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Después del Ocaso por Nobita

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Notas del fanfic:

Ningún personaje en esta história es de mi autoría, todos pertenecen al grupo de mangakas "CLAMP"

 

Este one-shot nació de una iniciativa bastante interesante donde se pretende ayudar a revivir los fandom que andan algo dormidos. No he visto mucha participación esta vez, pero espero que la próxima más personas se animen a colaborar. En esta ocación me ofrecí a hacerlo porque me encanta esta pareja, pero siempre he tenido miedo de meterme con personajes de CLAMP. Sin embargo me pareció una buena oportunidad de intentarlo.

 

Espero lo disfruten

Notas del capitulo:

Eso es un One-shot. Así que este es el primer y único capítulo de esta historia.

            Definitivamente esa no fue una tarde a la que pudiesen llamar fácil. Después de verse atrapados en un bosque completamente custodiado por dragones, escapar de un enjambre de insectos gigantes y evadir a una turba iracunda de aldeanos, furiosos con ciertos viajeros que aterrizaron y destrozaron el altar de su diosa; ese inconfundible “splash” que los tomó por sorpresa podría considerarse un “buen aterrizaje”.


            Todos los desastres anteriores sin el más mínimo rastro de una pluma, daban señal de su mala suerte, y la huida inmediata y aparatosa parecía agotar más a nuestros héroes que las batallas que solían perseguirlos en su travesía. Si bien este último aterrizaje sorpresa en medio de un estanque no era especialmente cómodo, Syaoran al menos podía agradecer no encontrarse en peligro de muerte por tercera vez consecutiva... O eso esperaba.


            El moreno mayor no parecía estar de acuerdo con ese pensamiento. El aterrizaje había terminado con Kurogane como la base de una pirámide humana, una furiosa base de pirámide humana, sentimiento que demostraba con una responsable y muy madura persecución iracunda tras una pequeña, saltarina y sonriente Mokona.


            Mientras Syaoran observaba el extenso terreno de pequeñas colinas que parecía rodearlos, con un particular fondo de risas divertidas y maldiciones, nuestro otro héroe de rubios cabellos se dedicaba a explorar las bondades relajantes del estanque. El menor de los viajeros podía ver que estaban en una especie de claro, había muchos árboles alrededor, pero parecían ordenados. Donde el semicírculo de árboles terminaba, se podían ver otras pequeñas colinas no muy lejanas parecidas a donde estaban, y algo blanco al fondo, una estructura perecida a una estatua. ¿Estarían en alguna especie de parque? Pero no, eso era demasiado grande, ¿Una casa?


-       ¡Maldito Manjuu! No dejamos de saltar de una persecución a otra por tu culpa. ¡Juro que te cenaré!


            Mokona había alcanzado a ocultarse en un arbusto mientras Kurogane gritaba y maldecía al “bicho blanco”. El moreno aun lanzando improperios empezaba a apartar ramas del arbusto a manotazos bastante desastrosos, despejando el camino de forma rápida y certera. Kurogane profundizó aún más en los arbustos al no ver rastro del pequeño ser mágico.


            Los arbustos no eran muy grandes y estaban todos parejos, no podía estar muy lejos. Un movimiento entre las ramas que fue imposible de ignorar generó una mueca maligna de satisfacción en la cara del moreno, «Eres mío».


            Con lentitud se ubicó justo encima del montículo de hojas y ramas donde Mokona parecía atrapado. Acercó las menos lentamente y de un solo jalón, « ¡Te tengo!». La pequeña creatura se retorcía poderosamente mientras chillaba, realmente luchaba con todas sus fuerzas, las cuales eran sorprendentes considerando su tamaño. Mokona no podía ser tan fuerte siendo tan pequeña ¿O sí?


            La respuesta vino como un relámpago, como una ráfaga negra que escapó de los arbustos y las manos de Kurogane e impactando de lleno en su cabeza. El moreno cayó al suelo de la sorpresa, mientras una pequeña cosa negra se alejaba a gran velocidad dejando a todos perplejos.


-       Kurogane-san ¿Se encuentra bien? – dijo Syaoran diligente, acercándose rápidamente a un perplejo Kurogane aún en proceso de entender que estaba pasando.


            La conmoción sacó a Mokona de su escondite, curiosa por el súbito silencio.


-       Bu... bu – repetía Kurogane aún con la mirada perdida – bu... bu... ¿buta?*


-       ¿Cerdo? – Definitivamente Syaoran no entendía que sucedía con el moreno. – Tiene hambre Kurogane-san?


-       Hey, hey. Kurorin – empezó Fay - ¿Qué es eso de un cerdo?


            La mirada perdida de Kurogane se recompuso. Se levantó hasta sentarse y con la mano comprobó las pequeñas raspaduras que la negra creatura había dejado en su maniobra de huida. Su aura oscura volvió a mostrarse mientras murmuraba cosas extrañas relacionadas con muerte y comer cerdo. Syaoran no estaba seguro a que se refería, mientras Fay los veía divertidos aún desde el estanque.


            De la nada una hermosa joven de cortos cabellos en un traje de criada apareció trotando por la colina con una cara de preocupación. En lo que alcanzó a los chicos se detuvo un momento a tomar aire y cayó sentada en el suelo respirando agitadamente, demasiado agotada como para sorprenderse de estos 3 hombres de ropajes obviamente sospechosos.


-       Disculpen caballeros, vengo persiguiendo a Kuro. El pequeño ha estado huyendo desde la mañana y la señorita está muy preocupada por él.  


-       ¿Kuro? – preguntó Syaoran.


-       Es un cerdopequeño y negro – la chica decía mirando fijamente a Syaoran mientras gesticulaba con las manos– Tiene las patas blancas, usa un collar con una extraña flor y siempre muestra una mirada rara. Como si tuviera el ceño fruncido y...


            Syaoran parecía confuso, pues no entendía muy bien que estaba pasando, pero podía deducir que el “cerdo” o lo que sea, era la creatura que acababa de atropellar a Kurogane en su plan de escape.  


            Cuando dejó de pensar, se dio cuenta de que la chica perecía no hablar más, simplemente veía a Kurogane con atención, como analizándolo. El mayor también se dio cuenta de esta mirada, pero no apartó sus furiosos ojos de ella ni por un segundo. Se levantó con delicadeza, y decidida se acercó el hombre alto que la miraba con cara de pocos amigos –aunque este solía ser su estado natural-


-       Es así – dijo la chica señalando a Kurogane – es exactamente igual a él.


            La risa de Fay no tardó en llegar, y el mal humor de Kurogane simplemente no podía empeorar. Syaoran se acercó a la chica para tratar de aclarar el asunto antes de que todo terminara mal.


-       ¿No dices que necesitas encontrar a esa criatura?


-       Sí por favor – respondió con toda seriedad.


---


            Luego de una persecución accidentada, que duro más de lo esperado para un pequeño animal mitad cerdo, por fin consiguieron atraparlo. Tal vez más funcionó su persistente caza y el agotamiento del animal, que algún aproximamiento productivo. La última batalla cerca de una charca acabó al fin con la captura del animal, y con nuestros héroes cubiertos en barro.


            Cuando volvieron con el pequeño cerdo la gratitud de la chica no cabía en su cara, y supo expresarlo muy bien con un emotivo discurso repleto de “lo siento mucho” y “gracias” cada 3 palabras.


-       Pero por mi culpa han terminado cubiertos en barro. ¡De verdad lo siento mucho! Permítanme encargarme de sus ropas. Yo...


-       No hace falta – se apresuró a decir Syaoran. No había tenido inconveniente en ayudarla, pero aún no habían tenido tiempo de buscar señales de alguna pluma en este mundo. – No quisiera molestarte más, pareces ya estar muy ocupada.


            Con la pena aún reflejada en su cara la chica abrió los labios para rebatir, no dispuesta a aceptar un no como respuesta.


-       Pero no es molestia alguna. – esa voz no pertenecía a la criada.


            Este fue el punto del día donde su suerte empezaba a cambiar para mejor.


            La figura de una joven hermosa de piel blanca, cabellos negros y largos que caían de forma casi calculada por sus hombros, no solo fue una imagen de belleza, también trajo consigo la dicha de una provechosa comida y un lugar donde pasar la noche; y por supuesto no podía existir una mueca más adecuada para representar estas situaciones que la sonrisa de Tomoyo.


-       ¡Señorita Daidouji! – la criada parecía sorprendida de verla allí.


-       Me apena mucho que hayan tenido tantas dificultades por mi culpa, y no encuentro mejor forma de agradecerles que hospedarles en mi casa al menos esta noche.


            Syaoran intentó ver a Kurogane de reojo un poco preocupado, ya entendían lo de las diferentes vidas en diferentes dimensiones, pero Kurogane aún parecía reaccionar al encontrarse  con Tomoyo. Syaoran podía entenderlo, el mismo no sabría cómo reaccionar si viese a esa persona. La extrañaba demasiado como para solo haber reiniciado su viaje, y lo asustaba pensar en cómo lidiaría con eso el resto del mismo. Pero al verlo, Kurogane no parecía sentirse afectado. Tomoyo continuó hablando


-        No parecen ser de por aquí- su sonrisa se hizo aún más cándida – No sé cómo llegaron a mis jardines pero me parece una historia para escuchar mejor con un cambio de ropa y una taza de té.


-       Es más que bienvenida su invitación –  respondió Fay. El rubio tampoco dejaba de sonreír. – con gusto le explicaremos nuestra presencia en su jardín.


-       Parece un relato largo e interesante. Vale la pena escucharlo.


---


            La tarde pasó rápido. En lo que llegaron a la casona, Tomoyo encargó ocuparse de sus ropas y les brindó algunas prendas que al parecer pertenecían a algunos de los criados, los cuales no se encontraban en la casa. Las ropas y la mansión tenían cierto parecido con el mundo de “Outo”, ese mundo digital donde cayeron una vez estando aún con Sakura. Sin embargo podía notarse la falta de tecnología que existía en el lugar haciéndolo más rudimentario, y mucho menos sospechoso.


            Luego de vestirse tuvieron una merienda muy amena. Fay relataba una descabellada historia que parecía sacada de una aventura infantil, la cual “justificaba” su presencia en los terrenos de la familia Daidouji. Desde el regazo del rubio, Mokona daba detalles sobre la historia de Fay, cada uno más extraño que el anterior. Era increíble como lograban seguir en el mismo nivel de falsedad, como si lo hubiesen planeado de antemano.


            La historia era tan extraña que a Syaoran le resultaba difícil creer que Tomoyo estuviese con buena cara y sin objetar nada ante una mentira tan obvia. En lo que Fay acabó, la chica de largos cabellos se mostró complacida ante un relato tan vivaz e interesante. Ni una pizca de sarcasmo salió de su boca al decirlo, pero a pesar de notarse tan convencida era imposible creer que alguien tomaría esa historia como cierta. Aun así ella no hizo preguntas al respecto y simplemente siguieron con la conversación.


            Cenaron, y después siguieron platicando amenamente. Una conversación tras otra se iniciaba, y así fue hasta después del ocaso.


-       Creo que se ha hecho muy tarde – Tomoyo se levantó de su asiento mirando a la ventana – Han sido una compañía maravillosa y me ha hecho muy feliz compartir con ustedes esta tarde. Souma les mostrará sus habitaciones.


            Con una leve inclinación Tomoyo se despidió de sus huéspedes y se encaminó a su habitación, no sin antes desearles buenas noches.


---


            Habían decidido verse en el cuarto de Syaoran para discutir sobre sus próximos movimientos. Si bien Mokona aseguraba no sentir ninguna pluma, también mencionó a una presencia mágica muy cercana a ellos. Durante la conversación con Tomoyo se hizo obvio que en este mundo la mágica no era una habilidad común, por lo cual la presencia resaltaba bastante, pero con la chica siempre alrededor no pudieron comprobar con Mokona donde sentía esa presencia.


            La habitación de Kurogane era la más alejada de las tres. Se encontraba 3 puertas después de doblar a la izquierda justo al final del pasillo donde se hallaban las habitaciones de Syaoran y Fay. Abrió la puerta con sigilo, y la cerró con igual cuidado, Parecía rechinar un poco al moverla pero el sonido se veía ahogado en el pasillo, dudaba mucho que se escuchara más allá del mismo.


            Antes siquiera de intentar dirigirse al cuarto de Syaoran, la figura de Tomoyo en medio del oscuro pasillo capto su atención. Por un momento Kurogane se creyó  descubierto, pero la poca luz que entraba por la ventana marcaba su perfil lo suficiente como para notar que Tomoyo estaba bastante abstraída, demasiado como para verlo.


            No supo qué, pero algo en esa mirada perdida fue imposible de rechazar para Kurogane. En cualquier otra situación similar hubiese pensado primero en evitar una confrontación directa, después de todo tenía que ir a reunirse con los demás, y probablemente solo incomodaría a alguien en un momento íntimo, pero ignorarla era imposible. Tal vez el que ella fuese Tomoyo complicaba las cosas. Aún sin ser la suya, su amada princesa, definitivamente era la misma cara y había algo familiar en ella más allá de eso. Podía comprobarlo en todas las personas que habían conocido en diferentes mundos, el interior también se encontraba intacto. Eran casi las mismas personas pero con otros recuerdos. Ver eso lo incomodaba, ese hermoso rostro, tan similar a su princesa, mostrando esa expresión tan...


            Kurogane se acercó.


            Solo cuando estuvo a pocos centímetros de ella, Tomoyo se percató de su presencia, lo miró primero sorprendida, y luego ofreció su más cándida sonrisa.


-       ¿Has tenido problemas para dormir? –empezó ella – Yo tampoco he podido conciliar el sueño. Siempre vengo a verla cuando no puedo dormir.


            Kurogane solo asintió a la pregunta, y después volteó a ver un cuadro con aspecto victoriano, que al parecer era lo que tenía a la chica en trance hace unos instantes. Era el retrato de una hermosa mujer, con una expresión muy amable, casi podía contagiarte la tranquilidad, casi podías sentir su calidez.


-       Es muy hermosa ¿No crees? – siguió Tomoyo – Siempre que veo esta imagen imagino que fue una persona maravillosa. Alguien inolvidable.


            «Fue»


            Tomoyo bajó la mirada un poco, mientras Kurogane parecía no mirarla. Se produjo un silencio algo incómodo.


-       Debe ser muy difícil extrañar a este tipo de personas que marcan tanto tu vida. – dijo ella, y Kurogane por fin la miró directamente, pero Tomoyo seguía con la mirada baja mientras hablaba.


-       ¿Es tu madre? –preguntó el moren.


            Tomoyo solo negó con la cabeza.


-       Era la prima de mamá. Una persona muy especial para ella.


            Kurogane seguía mirando a Tomoyo. Tenía curiosidad de volver a mirar el retrato, pero la cara de Tomoyo era simplemente hipnótica. Había un anhelo incalculable en su mirada, en sus palabra; un anhelo bastante familiar para Kurogane. Ninguno de los 2 podía apartar la vista de sus objetivos, ambas miradas parecían querer algo, parecían buscar en la profundidad de ambas imágenes algo perdido desde hacía mucho tiempo. Para Kurogane era casi como verse en un espejo, casi como entender que su princesa y él eran muy similares. Él fue el primero en romper el silencio.


-       Todos extrañamos a alguien irremplazable.


            Las palabras hicieron algo en Tomoyo, como si abrieran una puerta hacia una verdad en su cabeza. Volvió la vista sorprendida a los profundos ojos de Kurogane que seguían admirándola con intensidad, con respeto, con simpatía. Era una mirada poderosa, pero a la vez tan abrigadora. Tomoyo se sintió sorprendida por sus palabras, pero no podía hablarle a esos profundos ojos.


            Esta vez fue el moreno el primero en voltear a ver la pintura. A pesar de su aire antiguo, Kurogane pudo notar que el marco era nuevo y que el lienzo no se veía tan gastado. La sonrisa de esa mujer, tan abierta, pero al mismo tiempo encerrando tantas cosas, le recordaba a alguien.


            Durante esta observación silenciosa ahora era Tomoyo la que lo miraba a él con la sorpresa aún expuesta en sus ojos. Ahora era ella quien se veía en un espejo, un espejo que además acababa de decirle algo que parecía una verdad universal, un espejo que acababa de mostrarle la cara de una pequeña niña sonriente, vivaz y alegre, una amiga y la persona más especial para Tomoyo, perdida ya hace mucho tiempo.  Pasó poco antes de que Tomoyo saliera de la sorpresa para componer una amable sonrisa en su rostro.


-       Bueno, no quisiera seguir retrasándote – Kurogane miró su rostro sonriente mientras ella hablaba – Buenas noches.


            Sin más Tomoyo se retiró hacia las enormes puertas el final del pasillo. En lo que las puertas se cerraron Kurogane empezó a caminar en dirección contraria hacia el cuarto de Syaoran. Aún podía ver esa enorme sonrisa, de marcadas y húmedas mejillas bajo ojos hinchados mirándolo directamente.


---


            Fay, Syaoran y Mokona, ya se encontraban discutiendo algo cuando Kurogane entró a la habitación. Mokona saltó a darle la bienvenida mientras Syaoran le preguntaba que le había tomado tanto tiempo. Kurogane pareció no escucharlo mientras discutía con el “enorme manjuu”, y Syaoran decidió no insistir. Fay solo lo miraba en silencio.


            Cuando por fin la penosa lucha de poderes entre Mokona y Kurogane terminó sin ningún obvio ganador, Syaoran fue el primero en hablar.


-       ¿Entonces estás segura de que no hay ninguna pluma en este lugar?


-       ¡Muy segura! Es una presencia bastante fuerte y cándida, pero no es una pluma – aclaro la criatura – Mokona pudo sentir como la presencia se ocultaba, y por eso no pudo sentirla más hasta ahora, pero parece ya no sentir la necesidad de ocultarse.


            Fay desde el piso asintió


-       Yo también pude sentirla. Creo que cuando sintió mi presencia se creyó algo amenazada y decidió ocultarse. Muy inteligente de su parte. – aclaró el rubio.


-       Pero si ya no se está ocultando es porque ya no nos cree una amenaza.


-       Eso espero Syaoran-kun – dijo Fay con una sonrisa – Tal vez tenga razón en ser precavida, pero  algo le hizo ver que no somos un peligro. Pude sentirla liberarse hace solo unos minutos.


            Kurogane escuchaba con atención mientras miraba a Fay de reojo, y este le devolvía la mirada en tanto hablaba. Para el samurái no fue difícil averiguar de quien se trataba la presencia mágica misteriosa, especialmente cuando Fay era el que sugería el pensamiento. Desde que se conocían, el rubio había siempre sellado muchas cosas tras una cara que el más alto de los dos consideraba irritante. Podía leerlo desde un principio, siempre pudo, pero ahora era diferente, ahora era como si el rubio lo dejara entrar. Ahora era más íntimo.


-       Lo supiste desde que la encontramos en los jardines – dijo Kurogane.


-       Lo sospeché – contestó con simpleza.


            «Tomoyo» era la conclusión más obvia.


            Ante esto Syaoran simplemente analizaba la situación y sus próximos movimientos. No había pluma alguna, ni tampoco había algún gran conflicto con respecto a la magia que Mokona percibía. Tomoyo parecía tener plena conciencia de sus poderes y como cuidar de ellos, por lo cual no había necesidad de quedarse allí mucho más. Se irían a la mañana siguiente, y eso era decepcionante.


            Si bien, Syaoran se alegraba de poder dormir tranquilo después de un día tan accidentado, no encontrar ninguna pluma hacía que el tiempo pareciera perdido. Mientras más tardaran en recolectarlas, más tiempo estría sin ella, y  ese pensamiento poco a poco lo iba afectando. A pesar de ser una persona tan fuerte, ni Syaoran podía evitar esos sentimientos, aun guardándolos para sí mismo tratando de no molestar a nadie, no podían simplemente desaparecer. Solo se ocultaban.


            Sin mucho más que discutir al respecto, Fay se despidió de ambos y abandonó la habitación, dejando solos a Kurogane y a Syaoran. El mayor había notado la expresión en la cara del niño, era simplemente imposible no hacerlo, y al igual que con Tomoyo entendió perfectamente de que se trataba.


-       ¿Estás bien? – preguntó Kurogane.


-       Sí.


            Al principio no dijo nada más, pensaba que la pregunta había sido todo, pero cuando Kurogane parecía no tener intenciones de abandonar la habitación. Obviamente no estaba convencido con la respuesta del menor. Syaoran trató de hablar, de hacerle ver que no tenía de que preocuparse, pero fue interrumpido. Kurogane se acercó a Syaoran y puso una mano en sus cabellos. El niño mantenía a Mokona en sus brazos y la veía con ojos sorprendidos con la acción del mayor. Kurogane podía casi sentir su mirad aún sin verla.


-       Tu eres un mocoso muy inteligente y tengo plena confianza en que lo lograras a su debido tiempo. Tengo fe en ti. – definitivamente no podía evitar tratar de ayudar al chico, muy a su manera – Y sé que ella también la tiene.


            Los ojos de Syaoran de abrieron aún más. No era muy usual ese comportamiento en Kurogane, por lo cual era obvio que tratar de cargar con sus preocupaciones no ayudaba a mermar las preocupaciones de nadie. Se limpió las lágrimas que amenazaban por salir y subió la mirada hacia Kurogane, pero este ya se encontraba en su camino hacia la salida. Antes de que Kurogane desapareciera por completo por el marco de la puerta, un “gracias” salía de los labios de Syaoran y una sonrisa se formaba en su rostro.


---


            El tema parecía flotar a su alrededor desde que se puso el sol. Primero Tomoyo, luego Syaoran, el mismo se encontraba recordando cosas, personas,  momentos. Siempre trataba de evitar recordar, pues era doloroso, más aún cuando ya no puedes compartir el tiempo con esas personas, pero era imposible dejar de extrañarlas una vez que lo hacía... Casi imposible.


            Justo al llegar a la puerta de su cuarto encontró a Fay sonriente, recostado justo al de su habitación esperando por él. Kurogane lo observó por unos segundos y simplemente entró a su cuarto dejando la puerta abierta. Fay lo siguió poco después, y entró a la habitación trancando la puerta tras de sí.


-       No creí que lo siguieras necesitando – dijo el samurái.


-       Hay muchas diferentes clases de “necesitar” – Fay lo seguía viendo solo con una sonrisa.


            El moreno dejó escapar un suspiro mientras estiraba la mano ofreciendo su muñeca. Fay la tomó con delicadeza, amablemente, y como pidiendo permiso se arrodillo frente a él, mientras que Kurogane solo podía pensar en que se dejase de hacer cosas innecesarias, pues obviamente no tenía que pedir el permiso que buscaba.


            La herida fue muy pequeña, por lo cual la sangre no salía tan rápido. Sin embargo Fay tampoco planeaba tomar un gran bocado. Pasó su lengua antes de posar los labios e hincar un poco los dientes, después de eso todo fluía con rapidez. Probar la sangre de Kurogane siempre era una nueva experiencia. Fay podía decir que desde que recuperó su ojo no sentía esto como una necesidad primordial, no era como necesitar comer, no se sentía como algo que podría matarlo pero se sentía atado. Se frustraba de pensar en la conexión, en como los ritmos de sus corazones solían sincronizarse cuando hacía eso, en lo mucho que le gustaba explorar que tanto podía conectar con el moreno, y en esos momentos anhelaba pedirlo, pero se contenía.


            Ya lo había pensado desde hacía mucho tiempo, después de tantos años tratando de olvidar, tratando de ignorar su pasado, incluso tratando de olvidar quien era verdaderamente. Todas las mentiras, los engaños y el papel que trató de jugar frente a Sakura y Syaoran, siempre en búsqueda de no verse involucrado, de no quedar atado a nada ni nadie. Aprendería por las malas que esa no era una decisión que él podía tomar. “No existen las coincidencias”. La frase siempre sonaba en su cabeza cuando el tema volvía a aparecer. La conexión que se hizo cuando Kurogane dio su sangre no podía romperse tan fácilmente como el rubio quiso creer.


            Ahora parecía que lo hacía por placer nada más, pero era más que eso, era poder sentir esa extraña conexión con el moreno, permitirle entrar, ser vulnerable ante él. Esa era su necesidad ahora.


            No tardó mucho en apartarse, pues no necesitaba alimentarse. Tampoco requería de mucha sangre para que hiciera efecto y la sensación de “necesidad” dejara de molestarlo.


-       Gracias por la comida – dijo de manera divertida.


-       ¿Por qué la pides? – dijo Kurogane mirándolo directamente, sin prestarle atención a su herida aún sangrante – Sé que si lo necesitaras estarías débil en pocos días, y llevas semanas sin pedirlo.


            Fay no apartó su mirada de Kurogane mientras se levantaba. Se sentó en la cama al lado del moreno, y dirigió su mirada al techo de la habitación. Se quedó unos segundos en silencio como pensando que decir.


-       A veces puedo sentirla llamándome – aclaró – Es una sensación poco poderosa, pero es como una conexión. No la necesito para vivir, pero parece que eso no es todo lo que me ata a ese comportamiento.


            Kurogane aún lo veía, no muy seguro de entender a qué se refería con esas palabras.


-       De hecho su sabor me calma, y puedo olvidar algunas cosas desagradables y dormir mejor. Parece que no tenerla me produce pesadillas. – aún seguía sin mirar a Kurogane – Pero no la necesito, por eso no pensaba pedírtelo. Llevo mes y medio teniendo estas extrañas pesadillas, y creo que es por eso.


            Kurogane estaba más allá de sentir molestia o irritación, sentía otra cosa. Era un poco decepcionante que después de sentir que al fin todo estaba cambiando entre ellos, todo volvía a los secretos, a pobres intentos de alejarlo de cualquier situación. Esos sueños, podía fácilmente imaginar de que se trataban y de seguro explicaban el resiente cansancio del rubio. A quien quería engañar, estaba molesto, iracundo, y a punto de poner su furia en palabras. Pero Fay no parecía haber terminado aún.


-       Pero si seguía guardándolo... – Fay lo miraba directo a los ojos esta vez – Pensé... que si no te lo decía terminarías descubriéndolo todo de igual forma, y estarías muy molesto conmigo ¿No es cierto?


            Los ojos de Kurogane se abrieron como platos de la sorpresa. No podía seguir viendo a esos penetrantes ojos azules y eso le fastidiaba, verse tan vulnerable. Soltó un soplido un tanto ambiguo mientras bajaba la mirada, parecía molesto. Sin decir nada se recostó en la cama dándole la espalda a Fay, como ignorándolo, trataba de proyectar su enfado, el cual había desaparecido dejándolo avergonzado. Pero el rubio podía claramente ver como sus orejas estaban un poco rojas. «No eres el único que puede ver a través de los demás, Kuropon», y ese pensamiento lo divirtió.


            Por un momento ninguno de los 2 se movió. Kurogane no podía dejar de pensar en lo mucho que había cambiado su relación con el mago, y al mismo tiempo en como este cambio parecía ser bastante superficial. Al principio solo sospechaba que algo no andaba bien con esa persona, pero desde siempre pudo ver a través de esa mascara sonriente, siempre fue así. Podía entrar a hurtadillas en su alma y descubrir al menos parte de sus secretos, predecir sus intenciones. Pero existe una gran diferencia entre simplemente entrar, y sentirse invitado. Ahora todo era un intercambio, el ser bien recibido en la profundidad de Fay implicaba volverse más vulnerable él mismo, y por alguna razón esto siempre le recordaba su conversación con Tomoyo, pero pensar en eso también era doloroso. Ese sentimiento en él cuando pensaba en Tomoyo, en su hogar, en sus padres. Se parecía mucho al de Syaoran y eso lo hacía preocuparse por el muchacho. Se sentía con el deber de proteger al niño, de que el mocoso no cayera ante su propia desesperación, él sabía lo que eso se sentía, y no podía permitir que eso le ocurriera al mocoso. No sabía si se sentía mal o bien, pues todo se mezclaba.


-        Yo  también me preocupo por él – dijo Fay sin hacer ningún intento por acercarse – En especial nosotros sabemos lo difícil que es extrañar, lo desolador que es sentirse solo, ¿No crees Kuro-sama?


            Fay esperó una respuesta, pero fiel a su papel Kurogane no dio las más mínima señal de prestarle atención. Con una sonrisa, el rubio se dispuso a abandonar la habitación.


-       Buenas noches – dijo al abrir la puerta. Pero su esperada respuesta al fin llegó


-       No estás sólo. – dijo Kurogane – Ya no.


            Fay podía sentirlo, como su pecho pulsaba desorbitado, como su cuerpo sintió un escalofrío recorrerlo por completo, como cinco palabras podían afectarlo al ser pronunciadas por esos labios. Volteo a verlo por un momento, no sabiendo exactamente que esperaba encontrar, pero Kurogane seguía como antes, dándole la espalda sin señales de haber respondido, como si no hubiese pasado en realidad.


            Las palabras habían salido de su boca sin pensarlas mucho, pero definitivamente Kurogane creía en ellas. No podía ser coincidencia que justo ellos, estas personas que han caído tan bajo en su propia oscuridad llegaran a juntarse, y significar tanto el uno para el otro. Estaban unidos, y eso era innegable. Ya no estaban solos.


            Escuchó la puerta cerrarse poco después y cerró los ojos buscando dormir. Pero la noche siempre fue cruel. Normalmente Kurogane podía dormir plácidamente, pero esta noche le dio mucho en que pensar, y entre el sueño, aún sin estar realmente dormido, estos pensamientos se mezclaban entre sí, y lo hacían sentir vacío de nuevo. La culpabilidad era un sentimiento difícil de borrar, era una soledad más profunda.


            La cara de Sakura, de Syaoran, de sus padre, de Tomoyo; las sentía lejanas. A veces dudaba de que lograran conseguir todas las plumas de Sakura, estaba dudando de si podría seguir cuidando de Syaoran, de si pudo haber salvado a sus padre, de si estando tan lejos podría proteger a Tomoyo cuando lo necesitara, de si podría protegerlo a él aun estando tan cerca.


            Ahora solo puede verlo a él, su cara sonriente con una mueca genuina, dirigida a Kurogane. Siente sus dedos recorriendo sus cabellos, esa mano pasando delicadamente entre ellos, con la misma delicadez con la cual había sostenido su muñeca. Se siente relajado, y sus preocupaciones parecen desaparecer por un instante, llevarlo a un lugar donde solo cuenta la satisfacción de estar con esa persona. De repente esa mano empieza a repasar su perfil, y deteniéndose en la punta de la nariz lo pellizca con fuerza. Kurogane despierta de golpe.


-       ¿No piensas hacerme un espacio? – esa misma sonrisa que impregnaba su sueño hace poco, lo atacaba ahora directamente en la realidad. Kurogane no podía evitar quedar enganchado. No podía evitar verla.


            Apartó de su nariz la mano que lo pellizcaba, y mirándolo directamente a los ojos haló de su brazo hasta situarlo acostado a un lado de él, justo entre sus brazos. Lo abrazó silenciosamente, y se envolvió con él entre las sabanas. Fay correspondió al abrazo,


            Esa noche podían dejar muchos pensamientos atrás. Podían olvidarse de padres, hermanos, princesas y reyes. Solo querían soñar con esa cálida figura que reposaba a su lado. Solo importaba estar con él, seguir jugando esta partida de dejar entrar. Seguir intentando abrirse paso en la mente del otro y al mismo tiempo dejar luz verde para la suya. Solo importaba ese abrazo, y lo que significaba estar juntos hoy sí y mañana también. Descubrir más sobre su cuerpo, su mente y su alma en lo que se ocultaba el sol. Todo en este, su mundo, que nacía después del ocaso.


 


 

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado. Fue un poco complicado para mi hacer este one-shot pues siempre he pensado que los personajes de las CLAMP tienen actitudes bastante únicas que solo esas hermosas mujeres saben manejar. Sin embargo hice mi mayor esfuerzo y estoy bastante satisfecha con lo que logré, aun cuando no se compare con ellas

Hasta una próxima história.


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