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Iluminados por Chibimari

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Notas del fanfic:

Bueno, este fic es una especie de remake del primer fic que escribí, hará unos…cuatro años o así. Debo decir que va a ser muuuuuuy largo, y espero que lo disfrutéis ^^.

Notas del capitulo:

Primer capítulo, empieza el show. Coged vuestras palomitas :D

Kim se encontraba sola.

En el camino se encontraba sombras que andaban de forma lenta y torpe, pero ella nunca las había considerado una gran compañía. En algunas de las siluetas reconocía a amigos o familiares, pero le resultaba un tanto siniestro a la par que inquietante quedarse mirando a aquellas sombras que se asemejaban a sus seres queridos.

El cielo era negro como el azabache, como las almas perturbadas que ella pensaba habitaban el mundo. Lo único que iluminaba su senda era la luz rojiza que emitía la luna. Al fondo de su camino, como siempre, se encontraba el castillo de cristal.

Dicha construcción podría haberse considerado hermosa y de un gusto exquisito si no fuera porque los cristales reflejaban el resplandor rojo de la luna, lo que le confería el aspecto de uno de aquellos castillos abandonados de las típicas películas de terror: tétrico, no inspiraba demasiada confianza. Aún así, Kim siempre se dirigía hacia allí, guiada quizás por la valentía o, más probablemente, por la estupidez.

Una vez dentro del castillo se dedicaba a admirar la arquitectura de este. Arcos, columnas, estatuas…todo hecho de cristal. Nunca tocaba nada por miedo a romper tanta belleza. Si por fuera aquel fuerte parecía el infierno, por dentro era semejante al paraíso.

Pero su visita siempre era interrumpida al llegar a la sala central. Allí encontraba lo que ella definía como un ángel.

Una joven de cabello blanco y ojos azules la esperaba. Sus rasgos eran finos y delicados, y su piel podría haber sido porcelana. Iba vestida de blanco, y debía ser poco más mayor que la propia Kim.

Kim la saludaba con timidez, a lo que la chica respondía con una sonrisa. Después hablaban.

En verdad, Kim nunca había sabido de que hablaban. Solo sabía que debía de tratarse de algo muy importante, pues el rostro de la chica de blanco se tornaba serio.

Al acabar de conversar, Kim se acercaba de forma inconsciente a la joven y en poco tiempo sus caras estaban separadas por pocos centímetros de distancia. Se miraban a los ojos, como si cada una estuviera hipnotizada por la presencia de la otra. Aquella vez, Kim rozó sus labios con los de la chica, pero entonces ocurrió lo de siempre.

“Creo que deberías irte”.

Y la joven desaparecía. Todo desaparecía. Y Kim caía al vacío.

Gritaba mientras caía y seguía cayendo sin llegar a ninguna parte, como siempre hacía. Pero entonces, ocurrió lo siguiente.

Fue engullida por las sombras. Aquello nunca había pasado.

Mientras desaparecía, escuchó la voz de la joven de blanco.

“Nos veremos pronto…”

Y se despertó, entre gritos. Su madre acudió rauda a su habitación, alarmada, solo para encontrarse con su hija con los ojos abiertos como platos, sentada sobre su cama. Sudaba por el terror.

-Tranquila cariño, tranquila- decía de forma tranquilizadora mientras abrazaba a Kim- Sólo ha sido una pesadilla.

Kim respiraba con dificultad, jadeante. Después, trató de sonreír y murmuró:

-Por supuesto madre. Sólo una pesadilla.

“Una pesadilla demasiado realista”.

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El camino hacia el colegio aquel día era sumamente deprimente.

El cielo gris no contribuía a alegrar aquella mañana, y encima parecía que iba a llover en cualquier momento. No había ni un alma en la calle, y Kim se dedicaba a contar todos los árboles desnudos que veía. Aquello le parecía una soberana gilipollez, pero de alguna forma tenía que quitarse de la cabeza aquel horrible sueño. Por su culpa, no había vuelto a pegar ojo en toda la noche.

“Y para rematarlo me han salido ojeras. Parezco una colgada”.

Aquella dichosa pesadilla la llevaba acosando desde hace meses, y eso la inquietaba. ¿Qué narices significaba, si es que pretendía decir algo? ¿Y quién era la chica que aparecía en el sueño? Estas preguntas rondaban su cabeza desde que dicho sueño comenzó a repetirse.

¿ Y si solamente se estaba volviendo loca? Negó con la cabeza. Admitía que podía ser una chica idiota, cruel, borde, huraña, antisocial y aguafiestas, pero no una loca. Porque no lo era. ¿Verdad?

Suspiró. Solo quería llegar a clase, sentarse y echarse la siesta.

Pasaría de todo y de todos. Y punto. Aquel día no estaba para las infantilidades o idioteces a las que estaba acostumbrada.

Siguió caminando con el paso lento y tranquilo que solo tienen aquellos que están cansados de la vida.

Lo que Kim no sabía, era que ese día su vida cambiaría.

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Llegó a su aula diez minutos antes de que la clase comenzara. Se sentó en su pupitre, tiró con cansancio la mochila, se cruzó de brazos e intentó dormirse. Pero entonces escuchó una serie de rápidos pasos que sabía se dirigían hacia su mesa.

“Esme”

Esme era una de las pocas amigas que Kim conservaba. Era una chica dulce y alegre, pero demasiado curiosa para el gusto de Kim. Tenía el pelo castaño oscuro, con mechas rubias; ojos de un marrón oscuro y una piel un tanto pálida. Se daba cierto aire a un vampiro.

-¡Eh, tú!- gritó Esme, provocándole un intenso dolor de cabeza a Kim.

-Joder, baja la voz. Me muero de sueño y a ti sólo se te ocurre gritarme.

-Oh…¿El sueño extraño de nuevo?

-Sip- respondió Kim levantando la cabeza.

-Deberías ir al psicólogo.

-¿Insinúas que estoy mal de la cabeza?- preguntó Kim con rabia.

-¡No, no! Solo digo que es raro que sueñes con lo mismo durante meses.

Hubo un silencio incómodo, que duró más bien poco. Por la puerta entraban May e Isabella, que se fueron acercando hacia ellas.

-¿A qué vienen esas caras?

-El sueño otra vez- respondió Esme. A Kim le pareció ver una expresión de alivio en su rostro.

-Creo que tendrías que preocuparte por otras cosas. Cosas reales, no oníricas. Sam sigue enfadada contigo- dijo Isabella.

Kim emitió un gruñido y volvió a bajar la cabeza. Como si le importase.

-¿No vas a hacer nada?

-Ahora tengo demasiados problemas en los que pensar.

-Allá tú.

“Maldita sea”

Si se lo planteaba, en sí toda su vida había sido un problema. Por su culpa su padre había abandonado a su madre en cuanto ella nació. Aunque aquello en verdad era culpa de su padre. ¿O es que un hombre puede considerarse hombre cuando abandona a la mujer que dice amar?

Después estaba el tema de su infancia. Sacaba notas brillantes, pero intimidaba a sus compañeros y no se relacionaba con nadie. Luego llegó a la adolescencia e hizo amigas, sí, pero casi todas la abandonaron después de enterarse de que “estaba en la otra acera”. En ese momento fue cuando empezaron los insultos. Y después, los golpes.

Obviamente todo cambió el día en el que decidió defenderse, pero incluso por aquel entonces la seguían poniendo verde, aunque fuera a sus espaldas. La mierda que la echaban no era poca; que si era una puta, que si estaba embarazada, que si había follado con no se quién en los vestuarios, que si su madre le hacía “favorcillos” al profesorado para que Kim sacara mejores notas…

Kim solía pasar de estas habladurías, de estos rumores. Pero, aún así, no podía evitar sentir rabia. ¿ Qué había hecho ella para merecer aquello?  A veces pensaba que ni siquiera tendría que haber nacido.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos de repente por el portazo de la profesora de historia, doña Elvira, que presumía de ser toda una erudita a pesar de ser más basta que un arado.

“Supongo que no es el mejor momento para dormir”.

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El día transcurrió con total normalidad, o eso quería pensar Kim. Sam no le dirigía la palabra y Kim solo habló en el recreo.

El tema, porque al parecer no había otra cosa mejor de la que hablar, era la chica del sueño.

-¿Cómo es exactamente?-preguntó con curiosidad May.

-Como una modelo de revista, solo que vestida a lo puritano.

-¿Y te gusta?

-No.

-¡Pero si acabas de decir que es muy guapa!

-May, estamos hablando de un sueño. Y los sueños, sueños son.

No volvió a pronunciar palabra en lo que quedaba de clases.

Después de todo, tampoco tenía nada interesante que decir.

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Por fin era la hora de salir. Eran las dos de la tarde. Kim recogió todo y salió escopetada de su aula. Lo único que quería era que aquel día acabase lo antes posible. Había sido un asco. Necesitaba llegar a casa y dormir para aclarar su mente.

Iba pensando en todo lo que haría al llegar a su hogar, cuando alguien emitió un grito detrás suya.

Se giró y abrió los ojos como platos.

Una niña de primaria había comenzado a convulsionarse. Le salía espuma por la boca, y sus ojos estaban enrojecidos y llorosos. La que había gritado era una chica de la ESO, que, junto con sus amigas, se habían quedado mirando a la niña sin saber muy bien que hacer.

Corrió hacia la niña y les pidió a las muchachas que fueran a buscar enseguida a un adulto. Asintieron, y se fueron todas menos una. Kim la miró de forma reprobadora, pero la chica negó con la cabeza y, con los ojos llorosos, murmuró:

-Es mi hermana.

Kim no pudo hacer nada más que suspirar ante aquella afirmación.

Cogió a la niña por los hombros y la tumbó de lado, pero las convulsiones no le permitían a la chiquilla quedarse en dicha posición.

-Ayúdame a sujetarla.

Pero ni entre las dos tenían la fuerza necesaria para parar a la niña. Kim comenzó a sudar, como hacía cada vez que algo la inquietaba. Aquello no podía ser normal. Nunca había visto aquellos síntomas, algo similares a los de la rabia, pero sabía perfectamente que no podía ser dicha enfermedad.

No tuvo tiempo de discurrir sobre el mal que padecía la pequeña, pues enseguida esta dejó de moverse.

-Mierda.

Miró a su alrededor y solo en ese momento se dio cuenta de que estaba rodeada por un círculo de estudiantes. Reconoció a Esme, que saltaba para intentar ver lo que ocurría, y a Sam, que miraba a Kim con preocupación.

¿Es que no había nadie que supiera primeros auxilios?

Por suerte escuchó la voz de la directora, que se abrió camino entre las alumnas. En cuanto vio a la niña llamó a dos profesoras que pasaban por allí para que se la llevaran a la enfermería. Kim suspiró de nuevo, aliviada. Por fin ya no era su problema.

Escuchó a la hermana de la pequeña llorar a su lado, pero no le importó. Lo único que deseaba en aquel momento era irse a su casa, abrazar a su madre y olvidarse de todo por unos instantes.

Pero entonces sintió la mano de la directora en el hombro.

-A ella también. Ha tenido contacto con la niña. Y llevaros igualmente a la hermana. Quizás se hayan infectado.

“Este día no puede ser peor”; pensó Kim para sus adentros mientras era llevada a la enfermería.

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La enfermería era una sala completamente blanca. No tenía más muebles que cuatro camas rodeadas por cortinas, una silla y una mesa enorme. También había un botiquín, pero Kim sabía que este solamente estaba de adorno, ya que no había nada dentro de él.

Aquella sala era aburrida. Muy, muy aburrida.

Habían tumbado a la niña en una de las camas, y su hermana no se había movido de su lado en la media hora que llevaban allí esperando a que viniera alguien.

Kim, que no quería invadir su intimidad, se había alejado todo lo posible de ellas y se había sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. Así, las hermanas estaban en una esquina y ella en otra.

Aun así, y a pesar de que una cortina impedía que Kim las viera, nada podía evitar que escuchase el llanto de la hermana mayor. En otras circunstancias aquello la habría irritado, pero después pensó en que si su madre, sus abuelos, su primo o cualquiera de sus amigas se hubiera…¿contagiado de la rabia?¿De una enfermedad rara infecciosa de síntomas similares? Ella también lloraría.

Cerró los ojos y tarareó “I’m blue” de forma que sólo ella podía escucharse. No logró ni llegar a la mitad de la canción, pues oyó una serie de pasos apresurados que se dirigían hacia allí. “Ya era hora de que se ocuparan de nosotras”, pensó.

Lo que no se esperaba era que la persona que abrió la puerta con delicadeza y después cerró esta de la misma manera era nada más y nada menos que Sam.

Kim la miró, sorprendida, y dejó que la pelirroja se sentase a su lado.

-Estaba preocupada-susurró Sam.

Claro. Como si eso lo explicara todo.

-Que detalle por tu parte.

-¿Cómo está la…?

-Mal. No se ha movido ni cuando la trajeron a la enfermería.

-Ah…

Hubo un silencio incómodo y Kim rezó para que su cuerpo no comenzase a sudar.

-¿Y tú?

-¿Eh?

-¿Cómo estás tú?

Kim cerró los ojos, reprimiendo las ganas de llorar.

-No lo sé.

Sintió la mano de Sam sobre la suya y la miró, nerviosa.

-Oye Kim…yo…

Un grito cortó aquel momento. Kim se levantó con agilidad. Ya hablarían después.

Estaba completamente segura de que el grito había surgido de la hermana de la niña medio muerta. ¿Qué narices habría pasado?

Deslizó la cortina con urgencia y se quedó asombrada cuando descubrió que la niña estaba moviéndose. Pero el asombro se volvió preocupación cuando vio que la piel de la pequeña había adquirido un tono grisáceo. Tenía además los ojos inyectados en sangre, y todos sus pequeños dientes blancos se habían convertido en colmillos amarillentos.

La niña cogió el brazo de su hermana (cuya cara era una mueca de horror) y le dio un mordisco. La sangre comenzó a manar del brazo de la joven, que gritaba desesperada al tiempo que intentaba zafarse de la chiquilla.

Kim escuchó murmurar a Sam detrás suya.

-Dios mío.

El miedo las había paralizado a las dos.

¿Qué debían hacer?

 

Notas finales:

Y así acaba el capítulo 1. Espero que os haya gustado :3


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