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“Más que una simple amistad” por barahime

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Notas del fanfic:

Mi primer fic original <3

Espero les guste n.n

 

Notas del capitulo:

Dedicado a mis amores Daniel y Oswaldo... espero les guste y si no me los madreo cuando los vea n.n

Los amo <3 XD

 

“Más que una simple amistad”

 

 

Cuando lo conocí jama pensé que se convertiría en una persona tan importante para mí. Pocos eran los amigos que se suman a mi lista, estos se contaban con los dedos de la mano y aun así me sobran varios más. Pero aun  así, a pesar de eso él fue el que encabezó la lista desde que se hizo parte de mi vida.

*/*/*

 

 

El nerviosismo del primer día de escuela me llenaba como muchas cosas no lo hacían, no era una persona reservada, al contrario vivía la vida como si de una fiesta se tratara, por lo que me sentí tan mal de llegar a aquella escuela y no conocer a nadie. Fueron casi dos semanas después de entrar a la preparatoria que le empecé a hablar o más bien, él a mi…

 

 Estaba ese día fuera del salón, mirando desde el barandal del segundo piso, cómo los demás que ya habían conseguido algún amigo jugaban futbol, extrañaba los días de secundaria en los que yo también hacia eso. Realmente no estaba prestando total atención a eso, pero tampoco a algo más; por eso fue que me sorprendí un poco al percatarme que un chico de mi salón me hablaba.

 

 

—No eres muy hablador que digamos ¿verdad?— me preguntó aquel chico mientras se paraba a lado mío en aquel barandal.

—No es eso, solo que soy algo penoso— mentí, o tal vez no porque en ese momento de verdad la tenia. No dijo nada más por varios minutos.

—Mira tengo los brazos chuecos— me dijo de repente descolocándome un poco. Y es que no creo que la gente vaya por ahí diciendo que tiene alguna parte de su cuerpo chueco. Aun así me causó gracia y no pude más que soltar una carcajada.

—Y también te estás quedando calvo— me atreví a decir señalando su cabeza, aun con la risa atravesada en la garganta.

—Ahh… sí, bueno es por el gel— me dijo pasando su mano por su cabeza de cabello corto.

— ¿Entonces qué usas?— le pregunté divertido.

—Gel…— dijo sin más con una sonrisa. No pude evitar reírme más; aquel tipo simplemente estaba loco.

—Ahh ok…

—Y a todo esto, ¿cómo te llamas?— me preguntó de repente.

—Daniel, ¿y tú?

—Oswaldo— me respondió y desde entonces jamás nos separamos.

*/*/*

 

 

Pasaron dos años y seguíamos siendo los mejores amigos, tanto él como yo tuvimos novia, pero nada importante, o al menos de su parte porque creo que yo si me llegue a enamorar. Fue en ese entonces que, con el corazón roto por mi reciente ruptura, nuestra amistad se convirtió en algo mas…

 

Tenía el corazón roto, de verdad y no es por exagerar pero claramente podía escuchar cuando los cachitos de este caían para enterrarse en mis entrañas y hacerme sufrir más. Sin duda el rompimiento con Miriam había sido lo peor que había experimentado, después de que casi mi gato muere. Pocas eran las personas a las que quería y ella sin importarle en mínima lo que sentía llego un día diciendo que había alguien mas ya en su corazón.

 

Tuve ganas de golpearla y escupirle en la cara, de matarla y arrojar su cuerpo al canal. Pero no podía, no, porque en el fondo aun la amaba.

 

 

—Tienes que calmarte y superarla— me había dicho Oswaldo. Se quedaría en mi casa a dormir ya que habría puente en la escuela y estaría conmigo todo el fin de semana.

— ¿Y cómo mierdas quieres que lo haga?— le dije casi gritando.

—Pues no sé, busca a alguien más o que se yo— me dijo sacándome un poco de quicio. Yo no sabía cómo él podía ser tan seco. Con anterioridad él ya había sufrido una decepción con su antigua novia Anabel pero no recuerdo haberlo visto tan mal como yo ahora estaba.

Sé que le dolió aquella ruptura, igual o incluso más que lo que me dolía a mí la mía; pero él nunca lo demostró. Había días en los que se veía mal, pero aun así jamás le vi llorar. Me gustaría ser tan fuerte como él.

— ¿Cómo le hiciste tú para olvidar a Anabel?— le pregunté con los ojos llorosos.

—Lloré toda una noche, jurando que esa sería la única— me dijo llenándome de asombro— al día siguiente me levanté con la convicción de que jamás lloraría por ella, la superaría y esperaría a que la indicada llegara a mi vida.

—Pero ya no quiero llorar— le dije y me sonrió, me abrazó y por primera vez en todos aquellos días me sentí bien.

 

El fin de semana pasó para mi pesar muy rápido, entre películas y chatarra. El domingo en la mañana despertamos más a fuerza que de voluntad con los gritos de mi madre, alegando que ya eran más de las tres de la tarde. Ambos estábamos en mi habitación en mi cama, siempre compartíamos mi cama o la suya cuando me quedaba en su casa.

 

Abrazados el uno al otro…

 

Aquel día en la tarde cuando Oswaldo se fue a su casa, fue que me puse a pensar en todo lo que había vivido con él. Siempre íbamos juntos a todos lados, ya hasta habíamos quedado que yo sería el padrino de su boda y futuros hijos. Siempre que nos dejaban tareas o trabajos de equipo en la escuela él siempre estaba conmigo. Para todos lados íbamos juntos, como si fuéramos hermanos.

 

Pasó una semana luego de que fue a mi casa, ahora ya no estaba tan deprimido por el fin de mi noviazgo y si lo estaba él se encargaba de distraerme para que no me sintiera mal. Todo iba bien hasta ese momento, perfecto hasta aquel día en que nos invitaron a aquella fiesta en casa de otro de nuestros amigos.

 

—Hoy me pondré la borrachera de mi vida— le dije animado de camino a casa de Axel quien al ser su cumpleaños había organizado una fiesta.

—Mientras al final no te pongas a llorar y contarnos tus penas está todo bien— me dijo con burla, con aquella típica sonrisa que ya empezaba a ponerme de nervios.

—Si lloro o algo sácame de ahí— le pedí en broma a lo que él aceptó.

 

Cuando llegamos ya varios de nuestros amigos estaban en el lugar, Aldo y Héctor se encontraban platicando con Axel acerca de que faltaba más alcohol, Ricardo y Juan Carlos se reían de cualquier estupidez que el primero decía. Y así varios mas, la mayoría éramos hombres, las pocas mujeres que habían eran el típico grupo de chicas mamonas que solo iban a ver si conseguían novio o en dado caso  sexo y ya.

 

Y todo iba bien, hasta que al estúpido de Axel se le ocurrió jugar botella…

 

Todos nos sentamos en círculo, Ricardo y Aldo estaban felices de la vida porque sus novias no habían aceptado ir y así podrían hacer lo que se les viniera en gana. Los demás solo esperábamos que no nos tocara con alguna fea de las allí presentes.

 

El primero en caer fue Héctor que tuvo que besar a una de las sabrosas que había ido aquel día, sinceramente al final sentí nauseas de ver como su lengua se enroscaba con la de la tipa en aquel beso frenético que se estaban dando, no dudaría de que al final de la fiesta éste se fuera con ella. Así uno a uno fue cumpliendo tanto con sus castigos, verdades, besos y demás. Hasta que me tocó mi turno.

 

—Vamos apúrate que la noche no dura tanto— me apresuró Aldo que ya estaba que se caía de borracho.

—Ohh no seas desesperado— dije mientras ponía a girar la botella en aquel piso helado sobre el que estábamos.

 

Para mi buena o mala suerte el castigo iba sobre mí, ya que me había tocado decir una verdad antes, Ricardo al estar en frente de mi le tocó elegir lo que en aquel turno haría, sonrió con sorna, casi como si hubiera esperado con deseos aquel momento.

 

—Bien— dijo y me miró con aquella sonrisa de maldito que se carga.

— ¿Aja?

—Quiero que beses a Oswaldo— dijo y soltó una risa que fue acompañada por los demás presentes. Ese tipo en definitiva estaba loco.

— ¿Qué?, ¡No!— me quejé, o sea cómo porqué iba a besar a Oswaldo.

—Es tu castigo y lo debes hacer— dijo Axel como si nada mientras le sonreía a Rick, ya todos sabíamos que aquellos dos eran más bisexuales que… bueno en ese momento no pensé en nadie más bisexual que ellos pero no por eso tenían derecho a querer hacer a los demás así.

—No, están locos— dijo de pronto Oswaldo que hasta el momento había guardado silencio.

—No me importa estamos jugando y dijimos que todo se valía— se defendió Ricardo, que para ese entonces le deseaba con toda el alma que su novia se enterara de lo puto que es y lo cortara.

—Está bien— dije ya molesto. Sabía que Oswaldo no se dejaría pero bueno ya qué.

—Perfecto, bueno bésense— dijo él y me acerqué a Oswaldo que me veía casi con miedo.

—Es castigo— le dije en un susurro antes de abalanzarme a él y juntar nuestros labios. Al principio se oyeron las risas y gritos de todos los presentes, pero se callaron conforme el beso avanzaba y nosotros seguíamos ahí pegados como si en verdad lo deseáramos. No sé porqué todo salió así, aquel beso creo que duró mas de lo que debía… y aun así no me desagrado en lo mas mínimo.

Al separarnos de aquel beso nadie dijo nada, solo nos miraron casi sorprendidos, al final tuvimos que reírnos para que todo volviera a la normalidad.

—Jamás pensé que aceptaras besarlo— me dijo de pronto Axel.

—Ni yo, pero echémosle la culpa al alcohol— le dije con una sonrisa que él respondió.

La fiesta siguió hasta que la última gota de cerveza y vodka se acabaron, cuando todos ya no sabíamos ni qué estábamos haciendo o diciendo. O al menos eso dijimos todos al otro día, cuando sufríamos de resaca y vomito.

*/*/*

 

Dos semanas después de lo de la fiesta y que mi beso con Oswaldo se hiciera chisme en toda la escuela, las vacaciones llegaron. Pronto seria navidad por lo que hasta al final aprovechamos mi amigo y yo de estar juntos.

 

Aquella vez me tocó a mí ir con él, llené mi mochila de lo indispensable y partí a la parada del autobús para llegar a su casa. Cuando llegué no hizo falta ni siquiera que tocara la puerta ya que afuera de su casa estaban su mamá y hermanas con maletas.

 

—Hola Dany— me dijo la señora al verme.

—Hola señora— la saludé, me abrazó y sonrió para despedirse pues por lo que pude entender ellas se irían una semana a casa de su mamá para desquitar el que la navidad no estarían con ella. Oswaldo al haber quedado conmigo y no ser muy social con el resto de su familia decidió quedarse en casa.

—Mas les vale no hacer nada malo mientras no estamos en casa o me las pagaran— nos advirtió la señora antes de partir. Cuando las tres mujeres se alejaron lo suficiente de la casa Oswaldo y yo entramos.

—Tenemos casa sola— le dije a él con una sonrisa.

—Sí— rió y me invito a pasar a su habitación.

 

La tarde como siempre se nos fue entre películas y Xbox, ya era normal que solo hiciéramos eso aparte de comer cualquier bolsa de frituras y demás.

 

Fue hasta ya pasadas las tres de la mañana que decidimos dormir, y por primera vez desde que lo conozco me puse nervioso de dormir con él, en su cama los dos juntos cuando en la casa no había nadie mas... aun así me acosté a su lado, esperando que el cansancio me llegara y me hiciera dormir. Pero no fue así, Oswaldo cayó dormido casi al instante que todo la almohada, pero yo no pude, de repente los nervios se hicieron más, no sabía qué hacer para poder calmarme y para conciliar el sueño y por fin caer dormido, por lo que opté por ponerme a pensar, en nada en concreto pero lo que fuera con tal de olvidarme un rato que a lado de mi estaba mi amigo, al que había conocido un agosto de hacía casi dos años…

 

Vinieron a mí los recuerdos sin que quisiera realmente pues todos eran de él. Cada uno de los momentos que pasamos juntos ahora venían a mi mente como cascadas a punto de arrastrarme lejos y ahogarme. Suspiré pesadamente y grande fue mi sorpresa al voltear a verlo y darme cuenta que él me miraba. No sabía desde hacia cuánto lo hacía, sentí el calor subir a mis mejillas y por primera vez odie ser tan blanco pues estaba seguro que aunque la habitación estuviera poco iluminada él se daría cuenta del rojo que se había plantando en mis mejillas.

 

— ¿En qué tanto piensas?— me preguntó mientras se acomodaba en la cama para quedar mejor de frente a mí.

—Ehh… en nada— le respondí casi tartamudeando, me sentí tan idiota—bueno sí pienso en algo— y me sentí más idiota al decir eso.

— ¿En qué cosa?— me preguntó.

—En el día de la fiesta— le dije agachando la mirada pues no me atrevía a verlo.

— ¿Qué hay con eso?— siguió preguntando y por un momento me hartó que para todo lo que le decía el preguntara algo más.

—Nada…

—Yo también he pensado en ese día— me dijo sorprendiéndome un poco pues jamás pensé que él hiciera algo así.

— ¿Por qué?— fue mi momento de preguntar.

—Por  que hay días en que quisiera que se repitiera— me contestó simple mientras se sentaba a mi lado.

—Tantas fiestas te harán daño— le dije con una sonrisa para después yo también sentarme de frente a él.

—En eso no…

— ¿Entonces en qué?— le pregunté confundido.

—En esto— dijo y sin que lo esperara me besó…

 

Estaba realmente sorprendido, jamás en la vida imaginé que mi mejor amigo me besara “de nuevo”, mi corazón latió casi desembocado mientras sentía como su lengua se adentraba en mi boca. Sentí el sabor dulce de su saliva mezclarse con la mía y cómo nuestras lenguas se enredaban rítmicamente para seguir con ese contacto. Poco a poco sentí el calor invadir mi cuerpo y me sorprendí aun mas cuando sentí las tibias manos de mi amigo adentrarse entre mis ropas para tocar mi piel que a su contacto se erizó.

 

Aquellas sensaciones no eran nuevas para mí, las viví muchas veces anteriormente, pero jamás con un hombre, jamás con un amigo.

 

—Ahh…—un gemido ahogado salió de entre mis labios aun presa de los suyos al sentir como sus dedos delineaban mis pezones y los ponía erectos— dete…detente— le pedí tratando de separame de él pero fue inútil. No me soltó, al contrario se aferró mas a mí con su otra mano, mientras seguía con su labor de tocar mi piel llenándome de un placer sin igual.

 

De pronto me hallé acostado por completo en su cama con él sobre mí, con sus labios aun pegados a los míos y sus manos demasiado ocupadas tratando de alzar mi playera.

 

—Levanta los brazos— me dijo separándose por primera vez de mis labios, aquellos que ya sentía hinchados por las constantes succiones y mordidas que me daba.

— ¿Qué?, ¡No!, estás loco, déjame— dije tratando de huir de él pero me fue imposible.

—Sí, lo estoy, por ti— me dijo de pronto, aquello me sorprendió, desde cuándo mi amigo gustaba de mi, desde cuándo aquello me hacia feliz— y sé que tú también lo estas por mí.

—Estás loco, déjame— le pedí tratando de salir de debajo suyo— ¡Ahh!— gemí avergonzado al sentir su mano apretar mi pene, haciendo presión en este para que yo me quedara quieto— de…detente por…favor— le pedí al borde de la histeria, sentía mis ojos aguarse. No entendía todo eso que me estaba pasando, estaba sorprendido de que Oswaldo estuviera haciendo eso conmigo.

— ¿Sabes por qué pude olvidar tan fácilmente a Anabel?— me preguntó soltando mi pene pero tomándome de las muñecas para evitar que huyera.

—Por que lloraste toda una noche por ella— le dije recordando lo que con anterioridad me había dicho.

—No— me dijo serio— la olvidé por que en el fondo jamás estuve enamorado de ella, porque en el fondo a quien realmente amaba era a ti…— dijo y me besó de nuevo. Aquellas palabras sin poder evitarlo me llenaron de felicidad y ya sin rechistar mas, me dejé hacer.

 

Pronto sus manos se deshicieron de toda mi ropa y la suya, estaba cien por ciento nervioso pero confiaba en que mi amigo jamás jugaría conmigo y en el fondo, quizás desde hacía mucho tiempo yo también quería que aquello pasara. Sentí sus manos acariciar mi pálida piel y sus labios besar mi cuello, sentía su saliva enfriarse sobre mi piel enviándome más de mil escalofríos, yo no sabía qué hacer, solo podía seguir gimiendo y corresponder a sus demandantes besos. Arañé su piel cuando las sensaciones se volvieron casi insoportables.

 

Gemí su nombre entre besos y caricias, cuando sentía su pene chocar con el mío en aquella fricción tan placentera que nuestros cuerpos juntos y calientes generaban. Mi piel al igual que mi interior ardían en deseo, deseo de sus labios y caricias, de tenerlo dentro.

 

—Lámelos— me pidió poniendo frente a mi boca tres de sus dedos. Tuve terror, sabía que todo esto estaba pasando demasiado rápido, era como esas novelas en las que en un día la pareja se ama y se entrega y al siguiente se odiaban, yo no quería que pasara aquello. Tuve miedo de ser usado, de ser votado y olvidado al día siguiente—. Confía en mí— me dijo como adivinando mis pensamientos.

—Ok…— le respondí y me dediqué a lamer aquellos dedos hasta que quedaron empapados.

No sabía cómo es que Oswaldo sabía tanto del sexo entre hombres, aun así quise confiar en él y me entregué por completo.

—Te quiero— susurró sobre mis labios antes de volverlos a besar casi con desesperación, aquellas palabras me gustaron tanto. Fui feliz…

—Mmmg…—gemí al sentir uno de sus dedos danzar entre mis nalgas abriéndose paso en mi interior. Cuando lo tuve dentro no pude evitar sentir molestia, jamás imaginé tener algo dentro de mí.

—Tranquilo…—susurró tiernamente a mi oído. Movió aquel dedo dentro de mí con calma, una que de pronto sentí innecesaria y estorbosa, necesitaba que se moviera más, que estuviera más adentro. Y de nuevo leyó mis pensamientos, pues de golpe metió los dos dedos restantes sacando un pequeño gemido de dolor e incomodidad, pero pronto paso para darle la bienvenida a un placer que jamás había sentido.

—Ahh— gemí entre besos mientras él seguía moviendo aquellos largos dedos dentro de mí.

—Voy a entrar— me avisó sacando sus dedos de mi interior para inmediatamente remplazarlos por su duro pene. Sentí miedo por un momento, aguanté el dolor de tenerlo dentro de mí.

—Ahhh due…duele— susurré ahogado mientras él seguía adentrándose.

—Cálmate, ya pasará— me dijo tomando entres sus manos mi pene y comenzarlo a masturbar; el placer que sentía cada vez empezaba a ser mayor. Moví mis caderas dándole a entender que podía moverse.

Las embestidas empezaron siendo lentas y calmadas para después ser rápidas, casi como el ritmo acelerado de mi corazón. Sentía sus labios en mi cuello, succionándolo, sus uñas arañar la piel de mi cadera y su aliento caliente con la respiración tan acelerada como la mía. Aquello simplemente era lo mejor que había experimentado, cada estocada me hacía sentir en las nubes, el placer era exquisito y sin igual.

 

No sé cuánto tiempo pasó desde que Oswaldo se había adentrado en mí, pero me sentía cansado, por un momento sentí que ya no me podía mover ni que de mi garganta pudiera salir un gemido o grito mas, pensé todo aquello hasta que su pene dio con mi próstata, haciendo que casi me desmayara del placer.

 

—¡Ahh!— casi grité cuando sentí que daba de lleno con aquel punto.

—Por fin lo encontré— dijo riendo mientras me tomaba con mucha mayor fuerza, sentí sus fuertes brazos alrededor de mi cadera y cómo con agilidad se sentaba sobre la cama conmigo sobre su regazo.

 

Sentí su pene adentrarse más en mi dando de lleno a aquel punto tan jodidamente placentero, me aferré a su cuello y besé sus labios ya sin vergüenza, brincaba encima de él como si en ello se me fuera la vida. Solté mas de mil gemidos al igual que él, recuperando fuerzas de quién sabe dónde para poder seguir montándolo y poder alargar mas aquel momento.

 

Hasta que con unas estocadas mas y varios besos húmedos ambos terminamos…

 

—Te quiero— volvió a repetir mientras me abrazaba y besaba mi frente.

—Y yo a ti— por primera vez le dije, con una sonrisa idiota sobre los labios, abrazado a él, buscando el calor que el frio de la noche trataba de llevarse.

 

 

Desde aquel día Oswaldo y yo estuvimos juntos, amándonos. Siendo amigos, siendo amantes…

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero les haya gustado, espero sus opiniones por favor.

Gracias por leer. n.n

Sayo

 

 

Kira...


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