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Sistema de restricción de novio por Error404notFound

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Notas del fanfic:

Por favor disfruten.

Two Shot basado en el doujinshi Boyfriend Restraint System, de juurokugoh. Ella tuvo la idea principal de la historia, y como me gustó más de lo legalmente permitido, hice este fanfic.

Por favor tomen en cuenta que este fanfic tiene ideas mías mezcladas con las originales del doujinshi, así que si leen uno no se harán spoilers del otro. Esta historia es más extensa que la del doujinshi, y contiene muchas cosas que en éste último ni se mencionan. Incluso el final es diferente, así que ténganlo en cuenta, por favor.

Edit. Parece que esto ya no es más un Two shot, pero meeeh XDD

Notas del capitulo:

¡Hey! ¿Qué tal? Bueno, ya he dicho todo lo necesario en el resumen y en las notas del fanfic, así que creo que ya es hora de leer.

Coff coff amé hacer a un Makoto tan yandere que ni él se aguanta coff coff. 

Disfruten.

Cuando llegó a casa, cerca de las nueve de la noche, el cielo ya estaba salpicado de estrellas que titilaban felices y que lo recibieron justo cuando salió del coche de Momotarou, el hermano menor del anterior capitán de Samezuka —cuyo nombre no recordaba —, y cuando comenzó a subir la escalinata de piedra que conducía a su casa. El frío calaba los huesos; Haru podía ver su aliento condensado frente a sus labios en cada exhalación, así que apretó el paso. Las luces estaban encendidas, las ventanas empañadas, y algo de polvo en las esquinas.

Haru alzó la mano para llamar a la puerta, pero justo en ese momento, Makoto apareció en el umbral. La sonrisa cálida de su novio le recibió tan sólo levantar la mirada. Sus ojos verdes le sonrieron.

—Bienvenido, Haru.

El chico moreno asintió.

—Hola, Makoto.

Makoto le sonrió con los ojos cerrados, y abrió la boca para decir algo, pero entonces escucharon un grito que venía desde debajo de la escalinata de piedra, de la calle que pasaba por delante del aglomerado de casas.

— ¡Nos vemos luego, Haru-chan!

Era Nagisa, obviamente, que sacudía la mano en su dirección con una sonrisa tan grande en el rostro que casi parecía dolorosa. En cuanto Haru le devolvió el gesto, el chico rubio se metió al coche rojo que estaba detrás de él, que arrancó con el rugido triunfante del motor y el chirrido del asfalto. Haru dio gracias de no ir más en ese coche tan llamativo cuyo conductor era menor que él y que aun así amaba pisar el pedal casi tanto como nadar. 

Suspiró y se volvió hacia Makoto. Como suponía, su sonrisa había cambiado ligeramente. No estaba contento. No del todo. Sintió el impulso de abrazarlo, y lo hizo. Makoto hundió la nariz en su pelo y aspiró.

—Te extrañé mucho, Haru.

—Yo también.

Sintió que Makoto se relajaba al escuchar eso. Pero justo cuando pensó en haberlo calmado, el chico de ojos verdes habló, tan amable como siempre.

—Muéstrame tu teléfono.

Haru se contuvo de suspirar y obedeció. Aunque Haru se daba cuenta de su actitud, Makoto no sabía que su novio podía ver a través de él, así que se inclinó y le depositó un pequeño beso en los labios. Después le rodeó la cintura con el brazo y le ayudó con su mochila.

— ¿Cómo les fue en la práctica? —Una vez que entraron y que el aire cálido y el ambiente familiar de la casa abrazaron a Haru como si tuvieran años sin verlo y lo extrañaran mucho, Haru se sentó en la mesita de la cocina, suspirando —. ¿Estás cansado?

Haru descansó la cabeza en la mano, apoyando el codo en la mesa. Bostezó.

—Algo. ¿Qué hay de ti? Rei y Nagisa preguntaron por ti todo el rato.

Makoto dejó la mochila de Haru en una esquina y cruzó la cocina de dos zancadas. Encendió la estufa y después sacó unas cuantas cosas del refrigerador, las puso en la barra y colocó un pequeño trozo de carne en un sartén. El sonido de la carne friéndose y su olor rodeó a Haru y él se dejó hacer. Tenía hambre.

Makoto rio encantadoramente, como sólo él sabía hacer.

—Corrí un kilómetro más que ayer —dijo, y movió la carne, haciendo que saltase algo de aceite —. Y descubrí que la playa es más bonita que la ciudad, pero más solitaria. En la playa está todo tranquilo y puedes pensar, pero en la calle puedes ver a mucha gente yendo de un lado a otro. Y creo que lo prefiero así.

Volvió a reír, y Haru se permitió esbozar una pequeña sonrisa también.

 Desde que Makoto se había lesionado el hombro derecho había empezado a correr cuando Haru tenía actividades del club. El doctor le había dicho que la natación ya no era una alternativa si quería que su hombro estuviese sano; aunque sus palabras exactas habían sido “Nadar sólo te será perjudicial de ahora en adelante. Deberías dejarlo y practicar otro deporte donde no fuerces los brazos”. Haru se había puesto a llorar tan sólo salir del consultorio, obviamente. No imaginaba una vida sin agua, sin nadar y sin sus amigos. Pero Makoto había sonreído como siempre lo hacía y había suspirado.

— ¿Qué opción me queda? —había dicho mientras lo abrazaba para ahogar sus débiles sollozos en su pecho, aun sin perder la sonrisa —. Ya sabes que la natación nunca ha sido de mis cosas favoritas, Haru.

Pero él no podía dejar de llorar. Cierto. A Makoto le daba miedo el agua, así que la única manera en la que podía nadar con total comodidad era practicar dorso. Así no veía el agua como una masa negra que quería jalarlo hasta el fondo y llenarle los pulmones hasta ahogarlo. Tal vez no fuera del todo malo, intentó convencerse, pero él no podía dejar de pensar que su vida no sería nada sin la natación. Claro que eran personas distintas, pero aun así dolía. De alguna manera lo hacía.

Y así había terminado saliendo del club de natación de Iwatobi, para correr por las tardes y reunirse con Haru en su casa después. Todo iba bien para ambos, y los chicos del club, que aunque al principio habían compartido la pena de Haru, se dieron cuenta tiempo después de que Makoto era el mismo y que no se sentía demasiado triste, así que se veían con normalidad durante la escuela y a veces en el entrenamiento. A veces Makoto posponía sus salidas para correr y los acompañaba durante sus actividades de club. Pero había veces también en las que prefería salir a correr para no perder el ritmo. Todo bien hasta ahí, pero…

— ¿Por qué tardaste cinco minutos más en volver, Haru? —le preguntó Makoto con una sonrisa —. Caminando se hacen once, y en coche debería ser aún más rápido. ¿Algo pasó?

Haru puso los ojos en blanco. Ahí venía de nuevo…

—Los miembros del club de Samezuka son muy escandalosos y no nos dejaban marchar —dijo, y justo en ese momento Makoto le pasó un plato con un pedazo de carne y algunos vegetales, sin dejar de sonreír —. Hoy era práctica conjunta, ¿recuerdas?

Makoto asintió y se sentó frente a él.

—Lo recuerdo. Lo siento, Haru. Pero es que quería verte.

Haru sonrió.

—Yo también.

Un momento de silencio le siguió a eso. Pero ninguno apreció especialmente incómodo. Haru tenía hambre, así que no esperó nada para empezar a comer. Makoto cocinaba espléndidamente, como siempre.

—Por cierto, Haru. ¿Quién es Katakura Saki-san?

Haru sintió que un sudor frío le bajaba por la espalda al ver a Makoto hurgando en su teléfono. Intentó concentrarse en su comida para darle a entender a Makoto que era algo sin importancia. Pinchó un guisante con el tenedor y se lo llevó a la boca.

—Es un chico de Samezuka —Tomó el vaso que Makoto le ofrecía y bebió un poco de agua —. Uno de primero. Estaba ahí cuando entrenamos todos juntos, así que Rin dijo que era mejor que tuviésemos los teléfonos de todos. Pero yo sólo le pedí su teléfono a él cuando Rin estaba mirando. Qué pesado pedírselo a todo el mundo.

Makoto no dejó de teclear en el aparato, insatisfecho, pero en apariencia tranquilo. Haru se sintió feliz de haber previsto eso y de haber borrado los mensajes que había intercambiado con Rei antes de la práctica. Si Makoto llegaba a verlos se pondría a hacer un montón de preguntas innecesarias. Siempre lo hacía, porque siempre revisaba su teléfono en cada oportunidad que se le presentaba.

—Ya veo —fue lo único que dijo Makoto. Dejó el teléfono en la mesa y le sonrió a su dueño —. ¿Es una persona importante para ti?

Esa pregunta tomó desprevenido a Haru. Hizo una mueca, y respondió tanteando el terreno.

—No, no lo es… Es sólo un…

—Entonces no te importará borrar su número, ¿verdad?

Haru se quedó en silencio. La sonrisa de Makoto no había desaparecido, pero Haru sabía muy bien que no era una de verdad. Era la que ponía siempre que detectaba algo que pudiese separarlos en el radar tan extraño que tenía.

—Creo que debería tenerlo —dijo Haru, sintiendo que perdía la paciencia, pero aun así con cautela —. Las prácticas con Samezuka son cada vez más frecuentes y…

—Ya está. Eliminado.

Makoto dejó su teléfono en la mesa y empezó a comer, tranquilo al fin y con su sonrisa normal de nuevo. Haru tragó saliva, incómodo, y lo imitó.

A veces Haru no sabía si lo que Makoto sentía por él era amor. Es decir, era bastante —muy — celoso con todo lo que tenía que ver con él encontrándose —hablándose, mirándose aunque fuera por pocos segundos —con otros chicos. Incluso encontraba extraño que hablara confianzudamente con Gou, y eso ya era bastante. Al principio lo encontraba secretamente lindo, e incluso tierno, pero con el pasar del tiempo empezó a molestarle. Pero llegó un momento en que simplemente... le daba miedo.

Cuando lo acompañaba al entrenamiento del club, Haru fingía no prestar atención a sus ojos verdes clavados en su espalda, pendiente de cada palabra, cada mirada y cada movimiento que hacía. En las ocasiones en las que estaba ahí presente, Haru prefería no cruzar palabra con nadie a menos que fuese totalmente necesario, y gracias a Dios, no era tan difícil con la personalidad que tenía; que sus amigos lo viesen serio y sin prestar demasiada atención era lo más normal del mundo.

Las cosas se ponían un poco más difíciles cuando había práctica con Samezuka y cuando Rin los visitaba sólo por gusto. Makoto aborrecía a Rin con ganas. No le hablaba mal ni le fruncía el ceño, pero básicamente lo evitaba. No le hablaba ni esperaba tener algún tipo de contacto con él aunque estuviesen en la misma habitación. Y no era porque Rin hubiese hecho algo malo; era porque Rin estaba enamorado de Haru. Incluso él, que nunca se daba cuenta de los sentimientos de los demás, lo tenía claro. Rin siempre lo miraba como si esperase algo de él, como si viese el sol o algo hermoso que pudiera hacerlo olvidarse momentáneamente de sus problemas. No decía nada al respecto y lo trataba con normalidad, pero su mirada roja decía mucho. Y Makoto se había dado cuenta también. Y había un asunto ligado a ése que si bien a Makoto lo traía sin cuidado, a Haru le molestaba bastante: Sousuke Yamazaki. Era obvio que Sousuke estaba más que enamorado de Rin. Y como éste último no le prestaba atención por estar embobado con Haru, Sousuke la agarraba contra él siempre que podía. Era molesto, pero Haru no decía nada. A fin de cuentas, Rin odiaría a Sousuke si le hacía algo malo a Haru, y lo sabía. Pobre chico.

— ¿Algo nuevo que cuenten los chicos? —la voz de Makoto le sacó de sus pensamientos.

Haru negó con la cabeza.

—La verdad es que nos la pasamos nadando. Sólo tuvimos tiempo de hablar después de que el entrenamiento terminara.

Makoto se llevó un trozo de carne a la boca. Lo masticó un momento y después se lo tragó. Se veía tranquilo de nuevo, se dijo Haru. Y él estaba demasiado cansado como para hacer que se pusiera de los nervios de nuevo, así que recogió sus platos y los llevó al fregadero. Les dio una rápida enjuagada y los dejó en el escurridero.

—Gracias por la comida, Makoto —. Pasó cerca de él y le dio un pequeño apretón en el hombro —. Iré a acostarme de una vez.

El chico levantó la mirada de su plato y le sonrió.

—Vale. Te alcanzo en un momento.

Haru cruzó la salita y se dirigió al baño. Se lavó los dientes rápidamente y fue a su cuarto, que ahora compartía con Makoto. Estaba de verdad cansado. Sus brazos colgaban a ambos lados de su cuerpo sin querer moverse y las piernas apenas lo sostenían. Eso de dar brazadas tan rápidas como las patadas era muy desgastante, pero había valido la pena porque había ganado cinco de seis carreras contra los chicos de Samezuka. Estaba orgulloso de eso y quería compartir su logro con Makoto, pero decidió callarse mejor. Tendría que mencionar a Rin porque él le había ganado una vez y después había perdido en la revancha. Y si mencionaba a Rin, Makoto se pondría ansioso otra vez.

Mejor mañana. Ahora sólo quiero irme a dormir.

Y fue entonces cuando lo vio. Al parecer estaba tan cansado que en lugar de acostarse directamente en su cama, fue hacia el armario de Makoto sin razón alguna. Abrió la puerta de madera, y justo después se preguntó qué estaba haciendo. Sacudiendo la cabeza, se dispuso a cerrar el armario, pero se detuvo justo antes de hacerlo. Su mirada se quedó clavada ahí, en el cajón medio abierto dentro del clóset. Se asomaba algo parecido a una cadena.

Tragó saliva, sintiendo la garganta repentinamente seca. Se agachó y la tomó entre sus dedos; fina y fría, era definitivamente una cadena. Haru miró por encima de su hombro para asegurarse de que Makoto no se acercaba, y luego volvió a ver la cadena. La metió de vuelta al cajón y luego lo abrió por completo. Casi cayó hacia atrás el ver el contenido. Esposas, más cadenas, un par de grilletes, candados y un collar.

—Dios…

— ¿Haru? —El chico escuchó la voz de Makoto en el pasillo, y casi enseguida cerró el cajón y el armario. Sintió su corazón latir con  rapidez y un sudor frío bajarle por la nuca.

No pasa nada. Tranquilo. Makoto no… No se atrevería a…

Con un nudo en la garganta, Haru se secó el sudor de las manos en el pantalón y se metió en la cama, reconfortado momentáneamente por el calor de las cobijas. Cerró los ojos y se imaginó durmiendo, con la esperanza de que su ilusión se hiciera realidad, pero no pasaron ni cinco minutos cuando volvió a abrir los ojos. No podría dormir, y todo por la insistente imagen que se grababa detrás de sus párpados: una cadena. ¿Para qué quería Makoto una cadena si no era para amarrar algo? El pensamiento no le dejaba en paz, y no lo haría en toda la noche. Estaba totalmente seguro de ello.

Entonces escuchó que Makoto entraba en la habitación. Intentó no tensarse, pero sintió su corazón latir con rapidez. Sintió cada retumbo en los oídos.  Cerró los ojos con fuerza para hacerse el dormido, pero algo le dijo que no engañaría a su novio tan fácilmente.

No pasa nada. Es Makoto. Makoto te quiere, y tú lo quieres. No tienes por qué tenerle miedo. Es el mismo de siempre. El mismo…

Cadenas.

No hay nada…

Y esposas.

…de qué asustarse…

Entonces, sin encender la luz, Makoto se detuvo delante de él y se quedó ahí parado sin hacer nada. Haru sintió el impulso de hacerle saber que estaba despierto, pero entonces vio la expresión en el rostro de Makoto. Se veía… perturbado. Tenía el teléfono en la mano derecha, y lo apretaba como si esperase que se cayera si no lo sostenía con fuerza. Haru miró la luz que se filtraba por entre los dedos de su novio y vio “Rin” en el teléfono. No le costó demasiado adivinar que una de dos; o Rin le había llamado, o que le había enviado un mensaje. Pero a fin de cuentas el remitente era lo que importaba.

 Makoto tenía los ojos perdidos en Haru, mirando sin ver. La expresión era la viva imagen de la preocupación y la locura. Haru sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo, pero intentó no parecer consciente respirando lentamente.

—Haru… —El susurro apenas salió de la boca de Makoto cuando ya se estaba arrodillando a su lado.  Le acarició distraídamente el rostro, apenas rozándoselo con las yemas de los dedos mientras lo observaba como si fuera un tesoro —. No quiero que te vayas nunca de mi lado… Si pudiera… Si tan sólo no…

Entonces Haru abrió los ojos totalmente y le sostuvo la mano con delicadeza. Makoto casi dio un salto al verlo despierto.

— ¡Haru! —exclamó, intentando retirar la mano. Haru no la soltó.

—Nunca me iré, Makoto —. Su voz un susurro que apenas salió de su boca —. No tienes que temer. No podría imaginar una vida sin ti.

Sus palabras quedaron flotando entre ellos un momento. Después, Makoto volvió a hablar.

— ¿Y qué pasa con Rin?

Haru sintió que la voz le temblaba. Tragó saliva para infundirse algo de valor.

—Rin no tiene nada que ver con nosotros. Es mi amigo, pero no por eso significa que lo quiera como te quiero a ti. No podría querer a nadie como te quiero, Makoto. No sé por qué no lo has entendido.

Makoto negó con la cabeza, sus ojos brillando en la oscuridad.

—Eso dices ahora, pero… Pero mañana podría dejar de gustarte. Mañana podrías querer a alguien más… No sé qué es lo que haría si no estuvieras aquí…

Haru se irguió en el lecho y se inclinó para besar los labios de Makoto. El otro chico apenas se dio cuenta.

—Vamos a dormir —dijo Haru, y le tomó de la mano esbozando una pequeña sonrisa. Los ojos de Makoto, hasta ahora turbios, se aclararon lentamente. Su expresión fatigada cambió a ser la de siempre, tranquila y amorosa, y asintiendo con la cabeza, se acomodó a su lado.  Haru se acercó a él todo lo que pudo y lo rodeó con el brazo. Makoto devolvió el abrazo y Haru escondió el rostro en su pecho. El chico aspiró el aroma de su novio, el aroma a Makoto, y se entregó a los brazos de Morfeo.

Pero Makoto se quedó mirando la pared un buen rato después de que Haru cayera dormido. Haru balbuceó entonces algo en sueños, y Makoto lo apretó más fuerte contra su pecho. Pero miraba sin ver, con ojos ausentes, en dirección al armario.

 

Al día siguiente se levantaron temprano para ir a clases. Todo iba tan normal como siempre, pero cuando Haru tomó su teléfono del buró junto a la cama —parecía que Makoto lo había dejado ahí — y lo revisó, no vio ninguna llamada ni ningún mensaje nuevo. Lo había borrado. Intentando que eso no lo molestara, metió el teléfono a su bolsillo y se puso el saco de la escuela.

Makoto lo esperaba en la puerta, como un buen centinela, pero Haru se tomó su tiempo para alistarse. Cuando pasó cerca del espejo de su cuarto, vio que no tenía la corbata del uniforme. Haciendo una mueca, la buscó con la mirada por la habitación, y al no verla, fue hacia el armario de la esquina y lo abrió. Casi suspiró de alivio al verla colgada de un gancho en la parte de arriba. Se la colocó y en un par de movimientos la ató a la perfección.

Entonces su mirada bajó accidentalmente al cajón que había abierto la noche anterior y se quedó allí clavada. Sintió que el corazón le martilleaba contra las costillas, pero intentó ignorar el mal presentimiento. Entonces abrió el cajón justo cuando contenía el aire.

Sintió el color irse de su rostro y que se mareaba; las piernas empezaron a temblarle y la visión se le nubló un momento.

Nada. Ya no quedaba nada.

—¿Haru? —Escuchó la voz de Makoto que lo llamaba desde fuera, pero bastó para sobresaltarlo y hacer que cerrara el cajón de golpe. Tragó saliva y se secó el sudor de las manos en el pantalón.

—Ya voy —dijo él, con la voz más neutral posible.

Las clases no fueron especialmente interesantes ni demasiado aburridas. O al menos para Haru siempre era así. Con fingir que prestaba atención bastaba para que los profesores no se le echaran encima. Aunque eso era prueba de que no eran buenos maestros, se dijo Haru.

Durante las clases también tenía a Makoto encima siempre. Nadie podía mirarle de más, ni hablarle. Y mucho menos sonreírle. Cualquier tipo de contacto social le parecía un claro coqueteo, aun cuando Haru ni siquiera conocía a sus interlocutores. Makoto siempre lo miraba de vez en vez, alternando su atención entre él y las clases. Haru podía sentir sus ojos verdes clavados en su nuca. Una especie de flecha punzante y tierna a la vez. Makoto confiaba en él, pero no en los demás. Eso lo sabía perfectamente.

Al principio era, como toda la actitud de Makoto, enternecedor, pero después se fue volviendo una constante molestia. Pero lo hacía porque lo quería. Más de lo que cualquier persona podría llegar a quererlo. Y Haru también lo quería demasiado. Tal vez por eso no decía nada al respecto.

Justo cuando Haru pensó que las clases irían tan bien como siempre, su mente lo traicionó y le regaló preocupación de más por lo que había encontrado la noche anterior en el cajón. Las cadenas ya no estaban ahí, así que o Makoto las había movido por seguridad, o porque ya sabía que las había visto. Esa idea le hacía tamborilear con los dedos sobre su regazo desde el principio de una clase hasta el final de la otra, y le taladraba las sienes con fuerza. Sentía calor e impotencia. Quería marcharse a casa y revisar cada rincón del lugar para buscar las malditas cadenas, pero sabía que Makoto se pegaría a él en cuanto tuviese ocasión, así que no tenía mucho sentido siquiera intentarlo.

En eso pensaba cuando entonces, durante la clase de matemáticas, mientras el profesor escribía con esmero un par de ecuaciones en la pizarra, Haru sintió que su celular vibraba en su pantalón. Lo extrajo con cuidado, echando miradas furtivas al profesor para que no lo pillara. Cuando lo abrió, vio un mensaje de Rin.

Necesito decirte algo importante.

Casi enseguida, Haru levantó la mirada lo más discretamente que pudo hacia Makoto. No lo estaba mirando. Regresó los ojos rápidamente al celular y tecleó una respuesta.

Vale. En la próxima práctica conjunta.

Otra mirada rápida a Makoto. Esta vez sí que lo estaba viendo, por el rabillo del ojo, así que se apresuró a ocultar el teléfono con la mano y a juguetear con su lápiz. Makoto no hizo expresión alguna, así que Haru creyó haberlo logrado. Sintió cómo vibraba el teléfono de nuevo, pero no le pareció prudente bajar la mirada a su regazo para mirar la pantalla. Aunque la mochila lo ayudaba para que Makoto no lo viese, éste último terminaría haciéndose alguna idea. Y lo interrogaría al final de la clase.

Antes de darse cuenta, Haru alzó la mano. El profesor se interrumpió en mitad de la frase y lo miró.

— ¿Nanase?

— ¿Puedo ir al baño, sensei?

El hombre se subió las grandes gafas por el puente de la nariz y asintió sin prestar demasiada atención. Después regresó a su explicación.

Haru se levantó de su asiento y cruzó el salón hasta la puerta de atrás. Makoto lo siguió con la mirada sin preocuparse de ser demasiado indiscreto. Siempre un ojo encima de él. Siempre.

Justo cuando Haru cerró la puerta detrás de él, metió la mano a su bolsillo y revisó la bandeja de entrada.

No puedo esperar tanto. Iré a tu casa esta noche.

Haru abrió los ojos. No, no, no. Definitivamente no. Si Rin llegaba a su casa Makoto lo vería. Sería inevitable que se encontrasen. Suficiente trabajo le había costado hacer a su novio creer que entre él y Rin no había nada como para que todo su esfuerzo se fuera al garete enseguida. Rin quería decirle lo que sentía por él, y Haru lo sabía. Si Makoto se enteraba…

Por primera vez desde que había empezado a salir con Makoto, Haru se estremeció de miedo. Le tenía miedo a su novio. ¿Por qué? No se suponía que las relaciones debían hacerte sentir eso, ¿no? Debían estar basadas en confianza, en amor y en electricidad. En sentirte en el aire con esa persona especial. Haru lo sentía, y estaba seguro de que Makoto también. Pero el miedo era desconcertante. ¿Qué haría Makoto si casualmente Rin se le declaraba mientras él estaba en casa? ¿Le quitaría el teléfono? ¿Le prohibiría ir al club? ¿Ver a los demás? ¿Salir? Las cadenas…

Tragó saliva para intentar calmarse. Parpadeó un par de veces mientras tomaba aire y tecleaba en el celular.

No puedo. Tendrás que esperar a la práctica. No vayas a mi casa. Adiós.

Haru pensó que con esa respuesta cortante Rin se diera por vencido de momento, o que al menos le daría la señal que necesitaba para desistir de decirle lo que sentía, pero casi enseguida su teléfono volvió a vibrar.

¿Qué te pasa, Haru? Has estado dándome esquinazos desde hace unas semanas. A mí y a todos los demás. ¿Va todo bien?

Haru tecleó rápidamente y guardó el teléfono en su bolsillo después de haber enviado el mensaje de respuesta.

Estoy en clase, Rin.

 

Haru se mordía las uñas pensando en su próximo movimiento. Si Rin tocaba el timbre, Makoto iría a abrir, como siempre. Porque Makoto insistía en abrir todo el tiempo. ¿Querría tal vez asegurarse de quién entraba a la casa? ¿O quizá… que nadie saliera?

Pensando en eso, miró el reloj con nerviosismo mientras Makoto preparaba la cena. No era demasiado tarde, si acaso las siete de la noche. El cielo apenas se oscurecía y las nubes se teñían de rojo y amarillo. El sol se despedía detrás de la ventana, y con cada leve movimiento para meterse entre las colinas Haru pensaba que el momento de actuar se acercaba.

— ¿Tienes hambre, Haru? —le preguntó Makoto de repente y sacándolo de su ensimismamiento —. Perdona la tardanza, pero cocinar esto es nuevo para mí.

Haru murmuró algo intangible y clavó la mirada en la puerta. Olía a carne y a verduras, pero Haru sólo tenía en la mente la posible llegada de Rin, así que apenas se dio cuenta. El tic tac del reloj resonaba constantemente en la habitación, y hacía que Haru tamborileara en la mesa con insistencia. Cuando se dio cuenta, escondió la mano debajo de la mesa y se lamió los labios.

— ¿Está todo bien?

La voz de Makoto lo hizo dar un salto en su lugar. Miró por encima de su hombro y se encontró con su mirada verde, interrogativa.

—Pareces nervioso, Haru —comentó el chico.

Haru desvió la mirada y negó con la cabeza. Su corazón le golpeó el pecho por el suspenso.

Lo siento, lo siento. No me hagas nada. No voy a…

Entonces se le ocurrió una idea. Una idea pequeña pero buena para sacarlo de la casa en lo que le hablaba a Rin y confirmaba si de verdad pensaba en ir. Si resultaba que Rin planeaba llegar en algún momento, le podría alguna excusa, y si resultaba que no (rezó porque fuese así), podría dejar de preocuparse.

 Tragó saliva e intentó hablar lo más natural posible.

—Estaba pensando que quiero una pieza de pan.

Makoto lo miró un momento, y después parpadeó. Soltó una risita encantadora.

— ¿Y eso? ¿No te basa sólo con caballa como siempre?

Haru se cruzó de brazos.

—No.

Makoto se llevó el puño a la boca y rio.

—Vale. Iré a comprarte algo de pan.

Eso hizo que los ojos de Haru chispearan. Era su oportunidad. Sólo un poco más.

— ¿Estás seguro? —preguntó, levantando la mirada —. Puedo ir yo mismo.

—No —su respuesta no fue cortante en absoluto, pero tampoco había tomado siquiera un segundo para considerarlo —. Está oscuro fuera, y la tienda no está precisamente cerca de aquí, ya sabes.

Haru se mordió discretamente el labio inferior para ocultar la sonrisa que empezaba a nacer en su rostro. Podría llamar a Rin y quitarse un gran peso de encima, y lo mejor de todo es que Makoto no se enteraría. No sabía por qué, pero eso le hacía feliz.

No siguió insistiendo, y esperó que Makoto no le pidiese acompañarlo. Cuando el chico castaño tomó una sudadera del buró junto a la puerta, se giró y le sonrió a su novio.

—Regreso en un momento.

Haru le devolvió la sonrisa lo mejor que pudo.

—Ve con cuidado.

Ni siquiera hubo Makoto cerrado la puerta del todo cuando Haru salió disparado de su lugar hacia la habitación. Su mochila estaba en algún lugar cerca de la cama, creía recordar, y francamente deseaba que de verdad estuviese ahí. Entre más rápido pudiese encontrarla, antes podría llamar a Rin y reducir las posibilidades de que Makoto lo encontrara con el teléfono en la mano.

Cuando entró en el cuarto, su mirada lo barrió en un par de segundos y localizó el portafolio café al pie del buró. Corrió hacia él y lo abrió con las manos temblorosas y sin un atisbo de cuidado. El teléfono estaba enterrado entre los cuadernos, pero no se dio el tiempo de sacar uno por uno para localizarlo, así que los revolvió sin prestarles demasiada atención hasta que vio el brillo apagado de la pantalla. Extrajo el teléfono de la maleta y lo desbloqueó con rapidez, luego marcó el número de Rin —que Makoto había borrado hacía tiempo, pero que Haru seguía recordando a la perfección — y esperó impaciente que el chico atendiese. Suspiró y golpeteó el suelo con la punta del pie, claramente presionado, y casi dio un salto de alegría al escuchar la voz de Rin del otro lado del aparato.

— ¿Haru?

—Rin —dijo él, sin aliento —. Rin, ¿dónde estás?

El otro chico tardó un momento en responder.

— ¿Eh? ¿Qué te pasa? ¿Está todo bien? Suenas… alterado.

Haru no hizo siquiera ademán de contestar a sus preguntas, sino que formuló otra.

— ¿Vas a venir?

Rin rio al otro lado del aparato.

— ¿Estás ansioso? Bueno, cualquiera lo estaría. Es decir, pfff, mírame.

— ¡RIN!

— ¡Wow, wow! Tranquilo, Haru —hubo una pausa. Haru se sintió desfallecer —. No te preocupes. Me dijiste que no fuera, ¿verdad?

Algo parecido a alivio le embargó el corazón a Haru. Se permitió respirar con normalidad y dejar de producir bilis.

—Ah, no sabes cuánto te lo agradezco, Rin…

Al otro lado del teléfono se produjo un silencio. Uno lo bastante largo como para hacer creer a Haru que Rin había colgado ya.

— ¿Rin?

Otra pausa, aunque más pequeña que la anterior.

—Ah… ¿por qué no quieres que vaya a tu casa? —preguntó Rin, despacio.

Haru tragó saliva y pensó en inventar una excusa fiable, pero luego recordó que no tenía todo el tiempo del mundo. Makoto podría llegar en cualquier momento.

—Mira, hablamos luego, ¿sí, Rin? —dijo, repentinamente ansioso otra vez —. Ahora mismo estoy algo ocupado.

Pero Haru pensó que ahora que sabía que Rin no iría a su casa podría estar más calmado, así que le dijo suavemente:

—Gracias por entender.

Y entonces escuchó que alguien tocaba el timbre. La sangre se le heló en las venas y el estómago le dio un par de vueltas.

Sin siquiera esperar respuesta por parte de Rin —ya se disculparía con él después —, cerró el teléfono y lo aventó a la mochila, abierta en el suelo. Corrió hacia la sala y se alisó el cabello por algún motivo.

Tranquilo. Actúa normal. Es Makoto, vamos. Es Makoto. Sí, es el chico que te gusta desde siempre. Amable y comprensivo. Makoto, Makoto, Makoto.

Entonces, cuando abrió la puerta de la calle y vio al chico frente a él, se le cayó el alma hasta los pies. 

Rin estaba ahí de pie, pidiéndole perdón con la mirada y con una sonrisa apenada.

Notas finales:

¿Qué tal estuvo? Ahhh amo a Mako-chan yandere :33 Es tan lindooo. Y asusta. Es horriblemente hermoso. ¿Qué opinan ustedes? 

Ah, por cierto. Lean el doujinshi si pueden. Es hermoso en todos los sentidos. Yo lo disfruté tanto que terminé haciendo este fanfic. 

Nota: Por favor no esperen algo demasiado alegre de esta historia. Nació en mi cabeza como algo retorcido y sombrío; la historia de un chico que amaba tanto que no le importaba terminar siendo odiado por el objeto de su amor.

Bueno, creo que eso es todo. Esperen el próximo con ansias, por favor. Es un Two shot, así que el próximo cap es el último. :DD

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