El quinto año ya había comenzado en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, la nueva profesora de Defensa contra las Artes Oscuras llevaba un mes siendo la nueva Inquisidora y todo dentro del colegio parecía cambiar día a día con las nuevas reglas que solo lograban restringir más a los alumnos. Dentro del alumnado se podía distinguir claramente quienes estaban a favor de las nuevas normas impuestas y quienes en contra, siendo casi evidente el favoritismo de Slytherin y el rechazo de Gryffindor. El ambiente dentro del colegio era tenso, el director Dumbledore estaba cada vez más ausente y parecía que nada podría detener a Umbrigde antes de que se adueñara del poder total del castillo, y ese parecía ser el temor de la mayoría de los alumnos.
Era una mañana fría, el invierno comenzaba a hacerse presente poco a poco y los alumnos obligados a usar más vestuario por culpa de las bajas temperaturas. En esos momentos la mayoría de los estudiantes se encontraba desayunando en el gran comedor cuando Dolores Umbrigde apareció acompañada de un chico de unos quince años, delgado, de cabello liso, corto a la altura de los hombros y de color azabache, vestía el uniforme de otra escuela. El chico se quedó de pie al lado de Umbrigde, con una expresión serena y seria en el rostro que solo hacía resaltar el color azul de sus ojos. La nueva Inquisidora amplificó su voz con su varita para que todos los alumnos y profesores la escucharan, captando así la atención de todos los presentes.
-Queridos estudiantes tengo el honor de presentarles a mi sobrino, él se unirá al quinto año como alumno de Gryffindor. Espero que lo traten como se merece porque es un sangre pura. Y espero que todos aprendan a comportarse para que no haya más problemas en los pasillos del castillo, pues este es una escuela decente que no permitirá ningún acto vandálico-las palabras de la directora causaron gran impresión en todos los presentes debido a la sorpresa por la llegada de un nuevo alumno cuando el año escolar ya había iniciado y que este, siendo sobrino de Umbrigde, hubiese sido seleccionado para la casa de los leones.
El chico de ojos azules se removió un poco al escuchar las palabras de su tía, incómodo según lo que los ojos de Harry pudieron percibir. La situación era extraña pero sabía que Umbrigde no tendría problemas en cambiar a su sobrino de colegio y que, además, debía tener un motivo muy importante para su traslado. Harry no podía dejar de observar al nuevo estudiante con curiosidad, perdiéndose por unos segundos en esos mares azules cuando las miradas curiosas tanto del niño-que-vivió como del chico nuevo se encontraron por unos segundos. El desconocido le regaló a Harry una casi imperceptible sonrisa antes de caminar detrás de su tía, quien abandonó el gran comedor por la puerta de los profesores.
Los murmullos entre los alumnos no se hicieron esperar y rápidamente surgieron millones de rumores relacionados con el chico nuevo, del cual ni siquiera conocían su nombre. El rumor más creíble era que Umbrigde no dudaba en utilizar a su propia familia para infiltrarse en el grupo de la resistencia, por lo que el chico nuevo no era confiable y debían mantenerlo aislado. En la mesa de Gryffindor los cuchicheos eran más fuertes y venenosos en contra del ojiazul, y Harry se sintió muy mal al escuchar a sus compañeros mientras hablaban de lo horrible que debe ser tener como familiar a Umbrigde, pues por algún motivo que él mismo desconocía no podía juzgar a ese chico sin conocerlo primero. Le daría una oportunidad aunque eso pusiera en riesgo todos los planes que mantenía con sus amigos y con el Ejército de Dumbledore.
La primera semana de clases desde que el chico nuevo llegó había transcurrido con rapidez, ahora todos sabían que el sobrino de Umbrigde se llamaba Dylan Price y había resultado ser un chico muy tranquilo y hábil con la magia. Los primeros días no mostró señales de molestia o tristeza ante el desprecio que todos los Gryffindor de quinto año le manifestaban, Dylan dormía en el dormitorio común y bajaba a comer al gran comedor junto a todos sus compañeros pero pasaba solo la mayor parte del tiempo. Incluso, Harry solo podía recordar el escucharle hablar durante las clases cuando algún profesor le interrogaba. Todo lo relacionado con él era un misterio y nadie mostraba interés en acercarse a Dylan, y eso molestaba mucho a Harry porque él sabía perfectamente lo que era sentirse rechazado.
Ese fin de semana Harry Potter había decidido que le pondría fin a ese aislamiento al que Dylan estaba siendo sometido injustamente, lo había conversado con sus dos mejores amigos y aunque Ron se había mostrado un poco reacio a hablar con el chico nuevo solo por ser familiar de Umbrigde, Hermione había logrado convencerle de que no le haría daño el darle una oportunidad. Ese sábado era día de salida a Hogsmeade y era el panorama perfecto para invitar a Dylan a pasar tiempo con ellos, Harry se encargaría de buscarlo y convencerlo mientras Ron y Hermione se adelantaban para guardar una mesa en Las Tres Escobas. Harry se había quedado en el castillo después de desayunar, pues no había visto al chico ojiazul en el gran comedor y eso le preocupó, durante los días que se había encontrado frente a frente con Dylan no había sido capaz de saludarle pero sí de compartir una amable sonrisa.
Caminó por los pasillos del castillo hasta que llegó a la torre de Gryffindor, subió hasta los dormitorios y ahí lo encontró. El cuerpo de Dylan se retorcía bajo las mantas que cubrían su cama y dejaba escuchar un suave sollozo, el ojiazul estaba llorando y el cuerpo de Harry se tensó al imaginar a alguno de sus compañeros haciéndole una broma cruel al chico. Sin pensar demasiado en las consecuencias de sus actos, el ojiverde se acercó a la cama de su nuevo compañero y lo tomó por los hombros para poder abrazarle, sintiendo como el chico se acurrucaba en su pecho solo buscando un poco de apoyo. Los brazos de Harry le estrecharon con fuerza y acarició su espalda hasta que Dylan dejó de llorar. Los ojos azules aparecieron debajo de las mantas y se abrieron con sorpresa al encontrarse con el rostro de Harry, quien solo pudo sonreírle de forma amable como tantas veces lo había hecho en los pasillos.
-Dylan… Si alguno de nuestros compañeros te ha hecho algo puedes decírmelo. Ellos suelen ser muy inmaduros y con toda esta situación con Umbrigde están muy resguardados.- Harry se quedó callado al comprender lo que acababa de insinuar y no pudo evitar sentirse nervioso, pues esa intensa mirada azul no se había apartado en ningún momento.
El pelinegro solo le sonrió de forma tímida y negó con su cabeza suavemente antes de hablar.
-No es necesario que te preocupes por eso, Harry… Estoy acostumbrado a ser el chico nuevo con el que nadie se relaciona. Lamento que hayas tenido que verme así… No es tu culpa ni la de tus amigos.-Dylan habló con calma y un tono muy suave que Harry no recordaba de las clases, pero que le gustó mucho escuchar, pues daba a entender que no odiaba a ninguno de sus compañeros.
-Espera… ¿Qué quieres decir con que estás acostumbrado a ese trato?-
-Eso es algo de lo que podemos hablar después. De seguro tus amigos te esperan en Hogsmeade.-
Harry miró al ojiazul sorprendido por sus palabras, pues ni siquiera le había dado tiempo de invitarle a pasar el resto del día con él y sus amigos como era el plan, pero algo en su interior le indicaba que ese era el primer paso para acercarse al chico. Algo en la sonrisa que le dedicó Dylan le hizo ver que establecer una relación con él no sería tan difícil como había pensado mientras caminaba hacia el dormitorio y además, había sido demasiado sencillo el tratarse con familiaridad, como si se conocieran de mucho antes.