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Corazones Solitarios por HarukaChan

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Notas del fanfic:

*Primero que nada los personajes no me pertenecen. Pertenecen al manga/anime Vampire Knight.

*Son creación de la mangaka Matsuri Hino

*Es una historia totalmente alterna a la trama original.

*Está dedicado a una personita a la que aprecio mucho <3 

Aquel día el castaño se había visto con demasiado papeleo, debido a peleas internas entre vampiros de clase alta. A veces se preguntaba sí esos seres no se estaría poniendo cada vez más estúpidos y bajando su rendimiento neuronal. Revisó los informes que sus soldados le daban, molesto con la ineficiencia de los mismos. Últimamente el estrés de Kaname Kuran era demasiado grande, por lo que se la pasaba de mal humor, y quién pagaba eso casi todo el tiempo era el peliplata: Zero Kiryuu, quien le servía como guardia personal a su líder. El castaño dejó los papeles a un lado cuando terminó y cruzó las piernas malhumorado. Todo iba mal cuando estaba lleno de trabajo, necesitaba desahogarse y justamente el peliplata estaba buscando un bocadillo para él. Espera... ¿Desde cuándo había estado usando al ojilila como confidente? En realidad lo había olvidado, pero eso no era importante, después de todo le odiaba, pero lo necesitaba a su lado.

 

–Te tardaste, sólo era  un café –murmuró al escuchar la puerta abrirse, y cuando se volteó justamente era su guardia predilecto que se acercaba a él con una bandeja, que servía de soporte a una taza con café y lo que parecían ser algunos dulces.  Suspiró un poco y se levantó para caminar hacia el sillón, que tenía una pequeña mesa en frente.

–Te traje algunos dulces también, sí tanto te molesta que me tarde deberías buscarlos por ti mismo –declaró el ojilila con el ceño un tanto fruncido. El castaño le había estado haciendo la vida imposible, y aun así él no hacía ningún esfuerzo por dejarlo. La costumbre era algo peligrosa, pues no veía futuro fuera de la mansión. En realidad empezaba a creer que le gustaba estar bajo el mando de Kaname.

–¿Ah? ¿Cómo le estás hablando a tu líder? Voy a tener que darte una buena reprimenda sí insistes en tu rebelde actitud –amenazó el ojirrojo mientras el chico de cabellos plata le dejaba la bandeja sobre la mesa.  No podía evitar mirar al ojilila, últimamente sus sentimientos hacia él estaban cambiando. Ya no era sólo odio, había algo más.

Zero se mordió el labio, y de mala gana asintió –disculpe mi indiscreción, señor. –miró el cuello del castaño por algunos segundos, y un intenso deseo de morderlo despertó en su interior. Tenía sed. El mayor lo había notado y le hizo una seña para que se acercara. “Sí tanta hambre tienes toma lo que necesites” le dijo. Y el ojilila no se hizo de rogar. Tomó la muñeca del ojirrojo y hundió sus colmillos en ella, para empezar a beber de él.

Kaname sonrió ladinamente al observar al peliplata beber, totalmente indefenso. Con su diestra acarició el cabello ajeno y lentamente con su mano apretó algunos mechones para después halarlo hacia atrás, provocando que los colmillos ajenos desgarraran su piel –Vas a tener que limpiar eso, Zero... –continuamente abusaba de su guardia. Pero ese día estaba frustrado de muchas maneras, y sería Zero quien se encargaría de calmar su molestia.

Un gruñido escapó de los labios del ojilila mientras era alejado de su fuente de alimento –Maldición... Por lo menos déjame comer en paz –declaró, haciendo un esfuerzo por soltarse. La mano se retiró con brusquedad e instintivamente empezó a lamer la sangre que goteaba de la herida, pasando su lengua por la piel del contrario. Se sentía humillado al tener que depender de alguien  a quien odiaba; pero eso ya era normal.

–Tus modales siguen siendo tan pobres como de costumbre –se quejó el mayor y sencillamente volteó a ver por la ventana del estudio. El sol empezaba a ponerse –Malditos inútiles. Todo lo que tienen que hacer es un simple informe, y hasta eso lo arruinan. Tampoco pueden mantenerse lejos de las peleas de otros clanes ¿Son idiotas?  Tsk... Me molesta –chasqueó la lengua, manteniendo el ceño un poco fruncido.

El peliplata miró de reojo al castaño, ya se le estaba haciendo costumbre el quejarse cuando él estaba presente. No le pedía ayuda, pero le insinuaba el tema y Zero respondía. Ambos se odiaban, y se necesitaban al mismo tiempo para llenar sus corazones solitarios. Separó su boca de la muñeca ajena, y lamió la herida. Dejando que cicatrizara. –Sí tanto te molesta, deja que los generales vayan con ellos y les den órdenes. Ya que yendo solos, sencillamente están causando problemas.

–Sabelotodo –murmuró y cuando el contrario se puso de pie, lo haló, provocando que quedara sentado en sus piernas. Lo sujetó con firmeza, ya que había empezado –No intentes escapar, es un intento inútil. Lo sabes ¿No? –una leve sonrisa cruzó los labios.

–No es divertido, suéltame maldición... –los orbes de tonalidad lila empezaron a teñirse de carmín mientras intentaba inútilmente zafarse del fuerte agarre de su líder. Sintió que sus manos eran repentinamente inmovilizadas y no pudo seguir luchando con ellas para liberarse. Sabía lo que vendría, y la idea no le parecía atractiva para nada.

–Será mejor para ti sí no luchas... –murmuró el mayor mientras con sus manos despojaba las prendas del menor hasta dejarlo completamente desnudo. La blanquecina piel le parecía porcelana, una que deseaba romper.

Zero se sentía humillado, avergonzado, pero no podía negarse a nada de lo que quisiera el castaño. Estaba condenado. Sintió el frío tacto del ojirrojo pasearse por abdomen hasta llegar a su hombría. La empezó a acariciar, provocando una reacción casi inmediata en el ojilila –Ah... ~ q... Quítame las manos de encima –gruñó el chico.

–Tu cuerpo me está diciendo lo contrario –murmuró el castaño, mantuvo las manos del menor inmovilizadas y empezó a acariciar con mayor intensidad el miembro ajeno –Vas a liberar toda la frustración que tengo últimamente. No intentes resistirte –Kaname tenía ganas de saciarse, normalmente obligaba al peliplata a hacerle un oral o a masturbarlo, dependiendo del humor que tuviera. Pero ya quería pasar a la siguiente base, después de todo sabía que en el fondo el cazador no estaba tan en descuerdo.

–Deja de usarme cuando te da la gana, asqueroso vampiro –sonaba irónico viniendo de él, que precisamente ahora era un vampiro, y parecía muy bien acoplado a su eterna existencia. Se estremeció de sobre manera al sentir cómo la mano ajena presionaba su miembro, provocando que se arqueara levemente. –Ahh~ -un sonoro gemido brotó de sus labios, y bajó la mirada mientras la pálida piel de su rostro se teñía de un sonrojo.

–No tienes moral para decirme asqueroso... –con lentitud soltó el agarre de las manos del cazador e hizo que se acomodara, quedando cara a cara. La bragueta de su pantalón ya había sido previamente bajada y su erecto miembro estaba liberado. –Hoy vas a cumplir un nuevo capricho –declaró el ojirrojo, sonriendo ladinamente.

–Q... ¡¿Qué?! No... No, Kaname, eso no... –Sabía de antemano que sus quejas serían inútiles, pero aun así no iba a entregarse tan fácilmente. Aún su orgullo no le permitía aceptar que necesitaba del vampiro que por mucho tiempo había odiado. No quería admitir que los sentimientos de odio habían menguado hasta transformarse en querer.

Antes de que el contrario pudiera quejarse lo sujetó de las caderas, y de un movimiento se introdujo dentro del peliplata, quién lanzó un fuerte gemido de dolor, al ser desgarrado por su entrada trasera. Un leve jadeo escapó de los labios del castaño –Estás estrecho  y caliente. Vaya lascivo –murmuró con voz ronca, llena de deseo.

Sus colmillos había rotó la piel de su labio inferior, y ahora por su la comisura de su boca corría un hilo de sangre. Sus orbes ahora rojizos se habían puesto cristalinos, y las lágrimas empezaron a caer a pesar de su esfuerzo inútil por retenerlas. –M...Maldición... –sus manos buscaron aferrarse al cuello del mayor, y recargó su frente en el hombro de éste.

–Mira que eres terco, necio... Sí te hubieses relajado sería menos doloroso... Lo vas a disfrutar, y terminarás rogándome por más –susurró en el oído ajeno y sin compasión empezó a embestirlo, guiándole las caderas con sus manos. Los gemidos eran para él la representación de un dolor placentero por parte de Zero. Sabía que lo estaba disfrutando y no pensaba detenerse, pues él mismo sentía un enorme placer.  Ahora aquel chico era suyo, ya no podría desaparecer y dejarlo solo.

El menor clavó un poco sus uñas en los hombros del contrario, la ropa no era demasiada protección contra la fuerza de un inmortal. Las lágrimas caían por sus mejillas, mientras gemía. Le costaba respirar, pues el mayor no le estaba teniendo consideración alguna –Ahh~ ¡Ah! ¡Ahm!~ –aquellos gemidos eran una mezcla de dolor y placer, lo peor de todo era que había llegado a sentir placer al estar siendo violado –D...Detente.. ¡Kaname!..

Al escuchar su nombre, y al contrario pedir que se detuviera. Aumentó la fuerza de sus movimientos pélvicos, haciéndolos cada vez más fuertes  y marcados. Sus manos recorrieron las caderas ajenas y se posaron sobre sus glúteos. Los apretó, los separó y los rasguñó, sin detener sus embestidas para nada. –voy a hacerte rogar que no me detenga.

–¡Ahh!... ¡Nunca! –gimió el cazador mientras se aferraba aún más a los hombros del contrario, atravesando la tela y clavándose en la tersa piel del ojirrojo. Sus orbes habían vuelto a ser de color lila, pero sus colmillos serían asomándose cada vez que su boca se abría a causa de los gemidos. Él no le iba a dar al vampiro castaño lo que quería. Pondría tanta resistencia como pudiese.

Mientras el ojilila más se resistiera, el castaño sentiría aún más satisfacción. Pero había algo que le incomodaba, y eran precisamente los sentimientos confusos que sentía en su interior. En esos momentos sentía completa aquella parte de él que pensaba desaparecida desde la muerte de su hermana. ¿Era posible que ese lugar lo estuviese llenando el peliplata? Posiblemente, era algo de lo que preocuparse. Mantuvo el ritmo de las embestidas mientras leves jadeos escapaban de sus labios. La sensación era cada vez mejor.

–M...Maldición... –gimió el menor de ambos vampiros mientras se aferraba al cuello ajeno y ocultaba el rostro. Los gemidos se hacían más fuertes, sincronizándose con los movimientos de la pelvis del castaño. Sus mejillas ardían por el sonrojo, y pequeñas lágrimas rodaron nuevamente por sus mejillas sin que él pudiese evitarlo. Lo peor de aquella violación, es que le estaba gustando. Sentía placer, pero no tenía intención de dejárselo saber al contrario.

Las manos del Kuran obligaban a las caderas del peiplata a bajar, profundizando las embestidas que se volvían inevitablemente más fuertes y profundas. Continuó con sus movimientos, marcando un ritmo más fuerte mientras sus colmillos empezaron a rozarse con la oreja del menor –Mira cómo me has puesto, es tu culpa... –le murmuró con voz ronca, y mordió levemente aquella zona.

–Ah~ Ahm~ C...Cállate... –pidió el ojilila entre gemidos mientras sus  caderas eran obligadas a acompañar aquel movimiento, que profanaba su interior. Empezó a sentir que el clímax se acercaba, amenazaba con invadirlo con demasiada intensidad. Un par de embestidas más lograron arrancar un sonoro de sus labios, a la vez que se arqueaba, alcanzando el orgasmo. –¡Ahhm!~

Kaname sintió cómo las paredes internas del menor presionaban su miembro, y sin poder evitarlo se corrió dentro de él. Llenándolo con su espesa esencia mientras jadeaba. Su respiración se había vuelto muy irregular debido a aquel acto de instinto. Con su diestra tomó el cabello del contrario para separarle el rostro de su hombro y poder besarlo. Lo besó con intensidad, casi con desesperación, buscando introducir su lengua de un solo movimiento.

La sorpresa invadió al cazador ante las acciones del castaño. Abrió su boca casi a la fuerza debido a la forma en que lo había tomado, y pronto sintió una lengua rozando la suya. Cedió su lengua, entrecerrando sus orbes lilas. La sensación no era mala, al contrario –Mmhh~ K... Kaname, déjame... –intentó pedir sin resultados. ¿Cuánto más tendría que ser utilizado por el ojirrojo. Le molestaba que lo tratase como un muñeco, pero al mismo tiempo no tenía la intención de detenerlo. Es más, no podía.

Los orbes rojizos del vampiro con mayor rango brillaron con levedad, y sin aviso clavó sus colmillos en el labio inferior del ojilila, quien se quejó con un gemido de dolor. La sangre empezó a brotar, y el castaño empezó a lamerla. Sus manos acariciaban los glúteos ajenos, y con su diestra le proporcionó una sonora nalgada, que provocó el estremecimiento del cazador –Quién iba a decir que serías bueno para esto... –murmuró con lujuria.

Zero estaba agotado, ya no tenía fuerzas para seguirse resistiendo. Pero no iba a darle el gusto al estúpido vampiro. Intentó moverse, sintiendo un punzante dolor en sus caderas. –Tsk... Basta, maldición... –estaba harto. ¿Cuánto más querría seguir humillándolo?. Sintió cómo unas grandes manos elevaban sus caderas, provocando que el miembro ajeno saliera. Jadeó un poco ante la sensación de vacío. E intentó ponerse de pie, lográndolo con un poco de esfuerzo.

Kaname lo miró, manteniendo una sonrisa demasiado relajada. Se acomodó la ropa y tomó la taza de café que el peliplata le había traído con anterioridad. –Creo que tomé el postre antes de tiempo. Pero eso no es lo importante. –Te puedes retirar por ahora, descansa. –declaró. Ahora debía pensar en sus acciones. Debía recapacitar. ¿Desde cuándo el ojilila había empezado a gustarle? Porque le gustaba, eso era un hecho. Lo necesitaba, esa era una realidad.

El ojilila recogió sus prendas y con mucho cuidado se vistió. Salió de allí, tirando la puerta tras de sí. ¿Quién se creía ese maldito hombre? Sí creía que podía utilizarlo y luego desecharlo de esa manera estaba muy equivocado. Kaname Kuran era un dolor en el trasero, literalmente.  Pero ¿por qué se sentía feliz de alguna manera? Maldición, no podía creer que ese maldito vampiro despertara tales sentimientos en él.

 

Por el resto de la noche Kaname no recibió ninguna visita por parte del peliplata. Zero no había salido de su habitación desde aquello y no tenía intención de hacerlo. El castaño decidió dejar que el contrario se relajara antes de ir a buscarlo. Pero cuando el día se hizo noche, y el nuevo día llegó, ya se encontraba molesto, desesperado porque aquel ojilila ya se había  desaparecido por dos días y una noche. Cuando las 5 de la tarde se mostraron en el reloj él fue hasta la habitación de su guardia, y sin ningún abrió la puerta, entrando.

–Zero, ¿quién te crees para abandonar tu trabajo dos días seguidos?  -estaba molesto, pero más porque le había hecho la falta de aquel irritante ojilila. No lo encontró en la habitación, y escuchó un sonido en el baño: la llave de la ducha. “Lárgate” fue todo lo que escuchó, y sin dudarlo se dirigió hacia aquel lugar. Entrando, para encontrarse al ojilila bajo la ducha.

–Te dije que te largarás ¿Eres sordo? –tan simpático como siempre. Para su molestia el castaño hizo todo lo contrario, se desnudó y entró a la ducha con él, provocando que se volteara, poniendo las manos contra el pecho del castaño para evitar que se siguiera apegando a él -¿Qué tan miserable me tienes que hacer? ¿No fue suficiente con lo ayer? –su ceño estaba fruncido. Era normal que estuviese a la defensiva.

–No soy sordo. Ayer apenas empecé... –el ojirrojo sonrió y se apegó más al peliplata, ignorando por completo sus intentos por alejarlo. –Es que ya sabes. Necesito ser complacido –murmuró con deseo y después tomó el mentón ajeno con firmeza, para obligarlo a que lo mirara. –Haces parecer como si no lo estuvieses disfrutando.

Zero movió su rostro, provocando que el mayor lo soltara y después lo besó. Abrazó al más alto por el cuello y apegó su cuerpo al ajeno. Sí iba a tener que soportar aquellas cosas, él iba a tomar las riendas. Iba a dejarle un dolor en el trasero al castaño, ya vería. Sintió las manos ajenas sobre su espalda, acariciándolo y este empezó a jugar con los mechones castaños del Kuran.

Correspondió sorprendido el beso del menor, y sonrió para sí. Estaba seguro que el ojilila quería hacerse el activo, pero eso no funcionaría con él. Su lengua buscó la ajena en cuanto el peliplata abrió sus labios. Empezó una lucha entre ambos músculos. Y sus manos se dirigieron rápidamente hacia los glúteos ajenos, apretándolos y arrancando un gemido por parte del cazador.

Al gemir separó sus labios de los ajeno, y empujó un poco al contrario para agacharse. Se arrodilló y buscó con sus manos la erecta hombría del castaño. Sus labios se abrieron y sin más empezó a lamerla, dando pequeños besos en su extensión –Mmh..~ -de alguna manera sentía que podría tomar la ventaja cuando el contrario se descuidara.

Kaname no pudo evitar jadear levemente al sentir las primeras lamidas del ojilila. Sonrió satisfecho, aquello parecía una competencia de quién podía más, pero él no iba a perder. Ya se esperaba cualquier golpe bajo por parte del peliplata. Bajó su mano para acariciarle el cabello al  menor.

Zero empezó a introducir el miembro del castaño en su boca, no pudo llevarlo muy lejos, pues sintió que podría ahogarse. Presionó con su lengua la cabeza y empezó a succionar con suavidad. Con su diestra empezó a acariciar la extensión de la hombría, manteniendo con su boca la estimulación del gangle. Los jadeos del ojirrojo le indicaban que estaba haciendo un buen trabajo.

–No te emociones con eso... –declaró el ojirrojo entre leves jadeos, y buscó subir el rostro ajeno con delicadeza para que se alejara de su miembro. Si iba a correrse lo haría dentro del ojilila, ni más ni menos. Zero se levantó e intentó poner al castaño contra la pared, pero Kaname era más fuerte y cambió las posiciones, dejando al menor contra la pared –No quieras tomar el control, es inútil también...

–grr... –un gruñido escapó de los labios del peliplata. Definitivamente volvería a ser tomado por el contrario, y no podría hacer nada para evitar aquel resultado. Era molesto, pero la idea no le desagradaba del todo. Sí tan solo dejara el orgullo de un lado, para decirle a ese vampiro estúpido que lo necesitaba... Su espalda se arqueó al sentir como el mayor entró en él sin cuidado alguno. Apretó sus dientes, haciendo un esfuerzo por mantenerse de pie, recargado a la pared.

–Vamos, gime para mí. Sabes que quieres –al estar dentro del cazador, no tardó en empezar a embestirlo de manera lenta pero con fuerza. Sus manos ahora acariciaban el abdomen y el pecho del contrario. Encontró sus pezones de camino hacia arriba y empezó a juguetear en ellos con sus dedos. Los gemidos que brotaban de los labios ajenos.

–Ah... Ahh~ –el peliplata hacía todo lo que podía para ahogar los gemidos que intentaban brotar uno a uno. Por lo menos agradecía que no le estuviese dando con tanta constancia. Pues a decir verdad aún le dolía la cadera de la última vez. Sus manos intentaban aferrarse a la cerámica del baño sin ningún resultado positivo. El tacto del ojirrojo dejaba una sensación de ardor en su pálida piel, haciendo que ansiara débilmente aquel contacto.

Sus dedos presionaban y jugueteaban con los pezones del cazador, mientras mantenía sus embestidas a un ritmo controlado. Fue bajando su diestra y tomó con lentitud el miembro ajeno para empezar a masturbarlo con algo de rudeza. Sintió las piernas ajenas temblar, y comenzó a aumentar la constancia de sus movimientos pélvicos.

Los gemidos empezaron a brotar con mayor intensidad cuando el castaño empezó a masturbarle. Eso si no le gustaba, pues acabaría demasiado rápido. Sintió los colmillos del Kuran hundirse en su hombro desde atrás, provocando que lanzara un gemido fuerte y sonoro mientras se arqueaba. Sinceramente se sentía bastante bien... Empezaba a perturbarse a sí mismo.

Kaname empezó a succionar un poco de la sangre del peliplata, mientras su pelvis hacía movimientos más frecuentes y fuertes. Empezaba a hacerlo con rudeza, olvidando por completo la delicadeza de un principio. No podía evitarlo, su corazón se sentía lleno, bien... Sentía que podría seguir viviendo.

Zero se retorcía levemente contra la pared, sintiendo los colmillos ajenos dentro de su piel. Gimió un poco más fuerte al sentir que los retiraba, aumentando así las embestidas que estaba recibiendo. Sus manos se mantuvieron unidas a la cerámica, dándole el sostén que necesitaba –Ahh~ Ah~ Ahmm~

Las manos del castaño no detenían la masturbación sobre el miembro del peliplata, al contrario aumentaron el ritmo. Soltó la mordida, dedicando toda su atención a las embestidas que le proporcionaba rudamente al ojilila. Sus jadeos eran levemente pesados, y por alguna razón ya se sentía cercano al clímax. Tal vez era la ansiedad que sentía por volver a  marcar al cazador.

El ojilila se estremecía contra la pared y el cuerpo ajeno mientras gemía sonoramente. Le era difícil contenerse ante tanto placer. –Ahh~ Haa~  Ahm~ -uno tras otro los gemidos brotaban de sus labios. No podía evitarlo, y eso hacía que su molestia aumentara. ¿Por qué debía necesitar tanto a Kaname para soportar todo eso? No lo sabía, mejor dicho... No quería saberlo.

Las embestidas se fueron haciendo cada vez más intensas y cuando las paredes internar del peliplata se contrajeron, él no pudo contener su orgasmo. Llenó por segunda vez al cazador con su espesa esencia, y salió con lentitud del interior ajeno. Jadeó suavemente mientras se recargaba contra la espalda ajena –te dije que terminaría gustándote... Te necesito conmigo. –anunció, y antes de que el contrario pudiese responder, salió de la ducha, recogió su ropa y desapareció, dejando al peliplata en shock.

–Maldición... –murmuró mientras se dejaba caer, resbalando por la pared –¿por qué yo?...También necesito de ti, maldito vampiro... -susurró para sí con voz lenta y agotada mientras pegaba la frente contra la fría pared, y dejaba que el agua le cayera encima, limpiando su cuerpo.

 

Kaname ahora se encontraba acostado en su cama, observando el techo con frustración –Todos estos sentimientos por él... ¿Quién lo pensaría?... Incluso ahora sigo creyendo que es un mal chiste, y al despertar todo terminará. Pero sé muy bien que no será así. Lo necesito.

 

Aquel día desapareció demasiado rápido. Y las dos primeras semanas pasaron sin mayor percance. Zero rehuía de Kaname cada vez que podía, y el castaño le perdía la pista cada vez que se perdía. Lo que no lo tenía de muy buen humor últimamente, es más, empezaba a creer que el peliplata le ocultaba algo, y eso lo hacía tensar aún más. Aquella noche escuchó la puerta del ojilila cerrarse y entró con sigilo. Escuchó ruidos extraños y al entrar se encontró con el cazador sentado en el piso vomitando. La escena fue demasiada extraña.

–¿Qué rayos haces? –preguntó el castaño totalmente desconcertado. No era normal que eso estuviese ocurriendo, en realidad era lo más antinatural que había visto desde hace un tiempo.

–Largo... Estoy vomitando, estúpido... Tengo nauseas –declaró y se llevó las manos a la boca, reprimiendo el impulso de expulsar su bilis. Había estado sintiéndose mal la última semana, y por ello no quería tener que lidiar con el Kuran también, pero parecía que había fallado al tratar de ignorarlo.

–¿Desde cuándo? –el castaño demostró por primera vez su preocupación hacia el cazador. De inmediato algo remoto se asomó a su mente. ¿Estaría embarazado?... Probablemente, eso explicaría esas nauseas. –¿Vamos a tener un hijo? –preguntó, tanteando la reacción del peliplata.

Sus orbes se abrieron de inmediato y el nerviosismo lo invadió. ¿Tan transparente era? Eso sí era preocupante. –Déjame en paz. No tiene nada que ver contigo... –qué mentira más grande brotó de esos pálidos labios pertenecientes al ojilila. –No te necesito... –otra mentira más.

–¿No te han dicho que eres pésimo mintiendo o intentándolo por lo menos? Vamos, dilo. Di que me necesitas, Zero –la voz del castaño sonó profunda, gruesa, sumamente masculina y reconfortante.

–Grrr.... ¡¿Por qué tienes que ser así?! Ya sabes que te necesito, no es un secreto –gruñó el más joven de los inmortales y después se cubrió de nuevo los labios, sonrojándose inmediatamente para después desviar la mirada.

–Te lo dije, también te necesito. Eres tú quién ha podido llenar el vacío que azotaba a mi solitario corazón... Y al parecer el mío no era el único que era dominado por la soledad. –se agachó para estar a la par del contrario y le acarició la mejilla.

Era la primera vez que esas manos tan normalmente frías se sentían cálidas y diferentes  a lo usual. Desvió un poco el rostro, y sintió que era suavemente atraído hacia el contrario. Se sintió contra su fuerte pecho y suspiró. ¿Cómo podía querer a la persona que lo había tomado por la fuerte? No tenía ni idea. –Cállate un rato, me duele la cabeza... –murmuró.

–Oh, vas a ser de esas embarazadas altaneras y sumamente fuertes. Me agrada la idea, tendré que atarte y castigarte para recordarte quien manda –declaró para después acariciarle el cabello. Y pensar que tendría un hijo con el ser que tanto había odiado.

–Si no te callas vas a ser el padre con agujeros de bala en todo el cuerpo –amenazó el cazador y después suspiró, relajándose. ¿Quién pensaría que todo acabaría así? Nadie, pero ya no había  vuelta atrás para esos corazones solitarios.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

*Gracias por leer~ 


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