PROLOGO
Naruto lo observó marchar; sus ojos azules fijos sobre la figura de Sasuke mientras este, lentamente, desaparecía en el horizonte.
No había sido una amarga despedida. Por primera vez, quizá, en lo que Naruto consideraba seis años de amistad, el adiós entre ellos había sido dicho con una connotación temporal y libre por completo de emociones negativas.
La guerra había acabado. Konoha estaba a salvo. Sasuke había sido perdonado por la villa y el lazo que existía entre ellos había sido reconocido en voz alta por el ninja renegado. No todas las heridas era fáciles de sanar, sin embargo, y el último miembro del clan Uchiha había necesitado desesperadamente algo de tiempo a solas para reflexionar y llegar a término con sus errores, sus acciones, y el futuro que de repente se abría ante él.
Naruto, a sabiendas, le había concedido este espacio.
Habían transcurrido ya seis meses, sin embargo, desde el momento en que Naruto lo observó marchar, su mirada anclada sobre la figura de su mejor amigo mientras este se alejaba de él, su cuerpo desvaneciéndose en la distancia, y ni un solo murmullo en el Pais del Fuego hablaba de su pronto regreso.
Al principio esta falta de información no había molestado a Naruto. Había tanto que hacer tras guerra, tareas infinitas que comenzaban al alba y no concluían hasta bien entrenada la noche, que quedaba poco espacio para la añoranza: el público entierro a los héroes caídos, el íntimo adiós a los amigos perdidos, la reconstrucción de las aldeas, el nuevo tratado de amistad entre las villas, la ceremonia de nombramiento del Sexto Hogake, discusiones políticas, entrenamientos, arreglos de vivienda… eran solo unos pocos ejemplos.
Hoy, sin embargo, medio año después del aniversario que marcaba el final de la guerra, Naruto se había despertado por la mañana y había descubierto con igual mezcla de sorpresa y alivio que, por tercera vez en tres días consecutivos, no tenía ninguna tarea urgente que atender.
La ausencia de alguna reunión con el nuevo consejo de la villa donde se requiriera su presencia, o de alguna misión diplomática que únicamente él pudiera llevar a cabo, o de los múltiples discursos y memoriales que se habían realizado durante los últimos meses, así como las numerosas tareas de reconstrucción, podía significar solo una cosa.
Lentamente, a un ritmo que Naruto calificaría de imperceptible, la normalidad se había asentado de nuevo en la Villa Oculta de la Hoja, y los terrores de la guerra comenzaban a quedar atrás. La rutina de la vida diaria se había instalado de nuevo en el corazón de la aldea.
Inevitablemente, los pensamientos de Naruto tornaron hacia Sasuke.
Durante las últimas semanas el ninja hiperactivo se había comenzado a resentir la ausencia de su mejor amigo con mayor y mayor frecuencia. Medio años sin verlo era un largo tiempo, especialmente si consideraba que previamente a esos seis meses, el único contacto que Naruto había mantenido con Sasuke constaba de pocos y breves encuentros salpicados con palabras hirientes y emociones amargas.
Lo más preocupante de la situación, sin embargo, era la reacción de sus amigos cada vez que a Naruto se le ocurría inquirir por su vuelta.
“¡Hey, Shikamaru!” se le había ocurrido preguntar en una ocasión, tras considerar que, si bien la relación de Sasuke y Shikamaru nunca había sido estrecha, Shikamaru seguía siendo el más inteligente de todos sus amigos y, por tanto, el más probable a darle una respuesta certera. “¿Cuándo crees que Sasuke estará de vuelta? Han sido ya casi seis meses desde que dejo la villa…”
Para la decepción de Naruto, el genio se había limitado a encogerse de hombros, su mirada perdiéndose entre las nubes más allá del horizonte.
“¿Quién lo sabe? Hace mucho tiempo que deje de intentar entender las acciones de un Uchiha. Se parecen demasiado a las nubes en medio de una tormenta.” Suspiró. “Es problemático. Dudo que él mismo las entienda.”
Las palabras de Kiba, sentado a la izquierda de Shikamaru en el Ichuriki, mientras los tres compartían un rápido almuerzo antes de regresar al trabajo, tampoco había sido fuente de un gran consuelo.
“Siento romperte la noticia de golpe, Naruto, pero dudo que el Uchiha se presente por aquí en una largo temporada.”
En respuesta, el rubio desvió su vista hacia él, tratando de captar la expresión de su rostro. Su ceño se había fruncido inconscientemente.
“¿Por qué dices eso?”
Kiba se encogió de hombro con desgana, evidenciando con su postura corporal que aquel no era su tema favorito, y tampoco lo era Uchiha.
“Deberías saberlo ya. No importa que lograras que el Hokage lo perdonara. Los crimines que cometió durante y antes de la guerra siguen estando allí. Que ya no se le consideré un criminal no significa que la gente haya olvidado.”
“Sasuke ayudó a ganar la guerra” replicó de inmediato Naruto, con mayor brusquedad de la que pretendía. “Sin su ayuda yo no podría haber derrotado a Madara, ni a Zatsu, y definitivamente no a la vieja esa. Si ganamos, si estamos aquí hoy, es gracias a él.”
El efecto fue inmediato.
Kiba alzó ambas manos en un gesto apaciguador y su cuerpo se distancio ligeramente de Naruto, reconociendo la amenaza de manera instintiva. Arrepentido, Naruto forzó a sus músculos a relajarse mientras un ligero rubor de vergüenza se apoderada de sus mejillas. No había sido su intención amedrantar a Kiba. Su cuerpo simplemente había reaccionado por su cuenta preparado para defender a Sasuke.
“No te enfades.” Suplicó el joven, acariciando distraídamente el pelaje de Akamaru para disminuir parte de la tensión. “No estoy decidiendo que Sasuke merezca ser castigado ni nada. Sé que su ayuda fue fundamental durante la guerra y se ganó el perdón de la Villas. Simplemente digo que aunque ya no sea un criminal, mucha gente aquí recuerda lo que hizo y como traicionó a Konoha. Perdonado o no, no es fácil olvidar ese tipo de traición. Quizá el mismo se sienta culpable y es por eso que aún no ha regresado” añadió al final, en un gesto de súbita inspiración para reconciliarse con Naruto, aunque el propio Kiba tenía poca fe en sus últimas palabras.
Naruto guardó silencio por unos instantes, sintiendo la necesidad de reflexionar sobre esta nueva perspectiva de la situación. Unos momentos más tarde, su mirada buscó la de Shikamaru, rogándole en silencio refutar la teoría de Kiba como ridícula, pero el ninja del clan Nara se limitó a negar con la cabeza en silencio, centrando de nuevo toda su atención sobre el plato de comida frente a él.
Shikamaru y Kiba no habían sido los únicos. Cada vez que Naruto sacaba a relucir el tema de Sasuke, la reacción más común eran silencios incomodos, sacudidas de cabeza, y disimuladas expresiones bañadas en tristeza o resignación por parte de ninjas que rechazaban mirarlo a los ojos y enfrentar su mirada.
Incluso las bienintencionadas palabras de ánimo de Kakashi rechinaban en los oídos de Naruto conforme las procesaba.
“Al final lo conseguiste, Naruto. Realizaste la hazaña donde yo y Jiraya fracasemos. Te negaste a rendirte y jamás perdiste la fe en él, y lo salvaste. Salvaste a Sasuke de sí mismo. Le diste ambos, esperanza y un futuro. A lo mejor es hora de lo que dejes marchar. ¿Quién sabe…?” añadió con una sonrisa triste. “Pudiera ser que él vuelva a ti cuando menos te lo esperes.”
Kakashi podía guardarse su estúpido consejo. Naruto no planeaba dejar de lado a Sasuke. La única razón por la que había accedido a dejarlo marchar temporalmente era porque el moreno le había dado su firme promesa de que, esta vez, él regresaría a Konoha por propia cuenta. Naruto no dudaba de la palabra de Sasuke, sabía cuán importante era el honor para el Uchiha y este orgullo le impediría faltar a su palabra; al mismo tiempo, había sido un iluso por no fijar una fecha límite.
¿Cuánto tiempo se suponía que debía esperar hasta que Sasuke regresara a casa? ¿Meses? ¿Años? ¿Décadas?
Durante años de guerra, dolor y pérdidas, lo único que había sostenido a Naruto en muchas ocasiones era la esperanza de que un día, cuando todo hubiera acabado, él y Sasuke volverían a Konoha como amigos, y juntos entrenarían para convertirse en los mejores ninjas y compartirían su vida en la villa que como si el moreno nunca hubiera abandonado Konoha.
Y aun si el sentimiento era de algún modo egoísta, después de todo lo que había sufrido para salvarlo y traerlo de vuelta, Naruto pensó que era justo de su parte que el deseo de disfrutar de esa recompensa ahora, y no cincuenta años en el futuro, cuando estuviera ya viejo y cansado, o quizá incluso fallecido.
¿Qué es lo que lo ataba a Konoha, de todo modos?
Su mano orgánica había sido fijada por Sasuke tres semanas atrás, y todas las pruebas corroboraban que su cuerpo la había admitido sin problemas. Las tareas de reconstrucción estaban completas, no habría ninguna misión urgente esperando por él por los próximos meses, y Kakashi era perfectamente capaz de proteger a la villa por su cuenta, perfectamente asentado, sino muy feliz al respecto, en su papel como el nuevo Hogake de la villa.
¡Qué importaba si todos sus amigos se habían resignado a su ausencia por el futuro inmediato, o si el propio Sasuke era reticente a regresar a Konoha hasta que, al menos, el paso del tiempo hubiera erosionado la memoria de su traición en la mente de los aldeanos!
Lo que Naruto había dicho a Kiba era cierto. Sin Sasuke, el no habría sido capaz de ganar la guerra. En más de un sentido, él los había salvado a todos. Y Naruto lo quería a su lado.
Decidido, Naruro arregló sus asuntos durante el día, escribió notas de despedida e instrucciones para que no lo siguieran para todos sus amigos, recogió sus armas, un puñado de dinero en caso de que tardará más de lo previsto en encontrar a Sasuke (o en convencerlo para regresar con él), metió solo lo imprescindible en su mochila y se preparó para partir en la negrura de la noche.
No era la primera que Naruto abandonaba la villa con la misión de traer a Sasuke de vuelta, pero esta vez, el ninja hiperactivo se juró a sí mismo en silencio antes de cruzar las verjas que separaban a la villa del bosque que la rodeaba, esta vez sería la última.
Con una sonrisa en su rostro ante tal pensamiento, Naruto atravesó el paso y se lanzó a la aventura.