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Tu indiferencia por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

Hola, regreso por aqui con algo de Junjou romantica.

 

Como siempre las aclaraciones:

Los personajes no me pertenecen son de Nakamura san.

La historia no esta en CANON NI SUS PERSONAJES.

Es un Au, Ooc.

LA HISTORIA CONTIENE MPREG.

En fin, la aclaracion es para aquellas personas que no le gustan los personajes fuera de canon ni el mpreg. No son bienvenidas las criticas al respecto pues para eso estan las advertencias.

Dejando eso aclarado, BIENVENIDOS los que me acompañen en esta nueva aventura.

Los personajes principales son Hiroki y Nowaki, pero estaran casi todos los de Junjou y no aseguro que la pareja principal termine siendo la misma.

Saludos de corazon a todos los que me acompañen y desde ya mi agradecimiento a los que me honren con sus mensajes.

Notas del capitulo:

Sin mas que decir les dejo el primer capitulo, espero sus mensajes con ansias y tambien espero lo disfruten.

1-   Tu indiferencia

 

Los rayos del sol iluminaron las calles del lujoso distrito de Meguro. Desde muy temprano muchas personas salían de sus hogares para comenzar el día. En una de las hermosas casa enclavadas en el distinguido distrito, una familia comenzaba su mañana. La casa estaba localizada en una pequeña colina, era grande, espaciosa. Combinaba lo tradicional con lo moderno, teniendo en su interior, lindos jardines de estilo japonés, donde un enorme árbol de cerezos reinaba, dándole al lugar un aspecto mágico.

 

En la cocina, ya la señora Himeko trajinaba preparando el desayuno. Trabajaba para la joven pareja desde hacía cinco años, los cinco años que llevaban los jóvenes casados. Pero Himeko era aún más antigua en la vida de uno de ellos, pues lo había criado desde pequeño.

 

—Hime-san…Hime san, me quedé dormido.

 

La mujer vio a su niño con ternura, a pesar de que ya era un hombre casado y con un hijo, para ella siempre sería un niño, el pequeño niño que crió y que amó como una madre.

 

—Deja el agite Hiro-chan, Nowaki-san está aún en la regadera y yo ya tengo el desayuno listo.

 

Hiroki sonrió con alivio, apenas había tenido tiempo de calzarse las pantuflas y ponerse un albornoz sobre la pijama. Se había asomado en el cuarto donde su pequeño Issei dormia plácidamente y corriendo hacia la cocina había rogado porque su nana tuviera el desayuno listo para su esposo. Aquel día era especial, cumplían cinco años de casados y le tenía una sorpresa a su marido.

 

—Megumi vendrá esta noche para ayudarte. —Le dijo sonriente, mientras la ayudaba a poner la mesa. — Yo voy a buscar a Nowaki a las ocho al hospital y luego iremos al restaurant en Ginza.

 

Hiroki se sonrojó al pensar en los demás planes que tenía. Su nana entendió la vergüenza, ya se imaginaba cual era la sorpresa. Mientras ella, silenciosamente, siguió poniendo la mesa. Hiroki pensaba en la reservación que había hecho en un lujoso hotel. Champaña, fresas, un hermoso regalo y toda una noche para ellos, era su sorpresa de aniversario para su marido esa noche. Había hecho un gran esfuerzo, superando su vergüenza y timidez. Después que Issei había nacido hacía ya casi dos años, Hiroki sentía que su matrimonio se había enfriado.

 

Criar a un niño, mantener un hogar, llevar la vida agitada que Nowaki como médico llevaba, ser una familia, no era fácil. A veces recordaba los primeros meses donde todo le había parecido mágico y tan sencillo, pero con el tiempo y con las constantes ausencias de Nowaki, el entusiasmo se había apaciguado, convirtiéndose en una rutina que a veces hacia que Hiroki se sintiera solo y decaído.

 

Por eso había planeado todo aquello con especial dedicación, quería que aquella noche fuera especial, fuera perfecta. Quería que él y Nowaki fueran los de antes, los adolescentes que se enamoraron siendo estudiantes, los jóvenes felices que se casaron enamorados.

 

—Buenos días Himeko-san.

 

La voz de su esposo lo sacó de sus pensamientos.

 

—Hiroki, Issei está llorando en la cuna.

 

Le dijo Nowaki con aquella frialdad que últimamente usaba con él ¿Dónde estaba el “buenos días amor”? ¿O el beso que debía darle cada mañana?

 

—Sí, ya voy a verlo. — Musitó Hiroki algo nervioso. Himeko se interpuso en su camino. —Siéntate a comer con Nowaki-san, cariño, yo iré a ver al pequeño príncipe.

 

Hiroki le sonrió a la mujer y mientras esta salía de la cocina, le sirvió un café a su esposo, que revisaba impaciente su teléfono.

 

—Hime-san preparó arroz,  sopa de miso y unos vegetales.

 

Le dijo mientras le servía el desayuno en un plato.

 

—No tengo tiempo para comer. —Nowaki se tomó el café mientras enviaba un texto desde su teléfono. —Tengo una emergencia en el hospital y el maldito de Tsumori no contesta la llamada. Se supone que él está de guardia, vaya a saber dentro de los pantalones de que enfermero estará metido a esta hora.

 

Hiroki apretó los dientes con molestia. Tsumori había sido objeto de las pocas peleas que habían tenido ellos en su matrimonio. Con el tiempo, había superado la inseguridad que aquel rubio odioso le causaba, pero en ocasiones como esa, no podía dejar de sentir cierto recelo por la cercanía de aquellos dos.

 

—Iré a buscarte a las ocho.

 

Le dijo a Nowaki, casi corriendo tras él, cuando este salió de la cocina, para alcanzarlo antes de que se marchara.

 

—Sí, sí. Hasta luego.

 

Hiroki vio a su esposo salir en carrera sin apenas dedicarle una mirada. Con aquella escueta despedida, abrió un poco más la brecha que los estaba separando. Su mano se introdujo en el bolsillo del mullido albornoz, donde una caja descansaba. Dentro de esta había un reloj, una copia de uno que le había regalado siendo apenas unos adolescentes y que Nowaki había tenido hasta hace poco. Esta vez era un reloj de marca y en su correa estaba grabado “Quien siempre te amará,  Hiro-san”

 

De repente a Hiroki se le llenaron los ojos de lágrimas y la palabra siempre, le pareció mucho tiempo.

 

La risa musical de su hijo lo hizo respirar profundo. Tragándose su dolor, limpió sus lágrimas y dibujo en su rostro una dulce sonrisa, para voltearse y mirar al angelito que venía feliz en los brazos de su nana.

 

—Sequito y cambiadito viene a desayunar con sus papis. —Le dijo Himeko entregándole al bebé.

 

Hiroki besó las mejillas de su hijo. Sin mirar a su nana, caminó a la cocina.

 

—Nowaki se tuvo que ir, tenía una emergencia en el hospital.

 

Himeko no dijo nada, le sirvió el desayuno a su niño y lo miró con tristeza. Algo estaba ocurriendo entre aquellos dos seres y eso la tenía angustiada, pues cada día veía más y más tenso a Hiroki

 

 

******

 

Cuando llegó al hospital y aun sin siquiera comenzar el día, ya se sentía exhausto. Tal parecía que el ritmo de vida adoptado por él mismo, estaba causando estragos en su salud física. Dejó sus cosas sobre el escritorio y se sentó solo un segundo, antes de comenzar sus labores.

 

—Ni siquiera le di un beso.

 

Se dijo, sintiéndose molesto consigo mismo. Pero no se le ocurrió pensar que llevaba días, meses e incluso casi dos años sin hacer las cosas que solía hacer, para demostrarle a Hiroki cuanto lo amaba. Tomó el teléfono impulsivamente y justo cuando se disponía a marcar, alguien tocó a su puerta.

 

—Doctor Kusama, que bueno que ya llegó. Lo esperan en terapia intensiva, el paciente que ingresó anoche sigue empeorando y el Doctor Mikumo le está buscando, me pidió que el informara que en cuanto tuviera un tiempo libre le buscara en su oficina. Me recalcó que es urgente.

 

La enfermera, con la misma velocidad que entró diciéndole aquellas cosas, se marchó.

 

—Tiempo libre. —Rezongó Nowaki con un resoplido de frustración.

 

— ¿Y qué demonios querrá el director del hospital conmigo? —Se preguntó mientras se ponía su bata y salía con prisa de su consultorio, olvidando como últimamente hacía, lo que una vez había sido prioridad para él.

 

El día era diferente para Hiroki. Luego de darle de comer a su pequeño ángel. Se encerró con él en su habitación y pasó parte del día jugando. Issei era un niño muy vivaz y además era la luz de sus ojos. Su vida después de casarse con Nowaki era cómoda y tranquila, sin mayores obligaciones que las de atender su hogar y a su esposo e hijo. No le hacía falta trabajar, pues Nowaki proveía todo. Si debía ser honesto a Nowaki tampoco le hacía falta trabajar, tenía el dinero que le habían heredado sus padres al morir y él también provenía de una familia acomodada.

 

Aun así, Nowaki amaba lo que hacía y Hiroki jamás le pediría que renunciara a su profesión. Él, sin embargo, había dejado poco a poco sus sueños a un lado. No era que estar casado con Nowaki y tener a Issei no fuera uno de sus sueños más preciados, pero a veces, solo a veces, se sentía como si algo le faltara.

 

Desde muy joven aprendió que la sociedad segregaba a las personas, por clases, por estatus social, por raza, por credo, en fin, todas las personas parecían estar catalogadas. En su caso pertenecía a una pequeña minoría de seres que habían nacido con una rara mutación genética. No era algo nuevo, al contrario, llevaba ya casi un siglo desde que se presentara el primer caso, tampoco era algo que el mundo tachara de extraño o antinatural, después de tanto tiempo se había vuelto normal, pero si era algo que lo había colocado a él y a los otros miles, en uno de los catálogos de la sociedad.

 

Afortunadamente tenía buenos amigos, que como él, poseían aquel don, pues para él, el dar vida, el poder haber tenido un hijo del hombre que amaba, era una bendición, aunque no todo el mundo lo creyera así. Pensando en uno de aquellos amigos, aprovechó que su angelito había caído rendido e hizo una llamada. Sabía que recurrir a él, sería lo mejor en ese momento en el que se sentía tan confundido.

 

—Hola, abnegado amo de casa ¿qué te hace llamar a tus ignorados amigos? ¿Será que ya te decidiste a dejar al aburrido de tu marido e incorporarte a la vida real?

 

—Por comentarios como esos ya no te llamo Ryu. —Le reprochó Hiroki con un mohín de disgusto, al que con diversión lo molestaba.

 

—Ya…Ya, discúlpame. A veces olvido lo delicado que eres cuando se trata de tu marido. —Rezongó Isaka con molestia, luego, esbozando una brillante sonrisa, siguió la plática con su amigo. Sabia porque lo llamaba, siempre era lo mismo. —Dime ¿problemas con don perfecto?

 

Hiroki resopló molesto, Ryu tenía la tendencia a irritarlo, pero era de sus amigos el más centrado. Tenía una carrera exitosa como abogado de uno de los mejores bufetes del país. Conocía medio mundo de tanto que viajaba. Era sofisticado, cosmopolita, inteligente y muy, muy soltero. Tenía una larga lista de aspirantes a doblegar aquella rebeldía y convertirlo en un feliz esposo, pero Ryu le huía al matrimonio como el que le huye a la mayor de las pestes.

 

—Algún día conocerás a tu don perfecto y seré yo el que me burle de ti. —Rezongó Hiroki con descontento. 

 

Ryu soltó una alegre carcajada.

 

—Ay querido que chistoso eres. El día que eso pase lloverán sapos. Primero, porque yo sé decir que no y segundo, porque mientras existan los condones y los otros miles de métodos anticonceptivos, yo seguiré disfrutando del sexo sin compromiso y de mi tan bien amada libertad. Ahora dime por qué me llamaste, tengo una reunión en una hora y si se trata de tu maridito, me imagino que no será una conversación corta.  

 

Hiroki lo pensó un segundo, antes de decir con un dejo de tristeza.

 

—Es lo de siempre Ryu, es que de pronto ya no sé qué hacer para que volvamos a ser como éramos antes.

 

Ryu suspiró, era hora de dejar a un lado los sarcasmos, Hiroki lo necesitaba.

 

—Olvidó el aniversario ¿verdad?

 

El silencio de Hiroki le dio la respuesta.

 

—Supongo que están pasando por una pequeña crisis. A todos los matrimonios les pasa. He visto muchas parejas en mi oficina que alegan divorciarse por no haber podido sobrepasar esas crisis. Se acusan de falta de atención, de ausencia en el hogar…

 

Ryu se detuvo cuando escuchó a Hiroki respirar con fuerza.

 

—A ti no va a pasarte eso Hiroki.

 

— ¿Cómo lo sabes? Tú mismo lo has dicho, son muchos los que se divorcian por no poder superar los problemas. Y… ¿Si eso es lo que está pasando en mi matrimonio?

 

—Mira. —Le interrumpió Ryu para evitar que Hiroki se angustiara más, con conjeturas hechas antes de tiempo. —Puede que yo no tolere mucho a Nowaki, pero eso no quiere decir que no lo crea una buena persona y sé que él te ama. Lo mejor que puedes hacer ahora es hablar de esto con él. Siempre te he dicho que la comunicación es importante. Dile cómo te sientes, háblale de tus temores y por todos los cielos Hiroki, también te lo he dicho, comienza a salir de esa casa. Eres un profesional, ejerce tu profesión. Ahora mismo podrías estar dando clases en cualquier universidad. Yo no digo que tu vida ahora sea mala, pero hay más Hiroki, hay más que cuidar un niño, un marido y una casa.

 

Hiroki terminaba de arreglarse esa noche, mientras reflexionaba sobre las palabras de su amigo. Quizás Ryu tenía razón, quizás eso era parte de los problemas de su matrimonio. Nowaki era un profesional reconocido y ¿qué era él? Un esposo, un padre y…nada más.

 

Se propuso hablar con su marido esa noche, durante la cena. Quizás era hora de ejercer su profesión. Issei estaba grandecito, podría llevarlo con él y dejarlo en la guardería de la universidad donde consiguiera una plaza para enseñar. También podría contratar a una niñera para que lo ayudara en casa y así poder preparar sus clases sin sobrecargar a su nana de trabajo. Era una idea que de pronto se le hacía incitante.

 

—Que guapo estas mi niño.

 

Le halagó Himeko al entrar a la habitación. Hiroki vestía un fino traje negro. Al mirarse al espejo se encontró con que si se veía muy bien, pero no era la ropa, era algo en la expresión de su rostro, algo había cambiado dentro de él. Quizás la emoción y la esperanza de estar haciendo lo correcto. Besó a su hijito dormido en la cuna y le dio un abrazo dulce a su nana.

 

—Te quiero mucho Hime-san, nos vemos mañana. La niñera debe estar por llegar, cualquier cosa no dejes de llamarme.

 

Cuando iba camino al hospital, miraba por la ventana del taxi, el esplendor de la ciudad de Tokio. Sus luces tan brillantes, su constante movimiento. La ciudad bullía, viva, vibrante, así como se sentía él en aquel momento.

 

******

 

Nowaki estaba en los límites del agotamiento. Después de casi perder un paciente en la mesa de operaciones y de pasarse parte de la mañana cuidando otro en la unidad de terapia intensiva, le tocó una larga y tediosa reunión con el Director del hospital, que solo quería decirle algo que ya sabía. Ahora ostentaba el cargo de jefe de cirugía. No era que le molestara la distinción que se le había hecho, al contrario, era un orgullo para él, ser uno de los más jóvenes médicos en lograr aquel honor solo con sus méritos.

 

Era la responsabilidad que todo aquello traía, más trabajo por así decirlo. Eso era algo que perturbaba a Nowaki, pues si ya de por si estaba ocupado, como jefe de cirugía seria dos veces peor.

 

Firmaba unos récipes que le había entregado una enfermera, cuando escuchó una voz en su espalda.

 

—Felicidades Kusama sensei.

 

Nowaki sonrió complacido y se giró para ver al dueño de aquella dulce voz.

 

—Doctor Takahashi, muchas gracias.

 

El aludido sonrió contento. Le faltaba mucho para ser llamado con aquel apelativo, pues aún era un interno, un estudiante en busca de lograr lo que  Nowaki había logrado.

 

—Aún no me llame así, Kusama sensei, muy pronto me mereceré esa distinción. Pero usted, usted merece ese puesto y sé que lo hará muy bien.

 

Nowaki puso su mano sobre el hombro del chico. Le gustaba aquel joven, era diligente, inteligente, muy aplicado y tenía un carácter tan amable, tan dulce, que todo el mundo lo quería en el hospital. Misaki le recordaba a su esposo. Hiroki era así cuando lo conoció, era esa sensibilidad lo que lo había enamorado de su ahora esposo.

 

—Gracias Misaki-kun, espero contar con tu apoyo en mi nuevo cargo.

 

Misaki sonrió con emoción y tomó la mano de Nowaki mirándolo con fervor.

 

—Claro que si Kusama sensei, cuente conmigo para lo que necesite.

 

Hiroki había llegado al hospital con diez minutos de antelación. Se paró en el puesto de información y preguntó por su esposo, cuando una odiosa voz llamó su atención.

 

—Caramba, pero mira a quien me encuentro, al esposo modelo ¿Cómo estas Hiroki?

 

—Tsumori-san…como…está. —Saludó Hiroki con acritud, al rubio que lo miraba sonriente.

 

—Deja, yo escolto a Kusama-san hasta donde está su esposo.

 

Le dijo Tsumori a la chica que iba a llamar a Nowaki y ante la mirada resignada de Hiroki, le condujo hacia el área de cirugía.

 

—Cada vez que te veo estas más guapo. —Le dijo con galantería, cosa que Hiroki ignoró, deseando llegar con Nowaki rápidamente.

 

Afortunadamente el ascensor estaba lleno y Tsumori no pudo molestarlo, mas. Al salir de este en el quinto piso, Tsumori lo guio por un pasillo largo, por donde enfermeras y médicos caminaban si detenerse. Hiroki a lo lejos vio a su esposo, pero la sonrisa se borró de su rostro al verlo tomado de la mano con un jovencito que vestía una bata médica.

 

—Ese es Takahashi Misaki. —Le dijo al oído Tsumori, maliciosamente. —Es un interno a cargo de tu marido, el pequeño lo sigue como perrito faldero. Yo que tu tendría cuidado, la sangre nueva siempre es más dulce…

 

Tsumori se fue, dejando a Hiroki pálido y descompuesto. Nowaki estaba sonriéndole a aquel joven como hacía mucho que no le sonreía a él. De pronto quiso salir de aquel lugar, pero las piernas no le respondían. Cuando pudo moverse ya era tarde. Nowaki lo había visto y el fruncimiento de ceño que hizo al mirarlo, destrozó más el corazón de Hiroki.

 

—Hiroki ¿Qué haces aquí?. —Le dijo acercándose a él y mirándolo con aprensión. — ¿Le pasó algo a Issei?

 

¿Pasarle algo a su hijo? ¿Es que acaso no notaba como iba vestido? Peor aún ¿Es que había olvidado el compromiso que tenían?

 

—Yo…no…no…Issei está bien.

 

Nowaki lo miró más confundido aun.

 

— ¿Entonces porque vienes a esta hora al hospital? Deberías estar en casa, es muy tarde.

 

Hiroki iba a replicar, quizás a gritarle que ese día era especial, que cumplían cinco años de casados, pero la llamada por los alta voces, cortó cualquier discusión.

 

—Doctor Kusama se le solicita en emergencia… Doctor Kusama favor dirigirse al área de emergencia.

 

Nowaki chistó con molestia, quería tomarse un descanso, pero estaba visto que no podría. Miró a su esposo aun extrañado por su presencia en el lugar. Sin dejarlo siquiera hablar, le dijo con rapidez.

 

—Vete a casa Hiroki, llama a un taxi y ve a casa. Tengo que irme, es una emergencia, te llamaré más tarde.

 

Hiroki se quedó parado en medio del pasillo, sintiéndose más vacío que nunca. Sin comprender cuando era que su matrimonio había comenzado a desboronarse. Salió como un autómata del hospital y tomó el primer taxi que pudo detener. Lloró todo el camino y al llegar a su casa, en vez de entrar, se coló por el jardín, para sentarse bajo el viejo cerezo y pensar, entre lágrimas, en la vida que ya no tenía.

 

Muy tarde esa noche, cuando ya Nowaki se disponía a irse a casa. Tsumori lo interceptó en el vestuario de médicos.

 

—Oye ¿Tu no deberías estar celebrando?

 

Nowaki se encogió de hombros con molestia, su ascenso no era algo que celebrar, había sido algo que desde siempre supo que sucedería.

 

—No se celebra algo que ya se sabe, además, es más trabajo para mí, no es nada divertido.

 

Tsumori lo miró sin entender. Sentándose en uno de los sillones, lo miró fijamente mientras este se cambiaba.

 

—Yo no hablaba del ascenso. —Le dijo con sorna. — ¿No te encontraste con Hiroki?

 

Nowaki lo miró confundido. —Si… pero lo envié a casa, ni siquiera sé que estaba haciendo aquí.

 

Tsumori suspiró, comprendiendo ahora la razón de que su amigo estuviese allí. Le gustaba Nowaki, pero no con razones románticas, era un buen amigo y amaba hacer rabiar a Hiroki, siempre le había gustado molestar al castaño, pero aquella noche, aquella noche pensó que Nowaki había ido muy lejos. Había estado diciéndoselo durante meses. Estaba trabajando mucho, estaba descuidando lo importante. Tsumori siempre había sido una persona muy solitaria, por eso le gustaba lo que había entre Nowaki y Hiroki y aunque le gustara molestar al joven, también lo admiraba por ese amor incondicional que le demostraba a Nowaki.

 

—Eres un imbécil Kusama. —Le dijo sonriéndole con ironía.

 

— ¿A qué viene eso?— Preguntó Nowaki mirándolo con molestia.

 

Tsumori se puso de pie y se dispuso a salir de la habitación. No sin antes decirle con desdén.

 

—Feliz aniversario, imbécil ¿Te dice algo eso?

 

La puerta hizo un ruido fuerte al cerrarse, retumbó en los oídos de Nowaki, pero su corazón se había detenido al pensar en lo idiota que había sido. Ahora tenía mucho que enmendar, sabía que eso no sería algo que Hiroki perdonaría fácilmente.


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