Era una fría noche en Alemania, se veía a un hombre sentado en el cómodo asiento de su despacho, miraba como nostálgico por la ventana, en su mano derecha cargaba una taza de té caliente.
-Este es tu té favorito...- Musitaba con una casi inaudible sonrisa percibiendo el aroma de ese a simple vista delicioso té, se quedó pensativo por unos segundos, parecía recordar algo o alguien que al parecer le hacía feliz, a pesar de su mal carácter y frialdad, había una persona le llenaba de felicidad toda su alma con solo pensarlo y recordarlo.
-Vincent..-. Susurraba con enojo el hombre con evidente tristeza en su mirada, dejando su taza vacía en el escritorio, se levantaba y con un bostezo salía de su despacho, seguramente iría a descansar, junto a la taza vacía se veía una carta que parecía arrugada, pero se podía todavía apreciar la elegante escritura de la misma.
Querido amigo Diedrich:
Solo sé que no es de lo más correcto hacerte llegar esta invitación de esta manera, pero si te la entregará en persona me resultaría imposible hacerlo, perdóname...
Debes saber cómo esto me afecta, pero compromisos son compromisos, y los caballeros los cumplimos, cuando ya no estés enojado, te llamaré quiero hablar contigo antes de la ceremonia.
Muy atentamente
Vincent P.
Era lo que se alcanzaba a leer de ese corto mensaje, junto con una muy elegante invitación de boda en que se apreciaba el nombre de los novios Rachel y Vincent. Mientras tanto en una mansión de Londres se notaba la figura de un hombre que recostado en su cama, parecía no conciliar el sueño.
-espero que ya haya llegado mi carta…- Murmuraba con resignación tocándose la cabeza como muestra de su frustración, no era para menos estaba confundido por un lado amaba con locura a su mejor amigo, quien lo había acompañado parte de su juventud hasta la actualidad, le dolía dejarlo aun sabiendo que el sentimiento era mutuo, pero debía asumir el compromiso de establecer una figura de madurez al desposar a una mujer, no pudo haberse equivocado en elegirla, a pesar de su fuerte y amor por Diedrich, no negaba tampoco el sentirse satisfecho al estar junto a su ahora prometida, era una mujer virtuosa en todo el sentido de la palabra, de radiante belleza y una hermosa personalidad, no es que estuviera enamorado pero sentía gran aprecio por su tan dulce Rachel.
-Si no me caso me quitarán mi título, perderé todo por lo que mi familia ha luchado por años… Se decía a sí mismo el hombre que frustrado, trataba de justificar su compromiso, en su mente solo divagaba la imagen de ese alemán con quien vivía un romance, un apasionado romance que parecía llegar a su fin, pues Diedrich se negaba a continuarlo cuando se enteró del compromiso pautado semanas atrás.
-¿qué deberé hacer? Se cuestionaba tratando de contener las lágrimas, se sentía desolado sin fuerzas por el cual seguir, pero la angustia de perder a quien amaba le pesaba más que las lágrimas comenzaron a rodar por sus sonrojadas mejillas, en su cama muda testigo de su pesar. Entonces ahora lo único que le quedaba era refugiarse en sus recuerdos anhelando que algún milagro aconteciera, o tomar el valor de dejar toda aristocracia para dar paso al amor, pero con lo correcto que era Diedrich, dudaba que lo dejara cometer ese tipo de locura, entonces resignado solo se refugió bajo las sabanas, cerrando los ojos recordaba el inicio de su tan intenso y prohibido amor.
Flashback
-Phantomhive…! Decía un hombre de cabello negro corto, al pie de la cama de otro que dormía tranquilamente.
-¡Oye… levántate, no tengo todo el día…! Gritaba Diedrich al ver a su ahora amigo que no se despertaba mientras halaba las sabanas con fuerza haciendo caer al suelo al dormido joven.
-Buenos días, ya te he dicho que debes llamarme dos veces al menos antes de tirarme de la cama. Murmuraba Vincent con resentimiento sentándose en el suelo aun medio adormilado, pretendía seguir durmiendo en el suelo, ante la mirada malhumorada de su amigo.
-No te quejes, se ha hecho tarde. Acertó a decir Diedrich con molestia desviando la mirada hacia la ventana que semiabierta dejaba ver como los copos de nieve caían en esa fría mañana.
-Supongo que te quedaste dormido… Dijo con una sonrisa sarcástica Vincent mirando el reloj de su habitación y notar que en verdad si era un poco tarde.
-Claro que no… solo… Se trataba de justificar el otro con molestia.
-No te culpo, está nevando… y eso solo provoca que uno se arrulle más… Susurraba entre bostezos el joven Phantomhive arrullándose de nuevo en la sabana del piso.
-No soy igual que tú… no me compares contigo. Le refutaba Diedrich con enojo mientras lo pateaba levemente para que se levantara del suelo su perezoso compañero.
-¡Que genio el tuyo! Exclamó ya resignado Vincent levantándose del suelo quedando frente a frente con su amigo que actuaba de sirviente para él.
-Eres tan frio como la nieve, por eso no te afecta. Susurraba con burla Vincent con una sonrisa traviesa.
-Apúrate… debemos dejar unas cartas importantes en la ciudad. - Aclaraba Diedrich quien terminaba de acomodarse la corbata, del apuro parecía no haber tenido tiempo de arreglarse correctamente.
-¿No hay mensajeros para eso? -Murmuró con mala cara Vincent en solo pensar el salir con esa nevada.
-Sí, pero es algo importante que cualquier mensajero no puede llevar. -Respondía con seriedad el joven de cabellos más negros, mientras comía un sanduche y veía a su amigo caminar al baño para alistarse y salir.
-Vaya…! soy un mensajero de alto rango… Mira mi alegría… ¡-Decía sarcástico y con una fingida sonrisa radiante Vincent, quien notó la incomodidad de su amigo y de prisa se encerró al baño. Los dos jóvenes a los pocos minutos salían de la prestigiosa escuela para dirigirse a la ciudad en un transporte privado, durante todo el recorrido ninguno se dirigió la palabra, de alguna forma se sentían intimidados, aunque no entendían el motivo de esto, casi siempre discutían por tonterías, siempre se contradecían para molestarse, pero en esa mañana donde la nieve caía notaron que había algo diferente entre los dos.
Fin del Flasback
Al recordar esta escena de forma tan vivida en su mente el joven Phantomhive, sentía un frio recorrer su ser, que de alguna manera le recordaba ese cielo de invierno, ese helado día cuando se dio cuenta de que su corazón se había enamorado de ese alemán de reconocida frialdad, ese quien se mostraba diferente con él, que con todos a su alrededor, con pesar cerraba los ojos, perdido en su ensoñación sin darse cuenta se quedó dormido.