Wu YiFan acercó la butaca y sentó, apoyó el codo sobre la mesa ante la cual se hallaba el guapo ejecutivo con rostro de bebé angelical y volvió al ataque verbal, mientras lo miraba fijamente.
— ¿Sabes, Princesa? Cuando te irritas, estás aún más fascinante… es una lástima que yo sea como soy, pero nunca cederé mi libertad por nadie y menos un hombre, aunque tú seas esa princesa que siempre he soñado.
— YiFan, te pido por favor me dejes en paz —Luhan trataba de contener la rabia hacia ese apuesto hombre de cabello alborotado y un poco largo, de aspecto elegante y masculino, al mismo tiempo, a pesar del pequeño arete que adornaba su oreja. Esto también le molestaba a Luhan. Él sin usar uno, pasaba infinitas humillaciones por el aspecto afeminado que la naturaleza le dio, hiriendo su hombría que decía tener—. Ya está bien, si crees que con tu palabrería voy a olvidar tu humillación, te equivocas, nunca olvidaré aquella noche.
— Vamos a ver, ¿de qué me acusas? No tienes que acusarme de nada… y no me mires de ese modo, estás a punto de explotar y no me parece lógico. Yo simplemente te invité a comer aquella noche y tú aceptaste. Hacía un frío de muerte y ni tu abrigo de pieles te protegía. A la salida de la cena te invité a mi apartamento, estábamos justo delante del portal y tú aceptaste.
— ¿Quieres callarte, YiFan? —su hombría, lo que Luhan más valoraba, la sentía perdida por aquella invitación aceptada.
— ¿Y por qué voy a callarme?
— Eres un cínico.
— Aceptaste la invitación, entramos en el ascensor y me atreví a deslizar mis manos por tu cuerpo, bajo la piel del abrigo. ¿Es que acaso me rechazaste, Luhan? —a la mente de ambos llegó ese primer gemido que emitió el chico más bajo con ese roce del más alto. Luhan sacudió la cabeza.
— No quiero oírte más, YiFan.
— Pues quiero decirte lo que deseo que recuerdes de esa noche. Te besé, te acaricié. Me rechazaste pero sólo débilmente. Cuando llegamos al interior del apartamento, ya no tenías el abrigo puesto. Te empujé blandamente, te besé otra vez, me rechazaste de un modo menos enérgico… Estabas aceptándome, Luhan. Comenzó a volverte loco cómo deslizaba mis dedos debajo de tu camisa, te convulsionabas de placer cuando con mi lengua hacía círculos alrededor de tus pezones…
— Si no te callas, me levanto y me voy. —A Luhan le hubiera gustado gritarle pero eso lo expondría: si alguien le preguntaba a YiFan por qué su empleado gritaba, contaría con lujo de detalles cómo se lo había follado. YiFan era un sinvergüenza y Luhan… pues… Luhan aún tenía algo de dignidad.
— ¿Y adónde vas a ir? Estás en tu despacho. Yo puedo entrar, soy tu jefe. —Porque además de haberse acostado con un hombre, Luhan cometió la estupidez de que ese hombre fuera su altamente sexual jefe.
— De eso te has servido, ¿verdad?
— No. Me he servido de mi masculinidad y tu feminidad. Estabas precioso tan indignado empujándome, pero ¿sabes, Luhan? De repente dejaste de empujarme. Y lo más asombroso para mí es que a tu edad, 24, tengas una novia desde hace tres años que no la has tocado todavía… ¿Cómo puede ser eso? ¿Qué clase de novio eres? —YiFan se hizo de esa información justo después de contratarlo… y es que, desde que lo conoció, se ponía caliente nada más verlo. Definitivamente, tenía que saber todo de él.
Luhan no pudo más. Se levantó molesto. Era esbelto, rubio, de ojos brillantes y, como ya es sabido, muy femenino. Levantó el puño y, por el aire, Wu YiFan lo sujetó. Lo jaló hacia su cuerpo y se frotó contra él. Luhan tembló de pies a cabeza, olvidando, de repente, que estaba irritado con ese hombre que le hacía endurecerse en segundos.
— No cometas una tontería, Luhan, aquella noche, quieras o no quieras —susurraba introduciendo su aliento en la boca del otro—, estuviste de acuerdo. Dejaste de luchar y te entregaste, Luhan. ¿De qué me culpas? —Comenzó a acariciar su mandíbula con sus labios hasta llegar a su oreja. Chupaba el lóbulo cuando Luhan mordió su labio inferior para reprimir un gemido. Aun así no hacía nada por soltarse—. Tú me conoces, sabes que no soy de los que me enamoro y mucho menos de los que tiene una relación seria, ni hablar si son menores que yo, aunque sea su apariencia, bebé. Los detesto por inmaduros —YiFan frotaba su pelvis contra la de Luhan, quien ciego de placer abría un poco las piernas para hacer más intenso el contacto—, tengo una especie de… ah… padre, Chanyeol, un amigo que me ayudó a instalarme aquí en Corea. A mí y al infantil de Tao. Hui de ahí. —Luhan se dejaba manosear por el experimentado YiFan—. Cada vez que voy a casa de mi amigo Chanyeol, Tao se lanza sobre mí queriendo jugar y haciendo pucheros cuando no lo consigue, pero me pregunto por qué te digo esto… Ahhh…. Sí… — Luhan le masajeaba el miembro—, esta situación me ha hecho así, pero tú me gustas, Princesa— el mayor regresó a la realidad deteniéndose en seco—, y aquella noche memorable fue la más hermosa de mi vida. Vuelve a sentarte, Luhan, por favor —YiFan entendía que su faje había terminado pero no se molestó, después de todo había gozado… y Luhan también—, y no me mires así, sabes que estoy diciendo la verdad, un chico femenino y sensible, siempre sucumbe ante las caricias de un hombre hábil, claro—dijo mientras percibía el bulto en los pantalones del contrario—. Pero aun así, quiero que me digas: ¿qué tipo de hombre eres tú?
— Mira, YiFan, si no te vas de aquí ahora mismo… —estaba empapado de sudor y respiraba dificultosamente.
— Un día cualquiera volveré a invitarte, Luhan, y tú lo sabes.
Lo miró desde su altura. También él lo estaba midiendo con los ojos inmensamente airados. YiFan era un hombre alto, con porte, sumamente atractivo. Las empleadas del concesionario lo perseguían en silencio. Luhan pensaba que todas habían pasado por la cama de Wu YiFan.
— Te dejo —dijo él—. Casi es hora de cerrar, e irás a buscar a la Changuita de tu novia. —Luhan estaba lo suficientemente afectado como para exigirle respeto por su novia.
Y salió. Luhan se tardó un poco en lo que hacía bajar su erección. Maldecía lo débil que era ante su jefe…