Capitulo 2
No tenia ni idea porque le llamaba tanta la atención. Tenía toda la pinta de ser el típico “freak” del salón. Tal vez era por verlo tan solitario, poniendo su mochila en el pupitre continuo al suyo como una advertencia de que no quería a nadie a su lado. Tal vez era el movimiento continuo y frenético de su pierna derecha, como un claro tic nervioso. O tal vez fuese el hecho de que no había forma de que conociese su voz, siempre que tomaban asistencia él levantaba la mano, esperando a ser reconocido, o cuando le hacían una pregunta, él solo movía su cabeza en afirmación o negación. Fuese lo que fuese, ese chico captaba toda su absoluta atención.
Porque, literalmente, no podía sacar sus ojos de él.
Pero no era como si él tuviese unos “extraños gustos”. No, él solo tenía cierta (mucha) curiosidad por conocer a esa persona.
Recodó, entonces, la charla que tuvo ayer con sus compañeros sobre ese chico misterioso…
“–Él es muy arisco
–A pesar de que nunca habla, cuando tratas de acercártele para tratar de ser amable, él te hecha como si tuvieses la peste
–Tal vez él no parezca muy amable, pero estoy segura de que muy en el fondo debe ser una buena persona.
–Él es un chico problemático. Es mejor que no te le acerques.
–T-tal v-vez él s-sea m-muy tímido…
– ¡Él es un bastardo!”
Las opiniones diferían mucho. Era mejor hablarle para salir de dudas.
Apenas sonó el timbre, el primero en salir fue el chico extraño, con una agilidad que lo asombro.
Apresurado, corrió hacia el patio para tratar de alcanzarlo.
Coloco una mano por encima de sus ojos, dándose sobra para mirar mas halla. A lo lejos, apoyado en el tronco de un gran árbol, observo una figura negra y solitaria. Sin más, se acerco rápidamente.
En efecto, se trataba del chico misterioso. Pudo notar que estaba leyendo un libro con un desmesurado número de páginas.
“¡Por Dios! ¡¿Cómo puede leer todo eso sin imágenes y sin aburrirse?!”
Al darse cuenta de que estaba siendo olímpicamente ignorado, carraspeo un poco, pero eso no hizo que el otro levantara su cabeza. Dándose un poco de ánimos, se dispuso a presentarse.
– ¡Hola, me llamo Naruto! ¿Tu como te llamas?
– ¿Cuál seria el objetivo de esta conversación? –aunque su voz fue muy tenue, casi como un susurro, Naruto pudo escucharlo claramente
– ¿Objetivo? Pues… yo solo quería ser amistoso…
–Si esta charla no tiene ninguna relevancia, daré por concluida esta conversación –le interrumpió, haciendo que el rubio se quedara de piedra con lo que acababa de escuchar. El chico que tenia en frente, con calma, le dio vuelta a la página de su libro y siguió leyendo.
– ¿Pero que…? ¡Hablas peor que mi padre! ¿Cuántos años tienes? –no se lo pregunto como una burla, realmente quería saber su edad como para hablar de una forma tan… adulta.
–Eso no es de tu incumbencia. Esfúmate
– ¡¿Qué?!
Y por primera vez, vio sus ojos, más o menos. El chico levanto su cabeza, y a través de las hebras largas de su flequillo, pudo ver uno de sus ojos que lo miraba de una manera tan fría que hasta le dio un pequeño escalofrió.
–Esfúmate – se lo dijo de una manera tan lenta como si fuese un retrasado. Eso le hirvió la sangre
– ¡Bien! – se dio media vuelta y se alejo a grandes zancadas, no sin antes soltar un digno “¡Jum, pos este!”
Sus compañeros tenían toda la razón, ese chico era un bastardo.
Por mas que se hubiese dicho a si mismo que debía ignorar a ese bastardo, le resultaba imposible. Ese chico era un enigma y solo Dios sabe lo curioso que podía llegar a ser. ¡¿Pero como no sentirse terriblemente curioso por ese bastardo?! De vez en cuando, no importaba la materia o la hora, o el motivo aparente, ese chico se levantaba, tomaba sus cosas y se marchaba. Lo que él no entendía es porqué los profesores se lo permitían, ¿la Directora sabría de esto?
Ya llevaba dos semanas desde que había llegado, y desde ese tiempo, cada vez que los profesores les asignaban un trabajo en grupo, ese chico lo hacia solo. No tenía amigos y no hablaba con nadie. ¡Era un maldito bastardo huraño!
Y a pesar de que él era muy sociable y no había persona que no se hiciese su amigo, Naruto tenía un límite. Y cuando ese límite era cruzado, no había nada que él pudiese hacer. Él también tenia su orgullo, y si ese bastardo no quería que se le acercase, ¡gustoso estaría él de darle en el gusto!
Faltaba poco para que tocase el timbre para volver a clases, y ya varios de sus compañeros estaban en su salón, incluyéndolo a él y a sus amigos.
Se encontraban hablando animadamente de cosas sin importancia, mientras esperaban la aparición del profesor y que Kiba llegase de una buena vez con los libros que usaban para Literatura.
Se encontraba riendo de un chiste que le había contado Chouji cuando un estruendo se escucho dentro del salón. Todos lo que hablaban se quedaron en silencio y todos dirigieron la mirada hacia el frente.
Kiba se encontraba en el suelo y habían muchos libros desparramados por el suelo, a su lado también en el suelo, se encontraba el chico raro con su mochila ya colgada de sus hombros.
– ¡Mira lo que has hecho, bastardo! – le reclamo Kiba, mirándole con una expresión feroz.
El chico se levanto rápido y sin importarle nada, se dirigió hacia la puerta de entrada, pero no conto con que su compañero se levantase rápidamente y le tomara fuertemente del brazo.
– ¡¿A dónde creer que vas?! ¡Discúlpate por haberme tirado!
– ¡¡No me toques!!
Si el hecho de escuchar claramente la voz varonil y quebradiza del chico que nunca hablaba fue un shock para los presentes, el acto que paso a continuación los dejó sin palabras.
El chico tomo con una mano del cuello de Kiba y lo estampo contra la pared más cercana y lo elevo como si no se tratase de nada, como si fuese inmune a los quejidos de su victima y a su rostro de dolor.
– ¡Kiba! – no fue hasta que escucho ese grito de miedo que soltó al chico escandaloso.
A penas fue liberado, Kiba comenzó a toser y a tratar de recuperar el aire perdido.
El chico misterioso aprovecho la conmoción y se retiro rápidamente.
Naruto estaba al lado de su amigo, viéndolo preocupado, pero luego dirigió su mirada a la puerta, alcanzado a ver como el bastardo se escapaba como una rata. Su ira fue indescriptible, no razono, su cuerpo solo se movió.
Se encontraba corriendo por los pasillos hasta que lo encontró.
Apenas estuvo a su lado, lo tomo del brazo y bruscamente lo hizo voltear.
– ¡¿Quién diablos te crees que eres?! ¡Debes disculpart…! – su frase se vio interrumpida al ver su rostro.
Por el movimiento brusco había logrado hacer a un lado su cabello de la cara, apreciando un gran moretón de un tenue violeta en toda su mejilla.
No supo porqué, pero se le habían congelado los pensamientos. El sermón que pensaba darle se quedo atorado en su garganta. Sus ojos abiertos tan grandes como eran, seguro debían darle una expresión alelada a su rostro.
El “encanto” no duro mucho hasta que el chico se soltó fuertemente y lo empujo, con una fuerza que no logro ni moverle un pelo.
– ¡¡Déjame en paz!! – y luego de ese grito, el chico retomo su huida pero esta vez corriendo.
¿Qué diablos le estaba pasando? ¿Por qué se encontraba tan conmocionado por lo que acababa de ver? Tratando de no pensar en nada, dio media vuelta y se volvió por donde había llegado.