Cambiando la rutina
Su vida ya era mera rutina; uno, dos, tres, cuatro: despertar, ducharse, asistir a la escuela y regresar a casa. Incluso los fines de semana lo eran, pues lo único que hacía era pasar el día con sus amigos jugando básquet o cualquier otro deporte.
Uno, su alarma sonaba a las siete de la mañana y ésta le hacía zumbar los oídos. Dos, el agua caliente escurría por su cuerpo para despertarle en su totalidad y recordarle que debía salir de su apartamento para enfrentarse al día. Tres, la Universidad no era nada asombrosa o difícil pero para él era tediosa, debía asistir si quería graduarse para poder conseguir un buen empleo y, la verdad, si no fuera por sus amigos se le haría imposible coexistir en aquel lugar. Cuatro, no regresaba a casa hasta después de terminar las tareas escolares fuera de casa y a lo único que lo hacía era, prácticamente, para poder dormir unas cuantas horas y despertar al día siguiente con su rutina.
Un nuevo día.
Uno, dos, tres y cuatro... al llegar a su departamento se encontró con un pequeño sobre blanco bajo la puerta, éste le informaba que ya no contaría con la ayuda del gobierno para mantenerse y lo único que eso significa es que tendría que buscar un trabajo para comenzar a sustentar su comodidad diaria.
–Podrías pedir trabajo en la escuela –sugirió Hee, su mejor amigo y confidente, desde el otro lado de la bocina telefónica.
–Ni loco –sentenció de inmediato el rubio dejándose caer por completo en su cama–. Una vez que me gradué no quiero volver a pisar una escuela en mi vida.
–Pues también dejas el trabajo cuando te gradúes, idiota.
–Lo haces parecer muy fácil.
–Lo es.
–¿Y lo dices tú, señor "mi novio me mantiene"?
–No me recuerdes eso, ¿ok? –suplicó soltando un fuerte suspiro.
–¿Qué pasó?
–Los padres de Siwon creen que ya es hora de que siente cabeza... En pocas palabras, lo han comprometido con una linda chica para asegurar que sus nietos sean más que perfectos.
–Sabes que él nunca aceptará eso.
–Lo acepte o no, la realidad es que mi Siwi nunca tendrá el valor suficiente como para enfrentar a sus padres.
Un silencio incómodo inundó aquellos dos lugares de la ciudad vinculados por la línea telefónica.
–Oye, acabo de recordar algo –interrumpió Hee tratando de cambiar la conversación–. KyuHyun me comentó que en su edificio, no, bueno, en el de sus padres, hay alguien que necesita niñera con urgencia.
–¿Qué hacías hablando con Kyu?
–Sigue insistiendo en salir conmigo, pero olvida eso, lo que tenías que escuchar es lo de ser niñero.
–¿Yo cuidando un niño? Estás completamente loco, sabes que los niños no son mi estilo.
–Escuche que la paga es muy, enfatizó, muy buena...
–Debe ser un angelito –comentó irónicamente antes de reír burlonamente.
–Síguete burlando idiota pero, ¿qué otra opción tienes?
–¿Y KyuHyun te dijo algo más?
–No en realidad... solo recuerdo que él iba a serlo, ya sabes, por la paga, pero algo lo hizo retractarse.
–¿Y eso no te da una idea?
–No –rio por lo bajo–. Ya sabes cómo es ese tío, ni siquiera puede cuidar a un gato porque huye despavorido.
–¿Y crees que yo sí podría hacerlo?
–Bueno, nada te cuesta ir a dar un vistazo... –del otro lado de la línea se escuchó una puerta abrirse y cerrarse–. Te dejo, llámame mañana para saber que tal te fue. Adiós.
Sin una pizca de delicadeza su amigo colgó para dejar al rubio con una mala sensación en la boca del estómago, la cual, desapareció cuando cayó en brazos de Morfeo y comenzó a soñar con las tantas veces que la paso genial junto a sus amigos.
Edificio AB5
Nunca antes había ido a la casa de su amigo KyuHyun, pero conocía a la perfección cómo llegar por diferentes razones innecesarias de describir. Los edificios eran demasiado modernistas para su gusto, de gente con demasiado dinero y completamente rodeado de parques y lugares lindos a donde poder ir a divertirte o pasar un rato tranquilo.
–¿Asunto? –un hombre robusto y con barba larga le recibió con muy mala cara en cuanto puso un pie en el edificio donde se solicitaba la niñera, el AB5.
–Vengo por el empleo de niñera –respondió sin una sola pizca de timidez o vergüenza.
–¿Nombre?
–Lee Hyukjae.
–Piso número quince, avisaré a la señora Lee –soltó pasándole una tarjeta metálica que el rubio reconoció como una especie de llave.
Según Kyu le había contado alguna vez, esos edificios eran lo mejor con respecto a seguridad, así que al subir al elevador y llegar al piso quince pasó la tarjeta por la ranura y esperó pacientemente a que la puerta se abriera. Cuando paso, dejó frente a una mujer adulta con el cabello azabache y una mirada tranquila aunque, a la vez, impresionada por encontrar a un chico y uno a una chica.
–¿Tengo el placer de estar frente a la señora Lee?
–Así es. ¿Usted es quien viene a solicitar el puesto de niñera?
–En efecto señora pero, por favor, llámeme Hyukjae.
La mujer lo pensó unos segundos mientras veía al chico con atención. Cabello rubio, bastante guapo, piel lechosa, con una sonrisa más que confiada y hermosa pero con una vestimenta poco confiable; pantalón de mezclilla con tenis a juego y una chamarra de piel negra que le acentuada la facha de mafioso.
–Pasa, por favor, ¿gustas café, té, agua...?
–Agua está bien, gracias.
El lugar era lujoso y acogedor, lo cual emocionó al chico por quizá tener una muy buena paga solo por cuidar de algún mocoso malcriado.
–Bien, Hyukjae, ¿por qué quieres solicitar el puesto de niñera? Quiero decir... niñero.
–Estoy a punto de terminar la Universidad y eso no me permite contar con el tiempo necesario para tener un empleo más elaborado. Por esa razón pensé que este trabajo me daría la oportunidad de cumplir con todas mis obligaciones.
La mujer ahora sí lo pensó por más tiempo mientras se decidía por darle o no una oportunidad.
–Veras Hyukjae –empezó la señora después de algunos minutos–. Soy accionista mayoritaria en una disquera muy importante y mi trabajo me impide estar al cien por ciento con mi hijo, él... es diferente a los demás y por esa razón necesito a una persona que pueda con esa responsabilidad para poder irme a trabajar tranquila.
"¿Especial? ¿A qué se refiere con eso?", se preguntó el rubio mientras observaba a la mujer jugando con sus nudillos.
–Donghae, mi hijo, tiene veintiséis años.
–¿Veintiséis...? –cuestionó incrédulo tras lo escuchado–. ¿Entonces por qué...?
–Tuvo un accidente hace ya algunos años –interrumpió la mujer bajando lentamente la mirada al suelo–. Su capacidad mental se congelo, mi hijo es incapaz de madurar. Es un joven de veintiséis años con la mentalidad de un pequeño de diez.
Un cubo de hielo por la espalda, eso es lo que sintió Hyukjae al escuchar las palabras de la señora, pero ni siquiera tuvo el tiempo suficiente de pensar en la situación cuando:
–¿Preferirías conocerle antes de tomar una decisión?
Sin esperar respuesta la mujer comenzó a caminar por la casa mientras el rubio le seguía. Finalmente la mujer se detiene en una habitación con un enorme póster de perritos tiernos y un nombre escrito en letras grandes y coloridas.
–Donghae, amor –habló la mujer mientras comienza abrir la puerta–. Quiero presentarte a alguien...
La mujer entró por completo a la habitación dejando ver lo que, a mente del rubio, debía ser meramente imposible.
¿Podrá existir un hombre con alma de niño?