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Escultura de hielo por MerrickLioncourt

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Notas del fanfic:

Universo Expandido. Toma lugar después de las batallas sagradas siguiendo la línea del Anime.

Una leve brisa alborotaba los copos de nieve sueltos sobre la superficie del desierto helado. La luz diurna iluminaba suavemente la superficie blanca extensa e insondable. Pocos se aventuran a esta parte del mundo tan inhóspita y solitaria. El único ruido perceptible era el ulular del viento y las pisadas de aquel hombre sobre la nieve. Hacia mucho que había pasado los últimos árboles. Aquí, ya no crecía la vegetación, eran pocos los animales que se podían encontrar. La luz primaveral aún no conseguía derretir la capa blanca que el invierno había dejado tras de sí. Faltaba mucho aún para que el caminante llegará al primer lugar que tenía el privilegio de albergar vida. Ellos también, tras los duros meses del invierno comenzaban a volver a la vida.

Llegaría justo antes de que los habitantes del pueblo comenzaran el trabajo diario. Había caminado toda la noche, su exceso de energía no podía ser adjudicada a su excelente condición física. Su paso apresurado se debía a la premura por llegar a aquel sitio tan alejado y estar con las personas que mejor le conocían. Mientras cruzaba la tundra, podía escuchar a las pequeñas criaturas que aún dormían bajo la gruesa capa de nieve y tierra. Podía escuchar algunos gruñidos y de vez en cuando, escuchaba las garras de algunas criaturas mientras escarbaban en la tierra, tal vez buscando lugares más cálidos o preparandose para salir a la superficie. Dentro de algunas semanas, toda superficie blanca se cubrirá de agua, para dar paso a pastos extensos, y vida.

Su caminar apresurado no le impedía disfrutar de esos pequeños detalles de la naturaleza. Tenía la mirada fija en el horizonte, en el punto exacto en el que divisaría la torre de la precaria iglesia del pueblo. Se detuvo un momento, llenó sus pulmones del aire siberiano, después de dos inspiraciones más, decidió abrir la capucha que cubría parte de su rostro. No necesitaba el aditamento, pero no había mejor pretexto para esconder su rostro y pasar desapercibido. Aseguró mejor su visor de nieve y continuó la marcha. El reloj de pulsera marcaba las 4:30 de la mañana cuando divisó la torre. Siguió caminando hasta alcanzar la primera casa de la aldea. Había alzado su mano para llamar a la puerta, pero antes de que su mano llegara a la madera, el pórtico se abrió mostrando a un hombre bajo de estatura y grueso.

- ¿Qué le trae por aquí? - Examinó al sujeto, no era militar, simplemente uno de los vigías del pueblo, pero no lo había visto antes.

- Vuelvo a casa después de un largo viaje - Sabía que no sería tan fácil convencer al vigía que era parte de la aldea.
El vigilante lo repaso con la mirada. Ciertamente la ropa de nuestro amigo estaba cubierta de una fina capa de nieve y llevaba al hombro una mochila un tanto vóluminosa. Las botas y parte del pantalón estaban humedos y cubiertos con algo de fango. El guardia terminó de salir de la cabaña y empujo levemente al visitante.

- ¡Dios bendiga mis ojos y te colme de alegría! - Ambos hombres viraron a ver al sujeto que llegaba hasta el puesto de vigilancia. El hombre al que hemos seguido hasta ahora, retiró el visor que cubria sus ojos, aunque era bueno ocultando sus emociones, la sorpresa y la alegría lo embargaron.

- ¡Iakov! - El guardia alterno la mirada entre ambos hombres, el semblante del recién llegado le dijo que el viajero era un viejo conocido.

- ¡Bienvenido a casa, Hyoga! - El jóven se acercó a Hyoga posando las manos sobre sus antebrazos.

- ¡Gracias, Iakov! - Hyoga al igual que Iakov, apoyo sus propias manos sobre los antebrazos del otro. Luego, ambos jóvenes acercaron su rostro y besaron las mejillas del otro. Después de saludarse y soltar el semi-abrazo, Iakov se dirigió al vigía.

- No hay de que preocuparse, Yevgeni. Es parte de la familia - El hombre observaba con detenimiento a Hyoga , aún le tenía desconfianza, pero asintió a las palabras de Iakov y regresó al interior del puesto de vigilancia. - ¡Qué Dios te acompañe durante el día! - Deseo Iakov, para luego volver su atención a Hyoga.

- ¿Quieres descansar o desayunar algo? - Preguntó amablemente al recién llegado, al tiempo que tomaba la mochila que aquel llevaba al hombro. Hyoga no se extraño por el gesto, pero se mostro un poco renuente a entregar el bulto a su joven amigo.

- Me gustaría ir directo a casa, Iakov. No quisiera importunar a nadie y....

- ¡Oh, Hyoga! Te conozco, has caminado desde la ciudad más próxima. ¡Vamos! Quedate por lo menos hoy, ya mañana irás al campamento. - Hyoga sonrió, no era una sonrisa alegre, era una sonrisa triste. La mirada de Iakov le lastimaba. Si tan solo fuera otra persona la que le viera de esa manera.

- Ésta bien, pequeño, desayunaré contigo y con tu abuelo, me iré después de la comida - Iakov suspiró, tendría que conformarse con eso, tal vez su abuelo logrará convencer al santo del Cisne de quedarse un poco más de tiempo.

- Bien, vayamos a mi casa. - Iakov comienzó a caminar, mientras con una mirada severa dice a Hyoga. - No más pequeño, he crecido. - Iakov avanza hacia la plaza del pueblo, mientras Hyoga se retrasa un poco, pensando en el tono en que las palabras fueron dichas. Sonreia, si tan sólo esa persona le hablara así.

Continuaron caminando hasta llegar a la plaza del pueblo. A la mitad de la plaza, a mano derecha de los chicos y a la izquierda desde la iglesia, llegaba una calle en cuya esquina había una posada que se anunciaba con un letrero en forma de cabeza de reno. Tomaron esa calle y caminaron unas pocas casas hasta llegar a la parte de atrás de la hostería. Ahí, Iakov adquirio unos panes y un poco de carne seca de reno, además de leche y mantequilla. Hyoga se ofreció a pagar, pero el chico se negó rotundamente.

Caminaron otro trecho, hasta llegar a una esquina, ahí, tomaron hacía su izquierda. Avanzaron un buen tramo hasta que alcanzaron una casa que necesitaba repintarse. Aún tenía los dinteles cerrados y las ventanas seguían bloqueadas. Por la chimenea no salía mucho humo. Iakov llamó a la puerta y una mujer mayor, que podría ser la madre de Hyoga, atendió la puerta. Iakov le pidió un cobertor, un juego de sabanas y un sobretodo. La mujer sonrió y asintió al pedido. Las cosas estarían listas para el día siguiente por la tarde.

Hyoga meditaba las conversaciones que Iakov sostuvo con el posadero y luego entre Iakov y la costurera. Se dió cuenta de que efectivamente, Iakov había crecido. Se expresaba correctamente, con educación y también con autoridad. A diferencia de otra persona que ocupaba su mente, Iakov no era grosero ni huraño hacia las personas. Mientras pensaba en todo eso, se dió cuenta que habían llegado a una casa cerca del muro de protección de la villa. Ahí Iakov adquirió unos cuantos atados de leña que el propio leñador llevaría a casa de Iakov esa misma tarde. Iakov pidió algunos atados extra, y entró a la casa del hombre para darle indicaciones de a dónde llevarlos.

Hyoga se quedó afuera, y contempló aquello que le rodeaba. Las casas estaban hechas de una mezcla de barro y estiércol de animal, generalmente reno. Las paredes hechas con dicha mezcla, se cubrian con una mezcla de cal. Los techos estaban hechos de madera y de la misma mezcla que las paredes, aunque cubiertos con plásticos y láminas. Aunque podían verse frágiles, las casas eran muy térmicas y ocupaban poca leña para ser calentadas. Mientras observaba todo eso que se le hacía tan familiar, seguía pensando en las cosas que precisamente, quería dejar atrás. Sentía deseos de llorar, pero las lagrimas eran contenidas por su voluntad ferrea a no mostrar sus emociones. No había hablado con Iakov desde que se saludaron, y permanecía en silencio mientras el realizaba las negociaciones pertinentes. En realidad no quería la compañía de otros en ese momento, pero se trataba de Iakov y del viejo jefe de la aldea. Quienes llegaron a convertirse en su familia en los 6 años que pasó en Siberia.

Aunque una dinámica diferente a la que construyo con sus hermanos de armas. El abuelo de Iakov siempre se preocupó por el. El hombre siempre estuvo al pendiente de que en el campamento hubiera los suficientes suministros para los caballeros y en especial para Hyoga. El ahora anciano, llegó a discutir con Camus acerca del futuro de Hyoga y las razones por las cuales estaba entrenando. Asi Hyoga supo que alguien se preocupaba en realidad por el, por ser un niño o un muchacho y no por ser un guerrero en entrenamiento el cuál podía morir en cualquier momento.

Con los otros caballeros de bronce era una relación muy especial. Los únia el dolor de saberse huerfános aunque a veces existía una envidia tangible. El, Hyoga, conocio a su madre y tenía recuerdos de ella, algo de lo que ni Shun o Seiya podían presumir. Después de las batallas los unió la seguridad de confiar la vida en el otro. Los lazos de amistad y hermandad se hicieron más fuertes con cada batalla. Después de que Shun le salvara la vida en el santuario, sentía que debía proteger al de Andromeda más que a ningún otro. Y Shun no se le despegaba, cualquier motivo era una excusa para compartir tiempo juntos. Hasta que llego esa persona. O mejor dicho, acepto que existía y que era alguién muy significativo en su vida. La admiración que sentía, por esa persona, poco a poco se convirtío en amor. Trato por todos medios posibles, hacerle saber de su interés y sus afectos. Pero siempre ocurría algo que lo desviaba de su propósito, bueno, no siempre. En algunas ocasiones le envió obsequios que fueron amablemente devueltos al remitente. Ahora, esa persona estaba a punto de quedar fuera de su alcance, para siempre. No podía estar durante la ceremonia, simplemente no podía. Aún menos después de tener la charla que tanto temía.

- ¡Hyoga! - El llamado de Iakov lo saco de sus cavilaciones, puso la mejor cara de cansansio que pudo y caminó siguiendo al chico. - No sabía que el Santuario renovó los entrenamientos, ¿te quedarás mucho tiempo? - Hyoga se limitó a sonreír y adelantó el paso para evitar más preguntas de Iakov. El muchacho suspiró, al parecer Hyoga lo estaba pasando mal, pero no quería contarle.

Después de ordenar la leña, se dirigieron a la casa de Iakov. Llegaron una vez más a la plaza principal del pueblo, pero no se desviaron. Cruzaron la plaza hasta llegar a las construcciones que se encuentran a la derecha de la iglesia. Iakov se dirigió a la casa central, y abrió la puerta.

- Mi abuelo estará muy feliz de verte. - Dijo al tiempo que daba espacio a Hyoga para que entrara a la vivienda. - Querrá saber todo lo que puedas contarle de tu estadía en el campamento. - Hyoga volvió su mirada al joven. El tono de reproche no estaba disimulado, era muy claro, Iakov estaba dolido por el silencio del caballero de Athena. Hyoga simplemente sonrió.

- ¡Gracias por recibirme!, pero no es mi intención quedarme mucho tiempo, quiero llegar al campamento está misma tarde. - Dijo antes de entrar en la vivienda. Iakov apretó los labios y siguió a su invitado al interior de la vivienda.

La casa era un poco más grande que el resto. Contaba con un pequeño salón a la entrada en la cuál el abuelo de Iakov, Ivraham, recibía a los aldeanos que buscaban consejo. Era un lugar amplio, lo suficiente cómo para recibir a una docena de personas. El salón ocupaba la parte delantera de la casa, frente a la puerta de entrada, había un pasillo que conducía al interior de la casa. Siguiendo el pasillo, se llega primero a una habitación con un escritorio y estantes con libros y un archivero. Frente a esa habitación hay otra que generalmente tiene la puerta cerrada, es la habitación de Iakov. Junto a esta se encuentra la habitación de Ivraham. le siguen otras tres pequeñas habitaciones distribuidas a derecha e izquierda del pasillo, pensadas para recibir invitados o personas que necesitan refugio. Al fondo de la vivienda se encuentran la cocina y el lavatorio. Iakov y Hyoga se encaminaron hacia el pasillo.

- Abuelo, ya estoy en casa. - Dijo, en ruso, Iakov al pasillo vacío. El corazón de Hyoga se aceleró, no estaba en sus planes tener contacto con los aldeanos y ni pensar en hablar con Ivraham.

- Bienvenido, Iakov. ¿Trajiste lo que te pedí? - Contestó, una voz desde el fondo de la vivienda.

- Sí y no creeras lo que trajo el gato. - El rostro de Ivraham se asomó por la puerta del estudio. - Un amigo, que creíamos ya no iba a volver - Iakov se apartó para que su abuelo pudiera ver a Hyoga. El viejo sonrió y se acercó al caballero del Cisne sin mediar palabra lo abrazo.

- Me han permitido verte una vez más, ¡qué feliz me siento! - Hyoga devolvió el abrazo y lucho por no demostrar los sentimientos que lo habían llevado hasta ahí. - Iakov, prepara uno de los cuartos, Anzhela está esperando por las cosas que trajiste. - Iakov asintió y se quedó estático un momento. Ivraham lo vió con autoridad, el joven volvió a asentir y se dirigió a la cocina. - Bien, Hyoga. Tú y yo, tenemos que hablar. - Tomó a Hyoga por el brazo y lo guió al interior del estudio, cerrando la puerta una vez que estuvieron dentro.

El hombre señaló a Hyoga una silla pero el joven negó con un movimiento de cabeza. Ivraham solo sonrío y ocupo el silloncito tras el escritorio.

- Abuelo, yo no quiero ser una ...

- Y no lo eres. - Hyoga refunfuño un poco, no quería estar en esa situación. Quería ir directo al sitio de entrenamiento y estar sólo. - Te dejaré ir mañana, primero quiero que descanses. - Hyoga sólo asintió. - ¿Qué te trae por aquí? - Hyoga se sobresalto un poco. - Necesito saber si habrá nuevos entrenamientos. Si bien recuerdas la aldea consigue las provisiones para el campamento y por el momento sólo tenemos lo necesario para los aldeanos. - Hyoga bajó la vista, su respiración se hizo pesada y ese vacío en el centro de su pecho se hacía presente. Dejo salir el aire de golpe antes de responder.

- No es eso. - Hyoga trataba de poner en orden sus pensamientos y dar una razón válida al anciano. - Vine para meditar... un asunto... este lugar me da paz. - Antes que pudiera contenerse, las lagrimas comenzaron a fluir. Se dejo caer en la silla que antes le señaló el anciano y escondió el rostro entre las manos.

- Hyoga. - Se estremeció al escuchar su nombre. Ivraham apoyó una de sus manos en el hombro del santo. Ese simple contactó hizo que las lagrimas fluyeran aún más. - Hyoga, ¿estás seguro que quieres estar solo en la tundra? - En realidad no lo sabía, solo quería estar lejos de esa persona y no tener esos sentimientos, enterrarlos en algún lugar del desierto helado para que no volvieran a surgir nunca. Ivraham acercó una silla hasta dónde estaba el joven. - Eres bienvenido en esta casa, siempre. El dolor que te trajo aquí, no se calmara por si solo. Ni aquí, ni en la tundra. Hyoga, eres bienvenido en esta casa y también eres bienvenido en este estudio para hablar con este viejo. - Hyoga levantó el rostro, lo tenía levemente enrojecito por las lagrimas, apretó los labios solo asintió y busco el hombro del anciano. Lloro un poco más, hasta que considero prudente separarse del anciano.

- ¡Gracias, abuelo!. - Pasó saliva antes de continuar. - Quiero... quiero estar solo unos días, yo... necesito pensar... - Una mano ajada por la edad pasó sobre sus mejillas, tal vez necesitaba más de esas demostraciones de afecto que de la solitud de la tundra. - Es solo que... - Hyoga se mordió el labio inferior - Hay personas que...

- ¿Personas o persona? - Hyoga bajó la mirada avergonzado, el anciano posó ambas manos en los hombros del joven. - Hyoga - El santo volvió la mirada a su interlocutor. - La tundra no sana corazones rotos, los congela. - Hyoga supo que no se refería al desierto congelado que estaba a pocos kilómetros de ahí. - Respeto que quieras estar solo, por ahora. Pero no dejaré que te encierres a cal y canto en ese sitio, ¿entendiste? - Hyoga solo asintió a las palabras el anciano. - Bien, te dejaré un rato aquí, sal cuando te sientas listo. - El anciano se levantó y extendió un pañuelo a Hyoga, quien lo recibió y sonrió. - Te veo de rato. - Sin decir más salió del estudio para encontrarse con Iakov.

- ¿Se quedará? - Había esperanza en los ojos del adolescente. El anciano sonrió.

- Tiene asuntos que atender. Saldrá mañana - Iakov suspiro. - Pero volverá. - Una sonrisa traviesa se dibujo en los labios del chico. - Mantente alejado del campamento unos días, necesita meditar y arreglar las cosas allá. - Iakov asintió y se regaño mentalmente, su abuelo había descubierto sus intenciones.

Después de menos de una hora, Hyoga salió del estudio y fue directo al lavatorio. Se aseo un poco y entró a la cocina. Ahí se encontraba una mujer un poco mayor.

- Buen día. - Saludo Hyoga en ruso. - Mi nombre es...

- Hyoga, te conozco, aunque no me recuerdas. - Hyoga sonrió. - Hay té listo y también un plato de comida. El señor Ivraham y Iakov fueron a las granjas. - Mientras la mujer decia todo eso, sacaba cosas de una alacena y servía te en un posillo de metal.

- ¡Gracias! pero por el momento... - la mujer colocó la humeante tasa de té en la mesa - solo será el té. - La sirvienta volvió a sonreír. Hyoga se sentó a la mesa a tomar el té, apenas lo estaba saboreando cuando frente a él colocaron un plato con carne recién asada y pure de papas. Apenas lo vió y su estomago reclamó la comida ¿hacía cuanto que no comía? - ¡Gracias! - La mujer sonrió y dejo al joven solo en la cocina. Aunque moría de hambre, Hyoga siguió sus enseñanzas y junto las manos por sobre el plato diciendo una leve plegaria, se persginó antes de comenzar a devorar el plato frente a él.

Después de comer, lavar su plato y volverse a asear buscó sus cosas. Las encontró en la habitación contigua al cuarto de Ivraham. La mochila estaba en una silla y sobre otra silla estaba la ropa que habían comprado esa mañana. Hyoga sonrió al pensar en Iakov comprando aquello en sus narices para el. La sonrisa desapareció cuando una sospecha se instaló en su mente.

- ¡Pero en que piensas, Hyoga! ¡Eso no es posible! El simplemente te quiere mucho. - Después de su soliloquio tomó la ropa y la dobló para colocarla junto a su mochila. Se acomodó en lecho hecho con paja y relleno de tela para descansar un rato. Abrío los ojos al escuchar el sonido de la leña ardiendo, se incorporó un poco e hizo a un lado la... ¿cobija? vió extrañado que sus botas estaban junto al fuego. - Probablemente fue la mucama - Pensó para sí. Se estiró un poco en el lecho. En eso se parecían un poco a los japoneses, sus camas también estaban al nivel del piso. Se incorporó y se calzó las botas.

Salió al pasillo, estaba oscuro y en silencio. Fue a la cocina, sobre la mesa había pan y queso envueltos en una tela. La tetera estaba sobre la hornilla, se dirigía a la estufa cuando notó que había una botella de vodka y un vaso junto a esta. Se sirvió un vaso del licor y corto algo de pan y queso. Una vez más antes de comer rezo. Estaba secando el plato que había usado cuando sintió a alguien entrar a la cocina.

- Lo siento, no quería despertar a nadie.- Se viró para encontrarse con Iakov.

- No me despertaste, es hora de empezar el día. - Hyoga le miró confundido - Veo que ya desayunaste. - Hyoga seguía sin entender. - Son las 5 de la mañana, iré a los establos por leche. Te invitaría a venir, pero el abuelo quiere que descanses un poco más. - Lo último fue dicho con un poco de decepción.

- ¿Qué día es? - Iakov sonrió mientras cortaba pan y le ponía queso.

- Dos días después de que llegaste - Contestó el adolescente mientras servía vodka en un vaso. Hyoga estaba un poco confundido - Mejor vuelve a acostarte, el médico vendrá más tarde. - La alarma en el rostro de Hyoga divirtió un poco, pero sólo un poco a Iakov. - Es el mismo que los atendía en el campamento, el abuelo lo mando llamar cuando no despertaste después de un día durmiendo.

- ¡Iakov, no me jodas! - Iakov se sorprendió por el lenguaje, tono y vólumen de la voz de Hyoga.

- Hyoga yo...

- Iakov dice la verdad. - Ivraham entró a la cocina - ¡Buen día, Iakov! ¡Buen día, Hyoga! - El anciano jaló una silla y se sentó. - Dormiste casi dos días, ahora ¡ve a la cama muchacho! Te explicaré todo despues de desayunar. - Hyoga se sonrojó y obedeció al anciano. Salió de la cocina dejando a los otros dos solos.

Cuando estuvo en el cuarto notó ciertos cambios a los que no había prestado atención. En primera, y muy importante, no llevaba puesta la misma ropa con la que se acostó a dormir. En segunda, sus cosas ya no estaban en la silla, no se veían por algún lado, pero presentía que estaban en el baúl al pie de la cama. Ya comprobaría después esa teoría, por el momento, no le quedaba más que obedecer al anciano. Así que se acomodo en la cama y se cubrió con las cobijas.

Sintió que una mano tocaba su frente y acomodaban mejor las cobijas sobre su cuerpo, suspiro - Ikki. - Las personas en la habitacion sonrieron.

- Está bien, Ivraham. Sigue cansado, ya no hay fiebre. ¿Dices que se levantó está mañana?

- Así es Iosif. Comió un poco, lo envié de vuelta a la cama y se volvió a quedar dormido. - El médico sonrió. - Conociendolo, me atrevería a decir que camino desde Grecia hasta aquí o que por lo menos no ha dormido nada en una o dos semanas.

- ¿Qué podemos hacer? - Preguntó Iakov.

- Lo mismo hasta ahora. ¿Consiguieron el chocolate?

- Ya lo tenemos, Iosif. - Contestó el anciano.

- Bien, si pide algo de beber, té o chocolate con mantequilla, si pide algo de comer, pure de papa o queso. - El médico anotó las indicaciones y se las entregó a Ivraham.

- ¿Podemos hacer algo más?

- No, Iakov. Hyoga necesita descansar, cuando se sienta mejor, estará más tiempo despierto. - Iosif sonrió, pero Iakov seguía muy aprehensivo con el Cisne. - ¿Alguna otra pregunta? - Negaron - Bien, Ivraham, ¿tenías algo que decirme?

- Si, así es Iosif, vayamos a mi oficina. - Los dos hombres salieron, dejando a Iakov solo coon Hyoga.

El chico se acercó al lecho del otro y acarició su mejilla, aunque ya lo había hecho el médico volvió a acomodar las cobijas y a cubrir mejor al santo.

- Ikki. - Volvió a decir.

- ¡Oh, Hyoga! Pero si por él estas aquí. - Iakov besó la mejilla del otro y salió de la habitación cerrando la puerta.

Volvía a despertar, esta vez había voces que provenían del salón. Era una discusión acalorada, no entendía mucho, se sentía mareado y el estomago le gruñía. La voz de Ivraham dominó la discusión, todos callaron.

- El asunto que lo trajo aquí, es aún desconocido. Es imperativo que sepan, el santuario ya no está bajo el dominio de Ares, no viene a esclavizarnos de nuevo. Él nos liberó por si no lo recuerdan... - Y por eso no quería quedarme mucho tiempo en la aldea, pensó Hyoga. Trató de levantarse, pero sintió un leve mareo. ¿Cuánto tiempo había estado dormido? - ... Sus asuntos no son los nuestros por ahora ... - La voz de Ivraham volvía a llegar hasta él. - ... él confía en nosotros y no busca conflicto con los aldeanos, de ser así, no estaría aquí en las condiciones en las que se encuentra. - Ivraham guardó silencio. Hyoga supo que la aldea ya sabía que estaba ahí y que estaba enfermo, por así decirlo.

- Ivraham, yo confío en él. Él salvo a mi esposa y a mi hija de la construcción de la piramide. Pero aún así, me preocupa que... - Hyoga pensó que el hombre se había callado, pero no fue así, el clamor indignado le dijo que había susurado lo último. La voz de Ivraham volvía a escucharse sobre las demás y se escuchó aún más estruendosa cuando la puerta del cuarto se abrió.

- Ese no es asunto nuestro. Si el llama a uno de su hermanos, no es asunto nuestro... - la voz de Ivraham se perdió al cerrarse la puerta y ya no puso atención a lo que pasaba afuera, la persona en el cuarto lo distrajo.

- ¡Hey! ¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de tomar? - Hyoga veía perfectamente a Iakov con la luz del fuego de la estufa.

- Yo... Sí... ¿Qué... - Iakov le sirvió té en un tazón.

- No te preocupes, dormiste sólo unas horas... bueno, ya son las 6 de la tarde, todos han vuelto de las granjas y han terminado con sus ocupaciones del día. - Iakov entregó el té a Hyoga e hizo un movimiento con la mano para restar importancia a la discusión de afuera, que ya se estaba volviendo más civilizada. El semblante de Hyoga se obscureció. - El médico hizo el comentario de que estabas llamando a un chico con mucha insistencia, es lo que les preocupa. - Hyoga suspiró.

- Lo siento, yo... me iré mañana ...

- ¡No! - El tono resuelto y amenazante del adolescente lo tomó por sorpresa. - ¡Tú te quedas hasta que el abuelo diga! Toma tu té, te traeré algo de comer. - Iakov salió dejando a un muy sorprendido Hyoga en la habitación. Cuándo regresó, el chico traía un plato con pure de papas caliente, un pedazo de queso y pan.

- Iakov, yo... - Iakov iba a interrumpir a Hyoga, pero prefirió dejarlo hablar. - No sé qué decir... - Hyoga humedeció sus labios antes de hablar - ¡Gracias! - Iakov sonrió y puso el plato en el regazo del Cisne.

- Hyoga, no te preocupes, el abuelo los calmará. - Hyoga sonrió, olió la comida frente y su apetito se abrió aún más.

- ¿Me acompañas?

- Acabo de merendar, pero puedo acompañarte en la bendición. - Hyoga sonrió, junto las manos frente a él y bajo la mirada, Iakov le imitó.

- Padre nuestro, qué estas en los cielos, santificiado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino, hagase tu voluntand así en el cielo cómo en la tierra, el pan de cada día dadnoslo hoy y perdona nuestras ofensas cómo también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y libranos de todo mal. - Iakov pensó que había terminado, pero Hyoga no se movía aún. - Gracias te damos gran Señor por la vida y el sustento, tu nos lo das por quién eres, no porque nosotros lo merecemos, la providencia divina nos socorra nos ayude y nos bendiga para que nunca nos falte, casa, vestido y sustento. Bendice señor los alimentos que voy a recibir y bendice también a Iakov e Ivraham por permitirme estar en su casa. Bendice a la gente del pueblo y bendice a mis hermanos. Gracias Dios por la vida que me da vida y por todas tus bendiciones, amén. - Hyoga se santiguo y así lo hizo Iakov.

- Eso fue muy hermoso. - Hyoga sonrió y guardó silencio mientras comía. Cuando terminó sus alimentos, Iakov le lanzó la pregunta sin aviso. - ¿Qué hizo Ikki para que estes aquí? - La mirada de Hyoga se turbo por unos segundos, bebió un poco de té antes de contestar.

- ¿Qué te hace pensar que Ikki hizo algo? - Iakov se encogió de hombros.

- Lo llamas en sueños y pues... tu y yo somos amigos, la última vez que escribiste, pues.. tú... - Hyoga levantó la mano, y asintió, había entendido.

- Ese tema no lo quiero tocar ahora. - Iakov abrío la boca - Por favor, Iakov. - Iakov asintió.

Ivraham entró a la habitación a los pocos minutos. Hyoga ya había terminado de comer y Iakov se disponía a llevar los trastos a la cocina.

- ¿Cómo te sientes? - Hyoga asintió.

- Aún cansado, y con hambre. - Ivraham sonrió.

- Espero que el alboroto de afuera no te ha despertado. - Hyoga rio.

- No, desperté antes y luego escuche el barullo. No les estoy dando problemas, ¿o sí?

- No, te lo dije. En esta casa siempre serás bienvenido. El médico vendrá hasta mañana, por ahora toma una taza de chocolate caliente y descansa. - Ivraham salió de la habitación dejando a Hyoga solo.

Iakov le llevó la taza con chocolate un poco después. Mientras Hyoga tomaba el chocolate, Iakov le contaba sus aventuras en la aldea y el trabajo que hacia para su abuelo. Iakov siguió hablando hasta que Hyoga empezó a cabecear, le quitó la taza que estaba casi vacía y salió de la habitación.

Hyoga pasó dos días más durmiendo entre 10 y 12 horas y estando despierto no más de tres o cuatro horas. Casi una semana después de su llegada, Hyoga se levantó lleno de energía. Despertó media hora antes que Iakov y preparo el desayuno para los tres. Después de desayunar, acompañó al chico a las granjas y le ayudó con la carreta en la que cargaban la leche y la carne. Al regresar, Hyoga limpió el techo y el frente de la casa de la nieve que se había acumulado y también tiró sal en el piso frente a la casa.

- No te presiones, acabas de despertar de un merecido descanso. ¿Quieres volver a ese estado? - Hyoga sonrió.

- No, abuelo. Solo quiero agradecer la hospitalidad. - Ivraham sonrió.

- Hay una carreta en los establos que puedes usar. Después de todo, necesitaras un par de renos en el campamento. Iakov te llevará provisiones cada semana. Se supone que ya hay leña allá, pero nevó estos últimos dos días así que estará humeda. Pasa con el leñador antes de tomar camino. Ahora, ve a los establos por la carreta y un par de renos, Anzhela preparará algo de provisiones para tí. - Hyoga lo vió extrañado - A menos que quieras esperar a Iakov para que te ayude, lo envié al pueblo vecino para recoger unas cosas, regresará para la merienda. - Hyoga sonrió y fue a hacer todo lo que ocupaba para llegar al campamento.

Al regresar, encontró sus cosas en el salón. Incluído un juego de dormitorio, ropa térmica y abrigos. Sonrió. No necesitaba los abrigos. También había ropa térmica extra para los renos y una caja con provisiones para una semana, carne asada y seca, queso, leche, chocolate, mantequilla y pure de papas ya preparado junto con hojas de té y una botella de vodka.

Hyoga se pusó en marcha justo antes de la comida y no hubo razonamiento que lo hiciera demorarse más. En los establos le habían dado un trineo y cuatro renos, en lugar de dos. Eran un macho y dos hembras, una de ellas preñada, la otra tenía leche. El cuarto reno era la cría lactante de la hembra.

- Cuidate mucho, hijo. ¡Qué la divina trinidad y la virgen te guarden y te protejan! - Ivraham se acercó a el, posó las manos sobre la cabeza antes de de decir la frase, para luego desplazar tres dedos de su mano derecha de la frente al abdomen y hacia los hombros. - En el nombre del padre, del hijo y del espirítu santo. - Al finalizar el hombre besó la frente de Hyoga y este correspondió besando la mano del anciano.

- ¡Gracias, abuelo! ¡Qué Dios te proteja a tí también!

Sin más, Hyoga subió al trineo y se alejó de la aldea con rumbo al campamento. El viento helado sobre su cabello le tranquilizaba. No había lugar en el mundo cómo aquel, era el lugar perfecto para pasar ese mal rato. Estaría con los que amaba, con los que de verdad le querían, no más juegos, no más corazones rotos. Qué Ikki tuviera a su esposa, pero perdería a un amigo.

Notas finales:

NOTAS
Traducción cortesía de Google:

1. Debido a problemas con el html, cambie los pocos dialogos en ruso al español. T.T

8. Hyoga es católico, Kurumada hace mucho enfásis en eso y es inferido en las películas que Hyoga es católico practicante (cómo es que sigue a Athena es un misterio). Tradicionalmente, Rusia es católica ultra-ortodoxa, de ahí las costumbres que tienen los aldeanos y el propio Hyoga.

9. Los habitantes de Siberia usan el reno cómo principal fuente de alimento. Las papas son fáciles de conseguir y de hecho, el Vodka está hecho con dicho tuberculo fermentado.

10. El Vodka se utiliza para calentarse, es de hecho una bebida muy caliente. Los Escoceses usan whisky y los Rusos, Vodka.


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