Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sin excepción: No Juzgue por su portada por constantine

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Edición en proceso: Inicio 10-07-2016

Notas del capitulo:

Queridisimos lectores, espero que disfruten de esta historia que me encanta, personalmente. 

 

 

>

Capítulo 1

 

Sacudir el pasado

 

***

 

“Utilizo estas hojas para declarar mi amor por ti.

Y sin embargo me he dado cuenta muy tarde. Cuando los brazos de otro son los que te abrazan.

Y no los míos.”

 

***

 

 

Arrastró la maleta hasta la salida que le correspondía a su vuelo, ahí abrió su agenda personal de planificación y volvió a pasar las hojas buscando otro dato más importante que su hermana le hubiese anotado sobre el viaje. Y nuevamente la cerró sabiendo solo que su asiento en el avión sería en ventana y no pasillo. Creyó muy importante anotar en esas hojas jamás nunca volver a confiar en su hermana algo como eso. Claramente las prioridades de ambos eran completamente distintas.

Observó a la multitud que esperaba a los pasajeros, deseando que la persona enviada a recogerlo aún esperara luego de las cuatro horas de retraso debido al mal tiempo. Desde la distancia presencio el reencuentro cariñoso de familiares y amantes. Los abrazos y besos, la felicidad entre ellos. De pronto se sintió celoso.

Rio avergonzado. Un hombre de su edad sintiéndose celoso por cosas tan pequeñas. Suspiró ya sintiéndose agotado.

—¿Señor Hatchcook? —Un señor de cabello y bigote canoso se le acercó sonriente, su rostro era amable y maduro, sus ojos de un oscuro café. — Es usted Ezequiel Hacthcook ¿verdad?

—Sí… ¿señor?

—Dowsons. Chofer del señor Flynn.

—¡Ah! Es un gusto conocerlo. ¡Qué alivio de verdad! Disculpe retraso.

—¡Oh! ¡No se preocupe! Entiendo que en Estados Unidos esta época del año es muy mala para los vuelos. Vamos, vamos, que lo esperan con ansias.

Nuevamente el retorcijón que aquejaba sus entrañas desde más de una semana se le presentó brevemente. Ya resultaba imposible que fuera un malestar estomacal. Y lo volvió a ignorar con la mejor cara posible.

El hombre tomó su maleta para arrastrarla al estacionamiento, donde ambos se subieron a un auto Chrysler 300 negro con vidrios opacados.

Ya cómodo en la parte de atrás sacó su teléfono, buscó en la libreta de contactos el número que deseaba y apenas encontrarlo llamó sin vacilación.

—¡Zelai llegaste! ¡Estábamos preocupados!

—Lo siento, el vuelo se retrasó por un horrible mal tiempo. Estoy cansado. Pero no creo que pueda quedarme acostado en la habitación del hotel.

—¡Ah! ¿Quieres pasar por la oficina?

—Tú sabes lo nostálgico que soy. ¿Habrá algún problema si me presentó así nada más?

—¡No te preocupes! ¡Ve al hotel, dúchate y vienes! ¡Te esperaremos! Después de todo han sido tres años de que no te vemos.

—Sí, harto tiempo. Gracias Florencia. Nos vemos.

La ansiedad y nostalgia que sentía al estar en su país luego de una larga ausencia de tres años, era suficiente como para que no quisiera despegar su mirada de la ventana del automóvil.

Suspiró largo sin pensar en nada. No, mentía, intentaba convencerse de no pensar en cierta persona pero era como intentar ocultar el sol con un dedo.

Se recostó un poco en el asiento relajando su cuerpo.

Tres años de su huida.

 

¨¨

 

Como todas las mañanas de la semana abrió la puerta silenciosamente y de la misma forma la cerró. Exceptuando, eso sí, que ese día era sábado por lo tanto realmente se encontraba invadiendo un hogar ajeno.

El vestíbulo se encontraba tan pulcro como siempre, con una decoración escueta y un aroma dulzón.

Ingresó al apartamento atravesando la puerta que separaba esta estancia. Y de inmediato la caótica realidad de adentro lo golpeó como un puño en el rostro.

Rechinó los dientes y entrecerró los ojos más que furioso.

Fue a la cocina, buscó la cacerola más grande la cual puso bajo el chorro de agua fría, mientras, dejó sus cosas sobre la encimera y prendió la cafetera.

Al estar llena, cargo la cacerola hasta el centro del living. Se posicionó entre los sofás donde creyó que no saldría afectado, respiró profundo y finalmente lanzó el líquido sobre el cuerpo inerte e inconsciente desparramado sobre la sucia y mugrienta alfombra blanca de pelo largo que se había esmerado en buscar para complacer los caros y exquisitos gustos de su jefe.

Ahí Joan Wreight, aquel talentoso escritor de novelas de misterio, ganador de estatuillas por sus escritos e ícono sexual y sensual en el ambiente; sorprendido boqueó tal pez fuera del agua. Un pez patético e inmaduro.

—¡Pero que mier…!—Iba a decir pero recibió otro chorro de agua directo en la cara.

—¡Despabila ahora, tenemos compromisos que cumplir! —Gritó tan fuerte como para que la cabeza del otro zumbara.- ¡Date un baño, apestas!

Sin esperar, se retiró nuevamente a la cocina, sacó su taza y cuchara de los gabinetes, la llenó del oscuro líquido concentrado y lo bebió, tan amargo como le gustaba.

Esperó apoyado en la encimera, una, dos, tres, contó tres mujeres que salieron de la habitación de invitados. Levantó una ceja cuando una de ellas que recién cubría uno de sus pechos le levantó el dedo medio.

—¡Vaya, que baratas fueron esta vez!

Sonrió sintiéndose medianamente satisfecho. Con taza en mano dio algunas vueltas por el apartamento anotando mentalmente los arreglos que necesitaba, aparte del evidente aseo.

Llegó a las puertas dobles ubicadas justo debajo la escalera que conducían al segundo piso. Agachándose un poco espió por el vidrio de la puerta, era el estudio de Joan.

El horror y la sorpresa fue tal como para que la taza se le resbalara de las manos haciéndose trizas y que ni siquiera se inmutara por ello.

Salió corriendo por las escaleras subiendo de dos en dos los peldaños, entró sin avisar a la habitación de Joan encontrándolo tendido en la cama, semidesnudo, solo con la toalla ocultando la parte inferior de su cuerpo y con los ojos ocultos bajo su brazo.

Sus abdominales aunque no muy marcados se veían tentadores, sus oblicuos se perdían bajo la toalla que lucía solamente encima de su cuerpo sin ninguna seguridad. Su mirada no pudo evitar examinarlo con tentación.

—¡¿Que te pasó?! —Preguntó sin la misma seguridad con la que había subido las escaleras.

—¡Deja ya de hablar! ¿Qué mierda quieres? ¿No es acaso mi día libre? —Gruñó molesto.

Lo escuchó sin inmutarse por el trato. Siempre sucedía lo mismo. Sobre todo, en las fechas en que la entrega del manuscrito de una nueva novela lo sorprendía sin inspiración y por ende sin avances concretos.

Abrió todas las cortinas de la habitación dejando entrar la luz de un inminente atardecer de verano. El quejido molesto de su cliente fue música para sus oídos. Que satisfecho podía sentirse con tan solo molestarlo.

—Hoy no es tú día libre por ende tampoco el mío. ¿Crees que estaría acá de no ser por trabajo? Lamentablemente no eres tan agradable con todos. —Susurró lo último.

Se volteó a mirarlo justo cuando este se levantaba dejando su toalla olvidada. Y volvió a girarse para no seguir mirando de más. Su corazón bombeaba desbocado, sintió la cara enrojecida y su cuerpo ardiendo.

—¡Tenemos la fiesta aniversario de ALFA! —Escuchó la sonora maldición del otro desde el baño. Soltó una pequeña carcajada. Era tan inmaduro.

 

Y le encantaba.

 

***

 

 

—Señor ya hemos llegado. -Se sobresaltó al escuchar de repente la voz del Sr. Dowsons. Las puertas de la editora de ALFA no habían cambiado para nada, sonrió sintiéndose feliz. — Tenga esta credencial. Será necesaria para que pueda ingresar al edificio.

—Gracias.

Bajó del auto con los nervios instalados en su estómago, alisó sus pantalones blancos y calzó de mejor manera sus lentes de sol. Caminó con la seguridad que no sentía pero que debía demostrar.

La recepcionista se sonrojó y tartamudeo al verlo. Le presentó la credencial que le habían entregado y esta al observarla estalló en nervios incomprensibles.

—¡Señor Ossard! Bienvenido, lo están esperando.

—Sí, necesito visitar primero al señor Flynn. Sé dónde queda su oficina, por favor avísele que voy en camino. —Sonrió galante para que esta solo asintiera obediente.

Tomó el ascensor y presionó el piso en donde se encontraba la oficina del director de la editorial.

Hace mucho que no lo veía y creía necesario visitarlo de los primeros.

Su teléfono empezó a sonar apenas cerraron las puertas del ascensor. Contestó antes de revisar su origen.

—Lariza…

—¡Zelai! ¿Cómo llegaste? ¿Te esperaban aún en el aeropuerto? Le avisé a Ticiano que llegarías más tarde.

—Gracias. Llegue bien, un vuelo eterno eso sí. Y aún me esperaban acá. Te lo agradezco.

—No te preocupes. Ahora ¿Qué harás? ¿Descansarás en el hotel?

—No, de hecho, solo pasé por ahí para bañarme y cambiarme de ropa. Ahora estoy en la editora. Quiero ver a Ticiano.

—¿No crees que te exiges mucho?

—En realidad no, dormí la mayoría del vuelo. Y ahora quiero ver a mis amigos y antiguos compañeros. Después de todo ha pasado mucho tiempo.

—Si. —El silencio que continuó le predijo claramente lo que seguiría. — Hermano, ¿no habrás ido a la editora con la esperanza de “verlo”?

Apretó su pecho aguantando el sentimiento que tenía en ese momento. Claro que quería ver a Ticiano, pero en el fondo…

—Lariza, claro que no.—Rio nervioso. — Yo ya estoy bien. Quiero ver a Ticiano. Además, las posibilidades de que lo vea son mínimas, sobre todo en la Editorial.

—Cariño…—Pronunció de pronto ella con un suspiro resignado. Las puertas del elevador se abrieron. - recuerda que no tan solo para ti han pasado tres años. Tanto como para los dos han cambiado las cosas.

—Lariza, por favor, cariño no me hagas esto.

—Iré pronto Zelai. Resiste, yo estaré pronto por ahí. Te amo.

—Yo también te amo. Nos vemos. 

—Veo que realmente estás bien. Aunque no te reconocí por un momento, ahora te ves mucho, mucho mejor…

Al principio no comprendió esas palabras hasta que las relaciono al ver a esa persona que osaba dirigirse a él tan familiarmente.

Su cabeza comenzó a trabajar a mil, primero en cómo ocultar el excesivo sudor de sus manos, segundo en cómo hablar con aquella persona, ¿verse enojado o simpático como si nada hubiese pasado? y tercero cómo disimular la gran maldición que soltó al reconocer al coqueto y atractivo de Byron Celiz.

 

 

 

Konstantine

Continuará…

Notas finales:

Comenten!!

 

Besos y abrazos!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).