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He's a fantasy por sehunnie swift

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Notas del fanfic:

Hola /o/


Os acordáis cuando dije que quizás no volvería a escribir en un tiempo después de mi último fic Myungjong lmao y aquí estoy de nuevo = _ =

De nuevo os traigo una historia ~larga~ de esta pareja, me insipiré escuchando una canción lol y espero que os guste tanto como la anterior! Esta vez no es tan cruel, lo prometo xD

Dedicado a Fuen, a Miss-chan y a Luchi por ser mi preciosa beteadora <3

 

 

Notas del capitulo:

¡A leer!

Hacía frío.

Sungjong se frotó su pequeñas manos enfundadas en unos guantes de color rojo carmesí y exhaló un poco de aire caliente contra ellas, en un intento de calentarlas. Su aliento se convirtió en vaho helado a medida que abandonaba sus labios y Sungjong sonrió ante la imagen, como un niño pequeño.

Se recolocó un par de mechones rubios detrás de la oreja y apretó la goma que sostenía su coleta mientras que con una sacudida de hombros se recolocaba la mochila en su espalda.

Caminó a través del camino que se abría paso entre el césped del campus en dirección al edificio donde se encontraba su clase. Césped que ahora estaba cubierto de un color blanco inmaculado. Tomaba toda la fuerza de valor de Sungjong el no ir corriendo a la mullida nieve y ponerse a hacer angelitos en vez de asistir a clase. Frenó en seco durante una fracción de segundo, demasiado tentado ante la idea, pero declinó en el último momento y se encaminó, de nuevo, hacia su clase.


Los pasillos eran un tumulto de gente que se agrupaban aquí y allí, hablando y riendo demasiado alto, y contándose los unos a los otros que habían hecho el fin de semana que acababa de pasar.

Sungjong agarró los bordes de las mangas de su rebeca con sus dedos y se abrió camino entre la multitud de cuerpos que se movían de aquí para allá esperando a que sonara el timbre.

Cuando llegó a su clase, lo primero que hizo al entrar fue buscarlo con la mirada, pero no lo localizó por ningún lado. Con un suspiro se dirigió hacia su asiento y se acurrucó en su sitio, disfrutando del calor que su rebeca de lana gruesa le proporcionaba. Estaba sentado al lado de la ventana y, desde ahí, podía observar todo el paisaje blanco que se extendía a lo largo de la universidad. Incluso podía ver los tejados blancos de algunas casas a la lejanía. Movió los dedos en un gesto nervioso, sin darse realmente cuenta de que lo hacía, esperando a que el profesor llegara.

Sungjong tenía mucho sueño y estaba que se caía encima de la mesa. Apenas había dormido la noche anterior, estudiando para un examen que tendrían dentro de un par de horas. Apoyó la cabeza entre sus brazos, cerrando los ojos durante unos momentos para luego no caerse dormido en mitad de la clase.

Sintió cómo un bolígrafo le pinchaba en la espalda y, enfurruñado, levantó la cabeza y se giró para enfrentar a un chico pelirrojo, con los ojos muy pequeñitos y una sonrisa radiante. Kim Sunggyu era su mejor amigo desde la secundaria y, por suerte o por desgracia (Sungjong más bien pensaba que era la segunda), le había tocado estar sentado detrás suya.

“Buenos días, Jongie.” saludó, sonriente. “Te ves algo cansado.”

“No me veo cansado, lo estoy.” bostezó. “Anoche no dormí nada estudiando para el examen.”

“Eso te pasa por dejarlo siempre todo para el final.” rió.

“Serás desgraciado.” lo fulminó con la mirada. “Eres tú el que se mira los temas el día de antes y saca buenas notas. Eres una desgracia, Hamgyu.”

Sunggyu se retorció en su asiento, pues no le gustaba que Sungjong lo llamara así, e hizo una mueca.

Sungjong, satisfecho, se dio la vuelta y se dirigía a volver a depositar la cabeza en sus brazos cuando el profesor entró. Genial, pensó.

Las clases de ese hombre no podían ser más aburridas. Ya de por sí a Sungjong no le interesaba mucho la asignatura, pero es que con aquel profesor eran insoportables. Si no era por el sueño, se quedaría dormido de puro aburrimiento. Cabía destacar el hecho de que el profesor siempre llevaba una camisa de color claro y sudaba como una fuente, incluso en invierno, así que a mitad de la clase siempre le llegaban los cercos de sudor hasta la cadera. Y, por si fuera poco, siempre que hablaba acababa escupiendo, por lo que los de la primera fila prácticamente necesitaban un paraguas para atender a su clase.

Sungjong se dedicó a jugar con un bolígrafo con sus manos, manchándoselas de vez en cuando de tinta. Pero eso era algo normal en él, sus manos siempre estaban manchadas de tinta. Y nunca se daba cuenta de que le pasaba, simplemente cogía un bolígrafo o un rotulador y al acabar la clase acababa hecho un cristo. O peor si sucedía con el típex, como cuando una vez no se le ocurrió nada más que la maravillosa idea de colocarlo entre sus dientes y mordisquearlo, nada más allá de eso, pero con un poco más de presión en el lugar equivocado, ¡pum!, lo abrió y todo el líquido se derramó en su boca. La escena fue graciosa, hay que admitirlo. Toda su boca manchada de aquella sustancia blanca, incluidas sus manos. En realidad, todos se rieron de él aquel día. No es que él fuera muy popular en la universidad, y la gente sospechaba cosas, así que eso fue el epítome para hacer comentarios obscenos y fuera de lugar. Por supuesto, Sungjong no les hizo caso y con una mueca divertida fue hasta el cuarto de baño para quitarse el típex de todos lados (en realidad tuvo que usar alcohol porque aquello no se iba ni con un rastrillo). Por suerte, aquel día él no estaba en esa clase, así que se ahorró un bochorno innecesario. Ni siquiera él sabía que Sungjong existía, y este no tenías ganas de que lo conociera por “el chico al que se le explotó el típex.”

El pensar en él hizo que Sungjong desviara la mirada un par de filas más a la derecha de la suya y en una mesa en una posición más adelante. Mirarlo tuvo el mismo efecto que siempre. Sentía como su corazón se aceleraba, como las palmas de sus manos comenzaban a sudar, su cerebro se quedaba en blanco y también se quedaba sin respiración. Estaba tan increíblemente guapo como siempre. Tenía ese tipo de belleza que quitaba el aliento.

Kim Myungsoo era uno de los chicos más populares del colegio. Conocido por ser un rompecorazones, no solo salía con chicas, sino también con chicos. Su argumento era: “yo no salgo con chicas o chicos. Yo salgo con personas, para mí todas son iguales, no hago distinción.”

Cabía mencionar que esa era una de las muchas (millones) razones por las que Sungjong estaba profunda e irrevocablemente enamorado de él.



***



Cuando la clase por fin acabó, los de la primera fila se levantaron a toda prisa y salieron por la puerta como alma que lleva el diablo, probablemente a ducharse para quitarse toda la saliva que el profesor había vertido sobre ellos.

Sungjong se levantó sin prisa ninguna, recogiendo sus cosas con una lentitud que conseguía exasperar a Sunggyu, quien gritó, irritado.

“Yah, Lee Sungjong, ¿podrías darte un poquillo más de prisa?”

Sungjong rió, divertido ante la impaciencia de su amigo.

Cuando salieron de la clase, se encaminaron hacia su próxima asignatura, que estaba a unos tres pasillos de distancia de la que acababan de tener. Sungjong le indicó a Sunggyu que iba a ir al cuarto de baño antes para que continuara sin él.

El chico se dio media vuelta y se encaminó hacia el pasillo contrario en el cual, al final, se encontraban los aseos. Entró en el de la derecha, el masculino (sí, había que especificar porque la gente a veces en las tiendas o restaurantes le daba la dirección del cuarto de baño femenino), y giró a la derecha para ir a uno de los cubículos. Cual fue su sorpresa al ver a una chica sentada sobre el lavabo, con las piernas abiertas y alrededor de un chico, con el cual se estaba besando y en profundidad, para ser exactos. La chica tenía el pelo corto y de un color grisáceo. Sungjong la reconoció instantáneamente: era Hyeri, de su clase de biología. Llevaba puestos unos pantalones cortos negros (que prácticamente podrían ser sus bragas y, encima ¡¡estaban en invierno!!), un jersey gris ancho y unos tacones de color rosa. Unos señores tacones, de hecho. Sungjong no se podía explicar como podían caminar sobre esos. Pero, lo que más le sorprendió de todo, fue el chico al que estaba ahogando con su lengua. No era otro que Myungsoo. Con su pelo castaño hacia abajo y su preciosa y recta nariz, era inconfundible.

Sungjong retrocedió, con los ojos muy abiertos. De repente, se le habían quitado las ganas de ir al baño.

Salió tan rápido como pudo, sin ni siquiera disculparse, y entró al cuarto de baño de chicas, donde se encerró en un cubículo y, muy a su pesar, no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su rostro.

Sabía que Myungsoo era así, lo sabía perfectamente. Pero nunca había llegado al punto de verlo él mismo, a pesar de que se proclamaba a los cuatro vientos que todas sus sesiones de besuqueo y dios sabe qué más casi siempre tenían lugar dentro de las instituciones de la universidad. Por suerte, Sungjong nunca había llegado a ver una. Hasta ahora. Era más doloroso verlo que saberlo, eso lo tenía muy claro. Sentía como su corazoncito se contraía en su interior y amenazaba con desgarrarlo, porque sabía a ciencia cierta que Myungsoo nunca sería suyo, y eso hacía que doliera aún más. Ni siquiera sabía que él existía, y la única manera de que lo hiciera era ofreciéndose en bandeja y, Sungjong estaba enamorado, sí, pero no era idiota y mucho menos una prostituta. Y no es como si no hubiera intentado olvidarlo, pero era imposible olvidar a Myungsoo. No cuando había tantas razones por las que sí quererlo y tan pocas por las que no quererlo. Podría ser un jugador, sí, pero nunca hacía nada que la otra persona no quisiese. Y él nunca iba a buscar a nadie, siempre iban detrás de él. Pero, por otro lado, era inteligente, divertido, cariñoso, muy torpe, respetuoso y una gran persona. Por todas esas razones, Sungjong no podía dejar de quererlo. No importa lo mucho que doliera o lo mucho que llorara, al final del día, seguía estando en el mismo lugar con el mismo corazón.


Se sonó los mocos y se secó las lágrimas con el papel que había dentro del cubículo y salió de este, parando en el espejo para mirarse antes. Tenía los ojos rojos e hinchados, pero nadie se daría cuenta de que había llorado. Y, si lo hacían, les daría igual porque él era invisible para todos los demás. Para todos excepto para Sunggyu. Sabía que el chico lo atormentaría a preguntas sobre el qué había pasado, pero no es como si fuera la primera vez que lloraba por Myungsoo, después de todo.

Entró a la clase justo antes de que el profesor llegara y se hubiera ganado un buen castigo. Intentó ocultar su rostro con su pelo y tapándose la boca con la manga de su rebeca, pero Sunggyu se dio cuenta enseguida y lo miró arqueando una ceja, preocupado.

“¿Se puede saber que ha pasado?” preguntó en un susurro, a sus espaldas.

Sungjong asintió.

“Lo mismo de siempre.”

Sunggyu soltó un gruñido de irritación por lo bajo, para que el profesor no lo escuchara, y cerró las manos en puños. Sungjong sabía que Sunggyu estaba harto de Myungsoo y de todo lo que le estaba ocasionando. Pero también estaba al tanto de todo el bien que Myungsoo le había hecho, así que no podía reprocharle nada. En el año y medio que llevaba enamorado de él, Sungjong se había convertido en una persona mucho más alegre y positiva, además de que era más cariñoso y encima colaboraba en proyectos para la sociedad, al igual que el chico. Sungjong siempre decía que Myungsoo le hacía querer ser una mejor persona.

Por todas esas razones, Sunggyu no había intervenido en todo el asunto, pero sabía que cada vez hacía más daño a su mejor amigo y, después de todo, eso no era algo que él estuviera dispuesto a tolerar.

Notas finales:

Hola ~


¿Qué os ha parecido? La cosa se pondrá más interesante en el siguiente capítulo.

Por si os interesa, no, no tengo nada en contra de Hyeri xDDD (de hecho me gusta mucho ; _ ;)

Si queréis que actualice mañana, decidlo en un review.

Hasta pronto <3


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