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El inquilino por GogoMatoki

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Notas del fanfic:

Título: El inquilino
Autor: GogoMatoki (Nate River)
Categoría: yaoi.
Género: AU; mistery, drama, terror.
Pareja: BangHim / BangChan (YongGuk X HimChan) B.A.P.
Límite de edad: +16
Nota: El mini fanfic está ambientado en la época victoriana, en el reino unido, inspirado en la leyenda urbana más notoria de la época. Jack el destripador.

Withechapel, Londres.
2 de octubre, 1888.
8:00 pm.

Sentado en su basto sillón, exaltaba la belleza que reflejaba aquel cuadro de sus padres, en todo el centro de la pared, ‘'Maravilloso, digno representante del arte romántico” pensó el castaño, aun recostado apunto de disponerse a dormir, pero no sin antes prepararse una taza de café, la necesitaba, no importaba la hora. Se levantó y en medio de su odisea al encontrar el recipiente en donde aguardaba el café, indignado se quejó consigo mismo por no tener a alguien a su servicio, que hiciera labores que para un hombre solo en una mediana mansión eran más una carga que un deber. Tocaron a la puerta, el joven Kim vivía solo desde la muerte de sus padres; ya hace cinco años y para él ahorrar dinero que podía invertir en gente a su servicio era algo esencial. Abrió con desconfianza, mientras se preguntaba ¿quién podía ser a esas horas? Un hombre de un aspecto muy varonil y vestimenta completamente oscura lo saludo, cabellos negros, ojos rasgados, era evidente que estaba de paso por Withechapel, pues nunca antes lo había visto.

— ¿Es usted Kim HimChan? Soy el Dr Bang. Un comerciante hace unos minutos me ha dicho que tiene una habitación vacía al servicio de extranjeros, ¿eso es cierto? –Dijo el pelinegro dejando al descubierto su profunda voz.

— ¿También es extranjero? —parafraseó. El castaño mantenía su mirada fija y retrospectiva en el hombre de apariencia misteriosa y tediosa.

— ¿Puede aceptarme por unos días? —Preguntó. El rubio volvió a mirarlo de pies a cabeza y aun con desconfianza abrió más la puerta dejándolo pasar. Ahora era el hombre enigmático el que rondaba con su mirar cada detalle de la muy sencilla mansión.

— ¿por cuantos días piensa quedarse? —Preguntó el rubio aclarando su voz. Se sentó justo al frente del señor Bang, quien parecía oscilar en edades menores a los treinta. HimChan tragó en seco, de repente sintió escalofríos, era la primera vez que se atrevía a dar en arriendo una de las habitaciones, pero exhaló un fuerte suspiro de alivio al hombre contestarle que solo iba a ser por una semana o quizás menos. Titubeo un poco, pero al final pudo aclarar la cantidad fija de la habitación por día, Bang sonrió a medio lado y con sarcasmo, no se esperaba aquella pregunta de ese rubio con supuesto carácter dudoso, por lo que sacó de su abrigo como por obra de magia un grueso fajo de billetes, todos de la más alta denominación, HimChan quedó estupefacto, que hasta el habla se le perdió, se puso en pie al instante regresando con la llave para la habitación de su nuevo inquilino, le pidió que lo siguiera y este asintió; no cruzaron palabra pero los pasos toscos del mayor perseguían los suyos, indicándole que estaba ahí detrás de él. Abrió la puerta. —Esta es su habitación. Es la más grande que tengo. Exclamó, esbozando una falsa sonrisa, a la cual Bang decidió corresponder seguido de un fuerte tirón, desapareciendo atrás de una puerta en la confina oscuridad. HimChan quiso decir algo más, pero pensó que su nuevo inquilino era un hombre reservado, por lo que prefirió marcharse a su habitación a conciliar el sueño sin su café.

Los ecos del repartidor de periódicos lo despierta, al igual como lo hace cada mañana. Empieza su rutina indagando en la cocina por su dosis de cafeína matutina, pero no la halló, no había nada, se había acabado el café, algo terrorífico para el joven, pero que al abrir la puerta y leer el titular del diario, lo tomaría como algo realmente terrorífico.

“Mujer fue asesinada en la calle 42. El cadáver presentaba signos de mutilación de órganos”

La sangre le helaba, era el segundo titular en la semana que había leído sobre muertes grotescas como esa. Se santiguo y resignándose a tomar solamente leche, bebía de su vaso mientras leía las demás secciones del periódico. Nadie ni nada lo interrumpió de su lectura, un hábito sagrado para él, que por unos minutos pensó en que seguía solo, hasta que cayó en cuenta de lo acordado la noche anterior, aun así solo se escuchaba el sonido de su respiración y el roce al pasar las hojas. Siguió con su rutina, dejando a un lado el diario, redimiéndose a sus pequeños compromisos, ir al mercado.

El lugar de socialización de la cultura inglesa. Mujeres conversaban de diversos temas, pero uno era el foco de atención, el asesino de Withechapel. Ellas quienes literalmente cuchicheaban, unas aseguraban haberlo visto, otras le daban características monstruosas y sobrehumanas, que atemorizaban al impaciente rubio que las oía, pero otras simplemente optaban por su lado escéptico aclarando que no podían ser los homicidios responsabilidad de una sola persona. Especulaciones y un sinfín más de especulaciones que envolvían la mente del señor Kim aturdiéndolo hasta el cansancio. Tomó una naranja, tocando su aspereza y convenciéndose de comprarla, una mano reposó en su hombro haciéndolo voltear al instante era su amigo Tom, el comisario.

— ¡Oh por dios! No vuelvas a saludar de tal manera. —Sentencio, acomodándose el cuello de su camisa.

—Estabas muy distraído. ¿En qué pensabas?; ¿tienes acaso por fin una prometida?

—No. —Dijo con aspereza. Era la típica pregunta que le hacían cada uno de sus conocidos y esta se repetía por lo menos más de diez veces a la semana.

— ¿Cómo van esas investigaciones? sobre el asesino monstruoso que nos tiene a todos a la expectativa.

—Los indicios son pocos. Estamos ante un hombre con unas habilidades que si puedo considerar monstruosas, pero es más por el perfil psicológico que por su supuesto aspecto. —Mencionó con una sarcástica sonrisa.

—Espero que sigan obteniendo pruebas. He visto artículos de la empresa internacional y proclaman como torpe a la policía inglesa.

— ¡No es tan fácil como se cree! —vociferó Tom con enojo. —Prosiguió. —No tenemos un rostro, pero sabemos de su repudio a las prostitutas, y quién sea que es tiene amplios conocimientos en anatomía.

¿Qué hombre puede odiar a las prostitutas?; era la actual pregunta existencial del joven Kim. Regresó a su hogar al caer la noche, luego de un agitado resto de día, pero no halló a nadie. Todo estaba intacto respecto al silencio, y no vería a su inquilino hasta casi las 10:00 PM, cuando atravesó aquella entrada y portón rustico. Kim HimChan se mantuvo callado limitándose a observar, al hombre que ya empezaba a dar explicaciones de su extensa salida.

—Estaba en una exposición de arte. —comento.

—No sé cuál exposición de arte se haya hecho en la ciudad y yo no asista. Lord Bang, soy crítico en arte. —El rubio lo enfrentó muy serio y cruzado de brazos. El pelinegro sonrió del nerviosismo, no sabía que otra excusa anteponer en su ágil mente. —En realidad cuando acabo la exposición, decidí con varios asistentes dirigirnos a otro lugar. Seguía cruzado de brazos, pero más condescendiente. “Está bien” expresó el menor y subió los escalones rumbo a su dormitorio, aunque tuvo ligeros pensamientos sobre la vestimenta de lord Bang, tenía la impresión de que llevaba el mismo abrigo negro y desteñido de la noche anterior, al igual que el mismo sombrero, aun así lo ignoro, se recostó en su cama a guardar la calma.

Un estruendoso ruido proveniente del pasillo llegó hasta los oídos de Kim HimChan, quien en medio de sus pesadillas, recordó sobresaltado. Visualizó la hora, eran más de las 3:00 AM y el sonido infernal era tan persistente. se levantó, intentando componer su postura encorvada, a medida en que limpiaba la suciedad de sus ojos y tropezaba con cada objeto que se encontró a lo largo de la habitación. Salió y agudizo su oído, aunque no era exactamente necesario pues era muy fuerte, soñoliento buscaba una postura erguida, pero al pasar por la puerta de su inquilino y oír aquel ruido con tal intensidad, un escalofrió incipiente le recorrió la medula. Se acercó a la puerta, reafirmando la realidad y al estar tan cerca, por una de las rendijas que contenía la puerta, observo como el Dr Bang posaba sus manos en dos armas altamente mortíferas y muy peculiares, pues eran los cuchillos más grandes que había visto en su vida. La gestualidad del hombre, junto con su placer al ver como colisionaban los cuchillos que con tanto vigor agitaba, hizo que las piernas del joven Kim temblaran, cayendo al suelo aparatosamente. Unos segundos bastaron para que el pelinegro estuviera frente a frente de él, estirando su mano, pero lo rechazo, levantándose solo con mucha dificultad.

— ¿Qué clase de persona extraña es? —Preguntó aturdido.

— ¿Qué fue lo que vio? No me esperaba que vigilara a sus inquilinos.

— ¿Y acaso qué importa lo que vi?; no lo estoy vigilando, es solo que sus raras conductas interrumpen mi sueño. —Exclamó con firmeza. HimChan esperaba una explicación tal vez un poco más coherente que la expuesta por el pelinegro.

—En unas horas comeremos carnes, bueno, comerás… No tuve tiempo de afilar los cuchillos antes. La carne está en el desván.
Más fue lo que se demoró el mayor en nombrar la palabra carne, que el rubio bajando a verificar en el desván. Efectivamente estaba allí, fresca y roja, “Lista para ser comida” como mencionó el pelinegro, quien no paraba de sonreír ampliamente mostrando sus encías. La sonrisa de Bang empezaba a ser un arma de doble filo para el joven Kim, pues le causaba curiosidad, al mismo tiempo en que le perturbaba y atraía, pero al verla tan brillante ya no sabía realmente lo que sentía.

—Creo que relajare un poco la carne. Se acercó a la mesa y un trozo que simulaba la pierna del animal, fue partido en dos. Bang tomó aquella arma mortífera y perfectamente afilada, cortando ese gran trozo en un santiamén, quedando impregnado en su abrigo múltiples gotas de sangre y al él sonreír, señalando al rubio con el cuchillo para que imitara su acción, arruinaba la poca cordura de Kim HimChan, quien iría a dormir nuevamente y estaría presente por esa noche en sus pesadillas, la imagen de un lord Bang bañado en sangre junto con su sonrisa tierna, pero espeluznante.


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