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Érase una vez… por Doki Amare Peccavi

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Notas del fanfic:

Otro fanfic que se suma a la lista. 

Si a alguién le llega a sonar la historia, es porque antes, había publicado hasta el capiutlo 5 en otra cuenta en la cual, tuve problemas con la contraseña. Iré actualizando al ritmo de las revisiones de los capis y claro, dividiendo el tiempo con mis otras historias.

 

 

Gracias por leer, espero les guste ♥ 

Cap. 1: Érase una vez

 

♥ ¤°.¸¸. ·´¯`» Fue demasiado hermoso todo...

... gracias por estas sonrisas por amarme así. «´¯`·.¸¸. °¤ ♥

 

 

 

Érase una vez hace ya varios años atrás:

En un hermoso palacio, todo sirviente de un lado a otro andando, los adornos azules y las flores blancas inundaban todo el lugar, gobernantes en su habitación real, contemplando al recién nacido, parpaditos cubriendo sus orbes grisáceas.

 

El pequeñito heredero, la madre no pudo evitar la tentación, le tomó en brazos, y el niño despertó, papá rey se sintió feliz, quiso compartir la dicha con la reina consorte, caritas y mimos para que el principito sonriese, intento tras intento nunca lo conseguía... ahí tan alegres y entusiastas el rey la reina y el príncipe perdían títulos, sólo serían llamados Jacob, Justine y Zéphy, padre, madre e hijo "hijo sin sonrisa".

 

 —  ¿Por qué nunca sonríe? — Cuestionó la madre al Rey —  ¿Es que no es feliz?

 

 —  Demasiado pequeño para saber si lo es.

 

Esto es el principio, extraño principio

Extraño final.

Comienzo a colorear su vida entera...

 

Doce del día, invitados esperando el descenso del rey, la reina y el pequeño  —  Arriba  —  ella dándose los últimos retoques, el rey comenzaba a quedarse dormido con su retoño en brazos, gobernantes peculiares, ella golpeó con la punta del pie en la espinilla de su esposo, y él gritó, seguramente los invitados le habían escuchado... probablemente.

 

Nada importaba, ellos bajaron con príncipe en brazos, aplausos al por mayor, el reino entero estaba en los jardines del palacio, "plebeyos y feudales", la reina lo había pedido y el rey lo aceptaba todo, reino sin distinciones ese día en el bautizo del pequeño, primera vez que el principito sería visto por todos. Recibimientos halagos, ese día, todos alabaron su ternura, belleza y pasividad, la comida, el vino y el baile.

 

Los días son cortos

Y los atardeceres apresuran las cosas.

 

Cuando todo estaba por concluir, un invitado inesperado se hizo presente  —  como en esa historia en donde una chica duerme cien años  —  "el eremita del pueblo" con agilidad arrebató al niño de los brazos de su madre, y vació en la boquita rojita del nene la sustancia más brillosa de todo el universo, miradas atónitas y falsos hombres valientes que prefirieron guardar su seguridad detrás de sus esposas asustadas. El bebito que en seis meses  —  todo su existir  —  no había reído... sonrió con ansias, carcajadas y más carcajadas, los súbditos sonrieron con temor, casi todos escucharon semejante risita linda... el rey con un mal presentimiento presionó la mano de su esposa... fría y dura su mano, en el mismo instante en el que se viró para ver que le ocurría, ella se hizo polvo, ante sus ojos, fragmentos de ella entre sus dedos, el vestido y las alhajas quedaron de más.

 

Eremita abandonó al niño en el pasto verde mientras todos centraban su atención en lo que quedaba de la reina, distracción de ventaja y misión cumplida, echó a correr, muchos le siguieron después, nadie le encontró.

 

 

Y los años pasaron...

··*··

El tiempo permanece inerte

Y me paseo entre él

No me toca, no me sonríe

Soy yo quien cambia por él.

 

Su palabra eran ordenes, si hubiese deseado hacerlo el príncipe, le hubiese podido declarar culpable inmediatamente, si hubiese sido así, él ya estaría en la orca o en la  guillotina, tal vez cremado con leña verde, no lo entendió, y a pesar de que aparentemente nunca se dejó vencer por el miedo, permanecía un tanto confuso. El príncipe era justo, y las leyes que su padre había forjado con tanto esfuerzo debían cumplirse al pie de la letra, por había decidido hacer un juicio, permitió que el eremita se defendiese, aunque de antemano le creía culpable.

 

 —  Príncipe Zéphy, hijo del rey más poderoso de todos los tiempo  —  todos viraron su mirada hacía un jovencito sentado a lo lejos que simulaba poner atención mientras enroscaba los rizos artificiales en su  cabello negro, sus ojos grises  cual caniquitas  rodantes miraban hacia todos lados, entendía la gravedad de lo que ocurría y ni así borraba su hermosa sonrisa —  ¿Podría hacernos la recreación de lo que usted creé que paso?

 

 —  La recreación —  afirmó el mozo mensajero junto a él, comenzó a leer la declaración del príncipe —   Fue la noche de última luna llena del año, el príncipe Zéphy se dispuso a caminar por los jardines del palacio, una deslumbrante luz invadíos sus ojos, quedó segado por unos segundos, al abrirlo de nuevo intentó buscar el origen de esa luz, entonces lo vio, en la torre principal, ese maldito eremita. —  El hombre que narraba la declaración del príncipe señaló con desdén al hombre que cubría todo su ser con una gran manta negra y después siguió con el relato  —  El eremita en la torre agitaba sus manos como para burlarse del príncipe, nuestra majestad al principio no lo notó, podría decirse que hasta se preocupó,  nuestro príncipe se dirigió corriendo hacia allá para ayudar al "Hombre" que agitaba sus manos, y al llegar a la puerta trató de subir para ayudarlo, no pudo pues de pronto sintió que ésta se abría, el hombre había salido del lugar corriendo con la copa de oro del rey, cuando el maldito eremita vio al príncipe lo arrojó al suelo, el príncipe quiso pensar que descuidadamente le había pateado peor no fue así,  unos segundos después el rey también bajó de la torre, agitado, con golpes en la cabeza, sin duda esa copa era muy valiosa para él, por evitar que la robaran se había expuesto, pero no lo había logrado, el eremita se la había llevado...

 

 

 —  ¿mmm..., algo más que añadir? —  El príncipe negó y la muchedumbre aplaudió sus palabras, él se sintió satisfecho también pues en entre la tribuna se encontraba su chica ideal, la princesa Samanta, mujercita hermosa, un poco tosca, pero hermosa al fin, se casarían en unas semanas... —  Muchas gracias su majestad.

 

 —  Señor ministro, pase al estrado  —  Sentenció el juez, y el ministro antes de subir, ayudó al futuro rey a bajar, una vez posicionado, agravó su voz y comenzó a hablar sin indicación alguna.

 

 —Me aventó al suelo cuando intenté detenerlo a las afueras del palacio  —  Añadió el ministro  —  Debe de ser por sus poderes, el motivo por el cual no pude detenerle yo, si soy tan fuerte y varonil. Imposible que un viejo como ese me haya detenido, ¿No?

 

Todos simularon no haber escuchado lo anterior, se viraron de nuevo hacia donde el príncipe, después al remedio de juez que comenzaba a rayar el borde de sus uñas con la tinta negra y la plumilla verdosa.

 

 —  Bien, pues todo está más que claro, el eremita es culpable, su sentencia por agravio a la realeza es la muerte.

 

 

♥ ¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare Peccavi «´¯`·.¸¸. °¤ ♥

 

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«.·°·.*.' La primera sonrisa, el juicio, la falsa cabellera rizada ‘.*.·°·. »
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