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Notas del fanfic:

Capítulo 4 de Free my heart sin ningún cambio.

Notas del capitulo:

¡Hola!

Bueno, creo que hay personas que ya han leído este capítulo en Free my heart, pero si resulta que no, ¡bienvenido! Este episodio es parte del fanfic anteriormente mencionado, pero no tiene demasiado que ver con la historia que manejo allí. Sólo lo hice porque me apeteció, así que lo escribí de manera que entrara un poco en el universo de Free my heart sin que estorbara ni se pusiera en el camino de los personajes principales. 

Pues ahora vengo a tomar la decisión de ponerlo como un One Shot (lo que debí haber hecho desde un principio) con el Tag de ReiGisa, sin meter a los otros personajes, como hice hace tiempo.

Este episodio se da después de que Haru casi se ahoga practicando en el club y de que Makoto lo salva, para después terminar persiguiendo y ser rechazado por él. 

Esa es la única explicación necesaria para entenderlo, así que... ¡a leer!

+ Rei Ryugazaki +

 

Y ahí estaba yo. Con un montón de tarea de aritmética en casa, pero limpiando la alberca del club. La mánager había acordado con nosotros que la alberca iba a ser limpiada una vez por semana y, obviamente, el novato va por delante. Makoto, Nagisa-kun y ella misma decidieron que era mi deber como el último miembro en unirse al club. Y yo, como había sido costumbre desde que había conocido a muchachos tan sinvergüenzas, no había podido negarme. Para ese entonces, Haruka-senpai se había ido ya, después de casi haberse ahogado y ser salvado por Makoto. Todos lo habíamos visto marcharse, empapado y, al parecer, molesto. Makoto había ido tras él, y después de unos minutos había regresado murmurando algo como “No pude alcanzarlo”.

En fin. Las diez de la noche y yo aún tenía que regresar a mi casa, hacer la tarea, y preparar el desayuno que llevaría a la escuela. Sabía que de perdido tendría que haber traído mis cuadernos.

Suspiré. Saqué el último insecto del agua con la redecilla y lo puse en la bolsa donde estaban los demás. Me daba igual si no había sacado todos. Era de noche y las farolas no hacían su trabajo muy bien que digamos.

Me levanté del suelo —había estado sentado varias horas haciendo mi trabajo, junto a la alberca — y fui a las bancas por mi mochila que, pesaba un montón, y casualmente no tenía ninguno de los cuadernos que necesitaba. Maldije la natación por un momento.

Cuando estuve a punto de irme, vi que en otra de las bancas había un cuaderno solitario. Lo tomé entre las manos y lo hojeé. Era de Nagisa-kun. Por un momento pensé en dejarlo allí, para que él pudiese encontrarlo mañana, pero vi que era el cuaderno de aritmética. Lo necesitaba para la tarea que había que entregar mañana.

Mierda.

Sin pensármelo dos veces, puse el cuaderno en mi mochila y me marché de ahí. La casa de Nagisa-kun estaba cerca de la escuela, algo al norte. ¿Cómo lo sabía? Nagisa-kun me había dado hacía varias semanas su dirección, número telefónico, de celular, y cuanta información pudiese necesitar sobre él. ¿Por qué? No se me ocurre ningún tipo de explicación. Cuando se lo pregunté, se limitó a sonreír. Y yo no agregué nada porque… Por su hermosa y enorme sonrisa. Esa sonrisa me hacía hacer cosas estúpidas, como por ejemplo, unirme al club de natación. Me daba igual cómo nadase Haruka-senpai. Realmente entré para poder ver a Nagisa-kun en traje de baño. Y me avergüenza admitirlo, la verdad. Tan sólo con poder ver su pequeño cuerpo semidesnudo, me daba por bien servido. Pero yo era de esos que prefieren ver que participar. No contaba con que él me viese a MÍ en traje de baño. Eso sí fue vergonzoso.

Salí de mis cavilaciones cuando llegué a lo que, según la nota que Nagisa-kun había garabateado para mí, era su casa. Una muy bonita, la verdad. Era totalmente blanca, de dos pisos y con un enorme balcón con figuras de flores en la herrería. No sabía que Nagisa-kun era rico. O por lo menos que no era tan pobre como para estar en una escuela pública.

Me acerqué a la puerta, dudando si llamar o no. Eran las diez y media, y eso para un adolescente no era nada. Pero tal vez para sus padres fuera molesto recibir visitas a esa hora, o incluso quizá ya estuviesen durmiendo.

Tragué saliva e intenté pensar en alguna manera de devolverle el cuaderno a Nagisa-kun. No, no había de otra. No por lo menos si consideraba que había que entregar la tarea mañana.

Al final, llamé a la puerta. Lo más suave que pude. Así, podría decirle a Nagisa-kun que lo busqué y que no habían atendido. De esa manera no podría enfadarse con…

— ¡Rei-chan!

Nagisa-kun abrió la puerta a la segunda llamada, y me sonrió. Llevaba un pijama azul rey. Bastante serio para él, pensé.

—Ah…

No supe qué decir. Sus ojos siempre me dejaban sin palabras.

Él abrió la puerta completamente y se lanzó contra mí, en una especie de abrazo.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó emocionado.

Yo me sonrojé. Estaba muy cerca. Demasiado cerca.

Carraspeé e hice como que me acomodaba las gafas, como pretexto para cubrirme el rostro con la mano.

— ¡Pasa, pasa! —me dijo él, haciéndose a un lado y dejando la entrada libre.

Yo negué con fuerza. Tal vez con demasiada, ya que la cabeza me dolió un poco.

—Vengo a entregarte… —rebusqué en mi mochila, en busca del cuaderno. Cuando lo encontré, se lo tendí —esto. Estaba en el club.

Nagisa-kun lo tomó sin siquiera prestarle atención, y sin quitarme la mirada de encima.

— ¡Gracias, Rei-chan! ¡Pasa, pasa!

Yo negué de nuevo con la cabeza.

—No, por favor. Sólo venía a…

— ¡Vamos! —Insistió él — ¡Quiero agradecerte por traerlo hasta acá! Por lo menos un vaso de agua, o café…

Hizo una cara que podría pasar por triste. Pero era Nagisa-kun después de todo. Sólo se aprovechaba de su apariencia tan linda.

—Vale. Sólo un momento.

Y lo peor era que funcionaba.

Con un salto, Nagisa-kun me hizo pasar a su casa. Cerró la puerta detrás de mí, y después volvió a aparecer delante, haciendo un gesto con la mano, señalando su sala. Era muy bonita. Tenía un toque occidental bastante elegante. Las baldosas blancas resplandecían, en contraste con el color caoba de todos los muebles. O color caoba, o de verdad eran de caoba, me dije.

— ¿Qué te parece?

Yo paseé la vista por el lugar.

—Es bastante bonita.

Él asintió con energía, y entonces recordé algo: sus padres.

—Ahh… ¿No les molestará a tus padres que…?

Su sonrisa se ensanchó por algún motivo.

—No te preocupes, Rei-chan. Papá y mamá están de viaje.

—Oh, ya veo.

Casi suspiro de alivio. No quería molestarlos, aunque hubiese hecho algo bueno por su hijo. A veces las personas no entendían razones…

— ¡Oh, Rei-chan!

— ¿Eh?

Nagisa-kun aplaudió como un niño pequeño.

— ¡Podré mostrarte mi habitación! ¡La redecoré hace poco con pintura amarilla que la hace ver muy linda! ¿Quieres verla?

Yo no supe qué decir. No me interesaba en nada ver una habitación recién pintada.

—Ah…

— ¡Vamos!

Para mi sorpresa, él me tomó de la mano y me llevó a cruzar la sala para tomar unas escaleras de mármol blanco al segundo piso. Casi perdí el equilibrio un par de veces, debo admitirlo, pero Nagisa-kun iba muy rápido. Ni siquiera me había dado tiempo de negarme.

En la segunda planta, había un pasillo que conectaba las habitaciones. Después de pasar algunas puertas, Nagisa-kun abrió una. Entramos a lo que parecía ser su habitación.

— ¡Aquí es! —exclamó él, soltándome de la mano. Maldije en mi mente.

Su cuarto era más amplio que la sala de mi casa, me dije. Tenía un enorme armario que ocupaba una pared completa, una cama King Size con cobertor blanco, y una puerta ventanal con cortinas blancas. Parecía que el balcón era de ésta habitación. Y, efectivamente, estaba pintada de amarillo pálido. Y eso no le quitaba lo elegante.

— ¿Qué tal? —preguntó él, mirándome con su tierna sonrisa expectante.

—Es… —intenté elegir las palabras con cuidado —elegantemente… linda. Creo.

Nagisa-kun dio un saltito y se sentó en su cama de golpe. Y me sonrió, inocente. Yo no supe qué decir a continuación. Tal vez esperaba que comentara algo, o que preguntase sobre su recién pintada habitación. El silencio me estaba matando, pero al parecer a él no le afectaba.

Una idea brilló al fondo de mi mente.

— ¿Puedes… darme un vaso de agua, por favor? —tenía sed en verdad, ya que el camino de la escuela hasta allá había sido a trote y, había desacostumbrado mi cuerpo desde que había entrado al club de natación.

Nagisa-kun se llevó un dedo a la barbilla y ladeó la cabeza. Sonrió cerrando los ojos.

—No me apetece.

Yo parpadeé, sin entender.

— ¿Qué?

Él se puso de pie de un saltito y me rodeó. Escuché el clic de la puerta al cerrar. O más bien el del pestillo. Yo me di la vuelta. Algo no estaba bien.

Nagisa-kun me sonrió. Pero lo hizo de una manera diferente a la usual. Era como si estuviese sonriendo… pensando en algo que le divirtiera.

— ¿Nagisa-kun?

Retrocedí un paso sin darme cuenta. Y él avanzó otro. Prácticamente me estaba orillando. Retrocedí cuanto pude hasta que me topé con la cama. Miré hacia atrás y enseguida hacia delante. Él se veía divertido. Jugueteaba con la libreta que le había dado en una mano.

—Te tardaste, Rei-chan.

Yo me sobresalté.

— ¿Qué…?

Él levantó el cuaderno.

—Trayendo esto. Esperaba que lo trajeses más temprano. Incluso empecé a pensar que no vendrías.

Yo tragué saliva. No entendía qué estaba diciendo. ¿Él…?

— ¿Tú sabías que iba a…?

Nagisa-kun rió dulcemente y se tapó la boca con los dedos de una mano.

—Por algo lo dejé ahí. ¿Tarea de aritmética? —lanzó hacia atrás el cuaderno — Y una mierda.

Nagisa-kun diciendo palabrotas. Eso debía ser un sueño. Quise sacudir la cabeza, pero no pude moverme por algún motivo.

— ¿No quieres decir nada antes?

— ¿Antes?

No pude decir nada más, porque Nagisa-kun me empujó sobre la cama y se montó sobre mí. Y no dijo nada. Sólo me sonrió maliciosamente y se despojó de la parte de arriba de su pijama. Lo lanzó por allí y quedó desnudo de la cintura para arriba. Su pequeño torso se veía tan… suave. Por un momento me entraron ganas de tocarlo. Y luego regresé a la realidad.

— ¡Nagisa-kun! —Exclamé — ¿Qué estás…?

— ¿Tú querías esto, no? Verme así.

Yo no supe qué decir. ¿Él lo sabía? ¿Cómo?

—Puedo llegar a ser muy intuitivo —dijo él —, como puedo ser persuasivo.

Se inclinó sobre mí y me quitó las gafas. Intenté alcanzarlas, pero él las alejó de mí.

—No las necesitarás por el momento, Rei-chan.

Y antes de que pudiese decir algo, o si quiera de pensar algo, Nagisa-kun me quitó la corbata del cuello, abrió los botones del suéter del uniforme y los de la camisa.

—Yo también quería verte así… —susurró para sí.

Deslizó la mano por mi abdomen y subió al pezón derecho. No lo tocó, sino que me torturó trazando círculos cerca de él, haciendo ademán de tocarlo y después volviendo a empezar.

—N-nagisa-kun…

No supe por qué no me resistía. Él no era especialmente grande como para inmovilizarme. Al contrario. Era pequeño… y parecía indefenso. Parecía. Yo aferraba con fuerza las manos al cobertor blanco, recibiendo sus pequeños dedos alrededor del otro pezón, repitiendo lo que había hecho con el primero. Sin prisa, y con calma. Me estaba matando.

Y de repente y sin más, se detuvo. Se levantó de mí y en un momento volvió a estar en el suelo.

—Vale —dijo él —, pues ese ha sido tu castigo.

Yo me incorporé en la cama y lo miré sin entender. Él se encogió de hombros.

—Tú me has hecho esperar, ¿no? Pues y he hecho lo mismo.

Y entendí por qué simplemente no me había tocado los pezones; estaba torturándome con la espera de que lo hiciera.

Tragué saliva.

—Puedes irte si quieres —dijo, con su nueva sonrisa.

Supe por qué lo hacía: porque yo no quería irme. Pero no tendería las agallas para decirlo. Intuitivo, sí que lo era.

Al ver que no decía nada, ladeó la cabeza.

—Quieres quedarte aquí —no era una pregunta —. ¿En mi cama?

Yo no supe qué decir. Ni qué hacer. Eso estaba mal. Primero, por ser la casa de sus padres y que ellos estaban fuera, segundo, porque los dos éramos chicos. Si su padres o los míos se enteraban…

Me descubrí asintiendo con la cabeza.

Él volvió a cerrar los ojos y a sonreír.

—Entonces quítate la ropa —ordenó, sin dejar de sonreír —, pero déjate la ropa interior.

Obedecí enseguida, sin atreverme a mirarlo. Había caído bajo, me dije. Pero aun así no me arrepentía. Podría tocar a Nagisa-kun. Incluso…

—Acuéstate —ordenó de nuevo.

Yo lo hice, pero esta vez me subí más a la cama, hasta poner mi cabeza cerca de las almohadas.

De repente sentí a Nagisa-kun sobre mí. Se sentó justo en mi cintura. Y frotó su entrepierna con la mía, justo cuando levanté la vista para verlo. Como si esperara que lo viera hacerlo. ¿Qué clase de Nagisa-kun estaba en frente de mí? ¿El verdadero, tal vez?

—Sube las manos —yo lo hice —. Y júntalas. No quiero que las muevas de ahí. Si lo haces, voy a castigarte.

Se inclinó y juntó sus labios con los míos sin dejar de sonreír. Metió su lengua en mi boca y dejó que se enrollara con mi lengua. Pronto necesité aire, pero a él no pareció importarle, porque no deshizo el beso, sino que lo intensificó. Sentí cómo apretaba su boca contra la mía. Quise mover las manos para separarlo de mí, pero lo pensé mejor. Un castigo… eso sonaba tan tentador...

El aire me hacía falta, y él no parecía querer separarse. Entonces no aguanté más y lo separé poniendo las manos en su pecho. Respiré entrecortadamente, luchando por juntar todo el aire posible en mis pulmones. Nagisa-kun chasqueó la lengua tres veces y negó con la cabeza, sonriendo.

—Chico malo.

Se movió a la derecha, bajándose de mí.

—Siéntate. Y pon las manos detrás de ti.

Obedecí de nuevo. Me recargué contra la cabecera de la cama.

—Flexiona las piernas.

Lo hice. Y lo próximo que vi fue que Nagisa-kun se arrodilló frente a mí, y que me tocó la entrepierna. Me sobresalté, pero él me miró y con la mano libre agitó el índice.

—No-o.

Sentí que movía la mano allá abajo. Masajeó mi entrepierna lentamente, por encima de la ropa interior. Un pequeño gemido se escapó de mi boca. Y eso atrajo la mirada de Nagisa-kun. Aumentó la velocidad de su masaje sin apartar la vista de mí. Yo estaba seguro de estar sonrojado y mordiéndome el labio inferior. Mi orgullo no me permitía volver a gemir.

Cerré los ojos para no ver los de él. Me moría de vergüenza. Me estaba tocando… yo lo estaba disfrutando. Él lo sabía.

Toqueteó mis testículos, y después lo escuché reír.

—Oh… ¿Ya estás duro?

Abrí los ojos de golpe. Y lo primero que vi fue que bajaba mis bóxers hasta dejar a simple vista mi miembro erecto. Sentí ganas de salir corriendo. Su mirada no se apartaba de mi entrepierna. ¿Sabes qué incómodo era eso? Y lo fue aún más cuando se lamió los labios.

Nagisa-kun tocó mi miembro con el dedo índice. Yo gemí y amagué con cerrar las piernas, pero él las retuvo y las separó más. Me miró y después sopló. Sentí el airecillo en la entrepierna. Estaba caliente, y sólo hizo que mi miembro se alzara más. Luego volvió a tocarlo, como si fuese algún animal que, con un toque brusco pudiese salir corriendo.

Estuve a punto de decir algo cuando Nagisa-kun se inclinó y tocó mi miembro con la punta de la lengua. Estaba, obviamente, húmeda. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Luego, volvió a hacerlo, pero esta vez de verdad lo lamió. Desde el nacimiento hasta la punta.

— ¡Ahh…!

Nagisa-kun volvió a reír, y le dio un beso a mi miembro.

La cabeza me daba vueltas. No sabía si esto era algún tipo de sueño o si realmente estaba pasando. Estar así con Nagisa-kun era… tan confuso. Siempre había sentido que él me atraía, pero no de esta manera. Añoraba con tocarlo, y con que él me tocase, pero no así. Quería… quería ser romántico con él. Cursi incluso. Pero no que sólo se divirtiese con mi cuerpo. Quería que él me quisiera por lo que yo era. No por lo que había en la superficie.

Reuní todo el valor que tenía para hablar.

—B-basta ya, Nagisa-kun,

Él pareció sorprendido.

— ¿Ehhh…?

Yo tragué saliva.

—No… —dije, dudando —no quiero esto. Tú… no eres así…

— ¿Haaah? —exclamó él, con incredulidad.

Esperé a que agregara algo, pero no pareció tener intención de hacerlo. Tenía la mirada fija en mí, y estaba callado. Incluso su sonrisa se desvaneció.

Lentamente, fue bajando la cabeza hasta abrir la boca y meter la punta de mi miembro en ella, sin quitarme le mirada de encima. Sin duda para ver mi reacción. Y yo no lo decepcioné.

— ¡Ahh…!

La sensación húmeda apareció de nuevo.

—Voy a tener que castigarte de nuevo, Rei-chan —murmuró él, sacando mi erección de su boca —; no me gusta que no seas sincero contigo mismo.

Hizo una pausa. Esperó a que yo tuviese el valor para verlo a los ojos. Cuando lo hice, él sonrió maliciosamente. ¿Qué… qué estaba planeando esta vez?

— Ya lo verás —me dijo, como si hubiese leído mi mente.

Y volvió a agacharse, pero en esta ocasión se metió casi todo mi miembro en la boca. Estuve punto de dejar escapar un gemido, pero lo contuve. Él no se inmutó, sino que siguió con su labor. Incluso aumentó el ritmo; casi se lo metía todo a la boca, y después lo deslizaba fuera, teniendo cuidado de tocarlo con la lengua antes de sacarlo por completo. Y repitió el proceso. Muchas veces.

— ¡N-nagisa-kun…! Voy a…

—No, no lo harás.

De pronto, se detuvo. Apenas y separó la boca de mi erección a punto de explotar.

—No voy a dejar que te vengas —dijo —. Si lo haces, me detendré y te echaré de la casa. Y nunca volveremos a hacer esto. ¿Entiendes?

Yo abrí los ojos desmesuradamente. No podía imaginar algo más placentero que esto. ¿Qué haría conociendo el cielo y sabiendo que nunca podría volver a tocarlo? No podía dejar que eso pasara. Me gustase o no, ahora esto me parecía lo más primordial. Y, una vez más, Nagisa-kun lo sabía. Sabía que iba a aguantar correrme sólo para poder disfrutar de sus caricias otra vez.

Entonces él volvió a su labor, totalmente dedicado a ello, y pude sentir su cavidad húmeda alrededor de mi erección. Sentí que no podría aguantar. Tenía que retenerlo dentro de mí lo más posible. De no ser así…

—Ahh.

Ese suspiro no había salido de mi boca. Nagisa-kun se separó de nuevo de mí, con un hilo de saliva colgando de la boca. Tomó mi miembro con las manos y volvió a metérselo a la boca. Después volvió a sacarlo.

—Tu pene es enorme…

Tragué saliva al escuchar eso. Y sentí que no podría reprimirme más. Era una tortura horrible. Peor que cualquier cosa que hubiese experimentado en mi vida. Era casi tan desesperante como intentar no llorar frente a alguien. Las lágrimas amenazaban con salir a cada segundo, pero no lo hacían porque uno lucha por mantenerlas dentro. Así me sentía, pero diez veces peor; porque sabía las consecuencias.

Sentí que Nagisa-kun se sacaba mi erección de la boca, y con una mano jalaba la piel hacia abajo, descubriendo la parte rosa de la punta. Me miró con una sonrisa.

—Buen trabajo —murmuró él —. Ahora córrete para mí.

Ni siquiera suspiré del alivio. Casi enseguida de escuchar eso, me dejé venir en su mano con un gemido que no pude contener.

— ¡Ahhh!

El líquido blanco empapó la mano de Nagisa-kun, y él sólo ensanchó la sonrisa y se llevó la mano a la boca. Lamió sus dedos sin dejar de mirarme, y después dijo:

—No creí que pudieses hacerlo. ¿Tanto quieres seguir con esto?

Yo no dije nada. No me sentí capaz de hablar. Tenía el pecho subiendo y bajando, aun sin poder recuperarme del orgasmo.

—Te estoy preguntando algo.

—S-sí…

—Buen chico. ¿Quieres una recompensa?

—S-sí…

Nagisa-kun se levantó sobre sus rodillas y se quitó el pantalón del pijama. Quedó en bóxers, y sin nada más. Yo no pude quitar la vista de los bóxers negros. Se veían tan… pequeños en él.

Sin mirarme, se dio la vuelta y se agachó para recoger algo que, probablemente, estuviese al pie de la cama. Y en esos momentos, fijé la mirada en su trasero. Ahh… podía ver las pequeñas redondeces entre sus piernas desde mi posición.

Cuando Nagisa-kun se volvió, pude ver qué era lo que había estado buscando; una especie de varilla negra gruesa en una mano, y en la otra una botella pequeña. Él pareció ver mi confusión.

— ¡Ta-chán! —exclamó, con una gran sonrisa.

Se acercó a mí y dejó que los viese más de cerca. Aun así no pude identificarlos bien. No llevaba las gafas puestas, después de todo.

— ¡Debiste ver la expresión de la chica que me los vendió! —Hizo algo parecido a un puchero, y después sonrió divertido —Incluso me preguntó si me gustaba dar o que me dieran.

Yo abrí la boca para decir algo, pero no salió nada. Entonces esa botella tenía que ser lubricante. Y esa “varilla” gruesa… tenía una punta sospechosamente curva, casi como… ¿un conso…?

Nagisa-kun presionó algo parecido a un botón en él, y se escuchó un tenue ronroneo. Él sonrió.

Bssss, bsss, bsss…

Un vibrador. Tragué saliva.

Él emitió una tenue risita, y dijo:

—Venga, te daré tu recompensa.

Y dicho esto, pasó el vibrador cerca del cuello, luego bajó por las clavículas, dándome pequeños golpecitos mientras vibraba. Después lo puso cerca de mi pezón derecho y comenzó a dar vueltas alrededor suyo. Eso mandó chispas directas a mi entrepierna. Cuando terminó de erizarlo, pasó el vibrador a mi pezón izquierdo. Y esta vez lo pasó por encima. Yo eché la cabeza hacia atrás.

— ¡Ah!

Nagisa-kun no me tuvo piedad y lo siguió hacia abajo, por el abdomen, peligrosamente cerca de mi hombría. Justo por encima, provocando que me muriese de ganas de que lo tocara algún día. Y como sucedió hacía unas horas, la espera me estaba torturando.

Finalmente, tocó mi miembro con el vibrador un par de veces, y después de escucharme gemir, lo separó de mi cuerpo.

— ¿Ah…? —exclamé contra mi voluntad, deseoso de que nunca acabara el delirio.

Nagisa-kun rió un poco y me mostró la botella de lubricante. Luego, lentamente, vertió el contenido en el vibrador. El lubricante cayó en mi abdomen y escurrió hasta mi entrepierna. Estaba frío.

Vi como Nagisa-kun se lo llevaba a la boca y lo lamía un poco, sin dejar de mirarme. Luego, lo llevó a mi entrada y lo apagó. Yo sabía lo que venía a continuación. Nunca me imaginé ser desvirgado por un vibrador. Nunca en mi vida.

— ¡AH!

Me escuché gritar cuando entró en mí. Se deslizó lentamente, hasta que entró casi todo. Y luego empezó a vibrar. Nagisa-kun lo movió de adentro a afuera, y yo sólo pude gemir y gemir. Era tan doloroso… pero al mismo tiempo tan placentero…

Y casi enseguida de haber empezado, terminó. Nagisa-kun sacó el vibrador de mi interior y lo lanzó al piso. Yo respiraba con dificultad, y babeaba.

—Ahora es mi turno —dijo Nagisa-kun, con su sonrisa.

Y sin más, se quitó los bóxers, quedando completamente desnudo. Se me hizo agua la boca al verlo. Él ignoró mi mirada poco discreta y se sentó en mi abdomen. Yo me revolví, incómodo. Los dos estábamos completamente desnudos. Sentí como se humedecía mi entrepierna.

—Puedes usar las manos —me dijo.

Yo no supe si dejarlas donde estaban o si tocarlo. Quería hacerlo. De verdad quería hacerlo.

Antes de que pudiese decir cualquier cosa, él se hizo hacia atrás y levantó mi miembro. Estaba erecto de nuevo. Sin si quiera avisarme, se sentó sobre él, auto penetrándose. Era tan… estrecho. Se sentía bien.

— ¡Ah…ahh….Ah!

Sus gemidos me taladraron los oídos.

Cuando todo estaba dentro, él me sonrió con esfuerzo.

— ¿Sabes qué le contesté a la chica? —recordé lo que había dicho hacía un rato, lo del lubricante y el vibrador — Le dije: “prefiero que me den”.

Entendí en seguida la indirecta, y le tendí mis manos para que se apoyara. Él lo hizo, y empezó a impulsarse con las piernas, mientras yo lo embestía con la cintura.

— ¡Ahhhh! ¡R-rei-chan… ah!

Me encantó que gimiera, así como yo lo había hecho. Se sentía tan bien dominar la situación después de haber parecido una víctima… Incluso sentí que todo estaba bajo mi control; las estocadas, los fuertes gemidos de mi rubio acompañante, su respiración entrecortada y su límite… No pararía hasta que a mí me viniese en gana. Y eso tardaría un buen rato.

 

Ya eran cerca de las diez de la mañana, y yo aún bostezaba de sueño. Me había develando, y no precisamente haciendo la tarea que el profesor estaba a punto de pedir.

—Ryugazaki-san.

No lograba recordar cómo es que había terminado todo aquello y había sido capaz de venir hoy a la escuela. Ni siquiera recordaba qué tipo de excusa le había poder dado a mis padres por no pisar la casa en toda la noche. Es más, ¿Había ido a casa?

—Ryugazaki-san, atienda.

Aghhh… Me dolía la cadera. Seguro era culpa del vibrador que me desvirgó sin piedad. Incluso tenía chupetones en el cuello y el pecho, producidos después de que Nagisa-kun se liberase de mí y siguiera sin saciarse. Bueno, al menos debía de estar orgulloso de mí mismo: le había hecho moretones por todo el torso, e incluso se movía con dificultad. Había mencionado algo de que le dolía allá abajo…

Sólo podía recordar, entre los detalles de anoche, cuando casi amaneciendo, él se había puesto de rodillas y de espaldas a mí, dándome una vista perfecta de su trasero desnudo. “Hazlo otra vez”, me había dicho en medio de un jadeo. Yo no pude resistirme, y por segunda vez en la noche me introduje en él de golpe y empecé a embestirlo. Una y otra vez, escuchando sus gemidos. ¿Había algo más hermoso que darle placer a…?

— ¡Oiga, usted!

La mano del profesor golpeó la mesa de mi butaca con fuerza. Yo casi doy un salto.

— ¿S-sí? —balbuceé.

Él frunció el ceño.

—Le estoy preguntando desde hace diez minutos que si trajo la tarea de aritmética.

Yo quise morirme. En lugar de eso, me sentí sonrojar, y escuché las risas del grupo.

—Ah… No, señor.

El profesor soltó un enorme suspiro y se dio la vuelta, regresando al pódium.

— ¿Recuerda qué dije ayer sobre esa tarea?

Yo tragué saliva. Apenas y si recordaba cuál era mi nombre.

—No, señor.

—Dije: “Quien no entregue mañana la tarea de aritmética será sancionado con la primera cosa que se me venga a la mente”.

Yo me encogí en mi asiento.

—Y dado que sólo dos alumnos no cumplieron con su deber, el castigo será quedarse después de clases a limpiar el salón.

¿Dos alumnos? Oh, por favor, que no sea…

—Te toca conmigo, Rei-chan.

La voz de Nagisa-kun me obligó a mirar. Él descansaba su cabeza sobre las dos manos, y sonreía con su nueva sonrisa. Sentí como enrojecía al recordar lo de ayer.

— ¿Algún problema? —preguntó el profesor.

Yo suspiré.

—Ninguno.

Tal vez ese era mi destino, pensé. No podría librarme del chico rubio que había atrapado mi corazón desde hacía tiempo, ni aunque quisiera. De un modo u otro, terminaría siendo suyo, como lo había sido ayer.

Había escuchado una frase hacía tiempo:

"Seduce mi mente y obtendrás mi cuerpo". Eso se ajustaba a la perfección a mi caso. Nagisa (sí, "Nagisa-kun" ya no quedaba) lo había hecho. Y ahora me tenía por completo. 

Deseé fervientemente estar a solas con él y dejar a un lado mis dudas. Quería saber qué sentía él por mí.

Lo miré de reojo, y para mi sorpresa, él sostenía un papelito en las manos, y miraba en mi dirección. Estaba inclinado sobre la mesa, aprovechando que el chico que tenía delante era bastante alto, lo suficiente como para que el profesor no lo viera.

El papel tenía algo garabateado con lápiz rosa.

"I  ♥  U"

Yo no pude evitar sonrojarme, y casi inmediatamente sonreír. Lo mío con Nagisa... tal vez fuese cierto. Y en la tarde después de clases lo descubriría. Era inevitable.

Notas finales:

¿Qué tal ha ido? 

Amo a estos dos muchachos, y espero poder hacer fanfics sobre ellos en el futuro. ¿Qué opinan ustedes al respecto? 

¡Saludos! x33


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