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De promesas y regresos por blueous

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Notas del fanfic:

 Esto es una re-subida de Mamihlapinatapai, más que nada porque le tengo mucho amor a esa palabra y quiero escribir un fanfic decente BangHim con ella, así que arreglé este y le desgarré el Mamihlapinatapai , aunque sigue siendo casi lo mismo. Hehehe.

 Himchan aguanta la respiración, las cosas siguen moviéndose a su alrededor, pero es de otra forma a la regular. De pronto siente que todo (además de él y el otro él enfrente suyo) pasa en forma de flash a su lado. Las rodillas no le tiemblan como hubiese esperado hace años, sin embargo es su interior entero el que se remece cuando el chico, ahora castaño claro, le responde la mirada y la aparta de inmediato, alejándose por el lado contrario del que debió seguir para acercarse a Himchan nuevamente.

 Todo vuelve a lo que era, pero ya no es lo mismo. Jongup tironea de la manga de su mayor, consternado por aquel súbito congelamiento y la manera en que las facciones se le han entristecido de la nada. “Himchan-hyung. Hyung” Repite hasta que el aludido se digna a voltear el rostro apenas y sonreír en su dirección “¿Estás bien?”

“Oh, oh” Responde Himchan, porque no sabe que más podría decir “Claro que sí, es sólo que… nada, nada” Resuelve que lo mejor será seguir guardando aquella parte de su pasado y no seguir hablando, cree que lo mejor sería seguir viviendo de forma normal, pero simplemente no puede. No después de verlo a él y tener que recordar todo tan de golpe. "Me tengo que ir. Recordé que tengo un trabajo para mañana. Ya sabes, época de exámenes y esas cosas. Lo siento Uppie" Antes de partir Himchan revisa las facciones del chico, intentando encontrar alguna pizca de discernimiento, pero no busca demasiado pues sabe que no podrá encontrarla sin dedicación y ahora sólo tiene ganas de correr hasta casa y llorar contra su almohada. Echa a correr justo cuando los labios del menor comienzan a curvarse hacia arriba, es su señal de partida y no está dispuesto a esperar ni un segundo de más.

 Himchan gira sobre sus propios talones y comienza con pasos rígidos hasta doblar la esquina y echar a correr, no sabe de qué, cree estar seguro de que no hay nada que lo apure, pero de todos modos corre. Porque quiere correr, quiere sentir que se aleja de algo, incluso si no sabe de qué.

 El trayecto a casa se hace eterno, sin importar que sólo haya tenido que devolverse por dos manzanas a trote fuerte, cuando llega le falta la respiración y el corazón golpea tan fuerte que le remueve con fuerza el tórax hasta crear un pequeño rebote en su playera, Himchan no sabe si ha sido el trote o que ha vuelto a ver al amor de su corta vida.

 Quiere engañar a sí mismo y decir que es porque la actividad física no ha sido nunca su fuerte.

#

 Existían pocos días en los que ‘el preocupado de Himchan’ saliera (verdaderamente) con lo primero que se ha encontrado en el ropero, sin embargo ese día de primavera era cierto. Porque tras amanecer con un peso demasiado demoledor dentro del pecho y suspirar cómo si el mundo se fuera a acabar, lo único que pudo hacer fue caminar con los ojos medios hinchados hasta la ducha para darse cuenta que no podría estar ni sentirse peor y no tenía ni las más mínimas ganas de remediarlo siquiera.

“Kim Himchan, el desayuno está listo” Llegó la voz lejana de su madre y él obedeció sin chistar.

 La mujer se preocupó un poco cuando vio a su hijo cruzar el marco de la puerta de la cocina en menos de dos minutos y casi le da un ataque cuando notó los ojos rojos e hinchados del chico un poco más arriba de su barbilla apretada y los labios rojizos de tanto mordérselos.

“¿Channie, estás bien?”

“¿Qué crees tú?” Responde él algo cabreado, porque cuando está triste odia que se lo repitan, odia que se lo recuerden.

 El pelinegro pasa de largo la mesa servida y toma una manzana para irse, sin importar que estuviese adelantado a su horario habitual por poco más de media hora. Hoy no quiere muchas cosas y una de ellas es responder un interrogatorio en el que probablemente acabe confesando a su madre que es gay y su ¿ex-novio? acaba de volver de Estados Unidos y ¡Ah, mami, adivina! Es Yongguk, sí, sí. El chico de enfrente, ese que tu encuentras un joven encantador.

 No, eso no está entre sus planes, de ninguna forma.

 Apenas sale de su calle se maldice por querer romper los esquemas y odia a la tristeza por obligarlo a salir antes, porque Bang Yongguk está en la parada de buses, tan diferente a como lo recuerda. Tan igual a como lo imaginaba dos años atrás. Himchan se queda como clavado frente a la primera casa de su calle y analiza todas las posibilidades, por más ridículas que sean (, por más que el universo no vaya a explotar si se acerca demasiado). Intenta respirar de forma normal, se odia por no haber dedicado más tiempo a sí mismo y luego lo odia a él, a Yongguk, porque todo esto es su culpa.

 No sabe cuánto tiempo ha estado en el mismo lugar, con la misma cara de nada, ni cuanto a estado Yongguk en la parada moviendo la cabeza al ritmo de varias canciones que deben de estar sonando por ese gran par de auriculares que tiene en cada oreja y por los que (incluso si se callera el cielo) él no escucharía nada, pero el único bus que le sirve para ir a la universidad y que pasa cada una hora (y él no ha adelantado su horario para llegar tarde; no señores, Kim Himchan es siempre digno) se está acercando con velocidad vertiginosa, ¿o es solamente él quien tiembla un poco?

 El castaño no sabe de dónde, pero ha sacado el valor suficiente como para adelantarse unos pasos, pedir permiso a otro chico que no se mueve delante de él, pasar justo al lado de Yongguk y subir al bus. No, sinceramente no sabe de dónde sacó todo el autocontrol del mundo para no voltear, ni siquiera cuando la mirada de Yongguk se le clavó en la nuca desde que tocó el primer escalón del bus. Porque eso que atraviesa al menor por el cráneo no puede ser nada más que los ojos penetrantes de su exnovio.

#

 Himchan sinceramente no sabe de dónde sacó la idea de que se libraría de Yongguk. De verdad que no entiende cómo ha podido olvidar los viejos tiempos en que ambos coincidían cómo si fuera el destino.

 Himchan se reprende por olvidar que, en su momento, era el destino.

 Himchan pasa saliva de forma nerviosa.

 Himchan cree que está pensando mucho, porque las cosas no pueden ser tan malas. No tiene por qué.

 Pero ya hemos hablado mucho de Himchan.

 Por otro lado Yongguk ha dejado de batallar con sus propias indecisiones y se acerca hasta él, incluso cuando ninguno de los dos se mira, pero saben exactamente qué está haciendo el otro. Se conocen demasiado.

“Himchan” El aludido había olvidado lo seductor que podía llegar a sonar su nombre con ese timbre, pero el mayor se encarga de recordárselo de inmediato: “Himchan”, repite, consiguiendo que el chico castaño levante la mirada para que su reflejo le sea devuelto de forma transparente por los ojos de Yongguk.

“Yongguk” Responde, sin siquiera saber cómo hacer salir los sonidos de su garganta sin que suenen estrangulados. No sabe qué hacer para que su mente deje de rememorar la primera y única noche poco más que romántica que ambos tuvieron antes de que el mayor se fuera. El pobre pelinegro no sabe hacia dónde mirar para no recordar las manos grandes paseándose con libertad abrumadora por su cuerpo, los labios recorrerle el filo del oído y después su nariz acariciando con sutileza… Oh, y claro que también quiere olvidar los miles de “Te amo” que formaron su primera y desesperada confesión de amor al chico heterosexual de la casa de enfrente y que se iría a la mañana siguiente. Sí, el mimo que antes de dejarlo dormir le preguntó “¿Crees en las relaciones a distancia?”.

 Si el chico obligaba al más bajito a responder ahora, le gritaría en la cara que no, que son una mierda. Sin embargo eso no pasa, porque ninguno de los dos se atreve a hacer ni deshacer nada.

 El silencio es horrible, para ambos y Himchan se pregunta qué tiene que hacer ahora, porque siendo sinceros, ya no recuerda ni cómo se forma una oración coherente. El espacio se expande y entonces las cosas se filtran un poco por el cerebro del más bajo, aunque por fuera parezca el mismo desastre que hace un minuto, su cabeza comienza a recapitular y recuerda que sabía que esto pasaría, no entiende cómo han pasado dos años tan rápido y cómo ambos pudieron perder el contacto apenas a los 19 meses, 2 semanas y 6 días. Porque sí, Himchan contó los días como la protagonista de una novela. Y ¡Dios mío! Yongguk parece estar mucho mejor de lo que se fue, su cuerpo ha tomado la forma que recién comenzaba a desarrollar cuando abandonó Corea para estudiar a Estados Unidos, su barbilla está mucho más definida que en los recuerdos del menor, las mejillas menos rellenas, la nariz levemente más ancha, los ojos más atrayentes y ¿qué era eso que tenía en la ceja derecha? “¿Te hiciste un pircing?” Deja escapar Himchan de pronto, con tono de quien ha dicho lo primero que se le viene a la cabeza porque no soporta más el silencio, Yongguk enfoca un poco la mirada, para sostener la de Himchan, y el segundo se da cuenta que, entre tanto cambio físico del otro, por dentro es el mismo de antes. El silencio retorna de nuevo, de golpe, y algunos alumnos ya han empezado a murmurar mientras les observan. Himchan se recuerda que, en la universidad, aún no ha tenido ningún tipo de revelación sobre su sexualidad y no quiere tenerla por ahora tampoco. “Estamos haciendo una escenita, ¿sabías?”

 

#

 Terminan los dos en la cafetería, sentados en una mesa distante al resto del cúmulo de estudiantes que se ahogan entre proyectos, maquetas y tesis a medio hacer. Los dos se miran uno al otro y no hacen nada más, el sándwich de Yongguk ya se ha enfriado, el café de Himchan también y ninguno hace nada al respecto.

 Al menos se pueden mantener la mirada ahora, y abusan de ese recurso, porque ¿cuál de los dos desea con más fuerza que el otro diga o haga algo?, y sin embargo ninguno se atreve a mover ni una sola pieza en ese tablero por miedo a estropear el juego.

“¿Y cómo te fue?” Deja escapar Himchan, una frase escueta que es justa y necesaria porque ambos saben a qué se refiere y ambos desean que alguien diga algo. Sólo necesitan el primer paso, el más difícil. Y Himchan parece haberlo dado.

 Yongguk entonces no se contenta con eso, porque Himchan ya movió a la reina y él debe mover el rey antes de olvidar cómo jugar. Busca con sus ojos la mirada desesperada del otro y tan pronto como la encuentra la lee. Ambos desean esto con la misma fuerza y eso es suficiente para el castaño que se despega de su silla azulada e incómoda, pasa su pecho por sobre de la mesa y atrae al contrario de un jalón en su playera (sí, esa que Yongguk no pensó que volvería a ver, porque Himchan la usaba sólo cuando no estaba de ánimo para revolver el closet) e impacta sus labios contra los del menor.

 En la cabeza de Yongguk se cuenta 1, 2, 3 antes del beso.

En la cabeza de Himchan se cuenta 1, 2, 3 después del beso y lo separa bruscamente para pasarse la mano por los labios después.

“Imbécil, aquí no soy gay. Tú, pedazo de soquete…”

 Yongguk toma entonces su sándwich frío y comienza a comer. Tienen tanto de que hablar, empezando por aclarar si su relación sigue o se corta como las llamadas de Himchan a Norteamérica, pero eso lo pueden hacer después, porque Yongguk está tan contento que no se molesta por la última acción del menor y sólo sonríe dejando el resto de comida en su plato y, mirando fijamente al más bajo, cuando habla lo hace con su voz grave de siempre; “Pues desde hoy empezaras una nueva reputación porque he regresado y somos novios, ¿no lo recuerdas?”

“¿En serio?”


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