Por supuesto. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Era más que obvio si lo razonaba un poco.
Claro que sí; así era. Él nadaba para él y solo para él. No nadaba para sí mismo ni para ganar. Haru lo hacía por él y ya, ¿no?
Le había costado mucho darse cuenta. Admitir que quizás —solo quizás— el pelinegro correspondía sus sentimientos. Es que…demonios, ¿cómo razonar de que por mas extraño que sonara, era correspondido?
Por dentro era extremadamente inseguro. A pesar de su faceta yo-soy-el-mejor-y-nadie-puede-vencerme tenía miedo; mucho miedo. Miedo de ser rechazado, miedo de que nunca lo aceptaran con ansiedad y todo. Así era él; ansioso, nervioso, inseguro…
La perseverancia era una de las pocas cosas rescatables.
Haru sí amaba al pelirrojo, solo que no lo demostraba.
Haru nunca lo demostraba.
Pero bueno, ¿qué se le iba a hacer? Era Haru, después de todo. Era un maldito inexpresivo que la única prueba que le daba de ‘cariño’ era estar allí justo en ese preciso momento. Aunque si lo pensaba, estaban ahí para competir.
No importaba; por supuesto que no. Él adoraba competir contra Haru. Si no lo hiciera nunca hubiese llegado a donde estaba en ese instante. Y él lo sabía; no hubiese logrado nada sin Haru.
Con tal pensamiento en mente, sonrió al verlo junto a él. Ambos a punto de saltar, a punto de sumergirse en el agua. A punto de cumplir sus sueños. Su compañero tenía el cabello negro tapado por la gorra reglamentaria, su rostro era impenetrable. Pero ambos lo sabían. Ambos sabían que ese sentimiento los llevaría a ganar la copa del mundo ahora mismo.
Ganara quien ganara.
—Tsk…maldito—Masculló un fastidiado Matsuoka secándose el cabello rojizo con una toalla.- ¿Aún no has ido a la práctica?
Habían pasado 2 meses desde las Olimpiadas, desde ese momento Rin y el moreno habían decidido compartir departamento para poder seguir un régimen de entrenamiento igualmente de intensivo.
Haru simplemente le dedicó una mirada típica en él. ¿No era el pelirrojo el que siempre insistía en que fueran juntos?
—Olvídalo, recogeré mis cosas y nos iremos
—Oy, Rin…—El mencionado estaba levantando su bolso, pero se detuvo para observar al contrario— Bésame.
El rostro del Matsuoka se tiñó de un color similar al de su cabello. Tragó saliva sonoramente y se preguntó si había oído mal.
—¿Q-Qué?
—Que me beses. —Haru tenía cara de hablar en serio. Se había puesto de pie y lo miraba a tan solo unos centímetros de distancia, esperando una reacción de parte de su compañero.
—¿Me estás tomando el pelo?
El moreno soltó un suspiro frustrado y tomó al pelirrojo de la nuca, fundiendo sus labios con los de él en un sorpresivo y húmedo beso. Los ojos de Rin se abrieron impactados ante el contacto y se estremeció al sentir la lengua del contrario buscando la suya.
Haru se separó un momento jadeante y lo miró serio.
—¿A que vino eso? —Rin se tapaba la boca con la mano en posición vergonzosa.
—Un castigo por haberme ganado en las Olimpiadas.