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Canto susurrado por HashiraZac

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Notas del fanfic:

Tras verme las dos temporadadas del anime "LoveLive!" influenciada por distintas amigas, he de admitir que su historia me ha calado lo suficientemente hondo como para dedicarme a escribir una breve historia sobre él. No es sólo un anime de idols, es algo más.

Espero que disfrutéis con la lectura, igual que yo lo hago llevando a cabo esta historia.

 

 

PDT: Vuestras reviews alimentan mis ganas de continuar.

Notas del capitulo:

El inicio del capítulo puede resultar un poco confuso por el cambio temporal que se da, pero creo que está bastante bien explicado a lo largo de la lectura. No os perderéis.

Espero no decepcionaros.

 

Recordaba el cielo azul cubierto apenas por alguna rezagada nube que osaba mostrarse ante los soberbios rayos de sol que poblaban el día de la graduación. Era curioso que, aunque todavía hacía algo de frío, que aquel día el tiempo hubiera decidido regalarles una mañana esplendorosa, más propia de verano que de primavera.

Su sonrisa había sido más amplia que cualquier otro día, y sus ojos tenían un brillo especial difícil de describir si no eres capaz de contener las ganas de besarla sin motivo aparente. Y eso fue lo que hizo.

Compartiendo un sinfín de caricias colmadas de cariño, aprecio y anhelo de unión, ambas se sintieron plenas, pero a la vez confundidas y alicaídas justo cuando sus labios se separaron para dar paso a un llanto casi imposible de detener.

Se abrazaron, sin decir una sola palabra, pues todas sobraban en aquella situación. Nada de lo que ninguna pudiese querer formular era lo suficientemente importante como para romper aquella atmósfera de ensueño que no sabían si se volvería a repetir.

Ahora volvía  sentir la calidez de los suaves besos, de las innumerables caricias, de los curiosos gestos, de la sutil ternura del aliento entremezclando jadeos, la sedosidad de su pelo, la delicadeza de su piel. Ella, siempre ella; en su mente, para siempre. Casi como una condena, un dulce pero horriblemente deseable castigo que no dejaba paso al sosiego jamás.

-Nozomi… -murmuró con la boca pegada a la suya, alimentándose con el hálito de su respiración entrecortada.

El empujón que recibió justo después la descolocó por completo, los bueno recuerdos la abandonaron de pronto, y un sentimiento de frialdad completa invadió su cuerpo al toparse con aquellos ojos que la miraban destilando compasión.

-S-senpai… basta.

Eli sintió que la sangre le huía del rostro al reencontrarse de nuevo con la realidad, de frente, sin tapujos, tirando por tierra todo el conjunto de emociones que estaba liberando hacia unos segundos. Frente a ella, las mejillas de Umi se sonrojaban cada vez más mientras que la muchacha retrocedía un paso, alejándose con una mano en el pecho. Estaba segura de que ambos corazones latían a la par en aquel preciso instante pero cada uno guardando un matiz distinto.

Se llevó una mano a la frente con un suspiro y negó con la cabeza. Sus expectativas tiradas por tierra de nuevo, pisoteadas; y sus intenciones destrozadas.

-¿Y ahora qué?

La joven se giró para evitar mirarla a la cara, aún recobrando el aliento, sin saber muy bien cómo dar una explicación clara a la detención de aquel momento.

-No pue…

-¿No puedes qué? –la cortó-. Ya hemos hablado de esto, Umi.

-Lo sé, pero aún así… -contestó, entre balbuceos y sílabas ahogadas a causa de los nervios que aún la atenazaban.

Eli resopló abrochándose la chaqueta del uniforme que hacía apenas unos minutos acababa de retirarse ella misma hacia atrás y, con un rápido movimiento de cabeza, se colocó el flequillo a un lado con la portentosa dignidad que siempre la caracterizaba.

Umi se sintió a morir cuando los ojos azules de la rubia se clavaron en los suyos, como navajas, acusadores, reprochando aquel comportamiento sin necesidad de ser completados con palabras. No pudo aguantarlo más y echó a correr, abandonando el aula y luchando por dejar atrás todo lo vivido aquella tarde. No volvería a caer, no lo haría; sin embargo, era consciente de que aquella intimidad las beneficiaba a ambas pero… ¿cómo seguir siendo su juguete? Simplemente estaba segura de que no lograría aguantarlo por mucho más tiempo.

Eli se quedó mirando cómo la muchacha desaparecía ante sus ojos sin poderlo evitar, clavó la vista en el suelo y se apoyó en el borde de uno de los escritorios dispuestos en la primera fila de la clase. Aquel no era el día de la graduación, ni tampoco había compartido esos besos y caricias con Nozomi. No, probablemente no volvería a hacerlo. Aún recordaba la conversación justo después de la ceremonia, cuando se disponían a dejar atrás toda una vida escolar juntas, sin separarse la una de la otra ni un solo momento; y sus palabras… sus malditas palabras, pronunciadas sin saña ni maldad pero que hirieron más que el hierro ardiente. Aquel día Nozomi había decidido acabar con su relación, poner un punto y final a la maravillosa historia que llevaban viviendo desde que se conocieron y fueron capaces de reconocer sus mutuos sentimientos. Eli aún no acababa de creérselo, pero así fue. No sabía nada de ella desde entonces, ni siquiera la había visto pululando por los alrededores del templo cuando había ido a visitarlo precisamente con la intención de encontrarla. No le dio una explicación, simplemente la besó con la misma pasión que la primera vez y después se había marchado, aguantando la congoja, con lágrimas en los ojos y un sollozo escondido entre sus labios.

Odioso tormento era aquella angustia. Un día tras otro, sin poder evitarlo, la recordaba en cada esquina, cada calle, cada murmullo, cada sonido, cada atardecer, en cada caricia, en cada silencio y en cada noche.

Umi era la salvaguarda que le quedaba para poder olvidarla, no quería llegar a la universidad con la joven de ojos verdes aún clavada en su memoria. Seguir así le estaba impidiendo progresar en su propio entusiasmo por la nueva etapa estudiantil que iniciaría tras el verano. No podía permitirse que aquello le afectase para el examen de ingreso o fracasaría estrepitosamente, dejando en mal lugar toda su buena fama de perfecta expresidenta del consejo estudiantil; además, era cuestión de orgullo propio el obtener una excelente calificación para optar a las mejores posibilidades laborales.

Nozomi la estaba trayendo de cabeza y, aunque Umi estaba ahí cuando la necesitaba para apagar sus ansias de deseo, no dejaba de sentirse culpable por todo aquello. ¿En realidad estaba bien? Ella había aceptado comprometerse a todo, sin embargo, tras la huída que había efectuado minutos antes, Eli empezó a preguntarse si en verdad Umi estaría dispuesta a continuar con aquella manera de aliviarse la una a la otra; al fin y al cabo, su kouhai también se encontraba en una grave encrucijada moral.

Suspiró mientras echaba a andar para abandonar el aula con la intención de volver a casa. La visita al edificio en el que había pasado sus años de secundaria le había roto el corazón y la bombardeaba desde lo más profundo de su alma. Tantos recuerdos, tantas emociones, tantas voces encerradas entre aquellas paredes…

Una rápida idea cruzó por su cabeza y no pudo evitar doblegarse a ella, ¿por qué no volver? Sonriendo para sí misma, salió al pasillo y ascendió los peldaños de las escaleras de dos en dos con el ansia renovada de encontrar paz y tranquilidad en aquel sitio donde tantas veces m’s había trabajado en equipo: la azotea.

Sin embargo, lo que halló al alcanzar el deseado lugar fue totalmente lo contrario.

-Eli, ¿qué crees que estás haciendo?

Aquellos impenetrables ojos verdes se le clavaban como estacas, acusadores, formando una mirada ceñuda que coronaba la firme expresión de desagrado con la que Nozomi la miraba.

Imposible. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había vuelto? Llevaba semanas buscándola y no había sido capaz de dar con ella hasta ese preciso instante, justo cuando menos quería recordar su presencia. Estaba allí, delante, desatando de nuevo un torbellino de emociones en su interior.

-Te he buscado por todas partes –ignoró su pregunta tratando de contener toda su rabia.

-Lo sé –hizo una pausa, restándole importancia a aquel detalle que la rubia acababa de señalar-. Contéstame.

Un abrumador y pesado silencio hizo mella entre las dos por un momento. Tan sólo se escuchaba el suave rumor del viento primaveral, a punto de dar paso al verano, pues hacía ya casi un mes desde la graduación, y ahora la escuela tan sólo albergaba clases de refuerzo para los rezagados en las asignaturas. Ellas estaban allí por su propia decisión, sin motivo alguno, quizá por la simple nostalgia que les causaba acudir a la secundaria.

-No es asunto tuyo.

-¿Ah, no? –la pregunta de Nozomi destilaba acidez.

La rubia la miró desafiante, y dando por terminada la conversación, hizo ademán de girarse.

-Eli –la llamó de nuevo la muchacha, con rectitud, imprimiendo un tono serio a sus palabras que pocas veces había utilizado anteriormente-. Umi no tiene la culpa de todo esto. Aléjate de ella, déjala tranquila.

-He dicho que no es asunto tuyo –reiteró entre dientes, volviéndose para mirarla.

-Todo lo que te ocurra siempre será asunto mío.

Eli se quedó mirándola sin saber muy bien qué decir al escuchar aquellas palabras. Sintió que se le aceleraba el pulso y que el corazón se le quería salir del pecho simplemente por la forma en que Nozomi acababa de declarar aquello. Sacudió la cabeza, tratando de aplacar todo aquel entusiasmo que la había revitalizado en apenas unos segundos de pronunciación por parte de la otra.

-No lo es desde el día de nuestra graduación –habló con voz amarga, lamentándose internamente por tener que decir algo así.

Nozomi la miró tiernamente y a la vez apenada. Se mordió el labio inferior denotando una clara contrariedad pero se mantuvo firme en su lugar. No se retractaba de su decisión, pues sabía que aquello las beneficiaría tarde o temprano; sin embargo, a veces no podía evitar sumirse en el arrepentimiento.

Tras unos segundos de incómodo silencio y miradas de reojo, Nozomi echó andar hacia la puerta y abandonó la azotea sin una palabra más.

Eli se dejó caer de rodillas contra el suelo, ahogando un gimoteo en el fondo de su garganta. Aún no era capaz de entender nada de aquello.

-Nozomi… ¿por qué nos haces esto?

 

 

 

Umi alcanzó a toda prisa la salida del edificio, cruzando el jardín de la entrada a todo correr ante la absorta mirada de algún que otro alumno que pululaba por los alrededores.

-¿Umi-chan? –le preguntó Kotori alarmada al verla llegar tan descompuesta.

Llevaba esperándola en la entrada desde hacía casi tres cuartos de hora. Su amiga le había dicho que subiría a la biblioteca un momento para recoger varios libros que pensaba leer a lo largo del verano, aprovechando que la secundaria estaría activa en las vacaciones debido a las clases de refuerzo. Por lo visto, a juzgar por su aspecto, la cosa se había complicado.

Umi levantó la cabeza profundamente sofocada, hiperventilando y acalorada. No estaba segura de las consecuencias que le traería haber salido corriendo de aquella clase. Sacudió la cabeza tratando de disolver la idea, en realidad estaba en pleno derecho de hacerlo. Se encontraba caminando hacia la biblioteca cuando la rubia la asaltó, prácticamente obligándola a entrar en el aula con esa mirada tan… peculiar suya, aquella que lograba sacudirla por completo y hacerla temblar con tan sólo el mínimo atisbo del reflejo de sus ojos.

Kotori le rodeó la cintura con un brazo, tratando de reconfortarla.

-¿Qué ha pasado? –le preguntó, agitada por el estado que presentaba la peliazul.

-No es nada –logró pronunciar entre jadeos. La garganta le escocía-. No te preocupes –dijo mientras se apoyaba ligeramente en ella tratando de recomponerse.

-¿Por qué has tardado tanto?

Umi se quedó en silencio. En aquel momento no encontraba ninguna excusa lo suficientemente creíble como para convencer a su amiga.

-Te lo contaré luego.

Dicho esto, se separó de ella, echándose un mechón de pelo tras la oreja y abandonando las proximidades del edificio.

-Umi-chan… -susurró Kotori para sí mientras la veía marchar. Sería mejor no insistir demasiado.

Apretó con fuerza el asa de su maletín escolar y, con un suspiro, se puso a su altura para realizar el camino de vuelta a casa con ella. La conocía demasiado como para no haberse dado cuenta de su extraño comportamiento desde hacía semanas, pero lo que más le dolía era que no confiase en ella lo suficiente como para contárselo. Era angustioso observar cómo la persona que más le importaba se rodeaba de una profusa muralla de secretos cada vez más alta e imposible de penetrar.

Notas finales:

No me odiéis demasiado por el drama ;)

Muchas gracias por leer.

Vuestras reviews serán tan bien recibidas como siempre.


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