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Versus por Tsuyume

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Notas del fanfic:

Is KasaKi!

[Primera Parte]

El Reto

*°*°*°*

Antes de saber qué era lo que quería para su vida, Kise Ryouta sabía que no tendría la vida de cualquier chico común y corriente. Como el único hijo de un matrimonio adinerado, estaba claro que al morir éstos le dejarían su cuantiosa fortuna. Pero, mientras tanto, no contaban con que los caprichos de Ryouta se volverían necias decisiones.

—¡¿Qué?!

Estalló su madre, sin hacerle caso a las gotas de café que habían manchado su vestido blanco.

—Que quiero correr con mi coche —sonrió el rubio—. ¿Cuál es el problema?

—¿Correr?

Su padre —con el rostro severo— alzó una ceja.

—Olvídalo, Ryouta —sentenció su madre, volviendo a tomar su café con serenidad. No iba a permitir que su malcriado hijo arruine el desayuno familiar.

¿Pero acaso el "no" de su madre podría detenerlo?

Llegada la noche, Ryouta demostró que no.

En pleno silencio, como ladrón en casa ajena, Kise caminó hasta el garaje. Enorme garaje, valga la redundancia. Al encender las luces, varios coches pudieron contemplarse. De marcas extrajeras; modelos clásicos; uno más vistoso —y seguramente más caro— que el otro. Y sí, cuatro de los siete que allí estaban estacionados, le pertenecían al joven dueño de casa.

Ryouta lo meditó un momento. No si estaba dispuesto o no a contradecir las decisiones de su madre, más bien cuál de todos era el que le convenía para llevar a una carrera. Finalmente, con una sonrisa traviesa, se acercó a su preferido: un Lamborghini amarillo; que no sería fácil sacar de su casa, pero nadie decía que imposible.

Apañado por la oscuridad de la noche, el vistoso vehículo circulaba libre por las desoladas calles de la ciudad, lo cual sólo demostraba que ya había entrado al terreno preparado para la competencia. Y no tardó mucho más en poder divisar el conglomerado de gente: público y corredores.

—No puede ser —río un alto pelirrojo al ver a Kise abrir la puerta y bajar de su coche—. ¿En verdad viniste, niño rico?

—Dije que vendría, ¿no? —sonrió de lado al ver la expresión de Kagami cuando vio su imponente Lamborghini.

—Mierda. ¿Este es el tuyo?... ¿Tienes tanto dinero como para comprar esta belleza? —sonrió incrédulo.

Ryouta sólo lo miró divertido y puso toda su voluntad para no abrir la boca y presumir sus demás adquisiciones.

—Poco te va a servir esta noche.

El pelirrojo se giró junto con Kise a ver hacia quien había hablado, encontrándose con Hyuga, uno de los organizadores. Kise ya lo había visto con anterioridad, y al parecer no le había simpatizado tanto. Se podía decir que Kagami era el más amigable de todos, o por lo menos el único que no quería romperle la cara por niñito rico de papá.

—Si planeas correr hoy, no es tu día, niño modelito —sonrió Hyuga, tan mordaz y tranquilo como solía ser—. Esta noche se corre por el coche del perdedor, y el último campeón va a venir por algunos. Si no quieres perder tu juguete, mejor vete.

—¿El último campeón?

—¡No jodas! —río Kagami, emocionado, llamando la atención de Ryouta por ello— ¿Kasamatsu viene a correr? Esto va a estar bueno. Muy bueno.

—¿Kasamatsu?... —susurró confusamente Kise.

—¡Damas y caballeros! —en una improvisada tarima, un joven de cabello negro y flequillo al costado, tomaba el micrófono y llamaba la atención de todos los allí presentes. Los motores se oyeron rugir en saludo; las chicas gritaron y alzaron sus cervezas. Poco les importaba despertar algunos vecinos de los edificios aledaños; la policía no vendría pues ya había cobrado lo suyo por liberar la zona—. Esta noche, serán uno a uno. ¡El ganador de cada encuentro, además, se llevará de souvenir el coche del perdedor!

Lo último emocionó a más de uno. Sabían que corredores natos como los que allí estaban harían cualquier cosa con tal de no ceder sus automóviles, lo cual sólo se traducía en que el asfalto iba a arder. Por su parte, Kise no sabía si eso era bueno o malo. No era la primera vez que corría, pero aquello era diferente. Las veces que lo había hecho lo hizo en un autódromo, con corredores profesionales, médicos, preparadores físicos y mecánicos. Ahí no había nada de eso. Allí valía todo. Y no estaba seguro de querer perder su coche así de fácil. Con qué cara llegaría a su casa y les diría a sus padres: "perdí el Lamborghini en una carrera callejera, me voy a dormir".

No, no. Tenía que correr para demostrarle a todos esos tipos que él no era ningún niño de papi. Y tenía que ganar.

—Pero, vamos, que les tengo una sorpresa —anunció el presentador, Moriyama—. Con ustedes, recientemente llegado de Tokio... y con más de un recuerdito; ja, ja... ¡Kasamatsu Yuuukio!

Y de pronto todo se sintió como si hubiera llegado una estrella de rock. Kise veía con cierta incredulidad como la gente parecía festejar la vuelta de aquel muchacho. Y en medio de aquel alboroto y sonido de motores, él apareció.

Salido de una sombra, caminó hasta pararse junto a Moriyama. No parecía la gran cosa en realidad. Ryouta hubiera imaginado que saldría un tipo altanero, pesado, con más tatuajes que piel, y quizás con algunas sexys chicas colgando de sus brazos. Pero ni siquiera podía ver bien su rostro debajo de la capucha que usaba. Calzando un par de zapatillas negras —al igual que sus pantalones—, y una sudadera azul; incluso se veía más bajo que él.

Mas, Ryouta alzó una ceja cuando lo vio tomar su capucha, dispuesto a mostrar su rostro.

—Hm...

Casi un suspiro. Kise sonrió al segundo de haber podido verlo:

Pelo negro y alborotado. Piel apenas bronceada. Un ceño levemente fruncido, que no hacía más que darle un marco tosco a aquel par de bellos ojos azules, casi celestes. Y una sonrisa socarrona que entusiasmó a sus retadores... que hizo temblar el suelo de Kise.

—Ok, ¿quién será el primero en retar a Kasamatsu? ¡Vamos; agiten las apuestas!

La voz de Moriyama se hizo oír por los parlantes; mas, varios amagaron con aceptar el desafío, en principio, porque sabían de la habilidad del pelinegro para pasar de cero a cien kilómetros por hora en cuestión de segundos... y no era en sentido figurado. Él era muy veloz, quizás uno de los mejores pilotos que hayan visto correr por esos tiempos.

—Yo lo reto.

Era su oportunidad.

—¿Quién es él?... —Moriyama tapó el micrófono para preguntar a uno de los sujetos que también organizaba el evento.

—¿Qué estás haciendo, idiota? —protestó Kagami.

—Demostrándoles a todos estos tipos que también puedo correr con sus reglas.

—¿Pero con Kasamatsu, bastardo? Él no se va a detener porque seas un novato... Te acabará, Kise —sentenció aburrido.

Mientras Moriyama seguía susurrando con sus hombres. Kasamatsu se detuvo a ver a su retador:

Un niñato rubio carilindo... sí, pero con un coche que sólo vio en sueños. Y que podría ser suyo en un abrir y cerrar de ojos.

—Hmp. Novatos —sonrió malicioso.

Sería como quitarle un dulce a un bebé.

Ya sobre la línea de salida, ambos automóviles estaban listos para salir. La gente se amontonó a su alrededor y comenzaron las apuestas. Estaba claro que la gran mayoría se quedaba con Kasamatsu, pero algunos se atrevieron a apostar por el rubio.

—¿Seguro que es bueno? —inquirió un dudoso apostador ante la oferta del pelirrojo de ir con Kise.

—Claro que sí —sonrió vendiendo los boletos; esperando hacer mayor el dinero que obtendría cuando Kasamatsu gane, pues él, claramente, había puesto todo su dinero por el invencible corredor. «Vamos, Kasamatsu, acábalo», sonreía un divertido y entusiasmado Kagami. No tenía nada contra Kise, ¡era su amigo! Pero la amistad y los negocios iban por dos rutas diferentes.

Las apuestas no lo favorecían, las estadísticas tampoco. Después de todo, ¿qué tantas posibilidades tenía de ganarle a un reconocido corredor callejero? Quizás si la suerte se apiadaba de él...

—No ralles mi coche —Kasamatsu sonrió socarrón, mirándolo por la ventanilla de su vehículo azulado.

Kise se mostró claramente ofendido, lo cual sólo hizo reír más a Kasamatsu. Ahora Ryouta se estaba jugando su respeto.

—¿Preparados~?

Un par de perfectas piernas de mujer aparecieron delante de ellos.

—¡Oi! ¡Aomine! —regañó Yukio, sonrojado.

—Satsuki, ¡sal de ahí! —se la cargó encima para sacarla de la pista.

—¡¿Por qué nunca me dejan?! —reclamó la pelirrosa, y Sakurai entró en su lugar.

Con las manos sobre el volante y el pie sobre el acelerador, Kasamatsu tenía la mirada fija en su horizonte. Mas en ese instante una extraña sensación lo invadió, como si alguien lo estuviera observando. Cuando se giró por inercia se dio cuenta de quién era. Aquel niñato rubio se vio sorprendido mirándolo y enseguida corrió —no tan disimuladamente— el rostro al frente. Yukio alzó una ceja incrédulo al gesto. ¿Estaba sonrojado?

—¡Fuera!

Alguien gritó, sacando al pelinegro de sus divagaciones. Comprendiendo que había perdido casi un valioso segundo de ventaja.

Las ruedas quemaron el asfalto y detrás de ambos automóviles sólo quedaron vestigios de combustible.

«Maldita sea», se reprendió Kasamatsu pisando el acelerador a fondo, viendo como aquel novato estaba adelante de él.

«No puede ser, ¡no puede ser!», sonrió Kise al ver que había tomado la delantera. A su alrededor todo se hacía un movimiento difícil de seguir con la vista. La velocidad que había tomado aumentaba con el correr de los segundos. Y pronto ambos vehículos se oyeron como zumbidos sobre el suelo.

Las calles vacías, la noche en la ciudad; finalmente Kise entendía por qué les gustaba correr tanto de esa manera.

Y hubiera seguido admirando el paisaje de no ser por el golpe que sintió contra el costado derecho de su capó. Kasamatsu había llegado a su lado y se vio obligado a empujarlo si quería pasarlo en aquella estrecha calle.

—Aún te faltan muchos kilómetros para retarme —gruñó socarrón desde su coche al estar justo al lado del vehículo de Kise.

Pero eso sólo encendió a Ryouta. No se lo pudo explicar entonces, pero su sonrisa se amplió llena de entusiasmo al verlo esforzándose así por demostrarle quién sería el vencedor. Era una mezcla explosiva de adrenalina y pasión.

Kise entrecerró sus ojos dorados, sus largas pestañas desplegaron su filosa mirada, y sus labios dibujaron una sonrisa retadora. Jamás se había sentido tan excitado.

—Oye, Kagami —llamó Moriyama a su lado—, ¿de dónde conoces al mocoso del Lamborghini?

—Es mi amigo.

—Apostaste por Kasamatsu.

—Aún así.

—Como sea —sonrió Yoshitaka— Es bueno. Tal parece que le está causando problemas a Kasamatsu.

—¿Qué? —se asustó Kagami, pues perdería su dinero de ser así.

Pero, por otro lado, Moriyama seguía recibiendo información del resto de la gente que atestiguaba por distintas calles la ajustada carrera de aquellos dos.

.

.

.

Notas finales:

Ok, ok. No era lo que tenía en mente para publicar. Peeeero ya me hacía falta un poco de Kasamatsu on fire y, aww, falta la segunda parte. ¡Nos leemos!


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