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Dos años después.... por Dashi Schwarzung

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Notas del fanfic:

Este one-shot es la secuela de mi fic "El día de mi boda"y lo pueden econtrar aquí

Notas del capitulo:

Bueno... si alguna vez has leído mi información personal... te habrás dado cuenta que el mpreg realmente no es algo con lo que yo esté familiarizada... entonces te preguntarás... ¿Por qué demonios escribes una historia mpreg? Y la respuesta ni siquiera yo la sé XDDD creo que estoy empezando a meterme más en el tema y después de todo no me parece tan malo.

Advierto que el one-shot en su totalidad habla sobre el mpreg.
También debo disculparme por el tonto título que le dí a ésta secuela, de verdad que no se me ocurrió algo mejor -n-
Y para terminar, también debo decir que yo esperaba de verdad que este fic fuera tan romántico, con mucha miel de por medio... sin embargo... creo que ésta vez no lo logré, así que viviré frustrada por ello ;n;  Aún así espero disfruten la lectura.

 

 

 

Hace dos años que nos casamos, hace dos años que uso éste anillo de matrimonio, hace un par de años que duermo en la misma cama que Taiga, y desde ese día, las cosas han ido cada vez mejor. Después de habernos casado, compramos una casa con nuestro propio esfuerzo y sudor, una casa que en ese entonces estaba vacía, lo único que teníamos era una cama que al menos era de tamaño matrimonial ideal para ambos.

Lo que no me esperé el primer día, en la luna de miel, era que Taiga pateaba estando totalmente dormido, y no sólo eso... si no que varias veces me tiró de la cama. Tuvimos que cambiar de lugar en la cama; ahora yo dormiría del lado de la pared, pero tuve que descartar fácilmente esa opción, cuando despertaba en las madrugadas, extrañándome al no sentir a mi esposo junto a mí, para percatarme de que Taiga dormía en el piso. Es increíble pensar cómo su sueño era tan pesado, que ni siquiera la caída de la cama lo despertaba.

 

Empezamos a trabajar en empleos de tiempo completo, trabajamos tan duro y empezamos poco a poco, a comprar nuestros propios muebles, hasta que nuestra casa se vio totalmente llena de aquellos muebles que nosotros mismos habíamos comprado.

En casi ocho meses nuestra casa quedó completamente amueblada y decorada a nuestro gusto y antojo, era un buen lugar en el que, incluso, a veces invitábamos a algunos amigos de Taiga, o incluso a mis compañeros de la inolvidable “Generación Milagrosa”,  y cuando nos dimos cuenta… estábamos aspirando a más… Ahora ambos teníamos un excelente trabajo, una gran casa, sólo faltaba algo para que nuestro hogar estuviera completo….

 

-Quiero tener un hijo.-

 

Fue Taiga quien me había sorprendido con ese comentario tan repentino, con palabras precisas y con una mirada decisiva. Mi sorpresa era totalmente enorme ante tal confesión, y aunque lo había pensado varias veces realmente mis pensamientos no se habían concretado. Debía admitir que yo también lo deseaba, quería tener entre mis brazos a ese ser, pues sería la prueba irrefutable de nuestro amor consumado totalmente.

Recuerdo que ante su comentario cerré los ojos y formé una sonrisa en mis labios, no pude sentirme más feliz al saber que mi esposo estaba tan decidido a dar el siguiente paso en nuestra vida de casados.

 

Pasamos varios meses “haciendo la tarea” para tratar de concebir, pero no teníamos éxito. Un mes… dos meses… cuatro meses habían pasado y  no habíamos sido capaces de concebir, así que decidimos ir con un doctor, quien nos hizo varias pruebas, todo para que el tipo nos dijera que estábamos bien y que no encontraba un problema en ninguno de los dos.

Debo decir que Taiga, de alguna forma se deprimió un poco ante la situación,  él se atribuía la culpa a sí mismo, y yo traté de hacer que esos tontos pensamientos suyos desaparecieran. Todos alrededor de él se empezaron a preocupar por su estado de ánimo, incluso, alguna vez su jefe me había citado para conversar acerca de Taiga, pues su estado de ánimo estaba repercutiendo en su trabajo, pero su jefe, al saber un poco acerca del asunto, se mostró muy comprensivo ante la situación.

 

Pasamos unas cuantas semanas sin tener sexo, pues pensé que el bien de mi esposo estaba por encima de cualquier cosa, y anímicamente no debía alterarlo más.

Un día, cuando realmente lo vi peor que de costumbre, decidí llevarlo a pasear. Lo hacíamos muy a menudo, sin embargo, quise llevarlo a un lugar más especial: tomé el auto, y prácticamente lo rapté, después de que él terminó su ronda en el trabajo, y lo subí al auto, ante una que otra queja de Taiga que no querer ir. Conduje el auto por casi una hora hasta que llegamos a la playa, era de noche y nos dedicamos a ver aquella luna enorme que se encontraba sobre el mar, era una visión que ninguno de los dos podría olvidar. Y lo que pasó en el auto después, tampoco podría olvidar; allí delante del mar, sin ninguna persona alrededor hicimos el amor, ésta vez sin pensar en el asunto del embarazo, simplemente demostrándonos nuestro amor mutuo.

 

Después de aquella escapada de nuestra rutina, Taiga empezó a sentirse mejor en todos los aspectos, todos pudimos notar el cambio en su actitud. Parecía que aquella salida a la playa era lo que él necesitaba para olvidarse un poco de todo lo que últimamente había pasado. Yo estaba feliz de saber que había hecho algo para que mi esposo se sintiera mejor.

 

 

Dos meses más pasaron sin que nos diéramos cuenta, fue cuando Taiga empezó a sentirse mal. Primero lo atacaron aquellos mareos, ambos supusimos que podía ser debido a su baja presión, sólo dejé que él descansara más de lo debido; realmente nada importante como para acudir al doctor.

Y fue hasta que Taiga vomitaba todo lo que comía cuando tuvimos que ir a consultar a un experto, y la respuesta que para nosotros no era obvia llegó como por arte de magia: Taiga tenía dos meses de embarazo, y cuando nos dijeron la gran noticia no pudimos soportar la alegría que nos invadía en ese momento. No contuve las ganas de abrazarlo y besarlo, pues él, pronto me convertiría en padre. A mi mente llegó aquella ocasión en la que fuimos al mar, y bajo la luna llena nos prodigamos amor en la forma más placentera. Me pregunté si había sido aquella ocasión en la que Taiga por fin había concebido.

 

De ahí en adelante fue una etapa un tanto difícil para ambos, pues aunque estábamos felices al pensar en el primer integrante de nuestra familia, también había que admitir que éramos nuevos en todo este asunto.

 

Un día, cuando Taiga trabajaba en el restaurante, tuvo algunos dolores, y sin pensarlo acudimos al doctor, quien nos pidió mucho reposo para Taiga, pues  aquello podía ser una alerta, ya que el trabajo y  la presión de Taiga podría ocasionar la pérdida del bebé, y después de sentirnos totalmente aterrados, y después de hablar bastante sobre el asunto, decidimos cuidar la vida del bebé, y no sólo la de él, pues la de Taiga también corría peligro. Así que llegamos a la decisión de que mi esposo dejara el trabajo, y descansara lo suficiente para que no pasara alguna tragedia. Así que Taiga se dedicó a estar en casa o salir un poco con los amigos, llevando una vida más sedentaria.

Fue en ese momento que noté que mi esposo estaba cada vez más feliz, salía más con sus amigos, en especial con Kise, quien seguía siendo su mejor amigo. Kise seguía trabajando como modelo, y una de las ventajas en su trabajo era que tenía más tiempo para los amigos. Debía admitir que Taiga, al tener un trabajo de tiempo completo, se había olvidado un poco de sus compañeros, o simplemente no tenía tiempo para hacer las cosas que él quería.

 

Durante el tiempo en el que yo me encargué de todos los gastos de la casa, le pedí a Taiga que fuera muy cuidadoso, y que no hiciera esfuerzos en vano, y le prohibí terminantemente salir a jugar basquetbol. También hablé con Kise y le pedí que lo convenciera de dejar ese deporte por unos meses, el rubio y yo estábamos totalmente aterrados al saber que Taiga, en algún momento de aburrición, podría salir a jugar basquetbol, así que teníamos que cuidarlo como si fuera un niño pequeño.

 

Después de unas semanas, noté que él empezó a tener insomnio por la noche, y se movía mucho en la cama, a veces yo no podía dormir con tanto movimiento, y  cuando él se hartaba de estar en la cama sin poder dormir, se iba a la sala, a pasar el tiempo en su laptop, hasta que el sueño por fin lo vencía y regresaba a la cama.

Cuando por fin la etapa del insomnio pasó… llegó otra etapa, y si yo pensé que el insomnio era malo… lo que le siguió fue peor. Pues por la madrugada a Taiga le daban antojos de las cosas más extrañas…

 

-Daiki…Quiero un helado de fresa-

-¡P… pero son las 3 de la mañana!

-Y lo quiero lo más frío que se pueda.

-¡¡¡Pero estamos a 5 grados!!!

 

O también algo como…

 

-Quiero una pizza de pepperoni con mucha salsa

-Taiga… las pizzerías cerraron hace cinco horas…

 

Esa etapa fue realmente difícil, tenía que levantarme de la cama, comúnmente después de las 2 de la mañana, para ir corriendo a conseguir lo que a mi esposo se le antojaba en ese momento ¿Cómo iba a conseguir todo lo que a él a esas horas se le antojaba? Ni siquiera yo sabía la respuesta, y tampoco sabía cómo le hacía, el caso es que yo siempre regresaba a casa con todo lo que Taiga quería. Además de que era peligroso salir en la madrugada, y como buen esposo, yo tenía que cumplir cada antojo, o de lo contrario, Taiga no dormía en toda la noche.                                                    

Cuando por fin los antojos terminaron, siguió la etapa de los dolores de espalda, y aunque esta vez no fui yo quien sufrió con esa etapa, podía imaginarme el dolor en el cuerpo de Taiga, fue entonces que me empecé de hacer cargo de la casa, no era muy común verme lavar la ropa o limpiar los cuartos… en realidad aquellos labores del hogar eran como una patada en el cu%&, pero después de todo… era por el bien de Taiga, así que hice todo aquello sólo por su bien.

 

Cuando el día cero llegó, estábamos preparados en su totalidad. Habíamos comprado ropa para el bebé, cobijas, biberones, pañales, todo lo que el bebé pudiera necesitar.

Taiga estaba en un restaurante, almorzando con Kise cuando recibí la llamada del rubio diciéndome que él y mi esposo estaban a bordo de un taxi, rumbo al hospital, pues Taiga se empezaba a sentir cada vez peor.

Dejé todo lo que estaba haciendo en mi trabajo y sin pensarlo me dirigí hacia el hospital, donde pude ver a Kise, quien me informó que en unos minutos, llevarían a Taiga al quirófano. Está de más decir que me encontraba totalmente nervioso, me temblaban las manos y sudaba frío.

Sin embargo, debía calmarme, pues Taiga estaba peor que yo, y tenía que reconfortarlo en esos momentos. Mi esposo estaba totalmente nervioso por la operación, y qué decir de los dolores que sentía. Y yo, lo único que podía hacer era conversar con él, para tratar de calmarlo ante todas las cosas que pasaban por su mente.

Cuando lo llevaron al quirófano, pedí estar en aquél lugar, junto a él, tomando su mano para hacerlo sentir más confiado, y fue cuando empezaron el proceso de la operación cuando yo, al ver un poco de sangre emanar del cuerpo de Taiga, como vil tonto, caí desmayado en el quirófano.

 

 

Cuando yo desperté, me encontraba sentado en una silla, con la espalda y la cabeza recargadas en la pared, pues había despertado debido a unos llantos fuertes del bebé, que rápidamente me hizo abrir los ojos y enfocar al pequeño que había llegado a éste mundo. Noté cómo la enfermera me miraba con una amplia sonrisa, y luego mis ojos se enfocaron en el pequeño ser… cabello azul, con el mismo tono de piel que Taiga… no pude evitar quedarme allí, sin mover un solo músculo ante la visión de mi hijo… mi hijo… vaya que aquellas palabras sonaban como música.

 

No podría describir las sensaciones que me atacaron al sentir por primera vez a mi hijo entre mis brazos, mi sonrisa no se hizo esperar y tomé la mano del bebé, no podía creer que un ser tan pequeño pudiera darme tanta satisfacción con sólo tenerlo en mis brazos. Prometí en ese momento ser un buen padre para él.

 

Y durante estos cinco años he tratado de cumplir esa promesa, y debo decir que lo estoy haciendo bien, al ver a mi pequeño Ryo tan feliz con su vida, al igual que Taiga.

Y ahora me encuentro aquí, sonriendo como un vil tonto ante la visión de Taiga dormido sobre mis piernas, y a un lado Ryo, abrazándolo.  He perdido la cuenta de cuántas veces le he agradecido a Taiga por nuestra vida, por aceptar casarse conmigo, por darme una familia, y por estar siempre a mi lado, en las buenas y en las malas, justo como lo dijo con sus votos el día de nuestra boda

 

 

Fin del POV de Aomine

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-Papi… tengo hambre- Decía el pequeño, quien se levantaba un poco y miraba al moreno, tallándose un poco los ojos

-Ryo… ¡son las 12 de la madrugada! - Dejaba a un lado el control del televisor que tenía en las manos –Vuelve a dormir, o despertarás a papá Taiga…-

-No… yo quiero comer helado… que sea de fresa- Sonreía moviendo un poco a Kagami, quien abría un ojo a las palabras de su hijo.

-Esto es un deja vú- Decía en voz baja

-Daiki… también quiero helado. – Kagami se incorporaba para miraba a su moreno esposo –Y lo quiero lo más frío que se pueda.- Sonreía tomando la mano de su esposo entre la suya.

-¡Demonios! ¿Me harán ir al mini súper sólo por complacer sus antojos?- Fruncía el ceño, para luego notar las miradas de súplica de su hijo y su esposo.- ¡Está bien!.. iré.. – Se levantaba para tomar una chamarra –Taiga… será mejor que me lo recompenses bien-

-Prometo que será la mejor recompensa que te haya dado- Kagami sonreía cautivadoramente.

-¿De qué hablan? ¡Yo quiero recompensa! ¿Es dinero?- Decía el pequeño de cabellos azules a las últimas palabras de Kagami, quien no dejó la oportunidad de soltar un par de risas y miraba cómo su esposo peliazul llevaba una mano a su cabeza y detonaba un ligero rubor en sus mejillas.

                 

 

Notas finales:

 

 

;n; lo sé... no es mi mejor trabajo, pero alguna forma quería escribir este one-shot, no salió como yo lo esperaba, pero aún así espero que les haya agradado aunque sea un poco...

 

gracias por todas sus lecturas y por los reviews! De verdad que aprecio cada uno de sus comentarios! :)


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