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Lo que nunca Espere. por mailishawol

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Notas del capitulo:

Hola!! Primero quiero aclarar que esta historia no la escribi yo, es una adaptacion de un libro maravilloso que lei y queria compartirselos.

Tambien quiero aclarar que no pretendo ganar ningun reconocimiento o recompensa por adaptarlo a mi pareja favorita que es el JONGKEY.

Sin mas que aclarar, A LEER!.

Tokio, 22 de junio de 2005

—Bummie... ¡Ven! ¡Te quiero enseñar algo! —gritó Nicole, abriendo la puerta de la habitación de su hermano.

—¡Nicky!, ¿por qué entras sin llamar? —protestó con gesto de sopor el otro mientras dejaba el espejo que tenía en las manos.

Nicole, al ver lo que su hermano estaba haciendo, se acercó y le dijo con cariño:

—No te preocupes. Mañana estarás ¡súper! Seguro que el doctor

Park hizo un buen trabajo y no se te notará la cicatriz.

Bummie, cuyo nombre era Kibum, sonrió. Lo que menos le preocupaba era llevar un apósito en la frente el día de la boda de Nicole; ni siquiera si la cicatriz se notaría con el paso del tiempo. Le preocupaba cómo se había herido. Algo que no había contado.

—Ven, ven, ven... Me acaban de traer el vestido de novia y quiero que lo veamos juntos.

—¿Ahora?

—Sí, ahora —le exigió Nicole—. Mamá y Younji lo han subido a mi habitación y..., y... ¡Venga, vamos!

Dejándose llevar por la euforia de su hermana, Kibum sonrió y corrió hasta la habitación de Nicole. Una vez que llegaron ante la puerta, esta última se paró y, tapándose los ojos, dijo en tono implorante:

—Abre tú, y antes de que yo pueda verlo, dime si es tan bonito como lo era la última vez que me lo probé en París.

—Pero Nicky... —protestó Kibum.

—Hazlo, hazlo, hazlo... Bummie, por favorrrrrrrrrrrrr.

Kibum, tras suspirar con resignación por el empeño fraterno, abrió la puerta. Frente a el, colgado por una percha de la cortina, estaba el objeto de adoración de su hermana. Su vestido de novia. Durante unos segundos lo observó, y aunque a el no le gustaban mucho aquellos trajes tan pomposos, sonrió. Nicole estaría preciosa con aquel vestido de corte imperio en color blanco roto.

—Es precioso. Vas a estar muy guapa.

Entonces, la futura novia se quitó la mano de los ojos, entró en la habitación y, después de dar unos pequeños saltitos, muy típicos de ella, comenzó a chillar.

—¡Me encanta, me encanta! ¡Oh Diossssssssss, voy a estar guapísima!

—Sin duda —sonrió Kibum, a quien si algo lo diferenciaba de su hermano era el egocentrismo. Incapaz de contener la alegría, la joven siguió saltando, hasta que volvió a decir: —¿Te he dicho ya que me encanta, me enloquece y que adoro mi vestido de Balenciaga?

—Sí.

—Eiko y Hikari se van a morir de celos cuando lo vean.

Kibum asintió. Esas chicas eran las mejores amigas de su hermana, unas muchachas tan odiosas y superficiales como ella, a las que sólo les interesaba estar guapas, la moda y los hombres. Por ese orden.

—Ven..., tócalo. ¿A que tiene un tacto increíble?

—Sí, increíble.

—Y mira el velo. ¡Ohhh, voy a estar espectacular con el velo!

Durante más de veinte minutos, Nicole gritó y saltó ante su vestido de novia mientras Kibum, sentado en la cama, escuchaba y disfrutaba de aquella locura. Nicole era escandalosa y, en ocasiones, estresante, pero sabía que cuando se separaran incondicionalmente la echaría de menos. Cuando por fin la futura señora Yamada se tranquilizó, se sentó junto a su hermano y preguntó:

—Bummie, ¿vas a arreglar las cosas con Woohyun?

—No.

—¡Caray!, debes hacerlo.

—No —respondió Kibum con rotundidad—. Y no vendrá a la boda. Se lo he prohibido.

Con los ojos como platos, Nicole exclamó: —¡Mamá se pondrá furiosa cuando lo sepa! Adora a Woohyun y...

—Mira, Nicky, lo nuestro se acabó. Y por mucho que mamá adore a

Woohyun, no es ella quien lo tiene que soportar. —Y mintiendo, se rascó la oreja mientras decía—: Ambos estamos de acuerdo en romper nuestra relación, y no quiero verlo.

—Vamos a ver..., piensa —insistió Nicole—. Woohyun es guapo y tiene una posición de escándalo, y...

—Woohyun no es lo que yo quiero en mi vida, Nicky —suspiró su hermano, molesto.

—Pero él y sus padres son amigos de toda la vida y...

—Espero que lo sigan siendo, aunque yo no quiera volver a verlo — aclaró—. Y por favor..., ayúdame a que los papis lo entiendan, aunque, bueno, ya cuento con el histerismo de mamá.

—Pero ¿qué ha pasado? ¿Qué ha ocurrido para que rompas con el guapísimo Woohyun?

—Nicky —dijo Kibum, clavando los ojos en ella—, no quiero hablar de eso.

Nicole abrazó a su hermano. Era el mejor, a pesar de que muchas de sus amigas lo considerasen un bicho raro porque no le gustara el rosa ni ir a la peluquería todos los días.

—Vale, soy una pesada. —Kibum, por fin, esbozó una sonrisa, y entonces Nicole le preguntó—: ¿Cuándo piensas contarles a papá y mamá tus planes?

—No lo sé.

—¡Joder, Bummieeeeeeee!

—Es que no encuentro el momento y no quiero dañarte la boda.

—Tienes que decírselo ya. Mañana me caso, me iré de viaje de novios y no estaré aquí para apoyarte.

—Lo sé.

Kibum sonrió de nuevo. Adoraba a su hermana aunque no tuviera nada que ver con ella y su manera de ver la vida. Pensó en decirle la verdad sobre Woohyun, pero al final decidió ahorrarle el sufrimiento.

—Debes decírselo hoy.

—Vale, vale...

Nicole lo miró y asintió.

—No te preocupes, Bummie; lo entenderán, seguro. Mamá nos deleitará con uno de sus numeritos histéricos llenos de hipos y expresiones como «qué dirán», pero papá te comprenderá y la calmará. Ya lo verás.

—Eso espero. —Y tras mirar de nuevo el vestido de novia, preguntó

—: ¿Estás segura de que Ryo es el chico de tu vida?

—Sí, segurísima.

Ryo Yamada, su futuro cuñado, no era objeto de devoción de Kibum. Era demasiado simple y dócil para Nicole. En los dos años de relación que llevaban, había intentado hablarlo con ella, pero estaba embelesada por aquel guapo joven que trabajaba con su padre. No había nada que hacer.

—Sólo tienes veintiún años, Nicky. ¿Por qué tanta prisa por casarte?

—Porque quiero ser una novia joven, guapa y divina.

A Kibum no le sorprendió esa contestación, así que, tras poner los ojos en blanco, prosiguió:

—Todavía estás estudiando. No has viajado, no has vivido. ¿Por qué casarte tan pronto?

—Pero ¿tú has visto ese vestido de Balenciaga? ¿Te parece poco cortarte las alas por un vestido así?

—¡Oh, Dios, Nicky..., no tienes remedio!

—Buen, ya, lo quiero, quiero mi grandiosa fiesta, el viaje de novios, el vestido espectacular, mi independencia de los papis, ¿te parece poco?

—¿Y él te quiere a ti?

Sin tener intención de ofenderse, la futura novia se levantó de la cama y, señalándose a sí misma, siseó: —¿Cómo no me va a querer? ¿Tú me has visto? ¿Has visto cómo me quedan estos vaqueros de Versace con los zapatos Jimmy Choo?

—Sí, hija, sí. Yo te he visto, pero ¿quieres hacer el favor de contestar a lo que te estoy preguntando?

Retirándose su sedosa melena, tan diferente del pelo corto de su hermano, la orgullosa y futura señora Yamada respondió:

—Te voy a contestar como yo lo veo. Soy la hija del director general de TV Tokyo, Ren Kim. Mis medidas son perfectas. Soy guapa, joven y estilosa. Mi cutis es terso y sin un solo poro abierto. Mi pelo, sedoso y cuidado. No tengo piel de naranja, ni estrías, ni nada que desentone con mi estilizado y cuidado cuerpo. Utilizo la 34 de los mejores modistos, y soy divertida y locuaz. ¿Qué más puede pedir?

Sin sorprenderse por el discurso, Kibum pensó eso de «Muy modesta…», pero, tocándose el apósito de su frente, sonrió. Iba a contestar cuando la puerta se abrió y aparecieron sus padres, Ren y

SunHi. Nicole, olvidando la conversación que mantenía con su hermano, corrió hacia su progenitor y gritó:

—¡Papá, mañana voy a estar despampanante. El vestido de Balenciaga es el traje de novia más bonito que he visto en mi vida!

Ren Kim, un elegante y caballeroso hombre de negocios, intercambió una mirada con su hijo Kibum, que le sonrió.

—Creo que tú superas en belleza al vestido, preciosa Nicole — comentó.

—¡Gracias, papiiiiiiiiiiii! —exclamó la aludida.

—Nicky..., no es por nada, pero mira que te gusta que te digan cumplidos —se mofó Kibum ante la lisonja de su padre.

—Bummie, ¿celoso? —preguntó Nicole.

Entonces intervino Park SunHi, que mirando a su hija mayor, soltó:

—A ver cuándo van a dejarse de llamar por esos horribles apelativos.¡Bummie y Nicky! Cuántas veces les he dicho que se llamen por sus  nombres, Kibum y Nicole. —Y sin esperar a que respondieran, prosiguió—: Por cierto, Kibum, ¿te encuentras bien, cariño?

—Sí, mamá. No te preocupes.

—¡Qué fatalidad! Mira que caerte días antes de la boda —se lamentó la mujer.

Preocupado, Ren se acercó a su hijo, y tocándole la cabeza mientras observaba el apósito que llevaba en la frente y la pequeña hinchazón en el pómulo, le preguntó:

—No te mareas, ¿verdad?

—No, papá, en serio. Y tú, mamá, tranquila. He hablado con Eri, la maquilladora, y me ha dicho que lo del pómulo mañana ella me lo disimula.

—Hijo..., lo que nos preocupa es que estés bien —aclaró su padre.

—Lo estoy —respondió sonriendo—. Y mañana para la boda estaré mejor. —Por cierto, Kibum —dijo su madre, cambiando el tono—, acabo de hablar con Nam Woohyun y me ha dicho que no va a venir a la boda. ¿Tienes tú algo que ver en esto?

Kibum, retirándose el flequillo hacia un lado, miró a su madre.

—Por supuesto que tengo que ver, mamá. Hemos roto y le he dicho que no quiero que venga a la boda. ¿Algún problema?

—Alguno no. ¡Muchos!

—Querida... —advirtió Ren a su mujer.

Pero SunHi omitió aquella llamada de atención y gritó, encarándose a su hijo:

—¡No sé qué tienes en la cabeza además de pajaritos! Woohyun y sus padres son gente influyente aquí en Tokyo y amigos de toda la vida y..., y no me parece bien que él no venga. Además, piensa: ¡tu hermana pequeña se va a casar antes que tú!

Aquel comentario consiguió que Kibum soltara una carcajada y, sin importarle el gesto de su madre, replicó:

—Mamá, que sólo tengo dos años más que Nicky. ¡Veintitrés!

Cualquiera que te oiga va a pensar que...

—Exacto. Pensarán que eres un joven amargado y un futuro solteron. Y asúmelo, tú nunca has tenido la facilidad de Nicole para comunicarte con los demás, y...

—Sí, mamá, lo sé. Ella es la hija guapa y yo el feo. Lo sé..., lo sé...

—Tú no eres feo —protestó Nicole, intercediendo por su hermano.

—Pero ¡qué tonterías estás diciendo, mujer! —gritó Ren al escuchar a su esposa—. ¿Quién ha osado decir que mi Kibum es feo? Simplemente, son dos jovenes diferentes. Nada más.

—Papá, no te preocupes —dijo Kibum riendo, pero su madre no se dio por vencida.

—Yo no he dicho ni diré nunca que Kibum sea feo. No lo es.

Pero míralo. ¿Crees que alguien se fijaría en el?

Ren desvió la mirada hacia sus hijos y sonrió. Nicole era todo color, feminidad, sedosos rizos claros, glamour y pestañeos, y Kibum era vaqueros, pelo corto y Rubio, y gafas retro. Dos estilos muy diferentes.

Kibum, divertido con los gestos de sus padres, fue a decir algo, pero su madre se le adelantó:

—¿Cómo se te ocurre romper con Woohyun justo ahora? Es un excelente partido. Su padre es un miembro activo de la Cámara de los Lores y...

—Mamá, que eso a mí ni me va ni me viene. ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que yo no doy la prioridad que tú das a ciertas cosas? —se quejó.

—Woohyun es rico —continuó su madre, sin embargo—, de una buena familia, apuesto, te quiere tal y como eres, y tiene sus propias empresas. ¿Qué más puedes pedir?

—Otras cosas, mamá. Otras cosas —murmuró, desencantado.

Su padre lo miró con mimo. Percibir tristeza en los ojos de su hijo lo estaba matando. ¿Qué le ocurría?

—No sé por qué has roto con él. Repito que Woohyun es un excelente partido; además, lo conocemos de toda la vida y sabemos que te cuidará.

Tomando una bocanada de aire, Kibum resopló. El maravilloso Woohyun sólo tenía de maravilloso el nombre.

—Mira, mamá, ese maravilloso Woohyun al que adoras —siseó con rabia— ¡no! entra en mis planes. Por lo tanto, tema cortado, y no insistas porque no hay marcha atrás.

Entonces, SunHi se sentó dramáticamente en la silla que había al lado del vestido de Balenciaga y gimió. Woohyun era un magnífico candidato para su hijo y no pensaba dejarlo escapar.

Kibum, conmocionado todavía por lo ocurrido pero convencido de que aquél era el mejor momento para dar la noticia que tenía que dar, miró a su hermana, y ésta asintió. Se puso a su lado y le dio la mano. Aquel gesto a Ren no le pasó desapercibido.

—Ahora que estamos aquí los cuatro, quiero decirles una cosa importante.

—¡¿No estarás embarazado?! —la interrumpió su madre.

—¡Mamá, por favorrrrrrrrrr! —exclamó. Y mirándola, le preguntó a modo de reto—: Y si lo estuviera, ¿qué? ¿Sería un pecado?

—¡Sería vergonzoso! —gritó la mujer, histérica.

—Venga ya, mamá, por favor.

—Dime al menos que es de Woohyun —rogó, esperanzada.

—No, mamá.

Teatralizando como en las mejores tragedias de Shakespeare, SunHi chilló: — ¡Por el amor de Dios, Ren! ¡No es de Woohyun! El niño, embarazado y soltero. Esto es un desastre. Seremos la comidilla de todo Tokio.

Kibum sonrió. Su madre y sus histerismos... Pero al ver el gesto de su padre negó con la cabeza, y éste, aliviado, asintió. Nicole resopló. Su madre era una histérica, pero su hermana era una puñetera. Incapaz de quedarse sin hacer o decir nada, la miró y siseó:

—Haz el favor de no meter más cizaña. Dile a mamá que eso no es verdad, o le dará un patatús, y en vez de estar mañana en una boda estaremos en un funeral.

—Escúchame, mamá —aclaró Kibum—: no estoy embarazado. Sólo quería decirles a ti y a papá que necesito hacer un cambio en mi vida. Y por ello, el mes que viene me traslado a vivir a Corea.

—¡¿Que te vas a Corea?! —chilló, histérica, SunHi.

Ren asintió con la cabeza y cogió a su mujer de la mano mientras su hijo proseguía:

—He encontrado allí un puesto como fotógrafo en una revista de moda y...

—¡No puede ser! —gimió de nuevo SunHi—. Tú tienes que casarte, tener hijos y...

—¡Basta ya, mamá! —gritó Kibum, cada vez más enfadado—. ¿Pretendes llorar y montar un numerito por todo lo que diga?

—¡Ay, Kibum, con esa manera de ser tuya, estás tirando por tierra todos los planes que tenía para ti! Pensaba que te casarías con Woohyun, tendrías niños preciosos, tomaríamos el té juntas y vivirías en un hogar bonito y luminoso.

—Pues lo siento. Tengo mis propios planes para mi vida —afirmó el joven. Ren fue a hablar, pero su mujer se le adelantó a gritos:

—¡Tú no necesitas trabajar en una revista! Tu padre y yo te hemos dado los mejores estudios! ¡Eres abogado! Hablas tres idiomas. ¿Por qué vas a trabajar como fotógrafo?

—Porque es lo que me gusta, mamá. Y si terminé la carrera fue porque tú querías, no porque yo lo quisiera.

—Pero..., pero me dijiste que te gustaba —insistió la mujer.

—Y me gusta, mamá. Pero lo que realmente me apasiona es la fotografía. Quiero ser fotógrafo.

—¡Ah, no! ¡Ni hablar! Primero dejas a tu novio, ¿y ahora te vas a

Corea? ¡Ni hablar!

—Lo haré, mamá. Quieras o no, me iré a vivir a Seul.

—¡Ni lo pienses! —se opuso SunHi, gesticulando.

—Me da igual lo que digas, mamá. Tengo veintitrés años, soy mayor de edad y creo que ya es hora de que comience a tomar mis propias decisiones.

—Disgustos. Sólo me das disgustos. ¿Por qué no puedes ser un buen hijo como lo es Nicole? —Kibum fue a responder, pero su madre prosiguió—: Y por si fuera poco quieres irte a vivir a Seul, a una ciudad que sabes que no me trae gratos recuerdos, y..., y...

Kibum suspiró. Su madre era Coreana, concretamente de Seul. Pero tras conocer a su padre y casarse con él se había marchado a Tokio para vivir, olvidándose de que en su juventud, después de salir del orfanato, había vivido en un pisito de setenta metros.

—Mamá, basta ya. Por favor, ¿quieres escuchar lo que Bummie tiene que decirte?

—Sabes que siempre me ha gustado la fotografía y que he hecho varios cursos que me interesaban además de mis estudios de derecho. He intentado ser un buen hijo, aunque mamá piense lo contrario, y simplemente necesito cambiar mi vida —dijo gimiendo—. Quiero comenzar de nuevo en otro lugar, y por eso he aceptado ese trabajo en Seul, porque mi intención es coger experiencia e intentar abrir mi propio estudio de fotografía.

—Eso te lo puedo proporcionar yo, cielo —respondió su padre, emocionado—. Si tú quieres, yo puedo procurarte tu estudio de fotografía sin necesidad de que trabajes para otros y...

—Papá —lo cortó—, siempre me has hablado de lo importante que es luchar por lo que uno quiere. Tú siempre me has dicho que una de las cosas de las que estás más orgulloso a nivel personal es de haber logrado ser quien eres por tu trabajo. Y eso quiero hacer yo. Quiero conseguir las cosas por mí misma y no por ser el hijo de... Por favor, entiéndeme, necesito hacerlo y..., y... alejarme de Londres.

Sabedor de que a su hijo le pasaba algo, se apartó con el unos metros y le preguntó:

—Cariño, ¿qué te ha ocurrido para que quieras marcharte?

—Nada, papá —mintió—. No me ha pasado nada. Pero quiero comenzar de nuevo en un sitio en el que yo pueda ser yo. «Alejarme de Tokio.» Aquella frase a Ren le había tocado el corazón. Su hijo no lo estaba pasando bien y estaba convencido de que no todo se debía a la separación de Woohyun. ¿Qué ocurría? Aunque el no saber lo inquietaba, tampoco quería ser indiscreto y preguntar. Si Kibum tenía algo que contar, el mismo lo haría. Pero no quería ver sufrir a su pequeño, y en los últimos meses, especialmente en los últimos días, el chico no estaba bien y lo veía en su triste mirada. Aquello le atenazaba el corazón.

Kibum era un luchador, no una persona materialista como Nicole. Siempre había intentado conseguir las cosas por sus propios medios, y eso a Ren lo enorgullecía. Después de mirar a su histérica mujer, clavó la vista en su hijo y, convencido de que era lo mejor, dijo:

—De acuerdo, Kibum. Te apoyaré en tu decisión, pero prométeme una cosa.

—¿Qué, papá?

—Que siempre que necesites ayuda, sea para lo que sea, acudirás a mí, ¿de acuerdo?

—Por supuesto, papá. Te lo prometo.

Dicho esto se fundieron en un candoroso abrazo mientras SunHi, como era de esperar, se desmayaba ante la inminente marcha de su hijo.

 

 

Seul, siete años después

 

El atronador sonido de las sirenas hizo que muchos de los vecinos Seocho-gu asomaran a sus puertas para ver lo que pasaba.

Horrorizados, vieron el humo salir de uno de los pisos y cómo los bomberos tomaban la plaza. Instantes después, la policía comenzó a entrar en los portales colindantes al incendio para evacuar a los inquilinos. En uno de aquellos edificios estaba Key trabajando en el estudio de fotografía. Ajeno a todo lo que ocurría, disfrutaba con la sesión de fotos que estaba realizando para una firma de lencería italiana. Las modelos eran amigas, los maquilladores un cielo, y por una vez, todo el mundo parecía relajado y contento. Con música de IU para animar la sesión, Key se dirigió a las modelos con la réflex en la mano:

—Chicas, muévanse al son de la música y suban los brazos por encima de la cabeza mientras me miran. —Las modelos obedecieron rápidamente, y mientras apretaba el disparador de la cámara, susurró—: Muy bien..., muy bien... Están guapísimas.

—¿Salgo bien? ¿Se me ve bien? —preguntó una de las modelos.

—Sí, Jessica —asintió Kibum—. Sales guapísima.

Taemin, el ayudante de Kibum, puso los ojos en blanco. Jessica era la reina del egocentrismo. La conocía desde sus comienzos y tras haber entrado en la mejor agencia de modelos de Corea se creía la próxima Naomi Campbell.

Después de varias fotografías, Key se volvió hacia su ayudante.

—Tae, prepárame el ob...

No pudo terminar la frase. Alguien aporreaba el timbre, y Taemin fue a abrir. Dos segundos más tarde, con cara de susto, entró junto a un policía.

—Tenemos que salir rápidamente. Hay fuego en el piso y...

Fue oír la palabra «fuego» y las modelos y los dos maquilladores salieron pitando; eso sí, Jessica la primera y empujando a todo el mundo. El policía, aún sorprendido por cómo habían salido los otros, miró a los dos muchachos que permanecían ante él.

—Chicos —dijo—, deben abandonar el piso ¡ya!

Sin tiempo que perder, Key cogió varios abrigos y, con la cámara aún en la mano, acució a su amigo.

—¡Vamos, Tae! Debemos salir.

De inmediato, abandonaron el piso acompañados por el policía y comprobaron que la escalera estaba llena de humo. ¡Eso los asustó!

Aquello parecía más grave de lo que habían pensado. Una vez que salieron del portal, guiados aún por el poli, se quedaron en un lateral del barrio.

Segundos después, al ver cómo los policías y los bomberos miraban hacia donde estaban ellos y las modelos, Key les entregó los abrigos a las chicas a toda velocidad. Con las prisas se habían marchado en tanga y sujetador.

—El humo sale de la casa de Amber —murmuró Tae, angustiado.

—Espero que esté bien —susurró, aterrorizado, Kibum. Si algo en el mundo le daba pavor era el fuego. Y verlo tan cerca y tan devastador lo tenía atenazado.

Mientras los bomberos trabajaban, Kibum, cámara en mano, comenzó a fotografiar lo que veía. Imágenes de gente asustada, fotos de los bomberos en acción, hasta que de pronto su objetivo se paró en un bombero que, subido a una escalera móvil, se acercaba a un balcón.

—Tae..., Amber está allí —anunció, horrorizado.

Taemin le quitó la réflex, observó la situación a través del objetivo y luego se la devolvió con manos temblorosas.

—No hay que preocuparse por nada —le aseguró—. Ese bombero la va a ayudar. ¡Ya lo verás! Con los pelos de punta y el corazón latiéndole a mil, Key vio cómo el bombero hablaba con Amber; por sus gestos, le debía de pedir calma. La mujer, al final, le hizo caso, y un par de minutos después, el hombre llegó hasta ella, la Cargo y la metió en el cajón móvil de la escalera. Todos los que habían observado la acción boquiabiertos prorrumpieron en aplausos, emocionados.

—¿Lo ves? —se alegro Taemin—. Ya te he dicho que ese hombretón la salvaría.

Durante más de una hora los bomberos trabajaron sin descanso, hasta que el pequeño fuego que había ocasionado un gran humo fue extinguido.

Cuando los policias dejaron que Key y Taemin se acercasen a su vecina, ésta gimió al verlos.

—¡Bendito sea Dios, criaturiñas! ¡Qué susto! ¡Qué susto!

—¿Estás bien, Amber? —preguntó Kibum, abrazándola.

—Sí, bonito. Pero casi no lo cuento. ¡Aiss, qué angustia! —exclamó entre sollozos y secándose los ojos con un pañuelo.

—No pienses eso, Amber. No te ha pasado nada y estás bien — afirmó sonriendo Taemin.

—Pero ¿qué ha pasado? ¿Dónde se ha producido el fuego? —preguntó Kibum, abrazando aún a la mujer.

—En la cocina. Estaba haciendo las rosquillas que les prometí — explicó, y los chicos sonrieron—, y como empezaba el drama, he corrido al comedor para no perderme ni un segundito. Creía que había apagado el fuego, pero no lo había hecho. Cuando me he dado cuenta, la cocina entera ardía y...

—Desde luego, Amber, los numeritos que organizas para que un bombero te coja en brazos... —se mofó Taemin para hacerla sonreír.

Ese comentario, en efecto, logró arrancarle una sonrisa a la mujer, que se acercó todavía más a ellos y murmuró:

—¿Vieron qué buenos mozos han venido?

—Ya te digo —sonrió Taemin al ver a varios de los bomberos ligoteando con las modelos—. Estoy viendo a unos pedazos de Tordo que me tienen extasiado.

Key rió e hizo algunas fotos a los hombres. Taemin era ocurrente.

Pero Amber no había entendido lo que la joven había querido decir. —¿Tordo? ¿Qué es un tordo? —preguntó.

Taemin, divertido, repasó de arriba abajo a uno de los bomberos que trabajaban ante ellos.

—Es una expresión de mi preciosa tierra —le aclaró—. Cuando una persona de Busan como yo ve a un chico guapo suele decir «¡Qué pedazo de tordo he visto!».

—lo que hay que oír —dijo riendo Amber, y señalando a varios bomberos, añadió—: Mira cómo ligan con esas muchachas. Son sus modelos, ¿verdad? —Ambos asintieron, y la mujer susurró—:

¡Hermosa juventud!

Key sonrió. Llevaba rato observando cómo varios bomberos y los polis más jóvenes se acercaban hasta las modelos.

—Mira Jessica qué contenta está —indicó, mirando a Taemin.

—¡Ahí va la leche! —soltó entre risas Taemin—. Mírala qué entregada está a la causa.

—¿Puedo decir algo? —preguntó Amber.

—¡Claro! —respondieron los dos.

—Es sobre tu amiga, Taemin.

—¡Bah!, dejémoslo en que es una conocida. Y si me vas a decir que es una Facilita, ¡ya lo sé!

Amber, sabedora de lo que pensaba Taemin, asintió, y tocándose la barbilla, añadió sin pelos en la lengua:

—Esa amiga tuya para mi gusto es una lagarta.

—Ya te digo. Para que luego digan que los peores somos los que llevamos tatuajes y piercings —se burlo Taemin, haciendo reír a su amiga.

—Pero bueno —intervino Amber de nuevo—, ¿habéis visto cómo se abre el abrigo para enseñarles el muslamen?

—Y lo que no es el muslamen. Menuda perra —suspiró Taemin.

—¡Tae! —protestó Kibum.

—Ni Tae ni leches en vinagre —cortó Amber—. Qué narices hace enseñando el potorro a esos hombres. ¡Qué sinvergüenza!

—¡Amber! —exclamó Key riendo.

—Es una pájara de mucho cuidado —se sinceró Taemin—. Pero cuando me pidió con esos ojitos que la acogiera en casa durante unos meses, no pude decir que no, aunque llevo tiempo arrepintiéndome.

Durante un rato, los tres observaron cómo aquélla desplegaba todo su amplio abanico de pestañeos, morritos y posturitas sexuales ante todo bombero o policía macizo que se le acercara. Jessica parecía estar pasándolo muy bien rodeada de esos hombres que babeaban por ella. Estaban entretenidos contemplando el espectáculo cuando uno de los bomberos se aproximó. Era el que había auxiliado a Amber. Ésta, al reconocerlo, se levantó y directamente lo abrazó.

—Gracias, riquiño, por sacarme de ese infierno vivita y coleando.

Kibum, al tener a aquel bombero a escasos dos palmos de el, sintió un extraño escalofrío seguido de un retortijón en el estómago al verle sonreír y presenciar cómo unos sensuales hoyuelos se le marcaban en los pómulos.

Era enorme y viril. Y cuando se quitó el casco que llevaba comprobó que tenía el pelo oscuro, poseía unos impresionantes Ojos tiernos, una nariz perfecta y unos labios gruesos y tentadores. «¡Qué monada!», pensó. Tenía ante el al más morboso sueño para con seguridad cientos de mujeres y hombres. Un bombero sexy y vigoroso que quitaba el aliento. Pero manteniendo el tipo, ni se movió mientras él sin mirarlo contestaba a Amber.

—De nada, señora. Es mi trabajo y lo hago encantado. Pero debe prometerme que tendrá más cuidado a partir de ahora cuando cocine y, sobre todo, que se acordará de retirar la sartén del fuego, ¿de acuerdo?

Amber asintió y, agarrándolo del brazo, le preguntó:

—¿Te gustan las rosquillas?

La expresión del bombero se tornó risueña.

—Pues sí. Me gustan much...

Sin dejarle terminar la frase, la mujer añadió:

—En cuanto tenga la cocina en condiciones, te haré muchas para ti y tus compañeros, y las llevaré al parque de bomberos. —Y mirando a los jóvenes que estaban a su lado calladas, apuntó—: Y les diré a estas dos preciosidades, por cierto solteros y sin novio, pero con negocio propio, que me acompañen.

Se quedaron atónitos por lo que Amber acababa de decir, mientras

Key sentía cómo un calor inesperado le recorría el estómago. Antes de que pudieran protestar, el impresionante hombre los miró y respondió con una sonrisa socarrona:

—Estaremos encantados de recibirlos en el parque de bomberos.

—¡Cabo! —gritó uno de aquellos hombres—, cuando quiera nos podemos ir. Mientras el bombero asentía, se le acercó otro compañero.

—¡Jonghyun! Debemos atender un nuevo aviso —le indicó.

Al oír su nombre, el joven bombero se dio la vuelta y, tras guiñarle el ojo con complicidad a Amber, dijo al tiempo que se alejaba:

—Le tomo la palabra. ¡Espero esas rosquillas!

Una vez que se apartó lo suficiente, los muchachos miraron a la mujer.

—La madre que te trajo, Amber —siseó Taemin—. Pero ¿cómo se te ocurre decir eso?

—Niños, ¿habéis visto qué guapiño es el cabo ese?

—Desde luego... —protestó Key mientras seguía los movimientos del bombero—. ¿Por qué dices eso? Ahora nos recordará como los solteros y sin novio.

La mujer, con una picarona sonrisa, los miró y, dejándolos boquiabiertos, murmuró:

—No sean antiguos, muchachos. Tordos como ése no se ven todos los días.

Aquella noche y las siguientes Amber se quedó a dormir en el pisoestudio de Key y Taemin. Su casa, en especial la cocina, no estaba en condiciones de ser habitada, y aunque realmente no había pasado nada, el olor a humo hacía imposible dormir allí.

Notas finales:

Nos leemos luego!!.

Si quieren que siga, comenten!.

Bye


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