar aunque una parte de sí insista en no solo huir, sino también en llevarse a Lucian con él, no, con ellos, si tan solo pudiese hacer eso, entonces serían una verdadera familia, Aneris, Ossiris, Lucian y él, pero aquello es simplemente imposible, porque llevar a Lucian consigo significaría enfrentarse a una cacería aún más terrible que la de por si iniciará en cuanto su padre y Rosalind se den cuenta de que ha escapado.

 

-“Lucien, ¿Pasa algo?”- por un momento todos sus sentidos se paralizan, sus manos sueltan aquello que entre ellas sostienen y se ve incapaz de respirar, pero es sólo un instante.

 

-“No es nada… solo un pequeño inconveniente con unos negocios fuera del país”- se obliga a mentir, componiendo una sonrisa y apenas mirando de reojo hacia su hermano menor, antes de volver a lo que antes hacía, colocando el último objeto en su lugar antes de finalmente cerrar su valija.

 

-“Hmn… suena aburrido”- esta vez sí sonríe, detectando el tono fastidiado en la voz de Lucas, mirándolo de nuevo, casi sin querer, directamente a los ojos, y es justo al estar así, que recuerda algo que casi olvida por los nervios.

 

-“Lucas… mientras no estoy ¿Podrías hacer algo por mí?”- aún no está muy seguro  de esa decisión, pero probablemente no exista más opción que esa.

 

-“Claro, suéltalo”- y al escucharlo hablar así, sintiéndolo también dejarse caer despreocupadamente sobre la cama, es que vuelve a dudar. Después de todo, Lucas todavía es joven, apenas pasa de los veinte y es probable que no tenga la madurez suficiente como para comprender la clase de responsabilidad que él está por dejarle.

 

-“Verás, hay un par de personas a quienes me gustaría que cuides en mi ausencia”- comienza en un tono aún dubitativo mientras toma asiento al lado de Lucas, cuyo tozudo cabello rubio se encuentra disperso sobre las sábanas como un abanico dorado –“Pero no puedes decírselo ni a padre ni a nadie”- se apresura en agregar, porque es una tarea que realmente muy pocos podrían llevar a cabo y también, porque es algo que su padre no aprobaría.

 

Lucas tan solo asiente con la cabeza, clavando su mirada azul en el techo de la habitación, con un gesto bastante calmo y serio, aun para ser él, lo que inevitablemente causa que la seguridad vuelva, tal vez después de todo, dejar a Frey y a Ren a cargo de Lucas, no sea tan descabellado como en un principio hubiese pensado.

 

-“Y también tienes que ser muy precavido… no es fácil llegar a donde ellos están”- esta vez siente la mirada de Lucas fija en él, concentrándose en aquello que le está por ser revelado –“Ellos… ellos están justo debajo de los calabozos del Concilio”- la duda se instala en Lucas apenas lo escucha murmurar eso, ya que según cualquier otra persona, no existe nada más abajo que los calabozos.

 

Aquello es lo mismo que el propio Lucien pensara hasta apenas un par de años atrás, era lo mismo que pensara antes de escuchar sus voces y seguirlas, tan solo para encontrarse con ellos, con los Guardianes Cautivos: Frey y Ren.

 

-“Tienes que llegar hasta el fondo del pasillo que se encuentra entre los calabozos, concentrarte y usar tu magia, solo así podrás encontrar la puerta que te guiará a ellos, a Frey y a Ren”- se detiene un momento, escuchando el sonido de sorpresa que Lucas deja escapar de entre sus labios al escuchar esos nombres, y más que nada, al reconocerlos.

 

-“¿Frey y Ren? ¿Los Guardianes? ¿Los Príncipes Guardianes de la Oscuridad y la Espada?”- su voz se torna en no más que un susurro, un tembloroso murmullo que confirma el hecho de que Lucas comprende la clase de tarea que le está imponiendo, no, no solo eso, sino también, que entiende cuan importantes son ellos.

 

-“Frey nunca me ha dicho la verdad sobre porqué están encerrados, solo me dijo que era necesario para asegurar el futuro de alguien más”- Lucien murmura, mirando de repente hacia sus manos entrelazadas justo sobre su regazo, aun intentando descubrir quién podría ser tan importante como para que Frey y Ren sacrifiquen su libertad.

 

-“Es-está bien… pero solo será hasta que vuelvas”- ambos suspiran, evitando mirarse, Lucien porque no se atreve a permitir que Lucas vea la verdad en su mirada, y Lucas, Lucas porque comprende que hay algo más sobre el viaje que su hermano mayor está por hacer, algo que le está ocultando.

 

Y eso es todo, levantándose y sacudiendo el inexistente polvo de sus pantalones, Lucien mira de reojo una vez más hacia Lucas, solo unos instantes, los suficientes como para no encontrarse con su mirada y reunir el valor que le falta para finalmente tomar su valija y emprender un camino que lo alejará de su hermano y del mayor de sus hijos, quizás para siempre.

 

Ni siquiera se atreve a mirar atrás, de hacerlo, está casi seguro que su decisión flaquearía una vez más, sobre todo escuchando el eco de las risas de Lucian interrumpiendo el silencio en la casa. Suspira hondamente y entonces simplemente lo hace, atraviesa la puerta que lo ha de separar de uno de sus hijos y de su hermano, la misma puerta que al cerrarse pareciera susurrarle que aquello es el fin y, también, el principio de una nueva etapa de su vida.

 

-

 

-

 

Dos semanas, dos largas semanas sin tener siquiera la más mínima noticia de él, o al menos una pequeña pista de su verdadero paradero, porque él simplemente no está, por ninguna parte, como si se hubiese desvanecido en la nada, como si hubiese escapado para ya nunca volver.

 

Apenas ese último pensamiento cruza su mente, Lucas agita la cabeza, evitando así comenzar a admitir esa realidad, porque aquello no puede estar pasando, o porque al menos para él, no existe razón alguna por la cual Lucien habría de haber huido.

 

O tal vez es que si la hay y solo no logra hallarla, puede que sea eso, y ante tal razonamiento, es que ahora se encuentra justo donde está, mirando aún sin poder creerlo, la pequeña trampilla al fondo del pasillo entre los Calabozos, justo debajo de la Sede del Concilio en su ciudad natal.

 

Una vez más toma aire, escuchando apenas los murmullos de los prisioneros; por unos momentos se permite cerrar los ojos antes de reunir el valor suficiente como para tirar de la aldaba de la trampilla y finalmente abrirla, observando cada vez más nervioso y perplejo, las escaleras que parecen ir más abajo, más debajo de lo que nunca ha ido o tan siquiera pensó que se pudiera ir.

 

Sus pasos parecen hacer eco al bajar cada peldaño mientras la respiración se le torna más y más difícil, más al quedar a escasos metros frente a lo que parecen ser un par de puertas de grueso y antiguo metal, cada una de ellas con una pequeña ventanilla reforzada por barrotes.

 

Se muerde apenas el labio inferior y entonces finalmente encamina sus pasos hacia la primera ventanilla, tratando de ver algo a través de la oscuridad: nada, parece no haber nada, y por un momento piensa que tal vez sea una broma por parte de su hermano y que Lucien en cualquier momento saldrá de algún lado riéndose de él, más eso no sucede y ahora sus nervios parecen ser tantos como para ponerlo a temblar levemente.

 

-“Has tardado más de lo que esperaba, Lucas Von Schein”- la respiración parece cortársele en cuanto escucha una voz entre toda esa oscuridad, la voz de un niño, únicamente acompañada por un par de orbes color escarlata que parecen brillar entre las sombras.

 

-“¿Qui-Quién eres?”- se atreve a preguntar, odiándose por el temblor y el tartamudeo que no pudo evitar, odiándose aún más al escuchar la voz del niño reírse de él.

 

-“Ya sabes quién soy, Lucas, Lucien no se iría sin antes decírtelo, es por eso que estas aquí, porque Lucien se ha ido”- esta vez siente un escalofrío recorrer todo su cuerpo, tan solo en el momento en que escucha la voz del niño hablándole sobre la partida de Lucien, haciendo que la idea sobre su hermano escapando, tome fuerza cada vez más.

 

-“Frey…”- apenas logra murmurar, escuchando una vez más la risa del niño, no, más bien, del ser cautivo tras la puerta de metal que los separa –“Mi hermano, Lucien… él…”- por más que lo intenta, no logra formular su pregunta, o más bien, es que no quiere escuchar la respuesta, porque es mejor para él estar así que enfrentar tal realidad.

 

-“Ha escapado”- cierra los ojos con fuerza y sus manos forman puños, los mismos que por unos instantes se siente tentado a usar contra la puerta, tratando de sacar su frustración, dudas y confusión –“Lucien quería vivir, ser libre y feliz, por eso ha huido, para intentar tener lo que las absurdas reglas de esta Sociedad, le quitaron”- esta vez levanta la mirada, aún más confundido que antes, aún más perdido en el misterio en que su hermano se ha convertido –“Él quiere estar con su familia, con su verdadera familia”- ¿Qué? Parpadea un par de veces, intentando comprender lo que la voz del Guardián acaba de susurrarle, más nada parece encajar, nada hasta que el rostro  de alguien llega a su mente.

 

-“Aneris…”- el nombre se le escapa en no más que un mero murmullo, haciéndolo sentirse idiota por no haberlo pensado antes, por no haber recordado todo aquello que Lucien perdió al ser obligado a casarse con Rosalind.

 

 -“Exacto, el nombre de ella es Aneris”- otra vez se muerde los labios, detectando el ligero tono de burla en la voz del Guardián, como si quisiera reírse de él, de él y de cuán lento ha sido al tardar en darse cuenta de la verdad –“Y el del niño… su nombre es Ossiris, un nombre demasiado adecuado para una criatura con semejante poder”- Frey seguramente sonríe, mientras sus ojos toman un brillo aún más aterrador, o al menos eso es lo que Lucas siente al estar frente a una realidad que nunca tan siquiera pudo imaginar.

 

Su hermano… Lucien no solo ha huido, sino que se ha ido con su amante, no, con la mujer que ama y con… con el hijo de ambos, un niño nacido del amor y no de la obligación, un niño realmente ansiado, no como Lucian.

 

-“Basta Frey”- alguien interrumpe, haciendo que por un momento sus pensamientos dejen de ser no más que una tormenta confusa, sin principio ni fin; consiguiendo que con la mirada intente buscar al dueño de esa otra voz, demorando solo un par de segundos en comprender a quién pertenece: Ren, el Guardián de la Espada, por fin se ha hecho notar.

 

Más Lucas solo puede pensar en lo que ha dicho: “Basta”, si, basta, es demasiado para él y para su conciencia, para su confusión y para la cantidad de secretos que su alma puede guardar, más esta vez no le da tiempo a contestar, porque no desea escucharlo más, porque todo lo que ansía es salir de ahí, escapar, tal y como Lucien lo ha hecho, si tan solo pudiera escapar…

 

Ni siquiera se detiene a pensarlo una vez más, tan solo se da la vuelta y corre, alejándose lo más aprisa que puede, de ese maldito lugar, tratando de apartar de su mente la forma en que esos ojos color escarlata lo han mirado, calando hasta en el lugar más recóndito de su alma, haciéndolo acelerar en su carrera con tal de llegar a casa y huir también, porque no se ve capaz de cargar con todo aquello.

 

-

 

-

 

-“Tu hermano ha escapado”- es lo primero que escucha apenas atravesar las puertas de su hogar, sintiendo las miradas de su padre y su cuñada, justo sobre él. Lucas no los mira, sus manos se cierran en puños que se aprietan, reprimiendo las ganas de gritar.

 

-“Dé-Déjalos ser felices”- apenas se da cuenta de lo que ha dicho, se lleva ambas manos al rostro, cubriéndoselo, en su mente maldiciéndose mil veces por haber cometido tan fatal error. No solo ha confirmado lo obvio, sino que además acaba de revelar la razón.

 

Y justo cuando intenta escapar, es que su padre lo detiene, reteniéndolo por un brazo y mirándolo de tal manera que Lucas siente cada fibra de su ser temblar, es tarde, es ya demasiado tarde como para huir también o tan siquiera para intentar advertir a Lucien.

 

Más aun así lo intenta, forcejeando lo mejor que puede tan sólo para perder una batalla más mientras su padre lo arrastra con un destino ya fijado. El tiempo se vuelve un borrón, no más que un remolino difuso, sin forma ni color, tan sólo se ve ahí, tratando de soltarse, usando incluso parte de su magia, si tan solo pudiese librarse, entonces también huiría, llevándose a Lucian con él, escapando lo más lejos posible sólo hasta poder reunirse con su hermano y su familia.

 

Sin embargo y por más que lucha, al final sólo siente el brusco empujón que lo manda directo al suelo, y antes de que pueda levantarse, una puerta se cierra ante él, y si tan sólo fuese eso, no significaría nada, más es de tontos pensar que con sólo forzar el cerrojo o buscar una ventana, realmente podrá escapar.

 

Encerrado en su propia habitación, no, encarcelado, sólo es capaz de pensar en la abrumadora realidad, ha fallado, le ha fallado no sólo a Lucien sino a tantos otros más, a Aneris, a Lucian, a Ossiris, y también… también a los Guardianes.

 

-

 

-

 

De pie frente al rostro serio de su padre, Lucien sólo es capaz de pensar en una única pregunta, ¿Cómo ha pasado? Se suponía que estaban a no más que un paso de ser libres, un último vuelo y desaparecerían para siempre del mapa, entonces ¿Qué ha salido mal?, ¿Cuál ha sido su error?, ¿Cuál?, ¿Qué es eso que ha hecho para terminar así? Siendo sujetado por los Centinelas del Concilio, de pie frente a su padre, observando impotente como le arrebatan todo cuanto ama, mirando sin poder moverse, la forma tan cruel y desgarradora, en que tanto Aneris como Ossiris, son apartados de su lado.

 

No quiere pensar en lo que sigue, más es imposible no hacerlo, por su culpa, por su culpa ellos van a morir, sino hubiese sido por su tonto egoísmo, sino hubiese deseado tontamente escapar… ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? La maldita pregunta atraviesa su mente mientras apenas es consciente del momento en que los Centinelas comienzan a obligarlo a caminar. Sabe a dónde lo llevan, y el saberlo en esos momentos no se torna más que en un absurdo, sobre todo cuando es algo que él ha visto y hecho una y otra vez, solo que en esta ocasión no será él quien haga las preguntas, no, esta vez Lucien sabe que es su turno de contestarlas.

 

Pero no importa, ya nada importa puesto que no existe forma alguna de escapar, no la hay, y por eso en cuanto el interrogatorio comienza, mentir está de más…

 

Sí, quería escapar… Sí, ella es la mujer que amo, Sí, el niño es mi hijo, Sí, realmente creí que podría lograrlo…

 

-“Si, yo igual voy a morir”- lo último no es más que un susurro, para sí mismo, porque no existe vida sin ellos, porque la decisión está tomada y no hay marcha atrás.

 

-

 

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Cuando la puerta de su habitación finalmente es abierta, basta con ver la expresión en el rostro de su padre como para saberlo: les han encontrado; Lucas cierra los ojos y aprieta los puños, impotente, sintiéndose patético y estúpido, viendo sus pocas esperanzas hechas trizas, porque durante todo el tiempo que estuvo encerrado no ha hecho más que rogar, rogar y rezar, porque no fueran hallados, porque Lucien consiguiera escapar, por nunca volverlo a ver aún si eso significa perder a su hermano, más tal ilusión era mejor, porque al menos así sabría que aunque lejos, en algún lugar, Lucien sería feliz, estaría a salvo y tendría la vida que siempre ansió.

 

No como ahora, se muerde los labios sin atreverse a hablar siquiera, tan sólo siguiendo en silencio a su padre, primero hasta el lujoso automóvil que espera por ellos en las puertas de su hogar, y luego de un silencioso y asfixiante viaje, a través de los pasillos del Concilio, incluso a través de los calabozos, donde sin poder evitarlo se detiene un momento, observando el rostro frío y serio de Rosalind, mirando con odio profundo a través de los oxidados barrotes de una de las celdas, al par de personas encerradas ahí, Lucas también las mira, encontrándose después de tanto tiempo, con Aneris, más ya no es la joven que él recuerda, ya no hay sonrisa alguna en su rostro ni mucho menos muestra felicidad alguna, sino que todo lo que hace es aferrarse al pequeño niño entre sus brazos.

 

Lucas no necesita que nadie le diga quién es, el cabello negro y blondo, y aquel par de impresionantes orbes azules, son suficientes como para hacerle saber su identidad: Ossiris, tan bello y tan pequeño, un niño amado, un niño deseado, un niño a quien después de ese día, probablemente no volverá a ver jamás.

 

Entonces otra vez cierra los ojos, sólo dejándose arrastrar por su padre, no hace falta que mire hacia donde van, lo sabe muy bien, está a sólo unos cuantos pasos de encontrarse de nuevo con su hermano, y mientras más avanza más fuerte se hace la sensación de no querer verlo, no quiere ver a Lucien porque sabe que en cuanto se encuentren su hermano se dará cuenta de su fallo, de su culpa, si tan sólo se hubiese quedado callado.

 

-

 

-

 

24 horas más tarde, Lucas contempla en silencio un punto indefinido en la pared frente a él, sabe que el tiempo sigue corriendo pero aún se siente demasiado estúpido, cobarde y patético por todo cuanto ha pasado, aún siente que es su culpa el que Lucien fuera encontrado, también es su culpa que su hermano haya perdido su corazón, por eso no se ha atrevido a mirarlo ni siquiera una vez, ni cuando fuera con su padre a buscarlo, ni al llegar a casa.

 

Después de eso no ha hecho falta intentarlo ya que Lucien no ha hecho más que encerrarse en la biblioteca en un silencio de lo más perturbador, casi tanto como la sensación de ahogo que actualmente lo invade, ¿Cómo podría acercarse a su hermano después de lo que ha pasado? No sólo es su culpa que lo encontraran, sino también el que ahora los Guardianes estén de nuevo solos.

 

E incluso plantearse la posibilidad de sugerirle intentar recuperar aquello que Lucien ha perdido, se le torna como no más que un insulto, aun así, se obliga a ponerse de pie, sintiendo el entumecimiento en sus músculos y extremidades luego de pasar tanto tiempo en la misma posición.

 

Sus pasos inseguros y vacilantes lo llevan lentamente hasta las puertas cerradas de la biblioteca, cierra los ojos y apenas es capaz de escuchar el rumor del crujir de las llamas en el hogar. No se atreve a tocar antes de entrar, con la mano temblándole sujeta el pomo y lo hace girar, empujando con suavidad, internándose en silencio en el lugar casi en penumbras, pobremente iluminado por el fuego que apenas consigue brindar un poco de calor a la estancia.

 

La figura de Lucien se hace notar enseguida, sentado en el sillón individual, justo frente a las llamas, observándolas en silencio, como si de alguna forma estas lo tuvieran hipnotizado, hechizado; más Lucas sabe que no es así, Lucien está plenamente consciente de su interrupción, más no hace por mirarlo, sus azules orbes siguen fijos en las llamas del hogar mientras su mano mece suavemente un vaso de cristal con un líquido ámbar que parece brillar con cada sutil movimiento, haciendo un pequeño ruidito debido a los cubos de hielo en él.

 

-“Se han ido…”- le escucha decir en no más que un murmullo, un susurro que hace trizas sus pocas esperanzas sobre planes de rescate y huidas exitosas.

 

Lucas siente que las fuerzas de repente se le van, sus piernas tiemblan y está casi seguro de que de un momento a otro no lo sostendrán más y se vendrá abajo… si tan sólo me hubiese callado, se repite una y otra vez.

 

-“Es mi culpa, fui un estúpido al creer que podría lograrlo”- desea desesperadamente contradecirle, hacerle saber que se equivoca, que la culpa es únicamente de él por no conseguir quedarse callado, más no se atreve, no viendo la mirada vacía en el rostro de su hermano.

 

Lucien tampoco lo mira, no hace más que dejar el vaso sobre la pequeña mesita junto al sofá, para esta vez tomar entre sus manos un objeto pequeño y dorado que Lucas tarda un poco en identificar: Una brújula de oro con el cristal roto, aquella que durante tantos años se preguntó por qué Lucien siempre llevaba consigo, ahora lo sabe, aquel pequeño objeto era la única guía de Lucien para encontrar a Aneris, y ahora está rota, al igual que el corazón de Lucien, por la misma agónica, fúnebre y terrible razón, Aneris ha muerto, y con ella seguramente también ha muerto el fruto de su amor: Ossiris, el pequeño Ossiris, tan dulce e… inocente.

 

-“Y ahora ya nada me queda”- ¡Mentira!, esta vez desea gritarle, incluso golpearlo por atreverse a decir semejante tontería, porque aún tiene a Lucian, porque aún si Lucian nació por obligación, aún es su hijo y no merece tal desprecio, no merece ser rechazado, menospreciado, olvidado.

 

-“Lucian… él también…”- consigue murmurar, solo susurrar, aun cuando su intención era gritarle, más no consigue hacerlo, su cuerpo tiembla y se siente incapaz de respirar al notar la vacía sonrisa en los labios de Lucien, una sonrisa vacía, al igual que sus ojos.

 

-“Dile que me perdone… dile a Lucian que merece un padre mejor que yo”- ¿Qué? Lucas tartamudea, incapaz de articular algo coherente, con su corazón latiendo aceleradamente al distinguir el objeto que las manos de Lucien sostienen una vez que deja la brújula de oro junto al vaso de cristal –“Y también… Lucas… Ojalá nunca te enamores…”- los labios de Lucien esbozan una última sonrisa, mientras sus vacíos orbes azules lo miran por fin, una última mirada.

 

El disparo hace eco en sus oídos y Lucas cierra los ojos, cayendo de rodillas sobre la alfombra, mudo, quieto, con su corazón pareciendo detenerse y saltarse un par de latidos, sus orbes azules, de un azul apenas parecido a los de Lucien, pronto se ven invadidos por las lágrimas y estas comienzan a escapar de ellos, una tras otra, formando caminos a través de sus pálidas mejillas.

 

Cierra los ojos con aun más fuerza, más aun así es imposible sacarse tal imagen de su mente: su hermano, su adorado hermano Lucien muerto por su propia mano, su vida arrebatada con un solo disparo, su brazo colgando sin fuerzas, sin vida, con su mano aun aferrada a la pistola con la que terminara su sufrimiento, aun sonriendo, con su rubio flequillo, casi albino, cubriendo sus ojos, y una única lágrima recorriendo una de sus mejillas.

 

Finalmente, tras segundos que le parecen eternos, Lucas consigue recuperar su voz, más es demasiado tarde ya, y sus gritos desesperados llamando por su hermano, tan sólo se pierden en la oscuridad, porque Lucien se ha ido, si, Lucien se ha ido y ya nunca volverá… jamás…

 

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Y Lucas no es el único perdido en la oscuridad, no, Ossiris recorre con la mirada el lugar en el que le han encerrado, buscando ansiosamente por aunque sea un rostro conocido, más no hay nadie, hace horas que no ve a su mamá, y lleva aún más tiempo sin ver a su papá, ¿A dónde han ido? No, más bien, ¿A dónde se los han llevado? ¿Por qué lo han dejado solo, solo en la oscuridad, perdido, asustado?

 

Se muerde los labios pequeños, carnosos y rosados, mientras abraza las rodillas contra su pecho, enterrando la cara en ellas, aguantando las ganas de llorar,  tratando de brindarse un poco de calor, porque hace tanto frío ahí, tanto que incluso puede ver su aliento al suspirar, piensa incluso en usar sus dedos para comenzar a formar figuritas en el aire, con su aliento, más tiene demasiado miedo como para moverse siquiera.

 

Escucha pasos acercarse y apenas asoma la mirada por entre sus rodillas y su negro cabello, distinguiendo la figura de aquella mujer bonita de cabellos rubios a quien el día anterior viera por primera vez. Otra vez esconde la mirada, sintiendo la de ella atravesarlo llena de odio, sin que pueda entender la razón.

 

-“Tu madre y tu padre ya no volverán”- otra vez levanta la mirada, observándola con sus orbes azules abiertos de par en par, tratando de decir algo, intentando que sus ojos no se vean inundados por las lágrimas que comienzan a formarse en ellos.

 

-“¿Po-por qué?”- consigue decir, sorbiendo la nariz, incapaz de retener más las lágrimas, dejándolas caer, una tras otra, formando en sus mejillas pequeños caminos de líquido cristal.

 

-“Porque no eres más que un estorbo para ellos, solo basura, bastardo…”- intenta replicar, más al ver la sonrisa en los labios de la mujer, las lágrimas comienzan a correr más aprisa mientras su voz y su respiración se quiebran en sollozos desesperados.

 

-“No… no cierto… mami vendrá… papi vendrá… ellos… ellos…”- su voz se apaga de a poco, ahogada por su llanto, acallada por la profunda mirada de odio, rencor y desprecio que la mujer le dedica.

 

Apenas es consciente del ruido que hace la puerta de oxidados barrotes al abrirse, sombras enormes se alzan a su alrededor, sitiándolo, y pronto manos frías tiran de él, manos y dedos que recorren con fuerza su piel, haciéndole daño, consiguiendo hacerlo gritar, intentar pedir ayuda.

 

-“Desháganse de él”- más nadie lo ayudará, no esa noche ni ninguna otra.

 

El sonido de los pasos de la mujer alejándose apenas tiene una parte de su atención, porque las manos tiran con más fuerza, los dedos hacen daño y arrancan con fuerza su ropa, Ossiris grita, lucha, intenta soltarse con todas sus fuerzas pero es demasiado pequeño y débil como para poder defenderse, las sombras cerniéndose a su alrededor lo asustan cada vez más, y todo llega a un punto en el cual no hay nada más que dolor, atravesando cada fibra de su ser, atenazando su corazón, haciéndolo apenas consciente de su voz gritando, pidiendo por ayuda, llamando a su mamá, a su papá, suplicando por auxilio, con sus cuerdas vocales desgarrándose a causa de su llanto, de sus gritos; todo en él desgarrándose, haciéndose trizas, tornándose oscuro, una oscuridad donde sólo hay sombras y dolor, acompañadas por el suave eco de su llanto, de su voz que va apagándose conforme más dolor siente, su mente se pierde en esa única sensación, duele, todo duele, todo está oscuro, no hay nada más que las sombras haciéndole daño, destruyendo cada fragmento de su ser, mancillando su cuerpo, arrancando sin piedad alguna su inocencia, ensuciando su alma, rompiéndola hasta no volverla más que jirones, retazos que se hunden y se pierden cada vez más y más en lo más profundo de la oscuridad, hasta que sus ojos se cierran y su conciencia se marcha lejos, abandonándolo en las penumbras, en un infierno del que ya no podrá escapar, dejándolo atrapado en medio de una pesadilla sin final, sin escapatoria alguna, una pesadilla de la cual ya no podrá despertar, ya no más, nunca más…

 

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Notas finales:

Acá les dejo la galería de la Novela


Susurros En El Silencio


http://s753.photobucket.com/user/Hanna_Darko/library/Susurros%20En%20El%20Silencio?sort=3&page=1


Estaré esperando sus reviews con muchas ansias para conocer su opinión, las publicaciones serán cada dos semanas los fines de semana, pero hoy, solo porque estoy muy animada, es que estoy comenzando con la publicación, en fin, espero les guste, y una vez más, se la dedico a todos mis lectores, a mis amigos y a mi amada Familia nwn


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