“El amor está ahí, siempre. Otra cosa es que sea para ti”
Kyungsoo levanta la vista de sus limpios zapatos negros, fija la mirada en su padre quien lo amenaza sin palabras que no vuelva a tratar de huir, el pelirrojo suspira reteniendo las lagrimas, de verdad desea salir de ahí. No quiere casarse, apenas tiene veintiún años y no conoce con quien será, es doloroso que a su padre no le interesase su felicidad ni sus sentimientos, tiene miedo, no quiere estar ahí. No se quiere casar. No. No quiere quedar a la merced de un desconocido. No quiere quedar encerrado en una casa como sucederá cuando el matrimonio se concluya.
-No quiero estar aquí… –susurra a su padre.
-Es por el bien de la empresa, Kyungsoo –dice el hombre severo –así que sonríele a tu esposo.
-Ni siquiera lo conozco –baja la mirada contemplando nuevamente su traje; es negro, casi como para un funeral. Kyungsoo siente que se dirige a su propio funeral.
No quiere casarse. No quiere, sabe que por los últimos seis años lo único que ha aprendido ha sido como comportarse y resignarse al encierro próximo que será su matrimonio. Kyungsoo supo que se casaría con un completo desconocido desde sus quince años y, sin ningún tipo de amistad, no tuvo más opción que acostumbrarse a vivir entre las paredes de su casa; estudiando con un tutor e ignorando lo que ocurriese a las afueras de su ‘hogar’.
-Levántate –su padre sujeta su muñeca con firmeza para evitar otra huida por parte de su hijo.
Kyungsoo se resigna y, como cordero al matadero, sin esperanzas para escapar se dirige sumiso a donde su futuro esposo lo espera. Entra a la sala donde el juez lo espera, mira de reojo a tres hombres; un alto pelirrojo, un rubio de piel morena y otro pequeño rubio. No mira sus rostros, no mira sus expresiones, solo quiere terminar eso de una vez porque siente que en cualquier momento sus piernas fallaran y caerá llorando al piso, rogando por su libertad.
-Buenos días –saluda el juez.
Y ahí comienza el tormento para el pequeño pelinegro. La ceremonia pasa rápido para Kyungsoo quien no mira otra cosa que no sea el piso y sus zapatos.
-Anda firma –su padre le da un jalón a su mano y el menor reacciona, hay varios papeles sobre el escritorio y una pluma es colocada en su mano, se inclina hacia el escritorio y lee el nombre junto a donde tiene que poner el suyo. Kim Jongin, dice en una firma impecable. Escribe su nombre con letra temblorosa y deja caer la pluma sobre el papel.
-Ahora son esposos –dice el juez.
-¡Felicidades! –exclama su padre y quiere llorar por lo hipócrita que es ese hombre que alguna vez apreció.
El pelinegro levanta la mirada pero todo es blanco y su cuerpo cede ante todo lo que siente. Kyungsoo cae contra un fuerte pecho y una muy masculina fragancia le llena las fosas nasales…
***
Kyungsoo abre los ojos topándose con una oscura habitación, una manta lo cubre hasta el pecho, se levanta con lentitud notando que no trae ni sus zapatos, ni su saco, <<¿dónde estoy?>> se pregunta al instante que nota un anillo en su dedo anular y todo le cae como un balde de agua fría.
Ha sido obligado a casarse y ni siquiera conoce a su esposo.
-Adiós vida –susurra abrazando sus rodillas.
Kyungsoo llora apretándose en un fuerte abrazo, sus ojos apenas y le dejan ver algo más que sus lagrimas, sus uñas se clavan con fiereza en sus propios brazos y su labio inferior es aprisionado con fuerza entre sus dientes y el metálico sabor de su sangre llega a sus papilas.
La puerta es tocada con suavidad y el pelinegro aguanta su respiración al verla abrirse, lo sabe al instante; su esposo es ese moreno que lo mira preocupado desde el marco, el rubio cabello de este está desordenado y está vestido con solo su pantalón negro, ajustado y la camisa la lleva doblada hasta los codos, desabrochada en los primeros botones.
El moreno se queda quieto, esperando la reacción de Kyungsoo quien simplemente se sienta correctamente en la cama y limpia con furia sus lagrimas. No quiere que lo vean llorar, sabe que se nota por lo rojos que han de estar sus ojos pero no quiere que sepa lo débil que es. Kyungsoo quiere dejar de mostrar sus emociones a ese hombre que avanza hacia él, no. Kyungsoo quiere dejar de mostrar sus emociones porque, si a su padre no le importaron a él tampoco le deben importar…
-Mi nombre es Jongin –susurra el moreno sentándose junto al pelinegro pero manteniendo una considerable distancia en esa gran cama.
-Me llamo Kyungsoo –responde encogiéndose de hombros –supongo que eres mi esposo –susurra cabizbajo.
-Eh… sí… soy tu esposo –el moreno murmura nervioso y el silencio incomodo se adueña de toda la habitación.
Kyungsoo toma una bocanada de aire –perdón por desmayarme luego de la ceremonia –se disculpa con voz temblorosa –so-solo que estaba muy emoción…
Jongin ríe negando con la cabeza –no te preocupes por mentir –dice con tranquilidad –supe que intentaste huir… –comenta y Kyungsoo se tensa abriendo mucho sus ojos mirando fijamente el piso a sus pies –siendo sincero yo también traté de huir –confiesa mientras sus mejillas se tornan rojas y desvía la mirada al techo de la habitación de él y su esposo.
El pelinegro no contesta y el rubio baja la mirada solo para toparse con que su esposo lo mira con un puchero en sus labios y el ceño fruncido. Jongin se siente nervioso, esos grandes ojos miran tan fijamente que siente que le recorren hasta lo más profundo de su alma, simplemente es una mirada demasiado penetrante.
-Tú… –comienza mirando a Kyungsoo –¿siempre miras así? –pregunta.
-¿Así cómo? –pregunta sin apartar la vista.
-Es que tus ojos… son muy grandes…
-Lo sé.
-¿Podrías dejar de mirarme así? No me gusta…
-Perdón –desvía la mirada –¿puedo pedirte un favor?
-Claro.
-Yo no me quería casar –murmura dirigiendo nuevamente su mirada hacia el moreno –tú tampoco ¿cierto? –Jongin asiente –solo tratemos de no hablar mucho, no es algo que me agrade.
-Entiendo –susurra –¿quieres comer algo? –Kyungsoo niega.
-Me gustaría sumirme un poco más en mi depresión… hundirme en la miseria y-
-Tampoco soy tan malo –murmura Jongin levantándose de golpe de la cama para luego salir dando un portazo de la habitación.
Kyungsoo gruñe volviéndose a acostar en la cama.
***
La casa es grande, espaciosa, tiene mucha claridad, los pasillos son de colores pasteles y los adornos de tonos fríos, por lo menor hay buen gusto en el lugar. Es una casa bonita, aunque Kyungsoo esté triste puede apreciarla, los cuadros y la tapicería del lugar. Por lo menos permanecerá encerrado en un lugar bonito.
Hay un olor dulce que viene desde el primer piso, Kyungsoo suspira bajando las escaleras; paso a paso, sus pies se arrastran por la madera de los escalones, está cansado y sus rodillas tiemblan con cada movimiento. Ya son casi dos día encerrado en su habitación, no ha visto a su esposo desde que le dijo que no se hablaran, por lo menos el moreno era alguien que lo respetaba un poco y lo dejaba tranquilo en su mundo gris.
-Buenos días –saluda el rubio con la boca llena.
-Buenos días –responde Kyungsoo bajando la mirada, no solo se siente mal físicamente sino también emocionalmente, Kyungsoo siente que la mirada de su esposo es demasiado cálida, es más de lo que merece, el pelinegro hubiese deseado odio y apatía por parte del moreno pero no, Jongin lo mira con tranquilidad, con una sonrisa mientras tragaba las crepas que había preparado.
-¿Te gustan? –señala el plato que tiene junto a él. Kyungsoo asiente y se dirige hacia el moreno –¿eres así de pálido? –pregunta el moreno.
-No he comido mucho estos días, supongo que me veo peor –murmura entre dientes sintiendo mucha amargura en su boca.
-Sé que nunca quisiste eso, yo tampoco pero por lo menos tratemos de llevarnos bien –propone el moreno.
Kyungsoo niega con la boca llena y luego traga –yo solo quiero seguir en la habitación –murmura y Jongin no reniega ante lo que pide el de los ojos grandes –muchas gracias –susurra Kyungsoo levantándose del banco.
-Solo comiste la mitad –Jongin lo sigue.
-No tengo mucha hambre –concluye subiendo las escaleras.
El moreno lo sigue a una distancia considerable pero aun así se mantiene atento a los movimientos de su desmoralizado esposo.
Kyungsoo se detiene y mira fijamente a Jongin.
-Te dije que no me gustaba que me miraras así –se incomoda nuevamente y sus mejillas se tornan por segunda vez rojas ante la presencia del más bajito.
-No te preocupes por mí, tampoco trates de familiarizar conmigo… no quiero –dice entrando en la habitación.
Jongin se queda mirando la madera de la puerta, casi cinco minutos, solo mirándola, sin tratar de hacer otra cosa, entonces toca con cuidado.
-Tendremos que ir a una fiesta –murmura luego de asomarse por la puerta de su habitación.
-Está bien –Kyungsoo se levanta de la cama.
-Es para presentarte a los amigos de mi padre –prosigue.
-Está bien –repite dirigiéndose al baño.
-¿No piensas preguntarme nada? –cuestiona enojado.
Kyungsoo niega –no tiene caso, fui educado para hacer sin preguntar. Tengo que ser obediente… ahora eres mi esposo y tú mandas… –murmura con una cansada sonrisa.
-Kyungsoo no es-
-Debo bañarme –interrumpe entrando al baño de la habitación tomando algo del montón de ropa que ya le han dejado en el armario sin saber si le gusta o no. Kyungsoo simplemente toma el traje que le parece mejor para la ocasión.
El moreno suspira y sale para bañarse en la habitación de huéspedes, habitación en la cual ha dormido desde que llegó Kyungsoo ya que quiere darle su espacio al mayor quien ha llorado hecho una bolita en la cama luego de haber despertado.
Jongin no quiere ver al mayor triste luego de haber notado lo lindo que es cuando duerme mientras hace pucheros entre sus sueños y arruga su ceño.
Jongin quiere sacarle una sonrisa a su esposo.