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Baby Pornograph por jotaceh

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Notas del capitulo:

HOLA A TODOS!!!!!!

Soy Jotaceh y les traigo un nuevo fic!!!!

Espero que les guste, porque es bastante diferente a los que he escrito anteriormente...

Sé que le quedan dos capítulos por terminar a El Chico Perfecto u.u pero no quiero terminarlo aún... así que decidí comenzar de inmediato con esta historia...

 

Pd: para los que han leído El Chico Perfecto, primero: el personaje no se parece en nada a Martín, y segundo, aquí podrán saber un poco de cómo será el final de ese fanfic... Espero que les guste el spoiler *-* me gusta meter parte de mis historias en otras jajaja xD

A leer!!!

CAPITULO I: Vilmente chantajeado.

El día está magnífico, soleado como nunca y me he despertado de buen humor. Camino al colegio cuando veo al ser más  hermoso que ha pisado la tierra. De cabello oscuro, piel tostada, alto, cuerpo fornido, y una aire de confianza, decidido a conquistar el mundo. Es definitivo, este es el hombre que me robará la lechuga. Lo observo embobado, detenidamente para ver si es que decide confesarme su amor, tomarme en sus fuertes brazos y llevarme a su casa, de ahí que él elija donde me quiera colocar, me da igual en realidad, me conformo con el sillón. Mi corazón late casi a punto de estallar, el ángel de mi existencia pasa por mi lado, casi rosándome y sigue de largo como si no hubiera roto mi alma. ¡Desgraciado! ¿No ves que te he dado los mejores segundos de esta mañana? En fin, no es el primero ni el último, así que hago lo de costumbre, saco mi celular, activo la cámara y le fotografío, busco sus mejores ángulos… No, no enfoco su rostro, sino que sus nalgas y su bulto, ¿qué más importa en un hombre? Pamplinas esas del sexo fuerte, que todo lo pueden, payasadas… son débiles… Bueno, digo… soy hombre y si él me hubiera dicho siquiera hola, me hubiera hecho pipí.

Ok, quizás no me hayan entendido nada, así que mejor les cuento. Me llamo Renato Prats, tengo trece años, estudio en el Instituto General y aun poseo mi lechuga. Las mujeres riegan su flor, pues bien, yo ando ofreciendo mi lechuguita, mi virginidad que a estas alturas me está estorbando, ¿quién me la arrebata? ¡¡¡Por favor!!! Podrán decirme que aun soy pequeño, ni siquiera tengo quince, pero es que en realidad quiero poner en práctica todo lo que he aprendido en estos largos años de videos porno. ¿Qué? ¿Acaso me van a decir que ustedes no han visto ni siquiera uno? Que grupo de mentirosos, me fastidian.

Una vez escuché a una señora decir que el sexo solo servía para procrear, que esa era la voluntad de Dios para el hombre y la mujer. Fue extraño, porque poco antes había leído en internet que el punto G del hombre está entre el escroto y el ano. ¡Aleluya! ¡Amen! Y todas las palabras raras que quieran, pero si diosito quería que la gente solo se reprodujera, ¿por qué hizo que los hombres sintiéramos placer tan cerca del ano? No ven, si por algo lo hizo, así que en ese momento  me di cuenta que lo único que tenía que hacer era tener sexo. La voluntad está, lo único que falta es con quién, porque hasta el momento no ha aparecido ningún chico dotado para arrancarme de cuajo mi lechuguita bonita.

Entro al colegio y lo primero que observo es a un alumno dos años mayor que yo en pantaloncillo, mostrando sus piernas velludas y moviendo el gran regalo de la evolución entre sus piernas. ¿Por qué Dios? ¿Por qué me hiciste tan pervertido? Saco mi celular para plasmar nuevamente este ángel caído, pero si es tan guapo.  Eso sí, lo que resta de camino a mi sala lo hago con la cabeza gacha, ya que al parecer todos tienen partido de futbol hoy y andan en pantalón corto, si los viera a todos caería en coma.

¿No les había comentado? El Instituto General es solo para varones, ¿escucharon? Solo chicos hay en este colegio y yo vivo como gato en carnicería, tengo la tentación por todos lados, ¡Es terrible! En fin, llego a mi puesto y me siento para esperar a que llegue el maestro. –Buenos días chicos, guarden sus libros, daremos inicio al examen.- Es todo lo que el profesor Recabarren dice y con ello hace que mi colón se coma por completo mi estómago. ¿Qué? ¿Hoy había prueba? Por la mierda, de nuevo lo olvidé. En fin, tendré que preparar el cuello para tratar de ver el examen de Arturo, de algo que sirva sentarme detrás de él.

La uno da como resultado 3.567, ¿cómo lo sacó? Ya no importa, solo atino a copiar lo que alcanzo a ver. De la nada el muy malvado se le ocurre mirar hacia atrás y me encuentra in fraganti. –Profesor, Prats me está copiando descaradamente-  Hijo de la gran… Me acusa con el viejo de matemáticas. Genial, otro uno en el libro, ahora sí que reprobaré. –Renato sal de la sala, luego tendremos una seria plática los dos.- Es todo lo que el hombre me dice antes de quitarme la prueba. No sé si cuando me levanto tengo vergüenza, pena o rabia, tal vez es una mezcla de todo, pero solo llego a una conclusión, ese escarabajo de Arturo hoy llegará a su casa con una excelente calificación en una mano y con su nariz en la otra, porque se la piensa sacar a punta de golpes.

Espero a que termine la evaluación para dar inicio a esa charla con el maestro. En el trascurso, veo a lo lejos como inicia el partido de fútbol. Todos aquellos chicos en polera y pantaloncillo, corriendo, sudando, jadeando y tocándose, ¿cómo no se dan cuenta que son tan sexys? ¡Ah! eso sí, el portero es un gordito de lo más simpático, pero para nada atractivo, en fin, nada es perfecto en este mundo. Me imagino una escena así: Matías, el capitán del equipo, el chico más atractivo del colegio, termina su partido y se dirige a camarines, cuando entra se encuentra con un muchacho que lo observa detenidamente, con lujuria y desesperación. Va vestido tan solo con una bata blanca y cuando está seguro que el capitán ha quedado embobado con su sensual mirada, se quita la prenda mostrándole todo su ser desnudo. –Heme aquí, soy todo tuyo…- Le digo antes que se abalance contra mí y me quite la lechuga… Perdón, perdón, me refería a que el chico de la escena es abordado por aquel varonil espécimen. Claro, yo soy el director, no el actor… No el actor, no el actor… Recuerda Renato.

Tengo compañeros que quieren ser doctores, otros abogados, muchos futbolistas profesionales, pero yo, yo quiero ser director de películas pornográficas. ¿Qué? ¿Acaso suena muy descabellado? Para mi es lo más fascinante que hay, todo un arte, retratar dos cuerpos que se funden en uno solo, o a veces pueden ser tres, cuatro, en fin… muchos a la vez. ¿Alguna vez han visto “Señorita enfermita la calientita”? ¿O “Vamos todos a la casa de Laurita, la cachondita”? Pues si lo han hecho, déjenme decirles con orgullo que mi hermana ha actuado en ellas. Natalia es una conocida actriz porno en el país, una mujer sensual, la perdición de los hombres casados, la envidia de las mujeres solteronas y por sobre todo, la persona a quien más admiro. No es fácil trabajar en ello en una nación tan machista, en donde aún hay esposas que se quedan en casa para atender a su marido. Por eso, yo cuando crezca quiero ser director de películas eróticas, sacar adelante esta industria y demostrarles a todos que el sexo es normal, es algo gratificante y para nada inmundo como siempre nos han tratado de inculcar.

Llevo mi celular a todos lados con la única intención de fotografiar a los hombres más guapos, colecciono imágenes de sus traseros gordos y de sus entrepiernas ardientes. Si quiero ser un gran director, debo saber cómo retratar el cuerpo masculino, porque obviamente solo trabajaré con varones, me dedicaré a películas homosexuales. ¿Qué? ¿No les gusta la idea? Pues mala suerte, porque a mí las mujeres no me gustan para nada, así que ni desnudas las quiero ver. Solo a mi hermanita bonita, que es la mejor actriz de todo el mundo, porque muchas estrellas de Hollywood tratan de expresar emociones con sus rostros, pero ninguna busca mover más los senos que mi Natalia, ella es toda una profesional.

Sigo esperando a que acabe el examen, de hecho, veo cómo  termina el partido de fútbol y aun así el viejo de matemáticas no sale de la sala. El equipo abandona la cancha rumbo a los camarines y como el profesor no aparece, decido ir a vigilarlos un rato, ¿acaso no saben que pueden resbalar en las duchas y morir? Yo como buen compañero iré a cerciorarme que no ocurra ninguna desgracia, no es que quiera filmarlos desnudos. Ok, esa ni yo mismo me la creo. ¡A grabar machotes se ha dicho!

Me asomo por la pequeña ventana de los camarines y lo primero que observo es como Matías se quita la polera y deja entrever aquellos trabajados abdominales que han hecho suspirar a más de uno. Me apresuro a activar la cámara para plasmar el gran momento en que el muchacho se saque el pantalón y la ropa interior, ¡No puedo esperar! Veo como cae una prenda, espero a que se quite la otra cuando se interpone en mi vista el portero, aquel gordito simpático que con toda su humanidad bloquea el sueño de mi vida. ¡Córrete! ¡Fuera de ahí! ¡¡¡Desgraciado!!! Tantos años esperando por esta oportunidad y ahora un gordo peludo me lo impide. Quiero llorar, aunque esto dura poco, porque inmediatamente después veo como el portero se saca la ropa y me muestra todo su trasero velludo y regordete. Mis ojos arden, ¡Sáquenmelos por favor, esto es una tortura!

-Prats ¿qué cree que está haciendo?- Mierda no, no puede ser. Siento como un sudor helado transita por mi espalda y todo indicio de vida en mí desaparece. No sé cómo, pero el viejo de matemáticas me descubre husmeando en los camarines. –Bájese de ahí y deme la cara, ¡desvergonzado!- No quiero, me da pavor aquel caballero, va a sacar la chancla y me va a pegar. Tiritando a más no poder, me bajo del banquito que ocupé para encaramarme y me acerco al profesor, disminuido como si acabara de ser descubierto haciendo algo malo. Conste, lo que hice fue por amor al arte, al cine, no por ser pervertido, aunque eso no creo que lo entienda este hombre.

Entro a la oficina luego de don Diego. Por todos lados veo libros de física y matemáticas, en la pizarra hay escritas enredadas ecuaciones, pero lo que más me llama la atención es el minucioso orden con que tiene aquella habitación, al parecer todo está medido con regla. El viejo se sienta detrás de su escritorio y comienza a observarme desde esa posición. Yo trato de no hacer contacto con su mirada, me da pánico que llame a mi hermana y le haga pasar un mal rato. –Deme su celular.- Y como manda se lo entrego. Ahora si estoy frito, porque tengo más de mil fotografías de hombres, y en  ninguna salen sus caritas, no podré inventar ninguna excusa para eso. ¿Y si le digo que quiero ser urólogo? ¿Me creerá?  

-¿Así que eres homosexual?- Me dice tras ver un par de imágenes en la galería de mi celular. ¿No? ¿En serio? Pensé en mi mente. Todo el mundo sabe que soy gay ¿y él ni siquiera lo intuía? Al final tengo que confirmar su conjetura con un ademán. Me observa un tanto decepcionado. De reojo veo un crucifijo colgado en la pared, se me hace chiquito el corazón y solo pasa por mi mente: ¡Mierda, este viejo me va a llevar a exorcizar!

-Creo que he tenido una vida privilegiada, nunca me ha faltado nada. Provengo de una familia decente, que me ha inculcado los valores católicos desde la infancia. Trabajo en lo que me apasiona. En unas semanas más me casaré con la mujer que amo desde hace diez años, aquella que conocí cuando apenas rondaba los doce…- El hombre sigue hablando, pero yo ya no le tomo atención porque comienzo a calcular. No soy una mente brillante en las matemáticas, pero tampoco me cuesta entender que si conoce a su novia desde los doce y han transcurrido diez años, el solamente tiene veintidós, ¿cómo mierda se ve tan viejo? Tiene una barba frondosa, eso aporta que se vea maduro, pero parece ser que es su mirada la que me hacía pensar que era mucho mayor. Ese reflejo de un alma experimentada, de alguien que ha logrado todo lo que quiere y ya no desea más, alguien sin ambiciones, esperando que se acaben sus días como han transcurrido actualmente.

-¿Me entiendes?- No le he tomado atención, no tengo ni idea a qué se refiere, por lo que debo fingir y asentir a quizás qué cosa. –No soy alguien que te vaya a juzgar, ni tampoco voy a hacer un escándalo… pero tienes que hacer algo por mí a cambio…- Está muy serio mientras me habla, pero estoy seguro que quiere que le haga su despedida de soltero, quiere robarme brutalmente mi lechuga. Tiene veintidós, no está mala, solo son nueve años de diferencia. Creo que este día comienza a mejorar, por fin perderé la virginidad, aunque me cabe una duda, ¿la tendrá grande o pequeña? –Como eres bueno espiando a la gente, me gustaría que siguieras a mi prometida para ver si me está engañando. Nos vamos a casar, pero siempre he sentido que me oculta algo, me gustaría que averiguaras si realmente debo confiar en su amor.- Ah, era eso… Quiere que investigue si su novia le coloca los cuernos. Bueno, peor es nada, todo sea para que no cree un escándalo y termine molestando a mi hermana.

Salgo de la oficina del profesor Recabarren más aliviado, pero mientras me dirigía a la sala me encuentro con el soplón de Arturo. No quiero tener más problemas, por lo que paso frente a él sin siquiera recordar que me ha delatado. –Este maricón quería copiarme… Es afeminado y además flojo.- Dice a mi espalda burlándose con su grupo de amigos ñoños. Siento como la ira comienza a transitar por cada vena de mi cuerpo y no pudiendo controlarme, volteo y caminando lentamente me acerco a aquel desgraciado. -¿Sabías que eres el tipo de chico que me gusta?- Le pregunto susurrándole al oído, con un tono sensual que busque descalabrar su supuesta hombría. Veo como comienza a temblar y a tragar saliva. –Que me gusta para golpear y dejar sangrando en el suelo…- Cambiando de actitud, engroso la voz y también mis facciones. Aprovechando que todavía se encontraba trémulo, le empujo fuertemente con la única intención de tenderlo en el suelo. Aprovecho el dolor del golpe y me abalanzo contra él, le inmovilizo con el peso de mi cuerpo y doy rienda suelta a mi ira. Golpeo incesantemente en el rostro a aquel soplón, sin siquiera esperar a que se sacara los lentes, pronto estos están rotos a un lado del charco de sangre que producen mis golpes. ¿Qué? ¿Acaso creían que por ser gay no sé pelear? Pues sepan muy bien que este cretino no es el primero que ha sentido la ira de mis puños, y tampoco será el último, porque quien se atreve a meterse conmigo paga las consecuencias por la osadía.

Lo bueno de asistir a un colegio de hombres es que las peleas son tan frecuentes, que los inspectores ya no se inmutan en castigar a los participantes, así es que tras dejar inconsciente al ñoño, me levanto tranquilamente y me dirijo al baño, debo limpiar esta sangre que se escurre por mis manos.

Adriana López es la prometida del profesor Diego Recabarren, tiene veinticuatro años, es decir, es mayor que su futuro esposo. Trabaja como bailarina en el Ballet Nacional, y es a ese edificio al que me dirijo tan solo al terminar las clases. Tengo que buscar algún indicio que compruebe su infidelidad, o por el contrario, su inocencia. Espero a las afueras de aquella magnánima estructura mientras observo la fotografía que me regaló su novio. Es una mujer alta, sumamente delgada pero no se ve mal así, sino que todo lo contrario, parece altiva y refinada. Su piel es nívea como la leche, aunque decorada tiernamente con algunas pecas que afloran gallardas en sus mejillas. Su cabello es castaño y al sol aparenta ser rubio, muy parecido al color de la miel.

Al principio veo detenidamente la entrada, me siento algo entusiasmado, debo reconocer que esto de ser investigador me divierte, pero pasan los minutos y nada ocurre. Saco mi celular ya no para fotografiar a un ángel caído, sino que para jugar y matar el tiempo. Todo era tranquilo hasta que unos gritos llaman mi atención. A lo lejos veo un gran tumulto, y como mi personalidad es inquisitiva, voy a aquel lugar para ver lo sucedido, tal vez fue un accidente y logre ver a un herido.

Los gritos desesperados me dan a entender mientras me acerco que no fue un atropello, sino que hay celebridades ahí, me quedo helado cuando escucho de quiénes se tratan. –¡¡Los amo Cassiopeia!!- Y al escuchar a los fans siento como estoy a punto de desmayarme. ¡No puede ser! Esto es increíble, mis cantantes favoritos están a unos cuantos metros de mí, no lo puedo creer. Cassiopeia es el grupo sensación de los últimos años, pertenecen a la agencia Nueve, la más grande del país y cuyo dueño es el hombre que controla los negocios nacionales, Antonio Palmer Edwards. Ellos son cinco chicos gay que cantan y bailan como los dioses, como las estrellas que conforman la constelación por la cual decidieron llamarse así. Todas sus melodías me fascinan y sus coreografías me las sé a la perfección, amo a todos sus integrantes, pero es uno a quien más adoro.  Martín Arístegui es el vocalista principal y también una de las celebridades más hermosas que he visto jamás. ¡¡Lo amo!! Además es novio de un conocido futbolista, Mateo García, obviamente son la pareja ideal y lo único que deseo es que se casen pronto. Estoy en medio de aquel mar humano y me decido a conseguir aunque sea un autógrafo de mi ídolo. Mi corazón palpita a más no poder, pero justo recuerdo lo que estoy haciendo aquí. Volteo para ver la entrada del Ballet Nacional y para mi desgracia observo salir a Adriana. ¡¡Que mala suerte!! Claro, ahora que tengo la oportunidad de conocer a Martín se le ocurre salir, estúpida infiel. ¿Qué hago? ¿La sigo? No, ¿qué más da? Total, puedo decirle al profesor que su novia no lo engaña y así se casará, vivirán felices por siempre y yo conozco a mi ídolo, ¿no ganamos todos así?

-¡Martín! ¡Te amo!- Grito mientras me hago camino entre aquellos que también buscan acercarse a sus celebridades. ¡¡¡A no!!! ¡¡¡Córrete narizona!!! ¿Y tú qué me miras? ¡¡Córrete también!! Me deshago de cuanto idiota se me pone enfrente, nadie me ganará hoy. ¿Les había dicho que soy flacucho? Por más que como no engordo, supongo que es cosa de metabolismo, porque me alimento demasiado. En fin, sucede que por esta razón no logro avanzar mucho, aun cuando he empujado a más de diez personas. ¿Qué hago? ¿Cómo llego de los primeros? Si tan solo tuviera un cuchillo, mataría a todos quienes están a mí alrededor y caminaría más rápido, pero… tengo otra cosa.

La gordita saltó desesperada, la colorina gritó como barraco, el morenito trató de aguantar el susto, y así muchos reaccionaron de la manera que deseaba, alejándose de mi camino y dejándome libre para conocer a mi adorado Martín. Claro, no utilicé un arma, sino que un alfiler, con lo que fui pinchando a todos quienes se cruzaran. -¡¡Aquí!! Por favor, dame un autógrafo… ¡¡Te amo!!- Y aquel momento pareció detenerse en el tiempo, solo éramos él y yo en aquel mar de gente, me miró con sus hermosos ojos verdes y me sonrío. Tomó mi cuaderno y escribió su nombre en él, de hecho, pude sentir sus dedos rozar los míos cuando me lo devolvió. -¡¡Gracias!!- Le grité luego de haberme elegido, por un segundo estuve dentro de su vida y fui feliz, ahora sí puedo morir en paz…. Ah no, todavía no pierdo la virginidad, bueno… luego de ello ya podría fallecer sin remordimientos, ¿o también me falta emborracharme?

Llego frente al edificio, saco mis llaves y abro la reja del portal, saludo al portero y subo las escaleras. Vivo en el tercer piso, así que tampoco es tanto el ejercicio que hago, podría utilizar el ascensor, pero claro, siempre está estropeado. La estructura en la que vivo es un tanto vieja, de hecho tiene más de cien años, pero está en el centro y queda cerca del Instituto. Lo bueno es que como es una construcción antigua, los departamentos son amplios y junto con la buena estética de mi hermana, nuestro departamento es precioso. Entro a él todavía en las nubes, no puedo creer que haya hecho contacto visual con Martín Arístegui. Camino a mi habitación cuando veo salir de repente de su cuarto a mi hermana. –Hola Natalia.- La saludo, pero ella me hace callar. En puntitas me lleva a la cocina y allí se digna a contarme lo que sucede. – He conocido a un chico sumamente guapo, es muy tierno y estoy segura que quiere algo más conmigo… Por favor hermanito, te lo suplico, déjanos unas horas más a solas, Por fa…- ¿Cómo no caer en los encantos de aquellos ojitos avellanas? Siempre buscando al hombre con quien casarse y vivir el resto de su vida a su lado. Claro, creerán que por ser actriz porno es una casquivana, una mujerzuela que no cree en el amor, pero todo lo contrario, es la chica más tierna que jamás podrán conocer. Lamentablemente los hombres solo se acercan por su cuerpo, pero ella no pierde la esperanza de encontrar a su príncipe azul. Así que decido marcharme, aunque antes debo saber algo. –Bueno, pero… ¿qué tal? ¿Tiene buen culo?- Y solo escucho su risita infantil. Ya es tarde, pero decido marcharme para hacerla feliz, soy capaz de todo con tal de verla sonreír.

Al lado de mi edificio hay un salón de belleza, “Madame Glamour” dice el cartel rosado que cuelga afuera del local. Entro a él como de costumbre y saludó a mi mejor amiga. –Hola Cata…- Le doy un beso en cada mejilla y luego, con toda la confianza del mundo, me siento en uno de los asientos frente al espejo. Catalina es la mujer más femenina que nunca he conocido, aún más que mi hermana y ya eso es algo importante. Es dueña del salón y también de un don innato para la belleza, puede convertir hasta a la mujer más fea en toda una diva. La conozco desde que soy pequeño, aunque ella tiene cincuenta y yo apenas trece, siempre nos hemos llevado de maravillas, por lo que la considero mi única gran amiga, aquella a quien le cuento mis secretos y mis pesadillas. Por sobretodo la admiro, ya que no cualquiera vive a años trabajando en las calles como prostituta, ni mucho menos al haber nacido en una familia protestante conservadora, que le inculcó desde niña que la homosexualidad es pecado. Nació como Luís, pero siempre supo que no era un varón, sino que una dama. Le golpearon incesantemente para que así pudiera “sanar” aquel mal hábito de comportarse de forma femenina, pero claro, nunca podrían. A los quince se reveló ante sus padres y les confesó lo que era, fue valiente, tuvo el coraje que a muchos les falta, pero su familia no comprendió y la echó de casa. ¿Cómo puede una joven de esa edad vivir en la calle? Pues lo tuvo que hacer, y para conseguir dinero, comenzó a prostituirse. Pronto entró a una mafia del rubro, quienes le ayudaron a transformarse en Catalina, aunque el precio que tuvo que pagar por años fue altísimo. Al final logró reunir el dinero suficiente para establecer aquel negocio y ahora vive en paz, luego de tantos años de penurias y llanto contenido.

-Así que el profesor me pidió que siguiera a su prometida, porque cree que le es infiel. Lo intenté, pero preferí buscar un autógrafo de Martín… Estoy pensando dejar pasar una semana y decirle que la seguí, pero que no conseguí pruebas de su deslealtad, así puede casarse feliz con ella… ¿Crees que estoy bien?- Le comento lo sucedido en el día, como se me ha hecho una costumbre. –Primero que todo, dime lo más importante, ¿qué tal ese maestro? ¿Está bueno?- Se me había olvidado que ambos tenemos la misma personalidad. –Pues tiene veintidós, aunque parece mucho más viejo… Es alto, debe medir como un metro ochenta centímetros, tiene el cabello castaño claro, como el color de la miel, de hecho su novia también tiene esa tonalidad. Su piel es tostada, lleva barba de algunos días, su nariz no es prominente… Tiene una voz muy gruesa, muestra mucha autoridad con ella, por eso tengo compañeros que le tienen miedo. Sus facciones en sí demuestran un carácter más bien apacible, como si tuviera la vida resuelta…- Ahora que lo pienso, tampoco está tan mal Recabarren, pero creo que por el hecho de ser maestro no lo había evaluado bien.- ¿Qué es esa definición? No me importa el color de su pelo, dime más bien si tiene buena entrepierna, ¿se nota grande el bulto?- Solo me largo a reír, es que somos muy pervertidos. Así la media hora que sigue hablamos de cómo puede tener el pene el profesor, un tema de lo más científico.

Tomé el metro tras salir del salón de belleza. Busco en mi celular la dirección que el maestro Recabarren me dio. Al final a Cata le dio por retarme, decirme que debo pensar en el pobre corazón de mi profesor y que debo realmente averiguar si Adriana le es infiel. Así decido ir a la casa de la mujer para seguir espiándola y de paso, hacer tiempo para que mi hermana siga con su “cita”. Poco a poco el cielo se vuelve oscuro y cuando logro dar con la dirección, ya es de noche. ¡¡Que casota!! Es lo que se me escapa al enterarme que esa tal Adriana es bastante adinerada, porque su hogar es enorme. Tiene un patio que es más grande que todo mi edificio, y su puerta es más amplia que la de mi portal, casi el doble. ¿Qué más da si le es infiel? Solo por la fortuna me casaría con ella, es bastante suertudo don Diego. No debo esperar mucho para verla salir, va muy bien arreglada con un vestido largo de color blanco, su pelo tomado en un moño. No va acompañada, y en sus manos no lleva más que su celular. Pensé que iría a alguna discoteca por lo tarde que es, pero luego me percato que va a visitar a un vecino. Recorre menos de una cuadra antes de pararse enfrente de otra casota y tocar el timbre. Aparece una sirvienta muy amable, que la hace pasar. ¿Cómo le hago ahora para seguir espiándola? Quizás sea la amante del dueño de la casa y no podré enterarme.

¿Por qué la gente rica hace tan grande los muros? Busco por todos los medios posibles pasar sobre uno de ellos, entrar a la fuerza a esa casa, pero es mucho esfuerzo. Salto por más de quince minutos sin mayores resultados. Necesito algo en lo cual subirme antes. Busco a mí alrededor y encuentro un basurero. ¡Perfecto! Lo utilizo para encararme al gran muro y esta vez sí puedo entrar a la casa. Caigo sobre el pasto más verde que jamás había visto, estoy feliz por haber logrado mi cometido, pero la alegría se me pasa cuando comienzan a sonar las sirenas. ¡¡Mierda!! Activé la alarma de seguridad, ahora si me voy preso.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado y que sigan leyendo esta historia :3

 

Una pregunta.... Les gusta el titulo Baby Pornograph?? Había pensado en Pequeño Pervertido... pero como dejo las cosas al azar, ganó la primera xD Comentenme!!!! quiero saber si los papeles eligieron bien xD


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