LA MEDALLITA
Cuando el ilustre Sr. Abraxas Malfoy recibió aquel individuo jamás se imaginó que este no solo iría por una de tantas historias de rigor sobre un distinguido mago de una de las familias más antiguas del mundo mágico, pues de haberlo hecho, lo habría mandado asesinar en el instante.
El shock inicial fue borrado instantáneamente por una sonora carcajada que para nada aminoro el temple del periodista que seguía inmutable ante el extendiéndole un par de pergaminos infames que exponían su investigación, una investigación que podría destruir su vida y la de su familia para siempre, por eso cuando este extendió una descarada sonrisa en su despreciable rostro el patriarca de la familia más poderosa de Inglaterra mágica no pudo más y le destrozo el cráneo con la cabeza de su más preciada reliquia, su bastón en forma de serpiente, hecha de plata pura.
Ahí, tirado en un charco de sangre, borboteando con desesperación la sangre que emanaba de su boca, intentando en vano de aspirar un oxigeno que ya no accedía a sus pulmones y con gran parte de su masa encefálica fuera de su cráneo, el pobre periodista asfixiado con sus propios fluidos y con el recuerdo de su amada asistente advirtiéndole que no era buena idea meterse con aquella familia, a lo cual el solo sonrió recordándole que todo el poder del cual eran dueños y señores se esfumaría gracias a su trabajo, fue desvaneciéndose al igual que su propia vida… Cuan estúpido había sido, cuan…to.
Se deshizo del cuerpo de aquel infeliz en el primer callejón muggle que se encontró en su camino, desapareciendo entre un fuego maldito cualquier vestigio de lo que aquel infeliz había encontrado, con excepción de una medalla, una pequeña, discreta y sencilla medalla que decía.
“Nicolas Burton, huérfano nº 131516”
-Tú eres un Malfoy, no lo olvides, eres un Malfoy-
-Lo se padre-
-Olvida todo lo que has escuchado, ¡todo!, no permitas que simples palabras y pruebas sin importancias acaben con todo nuestro linaje-
-Por supuesto que no padre-
-Nunca lo olvides, tú eres Abraxas Malfoy, mi hijo, el hijo de mi querido François, nuestro único hijo, asi no tengas ni una gota de nuestra sangre, lo eres, porque eres un mago-
-Pero mi linaje…provengo de un orfanato muggle…y yo…yo podría ser-
-¿Acaso crees que te habría traído a mi hogar de haber sospechado que tenías una sola gota de sangre de esos despreciables seres, lo crees?
-No padre, por supuesto que no- dijo aliviado el mago, mientras su padre desde lo alto lo miraba con autosuficiencia recordando como su amado François perdía la cordura dia tras dia, tras la muerte de su único hijo, descubriendo tras una corta y escasa recuperación como ya no podría engendrar más debido a su condición.
-Es un alivio que tu padre no esté en este cuarto para escuchar lo que dices, porque de seguro lo matarías nuevamente-
La culpa reflejada en aquel hombre que tan bien había criado para causar temor ante cualquier mago, le hacía sentir orgulloso, pues entonces ratificaba cuan bien había hecho en tomarle de pequeño haciéndoles creer a los mugrosos muggles que estaba muerto al cambiarle con su difunto hijo que permanecía gracias a un hechizo de su esposo igual a cuando muriera. Al principio había sido difícil hacerle entender a su amado François que ese niño que había llevado a su hogar era su querido Abraxas pero el tiempo, el dolor y la falta de un pequeño cuerpo tibio entre los brazos de un padre pudo más que la realidad y ya sin importarle si era parte o no de su locura le dejo ser feliz, pues ante el mundo su hijo jamás había muerto, sino que solo se encontraba enfermo, muy enfermo, por eso cuando le vieron nuevamente tras un par de años de aislamiento nadie dudo que fuera aquel pequeño que con suerte vieran apenas en un par de oportunidades.
-Vamos, si ya has acabado aquí vete con tu bellísima esposa y con mi adorado nieto-
-Lucius ha preguntado por ti, desea saber si puede venir a hacerte compañía-
-Que niño, es igual a mi cuando tenía su edad, pero no, no es conveniente que por el momento se venga a encerrar en este estudio, al menos no siendo tan pequeño-
-Lo entiendo padre, se lo diré- dijo el hombre con un ademan de cabeza como despedida -hasta luego padre-
-Hasta luego Abraxas, hasta luego- Se despidió de forma imponente tal y como su imagen dictaba en aquella pintura exquisita sobre la chimenea del estudio del patriarca sangre pura de la distinguida y antiquísima familia de magos que salía por la puerta principal de esta, como el Malfoy que siempre fue, era y seria, hasta el dia de su muerte.
Abraxas Malfoy.
FIN