*¿Cuál es el verdadero propósito de mi misión? ¿Qué debo hacer cuando mi enemigo ha robado mi corazón? Dime dios mío, tú que me das el poder de enfrentar estos seres de la oscuridad ¿Por qué no liberas mi alma de este martirio? Pero aquí me tienes, sucumbiendo a los deseos carnales con esta criatura. Es que acaso ¿hay otra forma de agravar mi pecado?*
. . .
Con sus negras vestimentas rasgadas, el sacerdote era asechado por su fiel enemigo. La pelea estaba decidida, había perdido en el preciso momento en que se dio cuenta que no podía matarle, no a él. El vampiro peli verde vio la duda en sus ojos y sonrió satisfecho.
El pobre rubio empleó lo que tenia para retener a su oponente hasta que el sol saliera, tomo lo que quedaba de agua santa y la usó para hacer una barrera, pero sabía que no duraría mucho, una vez que el vampiro clavara sus colmillos en él, le pertenecería por toda la eternidad.
Pero una parte de él quería pertenecerle, a ese ser tan misterioso con sus enigmáticos ojos… pero otra parte de él le decía que perdería su alma si se dejaba vencer.
Muchas dudas… dudas que no podía permitirse, había jurado matar a esas criaturas de la noche en nombre de dios, había jurado pertenecerle solo a dios, pero ¿y si ese vampiro se convertía en su dios?
Esa fue la última duda que pudo permitirse, su barrera se rompió en cuanto aquel pensamiento cobró forma y le abandonó al destino que había elegido. Su enemigo se acercó lentamente, la noche aun guardaría su presencia por unas horas, horas que disfrutaría lentamente con aquel sacerdote rubio que había llamado su atención.
Terminó de rasgar sus ropas y quemando su mano con el agua bendita que había salpicado el rubio sobre si. El vampiro miró su mano y sonrió antes de acercarla a la boca del rubio.
- Lámela – le ordenó.
- No – se negó el rubio temeroso.
- Mala idea – sonrió para sí el peli verde.
El vampiro tomó al sacerdote de su cabellera rubia y lo sometió en un rápido movimiento, dejando a cazador inmovilizado boca abajo en el piso de la iglesia. Se acercó a su oído y le susurró.
- Debiste lamer la herida – dijo para después lamerle su oreja – veamos si tu dios te ayuda ahora –
- ¿Qué vas a hacer? – preguntó con temor tratando de zafarse o por lo menos mirar esos ojos escarlata.
- Te haré mío – le respondió.
- ¡no! –
Pero ya era tarde, el vampiro estaba ultrajando su cuerpo con una sola mano, mientras le mantenía inmóvil con la otra. Recorría libremente aquel cuerpo puro saboreando cada centímetro de su piel. Quería mancharle, tanta pureza en un solo hombre creaban aquella descontrolable atracción en él que sentía la necesidad de contaminarlo, de que le perteneciera solo a él. Sintió como el cuerpo de su víctima comenzaba a reaccionar y se relamió con malicia.
- Mira – dice apretando la erección del rubio – parece que estas falto de atención aquí –
- N-no – trata de negar pero con aquellas caricias su cuerpo no podía resistir.
- ¿no? Pero si ya estas goteando – dice oprimiendo el miembro – veamos si esta parte es más honesta –
Lentamente deslizó la mano húmeda hacia la entrada del rubio, acarició lentamente el agujero para estremecer a su víctima y luego lo penetró violentamente con uno de sus dedos, escuchando un gemido de dolor de parte del sacerdote.
- Voy a ensuciarte – le susurró mientras sacaba sus dedos y lo volvía a penetrar violentamente – ensuciaré cada parte de tu cuerpo así ni tu dios te reconocerá –
- *dios… si me escuchas… si estás ahí… dime ¿Por qué no puedo resistirme a este sentimiento?* - pensó atormentado el religioso – *ampárame en este momento y no me dejes caer en este pecado a manos de esta criatura de la noche y dame las fuerzas para resistirlo…* -
Pero nada impidió que el vampiro continuara profanando su cuerpo, provocando las sensaciones prohibidas que por tantos años se había negado. Pero eso estaba a punto de cambiar a manos del vampiro.
El peli verde sacó los dedos con los que había profanado sin piedad el virginal cuerpo del eclesiástico y con su mano libre se deshizo de sus propios ropajes, colocando su miembro a centímetros del rostro del rubio.
- Lámela – dijo pegándola a centímetros del rostro del contrario – o volverá a dolerte –
- *dios… si aun estás conmigo… perdóname por caer en el dulce pecado* - se lamentó antes de ceder y abrir lentamente su boca.
- Buen chico – dijo el vampiro ahogando un gemido.
El rubio saboreó aquel miembro en su boca que era introducido hasta lo más profundo de su garganta hasta casi ahogarle. El vampiro suavizó el agarre y el sacerdote quedó a sus pies mientras lamia hasta donde alcanzaba su boca. Pero unos momentos después el vampiro le detuvo, levantando la cara del rubio para mirarlo de cerca.
- Buen chico – dijo a una corta distancia – aquí tienes tu premio –
Y en un pequeño movimiento juntó sus labios, mezclando sus salivas a medida que introducía su lengua, saboreando aquella cavidad que solo lo había probado a él. Deshizo el beso dejándoles conectado por un hilo de saliva y miró al cazador a los ojos, quedando perdido por un momento en el mar azul de sus pupilas. La ansiedad le atacó de nuevo, debía profanarlo aun más, quería quedar grabado en lo más profundo de su alma. Le colocó de espaldas en el piso y se posicionó entre sus piernas, tomando el miembro del rubio en sus manos y comenzando a masajearlo nuevamente, pero deleitándose con la cristalina mirada que le dirigía el sacerdote que aun mantenía un crucifijo en su cuello. Sin poder resistirse un minuto mas y a momentos de que la noche terminara, le penetró lentamente, escuchando los gemidos del contrario como el canto angelical tan lejano para él. Le embistió dándole en ese punto, ahogándole en la lujuria del placer y deleitándose con los gemidos del cazador. En un par de embestidas el rubio terminó, esparciendo su semilla por la sagrada iglesia, mientras sentía como su interior se inundaba por la corrupta semilla del pecado.
- *dios… quisiera saber… si este pecado podrá ser perdonado… o ahora seré uno más de tus ángeles caídos* -
El vampiro salió cuidadosamente de su interior y vio el cuerpo que acababa de profanar y se relamió nuevamente, no estaba satisfecho, a pesar de haberlo poseído… no era suyo completamente. Maldijo en sus pensamientos a aquel dios a quien devotamente le rezaba el rubio y al cual llevaba presente en sus pensamientos. Se levantó y arregló sus ropas para prepararse a marchar, cuando el rubio extendió la mano inconscientemente hacia él.
- *dios… si está bien que albergue estos sentimientos… si debo consumir mi propia alma para estar con esta persona… permíteme liberarme de tus ataduras para convertirle a él en mi dios* –
Y como si dios hubiera escuchado aquella única plegaria, aquel crucifijo que colgaba de su cuello se rompió cayendo al piso de la corrompida iglesia. El vampiro sonrió con malicia y tomó la mano que se alzaba hacia él con su mano aun herida.
- Lámela – le dijo al rubio que aun estaba desnudo en el piso.
El rubio llevó la mano herida a su boca y la lamió cuidadosamente mientras el vampiro le cubría con su capa. Ambos se fueron con el amanecer dejando aquel crucifijo roto junto a las pequeñas gotas de semen como únicas pruebas de aquella noche.