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El séptimo sello por Haru19

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1-El nacimiento del mundo

Antes de que el mundo viera la luz, Dios convivía en su paraíso con sus ángeles y arcángeles.

Creo la Tierra y junto a ella, al hombre; hecho a su imagen y semejanza, y para que no estuviera solo, creó a la mujer. Todos sus ángeles estuvieron orgullosos de la creación, salvo uno.

Sin esperanza en lo recién creado, se opuso ante los deseos del todo poderoso, y generando su ira, fue despojado de sus alas y desterrado de los cielos.

El ángel caído, furioso, liberó sobre la Tierra una diversidad de atrocidades que atormentarían al hombre. Pero, Dios que les tenía tanto amor cercó con grandes muros el paso de los males.Hasta que un día, fue traicionado por ellos y en castigo destruyó los muros, dejando entrar todas las atrocidades que atacarían a la Tierra y con ello, ambos bandos apostaron, haciendo del mundo un campo de batalla entre lo que hoy conocemos como el cielo y el infierno.

A las afueras de la ciudad, el manto blanco de una larga nevada era iluminado en su oscuridad por las luces de una única casa. El silenció en el desolado lugar era irrumpido por un disparo ensordecedor que hizo eco a sus alrededores junto al llanto de un bebé.

-¡Carla cierra la puerta y dibuja el sello que te enseñé!-le ordenó el hombre, mientras cargaba la pistola que llevaba en sus manos-Espera aquí y prepárate.

-Sí-obedeció la mujer con firmeza, dejando al bulto que llevaba en sus brazos al interior de una cuna de madera.

El hombre salió y cerró la puerta. Enseguida, la mujer que había recibido la orden se dispuso a dibujar un gran sello de su lado de la puerta. Cuando acabó, se acercó a la cómoda, extrayendo un arma similar a la de su esposo y la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón. Se acercó a la cuna, de ella se escuchaba el fuerte sollozo de una pequeña criatura. Se apoyó en los extremos de ella y extendió su brazo al interior.

-Tranquilo, papá y mamá no dejaran que nada malo te ocurra-sus palabras calmaron al pequeño, que reconoció la dulce voz de su madre.

Fuera de la habitación, el hombre se hallaba tenso y atento. Sostenía el arma con firmeza en sus manos mientras sus ojos se movían por cada rincón, como si buscara algo. Un pequeño gato negro apareció por el pasillo, se acercaba lentamente sin despegar su vista del hombre que ya se había dado cuenta de su presencia. A pocos metros de él, se detuvo al maullar con gravedad y el pequeño animal se transformó en un ser de apariencia humana; de fríos ojos carmín y pelo negro. De su cabeza salían unos cuernos similares a los de un carnero y un abrigo largo de piel negra ocultaba todo su cuerpo.

-No te veía hace tiempo, Grisha-habló el personaje.

-Levi-dijo con desprecio, apuntando a la cabeza del recién nombrado.

-Me has hecho un gran favor al venir aquí, sin tus asquerosos perros cuidándote el culo.

-¡Lárgate demonio!-apretó el gatillo tres veces.

Las balas viajaron a gran velocidad, pero nunca llegaron a su objetivo. Estas se detuvieron y flotaban frente a las gemas carmín del demonio, y antes de que el hombre consiguiera reaccionar, fueron devueltas hasta el profundo de sus entrañas. El hombre cayó de rodillas sobre el líquido rojo que salió de su boca, haciendo un esfuerzo por no sucumbir ante el dolor.

Levi avanzó hacia el cuerpo que se debatía entre la vida y la muerte, con mucha dificultad, Grisha levantó su cabeza para observarlo, por última vez. Bastó de un segundo, para que los ojos de su presa se llenaran de terror y agarrara con fuerzas su pecho al sentir cómo su vida le era arrebatada sin contacto, además de la fría mirada de la bestia. El cuerpo se desplomó contra el suelo, sin vida, dejando la puerta libre de obstáculos, salvo uno. Estaba protegida por un sello, un sello que no fue problema para Levi destrozarlo junto a la puerta.

Al entrar, la esposa de Grisha se encontraba lista para disparar de la misma forma que lo había hecho su esposo; la misma expresión de desprecio e ira, con la única diferencia de las lágrimas en sus ojos. Pero no hubo disparo, ella no era tan osada como sí lo fue su amante, sus manos temblaban pero mantenía su postura.

-¡Aléjate! ¡No te acerques!-le amenazaba desesperada.

Al verla así, sonrió. Su sonrisa reflejaba tanta crueldad, que entumeció por completo a la mujer. Si había algo que Levi adoraba, era ver como se hundían en la desesperanza y sus más oscuros sentimientos.

Sin siquiera poder defenderse, la mujer sintió cómo su pecho se comprimía por una fuerza invisible y no pudiendo mantenerse en pie, sostuvo su pecho al caer al suelo. Poco a poco su vista se iba nublando, el oxígeno se volvía irrespirable y su cuerpo se negaba a seguir luchando. Con sus últimas fuerzas, se estiró hacia la pistola que dejó caer, iba hacerlo, por su hijo. Pero cuando logró tenerla y dirigirla nuevamente hacia el demonio, su rostro se desfiguró al encontrarse con el rostro de la bestia de frente. No pudo moverse, el miedo había congelado su cuerpo.

-Buen intento-apuntó el arma de la mujer a su vientre.

Su condición no le permitió soltar un gemido de dolor, con sus ojos impregnados de dolor dejó que su cuerpo se rindiera ante el disparo. Inhalaba y exhalaba las últimas partículas de oxígeno y, con sus últimas fuerzas, su mirada buscó la cuna donde su bebé lloraba. Podía oírlo, pero ya había perdido la visibilidad. Estirando sus dedos, quiso alcanzar al pequeño.

-E-Eren…-llamó por última vez.

Una mujer con características similares a Levi apareció al instante después de que Carla liberara su llamada agonizante. Tenía el pelo castaño y llevaba unos anteojos con ella, su presencia simulaba ser menos espeluznante que la de Levi.

-¡Levi! No me dejaste diversión otra vez…-cayó al suelo decepcionada.

-Aún no he acabado-se acercó a la cuna.

En el interior se hallaba un bebé de unos meses de edad, que no dejaba de llorar debido a todo el alboroto. Le resultaban desagradables los bebés, molestos, asquerosos y sobre todo, de ninguna utilidad.

Vio su pequeño rostro arrugado de tanto llorar, listo para arrebatarle esa vida que llevaba con él, de un solo golpe. Pero algo lo detuvo. El niño dejó de llorar y lo observó con sus grandes y curiosos ojos aguamarina, para luego regalarle una sonrisa. Nunca había visto nada similar, un niño, que se suponía era más perceptible a este tipo de eventos, no le tenía miedo.

-Oh, tienes más agallas que tus padres-admitió Levi, utilizando un tono de voz mucho más sombrío.

No hubo caso. Todo parecía un chiste para el pequeño que, estiraba sus brazos y movía sus pequeñas piernas mientras reía, parecía divertido para él. La castaña se acercó al escucharlo, el bebé tampoco tuvo temor al verla; la observo con curiosidad y les regaló más sonrisas.

-Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí?-de su capa salió un brazo que extendió hacia pequeño. En lugar de manos, tenía unas garras similares a las de una bestia. El menor al verlas tomó una de sus grotescas garras como si se tratase de un juguete-¡Wow! ¡Un humano que no le teme a demonios! ¡Déjame ocuparme de él!

-No.

-¿¡Por qué!? Tú ya tuviste entretención-le reclamó.

-Tengo planeado algo mejor-miró al pequeño-Puede sernos de utilidad.

-No me digas que… ¡Jajajaja!-explotó en carcajadas sin terminar su frase.

-Hanji-le regañó.

-Perdón, perdón. No puedo creerlo, ¿vas a jugar al padre?-se burlaba de su compañero-Y no sólo eso, es hijo de cazadores de demonios.

-Justamente por eso puede sernos de utilidad. El mocoso tiene agallas.

-¿Y tú crees que te será fiel? En cualquier momento nos traicionará.

-Si eso ocurre, no tendré ningún problema en deshacerme de él-la miró decidido.

-Uhm-sostuvo su barbilla mientras pensaba en la idea-, de acuerdo. Apostemos en este niño. Será divertido, nuestro mundo ya está siendo muy aburrido.

-Esto será secreto, ¿entiendes?-tomó al infante en una manta y como si fuera una bolsa, se lo entregó a Hanji.

-Cuenta con ello. Hola pequeña vida basada en carbono-comenzó a juguetear con el pequeño en sus brazos.

-Se llama Eren-recordó el nombre que pronuncio la madre antes de morir.

-¡Eren¡ Espero que nos seas de ayuda, cuento contigo-le sonrió la castaña.

Las risas de Eren hicieron eco por última vez en ese lugar. Posterior a ello, los tres desaparecieron dejando atrás la evidencia de la cruel aniquilación que se llevó a cabo esa noche.

La noticia no tardó en llegar, tanto la policía como compañeros exorcistas de las victimas llegaron a ver el horrible acontecimiento. Se sabía que la mujer había dado a luz hace unos meses, pero del bebé, nunca se encontró rastro y fue declarado muerto, junto a sus padres.

15 años más tarde…

-¿¡Quién demonios te crees pendejo!?

Vi venir unos puños cargados con mucha fuerza a mi rostro. Los esquivé, era mucho más rápido y ágil que ellos, sus movimientos eran predecibles. Me aproveché de su posición y le di un fuerte rodillazo en el abdomen que lo hizo encorvarse sobre sí mismo. Sus dos amigos se enojaron y vinieron a por mí, pero supe ocuparme muy bien de ellos.

-¡Kjh, maldito demonio…!-me gritó uno, tomando su hombro que dislocado.

-¡Eso deberían decírselo a ustedes!-les grité, odiaba que me dijeran así.

-¡Ustedes cuatro!-gritaron a mis espaldas.

Por voltear a ver quién nos llamaba, me descuide y fui tumbado al suelo por dos de ellos que salieron corriendo antes de ser detenidos. Los policías lograron capturarme, otra vez, y ellos escaparon. Nada obtendría forcejeando con ellos, así que me deje llevar al automóvil hasta la oficina de detención. Miré mi reflejo en la ventana del auto, mis ropas estaban desordenadas y sucias y mi labio inferior tenía un corte debido a la pelea. Mi aspecto de verdad parecía el de un delincuente y no dudaba que los oficiales pensaran lo mismo de mí.

Al llegar a la comisaría, me hicieron esperar sentado y esposado en una celda que era para "Jóvenes delincuentes" ya que estar con los demás, era un riesgo. No era el único, había dos chicos más allí pero se veía que estaban en peor situación que la mía. Eso me calmaba un poco, pero no del todo. La verdad es que no les temía a ellos, menos al oficial gordo que me observaba de una manera asquerosa. A lo que de verdad le temía, era algo mil veces peor que estar en la celda con toda esta gente.

-Tú nombre-me exigió el oficial sentado en el escritorio.

-Eren.

-¿Eren qué?

-Sólo Eren-le respondí seguro.

-¿Estás jugando conmigo? Dime tu maldito nombre completo-estaba molesto.

-Ya le dije, Eren, sólo es Eren- y no mentía al decir eso.

-Es la última vez que te lo repito-se levantó enojado.

Pero mi salvación llegó antes de que ese gordo me hiciera algo más.

-¡Eren! Te estuve buscando por todos lados-se acercó a mi celda, con emoción.

-Hanji…-la reconocí.

-¡Hey! Usted no puede…

-Soy la responsable de este niño. ¿Algún problema?-le dijo y el oficial no respondió.

Por alguna razón siempre que acababa detenido, ella conseguía sacarme de allí sin problema. No sé cómo lo hacía para encontrarme y liberarme, pero los oficiales se intimidaban y me dejaban salir casi enseguida. El problema de mi nombre era resuelto y se conformaban con lo que les decía. No bromeaba al decir que mi nombre era sólo Eren. No tenía apellido y tampoco tenía familia que pudiera darme uno. Desde pequeño me dijeron que mi nombre es Eren y con ello tuve que conformarme. El problema es cuando pasaba por circunstancias donde me pedían decirlo, cuando aseguraba no tener apellido, creían que bromeaba, se enfadan o bien, se burlaban de mí apodándome de muchas formas.

Solo no estoy. No tengo familia como tal pero sí tengo algo a lo que puedo considerarla. Hanji se podría decir que es mi tutora. He vivido con ella desde que tengo memoria, se preocupa por mí y ha sido muy amable conmigo. Podría hasta decir que es como una madre, pero ella me ha dicho que no le diga así.

-¿En qué te has metido ahora pequeño?-me sonrió con gracia.

-Nada…me enojé con unos estúpidos que maltrataban a un perro y los detuve-respondí un poco molesto al recordarlo.

-¡Vaya, tenemos un chico rudo!

-No… ¿Cómo me encontraste?

-Instinto-me sonrió y me abrió la puerta del copiloto de su deportivo negro, para que entrara.

Nuestra situación económica era cómoda, no sé cómo, pero conseguir los sustentos para vivir y diferentes tipos de lujos, era fácil para nosotros. Cuando era pequeño siempre solía preguntar el porqué de las cosas y mi respuesta siempre fue un "cuando crezcas lo entenderás" así que pronto dejé de esforzarme por saber de más. Lo único que sabía era que fui encontrado un día de nieve, abandonado después de unos meses de nacido. Entre las cosas con las que me encontraron, estaba el nombre que tengo actualmente y por ello es que me llamo así. No veía la lógica en dejar el nombre que me dieron las personas que me abandonaron, no era importante para ellos. ¿Por qué conservar entonces ese estúpido detalle que hicieron antes de abandonarme? No lo entendía. No los odiaba, ni siquiera los conocí como para saber qué clase de personas eran y, quien sabe, probablemente fui salvado de vivir una vida desgraciada con ellos.

El auto aparcó en el estacionamiento de nuestra casa, o mejor dicho, mansión. Estaba ubicada en un barrio donde las casas eran tan grandes, que cada uno de sus jardines abarcaría dos casas más del mismo tamaño. Y no eran para nada pequeñas. Además de ello, estaban muy separadas una de la otra, por lo que la privacidad se volvía hasta desoladora.

Pero en esa enorme mansión, no vivíamos sólo nosotros dos.

-Eren, arréglate un poco-me indicó mi aspecto sabes cómo es él.

Más que un policía, más que una celda, más que peligrosos ladrones y asesinos.

-Llegamos-avisó Hanji al abrir la enorme puerta de madera fina.

-Perdón por el retraso…-me disculpé a penas lo vi esperándonos.

Había alguien, que hacía de sus castigos y reprimendas…

-¿Otra vez lo mismo?-me miró y penetró todo mi ser con su fría mirada-Mocoso fastidioso.

El peor de los infiernos.

Levi, nuestro tercer integrante.

Continuará...

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