Otra noche más en las calles de Seúl. Una enorme y brillante luna llena baña los oscuros callejones de uno de los tantos barrios bajos de la ciudad. Y a su vez, a un solitario chico de mirada gatuna que, cabizbajo, avanza a paso lento, temblando, escondiéndose de esa luna que todo lo ve esta noche. Temeroso de que ésta vea las heridas que marcan todo su cuerpo. Temeroso de que ésta se de cuenta de la razón por la que esas heridas fueron hechas.
Temeroso de que ésta lo juzgue y lo abandone. Tal como lo han hecho las personas a su alrededor.
Y este chico temeroso al fin decide mirarla. A esa luna resplandeciente que sin asco ni repulsión le observa. A ese cuerpo celeste lejano, que en vez de abandonarlo lo arropa con su brillante manto tratando de dar consuelo a esa mirada apagada.
Lagrimas llenan esos oscuros ojos. Himchan cae de rodillas en medio de ese callejón. Sin apartar la mirada le sigue observando. Y le envidia.
Le envidia su posición. Tan alta esta que nadie puede alcanzarla y herirla.
Y es por eso que ese chico se levanta y empieza a caminar a ese puente. Ese chico quiere unirse a ese lugar lejano donde nadie apuñala. Nadie golpea. Donde no hay más dolor, no hay más lagrimas. No más gritos, no más insultos.
Solo paz. Esa paz que tanto ha anhelado desde el día en que nació.
Parado sobre la banqueta de cemento en la orilla de aquel solitario puente, vuelve a observar a esa luna. Lagrimas bañan su rostro recordando lo que minutos atrás le hicieron...
Abre sus ojos ante el dolor que le provoca el recordar. Mira por última vez sus ensangrentadas manos antes de cerrar sus ojos y avanzar un paso.
Él solo quería ser aceptado por los demás. Sólo quería que lo miraran con ojos amorosos por una vez en su vida. Él solo deseaba recibir una tierna caricia.
-Lo siento.- Susurra y sin más se tira a las oscuras aguas que ansiosas lo esperan para terminar con su dolor.
"Lo siento"...
Lo que ese chico no sabe es que a lo lejos alguien le observa.
Alguien ha visto su mirada afligida. Sus heridas. Y lo ha escuchado.
Himchan no sabe que mientras él se hunde en las heladas aguas de ese río, alguien corre en su dirección queriendo alcanzarle. Queriendo salvarle.
Y justo cuando sus pulmones se han quedado sin oxígeno, cuando siente que está perdiendo el conocimiento, alguien tira de él.
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Para Bang Yongguk el ser ni dios ni humano ha sido bastante difícil.
Caminando por esas solitarias calles acompañado sólo por esa luna que ha sido su única compañera todos estos siglos, maldice a todos esos que alguna vez consideró familia. ¿Cómo pudo ser tan estúpido de llamar hermano al imbécil que esa misma tarde le había dado la espalda?
Y Daehyun ¿Acaso no recordaba ese hijo de puta todo lo que había hecho por él?
Todos. Amigos, conocidos, familia. Todos lo habían traicionado.
Ahora todos esos malditos estaban ahí afuera. Cazándolo. Esperando a que bajara la guardia para darle muerte de la forma más cobardemente posible.
-¡Todos ustedes espero se pudran en el puto infierno! - Grita observando al cielo con los puños apretados. -¿Acaso no puedo tener un momento de paz? -Le susurra a esa inmensidad oscura ahora iluminada por la pálida luz de su fiel compañera.
¿No podía por un momento vivir tranquilo, sin tener que estar siempre alerta, defendiéndose de todos esos que anhelaban ver su cadáver tres metros bajo el suelo?
Su padre. Su madre. Ellos siempre se aseguraron de mostrarle todo el desprecio que le tenían desde el momento en que nació. ¿Cómo esperaba que los demás se comportaran diferente si sus mismos padres no lo querían?
Siguió avanzando por esas calles, ahora más rápido y con una rabia inmensa dentro de él que arrasaba con todo pensamiento coherente.
¿Lo querían matar? Adelante. Él no se iría sin antes despedazar a esos estúpidos dioses con complejos de invencibles.
Con su mente llena de pensamientos asesinos, da vuelta en una esquina, parándose en seco.
Lo observa paralizado. Desde esa distancia alcanza a ver su camisa hecha jirones. Huele ese inconfundible dulce olor de la sangre. Observa una preciosa cara cubierta en su totalidad de moretones, sangre, y lágrimas que no paran de salir de esos misteriosos ojos.
Desde esa esquina observa a ese chico que algo a despertado en su interior. Observa a ese chico que lo ha dejado plantado en el suelo.
Observa a ese chico que está a punto de tirarse de un puente.
-Lo siento- susurran esos labios que han sido castigados cruelmente. Y se lanza.
Bang Yongguk observa el cuerpo sumergirse en esas oscuras aguas.
No sabe exactamente qué esta haciendo, ni por qué, pero cuando reacciona ya esta dentro de esas heladas aguas tratando de alcanzar a ese chico de mirada triste que rápidamente es tragado hacia el fondo.
Con desesperación se sumerge más temiendo no poder alcanzarlo a tiempo. ¿Por qué de repente esas ganas de salvar a un completo desconocido? ¿Por qué preocuparse por un estúpido niño suicida si ya bastante tenía él con sus problemas?
No lo sabía. Lo único que sabía era que tenía que salvar a ese chico a como diera lugar.