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Cosas de Invierno por anik_blood

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Notas del fanfic:

Naruto no me pertenece

Notas del capitulo:

Buenos días!

Escribo esto principalmente como un regalo a MR_IYU y Narukito, que hoy cumplen su primer aniversario, ¡Muchas felicidades a ustedes :D! Y por otro lado, pues tengo una vena sensible por el HashiMada de viejitos, me parecen tan tiernos *w* y como nadie escribe de ello, aquí ando innovando :D!

Espero que les guste

-¿Como puedes lastimarte tanto? 




Su voz, ronca y calmada, resonó en la habitación y se quedo en su munte como un eco lejano pero persistente. 




Era de noche, de esas de cielo negro y luna plateada. Hacía frío y el aire hululaba y arrastraba hojas de otoño muertas. Hashirama supo que pronto seria invierno y que debería comenzar a hacer los preparativos para abordarlo, guardar comida, cortar suficiente leña, comprar ropa abrigadora... 




Su mente deambulaba mientras machacaba con intensidad en un mortero de porcelana una serie de hierbas, lirio de fuego para la infección, amapola para el dolor y regaliz para la inflamación. Tenia un aroma fuerte tirando a lo dulzón, como una colonia de bosque. Hacía treinta minutos él había llegado, arrastrando una pierna, tosiendo sangre, tan lleno de barro y sangre que no sabia donde comenzaban sus ojos y donde terminaba su boca.  




Sin embargo no era la primera vez que lo veía en ese estado. Solo una persona podía ver a Madara Uchiha débil, y esa estaba muerta, en su defecto, para no morir inevitablemente, tuvo que doblegar un poco ese fierro orgullo a Hashirama, solo por unos pocas horas, horas de dolor, de silencio, de secretos quejidos, con miradas cálidas de ojos cafés-miradas comprensivas- y a veces, cuando estaba muy mal, una cama y alguien que vigilaba su descanzo. 




Hashirama lo había ayudado a bañarse. No le avergonzaba que lo viera desnudo,  tampoco era la primera vez, a fin de cuentas el Senju conocía más su cuerpo que él mismo. Él le quito la ropa con suavidad, cuidando de no halar ni romper heridas, esas quemaduras y cortadas que medianamente se habían sanado.  Saco la armadura, las sandalias, los pantalones, y la ropa interior. Con esa paciencia que solo los años pueden dar, esa que solo se obtiene cuando has perdido lo suficiente como para apreciar un buen momento. Luego lo metió en una tibia tina, donde con una paciencia infinita tallo su cuerpo y lavo su cabello con cariño, y luego le sermoneo mecánicamente, como una madre, o un padre, como una esposa. Como algo. 




Era eso, Hashirama era algo importante, nada más, nada menos, y así debían de ser las cosas para Madara Uchiha. 




Madara no hablo, si quiera abrió los ojos. Estaba desnudo, sentado en su cama, dandole la espalda, con su piel blanca, hermosa, llena de hematomas de distintos matices, quemaduras, gotas de sangre tibia que caían pausadas de cortadas profundas, y cicatrices, muchas cicatrices, unas delgadas como hechas por un pincel y otras groseramente grandes y deformes. Hashirama las conocía todas, cada una de ellas, sus historias, las que aun dolían, las que ya casi ni existían, las conocía pues con su lengua las había delineado, saboreado, sentido, tocado. Madara tendía a contarles sus historias cuando estaba desnudo, expuesto, jadeando luego del sexo y él siempre las escuchaba con calma a pesar de haberlas escuchado mil veces y una más. Madara estaba envejeciendo aunque ninguno lo notara mucho. 




Tomo una porción de la pomada y lentamente la froto sobre una larga cortada que tenia en la espalda, nueve centímetros de largo.  




-¿Duele? 




No tuvo respuestas, solo un pequeño movimiento, una muy, muy pequeño, casi imperceptible, como la primera gota de la lluvia que golpeo su ventana. Pero Hashirama lo vio, Hashirama siempre sabía. El  dedo índice de Madara tembló. Le dolía. Sin embargo prosiguió, extendiéndola con suficiente rapidez con par cubrir dos veces la herida. Esta vez dos dedos vibraron y puedo escuchar como la constante respiración se detuvo de insofacto. Madara estaba sufriendo 




-Shh-amaino con una cándida sonrisa-se que puede arder mucho pero pronto pasara. 




-No me duele. 




Seco. Sonaba molesto. Las cejas finas y negras se curvearon, frunciéndose y su rostro, tímidamente iluminado por las velas se volvió torvo. Pero el lo conocía bien, muy bien, Madara no estaba molesto, realmente, estaba tranquilo y manso, quizás hasta de buen humor,  solo que un poco avergonzado. Muy orgulloso, demasiado como para pedir ayuda, para demostrar dolor y amor, pero no lo demasiado para evitar que siguiera, o que en diversas oportunidades, él se colara entre sus piernas... 




El cielo trono tres veces.  Hashirama preparo la aguja de hueso fino y el hilo de tripa. El invierno se avecinaba, se adelantaría. Este año le tocaba a Madara pasarlo con su familia, por más que la idea le disgustara, el pasado él lo paso con su clan y no es muy agradable que un Senju conviva con un grupo de Uchihas, si quiera cuando estos estaban muy borrachos. Volvio a la realidad al sentir la instintiva mirada del Uchiha sobre él. Miraba la aguja con un típico recelo. Una sonrisa cautivadora se formo en sus labios. 




-Soy rápido. Lo sabes-.Madara tuvo que contener cada musculo de su cuerpo cuando los dedos de Hashirama, suaves y expertos, tocaron su espalda, acariciándola buscando relajarlo. Odiaba las agujas, secretamente les temía. Y el Senju lo sabía, no pasó mucho para enterarse de que algunas piedras, por más fuertes y grandes que fueran, también tienen pequeñas grietas. Madara tenía muchas de ellas. 




El primer pinchazo saco su respiración pero forzó a respirar con calma. Sintió como su piel rápidamente era perforada y halada por el hilo, rápido, agudo, doloroso, como si un pájaro picase una y otra vez su herida a carne viva, ligeramente sedada. Cerro los ojos y apretó la mandíbula y trato de evadir las cosas, de no pensar en aquello, en su pierna rota, en las dos costillas fracturada, en el dolor de cabeza, el mareo, las ganas de vomitar y esa aguja perforándole la carne. Pero era difícil. Quería gritar que se detuviera y luego golpearlo, sin embargo no lo hizo, eso era cosa de débiles, él no era débil.  




Cuando sintió que llego a la cúspide del dolor, que las nauseas fueran tales que estuvo apunto de vomitar sobre sus piernas, jadeo. Un pequeño jadeo, casi como el susurro del viento. Hashirama se detuvo. 




-Falta poco-, susurro. Siempre sabía cuando parar y cuando seguir, quizás por eso había terminado en su cama, perdiéndose en ella, sin saber donde terminaba su cuerpo y comenzaba el de Hashirama, que parte era sabana y cual era piel, alma, mente, ¿Como habían terminado juntos, durante tantos años? 




El viento retumbo con fuerza, abriendo las ventanas y volando papeles. Hashirama corrió a cerrarlas ventanas. Había comenzando a llover a cantaros. El frio helado se filtro como una enfermedad en su sangre, dos cicatrices le dolieron a Madara, un dolor que lo hacía recordar batallas pasadas, aquellos días de gloría donde él estaba dispuesto a conquistar el mundo. Era un muchacho tan tonto... 




Estaba envejeciendo, Hashirama también. Ninguno se daba cuenta o fingían no hacerlo para evitar pensar en todo y en nada. Solo dejaban que los días pasaran. 




Al final termino de suturar las heridas, de vendar su cabeza, su estomago y pierna. Le sirvió un té de anís para las nauseas y suavemente lo ayudo a recostarse sobre su cama, hoy dormirían juntos. Hashirama se sentó a su lado y bebió, café, posiblemente hoy le tocaba vigilia. Miro un rato al otro, su amante durante largos años, un compañero, desde ese ángulo la luz de las velas lo hacían lucir cautivador. Casi dulce. Quiso besarlo. 




-No quiero-, susurro luego del ultimo sorbo. Hashirama se quedo inmóvil, quizás Madara pudiera leer los pensamientos y eso le perturbo-. Me niego a pasar el invierno con tu hermano y tu madre, no de nuevo. Tobirama trato de envenenarme hace un mes. Una onza de cicuta Hashirama, ¡Una onza! ¡Casi muero mientras ceno como un idiota! ¡Y no pude hacer nada contra el omnipotente y glorioso Nidaime! 




Demasiadas palabras al mismo tiempo, demasiadas emociones. Definitivamente, estaba de buen humor.  Se rio un poco recordando ese día. Madara era muy exagerado, no fue cicuta, solo un poco de ayahuasca, una planta muy alucinógena. No murió, solo paso unas largas horas delirando. En todo caso, Tobirama, el viejo y ahora infantil Tobirama, solo le creativito el día. 




-Me toca, el año pasado solo vi como tus primos se emborrachaban hasta mearse encima.  




-No te trataron de matar-Abrió los labios para explicarle la diferencia entre la muerte y un buen viaje, pero sabía bien que no lograría nada. 




-Ya se lo prometí a mi hija. Ansía verte-Madara frunció el seño y se encogió sobre si mismo, arropándose con el yukata azul marino-, por favor, sabes que he estado esperando todo el año para verlos juntos. Es la única oportunidad que puedo sentarme con mi hija y mi nieta sin que ellas me miren con asco...no puedes quitarme esto Madara 




No había más que decir. El Uchiha solo suspiro y miro las velas chispear. Luego de dos años de romance secreto la verdad salió a la luz, Hashirama no era tan buen mentiroso como él creía ser. Fueron pequeños detalles, un perfume de hombre ajeno, mordidas, aruños, escapadas nocturnas, miradas penetrantes. A fin de cuentas, cuando ellos dos estaban juntos, todo el mundo desaparecía, su esposa entre ello,  solo eran ellos dos en cualquier lado, solo ellos y nada más. 




Una pelea grande, lagrimas, vergüenza, culpas... 




Luego de siete años las cosas apenas mejoraban. Hashirama ahora podía visitar a su hija y a su nieta de un año. Y no habían seres que más amara en el mundo. Madara adoraba ver la expresión de sus ojos cuando su amigo, buen amigo, abrazaba a su hija y besaba a su nieta. Se veía tan feliz en esos momentos, tan vivo, tan radiante de juventud que las ligeras canas y las arrugas quedaban de lado. simplemente, era algo que no podía quitarle. 




Comeria con cuidado esta vez. 




La tormenta seguía, con fuerza. Tres velas permanecían encendidas iluminando apenas sus cuerpos, a pesar que las ventanas estaban cerradas, el viento entraba y la madera crujía. Hashirama había decidido, luego de unas quejas, meterse junto a él en la cama, estaba seguro que no moriría esa noche. El calor de las cobija de lana roja y de sus cuerpos dificilmente podían contrarrestar a las bajas temperaturas invernales, sin embargo, era reconfortante hundir su cabeza sobre el hombro de Hashirama y aspirar su aroma, no él de su colonia, o el del jabón o el aroma de las cosas cotidianas, su aroma, el de su piel, el que nadie más tenía.  




No podía explicarlo bien, era como el aroma de la madera mojada con una mezcla de vino, no tinto, sino blanco, quizás sidra. Le recordaba a la casa. Hashirama era fuerte, duro como un roble pero al mismo tiempo tan dulce y cándido como la primera petunia de la primavera, la más virgen de todas. Su tacto siempre pareció un puño de acero bajo un guante de seda. Siempre lo ayudo a seguir adelante. Siempre lo protegió de todos inclusive de él mismo.  Todo eso pensaba el frio Madara mientras miraba el crispar de las velas. 




Y  lo amaba, Dios, como le amaba, de una forma inaudita que él jamás permitió mostrar, y no lo haría nunca, simplemente porque algunas cosas son como son, y eso, eso esta bien para Madara Uchiha. 




Acaricio sin darse cuenta su pecho, no con romanticismo, cosa imperdonable para Madara, sino como una caricia casual, sin excesos pero aun así, sin frialdad. Su pecho no seguía siendo tan firme como antes, su corazón tampoco, desde hacia unos años se le aceleraba sin motivos y por mas que tomare  té de  espino blanco, de achicoria o de melisa no parecía mejorar, cada vez era peor y más frecuente. Hashirama podía estar horas inmóvil sobre la cama, apretándose el pecho, jadeando, sudando frío. 




En esos días Madara temblaba y todo parecía caérsele de las manos. Eran días que le recordaban lo frágil que era el ser humano, lo frágil que él era, lo frágil que eran ambos. Algún día se esfumarían, como el viento, como la arena en el mar, como un pétalo de diente de león, y entonces, solo sus recuerdos quedarían, recuerdos como las historias de las cicatrices, de sus heridas, de las noches de lluvia. 




La vida era tan corta a veces... 




-Deberías dormir-, susurro y dio una dulce mirada, ¡que ojos tan candidos tenia!, leves arrugas marcaban la comisura de sus ojos, delicadas, combinando con los rayos blancos que pintaban sus raíces. Era hermoso, siempre lo fue y jamás dejaría de serlo, no importaba lo que dijeran los años. 




-No tengo sueño-, susurro mirándole fijamente a los ojos, y luego, muy lentamente sonrió, por primera vez en todo el día, en toda la semana. Iba a decir algo divertido-Te haces viejo Senju-, acababa de descubrir una cosa, una nueva arruga, cerca del entrecejo. 




Hashirama también sonrió, sin siquiera sentirse ofendido, después de tantas peleas y guerras, Madara no podía ofenderlo en nada, al menos, quizás, negarle una noche de sueño a su lado. Con un dedo acaricio su mejilla pálida, dorada bajo la luz de las velas, perfecta ante sus ojos. 




-¿Yo? ¿No serás que ves tu propio reflejo en mí?-Pregunto con cierta diversión. 




Una vida de peleas, alcohol, prostitutas y drogas había deteriorado el cuerpo de Madara, a pesar que se negara a aceptar su edad, cada vez que salía a defender la aldea, volvía más herido, cojeando, jadeando, y tardaba más en recuperarse. Se estaba haciendo lento, débil, se le olvidaban las cosas, las repetía a veces. El cabello estaba cada vez mas gris, un poco más delgado, algunas arrugas, algunos dolores de articulaciones.  




Debían aceptarlo, estaban envejeciendo. Juntos, pero envejeciendo. 




-Cincuenta años no pasan en vano-, se defendió sin borrar la ligera sonrisa, una sonrisa jovial, que recordaba a los días buenos cuando Madara cabalgaba medio mundo en su corcel negro-y a ti sesenta te están cobrando. 




-Bueno, así son las cosas Madara. Todos envejecemos y luego, morimos. En algún momento yo me he hecho viejo, ahora solo queda esperar lo ultimo. 




-Si, las cosas...las cosas son así. 




Las velas chispearon, la madera crujió, una rama se quebró. Algo paso. Pudo ver como un rayo de tristeza surco los ojos de Madara, como un relámpago se extinguió rápido, fugaz. Ahora, esperaba el tronar del trueno. Había dicho algo que lo conmovió lo suficiente como para permitir esa emoción en su rostro. Acuno su mejilla con una de sus manos y lo hizo mirarle. 




-¿Estas bien? ¿Dije algo malo? 




Abrió los labios, luego los cerro, luego los volvió a abrir y finalmente se sentó, dándole la espalda, cada segundo que pasaba parecía como si Madara se volviera mil veces más triste, como si se marchitara frente a sus ojos ¿Qué pensaba? ¿Qué pasaba? Toco su espalda y luego, hablo, con voz queda y ojos negros lóbregos. 




-Te he mentido-, susurro desviando nuevamente la mirada triste. No lucia culposa, solo melancólica, como la que ponía cuando recordaba a Izuna. 




Hashirama solo tembló con esas palabras. La mentira es el eslabón débil de los matrimonios, luego de años uno descubre todo de esa persona, todo, miedos, secretos, costumbres, hasta como piensa, una mentira representaba algo desconocido, algo que paso por alto, una mentira significaba que no lo conocía bien. Algo nuevo. Aterrador. Sin embargo Madara negó con la cabeza. 




-No de esa forma. Idiota-. , lo respetaba demasiado como para serle infiel, como hombre, como amante, como algo suyo-...a veces, te he mentido Hashirama. Hace tiempo ya...yo me lastimaba a propósito-, Hashirama arqueo una ceja, no sabía a donde quería ir Madara. Durante casi veinte años de conocerlo le parecía increíble que tuviera un lado aun más autodestructivo-. Yo me lastimaba, dejaba que me hirieran, me caía, no me defendía bien. No era consciente que lo hacia realmente, supongo que lo hice más luego que Izuna se fue...Herirme significaba que pesaría unas horas contigo, y estar muy herido significaba pasar una noche entera a tu lado. Y yo, yo te mentía por que solo, solo quería estar allí, contigo.  




Demasiado personal. Demasiado. Hashirama se sentó en la cama y lo miro sorprendido. El corazón le palpitaba con tanta fuerza que creyó estar teniendo otro episodio y que terminaría casi infartado sobre la cama. ¿Qué clase de vena, él tan malvado ser, había tocado como para que Madara se comportase así? Lucia tan triste, como si toda la lluvia se hubiese encerrado en sus ojos negros. 




-Yo...nunca nadie me cuido. Siempre fui el mayor, mis padres no tuvieron tiempo para mi, los problemas, la guerra, mis hermanos menores. Siempre fui el que cuidara a los demás. El fuerte.  Tenía que lucir fuerte, para ellos, si dejaba que me cuidaran, si me mostraba débil, yo pensaba que ellos estarían mal-, bajo la mirada y sus puños apretaron las sabanas. Hashirama trago duro. Le dolía el pecho-, entonces vienes tu, y me cuidas, me regañas, me acobijas. Te desvelas por mi sin esperar nada a cambio, a pesar que te trato mal, que te odio y te insulto, tu me cuidas y te preocupas por mi...Nunca nadie me había hecho sentir así...tu sabes, seguro... 




No, hoy no, hoy no podía darle un infarto. 




-Quería volver. Aunque usaras tus malditas agujas y me miraras con tus malditos ojos que siempre me ponen tímido-, nunca lo había visto tímido, eran descubrimientos asombrosos, uno encima de otro. Mucho para su corazón-, y luego...luego Izuna murió 




Hashirama entrecerró los ojos, Madara nunca decía esa palabra para referirse a su hermano, solo verbos sutiles, irse, partir. Estaba mal, muy mal. Vio como apretaba la mandíbula y la respiración se le hacia irregular, ¿Que demonios había dicho para ponerlo así? ¿Acaso le dio demasiada amapola o solo eran cosas de viejos? 




-Nunca me sentí tan solo en mi vida. Él era todo para mí. Él era, era... 




Y llego un sonido, un sonido tan horrible y al mismo tiempo tan hermoso que dudaba que fuera producto de la razón, como si solo ese sonido pudiera salir en sus pesadillas o retumbar en el averno. Acababa de retumba el trueno del rayo de su dolor. Madara acababa de sollozar. Fue hermoso y dantesco. Como ver a la espada mas hermosa romperse. Madara lloro. Lloraba. Y cubrio su rostro con su mano, avergonzado de él mismo, pero no podía parar. 




Madara se quito las lagrimas molesto, indignado. Frunció el seño y apretó los dientes y los puños. Entre las leyes simples que gobernaban su vida, estaba la de no llorar, no decir te amo, no ser débil.  Empujo a Hashirama cuando este se atrevió a consolarle, no podía permitir contacto alguno, no ahora, no en ese estado. 




-Él era mi hermano-, susurro rápidamente, quitandose las lagrimas con suficiente fuerza como para enrojecer sus mejillas por la fricción, bajo la luz de las velas parecieron llenas de vida y encanto.-Era mi hermano y solamente se murió-, su voz sono dura, casi cruel, como una hoja afilada. Hashirama no sabia que decir, Madara sufría y no podía detenerlo-...ni siquiera pude decirle adiós-, otra lagrima cayo de sus ojos. La quito rápido, siquiera pudo maravillarse con ella. 




-Entonces...yo estaba allí, borracho, todos los días, borracho, en las noches, borracho. Putas, alcohol, drogas. Tenía mucho dinero, era atractivo, tenía poder-, una sonrisa funesta se formo en sus labios recordando esos días. Otra lagrima. Madara casi se abofeteo el rostro a quitársela-Borracho. Casi no recuerdo nada, solo despertar vomitando con mujeres que me daban asco, y claro, estas tu. Hashirama, siempre Hashirama... 




-Al principio me hice creer que me lastimaba por que te molestaba. Nada me daba más placer que verte molesto-, lo sabía, eso si que lo sabía-. Tu, molesto, a media noche, solo curándome, solo a mí, desvelándote por mí. Paso una, dos, quince veces hasta que me di cuenta que ese Senju molesto...era algo preciado para mí 




Hashirama bebió una vasode agua, las manos le temblaban.  




-Tu me hablaste, yo te respondí por primera vez. Fue muy sencillo, ¿sabes?-Una sonrisa se formo en sus labios-, fue muy sencillo enamorarte Hashirama-Dios mío-...solo quería que alguien, por una vez en mi vida, alguien tomara las riendas. Y tu parecías hacerlo bien-, otra lagrima cayo. Estiro sus manos, esta quería enjugarla él y lo logro, la quito suavemente, su suave mejilla que a contraluz estaba pálida por la perdida de sangre y el insomnio. Era una lagrima fría, como un copo de nieve derretido. Era hermoso 




-Deje todo por ti, mi clan, mi poder, mi dinero, mis vicios. Mi mundo era estar a tu lado, molestándote-, entonces varias lagrimas cayeron todas resbalaron por la mano del Senju que acunaba su mejilla- y ahora no quiero perderlo todo. No de nuevo. No podría...  




Y allí estaba la llave. Hashirama se sintió un idiota, un imbécil, un condenado. 




-¡Dios mio Madara no estoy tan viejo! ¡No me voy a morir!-Lo tomo de los brazos y lo hizo verlo a los ojos-¡No aun! 




Allí estaba él, él fuerte, decidido, prepotente y orgulloso Uchiha, vuelto un mar de lagrimas, asustado como un niño huérfano, con esos grandes, grandes ojos negros brillando, temblando Nunca dijo que Madara fuera tan sencillo. Aparentaba ser una persona simple, de ideas concretas y de fieles convecciones, pero era tan complicado, era como un poeta sin pluma o un músico sin violin. un copo de nieve en verano. 




Sonrío cansado, estaba demasiado viejo para estas cosas. Acaricio el cabello casi gris y lo acuno detrás de su oreja y luego, beso sutilmente sus labios. 




-Viejo loco. Te amo. Mucho. Ya veras, te juro que morirás primero.  




Madara jadeo levemente y lo miro incrédulo. Luego negó con la cabeza. Esa ultima confesión no se la creía, aunque se guardaba el te amo, palabras sagradas que resguardaban un cofre de emociones. Menos mal que Hashirama le había hecho parar, iba a decir cosas que ralamente no quería y si quería. Hashirama siempre sabia cuando detenerlo.  




-Mejor acuéstate, te ves mal-, emociones fuertes en un corazón débil y sensible. Como un cuchillo al fuego. Pero como siempre el Senju se mostro fuerte, fuerte para él, como Madara se mostro a sus hermanos. 




-Me siento perfectamente. 




-No lo estas, tienes las orejas rojas y siento el pulso de tus manos en mi rostro-, rápidamente las alejo de sus mejillas y casi las oculto en sus pantalones. 




-Podría hacerte el amor. Justo ahora y durante toda la noche-acoto, aunque contrario a sus palabras se acostaba a su lado. Sentía el corazón palpitar en sus oídos. Estaba mareándose. Madara le cedió un vaso de agua con una ceja alzada- ¿Qué? ¡Aun te puedo hacer gritar más de lo que te hacia gritar en la guerra!-seguía incrédulo, con una sonrisita triste-, Madara, vamos no estoy tan viejo. 




-Cállate-, dijo acostándose a su lado, soplando la ultima vela que iluminaba con una tenue llama, todo quedo en oscuras, como del color de los secretos, de las confidencias. Madara se tumbo a su lado y se dejo abrazar. 




El corazón de Hashirama no paraba de latir. 




-...Yo no lloro por nada...Senju. 




 




Quizás el tiempo pasaba muy de prisa o quizás la vida era muy corta. Madara no lo sabía, nunca lo sabría, solo cerro los ojos y durmió. Algunas cosas solo pasan porque así deben de pasar y eso esta bien para Madara Uchiha, el sabe que la vida es así,  sencilla como el fin del otoño complicada como la primera noche de invierno. 
 




 

Notas finales:

:D

Gracias por leer!

 


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