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DRAMA por Mr Hyde

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Notas del fanfic:

NOTA: HARRY POTTER no me pertenece sino que a su autora J. K. Rowling, yo solo escribo en base a su historia por pura diversión y sin fines de lucro. 

Notas del capitulo:

Harry Potter no es mío, este fic si :P

DRAMA

 

PRIMER ACTO

Parte I

“El ministro”

 

 

DRAMA: En el lenguaje popular drama es un vocablo que comúnmente se utiliza de forma errónea. Equivocadamente se usa con un sentido negativo, en confusión con la tragedia.

El drama es un situación que ha sido dramatizada, valga decir, han sido manipulados los elementos que la componen para crear una interpretación de ésta. No es la realidad sino una versión de ella. Con el propósito final de crear una determinada reacción en el público.

 

"Creía que un drama era cuando llora el actor, pero la verdad es que lo es cuando llora el público"

Frank  Capra (1897-1991) Director de cine estadounidense.

 

 

 

Viernes 12 de Agosto. 2005

Interior. Consulta de la Sra.Thorton – ANOCHECER.

 

 

No se mucho de cine, sólo algunos aspectos básicos, aunque debo decir que me encanta.

 

No antes, que estaba encandilado con las maravillas de este mundo que se me prohibió, encandilado con su magia, con las velas flotantes, los trasladores y el quidditch, con la esencia misma de esa magia que despertaba en mí. Éste era mi lugar, y sigue siéndolo, pero ahora con su tinte de amargura.

 

En la inocencia de mis once años, no vi cuan negro futuro podía esperarme tras las puertas de Hogwarts. No vi un elegido, no vi una guerra que prefiero no recordar, no vi un loco con ínfulas de dictador, ni a un héroe por accidente.

 

Cada vez que vengo a este lugar cavilaciones como ésta pasan por mi mente, recuerdos que ya parece insensato repasar, pero que me es imposible olvidar ¡¿Cómo olvidar una guerra que en cada rostro dejó una cicatriz?!

 

Todos me la recuerdan, todos y cada uno de ellos.

 

Como aquel tipo que va por la calle de abajo (lo logro ver desde esta ventana de tercer piso), y ha saludado a esa bruja de pelo negro ¿Eso que lleva ahí es un vestido de satín? ¡Santo cielo! ¡Prometí regalarle a Ginny un vestido de satín color caramelo! ¡Demonios! Creo que tendré que ir mañana.

 

Hacer algo tan simple como comprar un vestido para mi novia es algo engorroso, hasta incluso desagradable.

 

La gente se empeña en elogiarme con regalos, me sonríen, me buscan, me dan las gracias, como una especie de ícono celebre del Londres mágico moderno.    

 

Cada una de sus caras sonrientes no hace más que recordarme el motivo de todo. La guerra.

 

Y por más que me esmere en dejar atrás ese mal trozo de mi vida, tengo a cientos de personas cada día recordándomelo (sin ninguna mala intención e ignorando el daño del que se hacen participes), con sus abrazos y sus semblantes alegres al ver a su héroe, con esa gratitud en el fondo de sus ojos.

 

A veces me siento tan mal, como si fuese yo alguna clase de traidor silencioso, como si fuese yo la pieza que está mal en este rompecabezas, como si estuviera despreciándolos con una soberbia ajena.

 

Pero no es así, yo sólo quiero ser uno más entre el montón ¡¿Acaso es mucho pedir ser normal?!

 

Creo que nunca lo he sido, creo que la vida me quitó la oportunidad de tener lo más básico que puede tener un ser humano, una identidad propia, de ser sólo alguien, una hoja en blanco, y construir de cero, a punta de esfuerzos, quien quieres ser.

 

Simplemente nunca lo tuve. Ya de antes de nacer sobre mi cabeza se cernió una profecía que tiño mi destino, que me hizo diferente. Luego sobreviví a un imperdonable que me marcaría por siempre como “el niño que vivió”, y cómo si fuera poco una cicatriz, por lo demás excéntrica y reconocible a metros de distancia, que serviría como faro guía para todo el que me viera. Mis años con mis tíos no fui más que el fenómeno, el huérfano, el excluido, el diferente. Mis enfrentamientos con él, el torneo de los tres magos, la guerra.

 

Todo el conjunto de pasos que he dado parecen haber sido comandado por una fuerza suprema que me dictará siempre como el gato negro entre los blancos.

 

Solo quisiera salir a la calle y ser alguien más, ni mejor ni peor, sólo otro gato blanco.

 

Esta clase de pensamientos me inunda cada vez que estoy dentro de estas paredes color ocre.

 

Me parece ridículo venir a esta consulta cada funesto viernes (siempre y si no estoy de misión).

 

Al pasar aquella época escabrosa de mi vida, la peor entre todas, de pronto me vi con un futuro por delante. Hasta había olvidado o perdido toda alusión de esperanza de que sobreviviría a esa pesadilla. Fue hasta cómico darme cuenta que luché por vivir, lo había conseguido, y ahora no sabía que hacer con ella, ni siquiera si quería seguir con ella.

 

Por la mente de un adolescente que ha pasado por eventos traumáticos, fraguan muchas ideas no tan sensatas. Y es que la herida que dejó todo aquello se sintió en toda su magnitud en la post-guerra.

 

Con la adrenalina al máximo, perdido en un torbellino de hechos sucesivos que simplemente te arrastran con ellos, no tienes mucho tiempo para pensar, actuar es lo único que queda y lo fundamental para sobrevivir.

 

Es después, en el sopor del frenesí decantando, que te das cuenta de cuan grande es la magnificencia del daño, como ese dicho muggle que reza “los árboles no dejan ver el bosque”, una vez que te retiras logras verlo todo.  

 

Supongo que tomé la primera opción más o menos razonable que me presentaron. El ministerio me pidió por si mismo entrar a la academia de aurores, yo ya tenía mi puesto asegurado ¡Claro! Era el héroe.

 

Recuerdo que exclamé mientras me balbuceaba la mandíbula de la incredulidad:

 

- Pe… pero ¡No he dado los éxtasis! ¡No asistí Hogwarts todo el año!

 

McGonagall, por su parte se ofreció a cursarnos el último año junto a la promoción anterior.

 

Esta idea, aunque mucho más prudente, no me agradó del todo, estar con una promoción ajena a la mía, en el lugar donde había estallado la bomba máxima de esta pugna malsana, no era un plan muy atractivo.

 

Ron, que siempre odio todo lo académico, no muy lejano de mí, aunque yo en menor grado, irónico tomando en cuenta que sus calificaciones eran en general superiores a las mías; desprendió una sonrisa amplia y me alentó a que tomara el ofrecimiento del ministerio. En sus ojos fulguraba una emoción empática. Y cuando callé, dubitativamente, me miró con una expresión de “¡¿Acaso estás loco?!”.

 

Hermione, sin vacilación, se inclinó por el ofrecimiento de Hogwarts. E intentó convencernos a ambos por tomar sus mismas decisiones. Abogó por que necesitábamos una educación completa, una formación no sólo académica, sino en el ámbito de lo personal.

 

Yo decidido a no volver a ese lugar que tantos recuerdos marcaba en sus espacios, y empeñado en iniciar un nuevo capítulo, sin profecías, sin luchas, sin destinos inexorables. Decidí ir esta vez por mi propio sueño.

 

Acepté el cupo en la academia mientras mis dos amigos decidieron por Hogwarts.

 

Esas vacaciones fueron de dulce y agras.

 

Ayudamos a reconstruir el mundo mágico, en la madriguera, en las calles, en los juicios. Había una sensación de libertad y tranquilidad por doquier, mas el sentimiento de opresión en el pecho no se iba… tantas víctimas, tantas cicatrices.

 

Pasamos largas horas atendiendo la tienda con George, él no daba abasto solo. Pero también había un sentimiento generalizado de que él necesitaba compañía, aunque jamás llegamos a conversarlo directamente entre los tres. Nacer junto a alguien, crecer, hacer todo en compañía de otro y de pronto perderlo, era ver morir una parte de ti mismo.

 

Por eso de alguna forma no fue tan sorpresivo cuando a último momento, cuando las listas escolares de Hogwarts ya habían llegado, Ron con cierto grado de aflicción nos comunicó su decisión de quedarse a ayudar a su hermano.

 

Fue divertido ver como el rostro de Hermione se desfiguró en una mueca que revelaba una batalla mental, de aquellas que solo su capacidad cerebral podría llevar a cabo con tal rapidez.

 

No era difícil entenderla, ella comprendía las razones de Ron y hasta las apoyaba, yo también lo hacía, pero por otro lado estaban sus fuertes convicciones respecto al estudio, y sin duda también ponderantes en esa lucha de ideas contraproducentes, estaban sus sentimientos. Estar lejos de la persona que quieres no es algo que le agrade a nadie.

 

Fue entonces cuando me di cuenta de algo, el trío de antaño, el que había estado junto e inseparable desde la niñez hasta la adultez, se separaba.

 

Y de esa forma fue.

 

Hermione encerrada entre los pasillos y torres de Hogwarts; yo internado en la academia, que era por demás estricta y tan reclusorio como la misma escuela de magia y hechicería; y Ron en las calles, pero imposibilitado para ir a visitarnos; nos alejó de una forma cruel y miserable.

 

Miro el reloj y da cinco para las diez. Ese bien grande que está justo sobre la puerta de entrada.

 

Suspiro cansado. Esto es una gran pérdida de tiempo, siempre lo ha sido, y lo seguirá siendo hasta que al astuto de mi jefe se le ocurra escucharme de una santa vez.

 

Abajo en la calle cada vez circula menos gente.

 

¡Diablos! Nuevamente recuerdo lo del vestido de satín.

 

Ayer fue el cumpleaños de Ginny, y aún no le he regalado nada, aunque la verdad es que no hubo una gran celebración, y ella parece contenta a pesar de nuestra falta de tiempo. No se que haría sin ella.

 

Hablando de cumpleaños. Si hay algo que verdaderamente me molesta es que todo el mundo mágico me envié regalos, postales, vociferadoras, cartas y cuanta chuchería se les ocurre para mi cumpleaños.

 

Fue hace dos semanas ¡Y siguen llegando!

 

¿Debería simplemente pedir la restricción de mi correo mágico para estas fechas? ¿Se vería muy feo?

 

¡¿Eso que pasó corriendo ahí es una ardilla?! ¡Que raro! ¿Qué hace una ardilla corriendo en medio de la calle?

 

- Discúlpeme Sr. Potter. Desde que se jubiló Bridget no he podido encontrar una buena asistente – dijo entrando la Sra. Thorton, con esa sonrisilla suya de terapeuta incompetente.

 

Casi me sacó el corazón del sobresalto que me dio, y eso que soy auror, pero es que aquí me aburro y bajo la alerta.

 

Como dije, cada vez que estoy aquí como por arte de magia (¡Maldita ironía!) comienzo a recordar cosas que prefiero sepultar, como si solo ver el ocre de estas paredes tapizadas junto a la cara algo arrugada de la Sra. Thorton detonaran en mí algún mecanismo neurológico que conecta directamente con la base de memorias.

 

- ¿En qué estábamos? – me pregunta tomando asiento y mirando su block de notas que lleva para todos lados.  

 

¡¿Qué sé yo dónde estábamos?! ¡Ni siquiera me gusta estar aquí! Por lo demás, se fue tanto rato que creo que ya he conversado conmigo de todo un poco.

 

- Quedamos en qué hizo esta semana – me dijo recordando al fin, o puede que haya simulado no recordar para saber si estaba o no atento. Como sea, da igual. 

 

¡Ah si! ¡Claro! El cine, me gusta el cine. Vi varias películas esta semana.

 

A mi parecer no hay nada más muggle que sentarte a ver películas con una botella de cerveza y un montón de golosinas para nada sanas, que vienen en esas bolsas que tienen dentro más aire que alimento. Eso, después vendría todo lo que se relaciona a un computador o el microondas.

 

Ginny aún no puede entender mi afición al cine, pero aunque no lo comparte está resignada a mí con todo lo que implica ser yo, y eso incluye mi plasma gigante. De hecho hasta a mí me cuesta entender mi afición al cine.

 

Después de tanto tiempo sintiendo que el mundo muggle no era mi lugar, simplemente hoy me doy cuenta que no puedo renegar de mis raíces. Tengo sangre muggle, soy mestizo, me crié con ellos, y al final te das cuenta que cada uno de estos mundos tiene sus cosas valorables y simpáticas. Simplemente luego te comienza a dar risa esa visión chovinista de estar de uno u otro lado.

 

Creo que mi inclinación hacia el cine nació de mi trabajo de auror, irónicamente nació de la magia.

 

Mi mejor y más favorita asignatura fue sin dudas Técnicas de espionaje.

 

Salir a la calle con la cara de otra persona fue simplemente alucinante para mí. Nadie me sonreía, me agradecía, me nombraba, me recordaba la guerra.

 

Nuestro instructor solía decir que observáramos alrededor, que fuéramos a las calles, nos sentáramos toda una tarde en un espacio público, con nuestros pergaminos de notas, y observáramos como se comporta la gente.

 

Si la situación lo ameritaba debíamos llorar, gritar, sacarnos la ropa, besar. Ya no seríamos nosotros, seríamos un personaje.

 

Amé la sensación de poder, un poder diferente del que tenía por ser el héroe, éste era un poder en las sombras. Me encantaba alcanzar una actuación impecable. Dejar de ser Harry Potter y ahora ser Joe, Henry, Louis, Baldomero o quien fuese que me tocara hacer.

 

Conseguir la reacción que yo deseaba en la otra persona era para mí un precio incalculable, si lograba que llorara, se enojara, se enamorara de mí, o lo que fuera que debía hacer en aquella misión, era para mí mejor que cualquier galardón para el niño que venció.   

 

Pero para mí no era tan fácil salir a la calles a observar como se comportaban todos, así que, notando la similitud entre mi oficio y el de un actor, comencé a ver películas.

 

Me gusta ver una buena película y decir “ese papel yo lo habría hecho mejor”.

 

- Sr. Potter ¿Qué fue lo que hizo esta semana? – me miró insistente.

 

- Ya es hora – dije mirando el reloj. Las diez en punto.

 

Me levanté enseguida y ella arrugó el entrecejo, cuando hace ese gesto me recuerda a la profesora McGonagall, y cuando hace ese cuando se despide, ese que está haciendo ahora mismo, me recuerda a la profesora Sprout, aunque sin sobrepeso.

 

Sin duda si no hubiese sido auror quizá me hubiese gustado ser actor, pero no aquí en las obras mágicas, donde la gente seguiría mirando a Harry Potter en el escenario. Sino en el muggle, donde nadie me conoce, donde no verían a Harry Potter en el escenario, tan solo al personaje que saliera a interpretar.

 

No más salí de esa puerta, caminé por el pasillo, y me encuentro con una mujer mayor, de cabello canoso y vestido burdeos, que ha llamado mi atención diciendo al pequeño que lleva tomado de su mano, ese pequeñajo con gorra curiosa.

 

- Mira, cielo. Ese que va ahí es Harry Potter.

 

Yo, que ya no puedo disimular haberlos visto, les sonrío amistoso.

 

Episodios como éste me fastidian en lo más profundo, sin embargo, simplemente no puedo ser desagradable con las personas, tal vez pueda parecer un completo hipócrita, pero no deja de ser parte de mi propia naturaleza.

 

Rápidamente salgo de ese embrollo y me meto al ascensor, antes que se cierre la puerta oigo claramente a ese pequeño decir:

 

- ¿Qué hace aquí, abuelita? ¿Harry Potter está enfermo? – con esa vocecilla infantil.

 

Las puertas se cierran y no alcanzo a escuchar que clase de respuesta pueda haberle dado aquella bruja.

 

¿Que qué hago aquí? Bien quisiera saberlo yo.

 

Esto es una completa ridiculez.

 

Aunque en realidad si sé el motivo. No se necesita ser un genio como Hermione para sospecharlo. Es la forma que tiene el ministerio de retenerme, de no perder a su tan valioso héroe.

 

Cuando el asunto de la guerra pasó y entré a la academia, en más de una ocasión mis profesores me vieron desorientado, por llamarlo de alguna manera. E incluso pensé alguna vez hasta en desertar.

 

Uno de mis instructores habló conmigo y luego la mejor solución que me dieron fue un apoyo terapéutico, que hasta el día de hoy no me ha servido en nada, pero que sin embargo es parte de mi trabajo.

 

Cada vez que no estoy de misión es parte de mi trabajo, soportar una hora conversando con la Sra. Thorton.

 

Semejante idiotez no es más que un acto desesperado por evitar que el héroe del mundo mágico se fuera de éste, se escabulla por allí y todos se queden sin su protector. De alguna forma sé que soy un maldito gancho comercial del ministerio, la mejor imagen para promover un mundo mágico seguro y feliz.

 

Y si, alguna vez pasó por mi mente irme por ahí quien sabe dónde, me sentía un poco solo sin mis amigos y las secuelas de la guerra eran muchas, sin mencionar que había escogido un trabajo donde te enseñan a batallar, digamos que sanar y olvidar no era nada fácil en esas tan especiales condiciones.

 

Fue Ginny fundamental para mí en aquel tiempo. Mi sostén primordial.

 

Fue ella quién me incentivó a seguir, a aceptar la ayuda, reconfortándome con palabras como “Ha sido muy duro para todos”, “No es necesario que te hagas siempre el fuerte” o “Todos en algún momento necesitamos ayuda, eso no nos hace débiles, al contrario, reconocerlo es lo que nos hace aún más fuertes”.

 

Ella siempre tuvo razón, aunque en realidad no sirvió en nada. Esa gente sólo quiere sacarte dinero, pero como no soy yo quien paga sino el ministerio, que más da eso.

 

Y es ella también, quien me dice cada día que en todo trabajo habrá algo que no te guste, pero no por ello vas a dejar que te aplaste ¿no?

 

Aún así, eso no evita que odie esta maldita hora de mis viernes sin misión.

 

         

 

Interior. Departamento de Harry – NOCHE.

 

 

Hay muchas cosas que odio, si, y una de ellas es ésta, que la puerta de mi departamento se atasque.

 

Si la trato con fuerza se atasca más. Con amabilidad, la empujo para atrás, para adelante, para atrás, para adelante y al fin abre.

 

Lo primero que hago es quitarme la chaqueta ¡Que calor, Merlín!

 

Bueno es comprensible si tomo en cuenta que estamos ante uno de los veranos más calurosos de los que se tenga registro, aunque no más que hace dos años, ese si que fue horrendo.

 

Me saco los zapatos, los calcetines y deambulo a pies descalzos. Mi piel al tocar el suelo se alivia al sentir el frío de esos cerámicos con diseños extraños, tan común en los departamentos muggle.

 

Me es imposible no ver la montaña de regalos apilados a un rincón, suspiro agotado, aunque eso no cambiará la situación, pero al menos hace que me sienta un poco… ¿Cómo decirlo? ¿Con más temple? Y entonces recuerdo nuevamente el vestido de satín para Ginny. Me pregunto si hoy vendrá a verme.

 

Voy a la cocina, abro el refrigerador y saco una soda. Le doy un trago sintiendo el gusto cítrico burbujear en mi garganta. Puede sonar extraño, pero cuando realmente tienes sed y realmente tienes calor al terminar de darle el primer trago si te dan ganas de hacer ese sonido refrescante que suele salir en los anuncios publicitarios muggles. Es casi como un alivio gutural.

 

Me voy a salón y cual hombre sedentario moderno, me echo en el sillón frente al plasma con el mando a una mano y la botella en la otra. Le enciendo y repaso los canales, hasta llegar a una película que no he visto y tiene pinta de interesante, lástima que al parecer le he pillado ya entrando en el clímax.

 

De una obra siempre lo que más me gusta es el primer y segundo acto, por el desarrollo que hay de los personajes, es como uno va a interiorizarse y volverse la piel de ese ente ficticio. Así mismo lo veo, mi trabajo es un arte en el que estudio al representado si así lo amerita, busco sus gustos, sus paradojas, su motivación, imito sus gestos, su manera de hablar, vestir, es un trabajo pulcro, sin errores; porque lo que yo hago no es solo actuar, es introducirme, espiar, ahí debo ser esa persona.

 

Claramente hay dramas que me cuestan menos que otros. Muchas veces los magos criminales no se conocen mucho entre ellos, y actuar es más fácil, o mejor dicho, ser descubierto es más difícil. Suelo trabajar en misiones de tráfico de distintas mercancías ilegales,  y en realidad no hay que tener gran talento dramatúrgico en eso.

 

La chica de la película llora sin parar. ¡Que llanto más falso! Yo lo haría bastante mejor.

 

No tengo problemas en interpretar a mujeres, aunque prefiero no hacerlo… desde aquel incidente.

 

¡Demonios! ¡¿Por qué tengo que recordar esas cosas?! No puedo evitar sentirme culpable, si no fuera por mí, Hermione y Ron seguramente seguirían juntos… yo los separé…

 

- ¡Harry! ¡Por Merlin cuando te metes en una película te desconectas del mundo! – casi se me sale el corazón, y el salto que di lo dijo todo. Ginny me mira con sus pelirrojas cejas curvadas.

 

- ¡Mierda! Casi me matas – le respondo rápido.

 

- Llevo cinco minutos hablándote – me dice alzando sus manos para cogerse el cabello y echarse viento en el cuello, se le nota acalorada - Este lugar es un infierno ¡Abre la ventana! – No sé para que me lo dice si antes de procesarlo ya está abriéndola ella ¿Será que le gusta solo joder? Todas las mujeres son iguales. Hermione hacía exactamente lo mismo ¿Por qué no simplemente van y lo hacen sin reprochar nada, si de todas formas igual pensaban hacerlo? Le doy un sorbo más a la botella de manera despreocupada… en fin, esa es mi mujer y la quiero así como es - ¡Y no sorbas de la botella! ¡Usa un vaso! ¡Mírate, no seas flojo! ¡Y deberías afeitarte! 

 

No puedo evitar rodar los ojos, pero finalmente le hago caso, después de todo creo que fui yo mismo quien la orilló a hacerse cargo de mí, y en realidad sin ella mi vida no funcionaría, soy malditamente dependiente de sus cuidados. Si no fuera por ella andaría sucio, el departamento sería un chiquero, y solo comería porquería ¡Ahh, si! también las plantas se habrían secado en sus maseteros, de eso estoy seguro.

 

- Pensé que ya no venías – le digo cambiando el tema.

 

- Eso era exactamente lo que te estaba diciendo, pero no me escuchaste, la red flú está insoportable – se queja sentándose a mi lado en el sillón de dos cuerpos y quitándose una de sus sandalias tacón alto – Todo por el asunto ese del nuevo ministro. Ir a votar fue un lío – ella se saca la cartera del hombro y la abre para casi restregar contra mi nariz la portada de la edición especial de El Profeta salido a media tarde solo para entregar noticias de los resultados de las candidaturas – Y naturalmente tú no votaste, deberías ejercer tu derecho ciudadano alguna vez.

 

Tomo el periódico y solo me limito a hacer un “ohhhh” dando a entender que no estaba enterado, pero tampoco mostrando mucha sorpresa, como intentando disimular mi total desconocimiento; y es que ella siempre me reclama que yo siendo un auror no esté siempre al tanto de la actualidad.

 

Encuentra cuando menos insensato que no lea El Profeta, y honestamente le encuentro la razón. Pero es que simplemente me aburre, siempre le digo que da lo mismo, que la información que sea necesaria de saber el ministerio me la dará, aunque sé que en el fondo no es esa la razón de su insistencia, sino que ella sabe que no lo leo porque no quiero encontrar noticias de el héroe, e intenta hacer que me adecúe mejor a la sociedad. Aunque últimamente ya no le da mucho con el asunto, quizá ya se resignó a estar con un tipo algo desadaptado, por no decir que marginal.

 

El asunto es que claramente sabía que habían elecciones, el ministerio en si era un circo lleno de propaganda política, pero más allá de saber que se candidateaba un tal Slowprout y un tal Greengrass, nada más sé del asunto. Y había olvidado que hoy era el día de las elecciones.

 

- Es un alboroto, y adivina – me dice sin esperar realmente que yo le conteste, en verdad no quiere le conteste, solo lo dice como para ponerme a la expectativa, así que es hora poner mi mejor cara de interesado – La fiesta de cumpleaños de Percy se cancela, por el mismo asuntito este, dijo que tiene que trabajar, que hay demasiado que hacer en el ministerio ¡Es tan amargado! Te juro que aun no entiendo cómo puede ser mi hermano. Y yo que hasta pensaba comprarle un buen regalo – dice para luego lanzar enfurruñada la otra sandalia y quedar descalza.

 

Yo simplemente me alivio, en realidad, desde la guerra tengo sentimientos de culpa cada vez que veo a los Weasley sobretodo a Molly y George, pensar que Fred podría estar vivo… pero comencé a evitar La Madrigera con mayor ahínco después del incidente con Ron y Hermione. 

 

 

Miércoles 24 de Agosto. 2005

Interior. Ministerio de la magia – MEDIAMAÑANA.

 

Ser un auror sin misión asignada es un aburrimiento total, porque no es que dejes de trabajar y te vayas de vacaciones a las Bahamas con todo pagado, sino que tu trabajo se traslada ahora a la oficina, y entonces me convierto en una secretaria de medio tiempo.

 

El papeleo es interminable. Si me hubieran dicho que ser auror implicaba llenar formulario tras formulario después de cada misión, además de hacer una cantidad de tramitación de gestión, me lo hubiera pensado dos veces antes de aceptar la propuesta del ministerio.

 

Primeramente debo hacer el Protocolo de misión, el cual es un formulario enorme donde debo llenar los datos de la misión, como por ejemplo las fechas en que se hiso, duración total de la misión, el auror responsable, la división de misión (en mi caso siempre es misión de espionaje), el motivo de la misión (que esta vez fue desbarataje de red de microtráfico de crías de mantícora), y luego describir toda la misión con lujo de detalles, como contar una historia.

 

Luego sigo con el Papel de Recursos, donde debo llenar entre otras cosas, cuántos aurores necesitó la misión y cuánto tiempo estuvieron trabajando en ésta, tipo de pociones usadas y cantidades, y los hechizos realizados.

 

Sigo con los papeles de Informe de acusaciones, donde debo escribir por cada detenido todo lo que realizó para luego hacer las acusaciones correspondientes antes el Wizengamont cuando se haga juicio.

 

También lleno el Informe de estado de auror post-misión, que indica cuales son las condiciones en que el auror llegó de la misión, si algún auror resultó lesionado se le agregan como diez papeles más detallando las lesiones, la licencia medimágica si necesita, el informe de San Mungo, la carta de acusación, la declaración del auror respectivo para el juicio. Y ni hablar si algún auror resultó muerto, mil trámites más. Sumado a los papeles propios de la naturaleza de la misión, por ejemplo ésta requiere de llenar cientos de papeles que irán a parar a Control de criaturas mágicas.

 

Y estos son solo algunos de los papeles que debo llenar. Y no es solo llenarlos, debo conseguir firmas, timbres, etc, etc, etc… Y mandar cada papel a su división correspondiente para que sigan su tramitación propia, algunos irán a legislación, algunos a recaudación, otros a tesorería, otros a distintos departamentos del ministerio… una jodida lata.

 

Estaba en eso, llenado el Formulario de censo de misiones, cuando siento un golpeteo en la puerta de mi oficina. Debe ser Lidia, la secretaria de esta división.

 

- Sr. Potter – dice entrando una vez que le indico que pase – El Sr. Haze lo manda a llamar a su oficina – expresa con voz suave antes de retirarse rápidamente, tanto que ni siquiera me deja darle las gracias por traerme el recado, siempre hace lo mismo.

 

Lidia era una muchachita recién salida del Hogwarts, una Ravenclaw ordenada y tímida. En realidad me agrada mucho más que la Sra. Tomson, que tenía la personalidad tan agresiva como un toro, y nunca sabía si estaba enojada con alguien o no.

 

Esta chica era muy inteligente, pero de una timidez apabullante. Nunca entendí bien por qué en mi época de Hogwarts, Ravenclaw teniendo los mejores alumnos no sumaba tantos puntos para ganar la copa de la casa como Slytherin o incluso Gryffindor, ahora creo entenderlo, sus alumnos prefieren callar lo que saben por miedo a equivocarse.

 

Me dirijo a la oficina del jefe, el Sr. Haze, que siempre me recuerda al personaje John Jonah Jameson, el director del periódico en la famosa historieta muggle, Spiderman. A veces pienso seriamente si el autor no se habrá inspirado en Haze para crearlo, aunque lo dudo mucho. 

 

Cuando llego allá éste solo me dice que el nuevo ministro me manda a llamar. Yo sólo le enervé una ceja a modo de disgusto, ¡¿Me hizo ir hasta su despacho sólo para decirme que vaya con el ministro?!... ¡Qué ridiculez!

 

- No me pongas esa cara, Potter – me dice con su brusquedad acostumbrada – Es un asunto de aurores – me afirmó mostrando convencimiento. Sin embargo, yo sé de qué se trata, un nuevo ministro que quiere conocer al héroe, o mejor dicho que quiere conocer a la mejor marca publicitaria que ha tenido el ministerio en siglos.

 

Lo odio. Odio ser un boletín de difusión ambulante. Y claro que Haze sabe eso, de no ser así me hubiera mandado a decir directamente con Lidia que fuera donde el ministro ese. ¡Que fastidio!

 

- Anda inmediatamente Potter, ya te dije que es un asunto de aurores – me dijo con mueca tediosa.

 

Tengo la tentación de decirle a la cara todo lo que pienso, que seguramente no es más que un cerdo con fines políticos, igual que los dos ministros anteriores, pero me muerdo la lengua intentando no meterme en un problema, lo peor que me podría pasar es perder mi empleo, y no precisamente por falta de un sustento financiero que me permita sobrevivir, digamos que los ahorros de mis padres y los restos de la fortuna Black (que aunque austera en comparación con la de otras familias de sangre pura contemporáneas, no dejaba de ser una “fortuna”) me permitirían vivir tranquilamente el resto de mis días junto a Ginny; sino el dejar de salir a misiones, dejar de hacer lo que más me gusta eso si me mataría.

 

No obstante, no me muevo, sino que me quedo ahí en una actitud reticente, hasta desafiante.

 

Como pareció que no tenía intención alguna de mover mis pies, el Sr. Haze decidió ir él mismo conmigo casi escoltándome.

 

Con desgano fui hacia la oficina del ministro, me sé el camino de memoria, cientos de veces he ido anteriormente… odio la política.

 

Caminamos por los pasillos del ministerio y subimos por las escaleras, hasta que alcanzo a divisar la puerta de la oficina del ministro. Cuando de pronto, sorpresivamente, se abre dejando salir a Hermione.

 

El corazón me dio un brinco y ya estábamos tan cerca que no me dio tiempo para esconderme y así evitar encontrármela.

 

Ella me miró con sus ojos castaños abiertos, grandes, brillosos, y automáticamente puso una sonrisa que pareció iluminarle el rostro. Parecía contenta de verme, y entonces yo me sentí aun más mal.

 

- ¡Harry! – me dice con alegre sorpresa y se acerca inmediatamente para abrazarme. Yo no puedo más que corresponderle el abrazo, rodeándola con los míos de manera automática.

 

- Hola, Hermione – le digo algo apenado. Solo espero que no se me haya notado.

 

- ¡Pero mírate! ¿Cómo has estado? – dice enérgicamente. Yo me incomodo y no sé bien que contestarle ¡¿Por qué diablos tenía que aparecer ella en este preciso instante?!

 

- Bien ¿Y tú en qué andas? – le pregunto cambiándole el tema.

 

Sé que trabaja en el ministerio, me enteré hace tiempo, y en realidad he sido yo quien la he evitado para no topármela. Supongo que ella se rindió de ir a verme a mi oficina quizá la octava o novena vez que no me encontró, algunas veces realmente estaba en misiones y un par mentí para no verla.

 

- Me cambiaron de Departamento. Estaba trabajando en el Departamento de control y regulación de las criaturas mágicas, ahora estoy trabajando en el Departamento de aplicación de la ley mágica, así que tengo que tener más contacto con el ministro, mi función es hacer nuevas leyes o cambiar las obsoletas. Siempre quise este puesto, ya sabes – un brillo de ensoñación salió a relucir en su rostro, pero también cierto tono de melancolía.

 

Yo sabía cuánto había querido lograr esto, sus aspiraciones en cambiar las reglas establecidas y hacer un mundo mágico más justo ya se forjaban desde su época en Hogwarts cuando fundó la P.E.D.D.O. Aunque en aquel entonces su movimiento solo contara con Ron, Neville y yo.

 

Pero siendo ella una bruja tan excesivamente brillante había demorado un poco en alcanzar sus metas, o más bien dicho las había postergado. Aun así era un gran logro, es cierto que podría haberlo logrado incluso antes, pero tan solo tiene veinticinco años, aun así estoy seguro que es el miembro más joven del departamento de legislación.

 

Me siento realmente feliz por ella. Sé que se lo merece, aunque no comparta su gusto por la política.

 

- ¡Oh Sr. Haze! Discúlpeme, no lo había saludado – exclama de pronto haciéndome volver a la conversación. Mi jefe le hace un gesto con la mano.

 

- Estamos algo apurados, veníamos a ver al ministro – dice él con esa voz gruesa suya.

 

- ¡Oh! ¡Sí! ¡Claro!Hermione me mira – No les quito más tiempo. Harry deberíamos vernos, ir tomar una taza de café o algo. Te iré a ver al Departamento de aurores – entonces me abraza de nuevo – Te ves bien, pero deberías afeitarte, te hace ver mayor y tu cara raspa – y tras decir esto me abrazó con aún más fuerza y se fue de aquí.

 

No pude evitar quedarme mirando la espalda cubierta por su chaquetilla azul alejarse. Hermione seguía siendo tan cálida como siempre, parecía no haber cambiado nada, y también parecía no estar enojada conmigo, aunque sigo pensando que dentro de su discurso hay siempre cierto tono de melancolía, como si no fuera del todo feliz.

 

Cuando estaba con Ron no se veía igual, a pesar de que no fuera la gran legisladora mágica que es hoy en día, a pesar de que se hubiera estancado profesionalmente por ayudar a Ron y George con las finanzas y la administración de Sortilegios Weasley. A pesar de todo eso Hermione ahora no se ve tan feliz como cuando en aquella época mostraba con orgullo el anillo prueba de que iba a contraer matrimonio con Ronald Weasley.

 

- Sr. Potter, Sr. Haze, ya pueden pasar, el ministro Greengrass los espera – la asistente del ministro me saca de mis pensamientos y vuelvo a recordar el porqué estoy aquí.

 

Nos adentramos en el despacho del ministro. Lucía tal cual sus predecesores le dejaron. Espacioso con cuadros de antiguos ministros y otras personalidades, el librero gigante en el fondo, y delante de él un escritorio de roble brillante, tan grande como para caer cómodos en él seis oficinistas.

 

Sentado en él estaba el ministro Greengrass, no me cabía duda no solo por ser quien estaba en esa oficina, sino porque más de una vez le había visto en las pancartas voladoras en los pasillos del ministerio cuando hicieron las candidaturas ministeriales.

 

Greengrass era un hombre mayor de sesenta o quizá setenta años, de cabello canoso con profundas entradas y largas patillas como solían dejárselas los hombres aristocráticos de antaño, tenía unos ojos azul acuoso debajo de unas pobladas cejas, tan canosas como el resto de su pelo, un bigote grueso y una túnica negro elegante cubría su figura rechoncha pero de un distinguido gran porte. Se notaba que su pelo había sido rubio en algún momento de su juventud y me dio la impresión de que en aquellos años mozos había sido un hombre bastante apuesto.

 

Nos recibió con sonrisa afable, pero algo en él no me agrada, no sabría decir que es, pero un sentimiento de desasosiego se asienta en mi pecho, y me siento incómodo inmediatamente.

 

- Harry Potter es un gusto conocerle al fin – me dice en tono alegre para luego ofrecerme un trago. Yo estando ahí por mero compromiso, pero para nada a gusto, me negué, mientras mi jefe, el Sr. Haze aceptó gustoso un trago de Whisky de fuego.

 

Greengrass con un movimiento de varita servía dos vasos, y la sensación que empezó como incomodidad se fue convirtiendo en desagrado. Este tipo solo me quería para conocerme ¡Hacerme perder el tiempo de esta forma! He aquí otra manifestación de ser el maldito héroe.

 

- ¿Para qué me mando a llamar? – pregunto con evidente tono de hastío, pero Greengrass en vez de molestarse o sorprenderse porque un subordinado le hablara de aquella manera tan poco educada, solo soltó una risilla bonachona.

 

- Joven Potter – dijo afable. Yo no pude evitar comenzar mi análisis de espía, primeramente detallando sus movimientos, sin duda este hombre era un hombre de aristocracia, hablaba con modales y parecía moverse con fluida etiqueta – Mi intención no es hacerle perder el tiempo, en lo más mínimo, pero el hombre tiene derecho a distenderse un poco aunque esté trabajando. Tómese una copa con nosotros.

  

- No gracias – le contesto de mala gana – Tengo mucho papeleo que hacer.

 

- ¡Oh comprendo! – me dice sonriéndome nuevamente, y eso me desespera ¡No le veo lo gracioso! La última persona que me había sonreído así era Dumbledore y detrás de sus sonrisas escondía muchas mentiras, y no es que le tenga algún rencor, nadie más que yo sabe cuánto quiero aún a ese hombre, pero sin duda las “sonrisitas afables” me producen desconfianza, y más después de estudiar para ser espía, nadie mejor que un espía sabe que una sonrisa es la mejor manera de ganarse la confianza de la gente y parecer inofensivo, por lo tanto una sonrisa puede ser usada como un arma, si se sabe cómo hacerlo – Tengo una misión para usted. Dicen que es uno de los mejores espías que tenemos, así que le encomendaré una misión especial.

 

Yo abro los ojos un poco sorprendido, un poco perspicaz ¿Una misión? Pensé que solo quería conocerme y ganarse mi respaldo como slogan publicitario de ministerio. Inconscientemente miro al Sr. Haze como buscando la mentira, y este sólo me devuelve una expresión reprobatoria por mi comportamiento con el Sr. Ministro.

 

- Pero no le quitaré más tiempo, Sr. Potter – continuó el hombre – Comprendo que está ocupado, así que lo invito este sábado a una comida que haré en mi casa con motivo de celebrar mi ascenso a este cargo.

 

Solo debí mirar a mi jefe para comprender que me gustase o no debía ir a aquel convite.

 

Resoplé irónico, por un momento me había creído lo de la misión, pero no, esto no era más que una artimaña política más para dejar bien al ministerio. Estoy seguro de que Harry Potter será el “mono de circo” de aquella velada ¡Por Merlín, lo que me espera! 

 

Notas finales:

Hola a todos, mi primer fic de Harry Potter y después de mucho tiempo me atreví a publicar acá. Si, acabo de mudarme de otro fandom... no sean malas conmigo :P

Besos a tod@s y gracias por leer :3


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