Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Por un Precio por Naomiyaoi38

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Desde hace rato tenía esta idea en mente, pero la falta de tiempo siempre me jodía a la hora de intentar desarrolarla. Mas, ya no resistí plasmarla, así que decidí mandar cualquier otra cosa que pudiera escribir a la mierda hasta que no terminara esto. Y debo decir que adoré lo que hice aquí :'3, aunque sea algo rarito xd.

 

Publicado también en Wattpad

   La lluvia arreciaba tormentosamente, mientras que a su vez, el viento aullaba, con ráfagas que sacudían el espeso follaje de aquél bosque.

Un rayo atravesó el cielo, retumbando potentemente, iluminando brevemente al joven que avanzaba por aquél camino en medio del bosque, desesperado por encontrar un refugio que le protegiera de tal tempestad.

Los dientes de Dorian ya comenzaban a castañear, y su cuerpo, temblaba a causa del frío que le calaba profundamente hasta los huesos. Dorian aferró a su cuerpo la mediana bolsa de viaje, la cual se encontraba tan empapada como él. Dejó escapar una maldición cargada de frustración mientras avanzaba, escuchando como la tormenta parecía rugir con aún más furia. ¿Acaso su suerte podría ser peor?

En el momento en el cual partió del poblado anterior hacia el siguiente, lo hizo puesto que el clima aparentaba ser sumamente favorecedor, además de que el próximo poblado se encontraba a sólo casi un día de camino, por lo tanto, creyó que en todo caso de llegar a necesitar descansar, podría encontrar un lugar para hacerlo. Aunque, con lo que Dorian no contó fue con este repentino y maldito cambio de clima, cuando se encontraba a un poco más de mitad de camino. Y además de esto, menos contó con el no poder encontrar hasta el momento, algo que le sirviera para resguardarse aunque fuera un poco. Sólo árboles y maleza era con lo que se había topado. ¡Ni siquiera un mísero y pequeño sitio había logrado hallar!

Alzó su mirada a lo lejos, con la ínfima esperanza de encontrar algún sitio, ampliando sus ojos chocolates con emoción, a la vez que esbozaba una amplia sonrisa, al ver a cierta distancia, semioculta entre un grupo de frondosos árboles, una pequeña cabaña, en la cual podía divisarse una tenue iluminación en su interior.

«¡Un refugio!»

Dorian apresuró el paso, sus botas chapoteaban sobre los charcos y el barro al desplazarse. Dorian llegó a la parte trasera de la cabaña, rodeando la propiedad hasta la entrada, donde la robusta puerta de madera se mantenía cerrada. Sin embargo, una pequeña campanilla, con un cordel como una especie de timbre, reposaba colgando a un lado de la puerta. Dorian tocó varias veces la campanilla con insistencia e impaciencia. No podía evitarlo. ¡Se estaba congelando!, sin contar que también se encontraba sumamente hambriento. Los bocadillos que él había traído para el corto viaje ahora yacían tan mojados como él; totalmente incomestibles.

Dorian escuchó movimiento procedente del interior de la cabaña, y luego pasos acercándose a la entrada. Y cuando la puerta fue finalmente abierta, una pequeña y feliz esperanza se instaló dentro de él.

Dorian observó al hombre que abrió la puerta. Un hombre alto, bien formado, de cabellos rubios y ojos celestes, el cual daba la apariencia de estar alrededor de sus treinta.

El hombre le miró extrañado, escudriñándole con la mirada.

— Ehmm, disculpe la molestia, señor — empezó hablar Dorian un tanto tembloroso a causa del frío, y esto junto a su empapado estado, de alguna forma le concedían la apariencia de un cachorrillo perdido —. S-soy sólo un viajero que iba en camino hacia el próximo poblado cuando fue atrapado por este clima. Y que al buscar un lugar donde refugiarme no he logrado encontrar ninguno. Por eso..., y disculpe mi osadía, me preguntaba si no habría algún lugar en esta cabaña en donde pudiera pasar la noche. Es sólo hasta que el clima cambie, seguramente hasta el amanecer... ¡Le juro que luego partiré inmediatamente y no le causaré ninguna otra molestia!

Dorian suplicaba internamente que el hombre se compadeciera de él y le permitiera entrar. ¿O acaso ese hombre sería capaz de negárselo? Sinceramente Dorian esperaba que no. O sino, no sabría qué sería de él.

El hombre le observó un tanto dudoso por unos cuantos segundos, para luego, esbozar una suave sonrisa hacia Dorian, mientras lo que parecía ser un dejo de compasión brillaba en aquellas pupilas.

— Pero qué terrible suerte ha tenido usted, mi joven amigo. Cómo podría el pensar siquiera en ignorar su petición, y abandonarle en el exterior en medio de semejante tormenta. ¡Sería una crueldad! — exclamó el hombre dando unos pasos al frente, colocándose al lado de Dorian y posando su mano en la mitad de su espalda, invitándole a pasar sin palabras —. ¡Pero qué empapado está usted! Entre, entre a la cabaña, no se quede allí.

Un inmenso alivio se fue extendiendo por Dorian cuando el hombre le guió al interior del lugar.

La cabaña era algo rústica, mas, tenía cierto aire confortable. Algunos implementos de cacería se exhibían en las paredes. Poseía una chimenea, la cual en esos momentos crepitaba, danzando cálidamente, envolviendo el ambiente en un agradable calor. Aunque, para Dorian aquél calor no era suficiente puesto que su cuerpo aún tiritaba de frío y sus labios empezaban a tornarse de un morado azulado. Realmente Dorian necesitaba primero que todo deshacerse de esa ropa que llevaba puesta, para después tomar un baño muy caliente, y quizá obtener algo de comer y un té caliente. Sinceramente esperaba que ese hombre fuera alguien bondadoso que se apiadara y comprendiera por completo sus circunstancias, y que no se molestara si le pedía algunas cosas más que sólo pasar.

— Señor... — Dorian se giró para mirar al hombre, titubeante de cómo llamarle debido a que recordó que aún no sabía el nombre del rubio.

— Bernard — le dijo el hombre comprendiéndole.

Dorian estuvo a punto de atreverse a preguntar si sería demasiado pedir bañarse y algo de comer por más poco que fuera, aunque desgraciadamente no contara con mucho que pudiera ofrecer como pago, cuando Bernard gritó el nombre de "Bastian" un par de veces.

Casi al instante, Dorian escuchó unos presurosos pasos acercarse, y seguidamente, vio como otro hombre llegó donde ellos. Este sujeto recién llegado era un poco más joven que Bernard, poseía un cabello de un tono rubio bastante más oscuro que Bernard, aunque por el color de ojos azul celeste que tenía, y los rasgos un tanto duros pero atractivos tan parecidos a los de Bernard, Dorian intuía que debían ser familia.

El hombre recién llegado miró de Bernard hacia Dorian con cierta confusión y a su vez, un dejo de cautela reflejados en su rostro.

— Bastian — le dijo Bernard al recién llegado —, no tienes que preocuparte por nada. Este joven es solamente un viajero que ha quedado atrapado en el camino por la tormenta. Ha dado con nuestra cabaña en busca de refugio por esta noche y yo he aceptado dárselo. Además, estoy seguro de que a la final podría convertirse en alguien muy agradable — Dorian creyó percibir un tono algo extraño en las últimas palabras de Bernard, el cual no logró definir en esos instantes exactamente qué era. Así como también, un raro brillo que se instaló por un fugaz parpadeo en el fondo de las pupilas de Bernard mientras éste miraba a Bastian. Y en ese justo momento, todo rastro de las emociones iniciales de éste desaparecieron de su rostro para dar paso a una sonrisa que se dibujó en labios.

Por un segundo, y por alguna razón, una extraña inquietud se agitó fugazmente dentro de Dorian ante la incipiente actitud de aquellos hombres. Mas enseguida todo desapareció cuando Bernard se giró hacia él con una cálida expresión.

— Él es mi hermano Bastian — habló Bernard refiriéndose al otro hombre —. Como puedes notar nosotros vivimos aquí solos. Y ahora no creo que mi hermano tenga ningún inconveniente en que pases la noche aquí.

— Oh, de verdad no saben cuán agradecido estoy — dijo con sinceridad —. Pero, me apena tanto las molestas que yo puedas causarles... La verdad es que no tengo prácticamente dinero, pero quizás aunque sea poco les sirva.

— Oh, no es necesario, joven amigo — le dijo Bastian acercándose a él —. No tienes que preocuparte por eso. Nosotros hacemos esto porque queremos. Además, nos da tanta pena obtener tu dinero de semejante forma, aunque, si te apena tanto, estoy seguro de que al final podremos encontrar alguna solución.

Ante las últimas palabras de Bastian, a Dorian le pareció ver un brillo ladino en la mirada de éste. Sin embargo, decidió no darle importancia, preocupándose más por el frío que le carcomía.

»Ahora vamos — dijo Bastian —. Vamos a mostrarte para que puedas darte un baño y calentar, y después ya veremos cómo nos encargaremos de lo demás — aseguró para luego junto con Bernard, guiarle más adentro de la cabaña.

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Dorian se acomodó más en la pequeña cama en la cual ahora yacía. Ésta no era la gran cosa, mas al menos era cálida, confortable y mullida como para un buen sueño. Lástima que para su desgracia, y a pesar de lo cansado que se encontraba, no lograba conciliar el sueño.

Acostado, observó por la pequeña ventana a su derecha, de la reducida habitación, viendo como la lluvia aún caía torrencialmente. El fuerte repiqueteo de la lluvia hacía eco, y un trueno iluminó fugazmente la estancia.

Realmente estaba cansado, y también satisfecho, ya que gracias a los hermanos, había comido algo de pan y carne de ciervo. Pero aun así, no lograba dormir. Lo único que conseguía era dar vueltas y más vueltas en lecho, tornándose algo frustrante.

Se envolvió en las mantas, obligándose a sí mismo a intentar dormir, cuando de repente estornudo repetidas veces. Chasqueó la lengua en son de molestia. Lo más probable era que terminara enfermo.

Suspiró pasándose una mano por sus rizos oscuros como el ébano. Realmente necesitaba poder dormir para descansar y recuperar fuerzas.

De repente, unos tenues sonidos crearon un ligero desconcierto en él. Aquellos sonidos parecían... ¿gemidos? ¿El cansancio y el no lograr conciliar el sueño le estaban comenzando a hacer alucinar?

Intentó agudizar su sentido del oído, a pesar de la lluvia cayendo y entonces, les volvió a escuchar. Aquellos sonidos provenían del otro lado de la pared de madera de la estancia; la habitación donde pasaban la noche los hermanos. Y si les prestaba mayor atención aquellos sonidos daban la impresión de ser... gemidos de placer.

Su ceño se frunció extrañado. ¿Por qué algo así podría provenir de allí? Debía estar imaginando cosas, ¿cierto?

Sin embargo, y a pesar de lo que se decía a sí mismo, una incipiente e insana curiosidad se extendió en él, incitándole cual cántico de sirena a descubrir el verdadero origen de aquello, haciéndole levantarse y salir titubeante de la habitación, sintiendo el piso frío a través de sus pies descalzos, encontrándose con la penumbra nocturna en la cual se había sumido la cabaña. Sólo una tenue luz de vela escapaba a través de la puerta ligeramente entreabierta donde se hallaban los hermanos, y de ese lugar efectivamente, parecían provenir esos sonidos.

Su curiosidad creció, haciéndole acercarse aunque un poco titubeante, con sumo sigilo hacia la puerta de aquella habitación, quedando de pie frente a ésta, asomándose por la pequeña rendija que dejaba ver hacia dentro de la estancia, quedando estático y ampliando sus ojos con sorpresa al observar la escena que representaban aquellos masculinos cuerpos sobre la cama, iluminados por la luz mortecina de las velas.

Sobre aquel lecho, yacían los hermanos, ambos completamente desnudos. Bernard se encontraba entre las piernas de su hermano, su boca devorando con avidez y sumo deleite la erección de Bastian, tomándola profundamente una y otra vez hasta que su nariz chocaba contra el vello púbico rubio oscuro, mientras que con una de sus manos acariciaba los testículos de su hermano. Por su parte, Bastian, gemía y jadeaba, empujando sus caderas más y más contra la dispuesta boca de Bernard, enredando sus dedos en las hebras rubias de éste, observando a su hermano con una expresión de absoluta lujuria y placer.

Las piernas de Dorian se sintieron temblorosas por un instante a causa de la fuerte impresión.

¿Qué... qué se suponía que estaban haciendo esos hombres? Aunque, eso quizás era una pregunta estúpida cuando era más que obvio lo que hacían. Pero..., ¡¿no se suponía que eran hermanos, y más aún, ambos eran hombres?!

¡Aquello estaba mal! ¡Aquello era una abominación! Algo absolutamente incorrecto, una absoluta ofensa contra las leyes de Dios que su madre le había inculcado desde muy niño. Mas, si realmente aquello estaba tan mal, si realmente pensaba y creía en cada una de las cosas que se agitaban en su mente, ¿por qué comenzaba a sentir un creciente calor revoloteando por su ser, centrándose específicamente en su entrepierna, además de serle imposible poder apartar su vista de aquella escena? No debería sentir aquel calor que se instalaba en él durante las veces que vio los cuerpos desnudos y bien formados de algunos hombres que se bañaban en el río de su pueblo, cuando él les espiaba escondido y temeroso de que le descubrieran, aquel calor que crecía en él durante las noches en las cuales pensamientos obscenos e incorrectos con protagonistas masculinos le atormentaban en sueños pecaminosos. No, no debería. Toda su vida venía luchando consigo mismo por intentar evitarlo. Pero ahora, aquel cuadro se lo hacía imposible, haciéndole sentir irremediablemente que aquel deseo reprimido en las oscuras profundidades de su ser fuera extendiéndose en él como un voraz aleteo, logrando que cualquier otra cosa fuese siendo olvidada a excepción del fuerte anhelo de querer saber cómo se sentiría aquel contacto, cómo se sentiría la boca de otro hombre sobre su sexo, cómo se sentiría si fuera él quien tomara entre sus labios aquel jugoso miembro.

Su pulso se iba tornando acelerado y sintió los labios repentinamente resecos. ¿Qué debería hacer? Definitivamente debería dejar de mirar antes de que fuera descubierto. ¿Qué llegaría a pasar si esos hombres le descubrían? Un ápice de pánico caló en él ante ese pensamiento. Debería alejarse, pero no podía, al contrario, necesitaba observar más y más, cerniendo su mirada chocolate sobre la realización de aquel lascivo acto. Sin embargo, Dorian cayó en cuenta de que esto era un terrible error cuando Bastian por un segundo miró hacia la puerta, su mirada pareciendo tornarse molesta en medio de su lujuria, apartando suavemente a su hermano de su erección, haciendo que éste le mirara confundido, ante lo cual Bastian le señaló hacia la puerta.

¡Le habían descubierto!

Dorian sintió el impulso de correr ante el miedo de cuán molestos debían encontrarse esos hombres de ser descubiertos en tal situación, mas, su cuerpo parecía no responderle, siendo incapaz de moverse, su corazón latiendo con más rapidez a cada instante, observando cómo los hermanos se levantaban de la cama dirigiéndose hasta la puerta, llegando finalmente a ésta, abriéndola por completo y quedando frente a él.

El miedo aumentó en él al tener a ambos hombres frente a sí, mirándole gélidamente.

— Bastian, al parecer nuestro joven amigo estaba espiándonos — dijo Bernard acercándose más a él.

— N-no... Y-yo sólo... — Dorian balbuceó sin saber qué responder ni qué hacer. Pero, incluso con temor y el pánico que latían en su ser, no pudo evitar desviar su mirada hacia las entrepiernas de ambos hombres, notando como los miembros de éstos se hallaban semi erectos a pesar de las circunstancias, y aquella imagen hizo que inconscientemente un tenue gemido escapara de sus labios al sentir el calor recorrerle aún más y su entrepierna latir ante la vista tan cercana de aquellos objetos de deseo prohibido.

— Oh... — musitó Bernard con sorpresa —. Parece que si nos estaba espiando era porque le gustaba lo que veía — ronroneó con malicia observando la incipiente erección que se marcaba en los pantalones de Dorian (pantalones los cuales los hermanos le habían prestado), acción ante la cual las mejillas de Dorian ardieron de vergüenza.

— N-no... No, señor — dijo Dorian con creciente nerviosismo —. Eso no me debería gustar. Es decir, n-no me gusta...

Bernard intercambió una fugaz mirada con Bastian, y parecieron comunicarse sin palabras con esto, ya que algo se agitó en las profundidades de aquellos ojos celestes.

— ¿No te gusta o no te debería gustar? — inquirió Bastian rodeándole con felina parsimonia, acercándosele por detrás —. ¿O es que acaso en el fondo si te gustó lo que viste pero tienes miedo de admitirlo? — musitó a su oído, haciendo que Dorian diera un respingo a la vez que un incipiente estremecimiento le recorría ante aquel masculino cuerpo desnudo presionándose a su espalda.

— Quizá sería mejor que me vaya — balbuceó Dorian sintiéndose agitado cuando los brazos de Bastian le envolvieron, impidiéndole huir —. ¿Podría soltarme, por favor? Lamento haberlos espiado... Es que... Juro que no le diré nada a nadie.

— Uhm, ¿de verdad? — una sonrisa ladina se dibujó en los labios de Bernard aún frente a él, quien se acercó hacia él, hasta dejarle atrapado entre ambos hermanos —. Igualmente no creo que a la final puedas decirle algo a alguien... y menos cuando es algo como esto que claramente te gusta — dijo a escasos centímetros de su rostro.

Una sensación de miedo crecía con más fuerza a cada instante en Dorian, pero ese miedo no era a causa de pensar en si en realidad los hermanos en el fondo estaban molesto por su interrupción, sino por aquel calor que se extendía más en él ante la cercanía de los hermanos, haciéndole olvidar en esos instantes cualquier cosa inculcada en él desde pequeño y anhelar aunque fuese por una vez, cumplir aquellos deseos oscuros e incorrecto que se escondían en él. Y el querer esto, en esos instantes, le aterraba, después de llevar años renegando de esa parte de sí.

— Dime, Dorian, ¿por qué tiemblas? — preguntó Bastian delineando con sus labios el lóbulo de su oreja, y Dorian se sorprendió al percatarse de que efectivamente estaba temblando —. ¿De qué tienes miedo, de nosotros ó... de lo que sientes? — su tono fue oscuramente lujurioso mientras que su mano se deslizó hasta la entrepierna de Dorian, acariciándola descaradamente, haciendo que Dorian gimiera.

»¿Sabes? Nosotros podríamos estar enfadados ante tu maleducada curiosidad de espiarnos, después de lo que hicimos por ti a cambio de nada — continuó hablando Bastian a su oído y acariciando su erección, mientras que Bernard delineaba con sus dedos sus trémulos labios, mirándole con suma intensidad, todo esto haciéndole estremecerse aún más —. Pero..., después de verte así no estamos molestos.

— ¿N-no? — tartamudeó Dorian comenzando a respirar pesadamente.

— No — dijo Bernard delineando el labio inferior de Dorian con su lengua —. Aunque..., hay algo que quizá puedes hacer para redimirte de tu interrupción.

— ¿Qué? — preguntó Dorian, el temor y un creciente deseo revoloteando en sus ojos chocolates.

— ¿De verdad quieres saber? — musitó Bastian maliciosamente, comenzando a recorrer con sus labios el cuello de Dorian —. ¿De verdad estarías dispuesto a hacer cualquier cosa por redimirte ante nosotros?

El corazón de Dorian latía aceleradamente mientras que un torbellino de sensaciones y emociones batallaban en su ser. Sólo con la forma de actuar de esos hombres ya era obvio lo que querían. Pero, ¿estaba dispuesto a darle lo que ellos quisieran? Más que eso, ¿estaba dispuesto a dejarse llevar aunque fuera por una vez por aquello que siempre venía intentando ocultar? Sería sólo por una vez, lejos de alguien que pudiera conocerle y con dos hombres que seguramente jamás volvería a ver, mas los cuales le ofrecían aquello que siempre anhelo. ¿Realmente estaba dispuesto a esto?

Dorian tragó saliva, lamiéndose los labios, su lengua chocando por un segundo contra la de Bernard, la cual paseaba por su labio inferior.

— Sí — contestó exhalando un suspiro tembloroso, cerrando los párpados por un segundo, dispuesto a dejarse llevar así fuese por una vez por sus más oscuros deseos.

— Uhm, entonces es momento de hagas lo que te digamos — escuchó decir a Bernard en un tono cargado de sensualidad, y cuando él abrió los ojos se encontró con la mirada celeste de Bernard oscurecida por la lujuria, y Dorian intuyó que Bastian seguramente tendría la misma mirada, y este pensamiento hizo que el fuego se acrecentara en su ser.

Bernard tomó de la mano Dorian, guiándole al interior de la habitación, mientras que a su espalda seguía pegado Bastian, haciéndole caminar a su ritmo y mordisqueando ligeramente su vulnerable cuello.

Los hermanos le hicieron llegar hasta el centro de la estancia, dejándole allí mientras ellos llegaban frente a la cama, quedando de pie frente a ésta, mirando a Dorian intensamente.

— Dorian, quítate la ropa. Desnúdate para nosotros — le ordenó Bernard con voz dominante y seductora, y Dorian tragó saliva, nervioso y excitado ante esa orden.

— Vamos, Dorian, quítatela — le animó Bastian y Dorian asintió.

Lentamente, Dorian fue despojándose de la ropa, revelando porciones de blanca piel hasta finalmente quedar completamente desnudo ante la mirada de aquellos hombres,

— Acércate, Dorian — le ordenó Bernard y Dorian obedeció titubeante, acercándose hacia los hermanos.

Al llegar frente a aquellos hombres, Bernard le atrajo hacia sí, y Dorian gimió cuando su miembro se rozó con el de éste, estremeciéndose cuando Bastian apretó su trasero, restregando su duro pene contra él.

— Desde éste momento — le comenzó a decir Bernard, los ojos de éste brillando ladinamente —, tú te dejarás llevar por nosotros, harás cualquier cosa que queramos, y obtendrás tanto placer, antes de que termines convirtiéndote en deliciosa carne de ciervo.

En medio de su excitación, el rostro de Dorian se tornó ligeramente confundido antes las últimas palabras de Bernard, al no comprender qué quería decir éste con eso, pero al parecer su hermano sí comprendió, puesto que escuchó a Bastian reír suavemente a sus espaldas. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensar en algo más, ya que fue arrojado al lecho de espaldas, haciéndole proferir un grito de sorpresa, rebotando un par de veces sobre la mullida cama.

Dorian observó cómo Bastian y Bernard subían al lecho, acercándose hacia él felinamente, colocándose cada uno a un lado de su cuerpo.

— Dime, Dorian, ¿te gusta esto? ¿El ser tocado por otros hombres? — le inquirió Bastian tomándole del mentón, haciendo que le mirara mientras que Bernard por su parte se dedicaba a besar su cuello, bajando cada vez más.

— Sí — contestó Dorian en un suspiro, con voz cargada de deseo.

Bastian sonrió complacido ante la respuesta de Dorian, para enseguida reclamar su boca con inmensa pasión, su lengua deslizándose al interior de aquella cavidad bucal, buscando la contraria, y Dorian se dejó llevar por aquel beso. Su primer beso de parte de unos labios masculinos, algo delicioso.

Bastian rompió el ósculo, y Dorian jadeó intentando recuperar el aire perdido. Bastian fue deslizando sus labios por la mandíbula de Dorian, descendiendo en busca de explorar aquel cuerpo.

Dorian ardía ante la forma en la cual era acariciado y besado por ambos hermanos, más cuando su boca fue reclamada por Bernard en un beso dominante y exigente, inundándole en una bruma de deseo mientras sentía a Bastian empezar a lamer uno de sus pezones, succionándolo en su boca.

— Uhm, parece que eres sensible — ronroneó Bernard con malicia contra los labios de Dorian, observando de reojo a su hermano, bajando hacia el pecho de Dorian, apoderándose de una de las tetillas de Dorian, halándola ligeramente con sus dientes, ante lo cual Dorian gimió nuevamente, atreviéndose por primera vez a comenzar a acariciar a aquellos hombres, aunque con cierta timidez.

Las manos de los hermanos revoloteaban por el cuerpo de Dorian cual mariposas de lascivia. Sus lenguas descendiendo a través del pecho y torso de Dorian dejando un camino ardiente.

Bernard llegó cerca de la entrepierna de Dorian, desviándose a propósito del pene de éste hacia sus muslos, besando la cara interna de éstos.

— Dime, Dorian, ¿alguna vez te has tocado, te has dado placer a ti mismo? — inquirió Bernard delineando con su índice el erecto miembro de Dorian.

Dorian no creía posible que su rostro enrojeciera más dada la situación en la que estaba, mas lo hizo ante aquella pregunta.

Dorian sí se había tocado a sí mismo numerosas veces durante las noches, en la soledad de su habitación fantaseando con las imágenes de algunos de los hombres que espió bañándose en el río. Y luego de esto, siempre terminó sintiéndose avergonzado y culpable. Pero en estos momentos, ante aquellos hombres, no pensaba en nada que quisiera más que dejarse llevar por todo eso reprimido durante tantos años en él.

— Sí — respondió Dorian con voz trémula.

— Entonces esta vez tócate para nosotros. Preséntate ante nosotros — le incitó Bernard con voz lujuriosa.

Dorian obedeció a Bernard, llevándose una mano hacia su miembro, abriendo más las piernas, comenzando a acariciarse con parsimonia, su rostro con una sombra de vergüenza, mas el deseo llenándole por sobre todo.

— Qué delicioso — dijo Bernard lamiendo el líquido preseminal que emanaba del pene de Dorian y Dorian siseó de placer ante aquella acción.

La respiración de Dorian se tornó aún más pesada cuando Bastian se dedicó a succionar sus testículos con deleite.

Bernard apartó la mano de Dorian que acariciaba su pene, para acto seguido engullir hasta su garganta la erección de Dorian, haciéndole emitir sonoros quejidos de placer, empujando sus caderas hacia esa cálida y húmeda boca que devoraba su hombría con exquisito ímpetu.

Una voraz corriente recorría a Dorian, su espalda arqueándose, sus manos aferrándose a las sábanas, hasta que el éxtasis hizo explosión en él, corriéndose en la boca de Bernard, quien bebió cada chorro sumamente complacido.

Ambos hermanos finalmente abandonaron la intimidad de Dorian. Éste, jadeaba mientras sus párpados yacían levemente entrecerrados.

Dorian miró entre sus piernas, observando a los hermanos, los cuales ahora se besaban, Bernard compartiéndole el sabor de la semilla de Dorian a Bastian, y esa escena caló en él con un incipiente deseo a pesar de acabar de haberse corrido.

Los hermanos rompieron el ósculo, observando a Dorian cual depredadores hambrientos.

Bernard se irguió, arrodillándose, atrayendo a Bastian hacia sí, quedando la espalda de éste contra su pecho.

— Ahora que le hemos dado un pequeño regalo de placer, ¿no crees que es momento de obtener nuestro pago? — Bernard veía a Dorian mientras besaba a Bastian desde su oído a su cuello, serpenteando su mano hasta la hombría de éste.

Los labios de Bastian esbozaron una lasciva sonrisa.

— Yo quiero su boca.

Bernard rió contra el cuello de Bastian.

— Ya sabía que querrías eso — Fijó sus ojos en Dorian —. Ahora Dorian, es momento de que te entregues completamente a nosotros. Así que gírate, colócate sobre tus manos y rodillas y exponte para nosotros.

El interior de Dorian vibró con esa orden. Aunque en cierta forma aún le avergonzara, estaba descubriendo que el recibir órdenes de esa forma le excitaba inmensamente.

Dorian se mordió el labio inferior un segundo, ansioso y expectante por dejarse hacer lo que aquellos hombres quisieran con él, colocándose sobre sus manos y rodillas ante Bastian y Bernard, los cuales tras él, le observaban con intensidad.

Bastian se separó de Bernard, besándole y mirándole por un segundo, para luego rebuscar en una rústica mesilla al lado de la cama, obteniendo un pequeño frasquito de vidrio.

— Uhm, es hora de obtener parte de nuestro pago — escuchó decir a Bernard tras él.

Dorian dio un pequeño respingo al sentir unas manos acariciando su trasero, separando sus nalgas, exponiéndole de una manera que nunca creyó podría estar ante alguien, sin atreverse a mirar hacia atrás, dejando caer los hombros y su cabeza sobre el lecho, olvidándose de cualquier cosa excepto las sensaciones que le causaban esos hombres.

Un dedo cubierto con un líquido aceitoso tanteó el ano de Dorian, introduciéndose con parsimonia al interior, haciéndole soltar un suave quejido de incomodidad. Éste transformándose en un gemido sexual al sentir una húmeda lengua juguetear deslizándose por su pene y testículos, logrando que no se centrara tanto en el segundo dedo que entraba en él, explorándole, abriéndole para los hermanos.

Gemidos brotaban de la garganta de Dorian, perdido en las corrientes que recorrían su ser. No podía distinguir a quién pertenecían los dedos que le invadían, ni de quién era la boca que le realizaba una felación, y sinceramente en esos momentos no le importaba. Sólo quería ser consumido por aquella vorágine.

Un jadeo sonoro brotó de los labios de Dorian cuando fueron tres dedos los que se movían dentro de él, rozando por un segundo un lugar en su interior que nunca creyó tener, el cual le afectaba deliciosamente, al punto de no saber si empujarse hacia la boca que le devoraba tan magistralmente, o si mecerse contra aquellos dígitos invasores.

— Parece que ya estás listo — escuchó decir a Bernard con voz ronca de lujuria, y seguidamente sintió cómo los dedos le abandonaban, sabiendo en ese instante que éstos pertenecían a Bernard.

Dorian dejó escapar un quejido de protesta cuando aquellos dedos le abandonaron, sonido que se volvió más fuerte al momento en el cual la boca que intuía que era de Bastian abandonó su hombría.

— Uhm, pero qué impaciente has resultado — escuchó decir a Bernard con un tono un tanto arrogante y divertido.

Dorian lamentaba la pérdida de aquellas sensaciones dadas por lo hermanos; lo único que quería era más y más de éstas, por lo cual se removió impaciente a punto de incorporarse, dispuesto inclusive a rogar si con ello volvía a obtener las atenciones de esos hombres, pero una firme mano haciendo presión en sus caderas, obligándole a permanecer en la misma sumisa posición se lo impidió.

— No te muevas — musitó Bernard autoritariamente, y Dorian obedeció.

Dorian jadeó al sentir un enhiesto pedazo de carne haciendo presión en su entrada, introduciéndose con parsimonia dentro de él, su cuerpo aceptando aquel miembro con ansias a pesar del ápice de dolor ante la gruesa longitud de éste, deseoso de ser llenado por completo. Dorian gimió largamente cuando aquel pene se introdujo totalmente, comenzando con lentas y profundas estocadas que le hicieron perder la cabeza.

Dorian estaba perdido ante aquellas embestidas que aumentaban su ritmo y potencia, sometiéndole sin piedad.

— Dorian — escuchó la voz de Bastian llamarle y Dorian abrió los ojos, encontrándose con la imagen de Bastian de rodillas ante él, acariciando su erección.

»No es justo que mi hermano sea el único que obtenga diversión, ¿no lo crees, Dorian? Así que ahora tómame en tu boca, Dorian — dijo acariciándose de manera sumamente insinuante y Dorian comprendió enseguida qué quería Bastian.

Dorian se incorporó ligeramente, sintiendo aquellas estocadas arremetiendo dentro de él, quedando nuevamente sobre sus manos y rodillas, con su rostro frente a la entrepierna de Bastian.

Bastian delineó con la punta de su pene los labios de Dorian, y éste lamió el abundante líquido preseminal que emanaba, deleitándose con aquel nuevo sabor para él, el cual explotaba en sus papilas gustativas.

— Abre tu boca, Dorian — le dijo Bastian, y Dorian lo hizo, sintiendo incipientes arcadas ante aquel pene que se iba introduciendo completamente en su boca. Sin embargo, Dorian no se amilanó ante esto, decidido a aceptar aquella hombría y a darle placer Bastian cómo éste le dio.

Bastian enredó una de sus manos en los rizos de Dorian, empezando a embestir dentro de aquella boca que le chupaba inexpertamente, mas con delicioso y ansioso ímpetu.

Dorian se sentía consumido ante las duras y profundas estocadas de Bernard, y las embestidas de Bastian, sintiéndose absolutamente dominado por aquellos hombres. Un torbellino a punto de estallar en su cuerpo cuando los envites de Bernard tocaron aquel lugar recién conocido dentro de él, golpeándolo con insistencia con cada estocada.

Las embestidas de los hermanos se volvieron cada vez más frenéticas. Bastian gruñó empujándose profundamente en la boca de Dorian, corriéndose con fuerza. A su vez Bernard se enterró lo más posible dentro del cuerpo de Dorian, viniéndose en el interior de éste, inundándole con su cálida semilla mientras bombeaba el pene de Dorian. Y ese instante fue el momento culmen para Dorian, su cuerpo estallando en un intenso orgasmo, el cual le dejó sin fuerzas, agotado, somnoliento y sumamente saciado.

Bastian retiró su miembro de Dorian, y un hilillo de su semen que no fue tragado por éste resbaló por su barbilla.

Los párpados de Dorian se fueron cerrando sin poder evitarlo, y lo último que supo antes de ser sumido en la oscuridad, cayendo sobre el lecho, fue a Bernard saliendo de él, a la vez que escuchaba una suave risa de parte de ambos hermanos.

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Dorian se removió adormilado. Sus párpados se abrieron ínfimamente, ante lo cual suaves rayos de sol le golpearon, molestando su descanso. Dejó escapar un gemido somnoliento, abriendo los ojos, dándose cuenta de dónde estaba: la cama de Bastian y Bernard.

Los recuerdos de lo ocurrido le inundaron, haciéndole despertar completamente. Se incorporó hasta quedar sentado sobre el lecho, y en ese instante un los músculos de su cuerpo protestaron levemente adoloridos, y percibió las evidencias de sexo sobre su cuerpo. Y cómo no iban a estarlo. Luego de aquella primera experiencia Dorian creyó que permanecería sumido en el descanso, pero se equivocó. Los hermanos sólo le dejaron descansar un largo rato, y después de ello le despertaron, uniéndole a sus juegos sexuales, sirviéndose de su cuerpo en diferentes posiciones y diversas formas, en numerosas ocasiones.

Las mejillas de Dorian se tiñeron de un tenue carmín al recordar todo aquello, a la vez que una satisfecha sonrisa se dibujaba en su rostro puesto que a pesar de sus temores y cohibiciones iniciales no se arrepentía de nada. Esos hermanos le habían dado lo que él en el fondo siempre vivió anhelando.

Dorian se levantó con parsimonia, rebuscando en la habitación algo con lo cual cubrir su desnudez, topándose por fin con unos pantalones de los hermanos, colocándose y saliendo de la estancia.

Dorian caminó a través de la cabaña, llegando hasta la rústica y pequeña cocina en donde halló a Bernard y Bastian tomando el desayuno. Doria inquirió especialmente curioso en la gran cantidad de cuchillos y elementos parecidos que tenían allí. Seguramente se dedicaban esencialmente a la caza.

Al ver entrar a Dorian, una suave y enigmática sonrisa se dibujó en el rostro de ambos hermanos. Y por alguna razón Dorian sintió una ínfima agitación de inquietud revoloteando en el fondo de sí, similar a la sentida el día anterior cuando conoció a los dos hombres. Dorian se extrañó un poco ante esto, aunque al igual que el día anterior desechó el prestarle atención a aquello que sentía, ya que, ¿por qué iba a sentirse ahora de esa manera ante los hermanos después de todo lo que vivió con éstos?

— Buenos días, Dorian — le saludó Bernard.

— Buenos días — musitó Dorian con una sonrisa suave delineada en sus labios.

— ¿Quieres desayunar? Seguramente debes estar hambriento después de cómo te agotamos anoche — le dijo Bastian con un tono insinuante, y Dorian no pudo evitar sonrojarse levemente ante esas palabras —. Pensábamos encargarnos de esto antes, pero no nos agradaba la idea de ensuciar de rojo nuestra cama.

La expresión de Dorian cambió, frunciendo el ceño confundido ante lo último dicho por Bastian.

— ¿Manchar de rojo?

— No le hagas caso — le dijo Bernard —. Son cosas de hermanos — a Dorian le pareció que un brillo ladino de instaló por un segundo en el fondo de las pupilas de Bernard.

»Entonces, ¿quieres desayunar? — le inquirió Bernard cambiado de tema.

— Ah, sí — respondió Dorian.

— Uhm, entonces qué tal si te sientas — dijo Bernard y Dorian asintió, dirigiéndose a sentarse. Y mientras lo hacía reparó en los rayos de sol que se colaban a la estancia. La tormenta ya había pasado y ya era de día, y esto le hizo recordar que él les había dicho a esos hombres que apenas pasara la tormenta y amaneciera, él partiría de allí, y ese pensamiento le hizo sentir un ápice de tristeza. Luego de ese día jamás volvería a ver a los hermanos. Aunque, ¿acaso eso no lo sabía desde un principio, sólo por una vez cedería a sus más oscuros deseos dejándose llevar y luego todo sería de la forma en la que siempre había vivido?

Suspiró sintiendo su corazón encogerse. Sí, ya sabía que esto sería así. Pero aunque fuera le quedarían los fantásticos recuerdos de la noche vivida con los hermanos. Por lo menos eso si le quedaría.

Dorian tomó asiento frente a la mesa de madera rústicamente tallada.

Bernard se levantó, para servirle a Dorian una taza de un líquido de brillante tono esmeralda, dándoselo a éste.

Dorian contempló aquel líquido el cual expedía un aroma un tanto dulzón, enarcando una ceja extrañado. Nunca había visto una bebida así.

— Es un té especial. Es para que repongas energía — le explicó Bastian en un ronroneó acercándose a su oído, besando el punto entre su oreja y su cuello —. Tómatelo mientras preparamos algo de comer para ti — le incitó Bastian seductor y Dorian accedió, estremeciéndose internamente ante las acciones de Bastian.

Dorian miró el té dispuesto a beberlo, después de todo aunque se viera extraño no olía mal. Dorian bebió con parsimonia sorbo a sorbo, un sabor dulce con un toque amargo inundando sus papilas gustativas.

Dorian dejó la pequeña taza sobre la mesa, percatándose de la mirada expectante de los hermanos sobre él, sintiendo cómo rápidamente su cuerpo empezaba a sentirse extraña y sumamente somnoliento, sus párpados cada vez más pesados, su respiración más lenta, comenzando a caer inevitablemente en un sueño profundo. Y lo último que vio Dorian mientras sus párpados se encontraban entrecerrados, terminando de cerrarse fue una mano irguiendo un filoso y largo cuchillo frente a él, cuyo filo parecía relucir espectralmente bailando frente a él, y un dolor lacerante rasgó su garganta, haciendo estallar una lluvia de líquido carmesí. Y luego de esto, el joven Dorian dejó de existir.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

 

El bullicio de las personas y actividad del mercado de aquel pueblo era alto. Entre todo aquello Bastian y Bernard se hallaban terminando de vender las últimas pequeñas piezas de lo que los habitantes de aquel pueblo cercano a su cabaña, creían que era carne de ciervo. Creían, ya que aquello realmente no era carne de ciervo como tal, sino algo muy diferente, que si sus consumidores se enteraran de su origen se horrorizarían y vomitarían. Y no era para menos cuando el origen de esa carne era humano.

Desde hacía cinco años la población de ciervos en el bosque era escasa luego del decreto del tiránico rey de que más de la mitad de los ciervos de su reino le pertenecerían sólo a él. Este decreto afecto inmensamente a los hermanos, al vivir de cazar y vender la carne de éstos animales. Y aquello sumado a que durante las temporadas cercanas al invierno los pocos ciervos que iban quedando emigraban hacia otros lugares, hubiera dejado sumidos a los hermanos en la más absoluta miseria, al borde de la desesperación como tantos otros, de no ser porque un día, al toparse con un hombre solitario y errante perdido en el bosque, hallaron la solución: carne era carne, sin importar su origen, y mientras las personas no supieran de dónde provenía realmente la consumirían como tal, incluso si era humana.

Después de eso Bernard y Bastian se dedicaron a obtener lo que necesitaban de personas así en tiempo de suma escasez; hombres viajeros de otros poblados perdidos en el bosque, viajeros solitarios que solicitaban un lugar donde pasar la noche. Y a la final, a cambio de ayudarles debían pagar el precio.

Si alguna vez alguien se enteraba de la verdad seguramente serían condenados a la horca ó a la guillotina, o quizá serían linchados por un pueblo horrorizado y enardecido. Pero claro, eso sólo sería si se enteraban.

Bernard contemplaba  a Bastian, quien terminaba de vender la última pieza de carne que les quedaba a una dulce viejecita.

Un brillo de diversión se instaló en el fondo de sus pupilas ante aquella escena. Qué diría esa dulce viejecita si supiera lo que en verdad iba a comer. Rió internamente ante sus pensamientos. Pero luego, un dejo de pesar se dibujó en su rostro por un fugaz segundo al recordar lo que fue ese joven Dorian. Y esto no era por sentir remordimiento de terminar con la vida de un inocente joven como ese de semejante manera, sino porque ya no podrían disfrutar del cuerpo de tan delicioso joven. Después de esa noche de pasión Bastian y él consideraron por un segundo quizá dejar ir a Dorian, mas luego al recordar que ese joven simplemente partiría y perderían una oportunidad de una buena presa, decidieron seguir con sus planes.

«Pobre, Dorian. Tan inocente»

Una sonrisa de placer surcó sus labios al perderse por un instante en los recuerdos de cómo poseyó junto con Bastian a ese joven, y la forma en la cual éste aceptó, dejándose llevar por completo. Fue la primera vez que estuvieron con una tercera persona a la vez de esa forma, siempre habían sido sólo ellos. Quizá si volvían a toparse con un viajero como ese Dorian deberían considerar obtener "ciertas cosas" de éste antes de darle un final. Sí, quizá deberían comenzar a considerarlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Ahm,  ¿fue raro el final? Jajaja... Bueno, tengan en cuanta que muchas veces no se me dan las cosas muy normales que digamos e.e

 

Sayonara

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).