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Si no pudiera decir que me gustas por Sthephannia

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Notas del fanfic:

La idea de este fic la tenía hace tiempo, por cosas de inspiración la empecé hace poco, no tardaré tanto con los caps , pero preferí hacerlo así o quedaría muy larga, espero que la disfruten ^^

Notas del capitulo:

¡Primer capítulo!  subiré el segundo pronto, espero que te guste x3

Soy una chica común y corriente, me gusta leer, escribir, escuchar música como a cualquier otra, no destaco por tener calificaciones sobresalientes, ni más belleza que otra chica en particular, siempre me he considerado una chica completamente común y corriente; pero al parecer, al resto del mundo le soy anormal, un fenómeno, simplemente porque no puedo hablar, escucho todo con claridad, entiendo a todas las personas que han tenido el pequeño valor de comunicarse conmigo, pero nadie puede entenderme a mí con claridad, por la sencilla razón, que soy muda.

Mi madre insistió de sobremanera que aprendiera el lenguaje kinésico de sordos mudos, pero no, me negué, no pensaba que tuviera que comunicarme de esa manera, quería algo diferente, no soy algo raro, sólo no puedo hablar y de todas maneras si alguien me habla le escucho perfectamente.

Mi familia con el paso de los años se ha acostumbrado a la serie de gestos (incluso sobre exagerados) que realizo para indicar lo que quiero “decir”. Mis padres creían que una escuela “normal” sería muy difícil para mí y preferían que fuera a estudiar a un lugar donde la gente realmente estuviera dispuesta a entenderme, pero claramente volví a negarme ¿acaso creían que no era capaz? Y así ingresé como cualquier otra persona a mi actual colegio.

 

-Airlynne –pronunció la presidenta de la clase, solía hablarme un par de veces ya que era necesario en situaciones, y su deber prescindía de hacer un bien común entre toda la clase.

Alejé la vista del libro entre mis manos, que estaba leyendo hace ya un par de días por quinta vez y la miré atentamente a través de sus pequeñas gafas.

-Airlynne, mañana el examen de literatura queda cancelado –dijo seriamente.

Estábamos en el receso, en el salón se encontraban unos 4 o 6 estudiantes jugueteando al otro extremo de mi posición, no solía socializar -por razones obvias creo- con ninguna persona así que me pasaba los minutos del descanso leyendo en mi banco.

Miré a mi compañera, ¿Samantha se llama? No recuerdo, alcé mi mano y la giré con la palma estirada expresando en mi rostro lo más dudosa posible.

-¿por qué? –Preguntó con una suave risa intentando comprobar lo que quería comunicarle, y sí, asentí con la cabeza- Mañana es la final del campeonato escolar de tenis y como tal, todos los estudiantes están invitados a este.

¿O sea qué? ¿Por culpa de unos yo me pierdo el examen de literatura? Piensen que soy aburrida pero es mi clase favorita.

Le puse una mirada indicando el disgusto sarcástico y creo que lo notó tan perfectamente que se despidió y se fue.

Seguí leyendo mi hermoso libro, durante todas las clases pasé lo más desapercibida posible, bueno ¿y cómo no lo haría si no puedo hablar? Pero intenté leer durante clases y no, era completamente imposible con el bullicio que había, es decir, está bien que puedan hablar pero es necesario decir tanta basura inservible, como por ejemplo “¿viste aquella chica rebuena del pasillo? Está como para empotrarla” que fue exactamente lo último que escuché antes de tomar la sabia decisión de irme a leer al patio el próximo recreo.

Apenas sonó el timbre tomé el enorme libro de mi escritorio y con pasos acelerados me dirigí al hermoso patio trasero, esquivé un par de alumnos antes de llegar, sentía entre mis orejas la velocidad del viento abrigando mis enormes pasos que parecían desatados por un momento de paz; vi una enorme cantidad de estudiantes en una zona de éste, hace meses me había tomado el tiempo de inspeccionarlo bien, entre algunos arbustos había un pequeño lugar lo bastante alejado y cómodo posible como para sentir aquella paz que se busca cuando se quiere leer.

Ahogué un pequeño suspiro de alivio, me senté bajo la sombra del mismo árbol que me había acompañado a leer tantas historias, abrí el verdoso libro, aquel que me sabía cada frase de memoria en su contenido, y empecé a leer.

Escuchaba lejanos murmullos, pero mi mente era más poderosa, me centraba en toda la historia que me regalaban aquellas oraciones, nunca me cansaba de ellas.

Un pequeño llanto se hizo presente a mis oídos, lo ignoré, pero lentamente se acercaba más a mí.

-¿por qué?... –escuché a lo lejano, acompañado de una voz quebrada y por lo que parecía algo dolida, a comparación de los murmullos anteriores, esta fue capaz de quitar mi vista de las páginas.

Los arbustos crujieron un poco, alguien se acercaba y se hacía evidente.

-¿por qué?... –repitió aquella voz, y al momento en el cual voltee a mirar, una chica se asomó con pesadumbre, manteniendo sus manos sobre el rostro, como evitando que sus lágrimas se derramaran.

La miré un momento, perdí la sensación del libro entre mis dedos ¿qué hacía aquí? Jamás me había encontrado a alguien en este lugar.

Levantó su vista al cielo, intentando apaciguar su sufrimiento, suspiró fuertemente y en un lento gesto volteó su vista a mi semblante abriendo los ojos de par en par y volviéndolos a un estado neutro instantáneamente.

Me miró unos momentos, era incómodo, ella ahí llorando y yo con cara de suricato sentada en el pasto, sus ojos algo hinchados posaron su vista en mi libro, se adornaban de un gris muy bonito bajo su flequillo color negro.

-¡¿y tú que miras?! –dijo enojada ¡pero qué grosera!

Baje mi vista al libro con indiferencia, fingí leer pero no podía, sus pequeños sollozos resonaban en mi mente, volví a mirarla.

-Qué paliducha eres…-me dijo calmando su tono de voz inspeccionándome con la mirada. ¡Qué mal educada! ¡Y tú eres una llorica!

Le devolví una desagradable mirada y ella se sorprendió.

-Disculpa –dijo- no era mi intención molestarte en la lectura –la última frase parecía trizada por su voz llorosa, hice un movimiento con mis hombros indicándole que no importaba, me miró otra vez sorprendida y extrañaba ¿qué demonios estaba pensando? Se acerca a mí lentamente como dudándolo, al estar a tan solo un metro y medio mientras seguía fingiendo la lectura ella articuló- ¿te molesta?- y negué con la cabeza dando paso a que se sentara junto a mí.

Se apoyó en el árbol, dejando caer su cuerpo, sin dejar de derramar lágrimas.

-¿Qué lees? –dijo con los ojos cerrados ¡¿cómo le respondo?! Normalmente la gente que no me conoce se aleja de mí al ver que no respondo, por antisocial quizás, pero esta “conversación” se estaba haciendo larga ¿y cómo responder a una pregunta que nadie jamás hizo? Al ver que no había respuesta a su pregunta, abrió los ojos, dedicándome una mirada de ¿Qué acaso no hablas? O al menos eso pensé, solía hablar con gestos así que podría reconocerlos a la perfección.

Estiré una de mis palmas y puse la otra sobre aquella a la otra dirección, moví los dedos imitando un aleteo.

Me miró extrañada, con el rostro le sugerí que mirara mis manos, ella lo hizo, dudo un momento y dijo:

-¿Mariposas? –Negué con la cabeza- ¿pájaros? –repetí mi gesto, puso su mano en la barbilla, su cabello lacio caía chistosamente sobre su brazo, y yo seguía aleteando con mis dedos- ¿algo que vuela verdad? –sonrió de una forma tan ligera que pude haberlo imaginado, le asentí con la misma sonrisa, le mostré mis garras imitando al ser que quería decirle- ¿águila? –Negué- ¿cuervos? -¡joder! Es difícil, aunque me sorprende que siga tratando de adivinar ¡recordé! Saqué un encendedor que traía en el bolsillo de mi uniforme, lo encendí y soplé la pequeña llama despacio evitando que se apagara- ¡¡ahh dragones!! –exclamó con una enorme sonrisa que contrastaba de manera graciosa con su rostro marcado de lágrimas, asentí con la cabeza sin dejar de mirarla.

-vaya –intentó exclamar pero su voz descendía a tonos- ¿estás enferma? –dijo, y le negué con la cabeza- ¿eres muda? –hice un gesto de “bueno es lo que hay” y ella pareció entenderlo, era la primera vez que alguien entendía uno de mis gestos naturalmente.

-¡Whoa! ¿En serio? –exclamó con un entusiasmo enorme, sonreí de a poco, creo que nunca había alguien que preguntara eso, de todas formas, le respondí con un gesto malhumorado, ya que su pregunta era obvia.

Me sonrió de sobremanera, miró mis ojos y volvió a sonreír mirando el cielo ¿Qué era esta agradable sensación?

Toqué su hombro y atraje su atención nuevamente, intenté gestos de duda y seguido puse ambos índices sobre mis ojos y los deslicé lentamente descendiendo por mis mejillas.

-Estaba llorando porque... –comenzó a decir con una dolida voz, ¡¡oh por dios,  Ella me entendió!! Así debe sentirse hablar con otra persona, no es que no me comunicara con nadie, pero por lo general la gente se aleja de mí porque me cree enferma- Tengo unos desagradables problemas familiares, y no es algo repentino, no, es algo de años que me tortura cada vez que me miro al espejo –la miré dudosa, vaya, sí que debía ser algo grave como para llorar en un lado tan aislado del patio- Entre nosotras, mañana yo debería ser la aplaudida…- esbozó sentándose lo más contraída posible -pero es un secreto, así que promete no decirle a nadie –me miró pícara, esperando mi reacción, y simplemente me nació sonreír, porque en verdad me hizo gracia, ella intensificó su risa a carcajadas mientras solo podía limitar a sonreír – ¡jajaja¡ disculpa es que no aguanté las ganas de decírtelo –y ahí fue cuando esa enorme pared que me aislaba de la mano de dios se quebró, su risa era agradable, no se había alejado, incluso sentí la rara sensación de haberla hecho sentir bien, y a la vez que no sintiera lástima por mí.

El timbre sonó a lo lejos, ambas miramos sorpresivamente a la dirección de aquel sonido tan inoportuno.

- ya hay que irse –se levantó rápidamente y me extendió la mano ayudando a levantarme.

Salimos del lugar aislado, los estudiantes corrían a los salones alocados, tenía la intención de irme corriendo también ya que era la hora de irse, pero aquella chica se alejó unos pasos y de sopetón se volteó, miró mi cuerpo que estaba rígido aún y entreabrió los labios para articular quizás que palabra, pero no lo hizo, como si se arrepintiera de querer decirlo, me sonrió, dudó un poco y con sus puños entre cruzados al pecho, imitando un abrazo, uno sobre el otro, llamó mi atención, sonrió nuevamente y se despidió con la mano, reaccioné e imite su despedida, dio un par de pasos hacia atrás y se echó a correr.

Mis neuronas hicieron contacto al instante que ella se alejó de mí, quiso despedirse con un “Adiós” pero no lo hizo, y usó el único lenguaje con el cual yo podía expresarme, gestos.

Sin prisa alguna volví al salón, estaba vacío de estudiantes, coloqué mi azulada mochila sobre uno de mis hombros y sin apuro me fui del establecimiento.

Mi casa estaba tan sólo un par de cuadras, me fui escuchando las mismas canciones de siempre, mis favoritas.

Llegué a casa, saludé a mi madre y ella con una serie de preguntas típicas como un “¿te fue bien?” me invadieron  mientras me despojaba del cargamento de cuadernos en mi espalda, respondiendo con gestos indiferentes a todas sus preguntas; Mi madre debe creer que no me interesa comunicarme con ella, pero es la única forma de decirle realmente un “meh como siempre…”

Subí a mi habitación me cambié el uniforme a un vestido que me llegaba sobre las rodillas, blanco con flores ¡es mi favorito!; abrí mi mochila y busqué el libro, ¡¡no está!! Hago memoria de la última vez que lo vi, y si… debió quedarse en el patio trasero ¡¡pero que tonta soy!! Desearía gritar de frustración en este momento, pero un par de zamarreos de rabia tirándome el pelo es suficientes, ¡¡calmación!!

Miré mi pequeña estantería de libros, pase mis helados dedos sobre los bordes buscando algo que remplazara el pequeño vacío de mi necesidad de leer, con tal, mañana iría a buscarlo, pero fallé, no encontré nada que se asimilara a mi deseo de leer aquella historia que tanto me encantaba, sin embargo, pase la tarde viendo películas y escuchando música, podría haber salido a pasear, claramente, pero no era esa clase de persona que encontrara placer en un lugar que no fuera mi habitación, los libros o la música.

Desperté temprano, aún más que otros días.

-El desayuno está listo cariño, ven a comer –escuche a mi madre decir mientras bajaba a medio vestir por las escaleras, la salude con mi mano y le dediqué una agradable sonrisa.

Mientras tomaba leche y saboreaba mi tostada con mermelada mi madre desde la cocina gritó:

-Que te vaya bien en tu examen de literatura –recordé que estaba cancelado y mi rostro se desfiguró hasta la última célula debido a mi desencanto- ¿Qué ocurre? –dijo mi madre al asomarse por la cocina a verme, antes solía hablarme desde otra habitación y no se resignaba a mirarme, es decir, ¡¡ ¿cómo quiere que le responda si ni siquiera ve qué quiero decirle?!! Hice un gesto de no saber que responderle, tomé la pequeña libreta que me regaló con desanimo cuando le dije que no aprendería lenguaje sordomudo, en ésta escribí “Cancelado” y se lo mostré.

-¿por qué? –preguntó, con duda en mi rostro no supe que hacer para explicarlo así que le escribí “campeonato de tennis” y ella sólo esbozó una pequeña sonrisa.

Me lave los dientes, arreglé los últimos detalles de mi uniforme y me encaminé hacia el colegio.

Al llegar parecía más atareado de personas que de costumbre, algunas personas me quedaban mirando, específicamente hombres, no es que me conocieran o algo por el estilo, si bien no me considero una chica espectacularmente bella, mi madre dice que mi cabello negro azulado encaja perfecto con mi pálida piel, pero ¡¡madres!! Cuando no diciendo que sus hijos son hermosos.

La gente parecía rodear el edificio y reunirse en el patio del costado donde se ubicaban las canchas de deporte, bueno, mi colegio si era grande; llegué al salón deje mi mochila sobre aquel asiento que me pertenecía, al lado de la ventana en el rincón, sin recibir saludo alguno como mis demás compañeras, a veces pienso que por el hecho de ser muda mis compañeros creen que no puedo comunicarme.

-Por favor, chicos luego de ubicar sus cosas diríjanse a la cancha del costado- dijo nuestra presidenta de la clase…uhm ¿Samantha?

Los pasillos del colegio parecían más bulliciosos y con más gente de costumbre, con desgano fui a la cancha como estaba descrito por las palabras todos los presidentes de clase en ese lugar.

Las galerías estaban alborotadas de gente, las animadoras cantaban alegres canciones de apoyo y miles de murmullos como: “ella es hermosa” “ojalas tuviera el talento de Navit” “Navit es tan genial” “me gustaría que fuese mi amiga” y cosas por el estilo, ¿Quién demonios es Navit? Miré la cancha de tenis, sólo pude ver miles de cabezas volteando a todos lados ¡¡no me dejan ver!!

Supongo que este es el famoso campeonato del que Samantha, bueno digamos que sí se llama Samantha, dijo que cancelaron mi preciado examen de literatura.

Rodeé las galerías, no tengo ánimos de verlo, no me interesa en lo absoluto, me apoyé en un árbol lo más alejada posible y escuchaba los peloteos entre dos personas, acompañado del silencio de los espectadores ¡¡¿por qué no se callan así cuando intento leer?!!

-¡Quince a cero! –escuché y el público comenzó a aplaudir y gritar.

¡Está bien! Me entró la curiosidad por ver el estúpido partido.

Chocando a la gente con sutileza encontré un pequeño espacio para mirar, vi a dos chicas jugando, una tenía un traje color blanco con verde y la otra negro con rojo, de seguro era a quien todos apoyaban ya que portaba los colores del colegio.

-Navit es increíblemente bella…-dijo un chico adelante de mí mientras veía embobado el partido, pero yo veía casi nada.

¡¡El libro!! Recordé que tengo que ir a buscarlo al patio trasero, intenté moverme pero no podía entre tanta gente.

-Córrete quiero ver a Navit –escuché a un tipo decir antes de empujar a otro, y como efecto dominó su víctima chocó conmigo y me empujó hacia adelante.

¡Demonios! Si pudiera empujar a la gente lo haría, me resigne a mirar el partido ¿en qué momento iban 40-15? El marcador parecía expectante aún más que todo el público que idolatraba a la tal Navit.

Miré atentamente como jugaban, abrí los ojos de par en par ¡¡ah!! La chica que estaba llorando ayer en el patio conmigo, está ahí jugando con el uniforme deportivo del colegio, de seguro era la tal Navit que todos hablaban, la observé detenidamente y era ella sin dudarlo, el color de su piel, la estatura, incluso su cabello, ¿qué hacía llorando ayer? Es decir ¿qué hace jugando aquí?

Puede que ella tenga mi libro de ¡todas formas ni lo he buscado! Pero con tanta gente que la idolatra no podre acercarme a ella en mil años.

Veamos…me pongo a pensar y de seguro irá a los vestidores luego del encuentro,

Me encaminé hacia los vestidores, escuchaba música y el contador a voz del juez, luego de largos minutos no sé cuántos escuché:

-¡punto de partido! – seguido de esto a unos segundos todos comenzaron a gritar.

Escuchaba a lo lejos el nombre de Navit como algo celestial, había ganado el partido, la gente la rodeaba veía a lo lejos, luego de un rato todos se esparcieron, había gente en todos lados comentando el partido y lo genial que Navit lo había ganado.

Apareció ante mi vista ella, y todos la quedaron mirando, traía consigo un enorme bolso con la raqueta que sobresalía de este, no me había fijado lo atractiva que era.

Pasó por mi lado directo a los vestidores, la quede mirando incitándola a saludarme, pero algo falló… su mirada se posó en mí con rechazo, me despreció con sus ojos y pasó de mí como si fuera una basura más de la vida. ¡¿Quién demonios se cree para mírame así?! Aunque… antes que ella se acercara lo suficiente, la observe, parecía igual de bonita que ayer, sólo que no tenía los ojos marcados de lágrimas, pero algo tenía diferente, algo no encajaba a la sensación que me daba el día de ayer, quizás no me reconoció ni se acordó de mí, pero algo extremo había cambiado, sobre todo cuando me rechazó con esos ojos engreídos, ignorándome.

 

 

Notas finales:

Hello! ¡primer cap terminado! por haberlo leído Sthephi te ama <3


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