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Que el cielo decida por VieyraKoko

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Capítulo 01: Callejones

«Tú no eres débil, siempre has tenido un poder que nadie puede vencer. El poder de la bondad… eso es lo que aprendí de ti.»

—¿Otro yo?

Yugi giró la cabeza, meciéndola, estaba en su alma, en el laberinto de su alma. Buscó de donde provino la voz pero solo alcanzó a ver sombras deslizándose por las paredes. Una de ellas era familiar, tan familiar que la siguió por los caminos trazados; pasillos, escaleras, puertas. El japonés se preguntó si aún seguía la sombra correcta hasta girar por un muro llegando a un estrecho cuarto abierto.

—Compañero.

Al ser llamado de aquella manera única Yugi se sintió inundado por un calor reconfortante al verlo de nuevo. No le había visto a detalle como el faraón egipcio que era, de mínimo fue deslumbrante, los ostentosos tocados de oro, la seda roja de su capa, esa piel morena lustrosa y su porte altivo, magnífico, con el pecho en alto reafirmaba su orígen real, casi divino; parecía estarlo esperando, sus ojos delataban profunda añoranza.

—¿Otr-? Atem.

Al escuchar su nombre la visión le sonrió y extendió la mano derecha llamándole a su lado, Yugi no dudó ni un segundo en acudir a ella. En cuanto dio el primer paso Atem se volvió de arena, absorbida por una grieta en el suelo que fue creciendo hasta los pies del menor.

—¡Atem! —gritó corriendo a sostener su mano.

Y solo logró chocar con la realidad.

*

Realidad en medio de una clase de inglés.

—¿Sucede algo señor Muto? —preguntó la profesora de inglés levantando la vista del libro con el cual impartía a la clase.

—¡N-No! —exclamó apenado, levantándose de su banco.

—Entonces, continúe con la lectura por favor.

Por un momento el duelista entró en pánico, ¿en que estaba pensando? Estaba fantaseando durante clases. Miró a todos lados, por suerte Anzu a su lado estaba en un escritorio frente al suyo señalándole disimuladamente el párrafo en el que se habían quedado con su fino dedo índice.

—"The power of kidness… that's what I learned from you" —leyó Yugi en voz alta.

Oh, así que fue eso, por eso estaba soñando con Atem.

*

Del otro lado del mundo Ishizu desayunaba cómodamente con Marik y Rishid tan tranquilos como podía ser una comida. Pasado ya un año desde que el espíritu del faraón Atem y los artículos del milenio habían dejado la época actual, por lo tanto ellos tres eran solo guías, promotores de expediciones buscando reliquias relacionadas con el antiguo Egipto, incluso hasta inversores en proyectos separados, con una vida tan común cómo la que siempre desearon.

O no. El teléfono fijo de la sala timbró repetidas veces.

—-fue por eso que dejó de... hermana el teléfono esta sonando —dijo Marik.

Ella los miró escéptica, ¿no iban a ir ellos a contestar?

El aparato volvió a timbrar y al ver que ninguno de sus acompañantes se movía Ishizu se levanto pesadamente, por supuesto, daban por hecho era una de sus llamadas de negocios a los que se negaban completamente en participar.

—Aló, habla con Ishizu Ishtar —contestó e hizo una pausa—. ¿Hospital?

Su tono llamó la atención de su hermano y Rishid en el comedor.

—Ya veo. Entiendo, entonces voy ahora mismo.

Dicho esto, colgó la bocina y regresó a su lugar en el comedor.

—¿Eran del hospital? —preguntó Marik.

—Si, era la secretaria del hospital general, dijo que no era nada urgente, se trataba de algo olvidado por nuestro padre y querían saber si yo tomaría responsabilidad de eso.

Marik frunció el ceño, escéptico por la tranquilidad de su hermana.

—¿Algo olvidado por nuestro padre en la superficie? Él no hacía uso de la medicina actual siquera.

—Está bien, el alma faraón se ha marchado al otro mundo, no hay más amenazas en esta tierra. Terminemos el desayuno y demos un vistazo por el hospital.

A Marik no le quedó de otra sino obedecer, con o sin collar milenario confiaba en el instinto de su hermana mayor, además, él no tenía ningún mal presentimiento.

*

—¿Todo esta bien hoy Yugi? —preguntó Anzu con un ligero tono de reprimenda en su voz.

Era ya hora del almuerzo, tras despiste de Yugi en la clase de inglés sus amigos estaban reunidos bajo un árbol fuera del edificio comiendo en relativo silencio para escuchar su respuesta, si bien era común verle soñar despierto ese día estaba especialmente melancólico.

—Solo estaba soñando despierto —dijo dulcemente apenado—. Gracias por la ayuda en clase Anzu.

La muchacha sintió su corazón dar un salto, por suerte ninguno de los chicos lo noto demasiado concentrados en bromear sobre un dulce que debían preparar ellos mismo traído por Honda.

—Si no pones atención en clase no pasarás el exámen de inglés de mañana Yugi —bromeó Jounochi tratando de quitarle el empaque brillante al castaño.

—Mira quien lo dice, casi haces un charco de baba al dormir en clase —replicó Honda.

—¡Por eso! Necesito la ayuda de alguien para estudiar y no vas a ser tú, cerebro de tiburón.

Yugi sonrió apenado por la incipiente pelea. Desviando la mirada al cielo en calma soltó un suspiro, habiendo pasado meses desde el duelo ceremonial nada particularmente extraño se presentó en sus vidas, por ello no entendía esa extraña sensación en su pecho ni el deseo cada día más fuerte por volver a ver al antiguo faraón egipcio.

—Yugi —llamo Hanasaki con propiedad desde el otro lado del patio, acercándose a ellos sosteniendo un cuadernillo.

A su lado Bakura sonreía incómodo volviendo la escena bastante extraña, ellos no eran amigos, ni siquiera un poco.

—¿Que sucede Hanazaki?

—Quería hablar con ustedes, es sobre el festival escolar.

Todos los ojos se volcaron sobre Ryo, claramente esa pintura de inquietud en su rostro indicaba sería algo raro. Yugi prefirió ignorar esos malos pensamientos con la premisa que nada demasido peligroso vendría de Hanasaki y esbozó una de sus enormes sonrisas, adorando los días normales de escuela.

Una parte de él creciente, oculta en lo más profundo por elección propia seguía extrañando al espíritu del faraón. No se sentía solo o débil, sencillamente quería verlo, un anhelo irreal y nada más.

Mientras Hanazaki hablaba emocionándose cada vez más, Anzu vigilaba por el rabillo del ojo al soñador Yugi.

*

Ishizu miró ligeramente molesta a su hermano menor y Rishid vigilándola en la recepción del Hospital General del Cairo les dijo cien veces durante el desayuno y antes de salir de casa que no era necesario acompañarla pero ellos tercos lo hicieron.

—Soy Ishizu Ishtar, me llamó el doctor Benson.

—Oh si, la señorita Ishtar —la enfermera frente a la computadora tecleó un par de cosas—. Siga la línea gris hasta el elevador, en el cuarto piso, habitación 483 la espera el doctor Benson.

—Gracias —se giró hacia sus acompañantes y les miró severa—. Esperen aquí.

Mientras se dirigía al lugar Ishizu desconfió, el cuarto era el último piso, dónde estaban las habitaciones, nada relacionado a investigación, laboratorio o cualquier otra cosa por lo que llamar a los dueños de museos y colecciones egipcias Ishtar.

¿Qué dejaría su padre en el cuarto piso?

—Señorita Ishtar, la estaba esperando —dijo un hombre ya entrado en años pillándole en el pasillo.

—Buenas noches doctor Benson —dijo extendiendo la mano para saludarlo.

A Ishizu Ishtar le agradaba el doctor Charles Benson, ese hombre canoso y amable había sido el doctor de su anormal familia desde que ella asumió el liderazgo, sin duda la persona mas firme y compasiva para dar noticias críticas.

—Verá, la he llamado por un asunto muy delicado.

—Nada respecto a mi padre es fácil de digerir, no sabía que ustedes se conocieran —admitió sonriendo.

—Él era una persona misteriosa, un par de encuentros bastaron para dejar huella en mi memoria —recordó sonriendo afable antes de dar un suspiro—. Esperaba nunca darle sus problemas, señorita.

—¿De qué habla?

El doctor se detuvo ante la puerta cerrada de la habitación 483.

—Hace diesciocho años un matrimonio cercano a su padre tuvo un accidente automovilístico junto a su hijo de tres años, aunque los tres llevaban el cinturón de seguridad solamente el pequeño se salvó en un inevitable estado de coma y por alguna razón su padre fue muy insistente en mantenerlo vivo, pagando incluso grandes cantidades de dinero siendo bastante agresivo. Desde entonces lo hemos mantenido en animación suspendida.

El médico hizo una pausa dándo tiempo Ishizu de sopesar la historia, la recordaba cómo una mujer correcta y responsable, podía verlo en sus profundos ojos, esperando calmada escuchar lo que seguía.

—Él dio la instrucción de dejar la situación en manos del siguiente líder de la familia Ishtar, por cómo les he visto en los últimos meses, con usted llevando los negocios exitosamente junto a sus hermanos decidí entregarles la responsabilidad. Sin embargo, desde hace casi un mes sus signos vitales estuvieron irregulares, padeció ritmo cardíaco alto, breves shocks respiratorios e incluso un inusual aumento de masa muscular, jamás en todos mis años de experiencia vi algo así y fue todavía más grande mi asombro cuando despertó ayer por la noche.

La mujer contuvo la sorpresa a solo fruncir sus delgadas cejas.

—Él no debe tener más familia además de la nuestra —intuyó.

—Es bueno que usted esté al frente de la familia Ishtar, confío sin lugar a dudas en su juicio.

Ishizu sonrió levemente, convencida.

—¿Puedo verlo?

—Sí, se encuentra estable, ha comido y en un par de días podrá caminar con normalidad. Debo advertirle, no recuerda absolutamente nada de quién es ni de su infancia, salvo a su nombre.

Dicho esto tocó la puerta antes de abrirla y entró primero.

—Con permiso, ¿Cómo te sientes?

—Mejor, me hizo muy bien el desayuno.

—Ha venido alguien a visitarte, ella va a ayudarte con lo que necesites.

El chico asintió.

—Pase por favor señorita Ishtar.

La mujer pintó su mejor rostro de serenidad, quebrada tan pronto sus ojos chocaron con los confundidos rubíes del chico.

Tenía un parecido pasmoso con Yugi al ser poseído por el espíritu del faraón, llevaban el mismo extraño estilo de cabello y su rostro denotaba una firmeza de rasgos mayor a la del chico, de bella piel morena y ojos rojos le demostraron que no se trataba del chico japonés.

—¿Isis?

Apretó los labios conteniendo la respiración, intentando no verse impactado por el cómo fue llamada. Giró a ver el semblante confundido del doctor y consiente que no era propio de ella impactarse así, carraspeó.

—Soy Ishizu Ishtar, ¿recuerdas tu nombre?

El muchacho frunció el ceño.

—Soy Atem.

—¿Nada más?

En respuesta solo negó con la cabeza.

—Eres Atem Ishtar, mi querido primo.

Le dijo con tanta dulzura que fue incapaz de cuestionarle nada. A fin de cuentas fue buena idea ser acompañada, pues esta vez no sabría cómo actuar estando sola.

Continuará…

Notas finales:

Holii~

Este es el primer Fanfic que escribo en mucho tiempo, espero que esta suerte de Prólogo no resulte muy enredada, sin embargo quiero aclarar dos cosas.

La primera es que esta ubicada en el manga, me he saltado un par de detalles al leerlo porque mi inglés no es bueno, pero de sus diferencias con el anime es que el faraón y Yugi nunca se conocieron en las memorias del primero y Rebecca jamás hizo aparición formal y me pareció apropiado para la trama que tengo planeada.

La segunda es que el reloj del Cairo esta 7 horas atrasado al de Tokio. Es decir que si en Egipto son las 8 de la mañana en Japón son las 3 de la tarde. Y sé que Yugi vive en la ficticia ciudad Domino pero imagino que esta ha de ser cercana a Tokio.

Hasta entonces~


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