-aahhhrrrrr –serian las palabras que me oirían decir si me escuchan.
Sin embargo si miraran fijamente mis ojos verían que estoy diciéndoles algo más profundo, si leyeran mis pensamientos lo entenderían. Pero hacer eso llevaría un gran riesgo, para ustedes claro, ya que significaría que están de cara al peligro, y aunque yo no lo desee podrían convertirse en mi alimento ¡oh! ¡Lo siento! Olvide decirles que ahora soy un zombi ¿genial no? A mi parecer… no. La única ventaja es no tener que huir de los hambrientos caminantes, y poder andar tranquilo por las calles de un lado a otro, aunque en este momento no tenga un rumbo fijo.
Mi vida era errante sin propósito, aunque pensándolo bien aun lo sigue siendo ¿qué propósito, más que comer carne, podría tener un zombi? Ni si quiera siendo un zombi soy bueno ya que no como carne humana. La conciencia y la razón, son dos de las cualidades humanas que conservo, las que no me permiten realizar tal acto, mentiría si dijera que no lo deseo, pero me he conformado con la carne de mascotas con las que me he cruzado, pobres… estaban ajenos al destino y peligro que les esperaba cuando puse mis ojos en ellos.
Como dije antes, la conciencia que conservo me diferencia de los demás zombis, solo eso, por otro lado soy totalmente idéntico a ellos: tengo la piel dura sin vida igual que una esponja, un rigor mortis que si bien aún se encuentra en sus primeras fases limita mis movimientos, un gran moratón a la altura del cuello causado por el desgraciado que me condeno a vagar por el mundo…
Bueno, para no confundirlos les contare mi linda historia desde el principio…
Trabajaba en un pequeño y acogedor café francés, recuerdo que mi jefa siempre bromeaba que el café no era francés sino “internacional” ya que en él trabajaba un chico italiano y yo, un japonés.
Me desempeñaba como mesero, aunque al principio me parecía aburrido termine cambiando de opinión, era agradable conocer muchas personas nuevas.
Allí conocí a un chico llamado Jack que estudiaba medicina. Solíamos hablar bastante, mas trivialidades que otra cosa, una vez le había contado ese viejo cuento que dice que si consigues hacer mil grullas de papel se te será concedido un deseo, al terminar el relato me pidió con emoción que le enseñara a hacerlas. Recuerdo que me dijo con un tono algo infantil:
-“prometo que te hare una cada vez que venga al café, así podrás pedir un deseo”-
Su promesa me hizo feliz pero conteste antipáticamente:
-¿enserio? ¿oh?… bien, no tengo nada que desee, pero gracias- como verán no era bueno demostrando mis sentimientos.
Al ver su gesto de desilusión avergonzado propuse –e-entonces… te doy mi palabra que tendré otra lista para ti a cambio.
Y así fue, cada vez que le llevaba el café le daba la gruya que traía hecha desde mi apartamento y Siempre que terminaba su desayuno se despedía dejando una de color celeste en la mesa, lo admito, era la parte más bonita de mi rutina.
Una mañana de martes que había comenzado con promesas de tormentas, el día que tome valor para declararme a la persona que me gustaba, término dándole un irreparable vuelco a mi vida.
Llegue al café empapado, todo estaba normal excepto un par de comensales desconocidos que compartían la misma mesa, llevaban una apariencia sumamente preocupante, parecían enfermos terminales,. Estaban tan pálidos y de vez en cuando una espasmosa tos los atacaba, yo se lo atribuí a ese mal tiempo en el que cualquiera coge un buen resfriado. Me dirigí a uno de ellos (que casi convulsionaba por su persistente tos) a ofrecerle agua o ayuda médica, este solo se quedo mirándome fijo como si no entendiese mis palabras. Desvié mi vista por un segundo del cliente al escuchar que la campanilla de la puerta principal sonaba, levante mi mano para saludar a Jack, quien ingresaba al negocio cumpliendo con su rutina de regalarme una sonrisa ni bien nuestras miradas se cruzaran, pero la mía no pudo mantenerse en el ya que instantáneamente tuve que dirigirla al sujeto que se había levantado en un fugaz movimiento para arrancarme ferozmente un pedazo de mi yugular. Si lo sé, no parece una imagen muy bonita.
Si eso fue en venganza, quizás, por mi mala atención debo decir que me lo cobro muy caro.
Cuando recobre la “conciencia” estaba recostado en el baño, a mi lado estaba Jack sosteniéndome una mano con una expresión de tristeza en sus ojos y la otra la tenía mi jefa que no paraba de llorar. Extrañamente me sentía bien, mi cuello ya no cargaba con el dolor que tuve en el instante en el que me mordieron, quise decirles que no se preocupasen que estaba mejor que nunca, pero ningún sonido escapo de mis labios, intente acariciar sus rostros, para tranquilizarlos, pero mis manos no me obedecieron, es más, creo que ni se movieron . Tuve una rara sensación, como si el latir de mi corazón me abandonase. Apoyaron mis extremidades en el frio suelo y la jefa casi obligo a aquel chico que abandonase el baño por una de las ventanillas que este tenía. Yo solo pude observarlos confundido, no entendí porque me dejaban así.
Cuando las fuerzas volvieron a mi me senté, lleve una mano asía mi cuello al sentir que algo lo apretaba fuertemente, en el estaba envuelta la bufanda que llevaba Jack, me sobresalte al ver que estaba inundada en sangre. Con dificultad me levante y fui al comedor del café donde me encontré con un gran desorden, parecía como si una larga pelea se llevo a cabo allí.
Al rastrillar bien el local pude observar que las mesas y algunas partes de las paredes estaban manchadas con un líquido rojo, que luego comprobé con horror que no era otra cosa que sangre. Ese macabro descubrimiento hizo que escapara del negocio.
En la calles me esperaba un paisaje mucho mas sombrío del que acababa de ver: Personas saqueando los comercios, otros peleando entre si y lo mas traumatizante fue ver como gente con una apariencia moribunda atacaba a otras con el fin de morderlas, no más bien… para comerlas.
Fui corriendo a auxiliar a una mujer que se encontraba luchando con uno de estos extraños tipos al que logre derribarlo de una trompada luego tome la mano de la mujer para ayudarla a correr. Esta se soltó de mi agarre y me miro horrorizada, quise decirle que quería ayudarla pero un sonido gutural remplazo mis palabras. De repente un cosquilleo se extendió por mi pecho y un olor a pólvora inundo mis fosas nasales, observe hacia mi espalda y me encontré con la mirada de un policía, el cual unos segundos antes me había disparado. Caí al suelo, no por dolor más bien por el susto. Trate de preguntarle por qué me disparo, pero no pude, se acerco poniéndome el cañón entre ceja y ceja, cuando estaba a punto de apretar el gatillo la mujer lo tomo del brazo y le reprendió:
-no seas imbécil guarda las balas para los zombis que encontremos en el camino. El monstruo ya morirá con las heridas que tiene- dijo mirándome con desprecio.
El policía solo asintió y se marcharon juntos.
¿Qué fue eso? ¿Porque me dijo monstruo? Tenía muy en claro que nunca fui un “adonis” pero calificarme de monstruo hería mi orgullo.
Me reincorpore y camine hacia una gran pantalla de televisión, que asomaba en una de esas casas de electrodomésticos, en este transmitían un mensaje de urgencia. Era un político gordo (y más que seguro corrupto) el que hablaba nerviosamente en una rueda de prensa:
“no nos debe consumir el pánico, la situación del virus Z está bajo control, los casos de personas infectadas con el virus y que presentaron comportamiento hostil ya están en aislamiento. Repito la situación está bajo… “
El tipo no termino su discurso ya que desde detrás de un mostrador apareció la punta de una escopeta que disparo. La bala atravesó el televisor para luego incrustarse en la sien del hombrecillo babeante que estaba curioseando y olfateando algo desde el lado exterior de la destrozada vidriera… justo a mi lado. Por puro instinto me tire al suelo y escape a gatas de esa vereda.
Al ponerme de pie mi mirada encontró mi reflejo en uno de esos vidrios autorreflejantes que había en un caserón, y lo que vi allí no me agrado nada. Era yo, pero mi apariencia era distinta al de la mañana: mi piel estaba pálida y marchita, mi camisa blanca ensangrentada y pude notar al sacarme la bufanda que, aunque no lo crean, a mi cuello le faltaba una gran parte de su masa muscular. Recordé las palabras “virus z” “monstruo” y “zombi”. Con temor acerque la mano al lado izquierdo de mi pecho para cerciorarme que la loca idea que cruzo por mi mente, allá sido solo eso: una loca idea. Con horror descubrí que mi corazón no latía y en mi cuerpo ya no había vida ¿esto significa que me había convertido en una de esas extrañas criaturas? ¿por qué mi vida tenía que transformarse de esta manera?
Mi cabeza daba vueltas observando el desalentador mundo que me rodeaba y amenazaba derrumbarse sobre mí. Entre en pánico y caí al suelo. El celular que llevaba en mi pantalón crujió con el golpe, molesto metí mi mano en el bolsillo para sacar sus restos y lo que encontré junto al aparato, ahora inservible, me envolvió de una pequeña esperanza, me mostro que aunque esté muerto aun tenía algo que hacer en el mundo y pensé, tal vez ingenuamente, que descansaría en “paz” una vez que lo logre.
Nota:
Espero les haya gustado la introducción de la historia, me encantaría saber que opinan de ella. En esta historia si habrá muchos, muchos zombies wajajaja como alguien me pidió y por supuesto que también habrá yaoi xD
¡no olviden dejar un reviews si les gusto! Saludos!