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3 Deseos (SuChen - EXO) por LuceroHood

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Notas del fanfic:

Esta historia es una adaptación de la novela 3 deseos de Jackson Pearse, me ha gustado y decidí adaptarla por dos razones, el personaje del genio me ha recordado mucho a Chen y en segunda son muy escasos los fics SuChen o ChenHo, como gusten llamarlos, no he visto ni uno que sea de más de dos capítulos, así que decidí poner mi granito de arena :3 pues esta pareja no es de mis favoritas pero si me gustaría leer más de ellos n.n

Notas del capitulo:

Son varios capitulos, aunque en si la novela es corta, esto porque se iran turnando Pov. uno lo contara Suho, el otro Chen.

Algo para olvidar un rato el momentáneo dolor por el que pasa EXO-L

A leer, espero les guste.

CAPITULO 1


Pov. JoonMyun


Todo lo que he aprendido hoy en la clase sobre Shakespeare es que a veces tienes que enamorarte de la persona equivocada para encontrar a la correcta. Una lección más útil hubiera sido que a veces la persona adecuada no te corresponde. O que a veces la persona adecuada debería ser gay. O que a veces tú mismo no eres la persona adecuada.


Gracias por nada, Shakespeare.


Finjo que sigo la lectura; la clave está en mirar a la profesora de vez en cuando para parecer interesado, pero en realidad estoy contemplando al chico que hay a mi derecha. Está sentado repantigado en su silla, con la boca medio abierta y viste un abrigo negro lleno de imperdibles. Las puntas de su pelo son de color morado y en cada oreja lleva una hilera de pendientes. Es uno de esos punks, aunque algunas veces se mueve con los que van de skaters.


Me aprieto un poco los ojos para ver borrosa su cara. No me cuesta nada imaginar cómo le pintaría si dejo que sus rasgos se difuminen. Se me mueven las manos, que anhelan sujetar un pincel en vez de un lápiz. Un pincel abanico, probablemente, para las puntas moradas y le añadiría unos cuantos tonos grises debajo de los ojos para tratar de capturar esa mirada adormilada y adusta que por lo visto tienen los punks.


Todos en la clase pertenecen a un grupo cerrado u otro. Hay unas cuantas chicas guapas, unos cuantos drogatas, un par de chicos inteligentes y un buen puñado de emos con pulseras de plástico. Los he estado observando el semestre entero para intentar entender su aspecto, sus movimientos, sus voces... y luego he intentado pintarlos a todos. Como si al plasmarlo en un lienzo, tuviera la clave del misterio social sobre lo que les hace pertenecer a algo más grande que ellos mismos. Si pudiera descubrir por qué se encasillan, podría averiguar por qué yo no lo hago, por qué me he convertido en un chico invisible. El tipo de chico que tiene unos pocos amigos y un montón de conocidos, pero no pertenece a nada en concreto. Supongo que ser invisible es mejor que fingir formar parte de algo, pero no te hace sentir menos solo.


—¿Así que en resumidas cuentas, la moraleja de esta obra es: Espera a ver a la persona desnuda antes de enamorarte por si acaso no tiene el... equipo esperado? —dice una voz desde el otro lado del aula y la clase, que antes estaba aburrida (yo incluido), se vuelve para prestar atención al que ha hablado.


—Dice algo más que eso, YiFan, pero... sí —contesta la señorita Lee con dos dedos en su sien derecha. Es una profesora joven y siempre parece asustada cuando le toca hablar de sexo.


YiFan se encoge de hombros.


—Creo que le voy a empezar a pedir a las chicas que se desnuden antes.


Todos nos reímos por lo bajo y la profesora se ruboriza. YiFan sonríe de esa forma que normalmente vemos en los príncipes de Disney. Es el único que conozco que podría decir esa frase sin recibir un castigo a cambio. También es el único que conozco que no sé cómo se las apaña para formar parte de todo. Sus amigos son los líderes de todos los grupos cerrados, los guapos y famosos del instituto que tienden a atraerse entre sí, la Familia Real. Trato de imaginarme cómo serían los anchos hombros de YiFan en acuarela. Ojalá averiguara su secreto, cómo formar parte de todo. Ojalá no me sintiera invisible, a pesar de intentar ayudar a los demás y cuidarlos me siento asi.


Suspiro y me pregunto si tendré la mala suerte de ir caminando a casa bajo la lluvia como pasó ayer, y me vuelvo hacia la izquierda para echar un vistazo por la ventana.


Unos ojos de color castaño oscuro se cruzan por un instante con los míos.


Me sorprendo pero no digo nada, mis ojos se abren. Se supone que a mi lado hay un pupitre libre. ¿De dónde demonios ha salido?


Los ojos pertenecen a un chico de piel ligeramente dorada que está sentado inmóvil como un gato que se prepara para atacar a un ratón. Me está mirando fijamente, con tanta intensidad que de hecho puedo notar su mirada traspasando mi piel Sus ojos son penetrantes como los de un animal, indulgentes como los de un ciervo, o algo parecido, pero también intensos como los de un lobo. Aunque me muero de ganas por apartar la mirada, no puedo, como si unas cuerdas me mantuvieran unido a él. La piel del desconocido brilla incluso bajo las anodinas luces fluorescentes del instituto, mientras la voz de la señorita Lee recita con más monotonía de lo habitual. El mundo se desdibuja en los contornos de mi visión.


¿Quién es? Parpadeo como una fiera para hacer que el mundo vuelva a ser tan nítido como antes, pero lo único que veo son sus acuosos iris castaños. Me estoy ahogando en ellos. Algo va mal. Me estremezco y hago un esfuerzo por apartar mis ojos de los suyos. Me duele, como si él envolviera mi mirada con sus dedos.


Intento concentrarme en la pizarra blanca que hay en la parte delantera de la clase, pero siento sus ojos sobre mí. La piel de los brazos se me pone de gallina. Quiero ignorarle, pero una parte de mí no puede evitar morirse de ganas por mirarlo de nuevo. Había estado mirándome, estudiándome, como yo estudio a los demás. ¿Por qué? Froto un labio contra el otro y me vuelvo hacia él con cuidado, usando un poco mi fleco como un escudo entre nosotros, entre nuestras miradas.


Pero se ha ido.


No sólo del escritorio, sino de la clase. Nadie ha tocado la única puerta que hay en el aula, pero el desconocido no está por ningún lado.


Al final he perdido la cabeza, ¿no?


Doy un brinco cuando suena el timbre. La clase ha terminado. Arrugo mis escasos apuntes, los tiro dentro de mi mochila y me dirijo hacia la puerta. El resto de la clase sale corriendo por el pasillo; cuanto antes llegas al vestíbulo, más rato tienes para hablar antes de tu próxima clase. Me entretengo un poco más y pienso que quizás el desconocido está escondido detrás de un pupitre o algo por el estilo. Pero no, está claro que se ha marchado. Espiro, me escabullo por la puerta y corro por los pasillos pintados de azul claro hacia el patio, donde mi mejor amigo, Luhan, me está esperando, enrollándose las mangas de su camisa de diseñador.


—Eh. —Luhan sonríe cuando llego y luego se me queda observando con detenimiento—. ¿Te pasa algo?


Luhan se pone serio, él me tiene muy calado, siempre ha sabido lo que me pasaba, incluso después de que dejáramos de salir hace siete meses. Siete meses y cuatro días para ser exactos. El día que me convertí en un chico invisible. Hasta aquel entonces, pensaba que formaba parte de algo increíble, de algo diferente; al fin y al cabo, “estábamos” enamorados. Éramos especiales. Sin él, en cambio... bueno, la verdad es que no formo parte de nada. Tan sólo soy otro de los muchos chicos invisibles que hay en el vestíbulo del instituto, en el aula de dibujo e incluso en casa.


Niego con la cabeza.


—Estoy bien, es que estoy cansado.


Me lanza una de esas miradas de «no te creo» y vamos a nuestra próxima clase. Cada pocos segundos alguien saluda a Luhan enérgicamente. Desde que reveló su sexualidad, su estatus pasó de estar de uno o dos puntos por encima de mí a ser un miembro con todas las de la ley de la Familia Real del instituto. Supongo que todas las chicas quieren tener un amigo gay. Ahora le invitan a fiesta, a reuniones sociales, a ver pelis por la noche y ese tipo de cosas de las que me acabo enterando por un cotilleo que le oigo a alguien varias semanas más tarde. Yo nunca lo había revelado a voces, durante el tiempo que salimos los rumores me rodeaban y eso me hacia tener un poco de atención, pero luego llego el engaño, y con esto la formalización de la relación de Luhan y Sehun, dejándome a mi a un lado, nuevamente. Ignoro el saludo de las personas a Luhan y miro por los pasillos a ver si encuentro a alguien nuevo a quien estudiar. Alguien diferente.


Alguien a quien pueda analizar para criticarlo en acuarelas...


Me da un vuelco el corazón.


Ahí está otra vez el desconocido, apoyado en la vitrina de los trofeos con una expresión de enfado en la cara y la mirada fija. Aquella piel ligeramente dorada y brillante le otorga el aspecto de un príncipe persa entre la multitud de rostros blancos en su mayoría. Su mirada sigue siendo perturbadora, aunque por extraño que parezca, me atrae. Agarro a Luhan de la camisa.


—¿Quién es ese? —le pregunto a Luhan.


El desconocido se pasa una mano por el pelo. Su cabello ligeramente largo y un poco ondulado es hermoso y acarician lentamente sus dedos con soltura y suavidad, como si se tratasen de hilos de seda fina color café oscuro.


Luhan mira hacia donde tengo clavados los ojos y frunce el ceño.


—¿Qué? ¿Quién?


—¡Ese! El chico que está apoyado en la vitrina de trofeos.


Vuelvo a mirar al desconocido, pero ha vuelto a desaparecer. No hay ni rastro de su piel dorada contra las paredes azul celeste, ni de aquellos ojos castaños en los que ahogarse.


La cabeza me da vueltas. Creo que... No, sé que estaba ahí. Luhan me mira con preocupación mientras entramos en el aula de ciencias.


—¿Estás seguro de que estás bien? —me pregunta al pasar por la puerta.


—Supongo que sí.


—Bueno, llámame esta noche, ¿vale?


—Claro —contesto.


¿A quién más voy a llamar? Chocamos nuestras manos para despedirnos, me meto en la clase de biología y siento un gran alivio al ver que no está el desconocido.


Pero su ausencia no dura mucho. Se ha pegado todo el día apareciendo en mis cambios de clase, en el fondo de las aulas y en la cafetería a mediodía. Su mirada se ha hecho incluso más intensa y el miedo ha sustituido por completo al atractivo. Y encima al parecer nadie, nadie en absoluto, lo ve excepto yo. La gente pasa tan campante por su lado en los pasillos y los profesores ni siquiera le miran cuando pasan lista.


Es como si fuera invisible, pero sin el «como». En realidad creo que es invisible. No como yo. Me refiero a que es invisible de verdad.


Invisible. Como un efecto especial de una película o un truco de magia, sólo que es real. Está justo delante de mí, me sigue o me persigue. Intento convencerme a mí mismo de que estoy siendo irracional, pero no se me ocurre otra explicación de por qué el resto del mundo parece ignorar su existencia; aparte de la idea de que realmente es invisible.


Tengo que salir de aquí. Cuando suena el último timbre, salgo pitando por los pasillos hacia la puerta trasera en vez de ir al aula de dibujo. Los estudiantes de último curso salen del aparcamiento en sus coches relucientes, con las borlas de sus birretes ya compradas, colgadas del espejo retrovisor, tirando la ceniza de sus cigarrillos y gritándose unos a otros por las ventanas abiertas. Yo vivo a tan solo un kilómetro y medio del instituto, así que voy caminando a casa. Paso por delante de todos ellos con dificultad, con la cabeza gacha, en parte por miedo a que si levanto la vista, de nuevo me aborde la mirada del desconocido.


Mi casa es aburrida: tiene dos pisos, las contraventanas azules, montones de ropa por todos lados, debo limpiar, y una zona vallada donde una vez vivió un leal golden retriever. Y ahora está vacía, puesto que tanto mi padre como mi madre trabajan. Me tiro en el sofá de cuadros escoceses que hay en el salón. Luhan tiene razón. Paso mucho rato en el aula de dibujo. Me envuelvo en una manta y cierro bien fuerte los ojos. Pero no hay manera, no me duermo, sigo imaginándome que el desconocido aparece a mi lado, con aquellos ojos inquietantes y en silencio.


Cojo el mando del televisor y me quedo embobado viendo un programa, Los 100 mejores niños famosos, que aunque es demasiada cultura pop para mi gusto, me deja agradablemente adormecido hasta que llegan mis padres del trabajo varias horas más tarde.


—¿Estabas durmiendo? ¿Estás enfermo? —me pregunta mi madre al cruzar la puerta y ver las marcas del cojín en mi cara. Me levanto y voy con ella a la cocina para ayudarle en lo que fuera a hacer.


—Un poco estresado.


Cuanto más breve y simple es lo que digo, menos preguntas me hacen, me recargo en una columna de la cocina y cruzo mis brazos sobre mi pecho para parecer despreocupado. Pues para ser franco, prefiero no contarle lo del desconocido a nadie, en especial a mis padres.


Mi madre va hacia la encimera y empieza a abrir cajas de comida china.


—¿Estresado? Cielo, tienes diecinueve años. ¿Cuánto estrés puedes tener? —Abre una lata de Coca-Cola Light y le pega un buen trago antes de suspirar. Me mira y frunce el entrecejo como si estuviera recordando algo—. Espera, no quería decir eso. Lo que pretendía decir es: ¿Quieres contarme qué es lo que te provoca estrés?


—Da igual —contesto enseguida y cojo una caja de rollos primavera.


Entre las novelas románticas y de memorias, mi madre ha estado leyendo por encima un libro titulado Cómo volver a conectar con tu hijo. Mentalmente rio, estoy segurísimo de que para volver a «conectar» nos ayudaría mucho más quemar el libro que leerlo, pero los libros de autoayuda son la respuesta de mamá para cualquier cosa, sobre todo para el hecho de que no quiera hablar con ella ni con mi padre sobre ninguna chica, o de como la reciente “pelea” con Luhan me volvió algo diferente de lo que yo solía ser. Mi padre es más discreto, el simplemente se limita a mirarme sobre su periódico, al ver que no tengo la mínima intención de hablar se encoge de hombros y hojea nuevamente el periódico mientras yo cojo unas cuantas servilletas, y luego me retiro a mi habitación a comer.


Cuando tenía doce años, me encantaba el naranja, un gusto tan extraño y le supliqué a mis padres, antes de que volviera a trabajar a jornada completa, que pintara mi cuarto de un color que provoca migraña, un color ahora tan malditamente fosforescente. Ojalá no me hubiera escuchado, porque siete años más tarde sigue siendo ese mismo color. Bajo las persianas para atenuar un poco el naranja. Me tiro en la cama, que está cubierta de capas de viejas colchas.


Giro la cabeza para mirar a la izquierda del colchón.


En ese lado dormía Luhan cuando le colaba en mi habitación a altas horas de la noche o yo lo visitaba en su casa. Siempre a mi izquierda. Era agradable quedarse dormido con el sonido de su respiración en mi pecho.


«Se ha acabado. Déjalo ya, él tiene a alguien más.»


Paso la mano por el lado vacío de la cama y jugueteo con unos hilos sueltos de la colcha.


—Oye, ¿vas a parar o qué? —retumba una voz masculina en el silencio.


Grito ronco y me hago daño en la garganta, eso ahoga mi grito. Se me chocan los pies al intentar sacarlos de la colcha para tocar el suelo. Hago un esfuerzo por sacar los pies de la cama, a pesar de que las colchas siguen enredadas en mis tenis. Cuando logro encontrar el suelo, se resbala el montón de libros de la escuela sobre el que estoy apoyado y derrapo hasta caer en picado en la alfombra. De golpe.


—Ummm, vale —dice la voz, irritada.


Coloco bien las piernas, desesperado, y miro detenidamente por encima de la cama, mientras respiro con dificultad.


Está apoyado en mi buro, vestido con unos pantalones ajustados y una andrajosa camiseta negra, y ha alzado las dos cejas. Tiene los pómulos marcados, la mandíbula fina, la forma de su boca me parece interesante, estoy seguro de que si él sonriera, se formaría en su rostro una sonrisa felina,  es más alto de lo que yo creía. La luz se refleja en sus ojos de animal al clavarme la mirada de aquel modo tan expectante que estoy empezando a reconocer.


Es el desconocido.


Él se cruza de brazos.


—¿Tienes esta vez un deseo o no?

Notas finales:

Déjenme su opinión por favor, para saber si les gusta o no, es mi primera adaptación y sufro en ella jejeje, bueno algo así, si lo hacen prometo actualizar rápidamente n.n próximo capitulo Pov. Chen, tal vez actualice más al rato.


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